conócete a ti mismo

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Por el Maestro
Omraam Mikhaël Aïvanhov
CONÓCETE
A TI MISMO
“EL JNANI YOGA” 1/5
Obras Completas – Tomo 17
OM-105-01 – 5 conferencias de 34
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OMRAAM
Institut Solve et Coagula
Reus
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De difusión de la obra
Del Maestro OMRAAM
En lengua Española
Obras Completas Tomo 17 - I
“CONOCETE A TI MISMO” 1/5
Relación 1er lote de 5 conferencias de 34
Palabras del Maestro
EL YO SUPERIOR I
Del 14 de Julio de 1964
EL YO SUPERIOR II
Del 1 DE Abril de 1968
EL YO SUPERIOR III
Del 17 de Enero de 1971
CONOCETE A TI MISMO I
Cuadro sinóptico del 6 de Febrero de 1972
CONOCETE A TI MISMO II
Del 6 de Febrero de 1972
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PALABRAS DEL MAESTRO
"Los Iniciados de la India resumieron el trabajo de
identificación del hombre con la Divinidad mediante la fórmula
«Yo, soy Él».
Lo que significa que sólo Él, el Señor, existe; yo no existo,
Yo sólo existo como su reflejo, su sombra.
Mientras el hombre no conozca su realidad verdadera, se
identificará con el cuerpo físico, con sus sentimientos y sus
pensamientos, sin saber que no son la realidad verdadera. Esta
ignorancia es la que le mantiene débil y enfermo.
Ningún ser humano existe como criatura separada: formamos
parte del Señor que es el único que posee una existencia propia.
Sólo Dios existe, y nosotros somos una proyección de Él.
Entonces, cuando decimos: «Yo, soy Él», nos unimos a Él, nos
acercamos a Él hasta llegar a ser un día como Él. Desde hace
miles de años, la historia nos viene transmitiendo el testimonio de
seres que lograron identificarse con el Señor, y recibieron la luz,
los poderes verdaderos, y experimentaron el éxtasis."
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Conferencia del Maestro
OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV
Del 2 de febrero de 1972 Por la mañana
Tomo 17
Obras Completas
Capítulo II
"CONÓCETE A TI MISMO"
El Cuadro Sinóptico
PRINCIPIO
IDEAL
ALIMENTO
PAGO
LIBERTAD
VERDAD
TIEMPO
ESPIRITU
CONSCIENCIA DIVINA
ETERNIDAD
SUPRACONSCIENCIA
IDENTIFICACION
INTENSIDAD
INFINITO
CREACIÓN
IMPERSONALIDAD
ALTRUISMO
FUSIÓN
CONTEMPLACION
DILATACIÓN
ADORACION
EXTASIS
ORACION
MEDITACION
CONOCIMIENTO
INTELECTO
CONSCIENCIA DE SÍ
UNIÓN
INMORTALIDAD
ESPACIO
ALMA
ACTIVIDAD
SABER
PENSAMIENTO
ESTUDIO
SABIDURIA
PROFUNDIZACIÓN
LUZ
MUSICA
GOZO
CORAZON
CONSCIENCIA
FELICIDAD
SENTIMIENTO
CANTO
AMOR
POESÍA
CALIDEZ
ARMONÍA
RESPIRACION
DOMINACION
VOLUNTAD
SUBCONSCIENCIA
CUERPO FISICO
INCONSCIENCIA
PODER
FUERZA
MOVIMIENTO
GIMNASIA
GESTO
DANZA
ALIENTO
PANEURITMIA
ACTIVIDAD
VIGOR
SALUD
VIDA
ALIMENTO
DINAMISMO
DINERO
TRABAJO FISICO
Extracto del cuadro sinóptico dado por el Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov
que indica cómo, a imagen de la vida psíquica, la vida espiritual se mantiene
en los diferentes principios sutiles de los que el hombre está constituido.
Este cuadro que tenéis ante vosotros es un resumen de toda
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la Ciencia Iniciática de todos los libros sagrados de la humanidad.
Evidentemente, se pueden dar otros esquemas de la vida psíquica
del hombre, y ya hemos estudiado otros. Por ejemplo, mirad:
cuando se quiere dar una idea de la estructura anatómica, para
facilitar la comprensión no se representa todo a la vez, nos vemos
obligados a hacer láminas diferentes para los diferentes sistemas:
óseo, muscular, circulatorio, nervioso... En geografía también hay
mapas físico, político, económico, geológico. Pueden existir,
pues, diferentes cuadros para explicar la estructura psíquica del
ser humano, y aunque este esquema sea diferente del Árbol
sefirótico, por ejemplo, representa la misma realidad y podemos
volver a encontrar todo en él. Os he dado otros esquemas y,
aunque todos sean diferentes, no se contradicen entre sí.
Este cuadro que hoy os presento no lo encontraréis en
ningún libro, es la primera vez que se da. Es un resumen, una
síntesis de todas las verdades de la vida. De momento, no veis
sino palabras aisladas sin conexión entre sí, pero, una vez
explicadas, relacionadas, situadas en este conjunto, todos sus
significados y sus correspondencias os asombrarán.
Veis que este cuadro (que llamamos "sinóptico" porque
presenta una visión de conjunto de la estructura del ser humano y
las actividades que corresponden a esta estructura) se compone de
cinco columnas verticales.
La primera columna indica los Principios con los que el
hombre está constituido: el cuerpo físico, la voluntad, el corazón,
el intelecto, el alma y el espíritu.
En la segunda columna veis escrito: Ideal, porque cada
principio tiende hacia un ideal. El corazón, el intelecto, el alma,
tienen un ideal que es, evidentemente, diferente para cada uno.
Para que cada principio pueda alcanzar su ideal, necesita ser
alimentado, reforzado, y hay que darle la posibilidad de subsistir
para que continúe manifestándose. Por eso la tercera columna
lleva la mención: Alimento.
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Finalmente, las dos últimas columnas están consagradas al
Pago, es decir, al precio que hay que pagar para obtener este
alimento y a la Actividad, es decir, al trabajo que hay que
suministrar para obtener este pago
Veis, pues, cómo todas estas nociones están conectadas
entre sí de una forma perfectamente clara y lógica.
Para facilitar la comprensión vamos a empezar por el cuerpo
físico, porque todo el mundo sabe lo que es el cuerpo físico, todo
el mundo se las tiene que ver con él, es visible, palpable, se trata
de una realidad de la que no podemos dudar. El ideal del cuerpo
físico es la salud, la vida. Para él, no hay nada más valioso, más
esencial, que estar con buena salud, vigoroso y lleno de fuerza.
Para poseer esta vitalidad tiene necesidad de ser alimentado con
toda clase de alimentos sólidos, líquidos y gaseosos. Si no recibe
este alimento, muere. Sin haber pasado por las universidades,
todos saben que para subsistir hay que comer. Hasta los niños lo
saben. Pero para adquirir este alimento hace falta dinero.
Conocéis la historia... Le preguntaban a un picapedrero; "¿Por qué
rompes piedras Antonio? - Para ganar dinero. - ¿Y por qué
quieres tener dinero? - Para poder comprarme macarrones. - ¿Y
por qué quieres los macarrones? - Para comer. - ¿Y por qué
quieres comer? - Para tener fuerzas. - ¿Y para qué quieres tener
fuerzas'? -Para romper piedras..." Sí, un círculo vicioso. ¿Estáis
de acuerdo, verdad? Para poder comer se necesita dinero, y para
tener dinero hay que trabajar, así de sencillo.
Pero esperad, lo que os parece tan evidente en el plano
físico, nunca habéis pensado que lo podemos volver a encontrar
también en los otros planos. La voluntad, el corazón, el intelecto,
el alma y el espíritu, tienden también cada uno hacia una meta, y
para alcanzar esta meta cada uno necesita ser alimentado; para
obtener este alimento hace falta dinero, y el dinero sólo se gana
haciendo un cierto trabajo.
