"...Y recuerdo aquel beso sin apoyo que quedó entre mi boca, y el camino de aquel cuello, aquel beso y aquel día..." Orihuela (Alicante) lo vio nacer allá por el año 1.910. Pequeña ciudad bañada por las aguas del Segura. Aunque como resumen podríamos resaltar que su nacimiento se da en el apogeo del anarcosindicalismo y su muerte coincide con la consolidación del régimen Franquista, cabe resaltar más de un concepto y apunte en su corta vida. En la época del autor, Orihuela era una ciudad donde las clases sociales estaban divididas. Por desgracia no tuvo la suerte de nacer en una familia con gran prestigio o dinero por lo que el capital del que disponía la familia se limitaba a la venta de leche producida por las vacas y ovejas pastoreadas por su padre. A los tres años, muere si tío Corro, socio mayoritario de su padre, dejando algo de dinero a favor de este. Esto hará que se trasladen a una nueva vivienda, más apropiada aún si cabe, para la salida del ganado hacia la sierra. Estudia en el colegio de los jesuitas, pero su formación concluye hacia los 13 años (dato discutido por muchos autores y cronistas). Algunos creen que fue debido a que no consiguió renovar la beca de la que disfrutaba, aunque también hay los que afirman que su padre ve más útil que su asistencia al colegio, el trabajo de pastoreo para la propia supervivencia de la familia, aunque nunca dejo a un lado sus estudios. Su afán por aprender le lleva a compartir gran amistad con Carlos Fenoll, con Luis Almacha (quien llegaría a ser obispo de León) de los que aprendería mucho. Sin olvidar que era un hombre con una propia voracidad intelectual y una intuición poética. Su padre fue muy insensible, lo que condicionó la dureza de su infancia y adolescencia. Al no saber que bajo su techo albergaba a un genio, le dificulto el camino a la cultura. Es posible que debido a esta razón, pudiera dificultar su camino hacia la poesía, pero también pudo luchar contra la prohibición en la misma medida, ya que él desarrolló su talento de todos modos con la naturalidad de los encuentros que él necesitaba y que buscó. Hasta el encuentro con Carlos Fenoll (amigo que le ayudará a entrar en el mundo de la cultura) su formación y lectura estaba siendo algo desordenada y de escasa calidad. Con su asistencia a las tertulias de la panadería llamada La Tahona , a la que asisten también los hermanos Sijé, abre su horizonte literario a otras lecturas, que pasan a mayores cuando tiene acceso a la biblioteca del padre Almacha. Esto, sumado al conocimiento sobre los poetas del siglo de Oro que le proporcionó Ramón Sijé, Miguel se convertirá en un amante apasionado de la poesía. Entre sus lecturas cabe resaltar Góngora, sin olvidar Lorca y G.Miró y otros como Ruben Darío, Unamuno, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. La obra de Miguel Hernández ha sido analizada por muchos analistas, historiadores y aficionados a la poesía. Analizando su vida, subdividieron la andadura poética de Miguel Hernández en cuatro grandes estaciones y en cada una de ellas llegó a estar a la par de los mejores, en la cima de la literatura española. La división en cuatro partes, se da en la década que va desde la creación de Perito en Lunas hasta que finalizara Cancionero y romancero de ausencias. • 1930−1933 −−−− Período culterano o neogongorino. Desde los poemas de adolescencia hasta la publicación de Perito en Lunas • 1933−1936 −−−− Período clásico, influencia de Garcilaso. Muchas obras. • 1936−1939 −−−− Poesía de combate. Paso del yo al nosotros. Temas variados y composiciones renovadoras y sobre todo muy audaces. 1 • 1939− 1942 (año en que muere) −−−− Depuración de su obra en cuanto a forma y contenido. Rimas sencillas en el Cancionero y romancero de ausencias. En 1927 se cumplían 300 años de la muerte de Luis de Góngora y Argote, y todos los poetas le dedicaron un homenaje nacional (al igual que a Lope, Quevedo Calderón...) Para Miguel Hernández, recién llegado a las charlas de su pueblo esto supuso la confirmación de su vocación. Muchos analistas ven en Perito en Lunas una influencia temporal por parte de Góngora en Miguel Hernández. Pero Miguel Hernández no se limitó a esto. También descubrió la tensión en el lenguaje del barroco. Consiguió, como lo hiciera anteriormente Góngora, multiplicar el significado de lo hablado, dándole más fuerza aún a lo escrito. En esta época Miguel triunfa, cuando sus compañeros contemporáneos fracasan. Él recuperó las antiguas tendencias con tanta fuerza como la que tenían en su creación. La etapa siguiente estará marcada por las continuas publicaciones de sus obras. Desarrollaba ya un perfeccionismo en su obra. Incluso corregía algunos de sus versos en posteriores ediciones. Era un perfeccionista nato. Uso en esta