La Misión vivida por las Iglesias de Oceanía

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Formación de Animadores Misioneros
CARPETA 4
La Misión vivida por las Iglesias
de los distintos continentes
Tema 5
LA MISIÓN VIVIDA
POR LAS IGLESIAS DE OCEANÍA
OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS
1
PRESENTACIÓN
L
os confines más alejados de nosotros, nuestros antípodas, constituyen el continente de Oceanía. Allí ha
de ir la fuerza del Evangelio, allí ha ido ya y está arraigando. Este tema permite completar la universalidad (catolicidad) de la Iglesia, universalidad que ha de vivir quien quiera tener despierto su espíritu misionero. El Señor a su Iglesia le dice que ha de llevar la Buena Nueva “hasta los confines de la tierra”, que no hay
lugar que no esté en su intención de que tenga vida y “Vida en plenitud”. Oceanía empezó no ha mucho a
seguir a Cristo y su camino. Se ha implantado la Iglesia allí...
Un momento histórico para la vida de la Iglesia en Oceanía ha sido el Sínodo Especial de los Obispos de
Oceanía, que se celebró del 22 de noviembre al 12 de diciembre de 1998. Fue una experiencia fuerte de catolicidad, de comunión en la diversidad. Dice un obispo de Oceanía, Monseñor Cesare Bonivento: “Parecía imposible que las islas de Oceanía pudiesen ser consideradas igual que el resto de los continentes: ni el número de católicos,
ni su reciente historia podían pretender una consideración tal. Y sin embargo, esto sucedió gracias al gran amor de
Juan Pablo II hacia el menos considerado de los continentes. Oceanía tomó conciencia del gran aporte que puede dar
a la Iglesia universal cuando vio en San Pedro a todos sus obispos reunidos en torno al Papa en una liturgia enriquecida con elementos culturales y litúrgicos típicos del continente más lejano de Roma. [...] nos creíamos el último y el
menos considerado en la gran familia católica y, sin embargo, el Padre Común nos ponía en el puesto de honor a la
misma altura que las antiguas Iglesias de Oriente y Occidente. Desde ese momento un nuevo dinamismo ha recorrido toda Oceanía, un dinamismo que está ahora surgiendo cada vez más”.
La reflexión recogida en la exhortación apostólica Ecclesia in Oceania se hizo pública el 22 de noviembre de
2001. El Papa con todos los obispos quiere que las muchas culturas de Oceanía, todos los hombres y mujeres
de Oceanía, “descubran el amor de Cristo, Camino, Verdad y Vida, de manera que experimenten y construyan juntos la civilización del amor y la paz que el mundo del Pacífico siempre ha añorado” (EO 17).
Cristo: Camino, Verdad y Vida. Es el eje de toda reflexión sobre la Iglesia y su misión; también en aquel continente. Ecclesia in Oceania centra su reflexión en “Jesucristo y los pueblos de Oceanía”, para que éstos vean
cómo están “Siguiendo el camino de Jesucristo”, “Anunciando la verdad de Jesucristo” y “Viviendo la vida de
Jesucristo” en Oceanía; tales son los epígrafes de los capítulos de la exhortación, que comienzan con un texto
bíblico, un “icono” bíblico. Todos ellos, que se citarán más adelante, recuerdan a Jesús y a sus discípulos con
el mar de Galilea como lugar donde están pescando, o intentándolo al menos, o escuchando al Señor. Las gentes de Oceanía, en su mayoría, están dispersas en innumerables islas, en una vasta extensión del océano, del
que dependen para viajar y conseguir alimentos. En su vida, como los Doce, al lado del mar, contemplan a
Jesús, Camino, Verdad y Vida plena. Así nace, se arraiga y crece la Iglesia. Y se hace consciente de su labor
misionera, evangelizadora.
