TEMA 3: LAS GRANDES UNIDADES DEL RELIEVE

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LAS GRANDES UNIDADES DEL RELIEVE
Tema 3
TEMA 3: LAS GRANDES UNIDADES DEL RELIEVE
La Meseta y sus unidades interiores.
Los rebordes montañosos de la Meseta
Los sistemas y unidades exteriores.
Los relieves insulares.
UNIDADES DE RELIEVE EN ESPAÑA. CARACTERÍSTICAS
DE CADA UNA
Considerando los rasgos generales del relieve, la naturaleza del roquedo y la evolución
geológica, podemos distinguir tres grandes conjuntos morfoestructurales.
Macizos antiguos, integrados por montañas de altitud media, cumbres aplanadas y
ocasionalmente reducidas a penillanuras.
Cordilleras alpinas, formada por materiales jóvenes, fundamentalmente calizos, y surgidas tras el
último gran plegamiento.
Depresiones, tanto en el interior de los macizos antiguos como entre los bordes de éstos y las
cordilleras alpinas.
La Meseta
Constituye, geológicamente hablando, el núcleo primitivo y pieza fundamental del solar ibérico.
Conforma el occidente peninsular y ocupa casi la mitad de su superficie geográfica.
Su altura media excede los 600 metros y se halla dividida en dos mitades por el Sistema Central.
Al norte queda la submeseta septentrional, cuya altura media supera los 700 metros; coincide
con la cuenca del Duero. Al sur del Sistema Central se extiende la submeseta meridional, de
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altitud más moderada y dividida a su vez, en dos mitades por los Montes de Toledo, que se
interponen entre los ríos Tajo y Guadiana.
Los rasgos morfológicos de la Meseta derivan de su condición de viejo macizo, surgido a finales
de la Era Primaria y reducido a penillanura suavemente inclinada hacia el mar Mediterráneo
durante la Era Secundaria. El plegamiento alpino le afectó de gran manera, pues el zócalo
meseteño actuó como tope de prensa ante los empujes orogénicos. Sus consecuencias fueron:
Fracturación e individualización en bloques, algunos de los cuales se elevaron y otros se
hundieron.
Plegamiento de los bordes exteriores.
Basculamiento de todo el complejo hacia el océano Atlántico.
Unidades interiores
Sistema Central: está formado por un rosario de sierras entre las que destacan Somosierra,
Guadarrama, Gredos (donde alcanza el techo de la cordillera), Peña de Francia y, ya en
Portugal, la sierra de la Estrella. Entre unas y otras se interponen puertos o collados que facilita
la comunicación entre las dos submesetas.
Las sierras se corresponden con bloques fragmentados del zócalo meseteño. Las rocas
constituyentes pertenecen a la Era Primaria y entre ellas abundan los granitos, pizarras…
Los Montes de Toledo: tienen menor entidad como cordillera. Su génesis es similar a la del
Sistema Central. Destacan las sierras de Calderina, Chorito, Pocito y Guadalupe. Entre sus
rocas abundan las pizarras y cuarcitas. En los piedemontes, zona de tránsito a las llanuras
adyacentes, se han depositado materiales de tamaño irregular que forman depósitos
denominados rañas.
Las depresiones y llanuras existentes en el interior de la Meseta, la cuenca del Duero y la llanura
de la Mancha, surgieron por el hundimiento del zócalo paleozoico y la colmatación posterior de
las depresiones. La sedimentación tuvo lugar a finales de la Era Terciaria, una vez finalizado el
plegamiento alpino, de ahí que los estratos conserven la disposición horizontal con la que se
depositaron.
En el horizonte resaltan los cerros testigo u oteros, como vestigios de la evolución general de las
depresiones y de la desaparición de estratos por efecto de los agentes erosivos.
Los rebordes montañosos de la Meseta
La Meseta está rodeada por todas partes menos por el oeste.
Los rebordes que lo integran se originaron a partir de las deformaciones ocasionadas por el
plegamiento alpino en la periferia de la Meseta.
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El borde noroccidental
El Macizo Galaico y los Montes de León cierran la Meseta por el noroeste. La superficie que
ocupan ambos sistemas está atravesada por redes de fallas, entre las que destacan las de
orientación norte-sur, que han originado conjunto de bloques alineados, unos hundidos y otros
levantados denominado dorsal gallega, cuyo punto culminante es Cabeza de Manzaneda.
Más en el interior se sitúan los montes de León, las mayores altitudes conservan importantes
huellas de glaciarismo, entre las que destaca el lago Sanabria .
La Cordillera Cantábrica: conforma el borde septentrional de la Meseta. Forma una muralla que
dificulta la comunicación entre la costa y las tierras del interior y obstaculiza el acceso de las
masas de aire húmedo al interior de la Península.
