La Política Crim¡nal en la ley Orgánica de Protección del N¡ño y del

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Capítulo Criminológico Vol. 33,Nº 2, Abril-Junio 2005, 187-223 ISSN: 0798-9598
La Política Crim¡nal en la ley Orgánica de Protección del N ¡ño
y del Adolescente.
Pol ítica Criminal de Menores*
Gladys Tinedo**
*Este artículo forma parte del proyecto de investigación intitulado “El Sistema Penal
del Adolescente y Control Social Formal en Venezuela ” adscrito al Programa de
Investigación “Modernización y Reforma del Control Social Formal en Venezuela. Parte
III” financiado por el Consejo de Desarrollo Humanístico y Científico (CONDES).
**Abogada. Doctora en Derecho. Profesora Titular e Investigadora del Instituto de
Criminología de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zulia.
Maracaibo, Venezuela. Investigadora del Instituto de Criminología.
RESUMEN
Los problemas a ser atendidos por la política pública son necesidades que preocupan
a los ciudadanos quienes los consideran asuntos generales del Estado. Un asunto de
interés general e imprescindible en una agenda de gobierno lo constituye las
necesidades referidas al fenómeno criminal y la respuesta al mismo, esto último
fundamento de la política criminal, definida como el conjunto de métodos con los que
el cuerpo social organiza las respuestas al fenómeno criminal. En este estudio se
persigue analizar en el plano de lo concreto la política criminal, vale decir, la respuesta
estatal, a la responsabilidad penal del adolescente establecida en la Ley Orgánica de
Protección del Niño y Adolescente (LOPNA) de Venezuela.
Palabras clave: Politica criminal de menores, ley orgánica de protección del ni ño y
adolescente (LOPNA), responsabilidad penal de los adolescentes, derechos humanos.
Criminal Policy in the Organic Law For the Protetion of Children
and Adolescents. Criminal Policy for Minors
ABSTRACT
The problems to be resolved by public policy are needs that concern all citizens and
are considered as normal affairs of state. One aspect of indispensable general interest
is a government agenda in relation to the criminal phenomenon, and the response to
the same, which should be reflected in criminal policy defined as the set of methods by
which the social body organizes its response to the criminal phenomenon. In this
study
we analyze the concrete plan of criminal policy, that is to say, the state
response to penal responsibility in adolescents established in the Organic Law for the
Protection of Children and Adolescents (LOPNA) in Venezuela.
Key words: Criminal law for minors, the Organic Law for the Protection of Children
and Adolescents (LOPNA), penal responsibility for adolescents, human rights.
Recibido: 09-05-2005 . Aceptado: 20-06-2005
INTRODUCCIÓN
Existe una resistencia a incluir las respuestas estatales a los actos de los menores
que han incurrido en conductas definidas como delitos, dentro de los asuntos políticos
criminales de un país, no obstante que dichos actos delictivos están sometidos a las
decisiones que conforman esa política, de allí la importancia de estudiar el modo como
el Estado se relaciona, mediante su política criminal con el menor sujeto al derecho
Penal, lo cual está contenido en la Ley Orgánica de Protección del niño y del
adolescente (LOPNA). Se trata de sistema de Justicia para el adolescente que de
acuerdo con la citada ley, se diferencia del sistema procesal penal de adultos por la
jurisdicción especializada y en la sanción que se le impone. La Lopna contiene
principios y derechos que deben orientar la aplicación de las normas que la
constituyen, a fin de darle vigencia al catálogo de garantías que tanto el derecho
interno, como el derecho internacional establecen.
La Lopna se originó ante la necesidad de ajustar la legislación nacional a las
exigencias de la comunidad internacional quien el 20 de noviembre de 1989 en
Asamblea General de las Naciones Unidad aprobó la convención sobre los Derechos del
Ni ño, la cual reconoce el derecho de los niños de recibir la protección y asistencia
necesaria para poder asumir plenamente sus responsabilidades dentro de la comunidad
basándose en el convencimiento de la dignidad intr ínseca y de los derechos iguales e
inalienables de todos los miembros de la familia humana.
Se impone, entonces, la necesidad del reconocimiento legal de los derechos humanos
de los niños y de las niñas, así como la forma de conseguir su efectividad tanto en el
orden civil como en el penal.
Este artículo abordaría algunos aspectos relevantes de la política criminal constitutiva
del sistema de responsabilidad penal que para los adolescentes, establece la LOPNA.
1. LA POLÍTICA CRIMINAL: UNA RESPUESTA ESTATAL
Las relaciones cotidianas entre sociedad y Estado toman las formas de problemas que
demandan soluciones. El Estado desde su origen, es concebido como el encargado de
resolverlos. El Contrato Social fue el instrumento que sirvi ó de fundación del estado
moderno el cual según Hobbes, debe defender a los ciudadanos quienes ceden sus
derechos al Estado para ser protegidos. No toda cuestión social es pública, los
individuos integrantes de un Estado buscan transformar sus necesidades particulares
en asuntos generales de interés y utilidad para todos.
Este trabajo de generalización de intereses y necesidades, así como las soluciones a
conflictos, es la función propia del ámbito público el cual constituye el espacio entre las
libertades fundamentales del individuo y los poderes del Estado. Sin embargo, para
que una demanda social se convierta en útil para todos, es decir, una cuestión pública,
debe pasar por un proceso que se inicia con la formación de la agenda de gobierno a
través de la cual el problema, por la importancia social atrae la atención de aquel como
posible objeto de política pública. Si el gobierno decide intervenir el problema pasa a
su agenda, ésta comprende el conjunto de problemas que los gobernantes han
seleccionado y ordenado, como objeto sobre los cuales han considerado que deben
actuar.
Los problemas a ser atendidos por la política pública son necesidades que preocupan
a los ciudadanos, quienes los consideran asuntos generales del Estado y en
consecuencia, del gobierno. Hay una agenda de los ciudadanos que precede a la del
gobierno.
Cobb y Elder sostienen que para que un asunto tenga acceso a la agenda del
gobierno, debe cumplir con tres requisitos, en primer lugar que el problema por el cual
se demanda la intervención del mismo “sea objeto de atención amplia o al menos de
amplio conocimiento del público; en segundo lugar, que buena parte del público
considere que se requiere algún tipo de acción, y tercero que a los ojos de los
miembros
de
la
gubernamental”
comunidad
(1993:34).
Se
la
acción
deduce
sea
de
competencia
esta
posición
de
que
alguna
los
entidad
intereses
y
necesidades particulares deben estar generalizados, o sea, sentidos por todos, o por la
gran mayoría de los ciudadanos del Estado. “Lo que la ciudadanía define como
problema
parece
ser
un
requisito
irremplazable
de
la
democracia”
(Bardach,
1993:222).
La Agenda de gobierno es un proceso decisional que implica el compromiso de
enfrentar el problema con los recursos del Estado, de modo que los problemas deben
ser “planteados, estructurados, de manera que sean gubernamental y socialmente
abordables con los recursos intelectuales, legales, fiscales, políticos y administrativos a
disposición” (Aguilar,1993:60).
Un asunto de interés general y de importancia para todos los ciudadanos e
imprescindible en una agenda de gobierno lo constituye las necesidades de seguridad
de las personas y de los bienes comprendidos en el fenómeno criminal y la respuesta al
mismo, esto último fundamento de la política criminal definida por Delmas Marty como
“el conjunto de m étodos con los que el cuerpo social organiza las respuestas al
fenómeno criminal” (1986:19), lo que implica que la reacción del Estado al delito, debe
estar encuadrada en las respuestas admitidas por el grupo social.
