[13] Inquieta a los pensadores ingleses y norteamericanos la disminución visible y rápida del número de matrimonios, que se vienen realizando cada año en Inglaterra y los Estados Unidos del Norte. Señalan como causas obvias el temor que a los hombres inspira el casamiento por la idea de lucro que las mujeres por aquellos países llevan a él, y los excesivos gastos a que las mezquinas, huecas y funestas vanidades sociales llevan a las esposas. Otros tachan a los hombres de cobardes, y no menos culpables de vanidad, por no querer confesar a tiempo, o no querer confesar nunca, que no poseen los medios necesarios para una vida dispendiosa, sino para una existencia modesta. Otros achacan el triste fenómeno al exceso de amor a la riqueza que envenena y ofusca a aquellos pueblos. Esto es que en Inglaterra, donde en 1872 hubo, por cada 10 000 habitantes, 176 matrimonios, no ha habido en 1881, en cada 10 000 más que 132. No es este un hecho sencillo, sino grave. Un carro sin eje viene a tierra; y así da en tierra un hombre sin hogar. Hay más abismos en las almas solitarias que en las cordilleras de montañas. Es un error capital y tremendo equivocarse de mujer; pero lo es aún mayor, vivir sin una buena compañera. La casa es como un manantial perenne, de donde se sacan fuerzas diarias y nuevas, siempre frescas, y siempre poderosas, para la batalla de la vida. Juvenal predijo la caída de Roma, cuando vio decaer la costumbre del matrimonio en Roma, donde durante cierto tiempo estuvo en vigor una ley que imponía mayor contribución al hombre soltero que al casado. La escritora francesa Julieta Lamber, o la señora Edmond Adam, que como se sabe son una sola y famosa persona, es sin duda una de las mujeres más ocupadas de nuestros tiempos. Sobre su gran influencia en los hombres y cosas de la República, harto se ha escrito, y llega a tanto que se supone que va a Rusia a preparar la obra que han de emprender de concierto Rusia y Francia para mantener en jaque a Alemania. Va a ver tanta gente a la señora Edmond Adam, que ha tenido que quitar de sus vastas y suntuosas salas los jarrones, estatuas y objetos varios que contribuían a embellecerlas: todo mueble de adorno, todo artículo superfluo, que ocupaba lugar en los salones ha sido alejado de ellos, para hacer espacio a la compacta concurrencia que llena por las noches los salones de la directora de la Nouvelle Revue. Dícese de ella que en su trato social es una dama seductora. Como dirige personalmente, y con mucho celo y éxito su periódico,que por su naturaleza de revista, y tendencia antigermánica, exige grandes cuidados,trabaja muy frecuentemente hasta las tres de la mañana. Mientras almuerza, ruedan delante de ella un escaparate con sus vestidos, de los que elige los que quiere para el día cuya factura y ornamentos preside, y que llaman siempre la atención por su novedad, sobriedad y gracia. Su constitución es saludable, y ayudan a fortalecérsela sus hábitos metódicos. Cuando sus deberes sociales, y sus faenas literarias la han fatigado mucho, huye de sus amigos, y se refugia en su casa de campo, de donde vuelve con las nuevas fuerzas que requieren sus diversas y grandes labores. Ha publicado en México el dramaturgo célebre José Peón Contreras, un libro de Romances históricos, que es un nidal de dramas. El mismo poeta anuncia que de cada uno de aquellos romances,que son tan bien hablados como los del duque de Rivas, y más sueltos y brillantes, hará pronto un drama: los Romances de Peón están llenos de capitanes gentiles, oidores severos, dueñas bribonas, galanes audaces, niñas encarceladas y monjas discretas. Todo aquel México del siglo XVII, tan pintoresco y tan dramático, se pasea por el libro nuevo de Peón. Con breves pinceladas dibuja de cuerpo entero sus personajes. Las galas de la rima no entorpecen el desarrollo de la acción. Se ven las calles sombrías, los balcones ferrados, las iglesias húmedas, los canales misteriosos, y brillar de espadas y de ojos, y jugar del sol en los ramos de flores. El genio de Peón es una maravilla. Crea tipos como la selva ruidos, el sol rayos y arenas la playa. Adivina lo que no sabe. Los siglos pasados cruzan como vivos a sus ojos. Este grandísimo poeta, a quien hubo crítico celoso que aconsejó que quemase sus dramas, tiene tiempo para curar con sus recetas, porque es magno médico, y con sus rimas, porque es gallardísimo bardo. A vivir lo que Lope, no habrá escrito al fin de su vida no menos de lo que dejó escrito Lope. Se pagan en todas partes de la tierra grandes sumas por vinos franceses, y cierto que, cuando son vinos, son exquisitos, suaves, generosos, ligeros; y hechos para poner alas en la lengua, y no grillos, como todo vino pesado. Pero es lo cierto que muchas veces no son de jugo de vid las botellas que tan caras se nos venden, o no son de vid de Francia. En el año pasado, los exportadores franceses tuvieron que comprar 24 millones de galones de vinos extranjeros, que fueron de España en mayor parte, y dos mil quinientas toneladas de pasas de Esmirna y de Chipre, que remojan y estrujan, y de las que sacaron unos dos millones más de galones, que salieron de Francia vendidos por finísimo clarete. Publican los antropólogos ingleses una revista que goza de buen nombre, y se llama Periódico del Instituto Antropológico de la Gran Bretaña. En él han visto la luz muy buenos artículos sobre el arte de la música, la época de su aparición y el modo de su desarrollo entre los hombres, y de esos estudios, cimentados en hechos, se deduce que el arte de la música en los tiempos prehistóricos pasó por tres estados distintos de desenvolvimiento, cuyos estados, y esta profunda observación nos mueve a esta referencia, se sucedieron invariablemente y en el mismo orden los unos a los otros en todos los pueblos de la tierra. Pues qué ¿no hay hoy mismo hombres que viven en la edad de hierro, y en la más remota edad de piedra? La Opinión Nacional, Caracas, 29 de marzo de 1882 [Mf. en CEM]