CIUDADANO PERSONA VERSUS ENEMIGO NO

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CIUDADANO PERSONA VERSUS ENEMIGO NO-PERSONA:
LAS IDEAS ANTIGARANTISTAS DE GÜNTHER JAKOBS Y
JOHN YOO
Ramón Campderrich (UB)
ABSTRACT
Esta comunicación expone de modo sintético los contenidos y presupuestos de la
doctrina del 'derecho penal del enemigo' ideada por el penalista alemán Günther
Jakobs, los pone en relación con ideas similares difundidas en los Estados Unidos por
el iuspublicista John Yoo a través de su libro “War by Other Means” y advierte del
evidente peligro que suponen tesis como las de Jakobs y Yoo para la continuidad del
estado de derecho en sentido fuerte, condición necesaria para la salvaguarda de una
ciudadanía no excluyente.
Una de las muchas consecuencias destacables en el ámbito jurídico-político de la actual
atención obsesiva prestada hacia el terrorismo internacional islamista es la difusión nada
desdeñable
que
están
teniendo
doctrinas
jurídicas
incompatibles
con
el
constitucionalismo garantista. Tal vez la más conocida de estas doctrinas y la que ha
causado mayor impresión a los juristas académicos en Europa es la designada con la
expresión “derecho penal del enemigo”, ingeniada a nivel dogmático por el penalista
alemán Günther Jakobs, profesor emérito de la Universidad de Bonn.
Los contenidos y presupuestos elementales de la doctrina de Günther Jakobs se
encuentran expuestos para el público español en un pequeño libro titulado precisamente
Derecho penal del enemigo, publicado por una prestigiosa editorial especializada en
temas jurídicos. Este libro, editado por vez primera en 2003, ha tenido tanto éxito que
ha merecido una segunda edición en 2006. Derecho penal del enemigo, además de un
ensayo acerca de las ideas de Jakobs a cargo de Manuel Cancio, profesor de Derecho
Penal de la Universidad Autónoma de Madrid, contiene sendos escritos del profesor
alemán titulados, respectivamente, Derecho penal del ciudadano y derecho penal del
enemigo1 y ¿Terroristas como personas en derecho?2 . Los títulos son ya de por sí
Traducción del artículo Bürgerstrafrecht und Feindstrafrecht, publicado
originariamente en Hsu/ Yu-Hsiu (eds), Foundations and Limits of Criminal Law and
Criminal Procedure, Taipei, 2003, pp. 41 y ss.
1
1
suficientemente indicativos de la gravedad de los asuntos tratados en dichos escritos de
Jakobs: la represión penal, en especial, la represión penal de la actividad terrorista, la
cual se ha prestado una y otra vez a toda clase de abusos en el ejercicio del poder
estatal. Estos artículos acabados de citar contienen, insisto, las claves de comprensión
elementales de la contemporánea doctrina del “derecho penal del enemigo”.
El contenido nuclear de la doctrina “jakobsiana” del “derecho penal del enemigo” es
muy sencillo de describir en unas pocas palabras. La regulación de la represión penal
estatal frente a determinados individuos debería presentar3 en nuestras sociedades, a
juicio de Jakobs, una doble dimensión: un derecho penal ordinario, o “derecho penal del
ciudadano”, el cual se debe ajustar a los principios del estado de derecho, y una
regulación “técnica” del ejercicio sistemático de la violencia estatal dirigida a la
neutralización del peligro que representan para la sociedad ciertos individuos, o
“derecho penal del enemigo”, el cual se ha de regir exclusivamente por la idea de
necesidad al margen de los principios del estado de derecho, es decir, por un criterio de
eficacia en la adopción de medios para combatir y neutralizar fuentes de peligro. Por
consiguiente, la segunda vertiente de la regulación de la represión penal estatal
defendida por la doctrina del “derecho penal del enemigo” no es, según Jakobs, una
verdadera regulación jurídica, no es un sector del derecho positivo en el cual aparezcan
recogidos y tengan una posición central valores axiológicos positivizados, derechos
subjetivos
garantizados
o
intereses
legítimos
reconocidos,
sino
una
mera
reglamentación “técnica” cuyo objetivo es combatir con eficacia y liquidar ciertos tipos
de riesgos existentes en nuestras sociedades, los riesgos dimanantes de determinados
individuos peligrosos. Según Jakobs, “derecho penal del ciudadano” y “derecho penal
del enemigo” deben mantenerse como dos ámbitos separados, sin contaminaciones
mutuas.