En el estudio del fenómeno criminal se distinguen dos aspectos, el primero referido a
infracciones a normas establecidas, comúnmente llamados delitos, y el segundo
relacionado con los estados peligrosos, conductas desviadas o conductas antisociales,
así el concepto de fenómeno criminal abarca cualquier conducta contraria a las
normas, sean infracciones o desviaciones. Definir ambos campos es develar su carácter
político y toda política es impulsada por una ideolog ía, que busca realizar valores
mediante el ejercicio de poder en una sociedad determinada, de allí que delimitar el
ámbito de la política criminal, conlleva a ubicar las corrientes ideológicas que las
influyen aportando los parámetros, que sirven de claves para entender la diversidad de
los hechos. Esta diversidad alcanza no sólo al delito y a la desviación o al estado
peligroso sino, tambi én, a las respuestas que la sociedad proporciona las cuales, a su
vez, están condicionadas por el tiempo y el espacio, desde los castigos corporales,
pena privativa de libertad, pena de muerte, penas pecuniarias hasta las medidas de
seguridad y amonestación, entre otras.
La delimitación del fenómeno criminal y la definición de sus respuestas se orientan
según valores juzgados como fundamentales. Las corrientes ideológicas imponen
opciones de política criminal situándolas, al menos en parte, sobre tres ejes; libertad,
igualdad y autoridad…” (Delmas-Marty, 1986:27). La corriente liberal en la que se
inserta la política criminal del Estado moderno tiene como basamento la libertad y la
ley como garantía de aquella. Este predominio de la Ley se convierte en política
criminal en el principio de legalidad aparecido en el siglo XVIII cuando Beccaria afirma
que “sólo las leyes pueden decretar las penas sobre los delitos y esta autoridad no
puede residir más que en el legislador, quien representa a toda la sociedad reunida por
un contrato social” (Beccaria,1982:140) el cual originalmente, estaba destinado al
control y la superación de la violencia, sin embargo, ésta permanece y se reproduce en
el Estado y en el derecho, sobre todo en el derecho penal. La legitimidad de tal
contrato social consistió en asegurar la paz, la vida y el modo de preservarla, es decir,
el bienestar que los ciudadanos no podían lograr en un estado de naturaleza y en
continuas guerras, un modelo racional orientado a satisfacer necesidades. Se trata de
un contrato entre individuos iguales que deciden darse un soberano para que los
defienda, en este sentido el Estado es la suma de los intereses de los ciudadanos.
No obstante en opinión de Baratta “en la realización histórica, el contrato social fue
bien distinto desde su proyectado impacto universal, extendidos a todos los sujetos
humanos considerados como iguales en su ciudadanía potencial. Se trató (…) de un
pacto para excluir, de un pacto entre una minoría de iguales que excluyó de la
ciudadanía a todos los que eran diferentes. Un pacto de propietarios blancos, hombres
y adultos para excluir y dominar a individuos pertenecientes a otras etnias, mujeres,
pobres, y sobre todo niños” (Baratta, 1995:16). El incumplimiento de las promesas del
pacto produjo la crisis que hoy se expresa mediante el pensamiento post-modernista y
para salir de la crisis hace falta un Estado que Baratta llama “de ciudadanía plural en el
cual no hay más que extranjeros, víctimas y excluidos” (Baratta, 1995:18), donde
todas las diferencias se manifiestan y con nuevas maneras de administrar los conflictos
para permitir la superación de la violencia.
La política como proyecto y la democracia en el estado plural, son requisitos
fundamentales para la inclusión de los excluidos y para que pueda darse la vigencia de
sus derechos. La idea de democracia implica revertir las condiciones de desigualdad,
ella tiene como deber ineludible, crear su base social igualitaria. Esto evidencia el
desacuerdo que existe, en el plano de la realidad, respecto del modo de organizar la
sociedad.
1.1. El carácter político de la Política Criminal
La política criminal, que debe definir y dar respuesta al fenómeno criminal, es política
porque obedece a decisiones del Estado frente a conflictos que afectan a gran parte de
la sociedad, y ésta demanda algún tipo de acción para su resolución. El carácter
político se manifiesta en primer lugar, en las definiciones de las infracciones, según
Becker, la imposición de las reglas es una cuestión de poder político y económico.
“Este problema conduce a las leyes, a los mecanismos y a las estructuras
socialesobjetivas que regulan el poder de definición, su distribución, las modalidades
de su ejercicio en un contexto social dado, mientras otros individuos y grupos sociales
están solamente sometidos a este poder de definición” (Baratta,1986:111). En
segundo lugar, en la respuesta que el Estado da al fenómeno criminal, la cual se ha
caracterizado, históricamente, por la variedad de la misma.
La respuesta del Estado a través de su política criminal persigue someter al
condenado a las reglas, que si bien él ha organizado, son aceptadas por el grupo
social. El ciudadano común generalmente ignora que la política criminal se origina en la
sociedad debido a una combinación de fuerzas que provienen del Estado y de la misma
sociedad y que él participa, por acción u omisión, en la formulación de una política
criminal determinada. Sin embargo, ni el Estado, ni los ciudadanos hacen referencia a
la misma. En los discursos oficiales está ausente por el afán de despolitizar el tema
dejando a los profesionales su manejo “científico”, a fin de ocultar lo que realmente
ocurre, lo cual es que la mencionada política, se fundamenta en estrategias asumidas
por el estado, es decir, decisiones políticas, la ausencia de la consciencia ciudadana
tiene que ver con la participación política de los ciudadanos y en consecuencia, con la
democracia. “La política criminal es una de las manifestaciones más elementales del
poder y uno de los campos donde se delimita claramente la estructura democrática o
autoritaria de una sociedad” (Binder, 1997:42).
1.2. Formulación de la política criminal en un Estado liberal y democrático
Confluyen en su formulación múltiples fuerzas que a veces se complementan y en
otras se contradicen, provenientes de las más variadas relaciones donde los aspectos
económicos y culturales se asocian bien para transformarse, reforzarse u oponerse y
finalmente unirse al entramado político para diseñar la respuesta estatal al fenómeno
criminal. “En un estado moderno ella es un conjunto de acuerdos o imposiciones
parciales de los distintos sectores sociales” (Binder, 1997:42). El primer paso, como se
dijo anteriormente, corresponde a la formulación legal. La ley define el delito y justifica
la reacción social frente a ella, y en segundo lugar, la organización administrativa de
los órganos judiciales los cuales comprenden los tribunales y las personas involucradas
en la administración de justicia, jueces, fiscales, defensores, entre otros.
La operativización de la ley por los órganos judiciales se realiza a través del caso
penal, donde se establece una interacción de normas y procedimientos para dirimir la
controversia, es decir, se establecen principios y reglas que se deben observar.
En un Estado liberal y democrático ceñido al imperio de la ley, la política criminal
debe estar delimitada por ella, a fin de que la persona quien eventualmente sea objeto
de dicha política, pueda conocer bien las reglas del juego con el objeto de asegurar sus
derechos fundamentales. Esta política debe garantizar, la urgencia del respeto a la
dignidad humana mediante la fijación de ciertas políticas básicas entre las cuales se
pueden señalar las siguientes:
1.2.1. La Judicialización del Ejercicio del Poder Penal. La política criminal cumple una
función bien importante como es la de racionalizar la violencia estatal y en este sentido
se crean los tribunales penales, cuerpos especiales para resolver los conflictos de ese
tipo que en los estados democr áticos conforman un poder autónomo e imparcial y
ajustado a reglas que limitan su poder, la jurisdiccionalidad evita la venganza y las
penas privadas, “el tr ánsito de la justicia privada de la faida y de la venganza de
sangre a lo público del derecho penal tiene lugar, efectivamente, cuando la aplicación
de las penas y la investigación de sus presupuestos se sustraen a la parte ofendida y a
sus pr óximos y se transfieren con carácter exclusivo a un órgano judicial, es decir,
extra ño, a las partes interesadas e investido con la potestad de decidir sobre sus
razones contrapuestas” (Ferrajoli,1997:538), de all í que esta garantía constituya el
presupuesto de las demás garantías procesales.