Cuando tengáis este cuadro bien en vuestra cabeza,
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poseeréis la llave de la vida física y psíquica del hombre.
Evidentemente, el cuerpo físico es el receptáculo de todos
los otros principios más sutiles. El alma y el espíritu, por ejemplo,
no están verdaderamente en el cuerpo físico, pero se manifiestan a
través de él a través del cerebro, del plexo solar, de los ojos... Por
ejemplo, cuando miráis a alguien con un gran amor, con una gran
pureza, con una gran luz, ¿qué es lo que se manifiesta a través de
vuestros ojos? Los ojos pertenecen al cuerpo físico, pero el que se
manifiesta, el que se sirve de estos medios de expresión, ¿quién
es? Quizá sea el alma, quizá sea el espíritu, quizá sea Dios
mismo... Si lanzáis a alguien una mirada o unas palabras terribles
que le hacen caer enfermo, son fuerzas hostiles las que se han
servido de vosotros y le han fulminado. El cuerpo físico, pues, a
menudo no es más que el instrumento de fuerzas benéficas o
maléficas que existen en él o fuera de él.
La voluntad tiene como ideal el poder y el movimiento, eso
es lo que pide. Diréis: "También puede pedir la sabiduría, la
inteligencia, la belleza..." No, no son de su dominio, son otros
principios los que piden eso. La voluntad puede ser movilizada
para adquirir la inteligencia o para crear una obra de arte, pero lo
que ella desea para sí misma, la única cosa que la tienta, es el
poder y el movimiento. No quiere permanecer inmóvil, le gusta
ocuparse, tocar, moverse, desplazar las cosas. Pero, al igual que el
cuerpo físico, no puede realizar su ideal sin alimento. Y el
alimento de la voluntad es la fuerza. Alimentada por la fuerza, la
voluntad se vuelve enérgica, pero si no la alimentamos se debilita.
Y el elemento que para ella corresponde al dinero y le sirve para
comprar el alimento necesario es el gesto. Sí, siempre hace falta
arrancarse a la inmovilidad y a la inercia para accionar, para
estimular, para desencadenar las energías; acostumbrándonos a
actuar, a movernos, la voluntad "compra" fuerza y se vuelve
poderosa.
¿Y sabéis cuál es el primero de todos los movimientos? Es
el aliento. En el momento en que el niño nace respira, y entonces
todos los demás procesos se desencadenan... Para procurarse,
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pues, este dinero hay que habituarse a practicar los ejercicios que
son preconizados en la Enseñanza: los ejercicios de respiración, 2
de gimnasia, 3 de Paneuritmia 4… Están concebidos para
desarrollar la voluntad. Podéis añadirles, claro, muchas otras
actividades de la vida corriente que no tengo tiempo de enumerar,
y hay muchos, pero hablo aquí solamente de los métodos que nos
proporciona la Enseñanza y que conciernen más particularmente a
la vida espiritual.
Diréis: "No pensábamos que estos ejercicios pudiesen
desarrollar la voluntad; creíamos que estaban hechos para dar
vitalidad al cuerpo físico, o incluso gozo al corazón..." También
es verdad, porque todo está relacionado. De momento, para que se
me comprenda bien, separo los planos atribuyendo a cada uno de
ellos lo que le corresponde, pero, en realidad, todos estos
principios son inseparables. Cuando respiráis, cuando hacéis
movimientos de gimnasia, también el cuerpo se beneficia de ellos,
la salud mejora, el vigor se incrementa, y os sentís mejor
dispuestos, es evidente. Nada está aislado, todo está relacionado.
El ser humano posee una facultad de sentir y de conmoverse
a la que llamamos corazón. Pero no se trata en absoluto del
órgano físico que lleva este nombre que estudian la anatomía y la
fisiología. El corazón de los anatomistas, que es el principal
órgano de la circulación de la sangre, es una especie de bomba
hidráulica, pero el verdadero órgano de la sensación es el plexo
solar. Cuando los Iniciados dicen que la verdadera comprensión
viene del corazón, hablan del plexo solar. Por otra parte, el plexo
solar es una especie de cerebro invertido. En el cerebro la materia
gris está en el exterior y la materia blanca en el interior, mientras
que en el plexo solar sucede lo inverso, la materia blanca está en
el exterior y la materia gris en el interior. Pero ya os expliqué
muchas cosas a este respecto; dejemos eso hoy. Era solamente
para deciros que el plexo solar contiene unas riquezas y unos
tesoros que están enterrados en él desde tiempos inmemoriales, y
aunque los humanos no se hayan dado demasiado cuenta, en
realidad sienten y comprenden gracias a él. El cerebro, en cambio,
comprende las cosas exteriormente, objetivamente, en teoría, y,
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de esta manera, muchos se pronuncian sobre ciertos temas sin
haber sentido ni saboreado nada. Pero, en realidad, sólo
comprendemos verdaderamente las cosas cuando las hemos
vivido, tocado, sentido, saboreado. El plexo solar es, pues, un
mundo que la ciencia contemporánea no conoce bien todavía y
que le queda por explorar.
Y ahora, ¿cuál es el ideal del corazón? ¿Acaso busca el
saber, los conocimientos, los poderes? No. Tiene necesidad de
felicidad, de gozo, de calor, porque se vivifica en el calor. El frío
le mata. Por todas partes a donde va busca el calor en las
criaturas.
El alimento del corazón es el sentimiento, toda clase de
sentimientos, los buenos sentimientos, y, desgraciadamente,
también los malos. Pero, como debemos limitarnos, sólo
hablaremos aquí de los corazones buenos, de los corazones de los
buenos discípulos que se alimentan de buenos sentimientos.
La moneda que sirve para pagar la felicidad y el gozo es el
amor. Cuando amáis, inmediatamente alimentáis vuestro corazón.
¡Cuántas veces os lo he dicho! No podréis ser felices con las
riquezas, con los poderes, ni siquiera con la belleza, sino
solamente con el amor. Es el amor el que nos hace felices. Podéis
darle cualquier otra cosa al corazón y seguirá insatisfecho, os dirá:
"¡Dame amor!", porque con el amor irá a comprarse todo lo
demás. Cuando amáis a alguien, este amor es un dinero que os
permite "comprar" toda clase de sensaciones, de emociones, de
sentimientos. Miles de sensaciones nacen cada día de vuestro
amor. En cuanto dejáis de tener amor, dejáis de tener también
dinero: se acabaron las emociones, las sensaciones, ¡ya no hay
nada! Por mucho que abracéis a vuestra mujer, si ya no la amáis,
no sentís ni gozo, ni felicidad. Pero si la amáis, ¡ay, ay, ay!
Incluso aunque no la abracáis, miles de sentimientos y de
sensaciones imposibles de analizar pasan a través de vosotros...
simplemente porque el amor está ahi.
El hombre posee un intelecto cuyo ideal es conocer,
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comprender. Lo que es muy importante, porque cuando ignoráis
la naturaleza de las cosas os hacéis daño, os embrolláis, os hundís
en unas regiones peligrosas de donde ya no podéis salir.
Para alcanzar este ideal el intelecto humano tiene necesidad
de un alimento, y este alimento es el pensamiento. Cuando digo
"pensamiento", podemos también entender, como con el corazón,
los malos pensamientos, porque los pensamientos pueden ser de
todas clases. Pero aquí, en nuestra Enseñanza, se sobrentiende que
hablamos de los mejores pensamientos, de los más luminosos. Es
el pensamiento, pues, el que alimenta el intelecto: si no pensáis,
no llegaréis a conocer, a ver las cosas claras. Algunos dicen:
"¿Para qué romperse la cabeza? No hay que pensar demasiado, es
peligroso, nos volveremos locos." Sí, nos volveremos locos si
pensamos mal, pero el pensamiento es el mejor alimento para el
intelecto. Si no lo alimentáis se ensombrece, se debilita: le habéis
dejado morir de hambre.
