10. “Yo he venido para que tengan vida

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10. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia”: Jn. 10, 10.
INTRODUCCIÓN
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”(Jn. 10, 10).
Nuestra ponencia arranca de esta convicción: la Iglesia, prolongación y encarnación de Jesucristo, solo existe para hacer
presente en el mundo actual la acción salvadora y humanizadora que comenzó con
Él y en Él, con el fin de que también los
hombres y mujeres de hoy “tengan vida y
la tengan en abundancia”.
Pero Jesús no es sólo portador de
vida eterna. Sus palabras y gestos promueven, ya desde ahora, vida y salud en el ser
humano. Así es percibido por sus contemporáneos. “Ungido por Dios con la fuerza
del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y
sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”: (Hechos
10, 38). Esta salud suscitada por Jesús no
consiste sólo en una mejoría física. La
curación del cuerpo va incluida dentro de
una acción sanadora más radical y total
que reconstruye al hombre entero liberándolo del mal que le impide realizar su destino como persona.
La actividad sanadora de Jesús no
es algo secundario, sino el rasgo que mejor
caracteriza al Mesías enviado por Dios:
“Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen,
los muertos resucitan y se anuncia a los
pobres la Buena Noticia” (Mt. 11, 2). Esta
acción sanadora es presentada por Jesús
como revelación y encarnación de la salvación que Dios ofrece al ser humano: “Si yo
expulso a los demonios por el Espíritu de
Dios, es que el Reinado de Dios ha llegado
a vosotros” ( Mt. 12, 2).
Difícilmente podrá la Iglesia impulsar una nueva evangelización en la sociedad actual si no es capaz de anunciar y
ofrecer al hombre de hoy la salvación de
Jesucristo como fuerza sanante que puede
ser experimentada ya desde ahora, dentro
del sufrimiento y la fragilidad de nuestra
existencia, como primicia y esperanza de
vida eterna”. (Introducción a la Ponencia
tercera del Congreso “Iglesia y salud”).
Reino de Dios y vida.
San Juan utiliza los símbolos de
“vida” y “luz” para hablar del misterio de
Jesús. En algún momento los une y resulta
“que la vida era la luz” (Jn. 1, 4) y también
“luz de vida” (Jn. 8, 12).
Con frecuencia se repite a lo largo
del evangelio la invitación a la vida: “que
tengan vida eterna” (Jn. 3, 15); “he venido
para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn. 10, 10). El reproche que se dirige a
Israel es relacionado con la vida: “no queréis venir a mí, para que tengáis vida en mi
nombre”(Jn. 5, 40). Este evangelio ha sido
escrito “para que creyendo tengáis vida en
su nombre” (Jn. 20, 31).
El símbolo “vida” sugiere plenitud,
originalidad, existencia sin límites. Dios es
el viviente por excelencia. La vida proviene
de Él, toda vida proviene de Él. Jesús, en
San Juan, hace equivalente el símbolo “vida” al símbolo “Reino de Dios” de los otros
evangelios. Pero esta vida nueva que Cristo
comunica a los que creen en Él, se debe
manifestar, si es verdadera vida, en Cristo,
en el amor a los hermanos con hechos concretos.
Rasgos de la Nueva Evangelización.
1. Vivencial y práctica. Cierto que el catequizando debe conocer los conocimientos de nuestra fe, pero en la catequesis debe priorirzarse el aspecto vivencial y práctico, su incorporación a la
comunidad de creyentes, su ejercitación
en las prácticas cristianas, la vivencia
de los valores del Reino.
2. Testimonial. El testimonio individual,
colectivo y eclesial. Será nueva evangelización si está respaldada por el testimonio evangélico del evangelizador y
de la comunidad evangelizadora.
3. Liberadora. La nueva evangelización
debe predicar al Dios de la vida y de la
liberación. Debe demostrar con hechos,
con testimonios, que el proyecto cristiano concuerda con las aspiraciones
más profundas y más genuinas del
hombre: la búsqueda de vida y liberación.
4. Comprometida con la causa de la justicia y la solidaridad. Jesús decía: Buscad el Reino de Dios y su justicia. La
obra salvífica de Dios, que culmina en
la obra redentora de Cristo, es la reconciliación del hombre con Dios y con los
hermanos. La misión de la Iglesia es
anunciar este propósito salvífico de
Dios y colaborar en la construcción de
unas relaciones solidarias con los hombres. La caridad y la misericordia no serán auténticamente cristianas si no van
acompañadas por la justicia.
