Comisión 6: Realidad Penitenciaria Subcomisión: La pena o reclusión – Violaciones a la Constitución Nacional del Sistema Penitenciario “”La requisa de los internos en los establecimientos carcelarios y el valor probatorio de los objetos encontrados en ella” María Alicia Ginjaume Valeria Salerno Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires – Argentina Correo electrónico: valsal92@yahoo.com.ar / vsalerno@jus.gov.ar maginjaume@yahoo.com 1 “La requisa de los internos en los establecimientos carcelarios y el valor probatorio de los objetos encontrados en ella” Introducción La intención del presente trabajo consiste en determinar el valor probatorio de los objetos encontrados en las requisas carcelarias y la validez de ellos, teniendo en cuenta el marco legal dispuesto en la Ley de Ejecución de Penas Privativas de la Libertad 1, sus reglamentos, el Art. 230 del Código Procesal Penal Argentino y las Convenciones Internacionales de Derechos Humanos.Es importante aclarar que frente a la requisa se debe atravesar por varios inconvenientes, los cuales varían entre los formales, como ser la falta de reglamentación y/ o la vaguedad de las leyes, y las materiales, es decir las condiciones en que realmente se llevan a la práctica dichas requisas violando todo tipo de derechos personalísimos.En este sentido, trataré de delinear el terreno donde la búsqueda del orden y la disciplina para mantener la seguridad y la correcta organización de la vida carcelaria no interfiera en las garantías más básicas de los internos, y lograr así, de esta manera, que los objetos hallados en las pesquisas 2 practicadas dentro de las instituciones no pierdan validez a la hora de valorarlas ante un juicio administrativo o judicial3.- El marco legal Argentino – La Ley 24.660 La Ley de Ejecución de Penas Privativas de la Libertad 41 en su Art. 70 dispone: “Para preservar la seguridad general, los registros en las personas de los internos, sus pertenencias y locales que ocupen, los recuentos y las requisas de las instalaciones del establecimiento, se efectuarán con las garantías que reglamentariamente se determinen y dentro el respeto a la dignidad humana”. Como se puede observar, este artículo continúa la idea de la preservación de la seguridad, enunciada en el Art. 15 de esta misma norma, determinando a la requisa una forma propicia para evitar toda situación que pudiera alterar el orden del establecimiento o afectar a la salud y/ o integridad física de los internos.A su vez, el Decreto reglamentario Nº 303/966 determina que: “Para preservar la seguridad general, los registros en las personas de los internos, sus pertenencias y locales que ocupan, los recuentos y las requisas de las instalaciones del establecimiento, se efectuarán con las garantías que determine la autoridad penitenciaria superior y dentro del respeto a la dignidad humana”7 . En este mismo sentido el Decreto 18/97, el cual estipula el reglamento de disciplina para los internos, nada dice sobre la metodología que debe llevarse a cabo en las requisas a los internos y en las instalaciones.A simple vista surge del juego de ambos artículos que todo lo referido al límite y los parámetros con que debe ser cumplida esta diligencia permanentemente se remite a una norma en particular, en el caso de la Ley de Ejecución, o a la discrecionalidad de la autoridad máxima del penal, cuando se trata del reglamento. Esto trae como consecuencia la total vaguedad y subjetividad de la norma, que si no es utilizada en una forma moderada y correcta, da lugar a muchos arbitrios y violaciones de distintos preceptos legales. Tan vaga y arbitraria se vuelve en la práctica ésta diligencia que personal del Servicio Penitenciario Federal asegura que “en alguna parte, seguramente, esta determinado como se debe hacer, pero tendría que existir algún tipo de reglamento en cuanto a la forma de llevar adelante la requisa porque siempre cambian, en forma constante, las órdenes impartidas desde sus superiores”(sic)8.La cuestión de que las autoridades administrativas penitenciaria tengan bajo su órbita el dictado de los reglamentos de disciplina9 y de la actuación del servicio penitenciario en cada penal trastocan todo el sentido del principio constitucional de legalidad debido a que, por un lado, la 2 naturaleza de las sanciones penitenciarias es sustancialmente similar con las sanciones penales, por lo que estaríamos ante una norma penal en blanco con todas las consecuencias ya conocidas de este tipo de legislación. Por otro lado, el genérico envío de la ley sin otra especificación que “con las garantías que determinen los reglamentos y dentro del respeto de la dignidad humana” y “con las garantías que determine la autoridad penitenciaria superior”. ¿Qué más indeterminado que estas vagas y amplias remisiones, sin ninguna directriz precisa mas que la discrecionalidad de la autoridad superior?.Nuestra Corte Suprema de Justicia, ya ha dictaminado en cuanto a la validez de la remisión de facultades legislativas al Poder Ejecutivo y a distintas reparticiones administrativas, diciendo que no les es lícito so pretexto de las facultades reglamentarias que le concede la Constitución Nacional, sustituir al legislador y por “supuesta vía reglamentaria” dictar la ley previa que previene la garantía constitucional del Art. 18, a fin de conocer el procedimiento que debe llevar a cabo10.El principio de legalidad de la ejecución debe actuar como un límite a la facultad reglamentaria de la administración y no una vía libre para disponer cualquier precepto “legal” violando en gran parte al plexo normativo constitucional. Los reglamentos no pueden apartarse de las líneas trazadas por las normas superiores.Desde el punto de vista penitenciario, podría esbozarse una defensa argumentando que por razones de conveniencia, eficacia y la realidad misma se impone la necesidad de dotar a la administración con tales facultades a fin de poder controlar eficazmente las difíciles situaciones que a diario surgen en estos establecimientos carcelarios. En otras palabras, la ley “rígida” no sería capaz de prever todas las manifestaciones posibles de las conductas indeseables. El problema más grave que presentan estos tipos de argumentos es que, si bien son atendibles, no pueden llevarse al punto de desconocer principios rectores superiores sobre los cuales se asienta nuestro Estado de Derecho.Basándome sobre todo lo expuesto considero que, si bien esta diligencia se encuentra reglamentada por la Ley de Ejecución y el Reglamento, no logra superar todos los escollos constitucionales que se les presenta a cualquier tipo de reglamentación y que, a pesar de estar presente ante un caso en particular, no se puede dejar de lado ciertos derechos elementales esbozados de la dignidad humana, el respeto a la vida o a la integridad física, preceptos mínimos que no deben ser dejados de lado en cualquier Estado de Derecho.