A la vista del contenido básico de la doctrina de Günther Jakobs, cabe afirmar que ésta
no supone ninguna novedad en la evolución histórica del estado y el derecho
Traducción del artículo Terroristen als Personen im Recht?, publicado originariamente
en Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft, nº 117, 2005.
3
Se emplea aquí la palabra “debería” porque Jakobs manifiesta de modo reiterado en
sus escritos que su pretensión no es describir un estado de cosas, sino propugnar una
determinada respuesta jurídico-política a la criminalidad contemporánea (en el ámbito
específico del derecho penal). Su perspectiva es, pues, de lege ferenda.
2
2
contemporáneos, al menos en el marco de las sociedades capitalistas. Ya Ernst Fraenkel,
jurista y politólogo alemán de izquierdas, constató, inspirándose en las ideas de Carl
Schmitt, la existencia de una dualidad radical en la construcción jurídico-política del
capitalismo contemporáneo: por un lado, el estado de derecho, el orden jurídico-político
previsto para tiempos de normalidad político-social y para las transacciones económicas
privadas y, por otro lado, el orden de los poderes estatales discrecionales y secretos no
refrenados por los derechos ciudadanos, en suma, el orden de los poderes autoritarios,
ideado para combatir al adversario político interno cuando éste adquiere relevancia y
para intentar resolver expeditivamente por vía represiva la “cuestión social”. Según
Fraenkel, a pesar de las promesas de las sucesivas revoluciones liberales del XVIII y del
XIX, el estado surgido de estas revoluciones fue incapaz de prescindir de la dualidad
estado de derecho/ estado de necesidad y de extender de algún modo los principios del
estado de derecho y las formas de ejercer el poder estatal compatibles con esos
principios al conjunto de los miembros de la sociedad4. La existencia de persistentes
reservas de poder estatal no juridificadas y enfocadas al intento de resolución de los
problemas socio-políticos mediante el recurso a una violencia expeditiva frente a
específicos colectivos de personas ha sido una constante de las sociedades
contemporáneas. La propuesta de un “derecho penal del enemigo” de Günther Jakobs ha
de ser puesta en relación con dicho fenómeno, aunque en un contexto diferente al
conocido por Fraenkel, transido de nuevas complejidades (mundialización del
capitalismo, intensas transnacionalización e interdependencia en los planos político,
económico y criminal, repercusiones internacionales globales de las decisiones del
gobierno norteamericano…).
Los presupuestos sociológico-filosóficos sobre los cuales se asienta la dualidad
“derecho penal del ciudadano”-“derecho penal del enemigo” dicen mucho acerca de la
brutalidad que impregna la doctrina de Jakobs. El fundamento de la dualidad
característica de la doctrina del “derecho penal del enemigo” y, por tanto, de la
aplicación al individuo delincuente de un derecho penal −y, no debería olvidarse,
también de un derecho procesal penal y penitenciario− garantista o de un tratamiento
represivo destinado a luchar contra él con eficacia, tratamiento en el cual las garantías
Me permito añadir: probablemente, la desigualdad socioeconómica y sus
consecuencias, ya fueran revolucionarias o ya fueran criminógenas, fue la principal
razón de esta incapacidad.
4
3
jurídicas sobran, se halla en la condición o no de “persona” del individuo en cuestión.
Para Jakobs, la “personalidad”, la condición de “persona” desde una perspectiva no sólo
jurídica stricto sensu, sino también ético-política, es una atribución social normativa
(Jakobs no es partidario de ningún derecho natural teológico o moderno clásico). El ser
humano, en sentido físico-psíquico, biológico, no es “persona” per se; sólo lo es en
tanto que la sociedad le atribuye esta condición. La atribución social de esta condición
y, sobre todo, su conservación dependen, según Jakobs, de la conducta del individuo
seguida en un contexto social (y, obviamente, no existen conductas de individuos fuera
de un contexto social, excepción hecha de los escasísimos casos de “niños salvajes”). Si
esa conducta se ajusta en líneas generales a los modelos de comportamiento juzgados
socialmente aceptables, entonces el individuo conserva sin problemas su condición de
“persona”, sigue trascendiendo la mera naturaleza biológica de espécimen humano. Si,
en cambio, su comportamiento fáctico, real, transgrede gravemente dichos modelos, por
decisión o por incapacidad de comportarse de otro modo, pierde su condición de
“persona” y queda reducido a mero ejemplar de la especie animal homo sapiens sapiens.