En ella se distinguen tres sectores:
El sector occidental o asturiano: presenta afinidad con el Macizo Galaico. Formado por
materiales paleozoicos como cuarcitas, pizarras y carbón que son objeto de explotación minera.
A este sector pertenecen macizos cuyas montañas se elevan hacia el este y culminan en los
Picos de Europa.
El sector central: se extiende sobre Cantabria. Formado por materiales de la Era Secundaria
plegados durante el plegamiento alpino. Corresponden a los potentes bancos de sedimentos que
se depositaron en las profundidades marinas. Destacan Peña Prieta, Peña Labra.
Los Montes Vascos: presentan analogías con el sector central. Destaca Peña Gorbea.
El Sistema Ibérico: borde oriental de la Meseta. Se extiende desde las estribaciones
meridionales de la Cordillera Cantábrica hasta el mar Mediterráneo.
Su origen guarda relación con dos hechos: la primitiva inclinación de la Meseta hacia el este, que
permitió la acumulación de gran cantidad de sedimentos en esta dirección, y la fuerza del
plegamiento alpino, que dio lugar a una cordillera cuya cobertera de materiales sedimentarios
reposa sobre el zócalo paleozoico.
En su trayectoria se distinguen dos partes, separadas por el río Jalón:
La parte septentrional cuenta con importantes sierras como Demanda, Urbión, cebollera y
Moncayo. Constituye un núcleo dispersor de aguas hacia las cuencas hidrográficas del Duero y
Tajo.
El sector meridional: sus terrenos surcados por una serie de fallas se asemeja al graderío de un
anfiteatro que desciende de forma gradual hacia el sur, para hundirse bajo las aguas del mar
Mediterráneo.
Sierra Morena: borde meridional de la Meseta. Sus materiales constituyentes son paleozoicos,
sobre todo pizarras, cuarcita y granito. De escasa altitud, su punto culminante es Sierra
Madrona.
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Sierra Morena ofrece un caso notable de disimetría entre sus vertientes norte y sur, que se
percibe al atravesarla y se concreta en el escalón que ha de salvarse para acceder a ella desde
la Meseta o desde el Valle del Guadalquivir, casi insensible en el primer caso y muy pronunciado
en el segundo.
Sistemas y unidades exteriores
Fuera del ámbito de la Meseta se sitúan las unidades de relieve denominadas sistemas
exteriores. Son cordilleras y depresiones cuya formación se inició a comienzos de la era
Terciaria. Las cordilleras surgieron por efecto de la orogenia alpina, que plegó e hizo emerger los
sedimentos que se habían depositado durante la Era Secundaria. Las depresiones corresponden
a las fosas alpinas.
Los Pirineos: ocupa el istmo peninsular desde el golfo de Vizcaya hasta el cabo de Creus.
En su interior distinguimos dos zonas: el Pirineo Axial y el Prepirineo, que constituyen dos franjas
paralelas entre sí que se diferencian por sus características geológicas y por la naturaleza de las
rocas integrantes.
El pirineo axial es el núcleo y eje directriz de la cordillera. Formado por materiales paleozoicos,
granito, pizarra… son restos de un antiguo macizo herciniano desaparecido cuya composición
litológica justifica que la parte central de los Pirineos integre la Iberia silícea. Aquí se sitúan las
mayores cimas de la cordillera: Encantats, Puigmal, el pico de Aneto en el macizo de la Maladeta
El Prepirineo se halla adosado a su flanco meridional. Formado por calizas mesozoicas elevadas
por el plegamiento alpino. En realidad se trata de dos grandes conjuntos anticlinales, el que está
en contacto con el Pirineo Central formado por Collarada, Tres Sorores y Monte Perdido; y, en
segundo lugar, las sierras exteriores de menor altitud, Leyre, Guara y Montsech. Entre ambas la
depresión media prepirenaica.
En cuanto a los rasgos morfológicos destaca la ausencia de valles longitudinales, siendo
frecuentes, en cambio, los transversales, de orientación norte-sur, labrados por la red de
afluentes del Ebro.
Asimismo, en los Pirineos está patente la huella del glaciarismo cuaternario, abundan los lagos
conocidos como ibones en Aragón y estanys en Cataluña.
La depresión del Ebro: su evolución morfológica está asociada a los sistemas montañosos de
su contorno. Al principio fue un brazo de mar cuya comunicación con el océano quedó
interrumpida a medida que el plegamiento alpino elevaba los relieves ibéricos y pirenaicos.
Desde mediados de la Era Terciaria este espacio quedó reducido a un lago, en el que se
depositaban los materiales que la erosión excavaba con facilidad en las montañas recién
formadas y que los cursos de agua trasladaban con igual facilidad.
Los materiales transportados se depositaron selectivamente según su grosor, situándose los
más finos en el centro de la depresión y los más gruesos próximos a la línea de costa. Como el
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proceso concluyó después del plegamiento alpino los estratos conservan la horizontalidad con la
que se depositaron.
