la teología de la liberación, desafío a las iglesias del primer mundo

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NORBERT GREINACHER
LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN, DESAFÍO A
LAS IGLESIAS DEL PRIMER MUNDO
La teología de la liberación surgió en América Latina en los años 60.. Tras un cierto
optimismo inicial sobre las posibilidades de los programas de desarrollo económico
para aliviar la miseria del pueblo, no pocos intelectuales comprendieron que
precisamente esa estrategia desarrollista incrementaba la riqueza de los ricos y la
pobreza de los pobres. Sólo cuando los pobres se concienciaran de su propia situación
y lucharan ellos mismos por su liberación, podrían cambiar las cosas. Este es el
contexto sociopolítico en que surgió la teología de la liberación (TL). El autor expone
la TL interpelando a las comunidades del primer mundo. Su reflexión vale también
para iglesias menos ricas que la alemana.
Theologie der Befreiung als Herausforderung für die Kirchen in der Ersten Welt,
Theologische Quartalschrift, 160 (1980) 242-256
¿QUÉ SIGNIFICA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN?
1. La actuación de Dios en la historia. La TL rechaza toda separación entre historia
profana e historia de la salvación, acentuando con fuerza la unidad de la historia. Dios
actúa también y precisamente en la lucha política por la liberación. Lo mismo que el
éxodo israelita de Egipto significó a la vez un acto político y un acto teológico de
liberación, también hoy la lucha de los pueblos latinoamericanos por su liberación es al
mismo un fenómeno político y teológico.
2. La opresión como pecado. Cada vez más personas toman conciencia en
Latinoamérica de su situación de opresión, con sus diversas dimensiones: política,
económica, cultural, racial. Es opresión de los derechos humanos fundamentales, como
los de la mujer, y es también opresión de pueblos enteros en el ámbito internacional. Lo
importante es que los teólogos interpretan esta opresión como pecado. Puesto que el
propio Dios se ha identificado con el oprimido, la opresión no es sólo pecado contra el
hombre, sino también un pecado contra Dios.
3. Liberación y salvación. La TL rechaza el separar la salvación, de la que cuida la
Iglesia, del bienestar humano, del que debe preocuparse el Estado. Al igual que Jesús
curó al paralítico y al mismo tiempo le perdonó los pecados, también la Iglesia ha de
comprometerse por el hombre en todas sus dimensiones, tanto en el aspecto físico y
psíquico como en el espiritual. Pero aunque estos teólogos relacionan estrechamente
liberación y salvación, sin embargo no las identifican: aunque la liberación tiene un
significado histórico-salvífico, el hombre liberado precisa, con todo, de la plenitud que
Dios dará al final de la historia.
4. Iglesia y política. La TL parte del hecho de que la Iglesia ha sido siempre un
fenómeno político. Así ocurre también hoy; incluso cuando la Iglesia no tiene una
concepción política de sí misma y no quiere actuar políticamente, sin embargo mantiene
siempre un significado político. Por desgracia ha asumido con demasiada frecuencia en
el pasado, y también en el presente, la función de opio del pueblo. La idea de una
separación de Iglesia y política produce hoy, de hecho, en América Latina una
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consolidación de estructuras injustas. Es preciso percibir con claridad que la actuación
de Jesús, y muchas ideas centrales del mensaje neotestamentario, como libertad, paz,
justicia, fraternidad, etc., tienen una dimensión política. La Iglesia debe ser consciente
también de su significado político y debe comprometerse en el conflicto político.
5. La tarea profética de la Iglesia. La teología católica ha concebido, a menudo, a la
Iglesia de forma unilateral como una institución jerárquica, olvidando que junto al
seguimiento apostólico debe haber también un seguimiento profético, que la Iglesia está
edificada sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas (Ef 2,20). Un profeta es
un hombre que se niega a confundir los medios con los fines: critica las categorías, los
instrumentos, los medios, porque obstaculizan el fin último, y cuestiona la situación del
momento desde la perspectiva del fin último. El propio Jesús fue una figura profética,
que criticó duramente las instituciones sociales y religiosas de su tiempo, y cuya
actuación y enseñanza profética le llevó a la cruz. Una Iglesia que posterga lo profético,
traiciona el mensaje bíblico. La Iglesia tiene que interpretar los signos de los tiempos,
tiene que protestar cuando personas y clases sociales son oprimidas, tiene que
comprometerse cuando los hombres están alienados.
