Las manifestaciones del amor en la poesia de Sabines

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RESEÑA
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RESEÑA
LAS MANIFESTACIONES DEL AMOR
en la poesía de Sabines
HUMBERT O PAYÁN FIERRO
J
aime Sabines nació en Tuxtla Gutiérrez, estado de Chiapas, en
1925. Su primer libro de poesía, Horal, se publicó en 1950. Posiblemente
sea –según Debicki– el
poeta mexicano joven
más destacado en los
años 50 y 60. En cuanto a su temática, Debicki
L UGER
HIMMLISCH.
señala que posee un fondo
de angustia neorromántica; trata la soledad del
hombre moderno, perdido
en un mundo mecánico y
rutinario, igual que las limitaciones impuestas por el
tiempo y la muerte.1
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Además, asegura que Sabines: “Describe [...] el
deseo de la trascendencia por medio del amor y el desafío de las limitaciones de la vida”.2
Dada la enorme importancia que reviste el amor
en la obra del poeta chiapaneco, el presente estudio
tiene como objetivo presentar las manifestaciones del
amor. Se tomará como base la definición de amor expresada por Bertrand Russell en su texto “Lugar del
amor en la vida humana”:
sexual: es el medio principal de librarse de la soledad
que aflige a casi todos, hombres y mujeres, durante la
mayor parte de su vida”.7
La última estrofa del poema indica, en apariencia,
que cualquier día los amantes llegan a conocerse profundamente, de tal manera que lo saben “todo”:
El amor, en la aceptación propia del vocablo, no denota
cualquiera ni todas las relaciones entre los sexos, sino
tan sólo una, que implica emoción considerable, relación psicológica tanto como física.3
Hasta esta parte del poema, solo ha hablado la voz
poética como un observador de los amantes, sin embargo, el último verso abre una posibilidad más de interpretación: “(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo.)”.9
Es decir, el hecho de que se escriban los paréntesis
puede sugerir una confesión en primera persona, ya no
del observador, sino del que ha participado en el acto
amoroso. De ser así, ese “Yo no lo sé de cierto” apunta hacia lo extrarracional del amor. De acuerdo con
Russell, en la vida moderna el amor junto con la religión y la guerra constituyen las tres actividades primordiales que se caracterizan por su extrarracionalidad.
Russell aclara también “pero el amor no es antirracional,
es decir, que un hombre razonable puede razonablemente gozar de su existencia”.10
En “Me gustó que lloraras” se encuentra una estrofa que se refiere a la compenetración entre los amantes: “Quise decirte: hermana. / Para incestar contigo /
rosas y lágrimas”.11 Según Armengol, esta unión se
caracteriza por su animalidad debido al enorme deseo
del hablante. “He aquí” –agrega– “el deseo de compartir alegrías (‘rosas’) y tristezas (‘lágrimas’) participando cada uno del otro hasta que la carne de los dos
se vuelva ‘hermana’, de donde el verbo ‘incestar’ puede ser sinónimo de compartir, representando metafóricamente la compenetración total”.12
El siguiente poema, “Es la sombra del agua”, presenta un grado de mayor oscuridad. Principia con una
serie de imágenes en las que se percibe una ausencia.
“No estamos –escribe Armengol– ante la cosa (o persona) en sí, sino ante impresiones abstractas de ésta”.13
También sostiene que se dan dos planos distintos de la
realidad y que las relaciones entre estos son inesperadas y hasta ilógicas. El poema inicia así:
Para la realización de este estudio se seguirá la
edición de la SEP, Poesía, nuevo recuento de poemas de Sabines, debido a dos razones primordiales:
primera, reúne la mayor parte de la poesía de Sabines
y segunda, posee un ordenamiento cronológico de la
misma.