1.2.2. Establecimiento de Límites Precisos y Objetivos a la Potestad Estatal. Lógica
consecuencia en un Estado de derecho liberal y democrático, cuyo objetivo primordial
es la protección de los derechos fundamentales de la persona. La doctrina ha acogido
el criterio de que “el ius puniendi puede ser ubicado en el contexto del estado social de
derecho y en el plano de una legitimación reducida a la más estricta y severa
necesidad social de proteger igualitariamente bienes jur ídicos imprescindibles para la
coexistencia pacífica.
Precisamente las reglas objetivas, generales e igualitarias del derecho penal objetivo
se conciben como límites de ese poder punitivo del Estado, justo al lado y bajo presión
de los principios y valores superiores del ordenamiento jurídico, como lo son las
normas de garantía penal y procesal penal, las normas rectoras de la ley penal y
procesal penal, los derechos fundamentales consagrados en la constitución y los
derechos humanos” (Fernández C, 1994:34). Los límites del ejercicio de poder implican
que la intervención del Estado se reducen a los casos que revistan tal gravedad por
lesionar derechos humanos importantes, y porque la no intervención significaría dejar
impune un delito erosionando, de este modo, la coexistencia pacífica.
1.2.3. Participación Ciudadana: Transparencia y Control Popular. La incorporación de
los ciudadanos en la administración de justicia en un gran paso por la profundización
de la democracia y la transparencia de los procesos penales cuando esta participación
se realiza a través del jurado, pero también constituye un medio de control cuando el
juicio penal se efectúa en presencia de la comunidad, “Mediante la realización del juicio
frente a la ciudadanía se puede garantizar mejor un adecuado comportamiento de los
jueces, una defensa efectiva, una mayor control de las pruebas, entre otros aspectos.
Por el contrario, todo espacio de oscuridad o falta de transparencia corre el riesgo
cierto de dar lugar a la arbitrariedad y a la violación de derechos” (ONU, 1994). Para
evitar la arbitrariedad no es suficiente la garantía de una magistratura independiente
de los otros poderes del Estado, aunque es un importante frente contra la corrupción
del poder, “pero, el sistema de garantía no está completo sino son preservados los
mecanismos de control popular.
Transparencia es control popular y control popular significa una magistratura
verdaderamente independiente al servicio de los ciudadanos” (Binder, 1997:76). El
mecanismo más idóneo para conseguir la transparencia, y en consecuencia ejercer el
control, es mediante la publicidad, en este sentido, el Comité de derechos Humanos
considera “que las audiencias deben estar abiertas al público en general, incluidos los
miembros de la prensa, sin estar limitados, por ejemplo, a una determinada categoría
de personas” (ONU, 1994).
La transparencia exige, además, que los tribunales lleven su tarea administrativa y
relación de causas, ajustados a los procedimientos pertinentes a fin de que permitan
un monitoreo constante que de cuentas del funcionamiento del tribunal.
1.2.4. Humanización de las Penas y de la Privación de Libertad. En un Estado
democrático no tienen cabida las penas crueles, inhumanas y degradantes, y la pena
privativa de libertad debe preservar, en todo caso, la dignidad humana, para ello el
sistema penitenciario debe ser flexible, progresista y humano, encaminado a conseguir
la reinserción social, y el centro penitenciario reunir las condiciones esenciales para
garantizar la protección de los derechos fundamentales: vida, salud e integridad de los
internos. “La prisión “ideal” no existe y nunca existirá, incluso suponiendo que se
consigan las mejores condiciones materiales, siempre quedaría la privación de libertad
(…). Pero esta limitación nos puede frenar en el camino de mejorar constantemente las
instituciones penitenciarias porque una cosa es bien cierta, y es que una sociedad se
juzga por el destino que reserva a sus marginados y a sus excluidos” (Oliart Pons,
1994:40). En otras palabras, es necesario crear las condiciones que permitan el
aseguramiento de todos sus derechos así como generar situaciones favorables a su
reinserción social.
2. LA POLÍTICA CRIMINAL EN LA LEY ORGÁNICA DE PROTECCIÓN DE NIÑOS
Y ADOLESCENTES
Como se señaló anteriormente, la concreción de la política criminal en la realidad
social se efectúa mediante normas jurídico-penales contenidas en códigos y leyes
especiales, los cuales definen los conflictos, establecen el procedimiento a seguir para
resolverlos, y por la organización del sistema judicial, por donde se encausarán tales
conflictos. Es importante, entonces, analizar en el plano de lo concreto la política
criminal, vale decir la respuesta estatal, de un determinado problema. Se tomará para
este estudio, la responsabilidad penal del adolescente establecida en la Ley Orgánica
de Protección de Niños y Adolescentes (LOPNA).
Posición institucional del adolescente en el Proceso Penal.
a) Ante el Proceso Penal. Pareciera que el adolescente sujeto de derecho, persona
en desarrollo y objeto de protección integral, se desdibujara para tomarlo en cuenta
sólo como infractor. La exposición de motivos de la Lopna considera al adolescente
infractor, “como una precisa categoría jurídica”, la cual es asignada a quien ha
cometido algún hecho punible en cuyo caso, según el artículo 528 de la Lopna,
responde igual que el adulto con la diferencia de que será juzgado en jurisdicción
especializada y que la pena, llamada sanción por la ley, es menor en su l ímite máximo.
El proceso al que será sometido el adolescente imputado, difiere muy poco del de los
adultos y el artículo 537 de la Lopna establece que en todo lo que no se encuentra
expresamente regulado en ella, debe aplicarse supletoriamente la legislación penal
sustantiva y procesal. El proceso penal establecido en la ley contradice la afirmación de
la exposición de motivos al considerar a los menores de dieciocho años y mayores de
doce a ños, como inimputables penalmente aunque responsable.
Para la teoría del delito, los inimputables están excluidos del derecho penal tal ha
sido el caso de los dementes y de los menores, no se entiende, a la luz de dicha teoría,
como se puede ser inimputable y responsable al mismo tiempo. La ambigüedad parece
aclararse en el mismo texto de la exposición de motivos al manifestar que la “más
moderna doctrina aconseja incluso dejar de un lado los eufemismos y asumir, de una
vez por todas, que los adolescentes infractores tienen responsabilidad penal, de la
misma naturaleza que la del adulto, si bien atenuada.”
Esta es precisamente, la concepción que subyace en el procedimiento penal del
adolescente cuya estructura es igual al que el Código Orgánico Procesal Penal
establece para los adultos, en otras palabras, el adolescente que ha cometido un delito
es visto como un imputado que debe ser llevado a juicio, aún cuando no esté
plenamente presente en él, la capacidad de querer y comprender el acto y actuar de
acuerdo a esa comprensión, para responder por el daño causado, en caso de que se
demuestre su culpabilidad. Está muy lejos el sistema de responsabilidad penal, con
todas las garantías procesales que tiene, de estar ajustado a un adolescente que está
afrontando difíciles momentos en su tránsito hacia su vida adulta. En esta etapa surge
el problema del dominio emocional, éste, aunque dif ícil “es necesario para defender al
adolescente de las perturbaciones derivadas de las reacciones intensas, capaces de
dificultar
el
autodiscernimiento,
el
autogobierno
y
la
autodirección”
(Carneiro,
1990:165). Sabemos que en este período de la vida las emociones se agudizan y
adquieren fuerza y complejidad y la violencia que implica un proceso penal, así como la
institucionalización de un adolescente pueden influir de modo perturbador e
irreversible en su vida emocional.
