Filosofia 2n – Textos per a comentar-01 Filo2 - ... . ... ........ / ........ / ... ..... [Sobre Sòcrates: la filosofia pretén millorar l’ànima / la maièutica / la ironia / l’intel·lectualisme moral] A. Y si, además, me dijerais: «Ahora, Sócrates, no vamos a hacer caso a Anito [el que le acusa], sino que te dejamos libre, a condición, sin embargo, de que no gastes ya más tiempo en esta búsqueda y de que no filosofes, y si eres sorprendido haciendo aún esto, morirás». Si, en efecto, como dije, me dejarais libre con esta condición, yo os diría: «Yo, atenienses, os aprecio y os quiero, pero voy a obedecer al dios más que a vosotros y, mientras aliente y sea capaz, es seguro que no dejaré de filosofar, de exhortaros y de hacer manifestaciones al que de vosotros vaya encontrando, diciéndole lo que acostumbro: “Mi buen amigo, siendo ateniense, de la ciudad más grande y más prestigiada en sabiduría y poder, no te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y, en cambio no te preocupas ni te interesas por la inteligencia, la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor posible?”». Y si alguno de vosotros discute y dice que se preocupa, no pienso dejarlo al momento y marcharme, sino que le voy a interrogar, a examinar y a refutar, y, si me parece que no ha adquirido la virtud y dice que sí, le reprocharé que tiene en menos lo digno de más y tiene en mucho lo que vale poco. Haré esto con el que me encuentre, joven o viejo, forastero o ciudadano, y más con los ciudadanos por cuanto más próximos estáis a mí por origen. Pues, esto lo manda el dios, sabedlo bien, y yo creo que todavía no os ha surgido mayor bien en la ciudad que mi servicio al dios. En efecto, voy por todas partes sin hacer otra cosa que intentar persuadiros, a jóvenes y viejos, a no ocuparos ni de los cuerpos ni de los bienes antes que del alma ni con tanto afán, a fin de que ésta sea lo mejor posible, diciéndoos: «No sale de las riquezas la virtud para los hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros bienes, tanto los privados como los públicos. Si corrompo a los jóvenes al decir tales palabras, éstas serían dañinas. Pero si alguien afirma que yo digo otras cosas, no dice verdad». A esto yo añadiría: «Atenienses, haced caso o no a Anito, dejadme o no en libertad, en la idea de que no voy a hacer otra cosa, aunque hubiera de morir muchas veces». Platón, Apología de Sócrates. 29c-30c B. "Sócrates. ¡Qué extraño que nunca hayas oído que soy hijo de una partera, una apacible y saludable mujer, llamada Fenarete! Teeteto. Lo he oído. Sócrates. ¿Te han dicho que yo también practico el mismo arte? Teeteto. No, nunca. Sócrates. Sin embargo, es verdad; pero no divulgues mi secreto. No se sabe que yo poseo esa habilidad, y es así que los ignorantes me describen como un excéntrico que reduce a las personas a una perplejidad sin esperanza. ¿Te han dicho eso? Teeteto. Sí. Sócrates. ¿Quieres que te diga la razón? Teeteto. Sí, por favor. Sócrates. Considera, entonces, lo que ocurre con todas las parteras. Lograrás así comprender lo que quiero decir. Creo que sabes que ellas sólo atienden a otras mujeres en sus partos cuando ya no pueden engendrar hijos ni criarlos, puesto que están demasiado viejas para ello. Teeteto. Por supuesto. Sócrates. Dicen que eso ocurre porque Artemisa, la diosa de los nacimientos, no tiene hijos. De ese modo, si bien ella no permitió que las mujeres estériles fueran parteras, porque excede el poder de la naturaleza humana el ser hábil en algo sin tener ninguna experiencia en ello, confirió tal privilegio a las mujeres que ya no podían criar hijos, en razón de su semejanza con ella. Teeteto. Es probable (...). Sócrates. Todo esto, pues, cae dentro del campo de la partera; pero sus logros son inferiores a los míos. No es propio de las mujeres el dar a luz unas