- La requisa personal La figura de la requisa personal se encuentra delimitada en el Código Procesal Penal de la Nación en su Art. 230. Esta diligencia apunta al cercioramiento, dentro de la esfera personal, de la posesión de la cosa que se persigue por estar vinculada con el hecho objeto del proceso y la cual es presumida que se encuentre oculta en el cuerpo11.Con esto se puede llegar a definir a esta figura como la búsqueda material hecha en el cuerpo o en el ámbito de custodia adherente al cuerpo de una determinada persona para apoderarse de cosas que se sospecha que estén ocultas entre ellas.La requisa consiste, en si misma, en un actuar directamente sobre el cuerpo de la persona sometida, que puede tener tanto la calidad de imputado o no, y sobre los objetos que ella porte, como ser sus ropas, bolsos, o por el medio por el cual se transporte, es decir con el vehículo, ya sea automóvil, moto, carro, etc., pero no puede ser llevada a cabo sobre una posición en el ambiente circundante.A raíz de que la requisa es una medida indiscreta sobre la persona, ya que impone un tocamiento del cuerpo requisado, debe realizarse respetando el pudor de las personas y el decoro. Una muestra clara de ello es que la ley impone que las requisas deben ser en forma separada, practicado por una persona del mismo sexo que el que la padece y preservando el pudor de la misma12.El Art. 230 impone que la requisa debe ser practicada con una orden fundada del juez, para que de esta manera se revele en dicho decreto la necesidad de la misma basada en la existencia de motivos suficientes para proceder a su ejecución. Sin embargo, la jurisprudencia de nuestro país, 3 aceptó que esta orden puede ser suplantada cuando los operadores policiales se encuentren en una situación de urgencia, ya que es tomado como una situación de prevención.Este término, urgencia, ha traído harta discusión sobre cuál es el límite que esta situación impone y quién es la que debe valuarla. Si me remito al diccionario, urgencia significa “Necesidad o falta apremiante de lo que es menester para algún negocio” 13. Sin embargo nuestra Corte Suprema de Justicia ha tomado a la urgencia como aquella situación en que la demora en el procedimiento, por recabar una orden fundada de un juez, pondría en peligro la obtención de la prueba debido a que se favorecería de esta manera a la desaparición del bien y a la posible fuga del sujeto sospechado14, situación casi perfecta para el caso de los penales, lugar donde generalmente se produce este tipo de inconvenientes15.Como se puede observar, este medio de prueba ya es bastante controvertido, aún siendo reglamentado por el Código Procesal Penal de la Nación y por la Jurisprudencia Nacional.- El contraste entre la requisa practicada en las cárceles y en la vía pública En primer lugar, debemos destacar la situación en que son realizadas, en la práctica, estas diligencias en cada ámbito. Como todos sabemos, las requisas en la vía se rigen casi en su totalidad por la practica mal llamada “olfato policial”16, las cuales a pesar de estar bajo la discrecionalidad del personal policial actuante, se encuentra totalmente delimitada en cuanto a su forma de realizarse, ya sea desde como deben hacerse (primero invitando a la persona a mostrar si tiene algún objeto entre sus ropas y luego procediendo al cacheo), quienes pueden llevarla a cabo, de que sexo tiene que ser el personal policial dependiendo del mismo de la persona a requisar, y demás características, a fin de evitar la nulidad del proceso.Sin embargo, y como se puede percibir a simple vista, todo lo legislado en cuanto a la forma de practicar dichas requisas en los ámbitos carcelarios carecen de determinación y límites permitiendo todo tipo de exceso por parte del personal penitenciario y provocando todo tipo de violaciones garantías constitucionales bajo el pretexto de que el individuo, al encontrarse cumpliendo una pena privativa de la libertad, no posee ningún derecho ni ninguna garantía constitucional que lo resguarde17.Distintos estudios realizados por organismos especializados en el tema de derechos humanos y penitenciaría18 recaban continuamente todas las denuncias y quejas de los internos19 que sufren estas prácticas abusivas. El CELS, en el informe realizado en el año 1997, consideró que bajo el pretexto del mantenimiento del orden y la disciplina, se ha instaurado en el sistema penitenciario un método violento y autoritario, el cual conforma la realidad cotidiana de las personas que se encuentran privadas de la libertad, lo que provocó que se haya militarizado20el esquema de custodia y dejando de lado todo trato humano mínimo hacia los internos.En este mismo sentido, en el Informe Anual de la Procuración Penitenciaria, el Sr. Procurador afirmó que el hecho de pensar en el Servicio Penitenciario Federal como una fuerza de seguridad con un destino de ejecución de sanciones penales privativas de la libertad, permite interpretar como prioritario con el fin de toda fuerza de seguridad. Eso se denota en la ley misma ya que da argumentos de defensa social. Con esta finalidad y formación, lo que le llama poderosamente la atención es que el Servicio Penitenciario Federal es una estructura jerárquica militarizada cuya formación prioritariamente es la propia de las fuerzas de seguridad. Ello no quiere decir que su personal no trabaje con miras a desarrollar una labor resocializadora, lo que se trata de explicar es que se ha diseñado un Servicio Penitenciario Federal que no es acorde a los objetivos de resocialización21, mediante un método científico, de acuerdo a lo que prevé nuestro ordenamiento legal.A continuación pasaré a realizar un breve detalle de algunos de los sucesos denunciados y receptados por las instituciones antes mencionadas: El 11 de Febrero de 1997, 40 presos de la cárcel de Villa Devoto, en la Ciudad de Buenos Aires, alojados en tres pabellones diferentes, realizaron una “batucada” con el fin de pedir el relevamiento del Director del penal y la finalización de las requisas vejatorias.- 4 El 1º de Abril de 1998, los internos de varios pabellones de la Cárcel de Devoto realizaron una protesta en reclamo de mejores condiciones de detención y en contra de una requisa. Según un comunicado difundido por las autoridades del establecimiento, la represión del conflicto dejó como saldo por lo menos quince heridos – nueve internos y seis guardias. Según el mismo comunicado, se advirtió un creciente enfrentamiento ente internos alojados en tres pabellones. Si bien la actitud disuasiva del personal penitenciario evitó consecuencias mayores, se tomó conocimiento de la existencia de armas caseras punzo – cortantes en poder de algunos de los internos. Por ello, en salvaguarda de la integridad física de la población penal, se procedió a requisarlos, lo que motivó un disturbio en sólo uno de los pabellones que conforman el penal. Sin embargo, algunos familiares de los detenidos aseguraron que los reprimieron con armas de fuego luego de la hora de visita. El 29 de Diciembre de 1998 la Fundación por los Detenidos Sociales (FUNDESO)22 quince presas detenidas en la Cárcel de Mujeres de Ezeiza resultaron heridas luego de una requisa realizada por personal del Servicio Penitenciario Federal. Según informó esta organización, la requisa violenta ocurrió el 29 de diciembre a la tarde; ese día estaba prevista la realización de un recital y, como el inicio del espectáculo se demoraba, unas 40 internas comenzaron a golpear las palmas. El jefe de seguridad del establecimiento ante ello, habría ordenado que encerraran al grupo en un pasillo y que se realizara una requisa durante la cual las internas fueron duramente maltratadas.Con todo esto, se puede aseverar que el Servicio Penitenciario no posee ningún tipo de límites para realizar estas requisas, desde los preceptos legales como ya he comentado anteriormente hasta en la convivencia carcelaria misma, lo que trae aparejado la violencia de las mismas, y el nulo control jurisdiccional de las mismas23. Asimismo, se comprueba que no tiene dispuesto un procedimiento claro sobre las condiciones en que se deben llevar adelante y en que circunstancias. Todos éstos elementos desembocan en casi insalvables nulidades sobre todo lo realizado en estas diligencias.