ponencia Trastornos urinarios, disfunción sexual e hipersexualidad en la enfermedad de Parkinson Fernando Vázquez-Sánchez, Elena Rodríguez-Martínez, Adrián Arés-Luque Introducción. A medida que la enfermedad de Parkinson progresa, sus manifestaciones no motoras se van haciendo cada vez más evidentes, hasta el punto de que, en fases avanzadas, llegan a dominar el cuadro clínico. El abanico de síntomas no motores de la enfermedad de Parkinson es muy amplio. Las alteraciones de la función urinaria y de la función sexual (entendida como capacidad para llevar a cabo la función sexual) pueden enmarcarse dentro de los trastornos disautonómicos. La hipersexualidad se englobaría en el grupo de trastornos del control de impulsos. Desarrollo. Se revisa la epidemiología, fenomenología y tratamiento de los trastornos urinarios, la disfunción sexual y la hipersexualidad como síntomas no motores de la enfermedad de Parkinson. Conclusiones. Los trastornos urinarios son el síntoma no motor más frecuente en la enfermedad de Parkinson. Se presentan, habitualmente, como nicturia, urgencia y aumento de la frecuencia miccional (polaquiuria). El tratamiento de elección son los anticolinérgicos. La disfunción sexual es una queja frecuente en el enfermo parkinsoniano. Su etiología es multifactorial y resulta más frecuente en el varón que en la mujer. En el hombre se manifiesta principalmente como incapacidad para la erección, eyaculación precoz o pérdida de la capacidad para eyacular, mientras que en la mujer predomina la disminución de la libido, la disminución del arousal y la dificultad para alcanzar el orgasmo. La hipersexualidad afecta sobre todo a varones jóvenes y se ha relacionado con el uso de agonistas dopaminérgicos. Palabras clave. Agonistas dopaminérgicos. Disfunción eréctil. Disfunción sexual. Enfermedad de Parkinson. Parafilias. Trastornos del control de impulsos. Vejiga neurógena. Introducción La enfermedad de Parkinson (EP) se ha definido clásicamente por la tríada clínica (bradicinesia, rigidez, temblor de reposo) relacionada con la sintomatología motora. Sin embargo, a medida que la enfermedad progresa, sus manifestaciones no motoras se hacen cada vez más evidentes, hasta el punto de que, en fases avanzadas, llegan a dominar el cuadro clínico [13]. En otros pacientes, las manifestaciones no motoras pueden ser la forma de inicio de la enfermedad o aparecer en sus estadios iniciales. En cualquier caso, pueden llegar a ser al menos tan invalidantes como los problemas motores. De todo lo anterior se deduce su importancia y, sin embargo, los síntomas no motores han sido, hasta hace poco, infraestimados e infradiagnosticados, con la consecuente repercusión (negativa) sobre la calidad de vida de los pacientes. El abanico de síntomas no motores de la EP es muy amplio. Importantes son los trastornos disautonómicos, que, si bien de aparición más frecuente y precoz en enfermedades como la atrofia multisistémica (AMS), son un hecho común en el paciente con EP, donde se manifiestan con una frecuencia y gravedad variables. Las alteraciones de la función urinaria y de la función sexual (entendida como ca- www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S27-S31 Servicio de Neurología. Complejo Asistencial de León. León, España. Correspondencia: Dr. Adrián Arés Luque. Gran Vía de San Marcos, 3, 11.º C. E-24001 León. E-mail: adrianares@telefonica.net Aceptado: 21.12.09. Cómo citar este artículo: Vázquez-Sánchez F, RodríguezMartínez E, Arés-Luque A. Trastornos urinarios, disfunción sexual e hipersexualidad en la enfermedad de Parkinson. Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S27-31. © 2010 Revista de Neurología pacidad para llevar a cabo la función sexual) pueden enmarcarse dentro de estos trastornos disautonómicos. La hipersexualidad se englobaría en el grupo de trastornos del control de impulsos. Trastornos urinarios de la enfermedad de Parkinson Los trastornos urinarios, entendidos en sentido amplio, son el síntoma no motor más frecuente en la EP [4]. Su frecuencia varía según las diferentes series. En las más antiguas se estimaba una prevalencia del 37-70%, probablemente sobreestimada, ya que eran estudios anteriores a la caracterización de la AMS como una entidad diferente e independiente de la EP (los trastornos urinarios son universales y de aparición temprana en la AMS). En estudios más