Desde la realidad
La diferencia horaria hasta de 12 horas... Micronesia, Melanesia, Polinesia, ¿qué significan? Es el
continente que citamos al final cuando los nombramos de memoria. Y en nuestro rosario misionero, lo representamos con el color azul del mar océano. Pero ¿sabemos cuantos cristianos hay
allí? ¿Cuándo empezó la evangelización, y dónde, y por quién? ¿Conocemos sus retos misioneros...?
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DESARROLLO EXPOSITIVO
I. Un poco de geografía
O
ceanía constituye un continente geográficamente singular. Así lo resume la exhortación Ecclesia
in Oceania: “Aun cuando geográficamente Oceanía es
muy grande, la población es relativamente pequeña y desigualmente distribuida, aunque comprende un gran número de indígenas y de emigrantes. Para muchos de ellos
la tierra es muy importante: el suelo fértil o los desiertos,
la variedad de plantas y animales, la abundancia o la
escasez. Otros, aunque viven en tierra firme, dependen
más de los ríos y del mar. El agua les permite viajar de
isla en isla, de playa en playa. La gran variedad de idiomas –700 en Papúa-Nueva Guinea solamente–, además
de las grandes distancias entre las islas y los territorios,
hace de la comunicación entre las regiones un verdadero
reto. En muchas partes de Oceanía, viajar por mar y aire
es más importante que viajar por tierra. Las comunicaciones son todavía lentas y difíciles como en otros tiempos, aunque ahora en muchas áreas la información se
transmite inmediatamente gracias a la nueva tecnología
electrónica” (EO 6).
Distribuido como una parte pequeña de tierra en
una extensión enorme de agua, el color azul que
simboliza a este continente recuerda ese carácter de
gota en el mar. Hay en Oceanía 20.000 islas, distribuidas en una extensión inmensa de 8.522.075 km2,
que va desde Belau en el oeste, hasta Islandia oriental en el este, y desde Hawai en el norte, hasta Nueva Zelanda en el sur. En Oceanía están nuestros antípodas. Sus pueblos suelen dividirse en tres partes:
Polinesia, que significa ‘muchas islas’; Micronesia,
que quiere decir ‘pequeñas islas’; y Melanesia, esto
es, ‘islas negras’, por la piel oscura de sus habitantes. Y el 99% de la tierra la tienen tres estados: Australia, Nueva Zelanda y Papúa-Nueva Guinea. De ellos,
el más grande es Australia, que es también el que
forma en sí mismo un variado mundo de gente de
diferentes orígenes, lenguas y civilizaciones. Es el
más occidentalizado en sus patrones culturales y sociales (cf. EO 6).
Entre los 30.837.000 habitantes de Oceanía, los católicos son 7.958.000, es decir, el 26,30%, especialmente presentes en Australia, Nueva Zelanda y Papúa-Nueva Guinea. Suponen el 0,77% de la totalidad
de los católicos en el mundo. Por su parte, los protestantes son 12 millones (el 41%) y los no cristianos
son todavía unos 9 millones (el 30%).
II. Un poco de historia
E
l pasado complejo y diverso de la colonización occidental es también el de la evangelización, pues
las misiones llegaron en general de la mano de las expediciones coloniales. En general, tras una temprana
pero breve presencia europea (siglo XVII), el asentamiento regular del cristianismo y de muchas misiones
se produce a mediados del siglo XIX, tiempo en el que
tienen lugar desencuentros, incluso choques, entre diversos grupos cristianos católicos, protestantes, presbiterianos, anglicanos..., para terminar en una relativa
normalización en las primeras décadas del siglo XX.