Pero, para comprarse los mejores pensamientos, hay que
tener dinero. Siempre podemos tener pensamientos, pero
extravagantes, estrafalarios, y el resultado no es demasiado bueno.
Los mendigos, los vagabundos, los pobres, no pueden ir a los
mejores restaurantes a deleitarse con una comida fresca ya que es
demasiado cara para ellos, y tienen que ir a buscar restos en la
basura. De la misma forma, para poder comprarse los mejores
pensamientos hay que ser rico. ¿Y sabéis qué riqueza es ésta? La
sabiduría. Si no tenéis este dinero que se llama sabiduría, sólo
tendréis pensamientos basura, simbólicamente hablando.
Únicamente la sabiduría puede alimentar a vuestro intelecto con
los mejores pensamientos para que pueda así obtener la luz que
busca. Pero la sabiduría no es, como se imagina a veces la gente,
un conocimiento, una ciencia, una erudición. Es, más bien, una
actitud. Algunas personas son sabias sin tener ninguna
instrucción, y otras tienen muchos conocimientos en la cabeza,
pero ninguna sabiduría. La sabiduría es una actitud que consiste,
en primer lugar, en saber orientarse y escoger la mejor dirección;
sólo en segundo lugar nos lleva hacia la ciencia, la cultura, tos
conocimientos. Los sabios no lo saben todo, no han alcanzado la
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ciencia absoluta y completa; siguen estudiando, aprendiendo, y
eso puede durar una eternidad, porque el saber se extiende hasta
el infinito... Pero la sabiduría, en cambio, se puede adquirir
instantáneamente.
La sabiduría es oro, oro que viene del Sol. Si, la sabiduría, el
oro espiritual, viene del Sol. Y. por otra parte, si se representa
siempre a los santos con un círculo de oro encima de la cabeza es,
sencillamente, porque la sabiduría es realmente una luz que
emana de ellos... Con este oro se puede comprar todo en el mundo
invisible, exactamente igual que con el oro material podéis
comprar todo lo que hay en la Tierra. Cuando os presentáis en las
tiendas de arriba, os dicen: "¿Tienes oro? - SI." Y llenan vuestras
bolsas de la compra. Si no, arriba no os dan nada.
Y por la mañana, a la salida del Sol, en la Roca, recogemos
oro, pepitas de oro con las que podemos comprar de todo en el
Cielo: amor, gozo, dilatación, salud, fuerza, plenitud. Muchos no
han comprendido el valor de esta costumbre de ir por la mañana a
ver la salida del Sol y nos ridiculizan llamándonos "tocados por el
Sol". Quizá tengan de momento mucho dinero en sus cajas
fuertes, pero, mientras no hayan comprendido el valor de este oro
espiritual, harán bancarrota con todos sus miles de millones,
ahora, para ganar este oro hay que hacer un trabajo: hay que leer,
estudiar, reflexionar, meditar, y, si no se dice en esta última
casilla que para obtener este oro hay que ir a contemplar la salida
de Sol, añadidlo: en primavera hay que ir a ver la salida de Sol
para recoger el oro solar... ¡Venga, a trabajar! Diréis: "Pero no se
hace nada, nos quedamos sentados meditando, no nos movemos."
En apariencia es así, no nos movemos, pero en realidad todo
nuestro ser vibra y se estremece por dentro.
Ocupémonos ahora del alma. ¡En este dominio también, qué
confusión, qué ignorancia entre los humanos! Cuando se habla
con ellos del corazón, del intelecto, de la voluntad, llegan a
comprenderlo aún, más o menos, ¡pero del alma!... He leído
muchas obras sobre el alma pero nunca me he quedado satisfecho
con sus definiciones, con sus explicaciones En cuanto a lo que la
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ciencia oficial dice sobre este tema, mejor ni hablar: la suprime
diciendo que, en realidad, el alma no existe, sino que se reduce a
un conjunto de procesos fisiológicos. Por eso me entretuve un día
en hacer una conferencia sobre el alma. Sí, yo también tengo mis
entretenimientos ¿Os acordáis? Muchos de vosotros vinisteis
después a decirme que la habíais encontrado de una claridad
fantástica. En realidad ese día no dije gran cosa; apenas situé un
poco mejor la cuestión para que empezaseis a percibir la verdad,
pero estoy lejos de imaginarme que lo hubiese explicado todo.
El ideal del alma, lo que ella pide, quizá estaréis extrañados,
no es ni el conocimiento, ni la luz, ni la felicidad. El ideal del
alma es el espacio, la inmensidad, porque sólo tiene necesidad de
una cosa: de dilatarse, ensancharse, extenderse hasta abarcar el
infinito. Su ideal es el infinito. Si la limitamos se siente
desgraciada. El alma humana es una parte pequeñita del alma
universal y se siente en nosotros tan limitada, tan ahogada en el
cuerpo físico, que su único deseo es poder extenderse por el
espacio. Los hombres se imaginan, en general, que el alma está
contenida enteramente en el hombre; en realidad no, sólo una
pequeña parcela está en el hombre, todo lo demás está fuera de él
y lleva una vida independiente en el océano cósmico. Pero como
el Alma universal tiene proyectos para nosotros y desea poder
animarnos, vivificarnos, embellecernos, trabaja sobre nosotros
para infiltrarse e impregnarnos cada vez más. Nuestra alma no
está limitada a nosotros mismos, es algo mucho más vasto,
exactamente como nuestro ser verdadero, nuestro Yo superior no
es este pequeño yo que conocemos, sino una entidad muchísimo
más poderosa. El alma supera también infinitamente lo que
nosotros podamos imaginar sobre ella. Existe fuera del cuerpo
físico: puede abandonarle, viajar, visitar regiones del espacio,
entidades lejanas...
Así pues, esta parte del Alma universal que está dentro de
nosotros tiende sin cesar hacia la inmensidad, hacia el espacio
infinito. Pero, para alcanzar este ideal tiene necesidad también
ella, de ser reforzada, y existe un alimento apropiado para ella:
todas las cualidades de la consciencia superior, la impersonalidad,
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la abnegación, todo aquello que impulsa al ser humano a
sobrepasar sus límites, a vencer su egocentrismo. Mirad, todas las
actitudes personales, egoístas, erigen límites, separaciones. En
cuanto decimos: "Esto es mío" ya introducimos una separación.
Mientras que las actitudes impersonales apartan y hacen
desaparecer todas las barreras.
Para procurarle al alma su alimento también hace falta
dinero, y este dinero, el único medio que le permite al alma
ensancharse hasta el infinito, es la dilatación, la fusión, el éxtasis.
Para obtener el éxtasis hace falta una ocupación, un trabajo, y este
trabajo es la oración, la adoración, la contemplación. La actividad
propia del alma es la contemplación: contemplar al Señor, los
Ángeles, los Arcángeles, la belleza celestial... La oración es una
búsqueda del esplendor divino, y cuando este esplendor está ahí,
experimentamos una dilatación tal que nos sentimos arrancados
de nuestro cuerpo. Eso es el éxtasis. Todos aquéllos que han
conocido el éxtasis dicen que ya no estaban en la Tierra, en su
cuerpo físico limitado, sino que se sentían sumergidos en el Alma
universal, enteramente fusionados con ella. Después, claro,
volvían a bajar de nuevo, pero, durante unos minutos, unas horas,
habían vivido en el infinito, en la fusión absoluta.