recientes, posteriores a la diferenciación entre ambas entidades, se estima que los trastornos urinarios afectan al 27-39% de los enfermos. Su frecuencia aumenta conforme avanza la enfermedad; sin embargo, un trabajo reciente sugiere que un número importante de pacientes presenta síntomas urinarios con anterioridad al inicio de los síntomas motores [5]. Son más frecuentes en varones y re- S27 F. Vázquez-Sánchez, et al percuten enormemente en la calidad de vida de los pacientes parkinsonianos [6]. Clínicamente, estas alteraciones se presentan con mayor frecuencia como una vejiga hiperactiva (alteración de la fase de almacenamiento), con nicturia, que es la queja más frecuente (afecta hasta al 86% de los pacientes), urgencia miccional (33-71% de los pacientes) y aumento de la frecuencia miccional o polaquiuria (16-68% de los pacientes) [7,8]. La incontinencia es menos frecuente, a diferencia de lo que ocurre en la AMS, en la que es el trastorno urinario predominante. Debe tenerse en cuenta que el síntoma urinario referido con más frecuencia por los pacientes parkinsonianos, la nicturia, puede estar sobreestimado, debido a las alteraciones del sueño relacionadas con la enfermedad, que llevan a estos pacientes a levantarse varias veces a lo largo de la noche. Control neurológico de la micción [9] La regulación del almacenamiento y eliminación de la orina se establece mediante un circuito formado por un reservorio (vejiga urinaria), un sistema de salida (cuello vesical, uretra y esfínteres uretrales, voluntario e involuntario) y un sistema de control nervioso, complejo, en el que participan estructuras cerebrales, medulares y periféricas, así como el sistema nervioso autónomo (simpático y parasimpático) y la innervación somática (nervios pudendos), que permite un control voluntario de la micción. La vejiga urinaria sirve de colector de orina. Tiene una pared formada por el músculo detrusor y una gran cantidad de receptores nerviosos. La relajación o contracción del músculo vesical, en respuesta a diferentes estímulos, permite el almacenamiento o la emisión de la orina, según corresponda. El sistema simpático, a través de los nervios hipogástricos y mediante la liberación de noradrenalina, relaja el músculo liso del cuerpo de la vejiga y favorece la contracción del cuello vesical y del esfínter uretral interno (involuntario) para facilitar el almacenamiento de la orina. Aunque esta función está claramente definida en animales, su importancia en el humano no es tan evidente, ya que el uso de fármacos simpaticolíticos o la resección de los nervios simpáticos parece tener poco efecto en la capacidad de almacenamiento de la vejiga. El sistema parasimpático, a través de los nervios pélvicos y mediante la liberación de acetilcolina y otros neurotransmisores (ATP, óxido nítrico), actúa en el momento de la micción, provocando la contracción del músculo detrusor de la vejiga y relajando el esfínter involuntario para facilitar la eyección de la orina. S28 La sensación de repleción vesical (vegetativa) es conducida hacia la médula por los nervios hipogástricos y pélvicos, mientras que la sensibilidad del cuello vesical y de la uretra (somática) lo es por los nervios hipogástricos y pudendos. En la regulación central del proceso de la micción intervienen numerosas estructuras que implican tanto al sistema nervioso autónomo como al sistema nervioso somático. Se distinguen dos centros específicos, situados en la porción dorsolateral del puente: el centro del almacenamiento y el centro de la micción. La dopamina es uno de los neurotransmisores implicados en el control de la función vesical. El centro pontino del almacenamiento recibe aferencias dopaminérgicas procedentes de la sustancia negra pars compacta y del área tegmental ventral, que ejercen dos tipos de actividad: una tónica, mediada por receptores dopaminérgicos D1, que inhibe el reflejo de la micción, y otra fásica, mediada por receptores dopaminérgicos D2, que facilita el reflejo de la micción, permitiendo la emisión de la orina. La sustancia gris periacueductal actúa como zona de recambio neuronal de las aferencias vesicales antes de alcanzar los centros pontinos del almacenamiento y de la micción. Establece múltiples conexiones, tanto aferentes como eferentes, con distintas estructuras cerebrales, incluyendo el tálamo, la ínsula, la corteza cingular anterior y la corteza