6. Lucha de clases y partidismo en la Iglesia. Para los teólogos de la liberación es
evidente que la sociedad latinoamericana es una sociedad clasista y que hay una lucha
de clases, en la que no cabe neutralidad. Quienquiera que en esa situación se declare
neutral, está reforzando el status quo injusto. Por ello la Iglesia debe tomar partido, lo
mismo que Jesús tomó partido por los oprimidos.
7. La Iglesia y los pobres. La exigencia de una Iglesia de los pobres, planteada a
menudo en la historia de la Iglesia, y sobre todo en el Vaticano II, es tomada muy en
serio por la TL. La Conferencia de Puebla se pronunció por una opción incondicional en
favor de los pobres, en el sentido de una actitud de solidaridad con ellos, una protesta
contra la pobreza y un compromiso en la lucha por los pobres.
8. Iglesia del pueblo. Es sabida la importancia que adquiere en los documentos
conciliares la designación de la Iglesia como "pueblo de Dios". También los teólogos de
la liberación hablan a menudo del pueblo, o de la religiosidad popular. ¿En qué sentido
utilizan la palabra? La Iglesia no debe ser ya más una Iglesia para el pueblo, sino una
Iglesia del pueblo. Ello significa que los miembros de la Iglesia no han de continuar
siendo obedientes ovejas o niños en minoría de edad, sino que deben tomar parte activa
y responsable en la vida de la Iglesia y en la acción social.
9. Comunidades de base. Hay una gran pluralidad entre las comunidades de base. La
característica principal consiste en que constituyen un grupo de cristianos que se reúne
regularmente, interpretan su vida cotidiana a la luz de la fe cristiana, oran y tienen
celebraciones y - lo que es muy importante- intentan cambiar su situación de opresión.
En las comunidades de base sucede lo que Paulo Freire llama "proceso de
concientización". En América Latina están integradas en comunidades de base millón y
medio de personas, y de ellas ha surgido la TL. La mayor parte de los teólogos de la
liberación viven en tales comunidades. No hay duda alguna de que el futuro de la Iglesia
latinoamericana depende decisivamente del destino de estas comunidades de base.
10. Espiritualidad de la liberación. A la TL se le ha echado en cara, con frecuencia, que
tiene una orientación horizontalista, que representa una especie de activismo. Esa crítica
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no ha entendido una de las características principales de esta teología: que el servicio a
los hombres es siempre al mismo tiempo culto a Dios, y que no se puede dar éste sin
aquél. Esos críticos no han vivido nunca la pasión con que las comunidades de base
oran, cantan, meditan, tienen celebraciones y fiestas. La espiritualidad de la liberación
es una unión sobresaliente de "vita activa" y "vita contemplativa".
11. Ortopraxis y ortodoxia. La TL ha surgido en las comunidades de base. Esto pone en
evidencia que, según los teólogos de la liberación, la fe cristiana es primero
"ortopraxis", praxis de la liberación. La ortopraxis es para ellos un "lugar teológico",
una fuente de conocimiento teológico. Para ellos resulta imposible ser teólogo sin
comprometerse en el proceso de la liberación.
12. Iglesia y socialismo. El catolicismo europeo es tradicionalmente antisocialista. Por
el contrario la TL ha asumido una clara opción a favor del socialismo. J.M. Bonini
subraya estas características del socialismo latinoamericano: 1.º Rechazo de la
estrategia del desarrollo. 2.º Lucha contra la opresión mediante la acción revolucionaria.
3.º Un poderoso estado centralizado. 4.º Concientización del pueblo y participación
suya en todas las decisiones. 5.º Prioridad de la dimensión política en la lucha
latinoamericana actual. 6.º Un socialismo auténticamente latinoamericano, que sea
crítico frente a todas las ideas y prácticas del pasado y del presente. 7.º La prioridad de
la dimensión humana en todos los cambios económicos y estructurales. Esta opción
socialista está unida con una fuerte crítica al sistema capitalista, para lo que los teólogos
de la liberación utilizan también ideas de Karl Marx, sobre todo su análisis de la
sociedad.
