Capítulo Criminológico Vol. 33,Nº 2, Abril-Junio 2005, 187-223 ISSN: 0798-9598 La Política Crim¡nal en la ley Orgánica de Protección del N ¡ño y del Adolescente. Pol ítica Criminal de Menores* Gladys Tinedo** *Este artículo forma parte del proyecto de investigación intitulado “El Sistema Penal del Adolescente y Control Social Formal en Venezuela ” adscrito al Programa de Investigación “Modernización y Reforma del Control Social Formal en Venezuela. Parte III” financiado por el Consejo de Desarrollo Humanístico y Científico (CONDES). **Abogada. Doctora en Derecho. Profesora Titular e Investigadora del Instituto de Criminología de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del Zulia. Maracaibo, Venezuela. Investigadora del Instituto de Criminología. RESUMEN Los problemas a ser atendidos por la política pública son necesidades que preocupan a los ciudadanos quienes los consideran asuntos generales del Estado. Un asunto de interés general e imprescindible en una agenda de gobierno lo constituye las necesidades referidas al fenómeno criminal y la respuesta al mismo, esto último fundamento de la política criminal, definida como el conjunto de métodos con los que el cuerpo social organiza las respuestas al fenómeno criminal. En este estudio se persigue analizar en el plano de lo concreto la política criminal, vale decir, la respuesta estatal, a la responsabilidad penal del adolescente establecida en la Ley Orgánica de Protección del Niño y Adolescente (LOPNA) de Venezuela. Palabras clave: Politica criminal de menores, ley orgánica de protección del ni ño y adolescente (LOPNA), responsabilidad penal de los adolescentes, derechos humanos. Criminal Policy in the Organic Law For the Protetion of Children and Adolescents. Criminal Policy for Minors ABSTRACT The problems to be resolved by public policy are needs that concern all citizens and are considered as normal affairs of state. One aspect of indispensable general interest is a government agenda in relation to the criminal phenomenon, and the response to the same, which should be reflected in criminal policy defined as the set of methods by which the social body organizes its response to the criminal phenomenon. In this study we analyze the concrete plan of criminal policy, that is to say, the state response to penal responsibility in adolescents established in the Organic Law for the Protection of Children and Adolescents (LOPNA) in Venezuela. Key words: Criminal law for minors, the Organic Law for the Protection of Children and Adolescents (LOPNA), penal responsibility for adolescents, human rights. Recibido: 09-05-2005 . Aceptado: 20-06-2005 INTRODUCCIÓN Existe una resistencia a incluir las respuestas estatales a los actos de los menores que han incurrido en conductas definidas como delitos, dentro de los asuntos políticos criminales de un país, no obstante que dichos actos delictivos están sometidos a las decisiones que conforman esa política, de allí la importancia de estudiar el modo como el Estado se relaciona, mediante su política criminal con el menor sujeto al derecho Penal, lo cual está contenido en la Ley Orgánica de Protección del niño y del adolescente (LOPNA). Se trata de sistema de Justicia para el adolescente que de acuerdo con la citada ley, se diferencia del sistema procesal penal de adultos por la jurisdicción especializada y en la sanción que se le impone. La Lopna contiene principios y derechos que deben orientar la aplicación de las normas que la constituyen, a fin de darle vigencia al catálogo de garantías que tanto el derecho interno, como el derecho internacional establecen. La Lopna se originó ante la necesidad de ajustar la legislación nacional a las exigencias de la comunidad internacional quien el 20 de noviembre de 1989 en Asamblea General de las Naciones Unidad aprobó la convención sobre los Derechos del Ni ño, la cual reconoce el derecho de los niños de recibir la protección y asistencia necesaria para poder asumir plenamente sus responsabilidades dentro de la comunidad basándose en el convencimiento de la dignidad intr ínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. Se impone, entonces, la necesidad del reconocimiento legal de los derechos humanos de los niños y de las niñas, así como la forma de conseguir su efectividad tanto en el orden civil como en el penal. Este artículo abordaría algunos aspectos relevantes de la política criminal constitutiva del sistema de responsabilidad penal que para los adolescentes, establece la LOPNA. 1. LA POLÍTICA CRIMINAL: UNA RESPUESTA ESTATAL Las relaciones cotidianas entre sociedad y Estado toman las formas de problemas que demandan soluciones. El Estado desde su origen, es concebido como el encargado de resolverlos. El Contrato Social fue el instrumento que sirvi ó de fundación del estado moderno el cual según Hobbes, debe defender a los ciudadanos quienes ceden sus derechos al Estado para ser protegidos. No toda cuestión social es pública, los individuos integrantes de un Estado buscan transformar sus necesidades particulares en asuntos generales de interés y utilidad para todos. Este trabajo de generalización de intereses y necesidades, así como las soluciones a conflictos, es la función propia del ámbito público el cual constituye el espacio entre las libertades fundamentales del individuo y los poderes del Estado. Sin embargo, para que una demanda social se convierta en útil para todos, es decir, una cuestión pública, debe pasar por un proceso que se inicia con la formación de la agenda de gobierno a través de la cual el problema, por la importancia social atrae la atención de aquel como posible objeto de política pública. Si el gobierno decide intervenir el problema pasa a su agenda, ésta comprende el conjunto de problemas que los gobernantes han seleccionado y ordenado, como objeto sobre los cuales han considerado que deben actuar. Los problemas a ser atendidos por la política pública son necesidades que preocupan a los ciudadanos, quienes los consideran asuntos generales del Estado y en consecuencia, del gobierno. Hay una agenda de los ciudadanos que precede a la del gobierno. Cobb y Elder sostienen que para que un asunto tenga acceso a la agenda del gobierno, debe cumplir con tres requisitos, en primer lugar que el problema por el cual se demanda la intervención del mismo “sea objeto de atención amplia o al menos de amplio conocimiento del público; en segundo lugar, que buena parte del público considere que se requiere algún tipo de acción, y tercero que a los ojos de los miembros de la gubernamental” comunidad (1993:34). Se la acción deduce sea de competencia esta posición de que alguna los entidad intereses y necesidades particulares deben estar generalizados, o sea, sentidos por todos, o por la gran mayoría de los ciudadanos del Estado. “Lo que la ciudadanía define como problema parece ser un requisito irremplazable de la democracia” (Bardach, 1993:222). La Agenda de gobierno es un proceso decisional que implica el compromiso de enfrentar el problema con los recursos del Estado, de modo que los problemas deben ser “planteados, estructurados, de manera que sean gubernamental y socialmente abordables con los recursos intelectuales, legales, fiscales, políticos y administrativos a disposición” (Aguilar,1993:60). Un asunto de interés general y de importancia para todos los ciudadanos e imprescindible en una agenda de gobierno lo constituye las necesidades de seguridad de las personas y de los bienes comprendidos en el fenómeno criminal y la respuesta al mismo, esto último fundamento de la política criminal definida por Delmas Marty como “el conjunto de m étodos con los que el cuerpo social organiza las respuestas al fenómeno criminal” (1986:19), lo que implica que la reacción del Estado al delito, debe estar encuadrada en las respuestas admitidas por el grupo social. En el estudio del fenómeno criminal se distinguen dos aspectos, el primero referido a infracciones a normas establecidas, comúnmente llamados delitos, y el segundo relacionado con los estados peligrosos, conductas desviadas o conductas antisociales, así el concepto de fenómeno criminal abarca cualquier conducta contraria a las