prefrontal. Estas últimas permiten un control voluntario de la micción, adaptándola a los factores socioculturales que determinan el momento y las condiciones adecuadas para la emisión de orina. Etiopatogenia de la disfunción urinaria en la enfermedad de Parkinson La alteración de la función vesical en el paciente con EP es claramente multifactorial [7,8,10]: Efectos relacionados con la propia enfermedad La depleción de neuronas productoras de dopamina provoca un fallo en el mecanismo de almacenamiento de la orina. Al perderse la inhibición del reflejo de la micción mediada por estímulo de receptores D1, aparece una hiperactividad del músculo detrusor, con emisión prematura de la orina. En la AMS, por el contrario, se produce una disinergia entre el músculo detrusor y el esfínter, con dificultad para el vaciado y aumento del volumen residual. Algunos estudios correlacionan la gravedad de los síntomas con el grado de degeneración nigroestriatal, especialmente del núcleo caudado. Según Fowler y Sakakibara [11], los síntomas urinarios aparecerían a partir del estadio 4 de Braak, cuando los cambios neuropatológi- www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S27-S31 Trastornos urinarios, disfunción sexual e hipersexualidad en la enfermedad de Parkinson cos afectan a la neocorteza, aunque el hecho de que los síntomas urinarios puedan preceder a los síntomas motores, como indicamos con anterioridad, es difícilmente conciliable con esta hipótesis. Efectos de la medicación antiparkinsoniana La estimulación dopaminérgica farmacológica puede mejorar la sintomatología o empeorarla, dependiendo del paciente y de la fase de la enfermedad, sin que sea fácilmente predecible cuál será el efecto en cada uno de ellos. Parece que aquellos fármacos con mayor afinidad por los receptores D1 (pergolide, apomorfina) podrían mejorar la función vesical en estos pacientes; algunos estudios sugieren, igualmente, que la estimulación cerebral profunda del núcleo subtalámico puede mejorar los síntomas urinarios. Tratamiento de la disfunción urinaria en la enfermedad de Parkinson Ante el paciente con EP que relata síntomas urinarios, debemos descartar inicialmente cualquier otra patología que puede remedar una disfunción vesical neurógena (p. ej., la existencia de patología prostática en el varón) [12]. Desde el punto de vista farmacológico, el tratamiento de elección serían los anticolinérgicos. Dentro de este grupo de fármacos, diferenciaremos entre los clásicos o no selectivos (oxibutinina, tolterodina, trospio), y los selectivos para receptores M3, abundantes en la vejiga, que provocarían menor cantidad de efectos secundarios, lo que los convertiría en la opción más válida. El tratamiento con fármacos anticolinérgicos se ha asociado a deterioro cognitivo, por lo que es importante vigilar las funciones mentales en estos pacientes. Igualmente, habrá que vigilar la aparición de somnolencia, confusión, alucinaciones, caídas, visión borrosa o efectos secundarios cardíacos. Dentro de los no selectivos, el trospio es el que mejor perfil de seguridad presenta, ya que no atraviesa la barrera hematoencefálica. Resulta aconsejable utilizar formulaciones de liberación sostenida, que permiten una única toma diaria, lo que facilita el cumplimiento. Un estudio reciente ha confirmado la utilidad de la inyección directa de toxina botulínica en el músculo detrusor para controlar los síntomas de hiperactividad vesical en pacientes parkinsonianos [13]. Disfunción sexual en el paciente con enfermedad de Parkinson La disfunción sexual en los pacientes con EP es uno de los síntomas que más afectan a la calidad de vida www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S27-S31 de los enfermos, así como de sus parejas sexuales, y, sin embargo, es uno de los síntomas peor estudiados: hay pocos estudios sistemáticos, con resultados contradictorios y difíciles de interpretar [14-16]. Las áreas cerebrales y los sistemas de neurotransmisores relacionados con la actividad sexual son múltiples; la dopamina es un neurotransmisor prosexual, ya que facilita la motivación sexual, los reflejos genitales y la eficiencia copulatoria [17,18]. Aunque actúa a distintos niveles, algunas acciones especialmente relevantes son el estímulo del área preóptica medial (mediada por receptores D2), la activación de los núcleos paraventricular y accumbens y, sobre