b) Durante el proceso. Y de acuerdo con el artículo 655 de la Lopna, los padres,
representantes o responsables del adolescente podrían intervenir en el procedimiento
como coadyuvantes en la defensa, se reconoce así el derecho que tiene el adolescente
de mantener sus nexos con su familia, pero, realmente es una asistencia afectiva, su
intervención consiste en la posibilidad de asistir al acto de conciliación, si lo hubiere, a
estar presente en el juicio, a recurrir en revisión, coadyuvar en la defensa, a estar
informada respecto a la situación y los derechos del adolescente y a visitarlo
semanalmente en el sitio de reclusión. Ninguno de éstos aspectos tiene carácter de
obligatorio por lo que la inasistencia de padres o representantes a algún acto o la
omisión de mantenerlos informados, no ocasione la nulidad de aquellos. Para la Lopna,
la presencia de los padres en el proceso desde el momento de la detención, es un
derecho del adolescente, en consecuencia, éste puede solicitarlo inmediatamente si así
lo desea, asimismo, el artículo 564 referido a la conciliación prevé la concurrencia de
padres, representante o responsable a la reunión donde la víctima, presentará su
acusación y oirá las proposiciones, el 588 establece que en la audiencia del juicio
podían estar presentes los padres, representantes o responsables del adolescente, y el
artículo 655 señala que podrán intervenir en el procedimiento como coadyuvantes en
la defensa, no dice la ley de que forma podrían hacerlo.
En todo caso, será el Defensor quien determine las decisiones a tomar y la
colaboración se reducirá a las pequeñas diligencias que los familiares acostumbran a
realizar en estas situaciones. Como se observa, no se refleja en los artículos
mencionados
una
verdadera
comunicación
entre
los
padres
o
representantes
adolescentes y Defensor, que permita una clara comprensión de todo el procedimiento
que conlleve a una mejor defensa y mayor participaci ón consciente del adolescente en
la misma. Un proceso penal con garantías, puede convertirse en un sistema cerrado si
el elemento fundamental de la comunicación falla, quedándose el adolescente excluido
de ese medio en donde se desenvuelve, el Juez, el Fiscal, el Defensor, con un lenguaje
que no entiende y unas formalidades que desconoce, expone al adolescente, “además
de lo obvio de sufrir una condena, a quedarse fuera del sistema en el que se mueve el
Juez y que el proceso en su totalidad asuma las características de un acto unilateral en
el que el menor está ocupado exclusivamente en no hundirse” (Ferrari, 60). Estas
dificultades podrían inducirlo a evitar un juicio mediante una admisión de los hechos,
sin tener suficientes evidencias incriminatorias en su contra.
La comprensión del proceso es tan importante que de ello depende que el
adolescente pueda tener una participación más activa en relación a éste. La Lopna le
ha
asignado
diversas
iniciativas
al
adolescentes
que
pueden
ser
ejercidas
autónomamente tales son los siguientes casos: la revisión de la prisión preventiva
(Art.548), solicitar le reciban declaración (Art. 577) hablar en todo momento con su
defensor (Art.595), recurrir a casación (Art.610), presentar peticiones ante cualquier
autoridad, promover incidencias ante el Juez de ejecución, comunicarse libremente con
sus padres (Art.629.F y G). Todo esto tiende a no ser una comunicación en un sólo
sentido que refleja una autoridad que escucha, que valoriza las diversas posiciones de
los sujetos pero, que también sabe que tiene el poder para decidir de modo autónomo
e independiente, de manera que siempre hay el riesgo de que “se estructuren nuevas
formas de paternalismo intrusivo o de autoritarismos enmascarado o lleno de
contenido técnico y operativos, y aún los de la extensión del control judicial más allá
de los limites propios (…)” (De Leo,65) y esto a pesar de la reducción de los márgenes
de discrecionalidad del Juez, mediante un sistema de garantías derivadas de la
concepción del proceso acusatorio.
c) El Proceso Penal del Adolescente. Tiene como fundamento el principio
criminológico de la
“mínima intervención penal” que en la ley se traduce en la
concepción de la privaci ón de libertad como última ratio, es decir para los casos muy
graves, e impuesta exclusivamente por el juez, y por la garantía de los términos de
vencimiento temporal de las sanciones así los servicios a la comunidad no podrá
exceder los seis meses, la libertad asistida dos años, la semi libertad un año, la
privación de libertad tiene como límite máximo cinco años. La precisión en la sanción
evita que ésta pueda ser extendida con el argumento de la utilidad para el menor. Se
toma también en cuenta el criterio de oportunidad de acuerdo al artículo 569 el Fiscal
del Ministerio Público podrá solicitar al Juez de Control se prescinda del juicio, o se
limite éste a una o varias infracciones menores, o sólo a alguno de los adolescentes
partícipes, cuando:
a) Se trate de un hecho insignificante o de una participación mínima.
b) El adolescente colabore eficazmente con la investigación.
c) El adolescente, haya sufrido, a consecuencia del hecho, un daño físico o moral
grave.
d) La sanción que se espera por el hecho, de cuya persecución se prescinde, carezca
de importancia en consideración a la sanción ya impuesta o a la que cabe esperar por
los restantes hechos.
Otro aspecto a señalar se refiere a las medidas cautelares las cuales según el artículo
582 podr án ser acordadas por el Juez, siempre que las condiciones que autorizan la
detención preventiva puedan ser evitadas razonablemente con la aplicación de otra
medida menos grave para el imputado.
También el artículo 647 impone al Juez de ejecución la atribución de revisar las
sanciones impuestas al adolescente” por lo menos una vez cada seis meses, para
modificarlas o sustituirlas por otras menos gravosas, cuando no cumplan con los
objetivos para los que fueron impuestas o por ser contrarias al proceso de desarrollo
del adolescente”. Se evalúa, de este modo, la forma como el adolescente acepta y
enfrenta las sanciones o medidas que le fueron asignadas, esta previsión puede
evidenciar si la medida impuesta está causando perjuicio a la personalidad del menor o
las exigencias educativas del mismo. De lo expuesto se observa una clara tendencia a
limitar la intervención penal.
3.
DISEÑO
DE
LA
RESPUESTA
ESTATAL
A
LA
INFRACCIÓN
DE
LOS
ADOLESCENTES
El modelo obedece a una política criminal fundamentada en la ideología liberal
caracterizada por: la denominación legal, la ley define al delito, la libertad como valor
de referencia, la distinción entre delito y desviación y por la limitación del alcance de la
intervención del Estado en el campo de la desviación. La parte más visible de la política
criminal del modelo liberal se manifiesta a partir de la respuesta al delito, la cual es
siempre estatal por su formulación legal, por las instancias del control especialmente
de la policía de investigación, fiscales, jueces y administración penitenciaria.
La formulación legal inspirada en Beccaria se expresa en el principio de legalidad de
los delitos y las penas, basamento del derecho penal actual, así el artículo 529 de la
Lopna establece que “ningún adolescente puede ser procesado ni sancionado por acto
u omisión que, al tiempo de su ocurrencia, no esté previamente definido en la ley
penal, de manera expresa e inequívoca, como delito o falta ( …)”.
Otra característica propia de la ideología liberal o del Estado de Derecho es la
protección del imputado por la ley frente a cualquier arbitrariedad estatal, a través de
garantías fundamentales contenidas del artículo 538 al 550 de la Lopna, la cual recoge
lo que al respecto dispone la legislación nacional y los pactos internacionales en
materia de Derechos Humanos. Estos comprenden los siguientes:
Dignidad. Entendida como un derecho inherente al ser humano, haciendo extensión
del concepto, dentro del contexto de la responsabilidad penal, se corresponde con el
derecho a la igualdad ante la ley, la integridad personal y el libre desarrollo de la
personalidad (Art. 538).
Proporcionalidad . Alude a las sanciones las cuales deben ser racionales y
proporcionales al hecho punible y a sus consecuencias (Art. 539). Para el derecho
penal moderno la proporcionalidad est á referida tanto a la entidad del daño como a la
culpabilidad.
