EN LA BRECHA EL FALSO DILEMA1 Rafael Nieto Loaiza Entre conflicto armado y amenaza terrorista En realidad el asunto está mal planteado y muy politizado y, en consecuencia, las posiciones reflejan más los intereses de quienes debaten que la realidad. Hay que empezar por aceptar que el Gobierno se equivoca cuando afirma que no hay conflicto armado en Colombia. El Ejecutivo lo dice porque busca quitarle legitimidad al adversario y porque confunde conflicto armado con guerra civil, error en que también incurren analistas como Alfredo Rangel. Es verdad que no hay guerra civil porque no es posible sostener que los grupos guerrilleros o los "paramilitares" sean voceros de grupos de población representativos, "pueblos alzados en armas", condición fundamental para la existencia de una guerra de tal naturaleza. Ciertamente, no es un número mínimo de muertos violentos lo que caracteriza una guerra civil, mil según Rangel, entre otras razones porque el uso de un criterio semejante llevaría a sostener que atentados terroristas que producen cifras mayores de muertos, como el del 11 de septiembre, harían de tales situaciones guerras de esa naturaleza. Tampoco es criterio claro para calificar un conflicto como guerra civil el de acudir al Protocolo II de 1997, adicional a los cuatro Convenios de Ginebra. Allí sí se establecen unas condiciones materiales muy exigentes, entre ellas la existencia de un mando responsable y el ejercicio de un control territorial que permita la realización de operaciones militares sostenidas y concertadas y, en especial, la aplicación del mismo Protocolo. Aunque para unos esa situación es asimilable a la del concepto clásico de guerra civil, muchísimos doctrinantes se niegan a hacer tal equiparación y no hay siquiera un lejano consenso sobre el punto. Sin embargo, es cierto que a la luz de la norma fundamental del derecho internacional humanitario (DIH) de los conflictos armados no internacionales, el artículo 3 común a los cuatro convenios de Ginebra de 1949, artículo que tiene el carácter de derecho imperativo y es aplicable aun en contra de la voluntad de quienes están sujetos a él, basta con que en el territorio de un Estado se presenten enfrentamientos armados prolongados en el tiempo entre grupos organizados para que estemos frente a un conflicto armado. No se requiere absolutamente nada más. ¿Alguien duda de que esa es la situación en nuestro país? Negarlo es inútil y va contra la evidencia empírica. En fin, esa confusión entre conflicto armado y guerra civil es en buena parte la razón por la cual en el Gobierno se niegan a aceptar la existencia de un conflicto armado en Colombia. A la luz del DIH, en Colombia hay conflicto armado, aunque no haya guerra civil. Aclararlo es vital para enviar un mensaje claro a la comunidad internacional del compromiso nacional con el DIH. Y les quitará aire a quienes están prendidos de la confusión gubernamental para atacar al Presidente. Como resultado del embrollo, se ha planteado en paralelo un aparente dilema entre amenaza terrorista y conflicto armado, donde el Gobierno sostiene que hay lo primero y no lo segundo, y quienes se le oponen afirman lo contrario. La disyuntiva, sin embargo, es falsa. En efecto, no hay aquí una dicotomía. No son, 1 Periódico El Tiempo. Bogotá, junio 2 de 2005. http://eltiempo.terra.com.co/opinion/colopi_new/rafaelnietoloaiza/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-2090595.html además, situaciones excluyentes. Por el contrario, en Colombia son concurrentes. Porque nadie puede dudar de que, por ejemplo, atentados como el de El Nogal son terrorismo. Por supuesto, el sofisma de no llamar terrorista a quien comete un acto de terrorismo es perverso y mal intencionado. Así como a quien comete un delito se le llama delincuente y a quien incurre en homicidio se le denomina homicida, a quien realiza actos terroristas se le califica como terrorista. De manera que tenemos en Colombia tanto un conflicto armado como terrorismo. Para evitar suspicacias y prevenciones hay que advertir que el reconocimiento del conflicto no da legitimidad a los terroristas y su calificación como tales no hace imposible el diálogo con ellos. ¿Acaso no dialoga el gobierno británico con el Ira y, ahora, lo hará el español con Eta? Sí, el diálogo con los terroristas es posible, siempre que tenga como motivo ponerle fin a su violencia.