13. El uso de la violencia. La mayor parte de los pueblos latinoamericanos viven en una
situación de violencia que existe independientemente de su voluntad. Los cristianos
deben reaccionar cristianamente ante ella. La neutralidad lleva a una prosecución de la
violencia estructural y, por tanto, a una mayor miseria humana para millones de
personas. No obstante, los teólogos de la liberación subrayan primero y
fundamentalmente la necesidad de acciones no violentas. Pero no excluyen el uso de la
violencia en situaciones extremas muy determinadas: cuando no se puede soportar más
tiempo el uso de la violencia por parte del estado, cuando todos los demás medios no
violentos están agotados y cuando el uso de la violencia tiene fundadas perspectivas de
éxito. Es plena la concordancia con las convicciones de Pablo VI, expresadas en su
encíclica Populorum Progressio.
DESAFIO A LAS IGLESIAS DEL PRIMER MUNDO
La teología de la liberación no concierne meramente al Tercer Mundo, sino que
significa también un gran desafío a la teoría y la praxis de las Iglesias primermundistas.
Las Iglesias necesitan algo así como una correctio fraterna colectiva, es decir, no sólo
entre dos personas, sino también de una a otra Iglesia. Procuraré mostrar en qué consiste
ese desafío al Primer Mundo.
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La realización de comunidades
Hemos recalcado ya la vinculación entre comunidades de base y TL; tanto Medellín
como Puebla confirmaron la importancia de esas comunidades. ¿Cómo se puede
entender la comunidad en el contexto de las Iglesias del Primer Mundo?
Hay que distinguir primero entre parroquia y comunidad. La parroquia ha sido durante
siglos una eficaz forma organizativa en una sociedad caracterizada por su estabilidad:
un distrito administrativo regido por un párroco, en que los laicos son atendidos por un
sacerdote. Pero en nuestra sociedad tan móvil, urbanizada e industrializada, es necesario
convertir nuestras parroquias en comunidades. La comunidad sería un grupo de
hombres y mujeres, que creen en Jesucristo y procuran orientar su vida personal y
comunitaria según el mensaje del NT. Los miembros de la comunidad tienen estrecha
relación mutua y asumen determinadas tareas en ella. Su centro es la asamblea, sobre
todo la eucarística. Pero estas comunidades no son un ghetto, sino que se entienden
como parte de la Iglesia universal y asumen su responsabilidad en el conjunto de la
sociedad.
Tales comunidades surgen de la base de la Iglesia y constituyen la base de la Iglesia. Es
decir, en su vida, en sus celebraciones, en sus debates, se expresa la historia del dolor
humano lo mismo que la historia del amor, la fe y la esperanza, la experiencia y la dicha
humana. De este modo la Iglesia encuentra nuevo acceso a la vida de los hombres y se
convierte otra vez en Iglesia de y para los hombres. Pero la comunidad es la base de la
Iglesia también desde una perspectiva teológica: ella es la realización de la Iglesia. Las
demás estructuras eclesiales están a su servicio.
Su forma de existencia será plural: comunidades universitarias, religiosas, de minorías
nacionales... Surgirán como subestructuras de una parroquia urbana, como pequeña
comunidad rural o como núcleo de una parroquia tradicional. El objetivo es siempre el
mismo: nuestras parroquias han de convertirse en comunidades.
Espiritualidad
La espiritualidad de nuestras parroquias y de muchos cristianos lleva siempre la marca
de algo especial, extraordinario, separado de la vida cotidiana. Las plegarias son, a
menudo, artificiales, la letra de nuestros cantos está pasada de moda, las homilías son
estériles. Esta poca fecundidad de la espiritualidad y de la liturgia es uno de los motivos
principales de por qué tantas personas abandonan la Iglesia, sobre todo jóvenes: no
reconocen ya su vida y sus problemas en el lenguaje de la Iglesia.