normas, sean infracciones o desviaciones. Definir ambos campos es develar su carácter político y toda política es impulsada por una ideolog ía, que busca realizar valores mediante el ejercicio de poder en una sociedad determinada, de allí que delimitar el ámbito de la política criminal, conlleva a ubicar las corrientes ideológicas que las influyen aportando los parámetros, que sirven de claves para entender la diversidad de los hechos. Esta diversidad alcanza no sólo al delito y a la desviación o al estado peligroso sino, tambi én, a las respuestas que la sociedad proporciona las cuales, a su vez, están condicionadas por el tiempo y el espacio, desde los castigos corporales, pena privativa de libertad, pena de muerte, penas pecuniarias hasta las medidas de seguridad y amonestación, entre otras. La delimitación del fenómeno criminal y la definición de sus respuestas se orientan según valores juzgados como fundamentales. Las corrientes ideológicas imponen opciones de política criminal situándolas, al menos en parte, sobre tres ejes; libertad, igualdad y autoridad…” (Delmas-Marty, 1986:27). La corriente liberal en la que se inserta la política criminal del Estado moderno tiene como basamento la libertad y la ley como garantía de aquella. Este predominio de la Ley se convierte en política criminal en el principio de legalidad aparecido en el siglo XVIII cuando Beccaria afirma que “sólo las leyes pueden decretar las penas sobre los delitos y esta autoridad no puede residir más que en el legislador, quien representa a toda la sociedad reunida por un contrato social” (Beccaria,1982:140) el cual originalmente, estaba destinado al control y la superación de la violencia, sin embargo, ésta permanece y se reproduce en el Estado y en el derecho, sobre todo en el derecho penal. La legitimidad de tal contrato social consistió en asegurar la paz, la vida y el modo de preservarla, es decir, el bienestar que los ciudadanos no podían lograr en un estado de naturaleza y en continuas guerras, un modelo racional orientado a satisfacer necesidades. Se trata de un contrato entre individuos iguales que deciden darse un soberano para que los defienda, en este sentido el Estado es la suma de los intereses de los ciudadanos. No obstante en opinión de Baratta “en la realización histórica, el contrato social fue bien distinto desde su proyectado impacto universal, extendidos a todos los sujetos humanos considerados como iguales en su ciudadanía potencial. Se trató (…) de un pacto para excluir, de un pacto entre una minoría de iguales que excluyó de la ciudadanía a todos los que eran diferentes. Un pacto de propietarios blancos, hombres y adultos para excluir y dominar a individuos pertenecientes a otras etnias, mujeres, pobres, y sobre todo niños” (Baratta, 1995:16). El incumplimiento de las promesas del pacto produjo la crisis que hoy se expresa mediante el pensamiento post-modernista y para salir de la crisis hace falta un Estado que Baratta llama “de ciudadanía plural en el cual no hay más que extranjeros, víctimas y excluidos” (Baratta, 1995:18), donde todas las diferencias se manifiestan y con nuevas maneras de administrar los conflictos para permitir la superación de la violencia. La política como proyecto y la democracia en el estado plural, son requisitos fundamentales para la inclusión de los excluidos y para que pueda darse la vigencia de sus derechos. La idea de democracia implica revertir las condiciones de desigualdad, ella tiene como deber ineludible, crear su base social igualitaria. Esto evidencia el desacuerdo que existe, en el plano de la realidad, respecto del modo de organizar la sociedad. 1.1. El carácter político de la Política Criminal La política criminal, que debe definir y dar respuesta al fenómeno criminal, es política porque obedece a decisiones del Estado frente a conflictos que afectan a gran parte de la sociedad, y ésta demanda algún tipo de acción para su resolución. El carácter político se manifiesta en primer lugar, en las definiciones de las infracciones, según Becker, la imposición de las reglas es una cuestión de poder político y económico. “Este problema conduce a las leyes, a los mecanismos y a las estructuras socialesobjetivas que regulan el poder de definición, su distribución, las modalidades de su ejercicio en un contexto social dado, mientras otros individuos y grupos sociales están solamente sometidos a este poder de definición” (Baratta,1986:111). En segundo lugar, en la respuesta que el Estado da al fenómeno criminal, la cual se ha caracterizado, históricamente, por la variedad de la misma. La respuesta del Estado a través de su política criminal persigue someter al condenado a las reglas, que si bien él ha organizado, son aceptadas por el grupo social. El ciudadano común generalmente ignora que la política criminal se origina en la sociedad debido a una combinación de fuerzas que provienen del Estado y de la misma sociedad y que él participa, por acción u omisión, en la formulación de una política criminal determinada. Sin embargo, ni el Estado, ni los ciudadanos hacen referencia a la misma. En los discursos oficiales está ausente por el afán de despolitizar el tema dejando a los profesionales su manejo “científico”, a fin de ocultar lo que realmente ocurre, lo cual es que la mencionada política, se fundamenta en estrategias asumidas por el estado, es decir, decisiones políticas, la ausencia de la consciencia ciudadana tiene que ver con la participación política de los ciudadanos y en consecuencia, con la democracia. “La política criminal es una de las manifestaciones más elementales del poder y uno de los campos donde se delimita claramente la estructura democrática o autoritaria de una sociedad” (Binder, 1997:42). 1.2. Formulación de la política criminal en un Estado liberal y democrático Confluyen en su formulación múltiples fuerzas que a veces se complementan y en otras se contradicen, provenientes de las más variadas relaciones donde los aspectos económicos y culturales se asocian bien para transformarse, reforzarse u oponerse y finalmente unirse al entramado político para diseñar la respuesta estatal al fenómeno criminal. “En un estado moderno ella es un conjunto de acuerdos o imposiciones parciales de los distintos sectores sociales” (Binder, 1997:42). El primer paso, como se dijo anteriormente, corresponde a la formulación legal. La ley define el delito y justifica la reacción social frente a ella, y en segundo lugar, la organización administrativa de los órganos judiciales los cuales comprenden los tribunales y las personas involucradas en la administración de justicia, jueces, fiscales, defensores, entre otros. La operativización de la ley por los órganos judiciales se realiza a través del caso penal, donde se establece una interacción de normas y procedimientos para dirimir la controversia, es decir, se establecen principios y reglas que se deben observar. En un Estado liberal y democrático ceñido al imperio de la ley, la política criminal debe estar delimitada por ella, a fin de que la persona quien eventualmente sea objeto de dicha política, pueda conocer bien las reglas del juego con el objeto de asegurar sus derechos fundamentales. Esta política debe garantizar, la urgencia del respeto a la dignidad humana mediante la fijación de ciertas políticas básicas entre las cuales se pueden señalar las siguientes: 1.2.1. La Judicialización del Ejercicio del Poder Penal. La política criminal cumple una función bien importante como es la de racionalizar la violencia estatal y en este sentido se crean los tribunales penales, cuerpos especiales para resolver los conflictos de ese tipo que en los estados democr áticos conforman un poder autónomo e imparcial y ajustado a reglas que limitan su poder, la jurisdiccionalidad evita la venganza y las penas privadas, “el tr ánsito de la justicia privada de la faida y de la venganza de sangre a lo público del derecho penal tiene lugar, efectivamente, cuando la aplicación de las penas y la investigación de sus presupuestos se sustraen a la parte ofendida y a sus pr óximos y se transfieren con carácter exclusivo a un órgano judicial, es decir, extra ño, a las partes interesadas e investido con la potestad de decidir sobre sus razones contrapuestas” (Ferrajoli,1997:538), de all í que esta garantía constituya el presupuesto de las demás garantías procesales. 