Lo que aquí os revelo corresponde absolutamente a todas las
confesiones, a todos los relatos que los santos, los místicos, los
Iniciados nos han dejado. El éxtasis no llega así como así, de
golpe, sino que es el resultado de una actividad: de la oración, de
la adoración, de la contemplación, de un esfuerzo para tenderse
hacia el Cielo, hacia el Creador, para recibir este oro, gracias al
que podremos después comprarnos todos los gozos celestiales y
ensancharnos hasta el infinito. ¿Veis?, mis queridos hermanos y
hermanas, todo se vuelve claro, nítido. Claro que tos que nunca
hayan tenido ni la más mínima de estas experiencias encontrarán
mis palabras un poco extravagantes y exageradas. Pueden pensar
lo que quieran, pero yo os doy este cuadro con la mayor sencillez,
con la mayor sinceridad, y todos los Iniciados estarán de acuerdo
conmigo a este respecto.
11
Llegamos ahora al espíritu. El espíritu tiende también hacia
un ideal, pero no desea, como el alma, fundirse en el espacio, en
el infinito, porque su naturaleza es diferente. El alma es el
principio femenino por excelencia, el principio femenino
maravillosamente, divinamente expresado. El espíritu, en cambio,
es la expresión divina del principio masculino. El intelecto y el
corazón también representan los principios masculino y femenino,
pero en un nivel inferior, y, por tanto, de una manera más
imperfecta. La alternancia de los dos principios se repite en todas
las regiones del universo, pero bajo diferentes formas -positivo y
negativo, emisivo y receptivo- en todos los dominios. Por todas
partes no encontraréis más que los principios masculino y
femenino. Pero ya he hablado suficientemente sobre estos temas y
no me detendré en ellos ahora.
¿Qué pide el espíritu? No busca ni el espacio, ni el
conocimiento, ni la felicidad, ni el poder, ni la salud. No, no
busca nada de todo eso, porque nunca está enfermo, ni es débil,
desgraciado, tenebroso o contraído. El espíritu solo pide una cosa:
la eternidad. Como es de esencia inmortal, no le gusta lo que está
limitado en el tiempo, quiere la eternidad. Igual que el alma tiene
su dominio en el espacio, el espíritu tiene su dominio en el
tiempo. Los físicos y los filósofos nunca comprenderán la
naturaleza del tiempo y del espacio si no comprenden la
naturaleza del espíritu y del alma. Porque el tiempo y el espacio
son nociones de una cuarta dimensión que afecta al alma y al
espíritu. Sobre eso también, ¡cuántas cosas podría deciros! Pero
espero el momento. Os diré solamente que los más grandes
físicos, matemáticos o filósofos que trabajan con el tiempo y el
espacio no podrán penetrar sus misterios hasta que hayan
trabajado conscientemente con su alma y su espíritu sobre el
infinito y la eternidad.
Y, para obtener la eternidad, el espíritu tiene necesidad de
un alimento. ¿Estáis extrañados de que el espíritu tenga necesidad
de alimento? Os dije un día que el Señor mismo se alimenta... Y
el alimento del espíritu ¡es la libertad! Si el alma necesita
dilatarse, el espíritu, en cambio, tiene necesidad de cortar todos
12
los lazos que le retienen encadenado.
Y la verdad es el dinero con el que el espíritu compra la
libertad. No son la sabiduría ni el amor los que podrán liberar al
espíritu, sino solamente la libertad. Cada verdad que llegáis a
obtener sobre tal o tal tema os da la posibilidad de liberaros. Jesús
decía: 'Conoced la verdad y la verdad os liberará." Sí, la verdad
libera. Preguntaréis:" ¿Y el amor?" ¡Ah!, el amor más bien os
encadena, os ata. Queréis ataros a algo, a alguien, llamad al amor:
nada os atará tan bien como él. ¿Queréis liberaros? ¡Llamad a la
verdad! Y, la prueba, mirad lo que sucede con los ancianos: se
ponen a conocer la verdad, y, como la verdad es la libertad, se van
al otro mundo. Mientras que cuando estamos enamorados no
queremos liberarnos, queremos permanecer en la Tierra para
pasearnos juntos y abrazarnos... Reflexionad, no podéis no estar
de acuerdo
Pero no se puede encontrar la verdad en cualquier parte, en
la primera tienda que se presente; hay una actividad, un trabajo
que hacer para poseer esta verdad, y este trabajo es el de
identificación con el Creador. En esta identificación nos
acercamos a Él, nos fusionamos, nos hacemos uno con Él, y
poseemos la verdad, ¡somos libres! Cuando Jesús decía: "Mi
Padre y yo somos uno", resumía este proceso de identificación. La
meditación os dará algunas luces, pero no seréis libres. La
contemplación os llevará hasta el éxtasis, pero tampoco seréis
libres. Es con el trabajo de identificación con lo que obtendréis
este oro llamado verdad. Y esta verdad es que el hombre no es
más que una ilusión, un maya, que salió de Dios y que volverá a
Dios... Ésta es la verdad. El día que hemos comprendido, visto,
sentido eso, nos sentimos libres: libres de pasiones, libres de
ambiciones, libres de sufrimientos, y entramos en la eternidad.
"La vida eterna es conocerte, a Ti, único Dios verdadero, y a
Cristo que Tú has enviado", dijo Jesús. ¿Y de qué conocimiento
se trata aquí? No del conocimiento intelectual, como el de los que
leen libros y dicen; "Conozco esta cuestión", sino del verdadero
conocimiento. Conocerte a Ti, único Dios verdadero", significa
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ser uno con Él, estar fusionado con Él. Y esta unidad, esta fusión,
eso es la vida eterna. Y fuera de esta fusión con el Creador nada
puede haceros entrar en la vida eterna: vosotros no sois eternos,
puesto que todavía vivís en el tiempo.
En realidad, vivimos en el tiempo y en la eternidad: nuestro
espíritu vive en la eternidad, mientras que nuestro cuerpo físico
con todo lo que nos rodea vive en el tiempo, se desgasta, y
finalmente muere. Hace años, os di una conferencia sobre el
tiempo y la eternidad, mostrándoos que la eternidad no era una
cuestión de tiempo, ni siquiera ilimitado, sino una cuestión de
intensidad. La eternidad es una intensidad de vida, y tener la vida
eterna no es vivir indefinidamente, sino que es vivir una vida
intensa. Nosotros somos unas criaturas limitadas en el tiempo,
hemos tenido un comienzo y debemos tener un final, pero en esta
existencia limitada podemos encontrar la eternidad en la
intensidad de la vida espiritual. Porque únicamente el espíritu es
del orden de la eternidad.
Y para que veáis cómo comprenden los Iniciados el
significado de esta palabra "conocer"... os daré un ejemplo muy
sencillo. ¿Habéis observado que cuando los niños quieren conocer
algo tienen la costumbre de llevárselo a la boca? Son los adultos
los que ya no saben cómo conocer las cosas, porque las miran, las
estudian, las leen, mientras que los niños, en cambio, practican el
verdadero conocimiento, el que consiste en llevarse los objetos a
la boca, es decir, en saborearlos. Vayamos más lejos incluso. La
Biblia dice que Adán conoció a Eva y Abel nació... o que
Abraham conoció a Sara, e Isaac nació… es otra prueba de que el
conocimiento es una fusión. Conocer no es en absoluto
encontrarse con alguien e intercambiar unas palabras con él para
decir después: "Conozco a fulano". Os habéis relacionado con él,
pero no le conocéis. La palabra conocimiento tiene, pues, dos
sentidos: uno para los hombres corrientes y otro para los
Iniciados. Pues bien, era para los Iniciados para quienes hablaba
Jesús cuando decía: 'La vida eterna es conocerte, a Ti, único Dios
verdadero, y a Cristo que Tú has enviado." Así todo se vuelve
claro...