En cambio, la TL ha conseguido en gran medida una integración de espiritualidad y
vida práctica. Oraciones, cantos, símbolos, ritos, meditaciones y debates están
empapados de la vida de los hombres. Es una consecuencia concreta de la constatación
teológica de que Dios actúa en la historia y la vida del hombre. La vida espiritual de los
cristianos es sólo la articulación en palabra y gesto de lo que acontece en la vida
cotidiana de los hombres. Pero también ocurre el fenómeno contrario: en medio de una
discusión política o de una acción social en las chabolas, surgen de repente expresiones
espirituales. Este modo de espiritualidad tiene puntos en común con la "revisión de
vida": un grupo de cristiano s se reúne, interpreta y juzga su vida ordinaria a la luz del
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mensaje bíblico. Justamente las comunidades de base latinoamericanas tienen
excelentes experiencias de lectura de la Biblia en común. Se han acostumbrado a
confrontar su vida y sus acciones con el Antiguo y Nuevo Testamento, encontrando así
un nuevo acceso hermenéutico al mensaje bíblico.
Celebración litúrgica
El fuerte retroceso del cumplimiento dominical de los católicos alemanes tiene
evidentemente muchos motivos. Uno de ellos podría ser, sobre todo, la pérdida de
realidad de nuestras celebraciones litúrgicas: en su contenido y en su forma nuestros
contemporáneos no ven conexión alguna con sus preocupaciones y sus alegrías. Las
oraciones, los cantos y símbolos litúrgicos, no expresan su identidad.
En las comunidades de base se logra integrar en la liturgia la vida individual y colectiva.
Ello no significa que las celebraciones tomen un carácter banal o se conviertan en
acciones políticas. Se trata de dar expresión a "la profundidad de la realidad" (P.
Tillich); entonces la celebración dejará de ser un fenómeno aislado para convertirse en
una fiesta, que engloba al mundo entero y da sentido a la vida entera. Esto es lo que K.
Rahner llama "la liturgia del mundo". Su punto de partida teológico es que la salvación,
regalo de Dios en Jesucristo, acontece en este mundo siempre que un hombre asume su
vida y su muerte; cuando alguien dice un sí radical a su prójimo, cuando se compromete
por el amor y la justicia, está actuando la salvación. La celebración litúrgica es,
entonces, la articulación de todo ese actuar salvífico de Dios por Jesucristo, que está
aconteciendo en nuestro mundo siempre y en todo lugar.
Nuestras liturgias del Primer Mundo están caracterizadas, a menudo, por un déficit de
comunicación; hasta las Iglesias están construidas con fuertes impedimentos para
comunicarse. Esto no ocurre en una comunidad de base, donde todos pueden tomar
parte en el debate, contando sus experiencias en un grupo de acción, sus esfuerzos por
conseguir escuela, etc. Se realiza de verdad lo que escribe Pablo: "Cuando os reunís,
uno tiene un cántico, otro una enseñanza, otro una revelación, otro un don de lenguas y
otro lo interpreta; todo se haga para edificaros" (1 Co 14,26). Las Iglesias del Primer
Mundo pueden aprender mucho de las liturgias de las comunidades de base, sobre todo
en cuanto a creatividad, vitalidad e imaginación.
También tienen un carácter político connatural. Los miembros de las comunidades están
tan comprometidos en el ámbito político, que es inevitable tocar temas políticos. Una
politización así entendida es necesaria también para nuestras celebraciones. Se hace
aquí patente, de nuevo, que el culto a Dios es siempre, a la vez, servicio a los hombres y
que no se pueden separar ambas cosas.
Esfuerzos por reformar la Iglesia
Una seria toma de conciencia de los contenidos de la TL supone un gran desafío a las
estructuras de nuestras Iglesias.
En general las Iglesias europeas están más o menos ligadas a las clases medias, y la
mentalidad de éstas marca la vida entera de la Iglesia, su estilo, su lenguaje. La clase
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trabajadora apenas toma parte en la vida eclesial, lo cual constituye un escándalo para la
TL. En este aspecto las Iglesias precisan de una reforma radical.