Horal comprende un total de dieciocho poemas
en los que destacan los temas del amor y la soledad. El
sexto poema titulado “Yo no lo sé de cierto...”, expresa
la postura de un observador ante los seres que se aman:
Yo no le sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre
algún día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando uno al otro.4
Armando Armengol en “La iniciación poética de
Jaime Sabines”, al analizar este poema sostiene que:
“Para el poeta el amor entre hombre y mujer, el amor
carnal, es un instante de vida que a la vez representa la
muerte”.5
En la siguiente estrofa parece que el amor al que
se refiere la voz poética no es precisamente carnal,
sino el amor, tal y como lo ha definido Russell. La voz
poética expresa que:
Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.6
La palabra que aparece repetida, “silencio”, no
corresponde a la acción del amor carnal, sino más bien
a la del amor en su acepción psicológica y física. El
último verso hace alusión a la soledad individual en proceso de disminución. Y corresponde con lo que argumenta Russell: “El amor es mucho más que el deseo
Cualquier día despiertan, sobre brazos:
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.8
Es la sombra del agua
y el eco de un suspiro,
rastro de una mirada,
memoria de una ausencia
desnudo de mujer detrás de un vidrio.14
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“durante el acto de amor los amantes se van matando lentamente y al mismo tiempo se van llenando el uno del otro. Toda la poesía de Sabines
está llena de este tipo de comparaciones y de momentos amorosos. El amor, como la vida, está compuesto de alegrías y sufrimientos, de placeres y
de angustias”.20
En “Sitio de amor”, el amor se identifica con
un lugar, con un estado de soledad del hablante,
pues la amada se encuentra ausente. El hablante
recuerda los momentos en que se amaron. El amor
se manifiesta ligado a la muerte: “en esta hora en
que los dos, sin ambos, / a llanto y odio y muerte
nos quisimos”.21
Armengol ha observado que en cierto momento parece que el tiempo se suspende para que
dos opuestos queden en el mismo marco temporal:22
Cosas que no conozco, que no he aprendido,
contigo, ahora, aquí, las he aprendido.
En ti creció mi corazón.
En ti mi angustia se hizo.
Amada, lugar en que descanso,
silencio en que me aflijo.23
La segunda estrofa aclara que ese “algo” se refiere a
una mujer. En la tercera, el hablante exhorta al amor para
que tome y llene a la amada. Al final, el poeta se dirige al
agua y al aire “en una imagen de comunión, de unión física”.15 Armengol además afirma que se encuentra la dicotomía del estar-no estar y que la ausencia-presencia se
acentúa al aumentar la angustia. “Esta angustia” –continúa– “es parte integral del hombre, y vemos que el amor,
en la poesía de Sabines, está rodeado de una aureola de
sufrimientos. Tal vez se refiere a una entrega no correspondida totalmente. Es la angustia del ser ante la ausencia
de la amada, ante el vacío”.16
En “La Tovarich” –siguiendo a Armengol– el amor
sexual aparece paralelo a la muerte, pero también este amor
sexual significa renovación, vida nueva.17 “El amor” dice
Armengol “está relacionado con la muerte y el tiempo a la
vida de la misma manera que la vida está ligada íntimamente a la muerte”.18
En este poema también se expresa la ausencia de la
amada: “(Porque me duelen las manos de tanto no tocarla,
/ me duele el aire herido que a veces soy.)”.19 Al final de
sus observaciones sobre este poema, Armengol reitera que
3
Armengol asevera que el primer verso contiene un “todavía” implícito y que el segundo, un
“ya”. Asimismo, explica que la aparente contradicción no es más que una duplicidad que advierte
sobre la duplicidad de los dos versos posteriores.24
Concluye diciendo que debido a la falta de comunicación se produce la insatisfacción y la falta de
concreción del amor total: “Hay horas, horas, horas, en que estás tan ausente / que todo te lo
digo”.25
El poema titulado “Entresuelo” inicia nombrando objetos que se encuentran en el cuarto del
hablante. Después nombra el ambiente del exterior y vuelve al interior para expresar su soledad,
su falta de mujer:
Aquí, no hay una mujer. Me falta.
Mi corazón desde hace días quiere hincarse
bajo alguna caricia, una palabra.
Es áspera la noche. Contra muros, la sombra
es lenta como los muertos, se arrastra.
Esa mujer y yo estuvimos pegados con agua.
Su piel sobre mis huesos
y mis ojos dentro de su mirada.
Nos hemos muerto muchas veces
al pie del alba.26
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En esta reminiscencia que hace el hablante, se
destaca, de nueva cuenta, la estrecha y reiterativa
relación amor-muerte. Además, en el segundo verso
citado se nombra la necesidad del sentimiento (concretamente la palabra corazón), no únicamente la del
acto sexual. Conviene resaltar esto porque, al parecer, la crítica señala con cierta reiteración “el amor
carnal” que predomina en la poesía de Sabines. Pero
según se ve habría que ser más explícitos en cuanto
al uso de esta frase.
Una vez evocados los recuerdos, surge el sentimiento actual que embarga al hablante:
Yo la quiero hasta el fondo de todos los abismos,
hasta el último vuelo de la última ala,
cuando la carne toda no sea carne, ni el alma
sea alma.