Presunción de Inocencia. Esta se presume hasta que la misma no se desvirtúe por
una sentencia firme que determine la existencia del hecho y la participación culpable
del adolescente imputado, imponiendo una sanción (Art.540). En consecuencia, la
culpabilidad no se presume, ella debe ser construida a través del proceso, mediante
pruebas fehacientes aportadas por la parte acusadora. La prueba debe ser plena. La
Comisi ón Interamericana de los Derechos Humanos en el Informe Argentina condenó
como violatoria de la presunción de inocencia la práctica de la detención y
enjuiciamiento de individuos basándose en “semi-pruebas de culpabilidad” (OEA,
1980:245), en igual sentido se pronunció la referida Comisión con relación a las
llamadas evidencias circunstanciales salvo casos en que las mismas contengan
abundantes y coincidentes indicios acusatorios contra una persona sindicada de la
acción (OEA,1981:88). De acuerdo con esta garantía, el adolescente tiene derecho a
ser tratado como inocente y se violaría la garantía si se le priva de libertad, o si es
objeto de comentarios públicos negativos.
Información. El adolescente investigado o detenido debe ser informado de los
motivos de tales actos. Esta garantía está recogida en forma más precisa en el C ódigo
Orgánico Procesal Penal el cual establece el derecho del imputado a “que se le informe
de manera específica y clara acerca de los hechos que se le imputan”, esto con el fin
de que el imputado conociendo esta circunstancia, pueda defenderse de la acusación
que se le hace y poder evitar o reducir las consecuencias jur ídicas del hecho punible.
El Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, en su artículo 14.3 exige
que la información sea sin demora, en un idioma que se comprenda y en forma
detallada, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, por su parte, habla de
comunicación previa y detallada. Sin embargo las expresiones “sin demora”, “previa” y
“detallada” son un poco imprecisas. La doctrina es del criterio que “no debe admitirse
dilaciones indebidas y que debe hacerse en la primera oportunidad y no cuando la
autoridad lo crea conveniente” (Fa úndez, 1989:288).
El mismo artículo dispone que el adolescente investigado o detenido tenga el derecho
a no incriminarse, es decir, declararse culpable. Esta garantía tiende a proteger la
integridad física y mental de la persona inculpada, en este caso al adolescente, ya que
con el fin de obligar al imputado a confesarse culpable se utilizan con frecuencia
métodos vinculados a la tortura. Advierte las Naciones Unidas que “debe establecerse
por ley que las pruebas obtenidas por éstos métodos o cualquier otra forma de
coerción son enteramente inaceptable” (ONU, 1994:20). Por otro lado la Convención
Americana recomienda que se tomen las declaraciones de auto incriminación por parte
de los procesados ante un juez y con la presencia de un abogado defensor (CIDH,
1993:100). La garantía que se comenta, expresa la absoluta incoercibilidad moral del
acusado y la imposibilidad de utilizar cualquier medio para obtener de él mismo
pruebas en su contra.
Otra garantía establecida en el artículo 541, está relacionada con el derecho a
solicitar la presencia inmediata de sus padres, representantes o responsables y su
defensor, atendiendo al papel fundamental que debe desempeñar la familia en la
garantía de los derechos del ni ño (as) y adolescentes. En cuanto a la defensa, “es la
garantía b ásica del juicio, sin ello lo demás carecen de sentido” (Tinedo, 1999:17) es
un derecho inviolable cuyo ejercicio no puede impedirse y un deber para el Estado, el
cual está obligado a proveerlo a quien no pueda o no quiera ejercitarla.
Derecho a ser oído. El adolescente puede expresar libremente, durante, la
investigación, en el juicio y durante la ejecución de la sanci ón (Art. 542), lo que a bien
tenga para evitar la persecución penal o suavizar la consecuencia de la misma. En el
señalado artículo se dispone que cada vez que deba oírsele se le explicará el contenido
del artículo 60, ordinal 4º de la Constitución, el cual con la aprobación de la nueva
Constitución de 1999, pasó a ser el artículo 49, nº 5 Y cuyo contenido se refiere a que
“ninguna persona puede ser obligada a confesarse culpable o declarar contra s í misma,
cónyuge, concubino o concubina, o pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad
y segundo de afinidad. La confesión solamente será válida si fuese hecha sin coacción
de ninguna naturaleza.” Con la lectura de este numeral se persigue llevar al
conocimiento del adolescente que no puede ser obligado a confesar su participación en
un hecho ilícito, por medio de la fuerza o la intimidación como se expuso
anteriormente, ya que cualquier declaración hecha bajo coacción será invalidada y no
podía ser tomada en cuenta como prueba en su contra.
El artículo 542 comprende dentro del derecho a ser oído, el derecho que tiene el
adolescente que no entienda el idioma castellano, de tener la asistencia gratuita de un
intérprete, este aspecto no sólo refuerza esta garantía, sino también, al derecho a la
defensa, imposible que una persona que no tenga la comprensión del idioma en el que
va a ser juzgado, ni pueda expresarse en el mismo logre un juicio justo, de allí la
protección legal. El desconocimiento o dificultad para entender el idioma usado por el
tribunal, por parte del adolescente, no puede ser un obstáculo para la defensa., ni una
limitación para que el juez pueda comunicarse con el acusado a fin de conocer
detalladamente su participación en los hechos antes de dictar sentencia. En este
aspecto es importante señalar el caso del adolescente indígena, el cual de conformidad
con el artículo 30 de la Convención sobre los Derechos de Niño, tiene derecho a
emplear su propio idioma, en consecuencia se debe tomar en cuenta la disposición del
artículo de la constitución que…
Juicio educativo. Según el contenido del artículo 543, “el adolescente debe ser
informado de manera clara y precisa, por el órgano investigador y por el tribunal,
sobre el significado de cada una de las actuaciones procesales que se desarrollen en su
presencia, y del contenido y de las razones legales y ético-sociales de las actuaciones
que se produzcan”. El proceso penal de menores pretende tener como trasfondo un
sentido pedagógico así ha incluido en este artículo que sea informado sobre el
significado de las actuaciones procesales y las decisiones que la produzcan, con la
finalidad de que el proceso sea conocido y entendido por el adolescente, dirigido a la
concientización de la responsabilidad. Igualmente en el artículo 621 se afirma que las
sanciones tienen una finalidad primordialmente educativa. Decir que el proceso penal
del adolescente tiene un sentido pedagógico, es una mitificación porque ninguna razón
legal, ético social o de cualquier otra índole, mucho menos las penas que se impongan,
así las llamen eufemistamente sanciones, desnaturalizan el carácter penal del proceso
ni le añaden funciones ni objetivos que no le son propios.
El proceso penal no puede ser pensado y estructurado según objetivos de orden
psicológicos o pedagógicos., ya que tal criterio no sirve para justificar por sí solo un
proceso penal para el adolescente, “porque la administración de justicia penal, ya sea
para jóvenes o para adultos, no es más que un subsistema que debe formar parte del
conjunto de elementos y acciones interrelacionadas con la política criminal” (Buaiz,
2000:322) y dentro de ésta el proceso penal est á centrado en la búsqueda de la
verdad “ la toma de consciencia, la responsabilidad, la justicia, en cuanto tal, debe
permanecer como posibilidad del todo excepcional y residual en la vida de los
adolescentes (De Leo, 65). Por otra parte, las sanciones penales son inevitablemente
punitivas. De lo que se trata, más bien, es de que ante la necesidad de establecer la
verdad en el proceso, se fijan garantías a fin de que la experiencia sea lo menos
traumática posible y se le permita ejercer su derecho a la defensa a plenitud.