A ello se añaden las extraordinarias riquezas de las dos grandes Iglesias alemanas. Sólo
los impuestos eclesiásticos les aportan anualmente más de ocho mil millones de marcos,
sin contar las colectas, donativos y subvenciones públicas. Los teólogos de la liberación
preguntan legítimamente qué significa entonces ser Iglesia de los pobres. Y no se trata
sólo de una cuestión de dinero, sino del estilo de vida, de la mentalidad y el
comportamiento de las Iglesias y de sus miembros.
Otro punto es el marcado carácter jerárquico de las estructuras de las Iglesias alemanas,
tanto católica como evangélica. Los responsables eclesiásticos toman a menudo
decisiones sin dar participación a los fieles. Esta burocratización de la Iglesia viene
reforzada aún más por su gran poder financiero. El estilo jerárquico choca cada vez más
con la creciente conciencia democrática de nuestra sociedad, constituyendo una herejía
estructural que necesariamente hay que cambiar.
Además, no se puede negar que ambas Iglesias alemanas asumen una función
estabilizadora en nue stra sociedad. En su conjunto sancionan el sistema formal e
informal de valores sociales y bendicen las estructuras de plausibilidad existentes.
¿Cómo pueden asumir su tarea profética en la sociedad, siendo un factor de estabilidad
de esa sociedad?
La dimensión ecuménica
En el movimiento latinoamericano de la TL encontramos una colaboración evidente
entre cristianos de todas las confesiones. Allí resulta, de hecho, muy natural que en las
comunidades de base protestantes y católicos vivan juntos, trabajen juntos y se
comprometan juntos en la lucha política. Allí la pregunta no es si uno es católico o
evangélico, sino en qué medida se compromete uno en los conflictos sociales y
políticos.
Considerando sobre este trasfondo las relaciones entre protestantes y católicos
alemanes, se constatan los progresos realizados desde la última guerra, sobre todo en la
superación de prejuicios. Pero también se constata que en el terreno ecuménico los
responsables de ambas Iglesias constituyen una especie de órgano de control que decide
lo que hay que hacer y lo que no. Se ha comprobado empíricamente que una gran parte
de los miembros de ambas Iglesias no puede entender por qué no se llega a la
reconciliación de ambas.
La base, por lo tanto, es mucho más ecuménica que los estamentos dirigentes. A ello
hay que añadir las soluciones elaboradas por teólogos de ambas Iglesias respecto a las
controversias teológicas tradicionales. El tiempo está, pues, maduro para una
reunificación real, basada en el mantenimiento de la pluriformidad de las diversas
Iglesias, que conservan sus propias tradiciones, su espiritualidad, sus estructuras
organizativas, pero se reconocen mutuamente como Iglesias cristianas y se reencuentran
bajo una dirección común.
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Teología
La teología alemana goza de un gran prestigio en el mundo entero. A ello contribuye el
hecho de que ocupa una posición importante en la vida de nuestras universidades. Pero
este hecho conlleva el peligro de encerrar a la teología alemana en un ghetto académico,
perdiendo el contacto con la realidad y haciendo teología por la propia teología y no por
el hombre. A menudo los teólogos responden a cuestiones que nadie ha planteado y que
sólo a ellos interesan. Es raro encontrar una reflexión crítica sobre el papel de la Iglesia
en la sociedad. Su mismo lenguaje especializado sirve de barrera erigida entre ellos y la
opinión pública.
La TL tiene otro Sitz im Leben (medio vital), está ubicada en la vida del pueblo, en
comunicación permanente con las comunidades de base. Ello significa una relación
crítica, en la que la praxis de las comunidades critica a la teología, pero también al
revés.
En este contexto es imprescindible asumir un diálogo permanente entre teólogos
latinoamericanos y europeos. A nadie le aprovecha el que un teólogo alemán niegue
autenticidad a la TL. Pero tampoco aprovecha a nadie que un latinoamericano tache a
los europeos de "teólogos de la OTAN". La teología requiere justamente diálogo, está
abocada a la corrección fraterna.
Dimensión política de la fe y la Iglesia
La religión ha tenido siempre una significación política. Unas veces ha servido para
integrar y estabilizar una sociedad dada; otras ha asumido un papel desintegrador, como
punto de partida de una protesta o una revolución. Pero nunca ha carecido de relevancia
política. Lo mismo vale para la fe cristiana: diversas persecuciones pasadas y actuales
de los cristianos representan consecuencias políticas de su fe. Pero el influjo político de
la fe cristiana y de las Iglesias es algo más que un hecho: representa una necesidad
moral.