- Las garantías constitucionales vulneradas En este punto desarrollaré una por una las garantías constitucionales 24 que se encuentran afectadas por el sistema carcelario y la ley de ejecución de penas privativas de la libertad25.En primer lugar, veo la necesidad de aclarar un concepto que se encuentra arraigado erróneamente en la sociedad, la cual gira en torno a los derechos que gozan las personas que se encuentran privativas de la libertad. Ese arraigue depende, en gran parte, de una consecuencia lógica proveniente de lo que ha venido viviendo desde sus inicios la cultura occidental, ya que en sociedades como la Antigua Roma o Grecia, el individuo que cometía un delito, era expulsado de la ciudad, castigándolo con la muerte civil, lo que significaba que el condenado no existía más para el sistema jurídico vigente de esa ciudad y, por lo tanto, tampoco gozaba de los derechos que poseía dentro de ella. Si hacemos un paralelismo con lo que sucede hoy en día, no dista mucho de la conciencia de la sociedad en general con el sentimiento que se tiene sobre los derechos que gozan las personas encarceladas.La Constitución Nacional y los Tratados de Derechos Humanos 26de jerarquía constitucional contienen pautas de política penitenciaria y normas sobre la situación jurídica de las personas privadas de la libertad, las que conforman un programa constitucional de ejecución de medidas de encierro carcelario al que debe adaptarse la normativa inferior sobre la materia.En lo que concierne a Tratados Internacionales el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos27 en cuyo Art. 7 dispone que “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes” y en su Art. 10 estipula que “1. Toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano(...)”.La Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), dispone en el Art. 5º que “1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral; 2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano (...)”. Por otro lado, en el Art. 11 establece que “1. Toda persona tiene 5 derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad; 2. Nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación; 3.Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o esos ataques”.En forma coincidente la “Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes”28 aporta una definición de tortura, similar a la que más adelante quedaría como incorporada en la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, en donde califica a la tortura y a todo otro trato o pena cruel, inhumano o degradante como “... una ofensa a la dignidad humana ...” que “... será condenado como violación de los propósitos de la Carta de Naciones Unidas y de los Derechos Humanos y libertades fundamentales proclamados en la Declaración Universal de Derechos Humanos”.En este sentido, además de las diversas declaraciones y pronunciamientos al respecto, cabe destacar la adopción de la “Convención Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes”29 en donde se definió a la tortura en términos similares a los expresados en la Declaración, entendiéndose por tal “... todo acto por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia”(Art. 1.1 – el destacado me pertenece). Asimismo, en su Art. 2. 2 establece que “... en ningún caso podrán invocarse circunstancias excepcionales tales como estado de guerra o amenaza de guerra, inestabilidad política interna o cualquier otra emergencia pública como justificación de la tortura”. Finalmente, en los considerandos de dicha Convención se reafirmó que “...todo acto de tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes constituyen una ofensa a la dignidad humana y una negación de los principios consagrados en la Carta de la Organización de los Estados Americanos y en la Carta de las Naciones Unidas y son violatorios de los derechos humanos y libertades fundamentales proclamados en la declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos”.De esta manera, reconocer que las personas encarceladas siguen formando parte de la sociedad y conservan la mayoría de los derechos específicos, no obstante de tener restringida la libertad, son principios esenciales de humanitarismo y de solidaridad social.En este mismo sentido ha sostenido la Corte Interamericana de Derechos Humanos30 que “toda persona privada de la libertad tiene derecho a vivir en condiciones de detención compatibles con su dignidad personal y el Estado debe garantizarle el derecho a la vida y a la integridad personal ... ” (sic). Asimismo, el Juez A.A. Cançado Trindade31 ha dicho que a su juicio “...es incuestionable que el principio fundamental del respeto a la dignidad humana alcanza todos los seres humanos, en cualquiera circunstancias, inclusive los que se encuentran privados de la libertad...” (sic – los resaltados me pertenecen).Una clara muestra de esto en Argentina, es el Art. 18 de la Constitución Nacional cuando dice que “... Las cárceles de la nación serán sanas y limpias para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda clase que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autorice...” (el resaltado me pertenece). Así, el constituyente instauró el principio de humanidad en la ejecución de las medidas privativas de la libertad que debe regir como pauta orientadora de toda la actividad de los órganos del Estado que intervienen en la ejecución.En este mismo sentido, la Corte Suprema de Justicia de la Nación32 sostuvo recientemente al resolver un recurso de queja contra una sentencia de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires, respecto de un recurso de Habeas Hábeas interpuesto por el CELS a favor de la totalidad de los detenidos que se encontraban en establecimientos carcelarios y comisarías de esta provincia, 6 que: “... Que un principio constitucional impone que las cárceles tengan como propósito fundamental la seguridad y no el castigo de los reos detenidos en ella, proscribiendo toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de o que ella exija (Art. 18 de la CN). (...) Aunque la realidad empeña muchas veces en desmentirlo, cabe destacar que la cláusula tiene contenido operativo. Como tal impone al Estado, por intermedio de los servicios penitenciarios respectivos la obligación y la responsabilidad de dar a quienes están cumpliendo una condena o una detención preventiva la adecuada custodia que se manifiesta también en el respeto de sus vidas, salud e integridad física y moral. La seguridad, como deber primario del Estado, no sólo importa resguardar los derechos de los ciudadanos frente a la delincuencia sino también, como se desprende del citado del Art. 18, los de los propios penados, cura readaptación social se constituye en un objetivo superior del sistema y al que no sirven formas desviadas del control penitenciario. ...”