14
Al hacer esfuerzos para practicar la identificación, la
contemplación, la meditación, el canto, los ejercicios de
respiración y de gimnasia, e incluso el mismo trabajo físico, en
vez de sentirse siempre hambriento, sediento, insatisfecho, el
discípulo logra alimentar, reforzar todos los principios que hay en
él. Ahora, claro, podemos desarrollar estas pocas indicaciones
hasta el infinito, añadir precisiones, variar, establecer toda clase
de relaciones entre estos diferentes elementos. Por otra parte,
¿acaso he hecho yo otra cosa desde que os hablo, durante treinta y
cuatro años? Siempre he bailado sobre este cuadro sin decirlo, sin
mostrarlo; de él he sacado todas mis conferencias. En este cuadro
he querido reunir y ajustar todas las nociones de la vida física y
psíquica que se encuentran un poco dispersas por todas partes
para formar con ellas una unidad. Porque mi deformación es ésta:
querer hacer siempre una unidad, una síntesis.
La ciencia ha tomado desde hace ya demasiado tiempo el
camino del análisis y el mundo contemporáneo tiene necesidad
ahora de una visión sintética de las cosas. Pues bien, nosotros
tenemos esta visión sintética; yo sólo trabajo con ayuda de la
síntesis. Claro que es necesario, de vez en cuando, analizar algún
punto. Pero mi método es la síntesis, porque únicamente la
síntesis vivifica; gracias a ella podemos fusionarnos con el
Creador, con el universo entero, para llegar a ser grandes, ricos,
vivos. Con el análisis os encogéis, os limitáis, os empequeñecéis
cada vez más y pronto ya no queda nada de vosotros. El análisis
es la muerte... La síntesis es la vida... Una prueba: ¿qué hace la
madre? Para formar a su hijo hace la síntesis de miles de millones
de elementos. El niño es esta síntesis viva que se mueve, que
come, que habla. Más tarde, cuando haya llegado la hora del
análisis, cada partícula del cuerpo se va a ir a la región que le
corresponde: la tierra, el agua, el aire, el fuego... exactamente
como las letras vuelven al casillero del tipógrafo Así pues, si os
empeñáis siempre en analizar, en dislocar, en desmontar las cosas
y los seres, camináis hacia la muerte, la muerte espiritual.
El individualismo, la vida personal, egoísta, desemboca en
15
la muerte espiritual: nos desprendemos, nos aislamos, nos
separamos de los demás, y esto es la muerte. Al contrario, la vida
colectiva, fraternal, es una síntesis que aporta la vida, la
resurrección. Si no queremos realizar la Fraternidad Blanca
Universal en el mundo, pues bien, eso quiere decir que trabajamos
para la muerte espiritual. Para vivir hay que tener un alto ideal de
síntesis y este ideal es el Reino de Dios.
Como ya os dije al empezar, este cuadro no puede
contenerlo todo. Hay, pues, un cierto número de nociones que no
encontraréis en él. Pero podemos, de todos modos, situar en él la
conciencia. La conciencia, y más exactamente la conciencia de sí,
es un asunto del intelecto. La supra-consciencia pertenece a los
dominios del alma y del espíritu; e incluso podemos hablar para el
espíritu de la supra-consciencia divina A los dominios de la
voluntad y del corazón corresponde la consciencia y es al nivel
del intelecto cuando empieza a nacer la consciencia de sí. Todas
las manifestaciones de la vida instintiva (con la respiración, la
digestión, la circulación, la eliminación, el crecimiento)
corresponden a la subconsciencia. Finalmente, el cuerpo físico,
con su armazón óseo, corresponde a la Inconsciencia.
Me preguntáis dónde hay que situar la pureza. ¿Pero cómo
separar la pureza de todo lo demás? En el Árbol sefirótico es
diferente, está situada en la Séfira Yesod, pero aquí no tiene un
sitio particular, se encuentra por todas partes. Hay que situarla en
primer lugar en el cuerpo físico como una cualidad del alimento;
el alimento debe ser puro. Si está polucionado, envenenado,
putrefacto, caéis enfermos. En el dominio de la voluntad sucede
lo mismo: la fuerza con la que alimentáis a la voluntad debe ser
pura. Porque ahí también hay fuerzas y fuerzas, y algunas dejan
muchas escorias. Tomad el ejemplo de los combustibles: el
carbón, la gasolina, contienen energías, pero para que la
combustión produzca la mayor energía posible dejando el mínimo
de residuos es preciso purificarlos o filtrarlos, o bien escoger los
materiales de la mejor calidad. Si no, obtendréis muchas escorias
y muy poco calor y energía.
16
Los sentimientos también deben ser los más puros para
alimentar plenamente al corazón. Si dejáis entrar en vuestro,
corazón materiales impuros, como la ira, los celos, la codicia, la
sensualidad, toda una mezcla de sentimientos espantosos, vuestro
corazón empieza a sufrir, porque le habéis dado un alimento
polucionado. Y lo mismo sucede con el intelecto, con el alma y
con el espíritu. Porque no puede existir sabiduría, éxtasis o verdad
allí donde hay impurezas. ¿Veis qué claro es todo?
Árbol Sefirótico
Tampoco he situado en este
cuadro la belleza, ni la perfección. En
realidad, se sobreentienden en todos
los planos, a todos los niveles.
Tampoco se menciona el
sufrimiento, pero ahí es fácil de
comprender: desordenad, invertid o
cambiad alguno de los elementos de
este cuadro, dadle al cuerpo físico, al
corazón, al intelecto, un alimento
impuro, o dadle a un principio lo que
le conviene a otro, e inmediatamente
aparecerá el sufrimiento. Si pudieseis
oír todas estas quejas en el interior de
vosotros: "No es esto lo que yo pido,
¿por qué me das este alimento?...
Tengo necesidad de espacio, ¿por qué me has encerrado
aquí?...Quiero calor, ¿por qué me dejas en el frío? Estoy
tiritando..."
¿Sentís ahora la veracidad de todo lo que acabo de deciros?
Evidentemente, si me escucháis con una actitud puramente
intelectual y objetiva quizá no sintáis nada de nada y encontréis
incluso que mis palabras no corresponden a vuestras opiniones.
Yo no soy culpable de que toda la cultura del mundo
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contemporáneo os haya puesto en la cabeza unas ideas que os
impiden comprender. Pero, daos prisa, adoptad mi forma de ver
las cosas y estaréis maravillados. Diréis: "Lo he comprendido...
Voy a llevar conmigo este cuadro por todas partes a donde vaya,
lo miraré: en el tren, en el metro, en la sala de espera del
dentista... ¡hasta en los institutos de belleza!' Si, este cuadro puede
ayudaros mucho. Nunca disminuyáis su importancia.
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OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV
Del 2 de febrero de 1972 - POR LA TARDE
Tomo 17
"CONÓCETE A TI MISMO"
Obras Completas
Capítulo I
"CONÓCETE A TI MISMO"
"Conócete a ti mismo..." Muy pocos han sabido interpretar
esta fórmula que estaba inscrita en el frontispicio del templo de
Delfos. ¿Quién es este sí mismo al que hay que conocer? "Ah,
diréis, es nuestro carácter, nuestras debilidades, nuestros defectos,
nuestras cualidades". No, este conocimiento es necesario, desde
luego, pero es insuficiente. Conocerse es conocer los diferentes
cuerpos con los que estamos formados (los cuerpos físico, etérico,
astral, mental, causal, búdico y átmico) y las necesidades de estos
diferentes cuerpos. Pero los hombres no saben nada de todo eso.