Los cristianos tienen un mandato político
Al leer el AT, se constata que sucesos políticos como guerras, expulsiones,
ocupaciones, son interpretados como voluntad de Dios. Pero también los principios
fundamentales del NT como paz, libertad, justicia, amor y fraternidad, tienen una
dimensión política radical. Antes quizás era posible cumplir el mandamiento del amor,
dando un pedazo de pan al hambriento. Pero si se quiere hoy saciar el hambre de más de
800 millones de personas, hay que actuar políticamente. La asistencia individual no está
de sobra en nuestra sociedad superorganizada. Pero además los cristianos y las Iglesias
están obligados a un compromiso apasionado para mejorar una situación insostenible, si
es que quieren tomarse en serio el mandamiento del amor.
La TL supone un enorme reto a las Iglesias, a cada comunidad y a cada cristiano. De
ella se deduce, primero, que las Iglesias toman conciencia del significado político real
de la fe cristiana y por tanto de su propia significación política en nuestra sociedad. Pero
además los cristianos se han de comprometer políticamente. Sólo en esas condiciones
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será fiel la Iglesia al mensaje del NT y recuperará su propia credibilidad ante nuestros
contemporáneos.
Posición de la Iglesia en la sociedad
La TL exige la realización de una eclesiología "kenótica": la Iglesia entera debe
orientarse, según la exhortación de Pablo, a sentir lo mismo que Jesucristo, el cual "se
vació El mismo y tomó condición de esclavo... y se humilló, haciéndose obediente hasta
la muerte, y muerte de cruz (Flp 2,5-9). Para la TL es un escándalo las componendas de
la Iglesia con el Estado para obtener gran cantidad de privilegios. El mismo Pablo
escribe: "De la mejor gana prefiero gloriarme en mi debilidad, para que habite en mí la
fuerza de Cristo" (Cf. 2 Co 12,8-10). Análogamente, el poder de la Iglesia reside en su
debilidad, y no en sus privilegios; y cuando sea débil, entonces será fuerte.
Partidismo por los pobres
En un cierto aspecto, la TL ha descubierto un nuevo horizonte de significación de la
pobreza, no en cuanto que la presente como ideal, pero sí en el sentido de que el Dios
bíblico es un Dios de los pobres, que se identifica con los pobres. Por eso la TL insiste
en que sólo una Iglesia que hace suyo el destino de los pobres, es fiel al mensaje de
Jesucristo. Lo mismo vale para las Iglesias del Primer Mundo: aunque la República
Federal Alemana es un país rico, no se puede olvidar que el 10 % de las personas de
nuestra sociedad son y viven como pobres.
La tarea de la Iglesia, si quiere ser la Iglesia de Jesucristo, es ponerse de parte de los
pobres. En nuestra sociedad no sólo existe una pobreza individual, sino estructural, es
decir, que hay estructuras sociales y económicas, que casi automáticamente producen,
de continuo, pobreza. Si uno quiere combatir esa pobreza estructural, se ha de
comprometer políticamente.
Los pobres de nuestra sociedad están mudos, no pueden expresar sus problemas, su
dolor, no han aprendido a exteriorizar sus dificultades. La Iglesia debe prestarles su voz,
convertirse en defensora de sus intereses ante la opinión pública, constituyendo como la
mala conciencia de nuestra sociedad.
La culpa histórica de las Iglesias
Cuando la TL llama la atención sobre la opresión y dependencia de los pueblos
latinoamericanos, los cristianos del Primer Mundo no deberían olvidar nunca que esta
historia de dominación comenzó hace unos 500 años con la colonización de los pueblos
europeos, que eran cristianos. Desde el comienzo fue un proceso caracterizado por la
crueldad, la codicia y los genocidios. Y todo ello en nombre de la Santísima Trinidad y
de la Iglesia Santa. Cierto que hubo algunas protestas, como el impresionante informe
de Bartolomé de las Casas al rey de España. Pero en la práctica nada cambió. La Iglesia
bendijo y sancionó esa historia de dominación y opresión y la ha legitimado en nombre
de la fe hasta nuestros días.