(sic).A su vez, la ley 24.660 permite individualizar un grupo de principios que consagran el programa para alcanzar el postulado constitucional, los cuales son, la Democratización, la Reserva y la Legalidad, Control Jurisdiccional permanente, Respeto por la Dignidad del interno y la No Marginación. Pero, lamentablemente, no hay derecho interno ni internacional si no existen estructuras del Estado que aseguren y hagan efectivo el goce y respeto de los Derechos Humanos33.Una de las importantes controversias que han girado alrededor del alcance de la facultad estatal de limitar o restringir los derechos de los internos para salvaguardar otros intereses como ser la seguridad de la unidad penitenciaria, ha sido la existencia absoluta o no de los derechos de las personas que se encuentran privada de la libertad. Es válido aceptar que estos derechos no sean absolutos, sin embargo es necesario reconocer que los límites legítimos para imponer a su ejercicio tampoco pueden ser ilimitados. La doctrina ha denominado a esta situación dialéctica como la “Paradoja del Limitador limitado”34. Esta teoría determina que se vuelve imperioso precisar el alcance de la facultad del Estado de limitar derechos fundamentales reconocidos a los internos cuando éstos se contraponen con otros intereses estatales. En efecto, la identificación del conjunto de derechos de las personas privadas de la libertad previstos en los textos normativos no alcanza para comprender cuál es su verdadera situación jurídica. La otra cara de la moneda, más oculta tras complejas ficciones jurídicas, como la utilización de fórmulas tales como “las necesidades del proceso de resocialización” , “las relaciones de sujeción especial” o las necesidades de garantizar la seguridad” utilizadas para justificar límites desmedidos y arbitrarios a los derechos de las personas privadas de libertad, está dada por la facultad del Estado de limitar el ejercicio de estos derechos. La comprensión de cuál es el status jurídico de las personas privadas de libertad requiere determinar qué alcance tiene esta “facultad estatal de limitar”. Esta amplitud de los límites es uno de los aspectos de más difícil resolución para la dogmática de los derechos fundamentales, y no se trata de una cuestión menor ya que si el Estado abusa de los límites puede llegar incluso a anular la vigencia de los derechos reales. Considero que una posible regla a imponer en la comunidad carcelaria podría ser un principio general que rige la relación entre los derechos y los límites de su ejercicio, aceptado en nuestro ordenamiento jurídico sin discusiones, que es que las restricciones a los derechos sólo pueden significar una disminución de las facultades subjetivas de ejercicio de un derecho pero nunca la eliminación de su contenido.Si nos detenemos en lo que ha sido predeterminada en el Art. 18, en cuanto al trato que corresponde dar a los internos, se puede deducir que básicamente la norma constitucional impone al Estado la obligación de brindar a las personas que priva de libertad determinadas condiciones de trato que, de no cumplirse, tornan al encierro ilegítimo, es decir la norma constitucional tiene como objeto tutelar el derecho que posee todo interno a un debido trato en prisión. De todo esto, salta a la vista que la práctica habitual de como se realizan las requisas en los recintos carcelarios - tal como se demostraron en los casos anteriores - incumplen en un todo al precepto recientemente detallado debido a que, mediante una excusa como la que menciona el mismo Art. 18 de precaución, mantenimiento del orden y de la seguridad del recinto, etc., se da lugar a tratos totalmente vejatorios del interno.- 7 En cuanto a esto, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dicho que: “... el derecho a trato digno y humano reconocido a las personas privadas de su libertad no sólo encuentra soporte en nuestra Constitución Nacional desde 1853, sino que ha sido reconocido desde los orígenes mismos de la legislación penitenciaria del país y especialmente de la propia provincia de Buenos Aires, en cuyo Reglamento Provisorio de la Penitenciaría de 1877, sancionado por el Gobernador Carlos Casares, establecía un régimen respetuoso de la dignidad humana sensiblemente notable para los estándares de su tiempo (Reglamento Provisorio de la Penitenciaría, Buenos Aires, Imprenta de M. Biedma, calle Belgrano Nº 135, 1877). (...) Después de la Reforma de 1994, con jerarquía constitucional, la Nación está obligada por tratados internacionales de vigencia interna y operativos, que fortalecen la línea siempre seguida por la legislación nacional en la materia: La declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, establece en el Art. XXV que “todo individuo tiene también un tratamiento humano durante la privación de su libertad”; el Art. 10 del pacto Internacional de Derechos Civiles y políticos indica que “toda persona privada de la libertad será tratada humanamente t con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano”; formula ésta que recepta de modo similar el Art. 5 inc. 2º de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. (...) Las Reglas Mínimas para el tratamiento de reclusos de las Naciones Unidas – si bien carecen de la misma jerarquía que los tratados incorporaos al bloque de constitucionalidad federal – se han convertido, por vía del Art. 18 de la Constitución Nacional, en el estándar internacional respecto de las personas privadas de libertad. (...)”35 Siguiendo con esta línea, y con el fin de determinar cual es uno de esos parámetros, se plantea la situación de cuan intrusivas pueden ser las requisas practicadas sobre los internos, para las cuales no existen mayores límites que las cláusulas difusas que he señalado con anterioridad. En una opinión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre los registros corporales a las visitas de los establecimientos carcelarios36 se detalló una serie de cuestiones que resultan esenciales para tener en cuenta como límites prácticas a los internos ya que, si bien es distinta la situación jurídica de los visitantes y los internos, la medida de encierro no puede limitar estos derechos subjetivos más allá de lo previsto en la amenaza penal con anterioridad a la comisión del hecho delictivo. Las pautas que fueron recomendadas por la Comisión son: Que la medida sea absolutamente necesaria para lograr el objetivo de seguridad en un caso particular. Que no exista otra medida que permita lograr el objetivo de seguridad con una restricción menor de derechos. La existencia de una orden judicial. La revisión corporal intrusiva debe ser realizada por profesionales de la salud.Si bien cierta parte de la doctrina considera que esto solo es viable en los casos de las visitas y no de los internos debido a que estos no gozan del derecho a la intimidad por encontrarse dentro de un penal, considero que esa concepción es errónea ya que las personas privadas de la libertad conservan su derecho a la intimidad corporal, por lo que la facultad del Estado de restringir este derecho debe ser condicionada también a requisitos que guardan mucha similitud con el que gozan las visitas. En este sentido resolvió el Tribunal Constitucional Español37 en un caso en que un interno, después de una visita, se negó a desnudarse y hacer flexiones en presencia del personal penitenciario que, por la desobediencia, le impuso una sanción que le fue revocada por este tribunal, en el cual señaló que “no puede considerarse justificación suficiente de la medida la simple alegación de que en la generalidad de las prisiones las comunicaciones íntimas son el medio habitual para que los internos reciban desde el exterior objetos peligrosos o estupefacientes, ya que sin entrar en certeza de tal afirmación basta reparar que solo posee un carácter genérico, cuando lo relevante a los fines de justificar una medida que limita el derecho reconocido en el Art. 18.1 CE es, por el contrario, que se hubiera constatado por la Administración Penitenciaria que tal medida era necesaria para velar por el orden y la seguridad del establecimiento, en atención a la concreta situación de este o el previo comportamiento del recluso”.