COMENTARIO a las obras “Villeros y villas miseria” y “El Cabecita negra” De Hugo Ratier Luciano Martín Mantiñán, 19 de octubre de 2012 1 Lo que me interesa hacer es un comentario general sobre las dos obras focalizando en algunas cuestiones referidas tanto a la forma y desarrollo de éstas, como a otras más reflexivas, y que me parecen particularmente relevantes a la hora de pensar como estudiante ¿Cómo hacer un buen estudio antropológico en general de cualquier problema social? Por un lado, y por otro ¿qué tiene para decirnos hoy un estudio sobre estas cuestiones tratadas en los libros, es decir la villa y el cabecita negra, hecho a inicios de los ´70? Ambos trabajos tienen un denominador común: se centran en un sujeto social que en nuestro país fue y es definido de muchas maneras, como también fue de hecho comprendido en muchas categorías, cada una con sus matices históricos/ sociales que van desde clases populares o bajas a el “cabecita negra”, “los negros”, los “villeros” o mixturando estas últimas, “los negros villeros”. Una de las primeras cosas que se me vino a la cabeza cuando empecé a leer los textos fue: cuanto tiene para decirle la antropología a la historia, que gran aporte puede brindar la antropología como ciencia, como reflexión al estudio y la comprensión de nuestra historia. Porque una de las primeras cosas que uno se encuentra cuando empieza a leer ambos libros es una reflexión densa y compleja de algunas cuestiones que hacen a la historia de nuestro país, algo que pareciera siempre necesario a la hora de intentar comprender cualquier fenómeno social actual. La historización de algo, mas allá de que toda historia es una forma de entender algo, algunas más acertadas y justas, y otras menos, pensar la historia, en este caso desde la ciencia que estudiamos y hacerlo de una forma profunda. Creo que el antropólogo y el sociólogo también, tienen mucho que dar al estudio de la historia y estos trabajos son un buen ejemplo de eso. A través de esa historización y su reflexión se introducen los temas: las villas y los cabecitas negras. El análisis histórico y el carácter relacional de los trabajos le permiten al autor romper un prejuicio y la barrera de lo que es visible socialmente y lo invisible. El prejuicio que rompe, prejuicio profundo y vital, ya que todavía hoy uno lo puede escuchar, es pensar que las villas las invento Perón. Los trabajos dan cuenta de cómo las villas y los negros tienen una historia más lejana en la ciudad que se remonta a los primeros años del siglo XX, con el sucesivo empobrecimiento del campo y la crisis que sobreviene con la ruptura en los términos del intercambio -que tanto había hecho crecer en épocas pasadas al país-. A esto obviamente se suman las condiciones precarias en que la gran población campesina del país vivía a causa de la explotación de los grandes terratenientes y estancieros, como también de los ingenios y otras empresas del medio rural. Una frase muy significativa 1 Publicado en el Blog de la Carrera de Antropología Social y Cultural de la Universidad Nacional de San Martín: www.unsam.edu.ar/antropologia/ por lo simple y directa del autor a este respecto es: “Nuestro campo nunca fue hospitalario”. Y pienso en el problema de los desalojos que hoy día también padecen importantes grupos de campesinos de nuestro campo: según el relevamiento del Ministerio de Agricultura y la Universidad Nacional de San Martín habría por lo menos 63.843 familias argentinas afectadas por este problema2. Así, a comienzos del siglo XX, ante una ciudad que crece y un campo hostil en crisis, se producen las primeras grandes migraciones internas del campo a la ciudad. En ese momento el destino casi siempre fue la toma de tierras no reclamadas por nadie, fiscales en muchos casos, en pantanos o zonas inundables y muchas veces cerca de los espacios que se empiezan a configurar como basurales, en las periferias de la ciudad pero cercanos a las posibles fuentes de trabajo. Y acá el autor introduce yo creo la cuestión central de ambas obras: ¿Por qué la villa y el cabecita negra se van a hacer visibles de forma masiva después de este momento? ¿Por qué se consideran un problema luego de esta irrupción y configuración inicial