Ignacio López Martínez Actividad 2ª: Comentario de los parágrafos 202 y 203 de la obra; Más allá del bien y del mal de Friedrich Nietzsche. Estos parágrafos corresponden a la sección quinta, para la historia natural de la moral, de la obra de Nietzsche; Más allá del bien y del mal. En estos textos, Nietzsche nos trasmite su pensamiento sobre la democracia y otros sucedáneos de gobernabilidad (el socialismo), a través de la crítica de la moral del rebaño y, por lo tanto, de la defensa de una gran política que ejerce una transmutación de los valores como la moral de los señores. Al principio del texto, Nietzsche, nos avisa de la dificultad que existe a la hora de aceptar ciertas verdades, dado que la sociedad Europea ha vivido durante siglos bajo el influjo del rebaño y de la decadencia. El hombre decadente, para Nietzsche, es un hombre que niega el verdadero valor de la vida en aras de unos valores trascendentales como la compasión, la virtud, la justicia, la igualdad y otros tantos que eliminan el carácter tonificante y energético que la vida imprime desde su propio seno. La decadencia, la degradación y la oposición a la vida por medio de una voluntad de negación, constituyen síntomas evidentes del hombre europeo inmerso en la moral del rebaño. Estos instintos gregarios impuestos en la conciencia humana, tienen su germen en la filosofía de Sócrates, el cual, con su intelectualismo ético, hizo de la virtud y de la idea de bien los paradigmas por los cuales toda conducta tiene que regirse si quiere obrar en términos morales. Una vez que Sócrates tejió los mimbres sobre lo bueno y lo malo, entonces le siguió la religión cristiana haciendo de la vida un valle de lágrimas que hay que superar gracias a un nuevo rebaño que se dirige hacia Dios como su auténtico redentor. Vemos, por ello, como la moral del rebaño, lejos de ser una incidencia histórica que emerge en un momento preciso, se impone en la conciencia del hombre europeo de manera definitiva durante siglos, haciendo de este un ser vil y decadente que niega la vida. “Hemos encontrado que Europa, incluido aquellos países en que el influjo de Europa es dominante, se ha vuelto unánime en todos los juicios morales capitales: en Europa se sabe evidentemente aquello que Sócrates decía no saber y que la vieja y famosa serpiente prometió un día enseñar, - se “sabe” hoy qué es el bien y qué es el mal… La moral es hoy en Europa moral de animal de rebaño. Pero hablar de la moral del rebaño no es hablar de una sola moral, sino que existen posibles morales que se enfrentan y se oponen a aquella de un modo totalmente absoluto. De ahí la moral de los señores, de los superiores; una moral aristocrática que lleva a cabo una transmutación de los valores haciendo de lo bueno algo elevado y Ignacio López Martínez honorable. Lo bueno, para la moral de los señores, es todo aquello que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder y la energía entre los hombres; lo malo, por el contrario, es todo aquello que procede de la debilidad. Pero frente a la imposición de una moral aristocrática de los señores, la moral del rebaño se defiende a través de diversas modalidades y mutaciones que se dan a lo largo de la historia. Y una de estas mutaciones o transformaciones se logra con la instauración de la democracia, la cual defiende una moral del rebaño a través de aquellos valores de compasión y de igualdad que no se pueden violar. La democracia, según Nietzsche, no es ni más ni menos que la representatividad política de la moral cristiana del rebaño. Así para combatir la fuerza de la moral nietzscheana, las fuerzas reactivas que niegan el sentido de la vida se institucionalizan en la sociedad mediante la democracia compasiva e igualitaria. “Contra tal posibilidad (la imposición de la moral aristocrática), contra tal deberían, esa moral se defiende, sin embargo, con todas sus fuerzas: ella dice con obstinación e inflexibilidad ¡yo soy la moral misma, y no hay ninguna otra moral! –más aún, con ayuda de una religión que ha estado a favor de y ha adulado los deseos más sublimes del animal de rebaño, se ha llegado a que nosotros mismos encontremos una expresión cada vez más visible de esa moral en las instituciones políticas y sociales: el movimiento democrático constituye la herencia del movimiento cristiano”. Así, como muy bien refleja el texto nietzscheano, no es de extrañar que el rechinar de los dientes de los furiosos perros anarquistas sean cada vez menos disimulados frente al tempo somnoliento y debilitador de la democracia liberal. Con ello, Nietzsche se está haciendo eco de los movimientos nihilistas y anarquistas, por ejemplo de Max Stirner, Turgenev o Kropotkin entre otros, que a finales del siglo XIX surgen como una crítica frente a cualquier principio de autoridad o contenido de fe que quiera imponerse con un valor trascendental. Pero este anarquismo nihilista, y Bakunin será un claro exponente de ello, no sólo se enfrentó a las políticas reformistas de los movimientos liberales, sino que también tuvieron en su punto de mira las políticas socialistas y marxistas de su tiempo. Y es que, Nietzsche, compartiendo el sentir de estos nihilistas anarquistas, consideró el socialismo de Marx como otra gran mutación histórica del rebaño para combatir la moral aristocrática que tenía que dar paso a la gran política. Por ello mismo, la democracia liberal y el socialismo comparten los mismos valores, a saber; el rechazo de todo derecho especial y de todo privilegio en aras de un igualitarismo compasivo y reactivo; la desconfianza de una justicia punitiva basada en la violencia como si esta fuera un sinónimo de afrenta contra los más débiles que hay que eliminar; la defensa de Ignacio López Martínez una religión de la compasión y de la simpatía, así como un odio hacia el sufrimiento que se tiene que extirpar como un mal endógeno que pone en peligro a la sociedad; en definitiva, la democracia y el socialismo han traído a Europa un nuevo Budismo que tiene su máxima fe en el sentido redentor que la comunidad posee en sí misma. De aquí, que la propuesta de Nietzsche sea la de crear una nueva política mediante una transmutación de los valores gracias a la filosofía del martillo. Lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, no pueden estar domeñados por la moral del rebaño, sino que deben ser transmutados hacia una moral de señores haciendo así de la política una gran política. El cómo vivir en esta política, el cómo enfrentarse al más fuerte, el cómo ajustarse a la ley en caso de delitos, el cómo convivir de manera pacífica, esos son problemas que escapan del interés filosófico nietzscheano. Aquí lo importante es un sálvese quien pueda sin leyes ni valores que regulen la convivencia. Y es que la crítica a la democracia no puede ni debe hacerse desde unos castillos de arena con tintes románticos, ya que el egoísmo racional nietzscheano nunca nos deparará una gran política con contenidos de realidad.