- 8 Por último, nos encontramos con el problema que se presenta con respecto al principio de Legalidad y Reserva que poseen los internos dentro del sistema penitenciario y de los que realmente gozan.Un sistema penal que pretenda respetar los postulados del Estado de Derecho debe garantizar que el principio de legalidad tenga vigencia en la etapa de ejecución. Este principio implica que las penas deben ejecutarse tal como se encuentran previstas en las normas vigentes antes de la comisión del hecho ilícito que justifica la condena. Esto significa que no sólo debe regular la cantidad de pena, las características de la pena y de que manera será desarrollada su ejecución, sino que también exige que el conjunto de derechos y obligaciones que se derivan de la privación de la libertad sea conocido por los internos38.El Art. 18 de la Constitución Nacional, donde se consagra este principio, establece que tanto la definición de la conducta delictiva como la pena deben determinados por la ley antes de que suceda el hecho que es objeto de una sentencia condenatoria. La vigencia de la legalidad es una exigencia derivada del Principio nulla poena sine lege . Ha sido reconocida, por la doctrina, la vigencia de este principio durante la ejecución cuando dice por ejemplo que “la regla constitucional es, en consecuencia, que las obligaciones de carácter penal y las penas correlativas sólo existen para los habitantes y para el gobierno, en virtud de sanciones legislativas, y como resultado, el Poder Ejecutivo no puede crearlas ni el Poder Judicial aplicarlas si falta una ley que las haya establecido antes de la ejecución del hecho justiciable39.De aquí surge una consecuencia trascendente de la vigencia de este principio durante la ejecución que es la que ley actúe como un límite a la facultad reglamentaria de la administración. Los reglamentos del Poder Ejecutivo en materia penitenciaria no pueden apartarse de las líneas trazadas por las normas superiores, limitando o suprimiendo facultades de las personas que se encuentran privada de su libertad. Este es el medio por el cual se producen la mayor cantidad de violaciones al Principio de Legalidad durante la ejecución en nuestro país, provocando que las previsiones de las leyes y los tratados internacionales se conviertan en letra muerta frente a la proliferación de reglamentos y circulares internas de la administración que, en muchos casos, desvirtúan los derechos de los internos tornándolos de imposible cumplimiento.En este punto reside una de las principales falencias de la ley 24.660 ya que abusa de la remisión a futuras reglamentaciones en aspectos que han demostrado ser especialmente conflictivos para la vida carcelaria. Así, ha dejado librado a los reglamentos, entre otros aspectos, el régimen de pesquisas y el control de la correspondencia. En cuanto al primero, como venimos viendo, se puede asegurar que las requisas de las instalaciones y de los mismos internos son situaciones propicias para la violación de las garantías individuales (maltrato físico, destrucción de bienes personales, violación al derecho a la intimidad, etc.) más aun cuando es favorecida por remisiones totalmente vagas a reglamentos y disposiciones internas de casi nulo conocimiento. Por este motivo, considero que sería conveniente que la ley, valorando los dos objetivos en juego, la necesidad de seguridad en los establecimientos y la protección de las garantías individuales, estipulara claramente los alcances y límites de la facultad de la administración de inmiscuirse en el ámbito de intimidad de las personas que se encuentran bajo el régimen del sistema penitenciario.En cuanto a la violación de la correspondencia, la Corte Suprema de Justicia tuvo la oportunidad de pronunciarse sobre un hábeas corpus correctivo en el que estaba en discusión el alcance de la facultad de la administración de reglamentar el ejercicio de los derechos de las personas privadas de la libertad reconocidos por textos normativos de mayor jerarquía40. En este fallo declaró la inconstitucionalidad de las normas del reglamento que había dictado el Servicio Penitenciario Federal excediéndose en sus facultades reglamentarias, afirmando que “...se verifica en autos un supuesto en que la reglamentación en que se fundan los cuestionados actos de la autoridad carcelaria ha violado la ley y esas circunstancia la ha puesto en contradicción con las normas constitucionales citadas, pues aquella ha ido más allá de los límites trazados por la política legislativa...”. La resolución del alto tribunal es un importante precedente sobre los límites que rigen la actividad del poder de la administración en materia de reglamentación de los derechos de 9 las personas privadas de libertad y de los límites que impone nuestro ordenamiento a esa reglamentación de la ejecución por parte del Estado.Todo lo que hemos venido recorriendo nos demuestra que las garantías del derecho procesal penal deben extender su vigencia a la etapa de ejecución de la pena y, en consecuencia, es necesario garantizar un control judicial amplio de esta etapa procesal, ya que el no cumplimiento de las disposiciones detalladas con anterioridad conllevaría a la responsabilidad internacional al Estado Argentino. De esta manera ya lo ha afirmado la Corte Suprema de Justicia de la Nación que de no verificarse algunos de los extremos en cuestión es posible que se configurasen eventuales casos de agravamientos que importarían trata cruel, inhumano o degradante u otros análogos, susceptibles de acarrear responsabilidad al Estado Federal41. De manera similar, la Corte Interamericana de Derechos Humanos opinó que “si una persona fuera detenida en buen estado de salud, y posteriormente muriera, recae en el Estado la obligación de proveer (...) la información y las pruebas relacionadas con el destino que ha tenido la persona detenida. (...) Esta corte considera que el Estado se encuentra en una posición especial de garante con respecto a las personas privadas de libertad, porque las autoridades penitenciarias ejercen un control total sobre éstas. (...) Que es procedente mantener vigentes las medidas provisionales, en virtud de las cuales el Estado tiene el deber de proteger la vida y la integridad de todas las personas privadas de libertad en la Penitenciaría ...” 42 (sic). La Corte Europea de Derechos Humanos se ha pronunciado reiteradas veces en la misma línea de pensamiento debido a que ha advertido que “las personas detenidas se encuentran en una posición vulnerable y las autoridades tienen el deber de protegerlas”43(sic).