La primera misión permanente en el Pacífico fue
establecida por los misioneros jesuitas en 1668, que
llegaron desde las Filipinas hasta Guam, hoy llamadas islas Marianas de Polinesia. Las misiones protestantes empezaron a llegar en 1797. Aunque, al mirar
la historia de las misiones de Oceanía, pudiera parecer que fue toda una tarea apostólica de los misioneros europeos, sin embargo, hay que poner de manifiesto también la obra misionera interna realizada
por los habitantes de las mismas islas. Misioneros de
la Polinesia pasaron a la Melanesia, o los de una isla
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de la Melanesia iban a otras islas de la misma Melanesia. De manera global se puede afirmar que el cristianismo se extendió a partir de la Polinesia (Tahití y
Honolulú) en el oriente, hacia la Melanesia en el occidente y la Micronesia en el norte.
Nombres que marcan la historia de la evangelización en Oceanía son Pedro Chanel, Diego Luis de San
Vitores, Pedro de Calungsod, Giovanni Mazzucconi,
Pietro To Rot. Ellos son el rostro grande y santo de la
misión en Oceanía, como testigos mártires del Crucificado, junto con otros testigos del Evangelio. No obstante, ha habido casos de acción evangelizadora no
respetuosa con los valores culturales indígenas. La
historia antigua y reciente de Oceanía está marcada
por una serie de abusos a los derechos humanos: la
cultura occidental ha procedido de forma avasalladora. Hoy la Iglesia y sus pastores son abanderados de
la defensa de los derechos culturales y naturales, y
del ecumenismo.
III. ‘Ecclesia in Oceania’ y la misión
‘ad gentes’: derechos culturales y ecología
E
ntre los derechos humanos, la Iglesia está promoviendo los culturales y sociales. El sentido de
la misión de la Iglesia en ese continente, y en todas
partes, no ha de ser otro que el que “todas las personas de Oceanía descubran el amor de Cristo, Camino,
Verdad y Vida, de manera que experimenten y construyan juntos la civilización del amor y la paz que el mundo del Pacífico siempre ha añorado” (EO 17). La defensa de estos derechos se transforma desde la fe en
camino de un mundo nuevo que la Iglesia ayuda a
construir allá donde se implante el Evangelio.
Además, en Oceanía la misión toma un nombre:
ecología. El problema ecológico es mundial, y precisamente esa universalidad del mismo hace que ten-
ga una afinidad muy grande con todo el compromiso misionero y con la reflexión misionológica:
“Oceanía es una parte del mundo de gran belleza natural y ha logrado preservar áreas que no han sido
dañadas. [...] Y sin embargo, las bellezas naturales de
Oceanía no han escapado de la ambición de la explotación humana. [...] Los recursos naturales de Oceanía
necesitan ser protegidos contra las políticas dañinas
de algunas naciones industrializadas y de algunas corporaciones transnacionales cada vez más poderosas
que pueden llevar a la deforestación, al despojo de las
tierras, a la polución de los ríos con la explotación
minera, la pesca descontrolada de especies valiosas o el
daño de los campos de pesca con los residuos industriales y atómicos” (EO 31).
I V. ‘ E c c l e s i a i n O c e a n i a ’ y l a m i s i ó n
‘ad gentes’: contemplar a Cristo. Expectativas
E
l primer capítulo, titulado “Jesucristo y los pueblos de Oceanía”, recuerda el texto de Mt 4,18-20.
El segundo, “Siguiendo el camino de Jesucristo en
Oceanía”, se fundamenta en Mt 4,21-22. El tercero,
“Anunciando la verdad de Jesucristo en Oceanía”, dice: “Estaba Él a la orilla del lago Genesaret y la gente se
agolpaba sobre Él para oír la Palabra de Dios, cuando
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vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que
se alejara un poco de tierra; y sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre” (Lc 5,1-3). Y el último,
“Viviendo la vida de Jesucristo en Oceanía”, continúa
sobre la narración bíblica de Lc 5,4-7.