No se puede admitir que la privación de libertad sea un medio para cumplir fines
pedagógicos dirigidos a que el adolescente asuma su responsabilidad, entienda el daño
que con el hecho cometido ha ocasionado la sociedad, comprenda que con su conducta
ha violado los valores y derechos de otros, porque la finalidad de la privación de
libertad se convertiría, no en la garantía de sus derechos, sino en el reforzamiento de
la seguridad de sus víctimas potenciales, en este sentido, el adolescente es tomado
como objeto y no como sujeto que espera, como persona vulnerable que es, que a
través de programa ajustado a sus necesidades, no le afecten sus derechos
fundamentales y se le ayude a minimizar los efectos negativos del internamiento.
Defensa. El artículo 544 establece la inviolabilidad de la defensa que según esta
norma no es sólo durante la investigación y proceso como lo establece el artículo 49
numeral 1º de la Constitución, sino que se garantiza hasta el cumplimiento de la
sanción impuesta, lo que revela cierta ambigüedad porque la defensa es una garantía a
favor de la persona que debe afrontar una acusación, por haber cometido un delito, y
una vez finalizado el proceso, donde se discute sobre la imputación, bien absolviendo o
condenando se agota el ejercicio de la defensa a la que se refiere la garantía. Sin duda
que cada vez que se inicie un proceso, cualquiera que sea su naturaleza jurídica, la
garantía de la defensa podr á ejercitarse. En lo que a la titularidad del derecho se
refiere éste se detenta desde el nacimiento de la persona, por el sólo hecho de serlo.
Acuerda el artículo que a falta de defensor privado, el adolescente debe tener la
asistencia de un defensor público especializado. Es evidente que “sin la asistencia
jurídica adecuada, el derecho a defenderse carece de sentido para una persona que
desconoce sus derechos, o que no sabe como hacerlos valer, o que carece de
preparación técnica para responder argumentos legales, confrontar testigos o refutar la
evidencia presentada por la parte acusadora” (Fa úndez, 1993:310). En consecuencia
se requiere de la asistencia técnica la que sólo podrá lograrse de una persona sometida
a una preparación dirigida a estos fines como lo es el abogado.
Confidencialidad. El artículo 545 prohíbe la publicación de datos de la investigación
o del juicio, que directa o indirectamente, posibiliten identificar al adolescente, la
finalidad en este caso, es evitar la estigmatización del adolescente, lo que de todos
modos ocurre en los casos de que resulte sancionado con pena privativa de libertad.
Muchas han sido las investigaciones que han analizado la realidad del internamiento y
desde las cárceles hasta los modernos centros de detención se revelan, en estas
investigaciones, que las mismas están dominadas por factores que impiden cualquier
intento de reeducación y de reinserción, al contrario, ejercen efectos contrarios a la
reeducación. “La educación, dice Baratta, alienta el sentimiento de libertad y de
espontaneidad del individuo; la vida en la cárcel, como universo disciplinario, tiene un
carácter represivo y uniformante” (Baratta, 1986:194). El albergue de menores igual
que en la cárcel, es un sitio de internamiento de carácter represivo, se llega allí a
cumplir una sentencia condenatoria que lo obligará a permanecer en ella un tiempo
determinado, y la disciplina que allí le impondrán no estarán dirigidas a desarrollar su
personalidad, sino a educarlo para ser un buen detenido. Afirma Baratta que “todos los
intentos teóricos y pr ácticos por justificarla, resaltando las funciones útiles, como la
resocialización se pueden considerar fracasadas. Los esfuerzos que se pueden hacer,
sólo pueden introducir elementos de recuperación individual y social más allá y más
acá de los muros de la cárcel, en las condiciones negativas impuestas por la penasufrimiento -, pero no transformara ésta en un instrumento útil para el individuo y para
la comunidad (…) la tendencia a disociar la culpabilidad de la estigmatización; a
construirla como límite de la responsabilidad (…) refleja en la ciencia penal más
avanzada, la crisis de legitimación que abarca el sistema punitivo”(Baratta, Mimeo, 190
S/F).
Pakesh, después de concluir varias investigaciones clínicas sobre delincuentes afirm ó
que “el establecimiento penitenciario no puede cumplir su fin como establecimiento
educador” (En Baratta, 1990, S/F)), sin negar la posibilidad que algunos casos deban
juzgarse en reserva, la renuncia a la audiencia pública pudiera estar en contradicción
con la transparencia del juicio el cual implica el control popular sobre la tarea de los
funcionarios que ejercen el poder del Estado. “El sistema de garantías no está
completo sino son preservados los mecanismos de control popular” (Binder, 1997:76),
que en definitiva lo que busca es una magistratura independiente y al servicio de los
ciudadanos.
Debido Proceso. Se refiere el artículo 546 a que el proceso penal de adolescente es
oral, reservado, rápido, contradictorio y ante un tribunal especializado. Esta garantía
tiene un eje central en el concepto de juicio. El código Orgánico Procesal Penal (Copp),
establece que “nadie podrá ser condenado sin un juicio previo, oral y público, en el
caso de los adolescentes el juicio es reservado. La oralidad es la mejor forma de
expresarse y de lograr la rapidez, es decir, de ser juzgado, como también lo exige la
Convención americana, sin demoras en un plazo razonable. El proceso debe ser
contradictorio, lo que implica garantizar que tanto el acusador como el acusado puedan
producir en juicio las pruebas que justifiquen la imputación del acusador, y la defensa
en caso del adolescente. De conformidad con el artículo 665 de la lopna, corresponde a
la sección de Adolescente de los Tribunales Penales ordinarios el ejercicio de la
jurisdicción
para
la
resolución
de
los
asuntos
sometidos
a
su
decisión.
La
especialización que se requiere es por la materia, sólo conocerá el Tribunal, así
constituido, de los casos penales que involucren adolescentes, en consecuencia, los
jueces de control, juicio y ejecución atenderán exclusivamente dichos casos.
Única Persecución. Establece el artículo 547 que “la remisión, el sobreseimiento y
la absolución impiden nueva investigación o juzgamiento del adolescente por el mismo
hecho, aunque se modifique la calificación legal o se conozcan nuevas circunstancias”.
En los dos primeros casos no se produce el debate, razones de oportunidad o
humanitarias pueden conllevar a que el juicio no se produzca, pero, si se realiza y el
mismo conduce a una absolución, igualmente, el adolescente favorecido con cualquiera
de estas medidas, queda exento de ser juzgado, por el mismo hecho aunque la
calificación sea otra o aparezcan nuevas circunstancias que pudieran dar pi é a un
juicio. En el caso de la remisión razones de política criminal acogidos en la Lopna lo
impiden, en el sobreseimiento razones legales y de principios generales del derecho y
en el último caso, la cosa juzgada y el principio nobis in idem.
Excepcionalidad de la Privación de Libertad. No precisa el artículo 548 en que
consiste la excepcionalidad, porque se entiende según el artículo 628, que la privación
de libertad se aplica en caso de los delitos de homicidios, lesiones gravísimas,
violación, robo agravado, secuestro, tráfico de drogas y robo o hurto sobre vehículos
automotores, igualmente en el caso de reincidencia cuando el hecho punible de la
nueva sanción prevea pena privativa de libertad que, en su límite máximo, sea igual o
mayor a cinco años. Para la moderna doctrina tomar en cuenta la reincidencia para
agravar la sanción lesiona la dignidad humana porque lo que se está valorando es la
conducta anterior de la persona, es decir, su peligrosidad, se juzga al autor y no al
hecho recientemente cometido, lo que , además, contradice la excepcionalidad de la
privación de libertad ya que en el supuesto de que en concordancia con el principio del
interés superior del adolescente el juez considere que concurren circunstancias que
pudieran dar lugar a sustituir la pena privativa de libertad por otra medida, no podría
hacerlo, desmejorando la situaci ón del imputado.