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La consecuencia para nosotros debería ser lo que en el NT se llama metanoia: la Iglesia
debe hacerse consciente de esta historia de culpa. De ahí brota su gran responsabilidad
de comprometerse en favor de un cambio radical de esta situación opresiva.
Contra el neocolonialismo eclesial
La Iglesia sigue teniendo una tarea misionera, cuyo cumplimiento se ha vuelto muy
difícil. Por lo que respecta a América Latina, los esfuerzos misioneros son tan
necesarios como en Europa: en ambos continentes está bautizada la mayoría de la
población, pero se trata de lograr una conversión a una fe cristiana y personal.
Por otro lado, existe una antigua tradición bíblica de que una Iglesia ayude a la otra (cf.
Hch 11,29s). Esa ayuda sigue siendo necesaria hoy, lo mismo en personas que en
dinero. Pero es imprescindible que se lleve a cabo sin condición alguna; punto muy
importante, puesto que a veces esa comunicación de bienes se efectúa de forma muy
parcial, negándose el apoyo financiero a proyectos situados en la línea de la TL. Las
Iglesias europeas deben respetar absolutamente la autonomía de las Iglesias y
comunidades latinoamericanas. Tomar las decis iones pastorales es tarea de las Iglesias
de América Latina, y no de las de Europa.
Las Iglesias como abogadas del Tercer Mundo
La TL ha vuelto a poner nuevamente en claro las grandes injusticias estructurales de que
está penetrado el llamado "orden econó mico internacional". No queda duda alguna de
que la economía internacional de libre mercado constituye un sistema de dependencia y
opresión que lleva al hambre a 800 millones de personas. No se puede llamar "orden" a
lo que comporta que los ricos obliguen a los pobres mediante violencia estructural a
tener hambre o morir.
Los pueblos oprimidos del Tercer Mundo no tienen quien abogue por ellos en nuestra
sociedad europea. Su influencia es nula ante el enorme poder de los intereses
económicos y sobre todo de las empresas multinacionales. Es tarea de las Iglesias
defender los intereses del Tercer Mundo en nuestra sociedad, para que los políticos
puedan tomar las necesarias y tajantes decisiones de cara a un cambio radical.
La liberación del opresor
La TL está comprometida sobre todo en la liberación de la persona oprimida, y, en
consecuencia condena la opresión, pero no a los opresores. Hegel ha expuesto muy bien
cómo el amo está referido al esclavo por su propia esencia. La esencia del amo consiste
en su relación con el esclavo, y al revés. Por ello el objetivo no puede estar en
intercambiar ambos papeles, sino en crear nuevas formas de comunicación sin dominio,
sin amo y sin esclavo.
Para las Iglesias del Primer Mundo esto significa comprometerse en la lucha por la
liberación de los pueblos oprimidos del Tercer Mundo. Pero se ha de llegar también a la
liberación del opresor; ambas cosas son necesarias. Ello quiere decir que los cristianos
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primermundistas deben ser conscientes de su carácter de opresores. En la esfera
internacional son los pueblos del Primer Mundo opresores de los del Tercer Mundo:
aquéllos son ricos, porque éstos son pobres.
La TL es un desafío radical a las Iglesias del Primer Mundo, para superar la alienación
del oprimido y del opresor.
Conclusión
En la historia de la Iglesia ha habido siempre momentos críticos de decisión, que han
tenido una importancia extrema para la época siguiente. Un momento así fue 'cuando
Pablo franqueó la Iglesia a los paganos y convirtió a una secta judía en una auténtica
Iglesia contra la voluntad del primer Papa. Otro momento importante se realizó cuando
la integración por parte de la Iglesia medieval de los ç germánicos. Fue un desastre que
la Iglesia perdiese China en el siglo XVII, cuando las famosas disputas de los ritos. En
mi opinión es evidente que la TL representa una contribución decisiva para la presencia
de la Iglesia en el Tercer Mundo. El futuro de la TL puede así convertirse en el futuro
de la Iglesia.
Tradujo y condensó: ALVARO ALEMANY
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