El derecho positivo contemporáneo sólo reconoce derechos, intereses legítimos o
garantías judiciales a las “personas”, a los individuos que tienen atribuida esa condición
social, pero en modo alguno puede −legítimamente− hacer dicho reconocimiento a favor
de meros especimenes biológicos carentes de personalidad. Las especulaciones de
Jakobs vienen a decirnos con toda claridad que los individuos privados de su dimensión
social normativa elemental no forman parte de la comunidad de sujetos de derecho: sólo
deben ser objeto pasivo de regulación estatal en función de los intereses de la
colectividad en su conjunto o de ciertas “personas”. Cuando estos individuos
representan desde un punto de vista fáctico un “peligro” muy serio, esto es, cuando son
una fuente de “riesgos” para la supervivencia del orden social establecido, deben ser
sometidos a las directrices del “derecho penal del enemigo”. Para Jakobs, este es el caso
de los terroristas, entendiéndose aquí por tales, los individuos que crean organizaciones
terroristas o se integran en las mismas, incluso aunque no hayan cometido ni participado
en la comisión de ningún hecho delictivo. Las organizaciones terroristas son, según
Jakobs, aquellas cuya pretensión es destruir o desestabilizar mediante el recurso a la
violencia el status quo político existente5. Los terroristas, conforme a la doctrina
De hecho, este es el criterio dominante en las legislaciones actuales (vid. Paye, J.-C.,
La fin de l´État de droit. La lutte antiterroriste de l´état d´exception à la dictature, La
Dispute, París, 2004, pp. 81 y ss.).
5
4
expuesta por Jakobs, habrían perdido su condición social de personas y se habrían
transformado en fuentes de peligro a neutralizar, a eliminar. El medio concreto a
emplear por las autoridades para obtener el resultado de la neutralización del riesgoindividuo terrorista dependería ya entonces tan sólo de su eficacia y eficiencia (cálculo
costes-beneficios) y en modo alguno de la toma en consideración de derechos
fundamentales o garantías procesales6. Pero los terroristas no serían los únicos seres
humanos “despersonalizados”7 en caer bajo las garras del “derecho penal del enemigo”
ni mucho menos. Si bien los escritos Derecho penal del enemigo y derecho penal del
ciudadano y ¿Terroristas como personas en derecho? se refieren casi en exclusiva al
fenómeno del terrorismo, los penalistas españoles Manuel Cancio8 y Luis Gracia
Martín9 han mostrado cómo los presupuestos de los planteamientos de Jakobs y la
ambigüedad textual misma de sus escritos pueden llevar fácilmente a subsumir bajo la
categoría de seres humanos privados de la condición social de “persona” a tratar
mediante el “derecho penal del enemigo” nutridos colectivos de individuos que no
pertenecen a banda terrorista alguna (delincuentes sexuales reincidentes, maltratadores
domésticos, miembros de organizaciones criminales…)10.
Inter arma silent leges.
Sería también apropiado hablar aquí de “reificación” de seres humanos.
8
Cancio Meliá, M., De nuevo: ¿”derecho penal” del enemigo?, en Jakobs, G., Cancio,
M., Derecho penal del enemigo, pp. 85 y ss.
9
Gracia Martín, L., El horizonte del finalismo y el “derecho penal del enemigo”, Tirant
lo Blanch, Valencia, 2005, pp. 89 y ss.
10
En última instancia, el derecho penal, penitenciario y procesal penal ajustado a los
principios del estado de derecho tendría un alcance mínimo, pues su aplicación estaría
reservada al “delincuente ocasional”. Sobre la tendencia implícita en la doctrina de
Jakobs a marginar el derecho punitivo “ordinario”, dada la realidad criminológica de las
sociedades contemporáneas, resultan muy ilustrativas las siguientes palabras de
Francisco Muñoz Conde: “Así es, pues, como una vez más, el Derecho penal, la
Administración de Justicia y las etiquetas criminológicas se utilizaron para diferenciar a
los 'buenos' de los 'malos', a los ciudadanos (…) de los otros que VON LISZT definía
como 'proletariado de la delincuencia' (…), una clase de personas frente a las que (…)
están permitidas toda clase de excesos y de abusos, creando para ello, cuando sea
necesario, lo que JAKOBS ha llamado un 'Derecho penal para enemigos'; un Derecho
en el que caben todos los abusos y todas las extralimitaciones que se le ocurran a los
que tienen el poder para imponerlas. Las garantías, los derechos humanos y las
refinadas elucubraciones de la Dogmática jurídicopenal se quedan, pues, para los
amigos, para el buen ciudadano que alguna vez tiene la debilidad de cometer algún
delito (aunque arruine con ello a miles de personas o envenene a otras tantas), y la
desgracia de caer en las garras de la Justicia penal.” (Muñoz Conde, F., Edmund Mezger
y el Derecho Penal de su tiempo. Estudios sobre el Derecho Penal en el
Nacionalsocialismo, Tirant lo Blanch, Valencia, 2002, pp. 296-297).
