Cómo hablar con los hijos cuando existen problemas familiares Lic. Vivian Saade La vida diaria en familia se compone de actividades rutinarias, trabajo arduo, momentos especiales, periodos de incertidumbre y, en ocasiones, dificultades. Existe un miedo muy arraigado en nuestra sociedad de que los hijos vean a sus padres llorar, entristecerse o sufrir. Cuando los padres tienen problemas entre ellos, con algún familiar o amigo cercano; problemas de salud, de dinero o de cualquier tipo, por lo general éstos se mantienen fuera del oído y de la vista de los hijos. Cuando ellos llegan a preguntar si existe algún problema, en realidad, lo que se debe hacer es confirmar que sí están habiendo dificultades o sea, validarlo sin necesidad de entrar en detalles. A veces, cuando los padres tienen pláticas de noche y suponen que los hijos duermen o no escuchan, o aun de día cuando los niños o jóvenes se encuentran cerca haciendo otras actividades, es importante cuidar lo que se dice, ya que ellos registran mucho más de lo que los adultos creen. Si los niños escuchan a los padres discutir o a uno de los padres llorar mientras habla o discute con otra persona, los hijos perciben las emociones de sus padres, sus actitudes y los ambientes que crean; rápidamente entienden lo básico y tienen una percepción de la situación aunque no hayan captado los diálogos en sí. Lo fundamental en estos casos es confirmarles las percepciones que hayan tenido pero sin entrar en detalles. Un buen ejemplo sería el de una madre que se encuentra triste. Lo natural en este caso sería que los hijos sintieran preocupación. Cuando le preguntan a su mamá qué es lo que tiene o si está triste, lo más común es que ella lo niegue “para no preocuparlo”. Esto confunde al niño y lo hace dudar de sus propias percepciones, ya que confiará más en lo que el adulto diga que en lo que él mismo logre deducir. Es fundamental confirmar las percepciones de los niños cuando son reales para que, a lo largo de su vida, puedan tener confianza en ellos mismos y en lo que perciben; para que empiecen a darle el crédito suficiente a sus sentimientos y así puedan evitar que a la larga estos sean minimizados por otros. Los niños generalmente son autorreferentes; esto quiere decir que se atribuyen a ellos mismos todo lo que pasa a su alrededor por lo que, a pesar de que los adultos nieguen los problemas, ellos se confundirían y podrían pensar que lo que intuyen sucede por algo que ellos hicieron y no se les quiere decir. La idea es permitir que desarrollen sus percepciones, que sepan que es válido sentir emociones tanto positivas como negativas (ya sean ellos o sus padres) y que, aun las emociones negativas pueden cambiar después de trabajar en los problemas. Por lo tanto, es pertinente confirmar la deducción certera del niño, decirle que sí, que se está llorando porque se está triste, porque tuvo una discusión con la abuela o una diferencia con el padre. 1 Sin embargo, si solo se les confirma que hay un problema y se cierra el tema, los niños pueden magnificarlo o, como ya se mencionó, creer en el fondo que ellos tienen la culpa. Aunque no es necesario profundizar en detalles, lo más importante es decirles que ya están trabajando para resolverlo y que todo va a estar bien. Esa es la clave para enfocar adecuadamente cualquier problema. Los hijos deben saber que existen problemas, pero también que existen soluciones, y que son los padres los que se encargan de resolverlos. Así, ellos pueden sentirse tranquilos, porque al final “todo va a estar bien”. Permitir que los hijos vean a sus padres expresar diferentes emociones y sentimientos les dará el “permiso” de sentirlos también, sin adoptar la creencia de que preocuparse, entristecerse o enojarse esta “mal”. 2