Es preciso querer. Yo ya lo sé. La quiero.
¡Es tan dura, tan tibia, tan clara!27
En los dos primeros versos de la estrofa se encuentra medido el amor por medio de un espacio completamente terrenal, sin tocar para nada el divino: desde
la profundidad terrestre hacia el más alto vuelo de un
ave. En los versos siguientes se da un equilibrio entre
la carne y el alma, es decir, ambas pueden dejar de
ser lo que son. Lo que coloca al alma en una categoría muy semejante a
la de la carne. En lo
que respecta al título, Armengol sostiene que es simbólico
del espacio (de
tiempo) “que hay
entre la ida de la
amada y la vuelta
de ésta”.28 El tema
del poeta gira en torno a la ausencia del
ser amado, tema al
que Sabines ha recurrido en poemas
ya vistos. Según
Armengol, este tipo
de poemas, como
“Sitio de amor”, siguen un desarrollo
estructural muy semejante: “del sitio
donde se ha hecho
el amor, a la ausen-
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cia de la amada, a la soledad. Utiliza el recuerdo para
darle unidad y resultan buenos poemas”.29
El poema “Mi corazón emprende...” inicia con un
acercamiento entre el hablante y la amada por medio
del viaje que emprende el corazón de este al cuerpo de
ella. En los primeros versos los verbos están en presente, después, aparecen como exhortación, como un deseo:
Ven a mi sed. Ahora.
Después de todo. Antes.
Ven a mi larga sed entretenida
en bocas, escasos manantiales.
Quiero esa arpa honda que en tu vientre
arrulla niños salvajes.30
Otra vez la ausencia, la soledad del hablante. Aquí
se evocan y se desean las partes del cuerpo femenino.
La relación amor-muerte es pedida por el hablante: “Tú
también. Y no es tarde. Aún podemos morirnos uno en
otro: / es tuyo y mío ese lugar de nadie”.31
El hablante desea a la amada y desborda su erotismo. En versos anteriores se ha visto que su sed de amor
no ha sido saciada por otras bocas a las que llama “escasos manantiales”.32 A medida que avanza el poema,
el erotismo va en crescendo, la penetración se multiplica; desde la célula hasta la colectividad humana:
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Cada célula es hembra, tierra abierta,
agua abierta, cosa que se abre.
Yo nací para entrarte.
Soy la flecha en el lomo de la gacela agonizante.
Por conocerte estoy,
grano de angustia en corazón de ave.
Yo estaré sobre ti, y todas las mujeres
tendrán un hombre encima en todas partes.33
La imagen de la flecha y la gacela agonizante
reiteran la constante de Sabines de amor-muerte.
Asimismo, se repite el conocimiento mutuo por medio del amor.
La idea del amor-muerte es desarrollada en una
estrofa cuyo tema central no es el amor:
La yugular es la vena de la mujer.
Allí recibe al hombre.
Las mujeres se abren bajo el peso del hombre
como el mar bajo un muerto,
lo sepultan, lo envuelven,
lo incrustan en ovarios interminables,
lo hacen hijos e hijos...34
Queda bien claro que ambos, hombre y mujer,
mueren durante el acto sexual... pero al mismo tiempo resurge la vida como lo expresa el último verso.
El poema inició con la fuerza del sentimiento, que
implica la palabra corazón, y se desplazó hasta el
erotismo y concluyó con la idea de amor-muerte.
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Aunque el poema es muy “carnal” no puede negarse la
participación previa del sentimiento. De tal forma que el
amor descrito en este poema corresponde en gran medida a la definición de amor dada por Russell.
El poema con el que finaliza Horal se titula “Los
amorosos”, precisamente el tema de este estudio. En la
primera estrofa se determina la condición de los amorosos. Ellos callan porque “El amor es el silencio más fino, /
el más tenebroso, el más insoportable”.35 Los amorosos
buscan, pero nunca encuentran nada, representan una
búsqueda ¿inútil? Se caracterizan por su enorme soledad:
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.36
Martha Irene Gonzales asegura que: “Todo deseo de
trascendencia se pierde ya que la entrega se ha convertido en un “juego” y los amorosos “se ríen de las gentes...
