Yo de mayor quiero ser científico: Cuando en tu vida desde la niñez a la adolescencia te surge una y otra vez la pregunta “¿Qué quieres ser de mayor?” por parte de todo adulto, normalmente la repuesta suele ser un gran y decepcionante “no lo sé”. Sin embargo, algunos tenemos la certeza de que nuestra vida futura estará profundamente ligada al conocimiento, al avance, al beneficio del ser humano, a dar respuesta a preguntas imposibles, es decir, a ser científico. Esta es mi razón para querer ser científico: participar en una de las aventuras más hermosas en las que se ha embarcado nuestra especie. La ciencia es la celebración de la razón frente a la autoridad. Esa es la esencia del espíritu científico: no te creas lo que yo te digo. Observa por ti mismo. Algo no es verdad porque lo diga Platón, Jesucristo, el chamán de la tribu o tu padre. Duda de todo lo que te cuenten, enfréntate a la realidad con tus propios ojos y no respetes la autoridad. Por eso los poderosos temieron a los científicos y tantos fueron condenados al silencio, al exilio o a la hoguera. Hacer ciencia significa también desafiar a los investigadores que nos precedieron. Newton comprendió que la física de Aristóteles no era suficiente. Einstein descubrió que las teorías de Newton eran incompatibles con la electricidad y el magnetismo. Hoy sabemos que la Relatividad tampoco es una teoría completa, pues no alcanza a describir algunos fenómenos cuánticos. A través de la corrección a la que se somete a los artículos en los que los científicos exponen sus resultados y conclusiones, los otros miembros de la comunidad internacional indican los errores y problemas que plantean los experimentos realizados y las conclusiones obtenidas. Esto es lo que más me llama la atención del funcionamiento de la Ciencia. Parece que tiene vida propia y se organiza a sí misma sin un plan diseñado por alguien que vaya controlando el proceso de obtención de conocimientos La ciencia es la celebración de lo universal frente a la tribu y la patria. Ningún país y ninguna época pueden reclamar la ciencia como propia. Los virus o la fuerza de la gravedad desconocen fronteras, colores de piel y lenguas. La ciencia no pertenece a Oriente ni a Occidente. La ciencia es humana. La ciencia es una celebración de la belleza. ¿Quién no siente un escalofrío al comprender que nuestros cuerpos están formados por polvo de las estrellas? ¿Quién no se estremece al pensar que todos los mamíferos sobre el planeta estamos conectados a un antecesor común? La ciencia es una celebración inevitable. Si no es en España, será en China o en Brasil, pero la ciencia seguirá avanzando. Encontrar sentido a lo que nos rodea es una necesidad humana y no hay grilletes que puedan aprisionar nuestra imaginación. Y sin duda alguna, yo me encontraré en algún lugar donde pueda aportar mi labor como científico para que todo lo que he descrito me envuelva y me haga formar parte del apasionante mundo de la ciencia.