de la villa en la ciudad? ¿Por qué nadie atribuye al campo la creación de villas como si se le atribuye a Perón? La respuesta que da el autor es “política”, se refiere al poder. En los años peronistas, con la mayor industrialización orientada a sustituir importaciones y la distribución, con sus límites por supuesto, pero distribución al fin e histórica hasta ese momento, de beneficios sociales a sectores de la población antes relegados, el “negro” se hace más visible, se convierte en la base de un movimiento político, y eso es inquietante para los sectores que siempre detentaron el poder –y los beneficios de la vida ciudadana- en nuestro país. En el momento del auge peronista la villa se percibe como algo transitorio, un momento en la escalada social de los pobres. Justo es allí cuando aparece la figura del cabecita negra, y el racismo, una ideología fundante de nuestra nación -basta solo leer algunos grandes intelectuales de nuestra historia- aparece con toda su fuerza. Y las villas que preexistían a la época peronista y explotan como fenómeno una vez que concluye éste, se van a leer en la línea de este mismo racismo, como la evidencia del fracaso del peronismo, justo en el momento en que las villas se empiezan a convertir en el destino final –y no ya transitorio- de los sectores más pobres. Paradójicamente cuando el “cabecita negra” pierde su lugar de poder, su representación política, desaparece prácticamente el mote de cabecita negra. Algo que no quisiera dejar de destacar es el carácter relacional que todo el tiempo esta presente en las dos obras y el acento puesto en la política como un lugar central en los procesos sociales, que imprime los textos. Las villas y los cabecitas negras se inscriben en un contexto social, en una historia, en una dinámica de relaciones de poder que al autor le permite ver que la villa –y ya en los primeros años del ´70- es un fenómeno social complejo que atraviesa la vida de la ciudad: Desde las primeras líneas de “Villeros y villas miseria”, Ratier dice –y parafraseo- la villa molesta, incomoda, con su imagen de desorden y miseria, su “urbanización” particular, pero ya forma parte de la ciudad en sus hombres y mujeres que la atraviesan para ir a trabajar y que juegan su papel en el mantenimiento de ésta, es decir no las considera un espacio cerrado o autónomo sin relación con el resto de la ciudad. Su análisis tampoco las ve como un espacio homogéneo o indiferenciado a su interior, sino más bien como un espacio complejo, en el que se articulan diferentes generaciones, reagrupamientos según lugares de origen de los migrantes, los inmigrantes de países limítrofes, incluso la reapropiación 2 http://www.infonews.com/2012/10/17/sociedad-43358-firme-apoyo-al-proyecto-contra-desalojosrurales.php de los estigmas sociales dentro de la villa para hacerlos jugar a su interior, esta vez a otro nivel. En suma cosas que me parecen muy actuales para cualquier análisis antropológico. Cuando trabaja la discriminación y el prejuicio, es notable la mención de cuanto puede estar esto relacionado con la falta de conocimiento del otro, y cómo el propio autor se coloca en varias anécdotas en el lugar de ser quien discrimina y porta el prejuicio, entendiendo que estos procesos sociales nos atraviesan a todos. El otro día pude escuchar a un estudiante de sociología nacido en una villa de San Martín, que empezó la carrera en la cárcel y ahora la sigue en esta Universidad, contar que él se sintió en algunos momentos objeto de prejuicios y discriminación, acá mismo, y dentro del ámbito de las carreras de humanidades y sociales, que uno puede considerar tal vez un poco mas reflexivas sobre ciertas cuestiones sociales. Y hace un par de días también en el curso de la materia de Antropología Urbana y hablando de hasta que punto un lugar público es realmente público, en el sentido de los impedimentos de apariencia más materiales o simbólicos que puede implicar el uso de algunos espacios, pensaba en cuanto nos llamaría la atención que en un aula, en alguna materia se nos sienten al lado dos o tres cartoneros recién llegados de su faena diaria. Yo creo que el análisis de Ratier es notable sobre estos temas porque cuando el hace su trabajo, todavía