que aman a perpetuidad”.37
En palabras de Armengol, este poema y todo Horal,
“concluye con la idea de que el amor parece un juego que
sólo produce dolor, angustia, soledad...”38
Esta concepción del amor tan unida a la idea de la
muerte no solo se encuentra presente en el primer libro de
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Sabines, sino que también se va a manifestar en obras
muy posteriores. Basta con citar algunos ejemplos. El
libro Diario semanario y poemas en prosa (1961) se
encuentra dividido en veintisiete fragmentos sin ninguna indicación numérica. En esta obra hay un fragmento que recurre al concepto del amor relacionado con la
muerte:
¡Paraíso perdido será siempre el paraíso! A
la sombra de nuestras almas se encontraron
nuestros cuerpos y se amaron con el amor
que no tiene palabras, que tiene sólo
besos. El amor que no deja rastro de sí,
porque es como la sombra de una nube, la
sombra fresca y ligera en que se abren las
rosas.
Sexo puro, amor puro. Limpio de engaños y
emboscadas. Afán del cuerpo solo que juega
a morirse. Risa de dos, como la risa del
agua y del niño; la risa de la bestia bajo
la lluvia que ríe.39
Cuando el cuerpo solo se une a otro, juega a morirse. El amor es un juego de muerte, parece decir el
sujeto lírico.
En otra obra, Poemas sueltos (1951-1961), concretamente en el poema “Me tienes en tus manos”, se
expresa en forma directa la sinonimia entre amor y
muerte:
Me tienes en tus manos
y me lees lo mismo que un libro.
Sabes lo que yo ignoro
y me dices las cosas que no me digo.
Me aprendo en ti más que en mí mismo.
Eres como un milagro de todas horas,
como un dolor sin sitio.
Si no fueras mujer fueras mi amigo.
A veces quiero hablarte de mujeres
que a un lado tuyo persigo.
Eres como el perdón
y yo soy como tu hijo.
¡Qué buenos ojos tienes cuando estás conmigo!
¡Qué distante te haces y qué ausente
cuando a la soledad te sacrifico!
Dulce como tu nombre, como un higo,
me esperas en tu amor hasta que arribo.
Tú eres como mi casa,
Eres como mi muerte, amor mío.40
Este poema reviste una singular importancia dentro del tema estudiado. Sin duda alguna, el último verso
reafirma la semejanza establecida por el hablante entre el amor y la muerte, misma que aparece en los poemas estudiados de Horal. La mujer amada, el amor, es
comparado haciendo referencias indirectas a aspectos
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de tipo divino, de sensaciones físicas ilocalizables ¿en
todo el cuerpo?, de una de las posesiones materiales
más significativas dentro del marco social, del alimento, y, por supuesto, de la muerte. Además, por medio
de la mujer amada se da el conocimiento de sí mismo.
A manera de conclusión: si bien es cierto que en la
poesía de Sabines el amor aparece expresado
preponderantemente en su forma física, en su aspecto
carnal, hay indicios que permiten asegurar que no se
trata únicamente de sexo, de la simple relación sexual,
como se maneja con frecuencia.
Como se ha visto, la concepción del amor de
Sabines, abarcando en todo momento la sexualidad
misma, comprende una visión más amplia en la que la
dicotomía amor-muerte es expresada como una unidad inseparable.
Armengol, en “La poesía de Jaime Sabines”, asegura que la vida –en la visión de Sabines– “es muerte;
y el amor carnal es el epítome de la vida. Por lo tanto,
los amantes que se van uniendo, se van matando lentamente”.41
En su texto “Lugar del sexo entre los valores humanos”, Russell expresa que “el sexo se relaciona con
algunos de los más grandes bienes de la vida humana”.42 De tal forma que “Los tres que aparecen más
excelsos son el amor lírico, la felicidad en el matrimonio y el arte”.43
En cuanto a esta última relación, amor-arte, Russell
posee una idea muy precisa y congruente con todo su
discurso:
Es perfectamente claro que el impulso para cualquier
género de creación estética se relaciona psicológicamente con al disposición erótica, y si bien ese enlace
no es necesariamente directo y patente, no deja de ser
profundo. Es indispensable cierto número de condiciones para que el impulso sexual pueda conducir a la
expresión artística.44
Parece claro que en Sabines se da ese número de
condiciones para que se produzca la expresión artística; pero además, la relación entre la disposición erótica y la creación estética aparece, sustancialmente, diáfana; cuando menos se crea esa impresión.
En este contexto de relaciones, la primera de ellas,
sexo-amor lírico, no hay, a mi juicio, una escisión tan
tajante en la poesía de Sabines como regularmente se
menciona o se da por supuesta.