Cada uno conoce de si mismo algunas cualidades, algunos vicios,
y dice: "¡Si, es claro, me conozco!" Pues no, todavía no conoce
nada, no sabe lo que existe en lo más profundo de sí mismo, lo
que desea, lo que pide, lo que le falta. No sabe lo que es este "sí
mismo", lo confunde siempre con el cuerpo físico, y trata de
procurarle alimentos, vestidos, joyas, confort, placeres, sin darse
cuenta de que no era eso lo que le pedía su verdadero Yo. Las
satisfacciones puramente materiales y físicas nunca han hecho
que el ser humano más dichoso ni más satisfecho de sí mismo. Es
solo cuando empieza a conocerse a sí mismo, arriba, que le resulta
posible, por fin, vivir en el esplendor.
Si los Iniciados de la Antigüedad insistieron tanto en la
necesidad del conocimiento de si es porque este conocimiento
abre las mayores posibilidades de avance, de progreso, de éxito.
Mientras no conozcamos las necesidades de nuestro Yo superior,
damos todo al cuerpo físico, que está atiborrado, mientras que el
alma y el espíritu están hambrientos, sedientos, se ahogan y
2
mueren.
Pero los humanos ni siquiera creen en la existencia de los
otros cuerpos, así que ¿cómo queréis que se ocupen de
alimentarlos, de darles fuerzas? Es inverosímil la situación en la
que se encuentran muchos, incluso los más cultivados: están
orgullosos de su cultura, de sus diplomas, de sus conocimientos,
y, sin embargo, están siempre agobiados, atormentados. Eso
prueba que algo no está a punto en su vida. Es mejor no hincharse
tanto de orgullo cuando se es tan ignorante.
"Conócete a ti mismo"... Toda la ciencia, toda la sabiduría
está ahí: en conocerse, en reencontrarse, en la fusión del yo
inferior y del Yo superior. El símbolo del Iniciado que ha logrado
reencontrarse a sí mismo es la serpiente que se muerde la cola. La
serpiente que repta sobre el suelo es una línea recta o sinuosa, y la
línea es algo limitada. Pero la serpiente que se muerde la cola se
convierte en un círculo, y el círculo es lo infinito, lo ilimitado, es
la eternidad. El hombre que ha llegado a realizar el símbolo del
círculo entra en un mundo en el que ya no hay límites, en el que
ya no hay separación entre arriba y abajo, pues todos los poderes,
las riquezas y las virtudes que el verdadero Yo posee se inyectan
en el pequeño yo. El pequeño y el grande no hacen más que uno
solo y el hombre se convierte en una divinidad.
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OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV
Bonfin a 14 de Julio de 1964
Tomo 17
Obras Completas
Capítulo VIII
EL YO SUPERIOR I
Cuántas veces, durante un viaje en tren por la noche, cuando
todos los viajeros dormían, abría una ventana y miraba hacia
delante, hacia la locomotora donde estaba el maquinista, y me
decía: "Mientras todo el mundo duerme tranquilamente, hay un
buen hombre que vela allí abajo en la oscuridad, con su rostro
ennegrecido por el carbón y los ojos brillando en la noche." Eso
me impresionaba mucho, este pobre hombre que era el único que
no tenía derecho a dormirse porque era el responsable de la vida
de todos los demás.
Quizá encontréis que me han dado una mentalidad rara
porque me ocupo de unas cosas en las que nadie piensa, pero así
es. Como se dice en los Evangelios: "La piedra que los obreros
rechazaron se ha convertido en piedra angular." Pero en lo que no
habéis pensado tampoco es en que existe también otro tren cuyo
maquinista no debe dormir, y somos nosotros mismos. Nuestro
cuerpo, nuestras células pueden dormir, pero nuestro Yo superior
no duerme nunca. Permanece despierto, vigilante, y sigue
conduciéndonos, guiándonos. Por lo menos eso es lo sucede en
los Iniciados y los discípulos instruidos. Porque en la mayoría de
los humanos, que están tan lejos de su Yo superior, es como si
todos durmiesen; los pasajeros y el conductor.
Siempre debemos mantener despierta una parte de nosotros
mismos. E incluso, antes de dormiros por la noche, debéis pensar
en dejar a alguien que vele dentro de vosotros mientras estéis
sumergidos en el sueño. Jesús dijo: "¡Velad y orad!"1 Y los
cristianos creyeron que se trataba sobre todo de velar en el plano
2
físico. Y entonces, los pobres, para aplicar este precepto que no
habían comprendido bien, se despertaban en plena noche para
recitar oraciones o meditar, se extenuaban luchando contra el
sueño y acababan desequilibrando los ritmos naturales de su
organismo. Es en un plano más elevado donde hay que velar y
orar.
Velar en el plano físico no es lo esencial: hay que saber
transponer, transportar esta vigilancia mucho más arriba, dejar
que las células duerman, que el cuerpo descanse, y velar a un
nivel más elevado, es decir, asociarse con aquél que vela siempre,
que no duerme nunca, ir a juntarse con él, a unirse a él. ¿Y dónde
se encuentra este eterno vigilante? Aquí, entre las dos cejas,
ahí está su residencia. Por eso lo ve todo, lo graba todo, lo
comprende todo, y está absolutamente impasible e inmóvil.
Hay que ir a él. Sí, si llegáis a velar y a formular peticiones desde
este centro, aquí, tendréis ojos espirituales para explorar las
regiones invisibles, e incluso en el momento en que vuestro
cuerpo descanse, podréis tomar contacto con las realidades más
maravillosas.
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OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV
Bonfin el 1 de abril de 1968
Tomo 17
Obras Completas
Capítulo VIII
EL YO SUPERIOR II
El Sol es siempre nuevo, el agua de los ríos es siempre
nueva, y el ser humano se renueva también, las células de su
cuerpo se renuevan. Podemos preguntarnos entonces: ¿por qué el
hombre sigue siendo siempre el mismo, con las mismas actitudes,
los mismos reflejos, las mismas debilidades?
Os daré una imagen. Cuando en una administración, en una
fábrica, un empleado se jubila o muere, el que lo reemplaza se ve
obligado a aprender el mismo trabajo para hacer exactamente lo
que hacía el otro. De la misma manera, cuando hay células que
mueren, otras vienen a reemplazarlas para continuar el trabajo.
Pero lo que la gente no sabe es que existe también en el hombre
una administración, unos archivos, una memoria que instruye a
las nuevas partículas para que actúen y vibren como las antiguas.
Es esta memoria la que hace que el hombre siga siendo siempre el
mismo, aunque la materia de su cuerpo haya sido reemplazada.
Así que, si conocéis el secreto para cambiar la memoria de las
células todo será nuevo: la materia será nueva y la mentalidad
también.
Por el momento, los humanos se contentan con renovarse
físicamente como los niños. Mirad al niño: pasados veinte años,
treinta años, su talla, su rostro han cambiado, pero su yo, su ego,
sigue siendo el mismo. Se necesita todo un trabajo espiritual para
que eso cambie también. Por eso el discípulo debe aprender a
identificarse con una entidad celestial: Cristo, el Señor, la Madre
Divina. Diréis: "¡Pero eso es una locura!" Sí, en ciertos casos
puede parecer una locura, pero entre la locura y la iniciación la
2
distancia no es muy grande. ¿Veis? ¡Es alentador! Todo el mundo
sabe que entre un loco y un genio no hay más que un paso. Pues
bien, entre la iniciación y la locura también no hay más que un
paso. Alguien se toma por Cristo y está loco, simplemente. Quería
pasar la iniciación y no la ha pasado correctamente, se ha vuelto
loco. Si hubiese conocido los métodos se habría convertido
realmente en Cristo. Otros seres muy evolucionados han llegado a
identificarse con Cristo. Se trata, pues, de conocer ciertas reglas,
ciertos métodos.