todo en la mujer, la disminución de los niveles de prolactina y el aumento de los de oxitocina, cambios hormonales con efecto facilitador de la actividad sexual. La disfunción sexual es una queja frecuente en el enfermo parkinsoniano. Su prevalencia se estima entre el 30-85%. Las causas que la provocan pueden ser múltiples, ya que en la función sexual intervienen factores fisiológicos, psicológicos, neurobiológicos y farmacológicos, más allá de lo estrictamente relacionado con la enfermedad. La edad es el principal factor de riesgo de disfunción sexual, puesto que es en los pacientes de edad avanzada donde ésta resulta más frecuente. En este grupo de edad son relevantes patologías como la hipertensión arterial (y los fármacos utilizados para su tratamiento), la diabetes mellitus, la arterioesclerosis..., que pueden desencadenar o agravar la disfunción sexual. Igualmente, la depresión afecta a un alto porcentaje de pacientes con EP y puede interferir con la actividad sexual del paciente (per se y, como en el caso de la hipertensión, por acción de los fármacos utilizados para su tratamiento). El abordaje de cada uno de estos problemas puede mejorar la esfera sexual del enfermo. La disfunción sexual propia de la EP es levemente más frecuente en el varón que en la mujer. En aquél se manifiesta principalmente como incapacidad para la erección (síntoma más frecuente), eyaculación precoz o pérdida de la capacidad para eyacular, e insatisfacción sexual, pese a mantener, en muchos casos, conservada la libido. En la mujer predomina la disminución de la libido (en ocasiones asociada a la baja autoestima o a alteraciones como las urinarias), disminución del arousal, dificultad para alcanzar el orgasmo e insatisfacción sexual. Algunos autores hacen referencia a que estos síntomas son más frecuentes en aquellos pacientes que tenían una vida sexual insatisfactoria antes de la enfermedad. Es importante señalar que los problemas sexuales afectan no sólo al paciente sino también, y de forma relevante, a su pareja, especialmente cuando el enfermo es el varón. S29 F. Vázquez-Sánchez, et al Se ha descrito que, además de la pérdida de dopamina, los pacientes con EP presentan unos niveles de testosterona inferiores a la de individuos sanos [19]. Este déficit de testosterona sería el causante de un amplio espectro de síntomas, entre los que se encontrarían cansancio, disminución de energía, tristeza y falta de motivación, así como dificultad para conseguir o mantener las erecciones. Igualmente, se ha comprobado la mejoría de estos síntomas tras la administración de testosterona exógena [20]. Para el manejo de la disfunción sexual en estos pacientes, primero habrá que detectar los posibles problemas ajenos a la EP (patología urológica y vascular, depresión, fármacos) y tratarlos adecuadamente. El tratamiento dopaminérgico puede mejorar la disfunción sexual en algunos pacientes. En un estudio en pacientes menores de 60 años, se describe una mejoría de la función sexual con la estimulación cerebral profunda del núcleo subtalámico en los varones, pero no se observó mejoría en las mujeres [21]. Para el manejo de la impotencia, la apomorfina sublingual podría ser de primera elección. Los inhibidores de la fosfodiesterasa serían otra opción terapéutica de primera línea. A la hora de utilizar este grupo de fármacos, hay que valorar su seguridad de acuerdo con las características del paciente. Como pueden producir isquemia miocárdica, habrá que evitarlos en pacientes de avanzada edad con patología vascular asociada. Otros efectos secundarios a vigilar son la hipotensión ortostática y el priapismo. La inyección de prostaglandina E2 intracavernosa puede ser otra opción terapéutica, así como el uso de dispositivos de vacío o prótesis peneanas. Hipersexualidad y parafilias en la enfermedad de Parkinson La aparición de hipersexualidad y parafilias es un problema frecuente (hasta el 22% en algunas series) en el paciente parkinsoniano. Afecta sobre todo a varones jóvenes y se ha relacionado con el uso de agonistas dopaminérgicos, especialmente con aquellos con mayor afinidad por receptores D2/D3; también se ha descrito con el tratamiento con levodopa, inhibidores de la monoaminooxidasa B (IMAO-B) y tras palidotomía y estimulación cerebral profunda del núcleo subtalámico. El efecto es dosisdependiente [22], suele presentarse en los períodos