1.2.2. Establecimiento de Límites Precisos y Objetivos a la Potestad Estatal. Lógica consecuencia en un Estado de derecho liberal y democrático, cuyo objetivo primordial es la protección de los derechos fundamentales de la persona. La doctrina ha acogido el criterio de que “el ius puniendi puede ser ubicado en el contexto del estado social de derecho y en el plano de una legitimación reducida a la más estricta y severa necesidad social de proteger igualitariamente bienes jur ídicos imprescindibles para la coexistencia pacífica. Precisamente las reglas objetivas, generales e igualitarias del derecho penal objetivo se conciben como límites de ese poder punitivo del Estado, justo al lado y bajo presión de los principios y valores superiores del ordenamiento jurídico, como lo son las normas de garantía penal y procesal penal, las normas rectoras de la ley penal y procesal penal, los derechos fundamentales consagrados en la constitución y los derechos humanos” (Fernández C, 1994:34). Los límites del ejercicio de poder implican que la intervención del Estado se reducen a los casos que revistan tal gravedad por lesionar derechos humanos importantes, y porque la no intervención significaría dejar impune un delito erosionando, de este modo, la coexistencia pacífica. 1.2.3. Participación Ciudadana: Transparencia y Control Popular. La incorporación de los ciudadanos en la administración de justicia en un gran paso por la profundización de la democracia y la transparencia de los procesos penales cuando esta participación se realiza a través del jurado, pero también constituye un medio de control cuando el juicio penal se efectúa en presencia de la comunidad, “Mediante la realización del juicio frente a la ciudadanía se puede garantizar mejor un adecuado comportamiento de los jueces, una defensa efectiva, una mayor control de las pruebas, entre otros aspectos. Por el contrario, todo espacio de oscuridad o falta de transparencia corre el riesgo cierto de dar lugar a la arbitrariedad y a la violación de derechos” (ONU, 1994). Para evitar la arbitrariedad no es suficiente la garantía de una magistratura independiente de los otros poderes del Estado, aunque es un importante frente contra la corrupción del poder, “pero, el sistema de garantía no está completo sino son preservados los mecanismos de control popular. Transparencia es control popular y control popular significa una magistratura verdaderamente independiente al servicio de los ciudadanos” (Binder, 1997:76). El mecanismo más idóneo para conseguir la transparencia, y en consecuencia ejercer el control, es mediante la publicidad, en este sentido, el Comité de derechos Humanos considera “que las audiencias deben estar abiertas al público en general, incluidos los miembros de la prensa, sin estar limitados, por ejemplo, a una determinada categoría de personas” (ONU, 1994). La transparencia exige, además, que los tribunales lleven su tarea administrativa y relación de causas, ajustados a los procedimientos pertinentes a fin de que permitan un monitoreo constante que de cuentas del funcionamiento del tribunal. 1.2.4. Humanización de las Penas y de la Privación de Libertad. En un Estado democrático no tienen cabida las penas crueles, inhumanas y degradantes, y la pena privativa de libertad debe preservar, en todo caso, la dignidad humana, para ello el sistema penitenciario debe ser flexible, progresista y humano, encaminado a conseguir la reinserción social, y el centro penitenciario reunir las condiciones esenciales para garantizar la protección de los derechos fundamentales: vida, salud e integridad de los internos. “La prisión “ideal” no existe y nunca existirá, incluso suponiendo que se consigan las mejores condiciones materiales, siempre quedaría la privación de libertad (…). Pero esta limitación nos puede frenar en el camino de mejorar constantemente las instituciones penitenciarias porque una cosa es bien cierta, y es que una sociedad se juzga por el destino que reserva a sus marginados y a sus excluidos” (Oliart Pons, 1994:40). En otras palabras, es necesario crear las condiciones que permitan el aseguramiento de todos sus derechos así como generar situaciones favorables a su reinserción social. 2. LA POLÍTICA CRIMINAL EN LA LEY ORGÁNICA DE PROTECCIÓN DE NIÑOS Y ADOLESCENTES Como se señaló anteriormente, la concreción de la política criminal en la realidad social se efectúa mediante normas jurídico-penales contenidas en códigos y leyes especiales, los cuales definen los conflictos, establecen el procedimiento a seguir para resolverlos, y por la organización del sistema judicial, por donde se encausarán tales conflictos. Es importante, entonces, analizar en el plano de lo concreto la política criminal, vale decir la respuesta estatal, de un determinado problema. Se tomará para este estudio, la responsabilidad penal del adolescente establecida en la Ley Orgánica de Protección de Niños y Adolescentes (LOPNA). Posición institucional del adolescente en el Proceso Penal. a) Ante el Proceso Penal. Pareciera que el adolescente sujeto de derecho, persona en desarrollo y objeto de protección integral, se desdibujara para tomarlo en cuenta sólo como infractor. La exposición de motivos de la Lopna considera al adolescente infractor, “como una precisa categoría jurídica”, la cual es asignada a quien ha cometido algún hecho punible en cuyo caso, según el artículo 528 de la Lopna, responde igual que el adulto con la diferencia de que será juzgado en jurisdicción especializada y que la pena, llamada sanción por la ley, es menor en su l ímite máximo. El proceso al que será sometido el adolescente imputado, difiere muy poco del de los adultos y el artículo 537 de la Lopna establece que en todo lo que no se encuentra expresamente regulado en ella, debe aplicarse supletoriamente la legislación penal sustantiva y procesal. El proceso penal establecido en la ley contradice la afirmación de la exposición de motivos al considerar a los menores de dieciocho años y mayores de doce a ños, como inimputables penalmente aunque responsable. Para la teoría del delito, los inimputables están excluidos del derecho penal tal ha sido el caso de los dementes y de los menores, no se entiende, a la luz de dicha teoría, como se puede ser inimputable y responsable al mismo tiempo. La ambigüedad parece aclararse en el mismo texto de la exposición de motivos al manifestar que la “más moderna doctrina aconseja incluso dejar de un lado los eufemismos y asumir, de una vez por todas, que los adolescentes infractores tienen responsabilidad penal, de la misma naturaleza que la del adulto, si bien atenuada.” Esta es precisamente, la concepción que subyace en el procedimiento penal del adolescente cuya estructura es igual al que el Código Orgánico Procesal Penal establece para los adultos, en otras palabras, el adolescente que ha cometido un delito es visto como un imputado que debe ser llevado a juicio, aún cuando no esté plenamente presente en él, la capacidad de querer y comprender el acto y actuar de acuerdo a esa comprensión, para responder por el daño causado, en caso de que se demuestre su culpabilidad. Está muy lejos el sistema de responsabilidad penal, con todas las garantías procesales que tiene, de estar ajustado a un adolescente que está afrontando difíciles momentos en su tránsito hacia su vida adulta. En esta etapa surge el problema del dominio emocional, éste, aunque dif ícil “es necesario para defender al adolescente de las perturbaciones derivadas de las reacciones intensas, capaces de dificultar el autodiscernimiento, el autogobierno y la autodirección” (Carneiro, 1990:165). Sabemos que en este período de la vida las emociones se agudizan y adquieren fuerza y complejidad y la violencia que implica un proceso penal, así como la institucionalización de un adolescente pueden influir de modo perturbador e irreversible en su vida emocional. b) Durante el proceso. Y de acuerdo con el artículo 655 de la Lopna, los padres, representantes o