Representación bíblica: el caso de Adán y Cristo Hemos visto que aunque los descendientes pueden ser afectados por las consecuencias de los pecados de sus padres o por su obediencia, cada persona debe morir por su propio pecado. Sin embargo, en Romanos 8 encontramos un caso especial en el que Dios justificó al malvado. En este caso los injustos que sean justificados vivirán. ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia (Romanos 4:1-5). La palabra “contar”[1] se encuentra varias veces en este capítulo. Dios pueden contar, atribuir o imputar justicia a aquel que no ha hecho lo que es justo. Esto rompe el patrón que hemos visto hasta ahora en la representación bíblica. ¿Cómo puede Dios hacer esto? ¿Cómo puede Dios contar pecadores como justos sin ser él mismo injusto? En Romanos 5 vemos que hay dos hombres —ambos cabezas de la raza humana— que tiene un papel especial en la representación. Empezaremos con Romanos 5:12: Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. El argumento aquí va así: todo ser humano es pecador y muere a causa del pecado de Adán. Luego, en los versículos 13-17 —un paréntesis— Pablo explica lo que quiere decir antes de retomar el argumento en el versículo 18. En los versículos 13-14 dice: Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. La palabra “pues” muestra que Pablo está a punto de justificar la conclusión de que el pecado de Adán implica el pecado y la muerte de toda la humanidad. Su argumento va así: 1. Tanto Adán como el pueblo que recibió la ley de Dios en el Monte Sinaí pecaron al desobedecer un mandato directo de Dios. 2. El pueblo que vivió en el tiempo entre el pecado de Adán y la entrega de la ley no recibió ningún mandato directo de Dios. 3. Sin embargo, murieron. ¿Por qué murieron si el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley? 4. Murieron porque el pecado de Adán los hacía culpables. Cuando Adán pecó, ellos pecaron. Él fue su representante. Pecamos porque somos pecadores. La última frase de este pasaje: “ Adán, el cual es figura del que había de venir”, nos lanza directo a la comparación de Adán y Cristo. Ambos fueron representantes de la raza humana, y la representación de Adán prefiguraba la de Cristo. El argumento continúa en este sentido en los versículos 15-17. Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Este pasaje muestra cuatro diferencias entre el pecado de Adán y la obediencia de Cristo: 1. La obediencia de Cristo tiene muchas consecuencias. No solo deshace el pecado de Adán, sino que da su gracia de forma abundante. 2. El pecado de Adán lleva a la condenación, mientras que el don de Cristo lleva a la justificación. 3. La condenación fue por un pecado, pero la justificación debía tomar en cuenta los pecados reales de todos los descendientes de Adán. 4. Debido al pecado de Adán, la muerte reina. Debido a cristo, el pueblo de Dios reina. En el versículo 18 Pablo retoma la idea del versículo 14 de que Adán prefiguraba a Cristo en su representación. Dice: Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Tanto Adán como Cristo fueron representantes de la raza humana. Uno trajo condenación por su pecado, mientras el otro trajo justificación por medio de su obediencia. El versículo 19 continúa el argumento: Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Todas las personas son constituidas pecadores por medio de la desobediencia de Adán. Todos los que confían en Cristo se constituyen justos por medio de la obediencia de Cristo. Adán y Cristo son los únicos dos casos especiales de representación en la Biblia. Según el principio normal de representación, cada persona muere por su propio pecado, aunque uno pueda sufrir las consecuencias del pecado de sus ancestros. Pero en el caso de Adán, sus descendientes no solo sufren las consecuencias de su pecado, sino que son culpables del mismo. Vemos algo similar en Cristo. Según el principio normal de representación, uno es contado como justo por sus propios actos de justicia, aunque uno puede disfrutar de las consecuencias de la obediencia de sus ancestros. Pero en el caso de Cristo, sus hijos espirituales disfrutan no solo de las consecuencias de su obediencia, sino que son de hecho declarados justos. Esto se confirma en el siguiente versículo. Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron. 2 Corintios 5:14 Para los que confían en Cristo, la muerte de él es también la de ellos. El argumento es llevado más allá en 2 Corintios 5:21: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. El pecado del pueblo de Dios es contado como pecado de Cristo, y su justicia es contado como nuestra justicia. Así encontramos en la biblia tres tipos de imputación: 1. Nuestro pecado o justicia se nos imputa según el principio bíblico de la responsabilidad ante Dios. 2. El pecado de Adán se nos imputa y la justifica de Cristo se nos puede imputar[2] debido a los roles de representación especial de Adán y Cristo. 3. Nuestro pecado puede ser imputado a Cristo como si fuera suyo. Si no te gusta mucho la idea de ser contado como pecador por causa del pecado de Adán, recuerda que este principio de representación va de la mano con el de Cristo. Sin el rol representativo de Cristo, nadie podría ser contado como justo. [1] Del griego: logizomai [2] Por medio de la fe en él