El mismo artículo en su literal c) señala otro aspecto más grave aún, al disponer
privación de libertad hasta por seis meses cuando se incumpliere, injustificadamente,
otras sanciones impuestas, castigándose al no acatamiento a la autoridad y la
indisciplina que significa que la inobservancia a la regla, se supone que las sanciones
impuestas a que se refiere el literal c) del artículo 628, se cumplen en libertad, porque
no ameritó la privación de ella, sin embargo; el incumplimiento, mal menor, merece
ser castigado, y en este caso con la privación de libertad.
Es importante señalar que el artículo 558 permite la detenci ón hasta por noventa y
seis horas cuando el adolescente en investigación penal, no estuviera identificado o se
le haga necesaria la confrontación de identidad aportada, igualmente el art ículo 559 el
juez de Control podrá decretar la detención para asegurar su comparecencia a la
audiencia preliminar. Lo anteriormente expuesto permite afirmar que no obstante la
excepcionalidad, la ley deja suficiente espacio para privar de libertad al adolescente.
Por otro lado, investigaciones recientes dan cuenta de detenciones preventivas
basada en presunciones de fuga. Es lógico entender que la prisión reviste particular
gravedad si se ejecuta en un adolescente, una persona en desarrollo con mayor
dificultad para elaborar el trauma que ello implica y cuya vivencia en edad tan
temprana contribuyen a moldear su personalidad definitiva.
Separación de adultos. Prevé el artículo 549 que, en prisión preventiva o
cumpliendo sanción privativa de libertad los menores deben permanecer en áreas
exclusivas para ello, siempre separados de los adultos. Es de advertir que se ha venido
observando que en razón a que los albergues existentes no son suficientes, han
recluido
a
los
adolescentes
pr óximos a los 18 años en cárceles de adultos
contraviniendo la expresa disposición del artículo mencionado así como la disposición
26.3 de las Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia
de Menores, el artículo 37.c) de la Convención para los Derechos del Niño y la regla 29
de las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de
Libertad, las cuales tienen como objetivo proteger al menor contra influencias nocivas
y situaciones de riesgos.
Proceso a Indígenas. Prevé el artículo 550 para los adolescentes indígenas la
posibilidad de que en el proceso penal en su contra, se observe, además de las reglas
de la Lopna, sus usos y costumbres y se oirá a las autoridades propias, siempre que
sea posible su comparecencia.
La legislación venezolana no tiene definido quienes son las autoridades ind ígenas
legítimas, pero existe en la Asamblea Nacional, para su discusión, el Anteproyecto Ley
Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas, la cual en su artículo 111 señala como
tal, “a las personas, instancias colectivas o instituciones que cada pueblo o
comunidades indígenas establece y designa según sus propias reglas y para las
funciones que dichos pueblos definen (…)”, esta persona o instancia colectiva o
institucional podría con su intervención lograr que el juez al imponer la sanción, si
fuera el caso, tomara en cuenta la cultura indígena en cumplimiento con el artículo
550, sus usos y costumbres y nadie mejor que la autoridad indígena para informar al
respecto.
3.1. El Proceso Penal.
El procedimiento para determinar la responsabilidad penal del adolescente sigue el
modelo del sistema acusatorio caracterizado por el respeto a las garantías ciudadanas
de los imputados y por los principios de oralidad, continuidad, inmediación y
publicidad. En el caso de los adolescentes, el juicio es oral, continuo, inmediato, pero
privado, como se señaló anteriormente.
El ejercicio de la jurisdicción le corresponde a la sección de adolescentes de los
Tribunales Penales Ordinarios y a la Sala Penal del Tribunal Supremo.
De conformidad con el artículo 666, el control de la investigación y la audiencia
preliminar est á a cargo de un juez profesional llamado Juez de Control y en los lugares
donde no funcione este tribunal, asumirá esta responsabilidad el Juez de Municipio.
El tribunal de Juicio estará integrado por un juez profesional y cuando la sanción del
delito imputado sea de privación de libertad, además, por dos escabinos.
El Juez de Ejecución, encargado de velar por el cumplimiento de las sanciones
acordadas en el juicio, es también un juez profesional.
Las apelaciones se oirán en la Corte Superior constituida por una o más salas de
Apelaci ón e integradas por tres jueces profesionales.
El proceso penal del adolescente está estructurado en las siguientes fases:
a) Investigación. Tiene como objeto confirmar o descartar la existencia de un hecho
punible y determinar si un adolescente cometió el hecho. El Fiscal del Ministerio
Público, auxiliados con los cuerpos policiales dirige esta etapa de la cual debe tener
conocimiento el Juez de Control a quién le compete autorizar las acciones que el Fiscal
necesite realizar para la obtención de pruebas, así como velar porque se respeten los
principios del ordenamiento jurídico.
b) Acusación. Finalizada la investigación, el Fiscal del Ministerio público presentará
acusación, si considera que de la investigación se obtuvieron evidencias que la
fundamenta. Una vez presentada la acusación el Juez de Control pondrá a disposición
de las partes las evidencias recogidas a fin de que sean analizadas en el plazo de cinco
días y fijará la audiencia preliminar.
c) Audiencia Preliminar. Ante de vencer el plazo fijado para la audiencia preliminar
las partes podrían producir, por escrito, argumentos que le permitan alegar falta de
fundamento en la acusación, oponer excepciones, proponer acuerdo conciliatorios,
ofrecer medios de pruebas, entre otros. El día señalado para la audiencia, se realizará
la prueba propia de la audiencia preliminar, y se oirá la pretensión de cada una de las
partes, incluso la declaración del adolescente imputado si este lo solicita. Finalizada la
audiencia, el juez resolverá las cuestiones planteadas y decidirá sobre la admisión total
o parcial de la acusación y ordenará el enjuiciamiento del imputado. Si la rechaza
totalmente, sobreseerá.
d) Juicio oral. Es la fase más importante del proceso penal, es donde en definitiva se
podrá establecer la responsabilidad o no del imputado en base a la pruebas
confrontadas durante el juicio contradictorio en presencia del Juez, Defensor, Fiscal y
del acusado culmina con la sentencia absolutoria o condenatoria contra ésta se pueden
oponer recursos de apelación, de casación y de revisión.
e) Sanciones. La Lopna establece la amonestación, imposición de reglas de conducta
con una duración máxima de dos años, servicios a la comunidad por un período que no
puede exceder de seis meses, libertad asistida hasta dos años, semi libertad hasta un
año y la privación de libertad cuya duración no podrá ser menor de un año ni mayor de
cinco.
f) Ejecución de las medidas. La vigilancia y control de la ejecución de las medidas
impuestas por la sentencia, le corresponde al juez de Ejecución quien tiene
competencia para resolver las incidencias que se presenten en el curso del
cumplimiento de la medida contenida en la sentencia.
g) Ministerio Público y Policía de Investigación. El artículo 648 de la Lopna,
asigna al Ministerio Público el monopolio del ejercicio de la acción pública para exigir la
responsabilidad penal del adolescente. Esta función se ejecuta a través de fiscales
especializados, quienes son los encargados de solicitar, mediante acusación, el
enjuiciamiento del adolescente imputado, una vez que las investigaciones realizadas
sobre el hecho le proporcionen evidencias suficientes para fundamentar dicha solicitud.
De acuerdo con el artículo 553, la investigación debe hacerse tanto sobre los hechos y
circunstancias útiles para el ejercicio de la acción, como los que obren en favor del
adolescente imputado. En esta tarea el Ministerio Público contará con el auxilio de la
Policía de Investigación, cuyos integrantes deben estar especialmente capacitados para
trabajar con adolescentes (Art.651 de la Lopna). Hasta ahora, esta polic ía especial no
se ha formado, de ello se encarga el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y
Criminalísticas (CIPCC) quien junto con los fiscales, llevan adelante las investigaciones
de todos los imputados tanto adultos como adolescentes.
4. ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE ALGUNOS DATOS
Durante los meses de Agosto y Noviembre de 2004, se realiz ó una investigación
entre los adolescentes a fin de conocer algunos aspectos del funcionamiento del
sistema de Responsabilidad del Adolescente.
Los resultados se obtuvieron a través de la aplicación de un instrumento de
recolección de datos (encuestas y entrevistas) aplicadas a cuarenta y dos adolescentes
privados de su libertad en el Centro de Diagnóstico y Tratamiento ubicado en el
municipio la Cañada de Maracaibo, Estado Zulia. Dicho centro está conformado por
ambientes denominados Cañada I y Cañada II.
En el momento de la recolección de los datos en Cañada I estaban privados de
libertad veinte adolescentes y en la Cañada II veintidós.
Es de advertir, dado que la mayoría admitieron los hechos, que no se efectuó el juicio
propiamente, de manera que en los datos a exponer se entendería por tal, el momento
en que el menor se presentó ante el Tribunal de Control en la oportunidad de la
audiencia preliminar, para admitir los hechos objeto de la acusación. El efecto de este
recurso es la imposición inmediata de la pena, la cual en los casos de privación de
libertad, se podrá rebajar el tiempo que corresponda, de un tercio a la mitad.
Se desprende del gráfico que el grupo etario, que frecuentemente comete hechos
ilícitos está comprendido entre los 15 y 18 años, En este caso, treinta y nueve de los
cuarenta y dos. S ólo tres tienen edades entre 12 y 14 años.
Al indagar sobre el grado de instrucción se detectó que el porcentaje de los
analfabetas todavía es alto, doce de los adolescentes privados de su libertad, no saben
leer ni escribir, es decir, no han ido a la escuela revelándose así, la irresponsabilidad
de los padres, si se tiene en cuenta que los mismos viven con sus padres y familiares.
Sin escuela y sin trabajo disponen de demasiado tiempo libre para iniciarse en
actividades que pueden llegar a ser delictivas.
El delito con mayor frecuencia es el robo agravado, el cual alcanza el 75% en Cañada
I, y el 72% en Cañada II.
Si se toma en cuenta el porcentaje de los adolescentes que fueron condenados entre
tres y cuatro años, más el porcentaje del que resultó con la pena máxima, se observa
que el 50% de los adolescentes que se encuentran en Cañada I fueron sancionados
con penas altas.
En el caso de Cañada II, la mayoría de los adolescentes, el 59%, afrontan penas
altas.
La Mayoría de los adolescentes en juicio no participan en el mismo. Lo que induce a
pensar que sienten temor porque no se encuentran preparados para afrontar el juicio,
o su defensor recomendó guardar silencio,. Esta apreciación se corrobora en el
siguiente ítems.
Se observa en los adolescentes de Cañada I y II que la mayoría su participación en
juicio se limitó a narrar los hechos, ninguno adujo argumentos de exculpación
o
refutaci ón a los alegatos del fiscal, situación ésta que se explica porque la mayoría de
ellos admitió los hechos.
La mayoría de los adolescentes que fueron procesados durante el periodo de la
investigación declararon haber sentido miedo durante el juicio, lo que viene a explicar
su falta de participación durante el mismo.
En la respuesta a este ítems muestra, aunque en menor proporción, que no
obtuvieron ninguna información del Juez.
La suma del porcentaje en los dos grupos, Cañada I y Cañada II, muestra que el 87%
de los adolescentes no tienen conciencia de cómo repercutirá su permanencia en ese
centro
donde
cumplirá
la
pena
en
su
vida
futura
y
quienes
respondieron
afirmativamente, dijeron que serán rechazados por los demás. Esta apreciación revela
que los jóvenes no esperan lograr ningún cambio en sus vidas como efecto de sus de
reclusión, por lo menos lo que hasta ahora han recibido no está dirigido a ese cambio,
o no cubren sus expectativas.
La mayoría de los adolescentes penados, no cree que la educación sea el objetivo de
su privación de libertad, por el contrario, el 68% de los menores que están en Cañada
I, y el 86% de Cañada II, creen que el objetivo es modificar conductas, como dice
Foulcault, “lo que se trata de reconstruir en esta técnica de corrección no es tanto el
sujeto de derecho, que se encuentra prendido en los intereses fundamentales del
pacto social, es el sujeto obediente, el individuo sometido a hábitos, a reglas, a
órdenes, a una autoridad que se ejerce continuamente y en torno suyo y sobre él, y
que debe dejar funcionar automáticamente” en él”. (Foulcault, 1982:134).
En Cañada I, el 45% de los adolescentes juegan y el 55% estudian, no reciben
adiestramiento para el trabajo. En Cañada II el 23 % estudia y el 68% recibe el
adiestramiento. Es deseable que todos los adolescentes que no tengan un oficio
aprendan uno, ésto tomando en cuenta que la mayoría está allí por robo, lo que
significa que para cubrir sus necesidades acudían al delito y una vida sin éste, pasa por
tener un trabajo que le permita mantenerse en niveles dignos para él y su familia,
cuando la tenga. Asimismo, se debe crear incentivos para que todos estudien, dado el
alto índice de analfabetismo existente entre ellos.
La visita es la forma más común de relación familiar, sin embargo; algunos familiares
participan en talleres y actividades recreativas lo que es bien positivo, sobretodo los
talleres que pueden lograr mejorar las relaciones con los adolescentes para darles más
apoyo a fin de ayudarlo durante su permanencia en el centro.
Las fugas son pocas, cuatro de veinte en Cañada I y tres de veintidós en Cañada II, y
éstas se deben a que no les gusta estar encerrados, lo que evidencia que las
actividades de estos adolescentes deben ajustarse más a sus necesidades a objeto de
hacerles mas soportable su situación.
En el caso de los adolescentes indígenas, la totalidad de ellos, cuatro, afirmaron no
haber contado durante el juicio con la participación de alguna autoridad de su etnia
como lo dispone el artículo 550 de la LOPNA.
Todos los adolescentes, menos tres, treinta y nueve en total, admitieron los hechos,
lo que significa que el juicio se obvió y las pruebas aportadas, una de las razones por
las que se admiten los hechos, no fueron discutidas en juicio en casi la totalidad de los
casos, lo que no deja de llamar la atención, sobretodo cuando algunos adolescentes,
tres de ellos, opinan que la sentencia no fue justa, y el mismo número dice que
admitió los hechos por recomendación del defensor.
Esta medida tan favorable en el caso de los adultos, pudiera convertirse en arma de
doble filo en adolescentes que por su falta de madurez y de conocimientos, son
fácilmente manipulables y admitir los hechos pudiera significar falta de evidencias o
cuando menos debilidad de las mismas.
CONCLUSIÓN
La política criminal establecida para los adolescentes que han cometido delito, tiene
la misma estructura que la de los adultos, sólo se diferencia en que la jurisdicci ón es
especializada, y en la pena la cual tiene un límite máximo menor, además una
disposición expresa que en todo lo que no se encuentre regulado en la Lopna, debe
aplicarse supletoriamente la legislación penal sustantiva y procesal. Esto evidencia que
el adolescente que ha cometido un hecho ilícito es visto como un imputado que debe
ser llevado a juicio conforme a las decisiones que conforman esa política criminal, lo
que implica una transferencia de la persecución penal de adultos al sector de menores,
incluyendo, de este modo, las respuestas estatales a los actos ilícitos de los
adolescentes dentro del conjunto de los problemas político criminales del país.
Los cambios que la Lopna tiene a nivel de lenguaje, donde la sentencia pasa a ser
sanción, la pena medida, la cárcel, institución de internamiento, y a las cuales se
denominan Centro de Diagnóstico, constituyen un ocultamiento semántico que
responde a la resistencia a incluir las respuestas estatales de los adolescentes
infractores dentro de la política criminal. No obstante el proceso de los adolescentes en
la Lopna es un proceso penal, en consecuencia es una tarea político criminal.
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