responsables del adolescente podrían intervenir en el procedimiento como coadyuvantes en la defensa, se reconoce así el derecho que tiene el adolescente de mantener sus nexos con su familia, pero, realmente es una asistencia afectiva, su intervención consiste en la posibilidad de asistir al acto de conciliación, si lo hubiere, a estar presente en el juicio, a recurrir en revisión, coadyuvar en la defensa, a estar informada respecto a la situación y los derechos del adolescente y a visitarlo semanalmente en el sitio de reclusión. Ninguno de éstos aspectos tiene carácter de obligatorio por lo que la inasistencia de padres o representantes a algún acto o la omisión de mantenerlos informados, no ocasione la nulidad de aquellos. Para la Lopna, la presencia de los padres en el proceso desde el momento de la detención, es un derecho del adolescente, en consecuencia, éste puede solicitarlo inmediatamente si así lo desea, asimismo, el artículo 564 referido a la conciliación prevé la concurrencia de padres, representante o responsable a la reunión donde la víctima, presentará su acusación y oirá las proposiciones, el 588 establece que en la audiencia del juicio podían estar presentes los padres, representantes o responsables del adolescente, y el artículo 655 señala que podrán intervenir en el procedimiento como coadyuvantes en la defensa, no dice la ley de que forma podrían hacerlo. En todo caso, será el Defensor quien determine las decisiones a tomar y la colaboración se reducirá a las pequeñas diligencias que los familiares acostumbran a realizar en estas situaciones. Como se observa, no se refleja en los artículos mencionados una verdadera comunicación entre los padres o representantes adolescentes y Defensor, que permita una clara comprensión de todo el procedimiento que conlleve a una mejor defensa y mayor participaci ón consciente del adolescente en la misma. Un proceso penal con garantías, puede convertirse en un sistema cerrado si el elemento fundamental de la comunicación falla, quedándose el adolescente excluido de ese medio en donde se desenvuelve, el Juez, el Fiscal, el Defensor, con un lenguaje que no entiende y unas formalidades que desconoce, expone al adolescente, “además de lo obvio de sufrir una condena, a quedarse fuera del sistema en el que se mueve el Juez y que el proceso en su totalidad asuma las características de un acto unilateral en el que el menor está ocupado exclusivamente en no hundirse” (Ferrari, 60). Estas dificultades podrían inducirlo a evitar un juicio mediante una admisión de los hechos, sin tener suficientes evidencias incriminatorias en su contra. La comprensión del proceso es tan importante que de ello depende que el adolescente pueda tener una participación más activa en relación a éste. La Lopna le ha asignado diversas iniciativas al adolescentes que pueden ser ejercidas autónomamente tales son los siguientes casos: la revisión de la prisión preventiva (Art.548), solicitar le reciban declaración (Art. 577) hablar en todo momento con su defensor (Art.595), recurrir a casación (Art.610), presentar peticiones ante cualquier autoridad, promover incidencias ante el Juez de ejecución, comunicarse libremente con sus padres (Art.629.F y G). Todo esto tiende a no ser una comunicación en un sólo sentido que refleja una autoridad que escucha, que valoriza las diversas posiciones de los sujetos pero, que también sabe que tiene el poder para decidir de modo autónomo e independiente, de manera que siempre hay el riesgo de que “se estructuren nuevas formas de paternalismo intrusivo o de autoritarismos enmascarado o lleno de contenido técnico y operativos, y aún los de la extensión del control judicial más allá de los limites propios (…)” (De Leo,65) y esto a pesar de la reducción de los márgenes de discrecionalidad del Juez, mediante un sistema de garantías derivadas de la concepción del proceso acusatorio. c) El Proceso Penal del Adolescente. Tiene como fundamento el principio criminológico de la “mínima intervención penal” que en la ley se traduce en la concepción de la privaci ón de libertad como última ratio, es decir para los casos muy graves, e impuesta exclusivamente por el juez, y por la garantía de los términos de vencimiento temporal de las sanciones así los servicios a la comunidad no podrá exceder los seis meses, la libertad asistida dos años, la semi libertad un año, la privación de libertad tiene como límite máximo cinco años. La precisión en la sanción evita que ésta pueda ser extendida con el argumento de la utilidad para el menor. Se toma también en cuenta el criterio de oportunidad de acuerdo al artículo 569 el Fiscal del Ministerio Público podrá solicitar al Juez de Control se prescinda del juicio, o se limite éste a una o varias infracciones menores, o sólo a alguno de los adolescentes partícipes, cuando: a) Se trate de un hecho insignificante o de una participación mínima. b) El adolescente colabore eficazmente con la investigación. c) El adolescente, haya sufrido, a consecuencia del hecho, un daño físico o moral grave. d) La sanción que se espera por el hecho, de cuya persecución se prescinde, carezca de importancia en consideración a la sanción ya impuesta o a la que cabe esperar por los restantes hechos. Otro aspecto a señalar se refiere a las medidas cautelares las cuales según el artículo 582 podr án ser acordadas por el Juez, siempre que las condiciones que autorizan la detención preventiva puedan ser evitadas razonablemente con la aplicación de otra medida menos grave para el imputado. También el artículo 647 impone al Juez de ejecución la atribución de revisar las sanciones impuestas al adolescente” por lo menos una vez cada seis meses, para modificarlas o sustituirlas por otras menos gravosas, cuando no cumplan con los objetivos para los que fueron impuestas o por ser contrarias al proceso de desarrollo del adolescente”. Se evalúa, de este modo, la forma como el adolescente acepta y enfrenta las sanciones o medidas que le fueron asignadas, esta previsión puede evidenciar si la medida impuesta está causando perjuicio a la personalidad del menor o las exigencias educativas del mismo. De lo expuesto se observa una clara tendencia a limitar la intervención penal. 3. DISEÑO DE LA RESPUESTA ESTATAL A LA INFRACCIÓN DE LOS ADOLESCENTES El modelo obedece a una política criminal fundamentada en la ideología liberal caracterizada por: la denominación legal, la ley define al delito, la libertad como valor de referencia, la distinción entre delito y desviación y por la limitación del alcance de la intervención del Estado en el campo de la desviación. La parte más visible de la política criminal del modelo liberal se manifiesta a partir de la respuesta al delito, la cual es siempre estatal por su formulación legal, por las instancias del control especialmente de la policía de investigación, fiscales, jueces y administración penitenciaria. La formulación legal inspirada en Beccaria se expresa en el principio de legalidad de los delitos y las penas, basamento del derecho penal actual, así el artículo 529 de la Lopna establece que “ningún adolescente puede ser procesado ni sancionado por acto u omisión que, al tiempo de su ocurrencia, no esté previamente definido en la ley penal, de manera expresa e inequívoca, como delito o falta ( …)”. Otra característica propia de la ideología liberal o del Estado de Derecho es la protección del imputado por la ley frente a cualquier arbitrariedad estatal, a través de garantías fundamentales contenidas del artículo 538 al 550 de la Lopna, la cual recoge lo que al respecto dispone la legislación nacional y los pactos internacionales en materia de Derechos Humanos. Estos comprenden los siguientes: Dignidad. Entendida como un derecho inherente al ser humano, haciendo extensión del concepto, dentro del contexto de la responsabilidad penal, se corresponde con el derecho a la igualdad ante la ley, la integridad personal y el libre desarrollo de la personalidad (Art. 538). Proporcionalidad . Alude a las sanciones las cuales deben ser racionales y proporcionales al hecho punible y a sus consecuencias (Art. 539). Para el derecho penal moderno la proporcionalidad est á referida