Chile, un estado ilegal e ilegítimo (II)

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El Clarí-n de Chile
Chile, un estado ilegal e ilegítimo (II)
autor Hugo Murialdo
2010-12-23 13:46:26
Al formular la relación entre el Estado y el derecho, Otto Federico von Gierke (1844-1921), uno de los más importantes
estudiosos del Estado de la segunda mitad del siglo XIX, plantea que “la fuente última de todo derecho no es el Estado,
sino la conciencia común de una existencia social―. (1)
Para Gierke, si bien el Estado no es el único órgano de la producción del derecho, es el órgano más importante. Las
uniones que tienen que ver con el Estado, se caracterizan por ser comunidades de acción polÃ-tica: “el sustrato de ellas,
lo forma la voluntad general, su forma exterior es la de un poder organizado y su problema el acto realizado como un fin
consciente―. (2) El Estado tiene un valor categórico permanente en la vida de la cultura y, por consiguiente, no se puede
considerar una creación del individuo, sino como producto de fuerzas sociales, mismas que se manifiestan también en
el propio individuo.
Un Estado de derecho, si bien en su aspecto polÃ-tico es soberano, no está eximido de las relaciones de
obligatoriedad, es decir, de las relaciones jurÃ-dicas. “El Estado y el derecho nacen conjuntamente, y el uno supone al
otro, ha de estar el primero dentro del segundo, no sobre él―. (3) Esto significa, entonces, que es Estado de derecho
porque se exterioriza a través del derecho y se propone el orden jurÃ-dico como norma y limitación de su voluntad
soberana.
Después de un exhaustivo estudio sobre el derecho y su relación con el Estado, Gierke, plantea que el Estado de
derecho (Rechtsstaat) no es una noción que pueda satisfacer las exigencias actuales: “el Estado moderno ha de ser
Estado de cultura (Kulturstaat); es decir, ha de impulsar a la realización de la comunidad humana en todos sus
aspectos―. (4) Es importante destacar, que esta doctrina es formulada en sus escritos de 1874.
En este mismo sentido, y en el marco del problema de la ética social, Georg Jellinek (1851-1911)  expone que la
sociedad, esto es, el hecho positivo de la convivencia y cooperación de los hombres, es el centro de donde irradian la
pluralidad de disciplinas que estudian al hombre, no como individuo, sino como sujeto que vive en una comunidad, como
sujeto religioso, polÃ-tico, económico, nacional, etc.
Por su parte Montesquieu, al referirse a la importancia   de las leyes que forman la libertad polÃ-tica en sus relaciones
con la Constitución, explica que en un Estado, es decir, en una sociedad que tiene leyes,…“Es necesario distinguir lo que
es independencia de lo que es libertad. La libertad es el derecho de hacer lo que las leyes permitan; y si un ciudadano
pudiera hacer lo que las leyes prohÃ-ben, no tendrÃ-a  más libertad, porque los demás tendrÃ-an el mismo poder―. En est
párrafo, Montesquieu hace una aclaración que responde a una máxima de Cicerón: “SÃ-; cuanto más sometidos
estemos a las leyes más libres somos; pero eso será cuando las leyes sean iguales para todos, cuando se apliquen a
todos igualmente, lo que jamás se ha visto desde que existen leyes en el mundo. SÃ-; la sentencia ciceroniana es cierta
cuando las leyes son justas; pero hay leyes que son trabas, que fundan privilegios, que amparan injusticias―. (Es de
hacer notar que Del espÃ-ritu de las leyes fue publicado en 1748, un siglo antes del Manifiesto comunista, de Marx y
Engels). (5)
Legalidad y legitimidad.
De acuerdo con Norberto Bobbio, “en el lenguaje polÃ-tico se entiende por legalidad un atributo y un requisito del poder,
por el cual se dice que un poder es legal o actúa legalmente o tiene carácter de legalidad cuando se ejerce en el ámbito
o de acuerdo con las leyes establecidas…se puede emplear la legalidad a propósito del ejercicio del poder y la
legitimidad a propósito de la titularidad: un poder legÃ-timo es un poder cuyo tÃ-tulo está fundado jurÃ-dicamente, un
poder legal es un poder que se ejerce de acuerdo con las leyes. Lo contrario de un poder legÃ-timo es un poder de
hecho; lo contrario de un poder legal, es un poder arbitrario―. (6)
En el campo de la polÃ-tica, la legitimidad “es la justificación ética del origen del poder, del ejercicio del mando polÃ-tico,
de la procedencia y aplicación de la ley o de cualquier otro acto de la autoridad pública…El poder legÃ-timo obliga
moralmente a la obediencia, el ilegÃ-timo no―. (7)
Para la concepción democrática republicana, “el origen del poder está en la voluntad general. El que de ella nace es el
único poder legÃ-timo. Para el hombre republicano el poder monárquico o el autoinvestido son suplantaciones de la
voluntad popular y, por tanto, no deben generar obligaciones de obediencia en los ciudadanos―. (8)
Volviendo a Montesquieu, en el capÃ-tulo denominado “De la Constitución de Inglaterra―,  y al referirse a los tres podere
del Estado, manifiesta: “…En Venecia, el gran consejo legisla; el pregadi ejecuta; los cuarenta juzgan. Lo malo es que
estos diferentes cuerpos lo constituyen personas de una misma casta, de suerte que, en realidad, forman un solo poder―.
(9)
Nota: Cualquier semejanza de algunos conceptos o citas expuestos en esta nota con la Copia Feliz, es pura
coincidencia.
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(1), (2), (3) y (4) Otto Federico von Gierke, citado por Fernando de los RÃ-os en Prólogo a Georg Jellinek, TeorÃ-a
general del Estado, FCE., México, 2000.
(5) Carlos Luis de Secondat, Barón de Montesquieu, Del espÃ-ritu de las leyes, Porrúa, México, 1985.
(6) Norberto Bobbio y Incola Matteucci, Diccionario de polÃ-tica, Siglo XXI, México, 1976.
(7) Rodrigo Borja, Enciclopedia de la polÃ-tica, FCE, México, 1997.
(8) Ibidem.
(9) Montesquieu, Op. cit.
Post scriptum: En el capÃ-tulo XX de la obra citada, Montesquieu asevera: “Sucede a menudo en los Estados populares,
que sean públicas las acusaciones, pudiendo cualquiera acusar a otro. Por lo mismo se han hecho leyes a propósito
para defender la inocencia de los ciudadanos. En Atenas, el denunciador que no tenÃ-a en su favor la quinta parte de los
votos, pagaba una multa de mil dracmas… En Roma era descalificado e infamado el acusador injusto, imprimiéndole una
K en la frente, (la letra k era la inicial de calumnia en el latÃ-n primitivo). Se rodeaba de guardias al acusador, para que
no pudiese corromper a los jueces ni a los testigos―. (Sin comentarios). Â
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