6
7
5
Con la finalidad de hacer más digerible desde un punto de vista académico su doctrina
del “derecho penal del enemigo”, Jakobs recurre a la filosofía política moderna. Según
Jakobs, la idea de una represión penal dual diferenciada, para ciudadanos y para 'nopersonas', es consustancial a la teoría política moderna del “contrato social”. Los
grandes clásicos del contractualismo moderno (Hobbes, Rousseau, Kant…) sostuvieron
la existencia de un paradójico estado de naturaleza interno al estado civil. El rebelde,
incluso el delincuente habitual −la persona para la cual la delincuencia se ha convertido
en un modo de vida−, se autoexcluyen del pacto social, renuncia con ello a sus ventajas
y se constituyen en una amenaza a la pervivencia del estado civil. Por esta razón, de
acuerdo con la interpretación “jakobsiana” de los clásicos modernos, dichos sujetos
reintroducen en el estado civil un estado de guerra limitado a las relaciones entre estos
mismos sujetos y el conjunto de los ciudadanos. Y, como ya se sabe, el estado de guerra
se define por la ausencia de todo orden jurídico: quienes están entre sí en estado de
guerra (aquí, los ciudadanos, por un lado, y los excluidos del pacto social, por otro lado)
se combaten entre sí con el objeto de vencer e imponerse (o sobrevivir). La utilización
de los clásicos de la filosofía política moderna que realiza Jakobs, con independencia de
sus méritos intrínsecos en el terreno de la investigación histórico-filosófica, puede
otorgar una pátina de respetabilidad a sus planteamientos sólo a los ojos de quienes
suscriban la visión hagiográfica de la tradición filosófica moderna, para la cual la
invocación de ciertos santos seculares confiere prestigio casi de modo automático, pero
no logra ocultar, a mi juicio, la vinculación mucho más estrecha existente entre la
doctrina del “derecho penal del enemigo” y el positivismo criminológico
socialdarwinista del último tercio del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. La
cumbre, tanto ideológica como jurídico-político práctica, de esta manera de aproximarse
al fenómeno de la delincuencia y, más en general, de la “desviación social”, tuvo lugar
durante los años del régimen nazi (1933-1945). El régimen nazi, es preciso no olvidarlo,
tenía proyectado exterminar a la variopinta categoría de los “asociales” (delincuentes
reincidentes, personas de vida disoluta, alcohólicos crónicos, deficientes mentales,
depresivos crónicos, personas homosexuales…), juzgados, al igual que judíos, gitanos y
disidentes políticos, “extraños a la comunidad”11. Las justificaciones biológico-racistas
propias del nazismo han desaparecido obviamente en las obras de Jakobs, pero la
11
Nótese la perversa equiparación entre unos y otros efectuada entonces.
6
invocación de Hobbes, Rousseau o Kant no deben ocultarnos la inquietante proximidad
entre los presupuestos de la doctrina del “derecho penal del enemigo” y muchas de las
ideas de los juristas y criminólogos al servicio del Tercer Reich12.