- El valor probatorio de los objetos encontrados en las requisas De todo lo que he desarrollado hasta ahora, considero que es muy visible la ilegitimidad formal que sufren, en su mayoría, estas diligencias dentro de los establecimientos carcelarios. A partir de esta base demarcaré el valor que poseen, a mi modo de ver, los objetos encontrados en ella.Si bien el procedimiento penal se dirige, básicamente, para lograr averiguar la verdad objetiva de un hecho pasado, este procedimiento no es libre, sino que es un método regulado. Esto significa que, durante la historia de la humanidad, algunas formas han sido excluidas como medios para averiguar la verdad ya que, dependiendo de principios superiores que protegen la dignidad del hombre, se llegó a la conclusión que no se acepta que, por la avaricia de arribar a la verdad histórica y de esa manera lograr la correcta actuación de la ley penal, se perjudique al imputado utilizando medios prohibidos de investigación. La justificación de la utilización de los medios probatorios depende directamente de lo que se encuentre determinado por las normas que regulan como se incorporan los distintos conocimientos recolectados al proceso. De tal manera, se puede asegurar que no todos los medios se encuentran autorizados por las normas y que estos se deben llevar adelante conforme a lo dispuesto en ellas. Por lo tanto, las formalidades judiciales no son una categoría formal, sino que son una categoría material, colocándose en un lugar primordial a la meta de la hallar la verdad histórica del suceso.La doctrina clásica argentina asevera, siguiendo el principio de libertad de prueba, que en el proceso penal todo objeto de prueba puede ser probado y por cualquier medio de prueba, pero este principio no es absoluto, sino que tiene dos excepciones. La primera excepción se trata de los objetos de prueba que la ley no permite que se verifiquen, razón por la cual, el derecho elimina a estos medios del procedimiento y de la argumentación judicial, lo que conlleva a que no goce de ningún efecto jurídico. La segunda, no se refiere a los objetos de prueba, sino a los medios de pruebas que la ley admita para demostrar el hecho; en algunos casos la ley especifica cual es el único medio aceptado para llevar adelante, y en otras oportunidades solo delimita que métodos de obtención de la prueba no pueden ser apreciados para el proceso.En la segunda excepción se puede ubicar a las limitaciones probatorias de origen constitucional que existen basadas en la protección que se le otorga a la persona44 en un Estado de Derecho. Las restricciones a la actividad probatoria perderían su sentido si la inobservancia de estos 10 preceptos no provocara la inadmisibilidad de incorporar al procedimiento los elementos de prueba obtenidos ilegítimamente o la expulsión de su seno.Este tema, que fue abordado en primer lugar por el derecho anglo - sajón, se lo conoce con el nombre de Regla de exclusión por el efecto principal que provoca, que es que la decisión judicial en contra de un individuo portador de garantías no puede ser motivada sobre elementos de prueba obtenidos mediante su inobservancia o violando las formas previstas para resguardar aquellas garantías. Nuestra Corte Suprema de Justicia se encargó de delimitar diciendo que “la regla es la exclusión de cualquier medio probatorio obtenido por vías ilegítimas, porque de lo contrario se desconocería el derecho al debido proceso que tiene todo habitante de acuerdo con las garantías otorgadas por nuestra Constitución Nacional”45 . La existencia de esta regla brinda la posibilidad de determinar la validez constitucional de ciertas prácticas que se realizan a menudo para influir sobre un proceso judicial.En esta situación particular, no se puede dejar de lado que la valoración de los objetos encontrados en las requisas encierra un conflicto de intereses, el cual gira fundamentalmente entre el que consta en una rápida y eficiente ejecución de la ley para lograr mantener el orden y la seguridad tanto del lugar como del establecimiento, y el de prevenir el menoscabo de los derechos individuales de sus miembros a raíz de la aplicación de métodos inconstitucionales por parte de quienes se encuentran encargados de resguardar el cumplimiento del orden.Ahora bien, si se hace una comparación entre el marco teórico y como se practican estas diligencias en la práctica, considero que es inevitable determinar que todos los objetos que se encuentran en ellas carecen de todo valor, ya sea tanto para llevar adelante un proceso administrativo dentro del penal, como un proceso judicial por la obtención de algún objeto que sea presumir la comisión de un delito, debido a que se produce una violación sistemática y alejamiento exagerado de todas las garantías constitucionales y procesales penales en el sistema de requisas a los internos, que ya hemos venido estudiando.En síntesis, no es la regla de exclusión la que determina que ciertos culpables no sean penados, sino la Constitución misma, por lo que, si el cuerpo de requisa observase a la Constitución, la situación no habría cambiado en lo sustancial. Esto se remite a un fundamento ético, ya que no se puede ver resentido el valor de Justicia por quienes deben velar de la seguridad y orden de aquellos que realizaron algún acto en contra del sistema jurídico. Por todo ello, toda vez que la exclusión de la prueba obtenida ilegalmente es un imperativo constitucional, no debemos con conformarnos con simplemente proclamar esto último, sino que también debemos brindarle a este instituto una posibilidad real de aplicación en todos los ámbitos y no hacer una distinción entre los que gozan del derecho a la libertad y de aquellos que lo tienen restringido por alguna causa en particular.- Conclusiones finales Luego de todo lo desarrollado, estimo necesario puntualizar algunos preceptos a fin de sintetizar lo expuesto anteriormente: En primer lugar, que la persona que se encuentra privada de su libertad, continua siendo un sujeto de derecho, el cual goza de los mismos derechos subjetivos que poseen los individuos que se encuentran en libertad. Si bien, alguno de ellos puede verse disminuido en algo, nunca esa disminución puede llegar a la negación absoluta de esos derechos. Por otro lado, aceptar la falencia que se observa en el ordenamiento jurídico acerca de las formas en que se deben practicar las requisas en los establecimientos carcelarios. Que hoy en día, como son llevado a cabo todas las pesquisas carcelarias son violatorias de lo dispuesto en los preceptos constitucionales limitadores del poder de policía del Estado, volviendo nulo, de esta manera, a todo objeto hallado en las mismas, el cual podría habérselo utilizado como un medio de prueba. Que todos estos avasallamientos por parte del Estado, con el supuesto fin de “mantener la seguridad interna del penal” pueden hacer recaer a la Nación en responsabilidades ante los organismos de Derechos Humanos internacionales, retrayendo la situación del país en lo que concierne a derechos humanos a anteriores décadas.11 Por último, sobre la base a estas premisas proponer el impulso de una demarcación de límites hacia la práctica de esa diligencia con el propósito de evitar que, con el pretexto de prevención y/ o mantenimiento de la seguridad o el orden, se violen derechos personalísimos como ser la dignidad humana, la intimidad, etc.. Algunas medidas que pueden favorecer a introducir límites en esta práctica son: 1. Importar en una manera lógica y transportable al sistema carcelario la regla de exclusión, promoviendo que todo objeto que sea hallado en estos establecimientos por medio de métodos que vulneren las garantías constitucionales sean declarados de nulo valor probatorio.2. Un mayor control jurisdiccional de todas las diligencias penitenciarias (antes, durante y luego de ser llevada a cabo) a efectos de evitar abusos del personal de requisa.3. Adoptar nuevos sistemas de requisa menos intrusivos de registro a los internos por medios técnicos apropiados46 sin imponer ningún tipo de excusas alegando deficiencias materiales47 Ley Nº 24.660 – B.O. de la República Argentina, 16 de Julio de 1996.En este sentido, hablo específicamente de las requisas ya que son un método de control y seguridad que se utilizan en los establecimientos carcelarios.3 Tomo la palabra juicio en un carácter amplio, y por eso hablo de juicios administrativos o judiciales, ya que las prueba obtenida en esas requisas pueden ser utilizadas, dependiendo de lo hallado, para imponer sanciones administrativas, propias del sistema penitenciario, o sanciones penales cuando ya la prueba hallada hace presumir la comisión de un delito tipificado en el Código Penal de la Nación.4 A Partir de ahora la llamaré Ley de Ejecución.5 Artículo 1º — La ejecución de la pena privativa de libertad, en todas sus modalidades, tiene por finalidad lograr que el condenado adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad. El régimen penitenciario deberá utilizar, de acuerdo con las circunstancias de cada caso, todos los medios de tratamiento interdisciplinario que resulten apropiados para la finalidad enunciada. 