Recordemos el ensayo de Xirau quien distingue y
caracteriza los dos tipos de poetas existentes: los que
contemplan el mundo, cuya posición les permite distin6
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guir los rasgos esenciales y los poetas que intervienen en el mundo con el afán de la posesión:
“Diríase que son poetas de cuerpo, poetas que
corporizan el mundo y lo asemejan a nosotros para
establecer una función de eficacia casual entre el
mundo y nosotros, entre nosotros y el mundo”.45
La obra de Sabines se circunscribe esencialmente en el segundo grupo de poetas. Entonces
Sabines corporiza el amor con el acto sexual, con
una casa, con un milagro, con el alimento... con la
muerte, y la muerte ¿con el amor?
Bibliografía utilizada
ARMENGOL, Armando: “La iniciación poética de Jaime Sabines”,
en Mónica M ANSSUR (comp.): Uno es el poeta. Jaime Sabines
y sus críticos, México, SEP, 1988.
ARMENGOL, Armando: La poesía de Jaime Sabines, Diss. U. of
Illinois at Urbana-Champaign, 1974.
DEBICKI, Andrew P.: Poetas hispanoamericanos contemporáneos, Madrid, Gredos, 1976.
GONZALES, Martha Irene: “La paradoja de la concepción de
vida y muerte en la poesía de Jaime Sabines.” Revista de
Literatura Latinoamericana, 19 (1990), 40-46.
RUSSELL, Bertrand: Antología (sel. Fernanda Navarro), México, Siglo XXI, 13a. ed., 1985.
SABINES, Jaime: Poesía, nuevo recuento de poemas, México,
SEP, 1986.
XIRAU, Ramón: Poesía iberoamericana contemporánea, México, SEP-Diana, 1979.
Notas
Andrew Debicki: Poetas hispanoamericanos contemporáneos. p. 191.
2 Ídem.
3 Bertrand Russell: Antología. p. 91.
4 Jaime Sabines: Poesía, nuevo recuento de poemas, p. 12.
5 Armando Armengol: “La iniciación poética de Jaime Sabines”
en: Uno es el poeta, p. 55. El trabajo de Armengol constituye uno de los pocos textos que más se ha enfocado al análisis cuidadoso y detallado de la poesía de Sabines, cuya obra,
extrañamente, no cuenta con una cantidad considerable de
estudiosos, dada su enorme importancia. Por ello, para la
realización de este trabajo se han seguido muy de cerca las
opiniones de Armengol.
6 Jaime Sabines: obra citada, p. 12.
7 Bertrand Russell: obra citada, p. 93.
8 Jaime Sabines: obra citada, p. 12.
9 Ídem.
10 Bertrand Russell: obra citada, p. 92.
11 Jaime Sabines: obra citada, p. 13.
12 Armando Armengol: obra citada, p. 56.
13 Ídem.
14 Jaime Sabines: obra citada, p. 13.
15 Armando Armengol: obra citada, p. 57.
16 Ídem.
17 Ibídem, p. 58.
18 Ídem.
19 Jaime Sabines: obra citada, p. 19.
1
7
43
Armando Armengol: obra citada, p. 59.
Jaime Sabines: obra citada, p. 21.
22 Armando Armengol: obra citada, p. 61.
23 Jaime Sabines: obra citada, p. 21.
24 Armando Armengol: obra citada, p. 61.
25 Jaime Sabines : obra citada, p. 21.
26 Ibídem, p. 22.
27 Ídem.
28 Armando Armengol: obra citada, p. 63.
29 Ibídem, p. 62.
30 Jaime Sabines: obra citada, p. 24.
31 Ibídem, p. 25.
32 Ibídem, p. 24.
33 Ibídem, p. 25.
34 Ibídem, p. 27.
35 Ibídem, p. 30.
36 Ídem.
37 Martha Irene Gonzales: “La paradoja de la concepción de vida y
muerte en la poesía de Jaime Sabines”, p. 41.
38 Armando Armengol; obra citada, p. 69.
39 Jaime Sabines: obra citada, p. 127.
40 Ibídem, p. 142.
41 Armando Armengol: La poesía de Jaime Sabines, p. 154.
42 Bertrand Russell : obra citada, p. 102.
43 Ídem.
44 Ídem.
45 Ramón Xirau: Poesía iberoamericana contemporánea, p. 156. S
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