Por último, es importante señalar que tesis jurídico-doctrinales como las de Jakobs no
deben despreciarse sin más calificándolas de excéntrico ejercicio académico sin
virtualidad jurídica práctica. Ideas similares a las de Jakobs, aunque desarrolladas
autónomamente respecto de la dogmática jurídico-penal alemana o, en general, europea,
han servido para justificar el derecho de excepción norteamericano impulsado por la
Administración Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Este derecho de
excepción ha girado en torno a la categoría de “combatiente ilegal” o “enemigo
combatiente”, el equivalente a la 'no-persona' “jakobsiana”. El individuo declarado
“combatiente ilegal” o “enemigo combatiente” en virtud de una decisión de la
Administración Bush, presunto integrante o colaborador de la red terrorista islámica AlQaeda, ha quedado excluido desde la perspectiva del poder ejecutivo estadounidense de
todo status jurídico claro. Tal declaración ha supuesto la privación de la titularidad de
los derechos subjetivos y del disfrute de las garantías judiciales previstos en el derecho
punitivo “ordinario” para los sospechosos de la comisión de hechos delictivos
legalmente tipificados y en el derecho internacional para los prisioneros de guerra,
responsables de crímenes de guerra incluidos. Las medidas gubernamentales adoptadas
para combatir a estos “combatientes ilegales” o “combatientes enemigos” carentes de
derechos han sido en lo fundamental tres: reclusión por tiempo indefinido en bases
militares (sobre todo, Guantánamo), enjuiciamiento con exclusión de cualquier clase de
recurso judicial por comisiones militares nombradas, reguladas y supervisadas por el
poder ejecutivo (distintas de los tribunales militares legalmente previstos) y sujeción a
“técnicas de interrogatorio agresivas”, esto es, a formas más o menos sutiles de tortura
inadmisibles en la investigación criminal policial. Todas estas medidas trasladaban al
plano de los hechos el postulado de la Administración Bush conforme al cual existe una
guerra de nuevo estilo entre los Estados Unidos y la organización terrorista Al Qaeda
que exige actuar tanto al margen del derecho internacional bélico como del derecho
federal norteamericano en la medida en que éstos pueden suponer un obstáculo en el
camino hacia la victoria sobre la omnipresente Al Qaeda. El radicalismo de la postura
Véase al respecto el libro ya citado de Francisco Muñoz Conde, Edmund Mezger y el
Derecho Penal de su tiempo.
12
7
de la Administración Bush suscitó finalmente una reacción decidida del Tribunal
Supremo de los Estados Unidos a partir de 2004-2005, que ha accedido a atender
recursos relacionados con los “combatientes ilegales” y que ha declarado en sus
sentencias la inconstitucionalidad de la prohibición de recurso judicial dirigida a los
“combatientes ilegales”13 y la inconstitucionalidad de comisiones militares sin las
garantías judiciales básicas presentes en los procedimientos ante los tribunales civiles y
los tribunales militares ordinarios14 −pero no ha cuestionado la detención por tiempo
indefinido de “combatientes ilegales” mientras prosiga la “guerra contra el
terrorismo”−.
La Administración Bush ha contado con su propio séquito de juristas, sus propios
'Jakobs', dedicados a la legitimación jurídico-constitucional de las medidas draconianas
contra los “combatientes ilegales”. El más elocuente de todos ellos es, probablemente,
el iuspublicista John Yoo, profesor de derecho constitucional de la Universidad de
California. John Yoo fue uno de los principales asesores jurídicos al servicio de la OLC
(Office of Legal Counsel), la agencia gubernamental estadounidense integrada en el
Departamento de Justicia encargada de asesorar legalmente a la Administración Bush.
Bajo los auspicios de la OLC, proporcionó a esta Administración argumentos para
justificar jurídicamente la calificación constitucional del presidente Bush como Jefe de
las Fuerzas Armadas en una situación de guerra de nuevo tipo contra el terrorismo, la
inaplicación de las Convenciones de Ginebra a los prisioneros de Al Qaeda y talibanes
capturados a raíz de la guerra de Afganistán, la prohibición constitucional de control
judicial del trato dado a los “combatientes ilegales” y la admisibilidad constitucional del
uso de “técnicas de interrogatorio agresivas” respecto a “combatientes ilegales”
prohibidas en el ámbito de la investigación policial de los delitos. John Yoo ha expuesto
recientemente sus tesis legitimadoras de la “guerra contra el terrorismo” del presidente
Bush en el libro War by Other Means15, cuya lectura muestra hasta qué grado de
Véase las sentencias del Tribunal Supremo de los EEUU en los casos Hamdi versus
Rumsfeld (28 de junio de 2004) y Rasul versus Bush (28 de junio de 2004), las cuales
admitieron el recurso de habeas corpus respecto a dos prisioneros de Guantánamo.
14
Véase la sentencia del Tribunal Supremo de los EEUU en el caso Hamdan versus
Rumsfeld (29 de junio de 2006), la cual declaró inconstitucional y contraria, además, a
las Convenciones de Ginebra de 1949, la regulación de la comisión militar encargada de
juzgar al “combatiente ilegal” Hamdan.