6 De ahora en mas lo llamaré reglamento.7 Art. 51 del Decreto 303/96.8 Entrevista realizada el día 21 de septiembre de 2004, a un agente del Servicio Penitenciario de la Nación, que por razones de seguridad y que se encontraba prestando servicio solicitó la reserva de su identidad.9 Hago referencia en este punto tanto al procedimiento de llevar adelante las requisas como de las sanciones, porque son dos cosas que se encuentran íntimamente ligadas unas a otras, ya que por medio de la requisa, generalmente, se obtienen pruebas fundamentales que son utilizadas tanto para aplicar sanciones administrativas (haciendo referencia a las dispuestas en la Ley de Ejecución y en el reglamento) y penales, de acuerdo a lo hallado en estos procedimientos, lo que hace inevitable tener que relacionar a la metodología utilizada legislativamente para las sanciones, como para las requisas. Vale aclarar que en el tema de sanciones, todas las conductas estipuladas en las normas recientemente mencionadas son tan vagas como las que se refieren a requisa, sufriendo los mismos cuestionamientos que esos artículos.10 Fallos, 237:636; LL 88-254; JA, 1957-III-396.11 Como es sabido, mediante este medio de prueba generalmente se encuentran los objetos probatorios más importante para los procesos penales en donde sé este puniendo cosas tales como la portación o tenencia de sustancias u objetos indebidos o cualquier objeto que haga presumir la comisión de un delito. Por esta misma razón, se le imponen muchas restricciones para evitar caer en alguna nulidad por el tratamiento realizado durante la diligencia.12 No se debe pasar por alto que, a pesar de que la requisa generalmente es realizada en forma manual, se admite también que sea llevada a cabo por medios científicos o mecánicos.13 Diccionario de la Real Academia Española.14 Doctrina proveniente de Fernández Prieto (LL.1999-B; 282) y Daray (CSJN 317: 1985).15 misma doctrina de la Corte ha impuesto ciertos parámetros para realizar una requisa en la vía pública sin orden judicial, por razones de prevención policial, interpretando el Art. 4 del Código Procesal Penal de la Nación (el cual reglamenta al Art. 18 de la Constitución Nacional). De esta manera, introduce, sin olvidarnos la urgencia, el concepto de Causa Probable y de Sospecha razonable, ambos provenientes de la Doctrina Estadounidense. A la primera, la Corte Suprema de Estados Unidos (“Terry vs. Ohio” 392 U.S. 1, (1968)) la desarrolló como la situación en la que un policía advierte una conducta extraña que lo puede llevar a concluir, por su experiencia, que se está preparando alguna actividad delictuosa y que las personas que tiene enfrente pueden estar armadas y ser peligrosas, ante esta situación, y atendiendo el curso de su investigación, se identifica como policía y formula preguntas razonables, y que sin encontrar 1 2 12 algún elemento que permita disipar el temor razonable por su seguridad y la de los demás, tiene derecho para su propia protección y la de la gente que lo rodea, a efectuar una revisación limitada de las ropas externas tratando de descubrir armas que podrían usarse para la comisión de un delito. En cuanto a la Sospecha razonable determinó que se trata de un estándar inferior que la anterior, pero que en ambos supuestos, la validez de la información depende del contexto en que la información es obtenida y el grado de credibilidad de la fuente. Estos dos conceptos levantaron gran controversia en la doctrina nacional debido a que se está violando una garantía constitucional, debido a la forma de detención – perjudicando a la presunción de inocencia – y a la falta de determinación legal – afectando al principio de legalidad – ambos preceptos se encuentran protegidos en el Art. 18 del la Constitución Nacional. No ahondaré más en el tema ya que, si bien se encuentra relacionado con el tema desarrolla, me estaría dispersando del tema central.16 Esta práctica es llamada en Argentina de esta manera debido a que se deja a pleno arbitrio del personal policial actuante, en ese momento, los criterios a tomar en cuenta para realizar las requisas en la vía pública justificado por las tareas de prevención que les son asignadas. Generalmente, las características de esta práctica son todas aquellas que ya fueron desarrolladas en la parte referida a la requisa y el Art. 230 del CPPN, y como influyó la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.17 Este tema será completamente desarrollado en el próximo apartado.18 Algunos de estos organismos a los cuales yo he consultado son la Procuración Penitenciaria de la Nación y el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales).19 Se denomina interno a toda persona que se encuentre detenida, de acuerdo a lo dispuesto en el Art. 4 del Reglamento General de Procesados (Decreto 303/96).20 Este esquema militarizado ha provocado que las relaciones entre el personal del Servicio Penitenciario de la Nación y los internos sea un estado de guerra continuo, donde sobrevive el más fuerte. Esta pugna de poder entre estos dos grupos hace que el resentimiento hacia el otro crezca diariamente y que cada nuevo enfrentamiento sea cada vez más duro.21 Esta visión sobre la finalidad de la pena, es la que se encuentra impuesta actualmente en nuestro ordenamiento. En lo personal, la pena, el encierro no tiene ninguna utilidad, pero no me inmiscuiré en este tema debido a que no es parte del objeto principal de este trabajo.22 Es una Organización no gubernamental que trabaja sobre la problemática de las personas encarceladas.23 Este es otro tema tan extenso como en el que trato en el presente trabajo, por esa misma razón solo hago mención de él. Sin embargo estime que es una buena oportunidad para recordar que todas las actuaciones que se realizan en las cárceles argentinas carecen de control jurisdiccional estricto, lo que ha significado para el país responsabilidades internacionales ante los organismos de Derechos Humanos. Este tema se encuentra muy bien desarrollado en “Los Derechos Fundamentales de los Reclusos en España y Argentina” (Iñaki Rivera y Marcos Salt “Los Derechos Fundamentales de los Reclusos en España y Argentina”. Editorial del Puerto. Buenos Aires).24 Es necesario recordar que las Garantías Constitucionales son una herramienta esencial que presta el Estado de Derecho al individuo para protegerse de la intromisión que pretende realizar sobre la vida de este el Poder de Policía de un Estado.25 Estimo necesario aclarar que en todo momento de este análisis no haré ningún tipo de distinción entre los internos que se encuentran procesados a la espera de una resolución judicial, y aquellos que ya tienen una