La mujer que viste a las figuras del Municipal

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LATERCERA Martes 1 de octubre de 2013
Santiago
Desde 1978, Teresa Cereceda cose los trajes con que
cantantes y bailarines salen a escena. Como jefa del
Taller de Vestuario de este teatro santiaguino, vela
para que luzcan perfectos en cada función. Por E. Briceño
FOTO: TEATRO MUNICIPAL
La mujer que viste a las
figuras del Municipal
RR Junto al diseñador Pablo Núñez, en plena prueba al bailarín Luis Ortigoza.
C
ONCENTRADA, le da instrucciones a su equipo de
25 personas, la mayoría
veinteañeros, que se mueven apresurados en el centenario edificio de San Antonio con Agustinas, el Teatro Municipal de Santiago. La tarea es ardua
y Teresa Cereceda (61) lo sabe.
Ataviada con un delantal burdeo, en que se
lee, grande, “Tere”, la jefa del Taller de Vestuario de ese escenario capitalino trabaja
en los más de 300 trajes que a partir del 10
de octubre lucirán los bailarines del ballet
Mayerling, “un estreno en Sudamérica y
que, por eso, concita nuestro máximo esfuerzo y trabajo”, dice Teresa.
Uno a uno, va probando con dedicación los
trajes a cada uno de los bailarines, entre
ellos el protagonista del montaje, Luis Ortigoza. Sus 35 años de experiencia y oficio le
permiten cierto grado de relajo a Teresa.
“Ya estoy acostumbrada. Siempre estamos
contra el tiempo, pero lo logramos”, comenta la vestuarista.
El debut de Teresa fue en 1978, cuando llegó a hacer un reemplazo en la confección del
vestuario para el ballet Gaite Parisienne. Antes de eso había trabajado un par de años en
otro referente santiaguino: los clásicos universitarios de fútbol, que tuvieron su apogeo
durante los 60 y terminaron en los años 70.
Ahí, bajo el mando del director de estas
puestas en escena deportivas, Rodolfo Soto,
empezó a trabajar cuando aún estaba en el
colegio. “Hice muchos de los disfraces de los
personajes que animaban los entretiempos
de los partidos”, recuerda.
El destacado diseñador teatral Sergio Zapata vio su labor y la invitó para que fuera a probarse al Municipal. Nunca más abandonó
esas dependencias, llenas de espejos, telas y
máquinas de coser, donde le ha probado sus
trajes a figuras como el tenor Plácido Domin-
go y la bailarina Sara Nieto. “Ellos son mis favoritos. El es un caballero, sencillo y amable. Y Sarita sabía pedir las cosas de manera
cortés, todo por favor”, cuenta Teresa.
Trucos y secretos
Recuerda con precisión cuándo firmó su
contrato definitivo con el teatro: el 1 de diciembre de 1981. También, una de las primeras cosas que aprendió: las prendas para los
bailarines deben ser ceñidas y cómodas. En
el caso de los artistas de ópera, algunas veces debe acentuar figuras robustas. “Cada
traje se hace a medida. Todo se prueba, hasta los vestuarios de los roles más pequeñitos”, dice.
Para los bajitos, los enaltadores que van por
dentro de los zapatos son la salvación. Y
para los de cuello corto, el escote en V puede ayudar. “Todo tiene su secreto, todo se
maneja para que luzcan bien en el escenario. Trabajamos de la mano de los diseñadores -entre estos Pablo Núñez, Hugo de Ana
y Aníbal Lápiz- para buscar las mejores soluciones en cada caso. Los artistas son pretenciosos”, asegura.
Esas telas pesadas que el público ve en escena por lo general son retazos sencillos que
adquieren otra dimensión gracias a los procesos de tinturado y brillo que en el taller se
les hace. Antes del ensayo general todo debe
estar listo. “En los ensayos previos hay tiempo de hacer mejoras”, dice, aunque reconoce que debe estar preparada para emergencias. “El hilo y la aguja me acompañan siempre”, cuenta con picardía. “En los camarines,
dejamos hilos con los colores de cada vestuario. No falta la ocasión en que debemos dar
un pespunte rapidito cuando se rompe un
cierre en plena función”, agrega.
“El vestuario da vida a cada producción”, resume Teresa, y anuncia que ya tiene heredera: su nieta de 14 años que adora costurear.b
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