tanto a la entidad del daño como a la culpabilidad. Presunción de Inocencia. Esta se presume hasta que la misma no se desvirtúe por una sentencia firme que determine la existencia del hecho y la participación culpable del adolescente imputado, imponiendo una sanción (Art.540). En consecuencia, la culpabilidad no se presume, ella debe ser construida a través del proceso, mediante pruebas fehacientes aportadas por la parte acusadora. La prueba debe ser plena. La Comisi ón Interamericana de los Derechos Humanos en el Informe Argentina condenó como violatoria de la presunción de inocencia la práctica de la detención y enjuiciamiento de individuos basándose en “semi-pruebas de culpabilidad” (OEA, 1980:245), en igual sentido se pronunció la referida Comisión con relación a las llamadas evidencias circunstanciales salvo casos en que las mismas contengan abundantes y coincidentes indicios acusatorios contra una persona sindicada de la acción (OEA,1981:88). De acuerdo con esta garantía, el adolescente tiene derecho a ser tratado como inocente y se violaría la garantía si se le priva de libertad, o si es objeto de comentarios públicos negativos. Información. El adolescente investigado o detenido debe ser informado de los motivos de tales actos. Esta garantía está recogida en forma más precisa en el C ódigo Orgánico Procesal Penal el cual establece el derecho del imputado a “que se le informe de manera específica y clara acerca de los hechos que se le imputan”, esto con el fin de que el imputado conociendo esta circunstancia, pueda defenderse de la acusación que se le hace y poder evitar o reducir las consecuencias jur ídicas del hecho punible. El Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, en su artículo 14.3 exige que la información sea sin demora, en un idioma que se comprenda y en forma detallada, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, por su parte, habla de comunicación previa y detallada. Sin embargo las expresiones “sin demora”, “previa” y “detallada” son un poco imprecisas. La doctrina es del criterio que “no debe admitirse dilaciones indebidas y que debe hacerse en la primera oportunidad y no cuando la autoridad lo crea conveniente” (Fa úndez, 1989:288). El mismo artículo dispone que el adolescente investigado o detenido tenga el derecho a no incriminarse, es decir, declararse culpable. Esta garantía tiende a proteger la integridad física y mental de la persona inculpada, en este caso al adolescente, ya que con el fin de obligar al imputado a confesarse culpable se utilizan con frecuencia métodos vinculados a la tortura. Advierte las Naciones Unidas que “debe establecerse por ley que las pruebas obtenidas por éstos métodos o cualquier otra forma de coerción son enteramente inaceptable” (ONU, 1994:20). Por otro lado la Convención Americana recomienda que se tomen las declaraciones de auto incriminación por parte de los procesados ante un juez y con la presencia de un abogado defensor (CIDH, 1993:100). La garantía que se comenta, expresa la absoluta incoercibilidad moral del acusado y la imposibilidad de utilizar cualquier medio para obtener de él mismo pruebas en su contra. Otra garantía establecida en el artículo 541, está relacionada con el derecho a solicitar la presencia inmediata de sus padres, representantes o responsables y su defensor, atendiendo al papel fundamental que debe desempeñar la familia en la garantía de los derechos del ni ño (as) y adolescentes. En cuanto a la defensa, “es la garantía b ásica del juicio, sin ello lo demás carecen de sentido” (Tinedo, 1999:17) es un derecho inviolable cuyo ejercicio no puede impedirse y un deber para el Estado, el cual está obligado a proveerlo a quien no pueda o no quiera ejercitarla. Derecho a ser oído. El adolescente puede expresar libremente, durante, la investigación, en el juicio y durante la ejecución de la sanci ón (Art. 542), lo que a bien tenga para evitar la persecución penal o suavizar la consecuencia de la misma. En el señalado artículo se dispone que cada vez que deba oírsele se le explicará el contenido del artículo 60, ordinal 4º de la Constitución, el cual con la aprobación de la nueva Constitución de 1999, pasó a ser el artículo 49, nº 5 Y cuyo contenido se refiere a que “ninguna persona puede ser obligada a confesarse culpable o declarar contra s í misma, cónyuge, concubino o concubina, o pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad. La confesión solamente será válida si fuese hecha sin coacción de ninguna naturaleza.” Con la lectura de este numeral se persigue llevar al conocimiento del adolescente que no puede ser obligado a confesar su participación en un hecho ilícito, por medio de la fuerza o la intimidación como se expuso anteriormente, ya que cualquier declaración hecha bajo coacción será invalidada y no podía ser tomada en cuenta como prueba en su contra. El artículo 542 comprende dentro del derecho a ser oído, el derecho que tiene el adolescente que no entienda el idioma castellano, de tener la asistencia gratuita de un intérprete, este aspecto no sólo refuerza esta garantía, sino también, al derecho a la defensa, imposible que una persona que no tenga la comprensión del idioma en el que va a ser juzgado, ni pueda expresarse en el mismo logre un juicio justo, de allí la protección legal. El desconocimiento o dificultad para entender el idioma usado por el tribunal, por parte del adolescente, no puede ser un obstáculo para la defensa., ni una limitación para que el juez pueda comunicarse con el acusado a fin de conocer detalladamente su participación en los hechos antes de dictar sentencia. En este aspecto es importante señalar el caso del adolescente indígena, el cual de conformidad con el artículo 30 de la Convención sobre los Derechos de Niño, tiene derecho a emplear su propio idioma, en consecuencia se debe tomar en cuenta la disposición del artículo de la constitución que… Juicio educativo. Según el contenido del artículo 543, “el adolescente debe ser informado de manera clara y precisa, por el órgano investigador y por el tribunal, sobre el significado de cada una de las actuaciones procesales que se desarrollen en su presencia, y del contenido y de las razones legales y ético-sociales de las actuaciones que se produzcan”. El proceso penal de menores pretende tener como trasfondo un sentido pedagógico así ha incluido en este artículo que sea informado sobre el significado de las actuaciones procesales y las decisiones que la produzcan, con la finalidad de que el proceso sea conocido y entendido por el adolescente, dirigido a la concientización de la responsabilidad. Igualmente en el artículo 621 se afirma que las sanciones tienen una finalidad primordialmente educativa. Decir que el proceso penal del adolescente tiene un sentido pedagógico, es una mitificación porque ninguna razón legal, ético social o de cualquier otra índole, mucho menos las penas que se impongan, así las llamen eufemistamente sanciones, desnaturalizan el carácter penal del proceso ni le añaden funciones ni objetivos que no le son propios. El proceso penal no puede ser pensado y estructurado según objetivos de orden psicológicos o pedagógicos., ya que tal criterio no sirve para justificar por sí solo un proceso penal para el adolescente, “porque la administración de justicia penal, ya sea para jóvenes o para adultos, no es más que un subsistema que debe formar parte del conjunto de elementos y acciones interrelacionadas con la política criminal” (Buaiz, 2000:322) y dentro de ésta el proceso penal est á centrado en la búsqueda de la verdad “ la toma de consciencia, la responsabilidad, la justicia, en cuanto tal, debe permanecer como posibilidad del todo excepcional y residual en la vida de los adolescentes (De Leo, 65). Por otra parte, las sanciones penales son inevitablemente punitivas. De lo que se trata, más bien, es de que ante la necesidad de establecer la verdad en el proceso, se fijan garantías a fin de que la experiencia sea lo menos traumática posible y se le permita ejercer su derecho a la defensa a plenitud. No se puede admitir que la privación de libertad sea un medio para cumplir fines pedagógicos dirigidos a que el adolescente asuma