on y habitualmente mejora o desaparece al reducir la dosis o interrumpir los fármacos implicados. La presentación clínica abarca un amplio espectro, desde un simple aumento de la libido (sin gran repercusión para el paciente o su pareja), hasta la S30 aparición de distintas parafilias (algunas graves como la pedofilia o el abuso sexual), pasando por la masturbación obsesiva o el recurso compulsivo a pornografía, líneas eróticas o prostitución. Con frecuencia, el cuadro clínico es más complejo, de manera que la hipersexualidad se asocia a otras manifestaciones de los denominados ‘trastornos del control de impulsos’ [23], o bien forma parte del denominado ‘síndrome de disregulación hedonística homeostática’ [24,25], en el cual los pacientes abusan de forma compulsiva de los fármacos dopaminérgicos. Todo este grupo de trastornos traduce, en último término, una alteración de los sistemas cerebrales de recompensa. Estos problemas están infradiagnosticados. La mayoría de los paciente no consultan porque les resulta embarazoso, porque no los relacionan con la medicación ni con su enfermedad, o porque el médico no les pregunta de forma explícita por ellos. Como señalamos con anterioridad, existe un perfil de paciente con riesgo de aparición de hipersexualidad y otros trastornos del control de impulsos: varones jóvenes, con historia previa al desarrollo de su enfermedad de abuso de drogas o alcohol, ludopatía o enfermedades psiquiátricas como la depresión. Algunas formas genéticas de parkinsonismo (p. ej., parkinsonismo autosómico recesivo ligado al locus Park7 [26]) muestran una frecuencia desproporcionadamente elevada de estos trastornos, lo que sugiere la posible existencia de factores genéticos asociados a su aparición. Es interesante reconocer este perfil de pacientes para llevar a cabo una vigilancia más estricta y un tratamiento más eficaz de los síntomas en el caso de que aparezcan. Una vez detectado el problema, la pauta de actuación recomendada sería: – Reducir la dosis de agonistas dopaminérgicos e IMAO-B, llegando incluso a suspenderlos si es preciso. – Si el paciente está en monoterapia con levodopa, debe reducirse ésta hasta la dosis mínima tolerable, que será la que marquen los síntomas motores. – Si los síntomas no se controlan con las medidas anteriores, añadiremos neurolépticos atípicos (clozapina, quetiapina). – Los antidepresivos pueden ser útiles en el caso de que los síntomas se asocien a una depresión psicótica. De igual manera, los inhibidores de la acetilcolinesterasa podrían ser eficaces si el paciente presenta deterioro cognitivo. – En el caso de que estos problemas sean más graves o incluso tengan implicaciones legales (pederastia, abusos sexuales) se puede recurrir a la castración química con espironolactona o medroxiprogesterona. www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S27-S31 Trastornos urinarios, disfunción sexual e hipersexualidad en la enfermedad de Parkinson Bibliografía 1. Chaudhuri KR, Tolosa E, Schapira A, Poewe W, eds. Nonmotor symptoms of Parkinson’s disease. Oxford: Oxford University Press; 2009. 2. Chaudhuri KR, Healy DG, Schapira AHV. Non-motor symptoms of Parkinson’s disease: diagnosis and management. Lancet Neurol 2006; 5: 235-45. 3. Chaudhuri KR, Schapira AHV. Non-motor symptoms of Parkinson’s disease: dopaminergic pathophysiology and treatment. Lancet Neurol 2009; 8: 464-74. 4. Martínez-Martín P, Schapira AHV, Stocchi F, Sethi K, Odin P, MacPhee G, et al. 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They usually present as nocturia, urgency and increased mictional frequency (pollakiuria). Preferred treatment is with anticholinergic agents. Sexual dysfunction is a frequent complaint in patients with Parkinson. It has a multifactorial aetiology and is more frequent in males than in females. In males it manifests mainly as incapacity to achieve an erection, premature ejaculation or loss of the capacity to ejaculate, whereas in females the predominant signs are decreased libido, lowered arousal and difficulty in reaching an orgasm. Hypersexuality affects young males above all and has been related to the use of dopamine agonists. Key words. Dopamine agonists. Erectile dysfunction. Impulse control disorders. Neurogenic bladder. Paraphilias. Parkinson’s disease. Sexual dysfunction. www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S27-S31 S31