época estilos de tradición clásicos, de corte quevediano o en los que se dejaba influir por Gracilazo. Trató gran diversidad de temas. Desde el sexo al amor al lenguaje, sin olvidar algunos reivindicativos. Ya consagrado y un amante de la lengua, encontramos en esta época a un señor poeta. Estamos en la época más combativa de su poesía. Tan perfeccionista y depurado como él era, no se dejó caer en el periodismo en época bélica. Él que siempre tuvo claro las diferencias entre los dos conceptos, optó por seguir su vocación de poeta. Eso sí de manera muy reivindicativa. Fue uno de los pocos. Estos versos son composiciones casi artísticas, que consiguen un perfecto equilibrio de objetividad. (Aunque esto no fuera del todo verdad). Tienen aún más mérito por las condiciones en las que tenía que escribirlos. En algunos exaltan demasiado su emoción. Eso sí, sin perder nunca la forma. Las condiciones tan atroces (guerra, cárcel, extradiciones...) hacen de Miguel una persona muy sufrida. Esto parece acercarlo a la madurez y a la respectiva sabiduría a los 30 años. Recupera la sencillez de la poesía popular. Muy estética por su parte. Era un maestro del contrapunto y un domador del barroco. Opta en esta época por escribir con su clásico octosílabo de rima alterna. Miguel Hernández se despide humildemente, sin quejarse y con la conciencia bastante tranquila, aunque como afirma en uno de sus últimos versos hubiera preferido no morir para la confirmación de la supervivencia de la especie. Todo un genio. A la hora de agrupar a los autores son muy conocidas las generaciones. Es cierto que Miguel Hernández escribió mucho y bien en la época de los 30. En esta época fueron los más conocidos los escritores de la generación del 27. Pero hay algunos rasgos, y condiciones que lo hacen exento de este grupo (pese a que por la edad, y por amistades pudiera ser sin ningún problema miembro). Pero no hay que olvidar que entre sus obras podemos encontrar versos que con las coplas manriqueñas completan lo mejor de la poesía Española. Por eso autores como Dámaso Alonso quisieron valorar su trabajo. Por eso creyeron conveniente que a Miguel Hernández, un genio sin duda de la poesía, fuera reconocido como el genial epílogo del grupo. Vista una pequeña introducción, ha llegado la hora de centrarse en la obra que da sentido a este trabajo... Cancionero y romancero de ausencias. A continuación me dispongo ha hacer un pequeño análisis de algunos de los poemas de esta obra, que me han gustado más, y que me han llamado la atención, siempre buscando la variedad de la temática y de recursos literarios. Finalmente concluiré con una pequeña exposición personal sobre la obra y como no, sobre el propio autor. En primer lugar, quisiera destacar de esta obra, su capacidad de sufrimiento, la muerte está presente en casi 2 todo el libro. El morir diario ya de por sí es bastante para aniquilar a un hombre y mucho más si ese hombre es un poeta. Esa inclinación por la muerte, esa visión y concepción de la muerte desde que empezó a sentir, esa predisposición, presentimiento de muerte que le acompaña, creo que va más allá de su propia persona. La capacidad de sufrimiento lo hace dilatarse, extenderse y sufre y muere cuando piensa en el sufrimiento que tendrá una tercera persona, muere con el dolor de la familia que pierde un hijo, sufre con la tragedia de un pueblo y muere con la muerte de cada una de sus partes. El símbolo de sangre en Miguel, corriente hacia la muerte, viene a medirse en un triángulo donde están las sangres del poeta, la esposa y el hijo muerto. El hijo muerto, casi esperanza ese hijo en su propio vivir, lo hirió en las fibras más hondas de su ser. Parece que una y otra vez va a su senda y va por la vida, por la muerte, por la imagen, por la huella, por la lluvia, por el roce: "Llueve sobre el tejado/ como sobre una caja/ mientras la hierba crece/ con mi joven ala./ Las gramas, las ortigas/ nutre una misma savia". El poema 57 del Cancionero, es de dolor intenso. No vio morir al hijo, pero sí vio cuando lo enterraban. "Era un hoyo no muy hondo,/casi en la flor de la sombra. Hasta la casa, vacía por la muerte del hijo, va siendo reflejo de la muerte: "La casa va siendo un hoyo". La muerte con su pena, lo cubre todo, ambiente, recuerdo, mirada. Si le canta al hijo primero con palabras de albores, "fue la primera vez de la alegría,/ la sola vez de su total imagen", es para volver, en seguida, por sus pisadas y mostrar en todo su dolor la suerte del niño: "Pero es una tristeza para siempre,/ porque apenas nacido fue a enterrase". La nana−cuento, "El pez más viejo del río", escrita en la prisión de Conde de Toreno, es un transito en el paso del dolor que es el Cancionero... No es total alivio porque está presente Jorge