Estos textos llevan a contemplar a Cristo en su
misión, y de su contemplación, a dar el paso a la renovación. Esta renovación es la fuerza que necesita la
evangelización: “Una nueva proclamación de Cristo debe surgir de una renovación interior de la Iglesia, y toda
renovación en la Iglesia debe tener como su objetivo la
misión; de otra manera se caerá en una introversión
eclesial. Todos los aspectos de la misión de la Iglesia en el
mundo deben surgir de una renovación que brota de la
contemplación del rostro de Cristo” (EO 19). Las cifras
son esperanzadoras: 5.109 sacerdotes, 11.872 religiosas, 119 obispos, 811 seminaristas mayores; una labor educativa, social, sanitaria en 140 hospitales, 265
hogares para ancianos, 239 orfanatos, 2 leproserías,
79 guarderías, 595 escuelas primarias, 2.523 secundarias, 660 superiores... Pero, con la contemplación de
Cristo, las Iglesias de Oceanía alientan la esperanza
de saber responder a los constantes desafíos de esa
multiplicidad de culturas que dan más valor a la comunidad de personas que a la eficacia.
El Sínodo marcó algunas directrices, retos de la misión que se renueva siempre contemplando al Señor,
“nuevos métodos y formas de evangelizar inspirados en
una fe, una esperanza y un amor al Señor Jesús más profundos” (EO 18):
– aplicación de las directrices del Vaticano II;
– confianza en el Señor para superar el temor y la
angustia por factores externos, tales como la globalización;
– renovación de la evangelización ante el secularismo, el individualismo y el consumismo;
– vuelta al sentido de lo sagrado: Dios es el centro
de toda vida humana.
Y se concreta:
– renovar la catequesis, haciéndola más bíblica, y
buscar la formación espiritual y litúrgica de las comunidades para una vida sacramental más plena;
– fortalecer la identidad de los colegios católicos;
– atender a la formación y catequesis de adultos;
– llegar a católicos no practicantes y a los alejados;
– hacer que la doctrina social de la Iglesia llegue a
la vida civil en Oceanía;
– mantener el espíritu misionero, alentando una
evangelización liberadora del hombre;
– respetar las culturas, inculturando la liturgia;
– acoger al emigrante, y respetar lo propio y ajeno
en los cada vez más frecuentes movimientos migratorios;
– impulsar las comunidades a una vida auténticamente cristiana;
– alentar las vocaciones a la vida consagrada y en el
laicado;
– reconocer el lugar de la mujer y su adecuada promoción;
– afrontar los problemas sociales que vienen con
el turismo y los usos de las sociedades llamadas desarrolladas;
– salvaguardar los bienes culturales y naturales...
Desde cualquier rincón del planeta, la Iglesia está llamada a mirar al mundo entero y responder con una
justa reciprocidad: reconocer el don de la fe y generosamente sentir el deseo de llevarlo más allá de sus
fronteras. “La Iglesia en Oceanía recibió el Evangelio de
las generaciones precedentes de cristianos y de los misioneros que llegaron de ultramar. [...] La presente generación de cristianos está llamada y enviada a cumplir con
la tarea de la evangelización entre los pueblos de Oceanía, con una proclamación fresca de la verdad permanente evocada por el símbolo de la cruz del Sur” (EO 13). Este
fruto de la fe madura es ya una realidad en Oceanía:
“Muchas de las comunidades cristianas están comprometidas en la empresa misionera en Oceanía y más allá, en
las islas del Pacífico, en Papúa-Nueva Guinea, en el Sudeste Asiático y en otros distantes lugares del mundo. Se
trata de un inequívoco signo de madurez” (EO 15).
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Para la reflexión personal
P
ara conocer y amar la realidad misionera de Oceanía, pueden ayudarte estos puntos:
1
“Todos los aspectos de la misión de la Iglesia en el mundo deben surgir de una renovación
que brota de la contemplación del rostro de Cristo” (EO 19). ¿Qué resaltarías de la persona de Jesús, una vez contemplado en los pasajes citados en EO?