veces a criaturas reales y otras a meros fantasmas, de manera que resulte difícil distinguir a los unos de los otros. Si llegara a suceder semejante cosa, la más elevada y noble tarea de la partera consistiría en distinguir lo real de lo irreal. ¿No es cierto? Teeteto. Naturalmente. Sócrates. Mi arte mayéutica es, en general, como el de ellas; la única diferencia es que mis pacientes son hombres, no mujeres, y que mi trato no es con el cuerpo sino con el alma, que está en trance de dar a luz. Y el punto más elevado de mi arte es la capacidad de probar por todos los medios si el producto del pensamiento de un joven es un falso fantasma o está, en cambio, animado de vida y verdad. Hasta tal punto me parezco a la partera, que yo mismo no puedo dar a luz sabiduría, y el reproche usual que se me hace es cierto: a pesar de que yo pregunto a los demás, nada puedo traer a luz por mí mismo, porque no existe en mí la sabiduría. La razón es la siguiente: el cielo me obliga a servir como partera, pero me ha privado de dar a luz. De modo que por mí mismo no tengo ninguna clase de sabiduría ni ha nacido nunca de mí descubrimiento alguno que fuera criatura de mi alma. Algunos de quienes frecuentan mi compañía parecen, al principio, muy poco inteligentes; pero, a medida que avanzamos en nuestras discusiones, todos los que son favorecidos por el cielo hacen progresos a un ritmo tal que resulta sorprendente tanto a los demás como a sí mismos, si bien está claro que nunca han aprendido nada de mí; las numerosas y admirables verdades que dan a luz las han descubierto por sí mismos en sí mismos. Pero el alumbramiento, en cambio, es tarea del cielo y mía. La prueba de esto es que muchos que no han sido conscientes de mi asistencia, pero que gracias a mí han dado a luz, creyendo que toda la tarea había sido exclusivamente de ellos, me han dejado antes de lo que debían, ya sea por influencia ajena o por propia determinación, por lo que fueron malogrando, en lo sucesivo, su propio pensamiento al caer en malas compañías. Han ido perdiendo los hijos que yo les había ayudado a tener, porque los educaron mal, al atender más a los falsos fantasmas que a lo verdadero; y así, finalmente, tanto los demás como ellos mismos fueron conscientes de su falta de entendimiento. Eso fue lo que sucedió con Arístides, hijo de Lisímaco, y con muchos otros. Cuando vuelven, y buscan reanudar nuestro trato invocando extravagancias, la advertencia divina que llega hasta mí, a veces, me lo prohíbe. En otros casos, me lo permite, y entonces ellos comienzan nuevamente a progresar. En otros términos, quienes buscan mi compañía tienen la misma experiencia que una mujer con su hijo: sufren los dolores del parto y, tanto de noche como de día, están llenos de padecimientos mucho mayores que los de una mujer; y mi arte tiene el poder de producirlos o de evitarlos. Eso es lo que les pasa a alguno; otros, en cambio, Teeteto, pienso que en sus mentes nunca han concebido nada (…)". Platón, Teeteto, 149-151b. C. "- ¡Por Hércules!, tenemos a Sócrates otra vez con su acostumbrada ironía... esto es, que no sea él quien conteste y que, al ser otro el que conteste, tome él la palabra y le refute... - Pero, ¿cómo podría contestar?, querido amigo - dije yo [Sócrates] - quien, no sabiendo nada de antemano, acepta que realmente no sabe,... Es más razonable que hables tú, ya que dices que sabes y que tiene cosas que decir". Platón, República, 337-338. D. "- Por tanto, dije yo, hacia los males nadie se dirige por su voluntad, ni hacia lo que cree que son males, ni cabe en la naturaleza humana, según parece, disponerse a ir hacia lo que cree ser males, en lugar de ir hacia los bienes. Y cuando uno se vea obligado a escoger entre dos males, nadie elegirá el mayor, si le es posible elegir el menor". Platón, Protágoras, 358d 2