Manrique con su camino de muerte que es el mar pero creo que es de las pocas donde aparece el verbo reir: "Reiste tú junto al río, niño solar...". Este poema va al hijo nuevo y si es de ilusión al menos es de esperanza. Al hijo nuevo va también el poema 55 Viene a ser un rayo de luz en tanta tiniebla, dolor y desolación. Reencarna al hijo muerto en el nuevo. Es un poema tierno, de muy tierno y sincero: "Eres mi ser que vuelve/ hacia su ser más claro". Da la sensación de que esa insistencia hacia el hijo perdido para siempre, viene de nuevo a su memoria en el poema 85: "Llueve como si llorara/ raudale un ojo inmenso,/ un ojo gris, desangrado,/ pisoteado en el cielo. Llueve sobre tus dos ojos,/ negros, negros, negros." Si las cuentas no me fallan, creo que cuatro son los poemas de guerra en el Cancionero: "Tristes guerras" (90), "Déjame que me vaya" (91), "Todas las madres del mundo" (92) y "La vejez de los pueblos" (93). "Bocas de ira" (46) Esa guerra que siente y escribe en este libro es una guerra pasada por la tristeza. Es la tragedia de las muertes, el duelo de las almas: "Tristes guerras/ si no es amor la empresa./ Tristes, tristes", dice en el poema 90. El 92 es de carácter: recio, duro, fuerte como la metralla, duro y recio como las piedras. Usa substantivos de poder y empuje: "Bocas como puños vienen,/ puños como cascos llegan./ Pechos como muros roncos,/ piernas como patas recias". Al final el poema viene a su realidad, a la muerte prevista, a la sangre derramada, al de martirio de todas las guerras. Con lo escrito desde la cárcel, descubrimos a un hombre hecho para medirse con la libertad reducido a las miserias de cuatro paredes; un corazón hecho para amar, con rejas y cerrojos. El "Ultimo rincón" es para el poeta, "rincón para el sol más grande,/ sepultura de esta vida/ donde tus ojos no caben". En ese pozo negro de soledad e injusticias se muere el poeta sin libertad, sangrando de amor. "Antes del odio", poema 98 y final del libro es, a mi manera de ver, el mejor de todos y uno de los mejores. Aliento dolorido, penas entrecruzadas, corazón sufriente, guardador del beso y la semilla. Tiemblan las palabras de tanto peso, de tanto sufrir en su mensaje. Se humanizan las sensaciones, se acarician los ecos, emanan las esencias: "amor, tu bóveda arriba/ y yo abajo siempre, amor,/ sin otras luz que estas ansias,/ sin otra iluminación". Mírame aquí encadenado,/ escupido, sin calor/ a los pies de la tiniebla/ más súbita, más feroz,/ comiendo pan y cuchillo, como buen trabajador/ y a veces cuchillo solo/ sólo por amor". 3 Presente están en este libro muchos de sus símbolos: Sangre, viento, hoyo, cuchillo, vientre, piedra, espada, olivo. Es significativa la ausencia de toro, símbolo de fuerza, y de muerte segura. Tampoco utiliza barro, material con que se fabrica la semilla humana. Están, sí, todas las voces que limitan la vida o señalan la muerte: acechar, hachas, cuervo y de una forma insistente, cárceles y cementerio. En cancionero han quedado separadas todas las influencias recibidas. Las comparaciones de este libro son sencillas, hiladas en alma; lo cósmico y astral entran en el devenir humano; lo retórico se depura o desaparece. El léxico es agreste y confidencial o por mejor decir, confesional; la anáfora de suaviza; un realismo crudo y descarnado impera; las interrogaciones directas a su alma, se multiplican; las antítesis son muchas; el paralelismo y la correlación se usan con medida responsable; la substantivación marca los perfiles del verso; la imagen es, por lo general, suprareal y agrupada; el estilo dinámico crudo, sobrio, doliente y enterizo. Estos poemas cargados de emoción van derechos a las almas, a pesar de no haber sido escritas para nadie y sí para dar salida a los dolores del poeta. La conclusión principal de esta obra, creo que es muy clara: "Que la distancia engrandece su obra. Tanto que resulta asombroso pensar qué hubiera podido llegar a escribir de haber vivido más tiempo que esos 31 años". Creo que la muerte en la cárcel convirtió a Hernández en un "símbolo luego oscurecido por el descrédito del compromiso, puesto a la sombra por la aparición de los novísimos y los cantautores que musicaron sus poemas". La curiosidad me ha llevado a descubrir más de un paralelismo entre Alberti y Hernández: ambos fueron catalogados como poetas bélicos en un momento preciso y luego los dos supieron vencer esa etiqueta y evolucionar. "Hernández fue un pionero de la poesía social y por tanto anduvo un poco a tientas, pero los buenos poetas siempre hallan su camino. Él lo hizo sobre todo en su último libro, Cancionero y Romancero de ausencia". Yo sé que en esos sitios tiritará mañana mi corazón helado en varios tomos ððððððððð ð ððððððð ð ðððððððð 2º Bachillerato B 4