Las redes financieras portuguesas en el reinado de Felipe IV. Roberto García Puente. Actualmente la teoría de redes o de grafos se ha convertido en una línea de investigación con bastante desarrollo y que está ofreciendo notables resultados. Las aportaciones más notables en nuestro país provienen de los trabajos de José Mª Imízcoz y su grupo de investigación en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Sus trabajos toman como fuente principal la correspondencia de las élites vasco-navarras del siglo XVIII (La hora de Navarra del siglo XVIII). Gracias a un fluido intercambio de cartas de estas élites se han logrado reconstruir los lazos y vínculos que desde los remotos valles vasco-navarros permitió que estos grupos sociales se auparan en el centro de la Monarquía y se repartieran por todo el imperio. El objetivo de esta ponencia será hacer un acercamiento a la teoría de redes y mostrar algunos acontecimientos que influyeron en el alzamiento y posterior declive de las redes financieras portuguesas. Unas redes, que aunque pugnaban por unos objetivos comunes que les impulsa a actuar como grupo, tenían intereses particulares que hacían inevitable los conflictos entre ellas. Antes de 1580 el goteo de portugueses en la Corona de Castilla es incesante, pero cuantitativamente reducido, debiendo esperar al siglo XVII para que se produzca su asentamiento intensivo. Sobre la base de los vínculos del paisanaje y del parentesco, estas redes fueron introduciéndose en el entramado de los arrendamientos de rentas, como la de la sal o los puertos secos. Más adelante, lograron penetrar en el sistema de asientos, como el asiento de abastecimiento de negros a América que desde su creación en 1595 hasta su suspensión en 1640 estuvo en manos portuguesas. El último paso fue convertirse en prestamistas del rey, poniendo a su servicio no solo el capital acumulado, sino todos sus vínculos y contactos. Ello les permitió acceder a la gracia y merced real de la que se convirtieron en redistribuidores de la misma, lo que les permitió la consolidación y fidelización de miembros de su red. Por último, la rebelión de Portugal supuso el retorno a tierras lusas de una buena parte del capital humano asentado en Castilla, pero también un sustancial impulso en la participación de los financieros portugueses en los asientos. Tras la caída de Olivares, el resentimiento hacia estas redes portuguesas se manifiesta en el deseo de quitarles la administración de los puertos secos, eliminar su privilegio de los jueces privativos y privarles del nombramiento de ejecutores de su nación, lo que suponía el desmantelamiento de sus redes. Sin embargo, la realidad era que la Hacienda seguía necesitándoles.