TEXTO 9. Refutación del escepticismo radical En el siguiente párrafo el autor muestra la naturaleza de su escepticismo: nuestras facultades son limitadas y nuestros juicios se apoyan en la creencia y la costumbre más que en la evidencia, pero no esté en nuestra mano el evitarlo ya que es una tendencia de la naturaleza humana. “Cuando reflexiono sobre la falibilidad natural de mi juicio, confío todavía menos en mis opiniones que cuando me limito a considerar los objetos sobre los que razono; y cuando voy aún más allá, y vuelvo mi mirada hacia cada estimación sucesiva que hago de mis facultades, todas las reglas de la lógica sufren una disminución continua, con los que al final se extingue por completo toda creencia y evidencia. Si en este momento se me preguntara si creo sinceramente en este argumento, que con tanto trabajo parezco inculcar a los demás, y si soy realmente uno de esos escépticos que mantienen que todo es inseguro y que nuestro juicio no posee en ninguna cosa medida ninguna ni de verdad ni de falsedad, replicaría que esa pregunta es completamente superflua, y que ni yo ni ninguna persona ha sido nunca sincera y constantemente de esa opinión. La naturaleza por medio de una absoluta e incontrolable necesidad, nos ha determinado a realizar juicios exactamente igual que a respirar y a sentir; tampoco está en nuestra mano evitar que veamos ciertos objetos bajo una luz más intensa y plena, en razón a su conexión acostumbrada con una impresión presente, más de lo que podamos prohibirnos a nosotros mismos el pensar mientras estamos despiertos, o el ver los cuerpos que nos rodean cuando dirigimos hacia ellos nuestra vista a plena luz del sol. El que se tome la molestia de refutar las sutilezas de este escepticismo total en realidad ha disputado en el vacío, sin antagonista y se ha esforzado por establecer con argumentos una facultad que ya de antemano ha implantado la naturaleza en la mente y convertido en algo insoslayable.” D. Hume: Tratado de la naturaleza humana, Editora nacional, Madrid, 1977, tomo I, pág. 315.