15
Yoo, J., War by Other Means. An Insider´s Account of the War on Terror, Atlantic
Monthly Press, Nueva York, 2006.
13
8
refinamiento bestial pueden llegar las doctrinas de los juristas comprometidos con el
poder establecido. Sobre todo los capítulos 3 (Assassination) y 7 (Interrogation) no
tienen desperdicio. En el primero de los capítulos citados, Yoo justifica jurídica y
políticamente el seguimiento vía satélite y aviones no tripulados y el asesinato selectivo
mediante misiles de dirigentes, miembros o colaboradores importantes de Al-Qaeda
identificados como tales por el poder ejecutivo norteamericano, así como la muerte de
las víctimas inocentes colaterales resultantes del impacto de los misiles, con
independencia de que el gobierno del país donde se produzca el ataque mediante misiles
tenga o no conocimiento previo de la decisión estadounidense de llevar a cabo un
asesinato selectivo. En el segundo de dichos capítulos, Yoo sostiene que el derecho de
los Estados Unidos con anterioridad a la denominada “enmienda McCain” (fines de
2005), incluida la ley de transposición a este derecho de la Convención contra la
Tortura, distingue entre “tortura”, “técnicas de interrogatorio agresivas” destinadas a
romper la voluntad de resistencia del interrogado y técnicas de interrogatorio ordinarias
características de la investigación policial dentro del territorio de los Estados Unidos.
Según Yoo, la tortura, definida legalmente como provocar de modo intencionado “dolor
o sufrimiento físico o mental severo”, estaba (y está) prohibida en cualquier caso16; en
cambio, la práctica de las “técnicas de interrogatorio agresivas”17, que podían perseguir
legítimamente, según Yoo, provocar dolor o sufrimiento físico o mental de un grado
inferior al propio de la tortura, estaban permitidas respecto de ciudadanos no
norteamericanos retenidos en territorio no estadounidense (lo cual incluye, por cierto,
Guantánamo para la mayoría de la doctrina y jurisprudencia norteamericanas). La
prohibición de cualquier técnica de interrogatorio que fuese más allá de la práctica
policial ordinaria en un estado de derecho sólo existía para los ciudadanos
norteamericanos y para los ciudadanos extranjeros detenidos en el territorio de los
Esta afirmación debe ser matizada: Yoo se recrea en una serie de supuestos extremos
en los que la responsabilidad derivada de las prácticas de interrogatorio más brutales
quedaría excusada (por ejemplo: la tortura se emplea para obtener una información
necesaria a efectos de evitar un atentado mediante una “bomba sucia” nuclear o
biológica que podría causar miles, cientos de miles o millones de víctimas civiles). Es
obvio que esta es la modesta contribución de Yoo a la promoción de un clima de
histeria colectiva permanente en los Estados Unidos (cfr., Yoo, J., War by Other Jeans,
pp. 165 y ss.).
17
Ejemplos de estas técnicas se pueden leer en Montoya, R., La impunidad imperial, La
Esfera de los Libros, Madrid, 2005, pp. 109 y ss.
16
9
Estados Unidos18. Detrás de todo esto coloca Yoo un principio de eficacia con base en
el cálculo costes-beneficios frente al cual ceden las consideraciones normativas básicas
de la tradición jurídica ilustrada (ante todo, el respeto a los derechos fundamentales y a
la soberanía nacional). Sin duda alguna, el profesor Yoo haría muy buenas migas
intelectuales con el profesor Jakobs.
Tanto la doctrina del “derecho penal del enemigo” como la figura estadounidense del
“combatiente ilegal” suponen una seria amenaza a la subsistencia futura del estado de
derecho, dado el enorme potencial expansivo de esta clase de ideas. El fanatismo
violento del terrorismo islamista no debe hacernos olvidar este hecho, siempre que,
claro está, sigamos atribuyendo a los principios del estado de derecho el valor de logro
civilizatorio. Debemos aprender de la experiencia histórica −el convulso siglo XX
“breve”− y encontrar maneras de afrontar los conflictos que no desemboquen en la
exclusión, la inhumanidad y el asesinato a gran escala.
Tras la aprobación de la “enmienda McCain”, esta prohibición se habría extendido
respecto a los extranjeros retenidos en lugares situados fuera del territorio
estadounidense, lo cual es para Yoo un acontecimiento deplorable.
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