su responsabilidad, entienda el daño que con el hecho cometido ha ocasionado la sociedad, comprenda que con su conducta ha violado los valores y derechos de otros, porque la finalidad de la privación de libertad se convertiría, no en la garantía de sus derechos, sino en el reforzamiento de la seguridad de sus víctimas potenciales, en este sentido, el adolescente es tomado como objeto y no como sujeto que espera, como persona vulnerable que es, que a través de programa ajustado a sus necesidades, no le afecten sus derechos fundamentales y se le ayude a minimizar los efectos negativos del internamiento. Defensa. El artículo 544 establece la inviolabilidad de la defensa que según esta norma no es sólo durante la investigación y proceso como lo establece el artículo 49 numeral 1º de la Constitución, sino que se garantiza hasta el cumplimiento de la sanción impuesta, lo que revela cierta ambigüedad porque la defensa es una garantía a favor de la persona que debe afrontar una acusación, por haber cometido un delito, y una vez finalizado el proceso, donde se discute sobre la imputación, bien absolviendo o condenando se agota el ejercicio de la defensa a la que se refiere la garantía. Sin duda que cada vez que se inicie un proceso, cualquiera que sea su naturaleza jurídica, la garantía de la defensa podr á ejercitarse. En lo que a la titularidad del derecho se refiere éste se detenta desde el nacimiento de la persona, por el sólo hecho de serlo. Acuerda el artículo que a falta de defensor privado, el adolescente debe tener la asistencia de un defensor público especializado. Es evidente que “sin la asistencia jurídica adecuada, el derecho a defenderse carece de sentido para una persona que desconoce sus derechos, o que no sabe como hacerlos valer, o que carece de preparación técnica para responder argumentos legales, confrontar testigos o refutar la evidencia presentada por la parte acusadora” (Fa úndez, 1993:310). En consecuencia se requiere de la asistencia técnica la que sólo podrá lograrse de una persona sometida a una preparación dirigida a estos fines como lo es el abogado. Confidencialidad. El artículo 545 prohíbe la publicación de datos de la investigación o del juicio, que directa o indirectamente, posibiliten identificar al adolescente, la finalidad en este caso, es evitar la estigmatización del adolescente, lo que de todos modos ocurre en los casos de que resulte sancionado con pena privativa de libertad. Muchas han sido las investigaciones que han analizado la realidad del internamiento y desde las cárceles hasta los modernos centros de detención se revelan, en estas investigaciones, que las mismas están dominadas por factores que impiden cualquier intento de reeducación y de reinserción, al contrario, ejercen efectos contrarios a la reeducación. “La educación, dice Baratta, alienta el sentimiento de libertad y de espontaneidad del individuo; la vida en la cárcel, como universo disciplinario, tiene un carácter represivo y uniformante” (Baratta, 1986:194). El albergue de menores igual que en la cárcel, es un sitio de internamiento de carácter represivo, se llega allí a cumplir una sentencia condenatoria que lo obligará a permanecer en ella un tiempo determinado, y la disciplina que allí le impondrán no estarán dirigidas a desarrollar su personalidad, sino a educarlo para ser un buen detenido. Afirma Baratta que “todos los intentos teóricos y pr ácticos por justificarla, resaltando las funciones útiles, como la resocialización se pueden considerar fracasadas. Los esfuerzos que se pueden hacer, sólo pueden introducir elementos de recuperación individual y social más allá y más acá de los muros de la cárcel, en las condiciones negativas impuestas por la penasufrimiento -, pero no transformara ésta en un instrumento útil para el individuo y para la comunidad (…) la tendencia a disociar la culpabilidad de la estigmatización; a construirla como límite de la responsabilidad (…) refleja en la ciencia penal más avanzada, la crisis de legitimación que abarca el sistema punitivo”(Baratta, Mimeo, 190 S/F). Pakesh, después de concluir varias investigaciones clínicas sobre delincuentes afirm ó que “el establecimiento penitenciario no puede cumplir su fin como establecimiento educador” (En Baratta, 1990, S/F)), sin negar la posibilidad que algunos casos deban juzgarse en reserva, la renuncia a la audiencia pública pudiera estar en contradicción con la transparencia del juicio el cual implica el control popular sobre la tarea de los funcionarios que ejercen el poder del Estado. “El sistema de garantías no está completo sino son preservados los mecanismos de control popular” (Binder, 1997:76), que en definitiva lo que busca es una magistratura independiente y al servicio de los ciudadanos. Debido Proceso. Se refiere el artículo 546 a que el proceso penal de adolescente es oral, reservado, rápido, contradictorio y ante un tribunal especializado. Esta garantía tiene un eje central en el concepto de juicio. El código Orgánico Procesal Penal (Copp), establece que “nadie podrá ser condenado sin un juicio previo, oral y público, en el caso de los adolescentes el juicio es reservado. La oralidad es la mejor forma de expresarse y de lograr la rapidez, es decir, de ser juzgado, como también lo exige la Convención americana, sin demoras en un plazo razonable. El proceso debe ser contradictorio, lo que implica garantizar que tanto el acusador como el acusado puedan producir en juicio las pruebas que justifiquen la imputación del acusador, y la defensa en caso del adolescente. De conformidad con el artículo 665 de la lopna, corresponde a la sección de Adolescente de los Tribunales Penales ordinarios el ejercicio de la jurisdicción para la resolución de los asuntos sometidos a su decisión. La especialización que se requiere es por la materia, sólo conocerá el Tribunal, así constituido, de los casos penales que involucren adolescentes, en consecuencia, los jueces de control, juicio y ejecución atenderán exclusivamente dichos casos. Única Persecución. Establece el artículo 547 que “la remisión, el sobreseimiento y la absolución impiden nueva investigación o juzgamiento del adolescente por el mismo hecho, aunque se modifique la calificación legal o se conozcan nuevas circunstancias”. En los dos primeros casos no se produce el debate, razones de oportunidad o humanitarias pueden conllevar a que el juicio no se produzca, pero, si se realiza y el mismo conduce a una absolución, igualmente, el adolescente favorecido con cualquiera de estas medidas, queda exento de ser juzgado, por el mismo hecho aunque la calificación sea otra o aparezcan nuevas circunstancias que pudieran dar pi é a un juicio. En el caso de la remisión razones de política criminal acogidos en la Lopna lo impiden, en el sobreseimiento razones legales y de principios generales del derecho y en el último caso, la cosa juzgada y el principio nobis in idem. Excepcionalidad de la Privación de Libertad. No precisa el artículo 548 en que consiste la excepcionalidad, porque se entiende según el artículo 628, que la privación de libertad se aplica en caso de los delitos de homicidios, lesiones gravísimas, violación, robo agravado, secuestro, tráfico de drogas y robo o hurto sobre vehículos automotores, igualmente en el caso de reincidencia cuando el hecho punible de la nueva sanción prevea pena privativa de libertad que, en su límite máximo, sea igual o mayor a cinco años. Para la moderna doctrina tomar en cuenta la reincidencia para agravar la sanción lesiona la dignidad humana porque lo que se está valorando es la conducta anterior de la persona, es decir, su peligrosidad, se juzga al autor y no al hecho recientemente cometido, lo que , además, contradice la excepcionalidad de la privación de libertad ya que en el supuesto de que en concordancia con el principio del interés superior del adolescente el juez considere que concurren circunstancias que pudieran dar lugar a sustituir la pena privativa de libertad por otra medida, no podría hacerlo, desmejorando la situaci ón del imputado. El mismo artículo en su literal c) señala otro aspecto más grave aún, al disponer privación de libertad hasta por seis