Cuando queréis pasar de la conciencia ordinaria a la supraconsciencia, estáis abordando una renovación, un cambio de
personalidad y, si no se conocen los métodos para que todo se
lleve a cabo armoniosamente, se producen unas anomalías tales
que corréis peligro de volveros locos. Entre un loco y un Iniciado
no hay, pues, mucha diferencia, sólo que en el loco él se hace de
una forma tan desordenada y caótica que lo encierran, mientras
que en el Iniciado todo se realiza tan armoniosamente que se
convierte en una divinidad. Sí, tenemos que saber que si no
procedemos de acuerdo con ciertas reglas, se desencadenan
fenómenos raros. Eso es lo que les sucedió a muchos místicos, a
muchos espiritualistas que no supieron trabajar correctamente: no
conocían la medida o las leyes, y produjeron trastornos en su
sistema nervioso, o atrajeron sin saberlo a entidades nocivas que
se apoderaron de ellos. Por eso el mundo entero considera ahora a
todos los espiritualistas como un poco desequilibrados
Hay que saber que con nuestra forma de vivir y de trabajar
nos ponemos en la misma longitud de onda que ciertas entidades
y que, de esta manera, las atraemos. El Iniciado egipcio, por
ejemplo, que concentrándose, recitando fórmulas, poniéndose
ciertas vestiduras, e incluso una careta, quería identificarse con el
Dios Osiris o el Dios Horus, se convertía verdaderamente durante
unos momentos en la encarnación de esta divinidad, porque
llegaba a vibrar exactamente en la misma longitud de onda, y esta
entidad sublime hablaba verdaderamente a través de él, se
manifestaba a través de él. Para establecer la conexión hay que
ponerse en las mismas condiciones de vibración. Se trata de una
3
ley física, y el funcionamiento de la radio está basado en esta ley.
Los Iniciados, que la conocían mucho antes y mucho mejor que
los físicos, y que sabían que esta ley no sólo es válida en el plano
físico sino también en el plano psíquico, espiritual, dieron a sus
discípulos unas reglas, unos métodos para vibrar al unísono con
tal o cual entidad y recibir así sus mensajes. Después, cuando les
hacían volver en sí, algunos ni siquiera se acordaban de lo que
hablan dicho. Era otro el que hablaba a través suyo. Esto es
también, en cierta manera, lo que les sucede a los locos que, sin
saberlo, han entrado en relación con entidades tenebrosas o
corrientes nocivas.
Incluso podemos preguntarnos por qué son justamente
personas enfermizas las que poseen unos dones de clarividencia y
mediumnidad que las personas normales no poseen. O bien por
qué estos dones aparecen en algunos tras un shock o una gran
enfermedad. Si, a menudo es esto lo que sucede: un shock, una
caída, un accidente, una gran desgracia, desencadenan
interiormente unos determinados procesos y algún tiempo
después aparecen ciertas manifestaciones psíquicas. Como no
podemos explicarlas, decimos que no son normales. Sí, algo de
eso hay, pero no por ello hay sacar la conclusión de que hay que
estar siempre desequilibrados o enfermos para tener capacidades
psíquicas. En realidad todo eso se explica por el hecho de que la
subconsciencia toca a la supra-consciencia. Pero eso nos lleva a la
cuestión de la personalidad y de la individualidad, de la naturaleza
inferior y la naturaleza superior, de las que ya os he hablado
mucho.
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OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV
Sévres a 17 de Enero de 1971
Tomo 17
Obras Completas
Capítulo VIII
EL YO SUPERIOR III
Nuestro Yo superior es perfecto, omnisciente, todopoderoso,
una parte de Dios mismo, una quintaesencia límpida, luminosa,
pura... ¿Cómo es entonces posible que nos deje cometer errores?
Lo más difícil de comprender es que existe en nosotros un ser que
lo ve todo, que lo sabe todo, pero que permanece impasible, que
no dice nada, que no sufre, hagamos lo que hagamos. ¿Por qué
acepta unas situaciones que no le son favorables? Y cuando le
presentamos nuestra filosofía, nuestros deseos, nuestros
proyectos, nuestras esperanzas, ¿por qué no hace nada para
realizarlas? Nosotros no estamos separados de él, y cuando
sufrimos, cuando quisiéramos mejorar las cosas, él permanece
indiferente, no nos saca del atolladero. ¿Cuál es el medio para
llegar a alcanzarle?... Es muy importante conocerlo porque, el día
en el que se decide a actuar, nada le es imposible, puesto que está
por encima de lo que constituye nuestro ser propio: el cuerpo
físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral, el cuerpo mental, y hasta
de los cuerpos causal, búdico y átmico. Está también por encima
de ellos, porque todo eso son cuerpos, mientras que él no es un
cuerpo; se manifiesta a través de estos cuerpos, pero su región es
aquélla que los cabalistas llaman Ain Soph Aur: luz sin fin.
Todo es posible para nuestro Yo superior, la cuestión es que
quiera actuar, y como nosotros no sabemos cómo hacerle querer
lo que queremos que quiera, ¡he ahí nuestra tragedia! ¿Cómo
despertar la buena voluntad de este ser que está tan alejado de
nosotros y del que nosotros representamos aquí -y tan mal- una
parte muy pequeñita?
2
Nuestro yo terrestre está hecho de "yoes" cambiantes,
inestables ¡y tan diferentes! Pero puesto que somos siempre
nosotros los responsables de todos los "yoes" que meten la pata,
nosotros debemos sufrir y reparar por ellos. Nuestro verdadero Yo
nunca comete crímenes o errores, permanece siempre arriba en la
pureza y la luz, y nosotros debemos, un día, unirnos a él,
fusionarnos con él. Pero, mientras tanto, hay en la Tierra un yo
que sirve, por decirlo de alguna manera, de tarjeta de visita a
todos los demás "yoes" que habitan en la misma casa, unos "yoes"
completamente diferentes y extravagantes que no se parecen en
nada los unos a los otros: un poeta, un avaro, un cocinero, un
mentiroso... Pero nosotros, ¿qué somos nosotros? No lo sabemos.
Es un yo ficticio el que está ahí, el que los engloba a todos, y que
debe recibir las recompensas o los castigos por los crímenes o las
buenas acciones del uno o del otro. Uno de estos "yoes" se va a
robar un poco en la casa del vecino, y he ahí que llega otro yo, un
yo honesto que está asombrado, compungido: no comprende
cómo ha podido suceder... Acordaos de la conferencia que os di
hace años sobre todos los habitantes que transportamos con
nosotros...
Cuando queremos conocernos, es decir, cuando queremos
reencontrarle, nuestro Yo superior inmediatamente es alertado de
que, por fin, por primera vez, el trabajo más grande que existe en
la Tierra ha sido emprendido. Es alertado y se alegra. Todo lo
demás que hacemos le deja indiferente, frío. Que seamos
generales, ministros o emperadores, o que tengamos un accidente,
o que nos encontremos en la miseria o desesperados, todo eso no
le afecta. Sólo el día en que queremos por fin conocerle es
alertado y empieza a prestarnos atención.
En realidad existen para el discípulo dos métodos que le
permiten reencontrarse: el primero consiste en concentrarse en su
ego, en su yo humano. Este yo es limitado, ilusorio, por supuesto,
pero es, a pesar de todo, una realidad... Aunque digáis que no
existe, ¡existe al menos como inexistencia! El primer método
consiste, pues, en servirse de este débil medio, de esta pantalla del
3
yo, de la conciencia, que no es enteramente vosotros, pero que si
es, sin embargo, una parte de vosotros, una lejana manifestación
de vuestro Yo superior. Os aferráis a esta conciencia, la retenéis
sin hacer otra cosa que permanecer conscientes, y os quedáis así
durante varios minutos manteniendo esta consciencia de vosotros
mismos... Entonces, poco a poco, como vuestra conciencia está ya
conectada con el infinito de vuestra supra-consciencia que está
arriba, en el Yo superior, esta atención, esta concentración, llega a
alcanzar al Yo superior.