condena firme.De más está decir, que si en el caso de las personas privadas de la libertad las cuales están cumpliendo una sentencia el régimen de requisas es vejatorio de un sin número de derechos, esta situación se agrava aún mucho más en el caso de aquellos que se encuentran bajo el sistema de prisión preventiva.26 La regulación constitucional de la situación jurídica de las personas privadas de la libertad ha sido fortalecida con la incorporación al texto constitucional de los pactos internacionales de derechos humanos, como ser, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en su Art.10 y su Art. 7; la Convención Americana sobre Derechos Humanos, Art. 5, 8 y 9; los Art. 2 y 16 de la Convención Contra la Tortura y Otros Tratos y Penas Inhumanas o Degradantes.27 adoptado por la resolución 2.200 (XXI) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 16 de Diciembre de 1966.28 Res. 352 (XXX) del 9 de Diciembre de 1975.29 Aprobada por Argentina por ley 23.338 del 30 julio de 1998, adoptada por consenso por la Asamblea General de Naciones Unidas el 10 diciembre de 1984 (Res. 39/46).30 Resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos del 18 de junio de 2005. “Medidas Provisionales – Casos de las Penitenciarías de Mendoza”.31 Voto Concurrente del Sr. Juez A.A. Cançado Trindade en el caso citado recientemente citado de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.32 CSJN “Recurso de hecho deducido por el Centro de Estudios Legales y Sociales en la causa Verbitsky, Horacio S/ habeas corpus” Buenos Aires, 3 de Mayo de 2005.33 La responsabilidad primaria de que estos derechos sean efectivos, y no una mera ilusión jurídica, depende en forma exclusiva del Estado, representado por las Autoridades Nacionales. Esta responsabilidad no es parte del objeto de este trabajo, por lo que no me inmiscuiré en este tema.34 Alejandro Slokar “El sistema de derechos en la ejecución penitenciaria (la doctrina de la relación de la sujeción especial como presupuesto restrictivo).13 CSJN “Recurso de hecho deducido por el Centro de Estudios Legales y Sociales en la causa Verbitsky, Horacio S/ habeas corpus” Buenos Aires, 3 de Mayo de 2005.36 Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos Nº 38/96 – Caso 10.506 – Aprobado por la Comisión en su sesión Nº1321 celebrada el 15 de octubre de 1996.37 Sentencia Nº 57 del 28 de febrero de 1994, Recurso de Amparo Nº 2302/1990 y 1445/1991,de la Sala Segunda de ese Tribunal.38 El Art. 66 de la Ley de ejecución de la pena privativa de la libertad dispone que al ingreso del establecimiento, el interno será informado en forma oral y escrita acerca del régimen al que se encontrará sometido. Cumpliendo con lo establecido en este Art., el Servicio Penitenciario Federal ha elaborado un documento denominado “Manual informativo para el interno” que se debería entregar a las personas privadas de libertad al ingresar a los centros carcelarios. Lamentablemente, en la práctica, dicha cartilla es deficiente y ni siquiera se entrega.39 Nuñez, Derecho Penal Argentino, pág. 92.40 Dessy, Gustavo Gastón s/ hábeas corpus” CSJN – 19 de octubre de 1995.41 CSJN “Recurso de hecho deducido por el Centro de Estudios Legales y Sociales en la causa Verbitsky, Horacio S/ habeas corpus” Ob. Citada.42 Resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos del 18 de junio de 2005. “Medidas Provisionales – Casos de las Penitenciarías de Mendoza”.43 Corte Europea de Derechos Humanos, “Osman v/ Reino Unido” (1998). En esta misma oportunidad la Corte Europea esbozó que “there should be some form of effective official investigation when individuals have been killed as result of the use of force (…) positive obligation on the authorities to take preventive operational measures to protect an individual whose life es at risk from the criminal acts of another individual…” 44 Como sujeto de derechos.45 Fallo Reginald R. Rayford – CSJN – 13 de mayo de 1986.46 En la Unidad Nº 2 del Servicio Penitenciario Federal se adquirió un sistema detector de alta sofisticación que, sin embargo, no es utilizado por las autoridades.47 El Estado debe prestarle mayor importancia tanto a la política llevada dentro del penal como en lo relacionado al presupuesto destinado.35 Bibliografía Iñaki Rivera Beiras y Marcos Gabriel Salt. “Los Derechos Fundamentales de los Reclusos en España y Argentina”. Editorial del Puerto. Buenos Aires. Alejandro D. Carrió. “Garantías Constitucionales en el Proceso penal”. Editorial Hammurabi. Buenos Aires. 2003. Julio B. J. Maier. “Derecho Procesal Penal – I – Fundamentos”. Editorial del Puerto. Buenos Aires. 1999. Francisco J. Dálbora. “ Código Procesal Penal de la Nación”. Abeledo Perrot. Buenos Aires. 1999. Michael Foucault. “Vigilar y Castigar. Nacimiento de la Prisión”. Siglo Veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2003. Alejandro Lafleur. “La Institución total. Relaciones informales en una organización profundamente restrictiva”. Ediciones del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias económicas de la Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires. 2000. Marcos G. Salt “Comentarios a la Nueva Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad”. Cuaderno de Doctrina y Jurisprudencia Penal. Editorial Ad- Hoc. Marco G. Salt “Pautas para una reforma progresista del Derecho Penitenciario en América Latina. A Propósito de la Nueva Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad”. Cuaderno de Doctrina y Jurisprudencia Penal. Editorial Ad – Hoc. Marcos G. Salt. “La Opinión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre registros Corporales a as Visitas de establecimientos carcelarios”. Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia. Editorial AD – Hoc. Alejandro W. Slokar. “El sistema de derechos en la ejecución penitenciaria” (La doctrina de la relación de la sujeción especial como presupuesto restrictivo).14 J. Ezequiel Malarino. “Sanciones penitenciarias, legalidad ejecutiva, y su contralor judicial. (A propósito de la entrada en vigencia de la Nueva Ley de ejecución de penas privativas de la libertad)”. Cuaderno de Doctrina y Jurisprudencia. Editorial Ad- Hoc. Informe anual 1997 y 1998 del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Informe anual 2000- 2001 y 2001-2002 de la Procuración Penitenciaria de la Nación. Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos Nº 38/96 – Caso 10.056 – Resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos del 18 de junio de 2005. “Medidas Provisionales – Casos de las Penitenciarías de Mendoza” Sentencia Nº 57 del 28 de febrero de 1994, Recurso de Amparo Nº 2302/1990 y 1445/1991,de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional Español. Corte Europea de Derechos Humanos, “Osman v/ Reino Unido” (1998). Fallo “Fernández Prieto” CSJN . LL1999 –b; 282. Fallo “Daray” CSJN 317: 1985. “Terry vs. Ohio” 392 U.S. 1, (1968). Fallo “Dessy” CSJN – 19 de Octubre de 1995. Fallos 237: 636, LL, 88- 254; JA 1957 – III – 396. Fallo “Reginald R. Rayford” CSJN – 13 de Mayo de 1986. CSJN “Recurso de hecho deducido por el Centro de Estudios Legales y Sociales en la causa Verbitsky, Horacio S/ habeas corpus” Buenos Aires, 3 de Mayo de 2005. Ley 24.660. Decreto 303/96. Decreto 18/97. Constitución Nacional Argentina. Código Procesal Penal de la Nación Argentina. Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Convención Americana sobre Derechos Humanos. Convención contra la Tortura y otros Tratos y Penas Inhumanas o Degradantes. www.rae.es 15