5. Que opta por los pobres. No puede
haber una nueva evangelización sin una
acción preferencial por los pobres.
6. Responsabilidad de toda la Iglesia. La
evangelización no puede ser sólo tarea
del clero y de los religiosos. La evangelización es tarea de toda la Iglesia. Los
laicos son evangelizadores por derecho
y deber propios. El compromiso sociopolítico es lo característico de los laicos: la implantación del Reino de Dios.
7. Evangelización inculturada. Es decir,
encarnar la fe cristiana en la cultura. La
evangelización debe tener en cuenta la
realidad socio-cultural. La inculturación
es un proceso de evangelización mediante el cual la vida y el mensaje cristiano son asimilados por una cultura de
manera que no solamente se expresen a
través de los elementos propios de esa
cultura, sino que lleguen a constituirse
también en principio de inspiración y,
al mismo tiempo, de norma y fuerza de
unificación que transforma, recrea y relanza esa cultura. El misterio de la Encarnación del Hijo de Dios nos da bases
e ilumina este proceso de la inculturación. Eso sí: Dios se hizo hombre, pero
en una forma muy baja, la condición
del siervo , del pobre, del ajusticiado.
La evangelización de cualquier cultura
no deber prescindir del rasgo señalado
de la nueva evangelización.
¿Qué hacer para evangelizar el mundo de la salud y de la enfermedad?
 Trabajar para que en los sanitarios, en
las estructuras sanitarias, en los enfermos y sus familiares, en nuestras comunidades cristianas, en nosotros, se
encarnen los valores del Reino de Dios
como son: respeto a la vida, defensa de
la vida, promoción de la vida íntegra,
solidaridad, misericordia, justicia, paz,
reconciliación, servicio...
 Para Jesús la actividad sanadora no era
algo secundario sino muy importante:
signo de la salvación plena que Dios
ofrece al hombre. La Pastoral de la Salud no puede ser algo secundario en la
acción evangelizadora de la Iglesia. Curando, cuidando y encarnando los valores del Reino en el mundo de la salud y
enfermedad podemos ser el signo a través del cual se descubre que hay otra
salud: la integral; otra vida: la plena, la
eterna, que sólo Dios, en Jesús, puede
concederla.
 Nuestra pastoral debe ser liberadora,
comprometida con la justicia y la solidaridad. Defendamos la salud del enfermo. Luchemos contra toda enfermedad y sus causas y consecuencias. Trabajemos para que las estructuras sanitarias y sociales estén al servicio de la salud. Denunciemos las injusticias y abusos que pueden darse en este mundo.
 Como Jesús, evangelicemos el mundo
desde la atención de los enfermos más
pobres, desasistidos, abandonados y
marginados. El lugar determinante des-
de el que Jesús evangeliza son los pobres, los enfermos más desasistidos.
 La evangelización de este mundo de la
salud y enfermedad se hará por laicos,
hombre o mujeres, o no se hará.
 Debemos trabajar por inculturar, encarnar en este mundo de la salud y de la
enfermedad, en la cultura actual, el valor y sentido que tiene para Cristo: la
salud, la vida, la muerte, la enfermedad...
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Texto evangélico: Mateo 25, 31-46
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Cuestionario.
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¿Qué vida vino a traernos Jesús?
¿Cómo se manifiesta que hemos recibido la nueva vida de Cristo?
Nuestra tarea ha de ser evangelizar el
mundo de la salud y de la enfermedad;
hacer que el Reino de Dios se haga en
el presente ¿Cómo crees que debe ser
esta evangelización?
¿Qué hacer para evangelizar el mundo
de la salud y de la enfermedad?
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Compromiso.
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ORACIÓN COMUNITARIA
Señor Dios,
te damos gracias por tu Hijo Jesucristo,
que pasó por este mundo
haciendo el bien y sanando a todos.
En Él manifestaste
tu amor entrañable a los hombres,
curando a los enfermos,
liberando a todos los oprimidos por el mal
y renovando a la humanidad entera.
En Él nos ofreciste
la salvación hecha salud y libertad, esperanza y aceptación de nuestros límites.
Mira, Padre de bondad,
a estos hijos tuyos
convocados por ti en torno a Cristo,
salud de los hombres. Amén.
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