Pero, para que tas cualidades del Yo superior desciendan al
yo inferior, hay que hacer intervenir a la imaginación. Hacéis con
la imaginación el mismo ejercicio que os di para que hicieseis con
el Sol. Estáis ahí y pensáis en vuestro Yo que está arriba, os
imagináis que os está mirando, es decir, que vosotros mismos,
desde allí arriba, os miráis aquí, donde estáis; en unas condiciones
tan imperfectas!... Mantenéis este pensamiento y hacéis circular la
corriente entre vuestro Yo de arriba y vuestro yo de abajo.
Entonces, restablecéis la conexión, la verdadera conexión, porque
desde aquí pensáis que estáis allí arriba, y desde allí arriba, tenéis
consciencia de estar aquí, abajo, ¡conscientes de vuestro Yo de
arriba!
Es algo muy difícil de explicar: os dividís, y os unís. Os
dividís, pero desde allí arriba os miráis meditando aquí sobre
vuestro Yo que está arriba, y así se forma un círculo
extraordinario que permite el desarrollo de la supra-consciencia.
Cerráis los ojos, permanecéis con la conciencia clara de que estáis
ahí, en vuestra habitación, vosotros, un ser vivo, un ser pensante,
y que vuestro Yo superior, que está arriba, que tiene todos los
poderes y todos los conocimientos, se refleja en vosotros, se
reconoce a través vuestro. Se ve y sonríe, se ríe... Vosotros le
observáis desde aquí, miráis cómo es; y él desde el otro lado os
observa también. Entonces, los dos polos de vuestro ser, inferior y
superior, empiezan a acercarse, y, un día, la fusión tiene lugar:
vuestro yo inferior ya no existe; este yo inferior que no es una
realidad desaparece, únicamente permanece vuestro yo real,
vuestro Yo superior. ¡Terminadas las debilidades, los desánimos,
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las oscuridades! Os volvéis omniscientes, inmortales, eternos.
Debéis imaginaros, pues, que no sólo vuestro Yo superior os
mira, sino que tiene también conciencia de mirarse a sí mismo a
través vuestro, a través de vuestro cerebro, y de estar conectado
con vosotros. Y, entonces, ¡qué contacto extraordinario se
produce!: se despierta la supra-conciencia.
Puedo daros aún otro ejercicio que consiste en concentrarse
en la parte de detrás de la cabeza, en el occipucio. Probadlo
durante unos minutos... algo sucederá en vosotros, todo vuestro
cuerpo vibrará, sentiréis como chispas. Pero no prolonguéis
mucho tiempo el ejercicio; en cuanto sintáis esta tensión, como si
hubieseis tocado un punto neurálgico que hace vibrar todo vuestro
cuerpo, deteneos. La primera vez no debéis prolongar la
experiencia, hay que ser muy prudentes.
Muy pocos han logrado realizar esta identificación con su
Yo superior, porque ello exige un trabajo gigantesco. Por eso
algunos Iniciados tenían buenas razones cuando lo abandonaban
todo y se iban a vivir retirados en los bosques, las grutas o los
desiertos, para no tener ya ninguna ocupación susceptible de
absorber sus energías y desviarles de su meta. Pero aquí, en
Europa, donde vivimos en otras condiciones, esto no es
aconsejable, salvo en casos excepcionales. Hacer un retiro de
algún tiempo para trabajar mejor, sí, pero decidir vivir toda la
vida retirado del mundo sin aportar ni ayuda, ni bendiciones a los
humanos, yo encuentro eso un poco egoísta Es algo muy corriente
en la India: lo abandonan todo, su familia, sus bienes, su
profesión, para consagrarse a la vida espiritual. Está bien, está
bien, pero aquí en Europa es preferible equilibrar las dos cosas: la
vida material y la vida espiritual.
Muchos maestros orientales han venido a Occidente -no
hace falta nombrarlos- pero los ejercicios que han dado a sus
discípulos a menudo les han desequilibrado o enfermado. En sí,
se trataba de ejercicios magníficos que traían de los monasterios
de Mongolia, del Tíbet o de la India, y ellos creían poder
5
enseñarlos también en Europa y en América. Pero para los
occidentales hacían falta otros métodos Muchos se hundieron en
la locura o en los desórdenes sexuales porque no sabían cómo
proceder y estos ejercicios desencadenaban en ellos unos tornados
que eran incapaces de controlar. Existen en Oriente miles de
ejercicios y de prácticas, pero raras veces he encontrado a
occidentales que hayan llegado gracias a ellos a un resultado
verdaderamente sublime.
Hace ya mucho tiempo asistí a un espectáculo en el que, tras
algunos números de music-hall, entró en escena un yogui hindú
semidesnudo ¡y de una extrema delgadez! Empezó a hacer girar
sus músculos y sus vísceras en todos los sentidos, de una manera
espantosa; se veía cómo latía su aorta, se hinchaban sus
pulmones, se movían sus intestinos, y varias espectadoras se
desmayaron de lo terrible que era. Encuentro verdaderamente que
es inútil perder años para obtener estos resultados. Todos estos
yoguis que han llegado a un control tan grande de su cuerpo físico
¿se ocupan acaso con tanto esmero de lo espiritual? A veces ni
siquiera saben conducirse en su vida interior. El cuerpo físico es
importante, desde luego, sin él no podemos hacer nada en la
Tierra; pero, en mi opinión, ser vegetariano, practicar algunos
ejercicios de gimnasia que nosotros conocemos, vivir una vida
pura, equilibrada, con eso basta para el cuerpo físico. Lo que
cuenta sobre todo, es conocer las leyes espirituales y aplicarlas
viviendo correctamente, poseer un verdadero saber sobre el
Universo, sobre las jerarquías y el ser humano, y llegar al perfecto
control de uno mismo.
Antes de ir a experimentar conocimientos peligrosos, hay
que empezar por aprender a alimentarse, a respirar, a amar, a
pensar, a actuar, y después la ciencia vendrá, una ciencia inmensa,
infinita. Lo más importante es saber vivir correctamente para
reforzarse. Pero los hombres descuidan eso y acumulan toda clase
de conocimientos inútiles. Como este hombre al que le gustaban
tanto los libros que se había hecho hacer un abrigo con unos
bolsillos muy grandes: compraba tantos libros como podía,
llegaba a su casa con los bolsillos repletos y lo amontonaba todo
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en su pequeña habitación... hasta el día en que el piso no resistió
más y se desplomó sobre la cabeza del vecino de abajo. El pobre
hombre se había pasado la vida estudiando, pero lo único que se
le había olvidado estudiar era hasta qué punto su "piso" podía
resistir.
A menudo los hombres acumulan, acumulan, y el piso se
desploma. ¿A qué llamo "piso"? Al sistema nervioso. Si, lo
olvidamos, pensamos siempre que podrá soportarlo todo, pero
primero hay que reforzarlo, y después podremos amontonar todos
los libros. ¿Comprendéis, entonces, por qué digo que en primer
lugar hay que saber alimentarse bien, respirar bien, dormir bien,
comportarse bien?; eso es el "piso". Cuando éste sea sólido,
poned en él el universo entero, lo soportará. Por otra parte,
incluso una calabaza puede explicárnoslo, porque ella conoce esta
ley de consolidación. Sí, observad una calabaza: a medida que
crece, va reforzando su tallo que al principio era tan fino, tan
tierno; y así puede alcanzar un peso formidable sin que su tallo se
rompa. Pero hay hombres que en vez de reforzar su sistema
nervioso acumulan cargas, y un día todo se rompe, todo se
desploma en ellos.
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