2
Sitúa en un mapa el comienzo de las primeras misiones en Oceanía. Pueden ser de
utilidad estos datos:
– La primera misa católica en una isla de las Marianas, a cargo del capellán de la expedición de
Fernando de Magallanes.
– En una de esas islas, Guam, tras ocho años de esfuerzos, establece en 1668 el jesuita burgalés
Beato Diego Luis de San Vitores la primera misión. Levantó el primer colegio de toda Oceanía (el
Colegio de San Juan de Letrán) y la iglesia, hoy catedral, del Dulce Nombre de María.
– En Melanesia, cuando todavía era Nueva Caledonia territorio francés de ultramar, llegaron los
padres Maristas, en circunstancias terribles, y San Pedro Chanel (primer mártir canonizado de
Oceanía, en 1954) fue martirizado en 1841.
– Nueva Zelanda recibe los primeros misioneros en el último tercio del siglo XVIII.
– Polinesia ocupa la mayor parte de Oceanía. Allí Hawai o la isla de Pascua dependen todavía de
Iglesias continentales (San Francisco y Valparaíso, respectivamente).
– En Hawai la Santa Sede envío los primeros misioneros de la época moderna en 1827, los religiosos del Sagrado Corazón. Allí se encuentra Molokai, en cuya leprosería iría a vivir en 1873, hasta
morir en 1889, el padre Damián.
– Tahití en 1772 fue objeto de intento de evangelización por el Virrey del Perú. Allí fue celebrada la
primera misa, a las ocho de la mañana del primer día del año 1775, por los padres franciscanos
Jerónimo Clota, catalán, y Narciso Gómez, extremeño.
Para el trabajo en grupos
E
6
l trabajo grupal de interiorización puede articularse a trvavés de estas propuestas:
1
En forma de debate o mesa redonda, plantead la cuestión de los derechos culturales y
sociales de los pueblos originarios o aborígenes: ¿es posible respetarlos en un mundo
globalizado?, ¿es posible llevar el Evangelio y respetar sus culturas?, ¿qué significa
en definitiva la inculturación, el diálogo como parte de la misión?
2
Presentad al resto del grupo un misionero o mártir de la evangelización de Oceanía.
3
Distribuid en el grupo los cuatro iconos bíblicos de la exhortación EO y escribid una
reflexión sobre la acción pastoral de la Iglesia desde cada uno de ellos. Poned en
común esas reflexiones leyéndolas al grupo, resaltando los aspectos misioneros presentes o ausentes en ellas.
TESTIMONIO
UNA EXPERIENCIA
MISIONERA
EN PAPÚANUEVA GUINEA
C
uando el obispo me preguntó si estaba dispuesto a atender como párroco las
comunidades de San Francisco, en Wau, y de San Mateo,
en Menyamya, mi respuesta
fue pronta y afirmativa. Wau,
población que dista unos 120
km de Lae, cabeza de la diócesis, fue una de las primeras
misiones donde empezaron a
trabajar los Misioneros de
Mariannhill cuando vinieron
a Papúa-Nueva Guinea hace
unos cuarenta y cinco años.
En Wau tengo que atender,
además de la parroquia, el
hospital, la cárcel, la escuela
primaria, la secundaria y la
profesional. Sirvo también a
los católicos que viven en
ocho barrios que se encuentran en el área de Wau y a los
de otros tres que están en la
montaña. A éstos sólo se puede llegar caminando de una a
tres horas, según el barrio de
que se trate. Los senderos son
estrechos y algo peligrosos,
pero todo lo que se puede
apreciar en el recorrido es precioso: montañas, ríos, aves,
vegetación. Y, al poco de llegar, el día de mi cumpleaños,
el Señor me hizo el regalo de
poder bautizar en Wau a 33
nuevos cristianos.
El viaje hasta la otra parroquia encomendada, San
Mateo de Menyamya, resultó
ser una de las experiencias
más fuertes de mi vida.