La cordillera Costero-Catalana: cierra la depresión del Ebro por el sureste. Ofrece una
complejidad notable, derivada de su fragmentación transversal y longitudinal.
Transversalmente, la cordillera está partida en dos unidades a la altura de Barcelona. La mitad
norte integrada por materiales paleozoicos, mientras que la mitad sur lo está por rocas de la Era
Secundaria, sobre todo calizas.
Longitudinalmente, se descompone en tres unidades; la Cordillera Litoral, inmediata a la costa,
destaca la sierra de Tibidabo; la depresión Prelitoral, espacio de gran aptitud agrícola y lugar de
concentración demográfica y económica; y, en contacto con la depresión del Ebro, la cordillera
Prelitoral, que contiene las mayores altitudes, Montserrat, Montseny, Montsant.
Los sistemas Béticos: ocupan el sur peninsular, desde el estrecho de Gibraltar hasta el cabo
de la Nao. Surgieron en la segunda mitad de la Era Terciaria, a medida que el plegamiento
alpino comprimía los potentes bancos de sedimentos de mesozoicos depositados en el mar de
Thetis. El hecho de que entre estos materiales alternen margas y calizas es el responsable de
que muchos pliegues no se hallen hoy en su lugar de formación sino desplazados hacia el norte
formando mantos de corrimientos. La cordillera no tiene un eje directriz y el desorden aparente
es reflejo de un desorden tectónico interior.
En ella se distinguen tres alineaciones:
Su núcleo lo constituye la cordillera Penibética, que se eleva bruscamente sobre el litoral y
contiene las sierras de mayor altitud: Ronda, Gádor, Filabres y Sierra Nevada, con las mayores
alturas del sistema, Mulhacén y Veleta. Sus materiales son paleozoicos, pues debido a los
mantos de corrimiento, los materiales jóvenes han desaparecido dejando al descubierto
materiales antiguos.
Hacia el norte, en contacto con la depresión del Guadalquivir, se extiende la cordillera Subbética,
con las sierras de Grazalema, Harana, Mágina, Cazorla, Segura y la Sagra. Entre sus materiales
abundan las margas y las calizas, al amparo de las cuales se han formado, respectivamente
superficies acarcavadas y espectaculares relieves kársticos, como el Torcal de Antequera.
Entre ambos conjuntos se sitúa el surco Intrabético, una serie de depresiones colmatadas por la
erosión. Presenta un intenso grado de ocupación humana y variedad de paisajes.
La depresión del Guadalquivir: ocupa el espacio existente entre las cordilleras Béticas y Sierra
Morena. Es una amplia depresión de forma triangular, abierta al océano Atlántico del que recibe
la influencia marina. Está recorrida por el río Guadalquivir, con la particularidad de que no
discurre por el centro de la depresión sino adosado a Sierra Morena, debido a su formación.
Inicialmente fue un brazo de mar que recibió las aportaciones sedimentarias de las cordilleras
Béticas y de Sierra Morena. Como ambos sistemas montañosos tienen distintas características,
los ríos que bajaban de las montañas Béticas transportaban mayor cantidad de sedimentos que
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los procedentes de Sierra Morena; de esta forma se fue produciendo el desplazamiento de la
línea de máxima profundidad hacia el norte y en ella se acomodó el lecho del río.
Entre sus formas de relieve ofrece el paisaje suavemente ondulado de sus campiñas, objeto de
explotación agrícola; asimismo, a escasa altura sobre el nivel del mar, se sitúan las marismas
que han propiciado la creación del Parque Nacional de Doñana.
Los relieves insulares
Los archipiélagos balear y canario ofrecen dos tipos de relieve bien diferenciados. Las islas
Baleares guardan una estrecha relación con el relieve peninsular, mientras que las islas
Canarias son completamente independientes.
Las Islas Baleares: es la prolongación geográfica de la Península en el mar Mediterráneo a
través del cabo de la Nao, ya que, a excepción de la isla de Menorca, representa la continuidad
de las cordilleras Béticas.
La isla de Mallorca contiene la mayor elevación del archipiélago, la sierra de Tramuntana; al
sureste, la sierra de Levante y, entre ambas, la llanura central que constituye el principal espacio
agrícola de la isla.
La isla de Menorca se vincula con la cordillera Costero-Catalana.
Las islas Canarias: situadas en el océano Atlántico, tienen un carácter volcánico. Su origen hay
que relacionarlo con las emisiones volcánicas que tuvieron lugar desde mediados de la Era
Terciaria a través de las fracturas existentes en la zona de fricción entre la placa africana y la
corteza oceánica.
Las islas se elevan desde las profundidades marinas hasta una altura considerable. Su punto
culminante es el Teide, que con 3718 m. es la montaña más alta de España.
La naturaleza volcánica ha originado forma de relieve como las calderas y cráteres volcánicos,
roques, malpaíses…
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