meses cuando se incumpliere, injustificadamente, otras sanciones impuestas, castigándose al no acatamiento a la autoridad y la indisciplina que significa que la inobservancia a la regla, se supone que las sanciones impuestas a que se refiere el literal c) del artículo 628, se cumplen en libertad, porque no ameritó la privación de ella, sin embargo; el incumplimiento, mal menor, merece ser castigado, y en este caso con la privación de libertad. Es importante señalar que el artículo 558 permite la detenci ón hasta por noventa y seis horas cuando el adolescente en investigación penal, no estuviera identificado o se le haga necesaria la confrontación de identidad aportada, igualmente el art ículo 559 el juez de Control podrá decretar la detención para asegurar su comparecencia a la audiencia preliminar. Lo anteriormente expuesto permite afirmar que no obstante la excepcionalidad, la ley deja suficiente espacio para privar de libertad al adolescente. Por otro lado, investigaciones recientes dan cuenta de detenciones preventivas basada en presunciones de fuga. Es lógico entender que la prisión reviste particular gravedad si se ejecuta en un adolescente, una persona en desarrollo con mayor dificultad para elaborar el trauma que ello implica y cuya vivencia en edad tan temprana contribuyen a moldear su personalidad definitiva. Separación de adultos. Prevé el artículo 549 que, en prisión preventiva o cumpliendo sanción privativa de libertad los menores deben permanecer en áreas exclusivas para ello, siempre separados de los adultos. Es de advertir que se ha venido observando que en razón a que los albergues existentes no son suficientes, han recluido a los adolescentes pr óximos a los 18 años en cárceles de adultos contraviniendo la expresa disposición del artículo mencionado así como la disposición 26.3 de las Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores, el artículo 37.c) de la Convención para los Derechos del Niño y la regla 29 de las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, las cuales tienen como objetivo proteger al menor contra influencias nocivas y situaciones de riesgos. Proceso a Indígenas. Prevé el artículo 550 para los adolescentes indígenas la posibilidad de que en el proceso penal en su contra, se observe, además de las reglas de la Lopna, sus usos y costumbres y se oirá a las autoridades propias, siempre que sea posible su comparecencia. La legislación venezolana no tiene definido quienes son las autoridades ind ígenas legítimas, pero existe en la Asamblea Nacional, para su discusión, el Anteproyecto Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas, la cual en su artículo 111 señala como tal, “a las personas, instancias colectivas o instituciones que cada pueblo o comunidades indígenas establece y designa según sus propias reglas y para las funciones que dichos pueblos definen (…)”, esta persona o instancia colectiva o institucional podría con su intervención lograr que el juez al imponer la sanción, si fuera el caso, tomara en cuenta la cultura indígena en cumplimiento con el artículo 550, sus usos y costumbres y nadie mejor que la autoridad indígena para informar al respecto. 3.1. El Proceso Penal. El procedimiento para determinar la responsabilidad penal del adolescente sigue el modelo del sistema acusatorio caracterizado por el respeto a las garantías ciudadanas de los imputados y por los principios de oralidad, continuidad, inmediación y publicidad. En el caso de los adolescentes, el juicio es oral, continuo, inmediato, pero privado, como se señaló anteriormente. El ejercicio de la jurisdicción le corresponde a la sección de adolescentes de los Tribunales Penales Ordinarios y a la Sala Penal del Tribunal Supremo. De conformidad con el artículo 666, el control de la investigación y la audiencia preliminar est á a cargo de un juez profesional llamado Juez de Control y en los lugares donde no funcione este tribunal, asumirá esta responsabilidad el Juez de Municipio. El tribunal de Juicio estará integrado por un juez profesional y cuando la sanción del delito imputado sea de privación de libertad, además, por dos escabinos. El Juez de Ejecución, encargado de velar por el cumplimiento de las sanciones acordadas en el juicio, es también un juez profesional. Las apelaciones se oirán en la Corte Superior constituida por una o más salas de Apelaci ón e integradas por tres jueces profesionales. El proceso penal del adolescente está estructurado en las siguientes fases: a) Investigación. Tiene como objeto confirmar o descartar la existencia de un hecho punible y determinar si un adolescente cometió el hecho. El Fiscal del Ministerio Público, auxiliados con los cuerpos policiales dirige esta etapa de la cual debe tener conocimiento el Juez de Control a quién le compete autorizar las acciones que el Fiscal necesite realizar para la obtención de pruebas, así como velar porque se respeten los principios del ordenamiento jurídico. b) Acusación. Finalizada la investigación, el Fiscal del Ministerio público presentará acusación, si considera que de la investigación se obtuvieron evidencias que la fundamenta. Una vez presentada la acusación el Juez de Control pondrá a disposición de las partes las evidencias recogidas a fin de que sean analizadas en el plazo de cinco días y fijará la audiencia preliminar. c) Audiencia Preliminar. Ante de vencer el plazo fijado para la audiencia preliminar las partes podrían producir, por escrito, argumentos que le permitan alegar falta de fundamento en la acusación, oponer excepciones, proponer acuerdo conciliatorios, ofrecer medios de pruebas, entre otros. El día señalado para la audiencia, se realizará la prueba propia de la audiencia preliminar, y se oirá la pretensión de cada una de las partes, incluso la declaración del adolescente imputado si este lo solicita. Finalizada la audiencia, el juez resolverá las cuestiones planteadas y decidirá sobre la admisión total o parcial de la acusación y ordenará el enjuiciamiento del imputado. Si la rechaza totalmente, sobreseerá. d) Juicio oral. Es la fase más importante del proceso penal, es donde en definitiva se podrá establecer la responsabilidad o no del imputado en base a la pruebas confrontadas durante el juicio contradictorio en presencia del Juez, Defensor, Fiscal y del acusado culmina con la sentencia absolutoria o condenatoria contra ésta se pueden oponer recursos de apelación, de casación y de revisión. e) Sanciones. La Lopna establece la amonestación, imposición de reglas de conducta con una duración máxima de dos años, servicios a la comunidad por un período que no puede exceder de seis meses, libertad asistida hasta dos años, semi libertad hasta un año y la privación de libertad cuya duración no podrá ser menor de un año ni mayor de cinco. f) Ejecución de las medidas. La vigilancia y control de la ejecución de las medidas impuestas por la sentencia, le corresponde al juez de Ejecución quien tiene competencia para resolver las incidencias que se presenten en el curso del cumplimiento de la medida contenida en la sentencia. g) Ministerio Público y Policía de Investigación. El artículo 648 de la Lopna, asigna al Ministerio Público el monopolio del ejercicio de la acción pública para exigir la responsabilidad penal del adolescente. Esta función se ejecuta a través de fiscales especializados, quienes son los encargados de solicitar, mediante acusación, el enjuiciamiento del adolescente imputado, una vez que las investigaciones realizadas sobre el hecho le proporcionen evidencias suficientes para fundamentar dicha solicitud. De acuerdo con el artículo 553, la investigación debe hacerse tanto sobre los hechos y circunstancias útiles para el ejercicio de la acción, como los que obren en favor del adolescente imputado. En esta tarea el Ministerio Público contará con el auxilio de la Policía de Investigación, cuyos integrantes deben estar especialmente capacitados para trabajar con adolescentes (Art.651 de la Lopna). Hasta ahora, esta polic ía especial no se ha formado, de ello se encarga el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CIPCC) quien junto con los fiscales, llevan adelante las investigaciones de todos los imputados tanto adultos como adolescentes. 4. ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN DE ALGUNOS DATOS Durante los meses de Agosto y Noviembre de 2004, se realiz ó una investigación entre los adolescentes a fin de conocer algunos aspectos del funcionamiento del sistema de Responsabilidad del Adolescente. Los resultados se obtuvieron a través de la aplicación de un instrumento de recolección de datos (encuestas y entrevistas) aplicadas a cuarenta y dos adolescentes privados de su libertad en el Centro de Diagnóstico y Tratamiento ubicado en el municipio la Cañada de Maracaibo, Estado Zulia. Dicho centro está conformado por ambientes denominados Cañada I y Cañada II. En el momento de la recolección de los datos en Cañada I estaban privados de libertad veinte adolescentes y en la Cañada II veintidós. Es de advertir, dado que la mayoría admitieron los hechos, que no se efectuó el juicio propiamente, de manera que en los datos a exponer se entendería por tal, el momento en que el menor se presentó ante el Tribunal de Control en la oportunidad de la audiencia preliminar, para admitir los hechos objeto de la acusación. El efecto de este recurso es la imposición inmediata de la pena, la cual en los casos de privación de libertad, se podrá rebajar el tiempo que corresponda, de un tercio a la mitad. Se desprende del gráfico que el grupo etario, que frecuentemente comete hechos ilícitos está comprendido entre los 15 y 18 años, En este caso, treinta y nueve de los cuarenta y dos. S ólo tres tienen edades entre 12 y 14 años. Al indagar sobre el grado de instrucción se detectó que el porcentaje de los analfabetas todavía es alto, doce de los adolescentes privados de su libertad, no saben leer ni escribir, es decir, no han ido a la escuela revelándose así, la irresponsabilidad de los padres, si se tiene en cuenta que los mismos viven con sus padres y familiares. Sin escuela y sin trabajo disponen de demasiado tiempo libre para iniciarse en actividades que pueden llegar a ser delictivas. El delito con mayor frecuencia es el robo agravado, el cual alcanza el 75% en Cañada I, y el 72% en Cañada II. Si se toma en cuenta el porcentaje de los adolescentes que fueron condenados entre tres y cuatro años, más el porcentaje del que resultó con la pena máxima, se observa que el 50% de los adolescentes que se encuentran en Cañada I fueron sancionados con penas altas. En el caso de Cañada II, la mayoría de los adolescentes, el 59%, afrontan penas altas. La Mayoría de los adolescentes en juicio no participan en el mismo. Lo que induce a pensar que sienten temor porque no se encuentran preparados para afrontar el juicio, o su defensor recomendó guardar silencio,. Esta apreciación se corrobora en el siguiente ítems. Se observa en los adolescentes de Cañada I y II que la mayoría su participación en juicio se limitó a narrar los hechos, ninguno adujo argumentos de exculpación o refutaci ón a los alegatos del fiscal, situación ésta que se explica porque la mayoría de ellos admitió los hechos. La mayoría de los adolescentes que fueron procesados durante el periodo de la investigación declararon haber sentido miedo durante el juicio, lo que viene a explicar su falta de participación durante el mismo. En la respuesta a este ítems muestra, aunque en menor proporción, que no obtuvieron ninguna información del Juez. La suma del porcentaje en los dos grupos, Cañada I y Cañada II, muestra que el 87% de los adolescentes no tienen conciencia de cómo repercutirá su permanencia en ese centro donde cumplirá la pena en su vida futura y quienes respondieron afirmativamente, dijeron que serán rechazados por los demás. Esta apreciación revela que los jóvenes no esperan lograr ningún cambio en sus vidas como efecto de sus de reclusión, por lo menos lo que hasta ahora han recibido no está dirigido a ese cambio, o no cubren sus expectativas. La mayoría de los adolescentes penados, no cree que la educación sea el objetivo de su privación de libertad, por el contrario, el 68% de los menores que están en Cañada I, y el 86% de Cañada II, creen que el objetivo es modificar conductas, como dice Foulcault, “lo que se trata de reconstruir en esta técnica de corrección no es tanto el sujeto de derecho, que se encuentra prendido en los intereses fundamentales del pacto social, es el sujeto obediente, el individuo sometido a hábitos, a reglas, a órdenes, a una autoridad que se ejerce continuamente y en torno suyo y sobre él, y que debe dejar funcionar automáticamente” en él”. (Foulcault, 1982:134). En Cañada I, el 45% de los adolescentes juegan y el 55% estudian, no reciben adiestramiento para el trabajo. En Cañada II el 23 % estudia y el 68% recibe el adiestramiento. Es deseable que todos los adolescentes que no tengan un oficio aprendan uno, ésto tomando en cuenta que la mayoría está allí por robo, lo que significa que para cubrir sus necesidades acudían al delito y una vida sin éste, pasa por tener un trabajo que le permita mantenerse en niveles dignos para él y su familia, cuando la tenga. Asimismo, se debe crear incentivos para que todos estudien, dado el alto índice de analfabetismo existente entre ellos. La visita es la forma más común de relación familiar, sin embargo; algunos familiares participan en talleres y actividades recreativas lo que es bien positivo, sobretodo los talleres que pueden lograr mejorar las relaciones con los adolescentes para darles más apoyo a fin de ayudarlo durante su permanencia en el centro. Las fugas son pocas, cuatro de veinte en Cañada I y tres de veintidós en Cañada II, y éstas se deben a que no les gusta estar encerrados, lo que evidencia que las actividades de estos adolescentes deben ajustarse más a sus necesidades a objeto de hacerles mas soportable su situación. En el caso de los adolescentes indígenas, la totalidad de ellos, cuatro, afirmaron no haber contado durante el juicio con la participación de alguna autoridad de su etnia como lo dispone el artículo 550 de la LOPNA. Todos los adolescentes, menos tres, treinta y nueve en total, admitieron los hechos, lo que significa que el juicio se obvió y las pruebas aportadas, una de las razones por las que se admiten los hechos, no fueron discutidas en juicio en casi la totalidad de los casos, lo que no deja de llamar la atención, sobretodo cuando algunos adolescentes, tres de ellos, opinan que la sentencia no fue justa, y el mismo número dice que admitió los hechos por recomendación del defensor. Esta medida tan favorable en el caso de los adultos, pudiera convertirse en arma de doble filo en adolescentes que por su falta de madurez y de conocimientos, son fácilmente manipulables y admitir los hechos pudiera significar falta de evidencias o cuando menos debilidad de las mismas. CONCLUSIÓN La política criminal establecida para los adolescentes que han cometido delito, tiene la misma estructura que la de los adultos, sólo se diferencia en que la jurisdicci ón es especializada, y en la pena la cual tiene un límite máximo menor, además una disposición expresa que en todo lo que no se encuentre regulado en la Lopna, debe aplicarse supletoriamente la legislación penal sustantiva y procesal. Esto evidencia que el adolescente que ha cometido un hecho ilícito es visto como un imputado que debe ser llevado a juicio conforme a las decisiones que conforman esa política criminal, lo que implica una transferencia de la persecución penal de adultos al sector de menores, incluyendo, de este modo, las respuestas estatales a los actos ilícitos de los adolescentes dentro del conjunto de los problemas político criminales del país. Los cambios que la Lopna tiene a nivel de lenguaje, donde la sentencia pasa a ser sanción, la pena medida, la cárcel, institución de internamiento, y a las cuales se denominan Centro de Diagnóstico, constituyen un ocultamiento semántico que responde a la resistencia a incluir las respuestas estatales de los adolescentes infractores dentro de la política criminal. No obstante el proceso de los adolescentes en la Lopna es un proceso penal, en consecuencia es una tarea político criminal. LISTA DE REFERENCIAS 1.- AGUILAR VILLANUEVA, L. 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