Hasta llegar a Wawoaka,
donde se encuentra una de
las comunidades católicas
que pertenecen a esta parroquia, necesité diez horas de
un recorrido agotador y lleno
de tensión, por las múltiples
dificultades y riesgos del camino. Después de hablar con
la gente y con el catequista,
ya a solas, le pedí a Dios que
me consolara y me ayudara a
superar el trauma de ese extenuante viaje.
Al día siguiente, después
de oír en confesión a la gente
que durante dos años no había tenido la oportunidad de
confesarse, sucedió el milagro. Pude ver la alegría en sus
caras, libres por fin de muchas cosas que les tenían
oprimidos: sueños, sus propios pecados, ideas erróneas
sobre la fe... Viendo aquellos
rostros, Dios me consoló y
fue mi alegría. Celebré la Eucaristía y repartí ropa de abrigo a los niños, mandada gratuitamente por una religiosa
desde Australia. Revisé luego
el trabajo de los catequistas y
preparamos la celebración de
la próxima visita.
Todos estaban contentos y
muy agradecidos por esta primera visita mía. Son gentes
pobres, sencillas y muchas de
ellas analfabetas, pero con un
corazón inmensamente grande. Estoy orgulloso de ser su
párroco.
ANTONIO J. CHONG
Misionero de Mariannhill
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ORACIÓN
ORACIÓN A MARÍA, NUESTRA MADRE
Oh, María, Auxilio de los Cristianos, en nuestra necesidad nos volvemos a ti
con ojos de amor, con manos vacías y corazones anhelantes.
Nos dirigimos a ti para poder ver a tu Hijo, nuestro Señor.
Alzamos las manos para poder tener el Pan de Vida.
Abrimos nuestros corazones de par en par para recibir al Príncipe de la Paz.
Madre de la Iglesia, tus hijos e hijas te damos las gracias
por tu palabra de confianza que resuena a través de los tiempos,
elevándose desde un alma vacía de sí y llena de gracia,
preparada por Dios para acoger a la Palabra dada al mundo,
de modo que el mundo mismo pudiera renacer.
En ti ha amanecido el reino de Dios,
un reino de gracia y paz, amor y justicia,
nacido de las profundidades de la Palabra hecha carne.
La Iglesia en todo el mundo se une a ti en la alabanza a aquel
cuya misericordia es de generación en generación.
Oh, Stella Maris, luz de todo océano y Señora de las profundidades,
guía a los pueblos de Oceanía a través de todos los mares oscuros y tempestuosos
para que puedan alcanzar el puerto de la paz y de la luz
preparado en aquél que calmó el mar.
Mantén a todos nuestros hijos libres de mal,
porque las olas son altas y estamos lejos de casa.
Mientras nos aventuramos por los océanos del mundo
y cruzamos los desiertos de nuestro tiempo,
muéstranos, oh María, al fruto de tu vientre,
porque sin tu Hijo estamos perdidos.
Ruega que nunca decaigamos en el viaje de la vida,
que en corazón y mente, en palabra y obra,
en días de confusión y en días de calma,
siempre miremos a Cristo y digamos:
“¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.
Nuestra Señora de la Paz, en quien todas las tempestades se apaciguan,
ruega en la aurora del nuevo milenio
que la Iglesia en Oceanía no deje de mostrar
el rostro glorioso de tu Hijo, lleno de gracia y verdad,
para que Dios reine en los corazones de los pueblos del Pacífico
y ellos encuentren la paz en el verdadero Salvador del mundo.
Intercede por la Iglesia en Oceanía para que tenga fuerza
para seguir fielmente el camino de Jesucristo,
para anunciar con coraje la verdad de Jesucristo,
para vivir gozosamente la vida de Jesucristo.
¡Oh, Auxilio de los Cristianos, protégenos!
¡Estrella Luminosa del Mar, guíanos!
¡Nuestra Señora de la Paz, ruega por nosotros!
(EO 53)
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