no se habían materializado las consecuencias que tuvieron las políticas neoliberales que recrudecieron durante la década del ´70 y ni hablar de las de los ´90, que provocaron un auge dramático de las villas. Y así y todo hoy, más allá de este auge y de la presencia de las villas en todo el conurbano bonaerense incluyendo obviamente a San Martín, la villa solamente es visible por lo general en los medios masivos, en cierto imaginario social, para convertirla en el reducto de todos los males sociales, en el lugar de todos los miedos sociales: la miseria, la droga, la delincuencia, el crimen, la falta de educación y cultura, o lugar de culturas menores. Es el lugar inquietante de la ciudad por “naturaleza”, uno si no tiene que ir a laburar a una villa no va, no la atraviesa como atravesaría otro barrio, para ir hacia otro lugar, ya sea porque detrás de la villa no hay nada, o hay un río, y si en todo caso hubiese algo a lo que necesitamos llegar, la bordeamos para llegar a eso, pero no la cruzamos, por precisamente esta “naturaleza” inquietante que representa. Mas allá de la realidad de las villas, cruda y extendida realidad en las ciudades, se sigue pensando creo yo, como algo anormal, algo no urbano, como si en la villa se terminara la ciudad o la sociedad, si bien es cierto que a la villa no entran o entran en forma irregular o clandestina la gran mayoría de los servicios urbanos. Aún así qué fenómeno es más urbano, por lo menos en el marco de las ciudades modernas, capitalistas, que una villa miseria. La villa, este sitio inquietante, en la ciudad es también el lugar de la basura, del barro, de la enfermedad y de la contaminación. Es todo lo que no queremos ser y no queremos ver como sujetos y como sociedad. Son barrios instalados sobre o al lado de basurales, de lo que desechamos, de lo que consideramos no útil, desperdicio, muerto, y mucha gente incluso sobrevive a costa de esos desechos. Como no sentir prejuicios hacia estos barrios y su gente. Yo creo que ahí radica esa discriminación activa y poderosa, no solo la muerte material de vivir en esas condiciones en una sociedad de consumo y narcisista como la nuestra, sino la muerte simbólica de discriminarlos por negros y villeros. Hace poco dí con un trabajo3 (Nedoroscik, Jeffrey) que hace referencia a una población, de alrededor de un millón de pobres que en la periferia de la ciudad del Cairo se instaló 3 Nedoroscik, Jeffrey (1997) La ciudad de los muertos. para vivir en un cementerio antiguo. Las tumbas constituyen el material prefabricado con el cual se levantan las casas, y el cementerio es el barrio. El trabajo se llama “La ciudad de los muertos”, y creo que es una de las imágenes más fuertes que grafican esta relación entre pobreza, miseria y muerte. Sin embargo, cuando uno rompe la barrera del desconocimiento que menciona Ratier, encuentra la vida en estos lugares de muerte, y la discriminación y el prejuicio por lo menos se cuestionan. Como dijo también el estudiante de sociología “a mi me gustaría ponerles unos lentes a veces, y que pueden ver por un rato lo que yo y mi familia vivimos y pasamos”. Hoy bajo una atmosfera política en la cual muchas personas en esta situación de relegación social y urbana, encuentran algunos beneficios –con sus limitaciones también- fortalecimiento de organizaciones de base, profusión de cooperativas –que según algún prejuicio: “les pagan por no hacer nada o por barrer”, cierta mejora en el acceso a algunos servicios, asignación por hijo, programas orientados a la finalización de estudios primarios y secundarios para adultos, etc- me pregunto si no estará rebrotando la fobia del prejuicio y cuantos discursos que uno escucha en la calle o en los medios no estarán cimentados en esta consigna, incluido el de la inseguridad. Me pregunto por qué no fue noticia de inseguridad la muerte de un par de personas en una villa hace un par de semanas acá en San Martín. ¿Por qué la inseguridad o la seguridad es un privilegio de los otros sectores sociales? ¿Por qué las muertes que cuentan son solo las de la “gente bien”, “gente como uno”? Para terminar solamente quisiera agradecer la oportunidad de haber podido participar de este encuentro. Creo que es muy beneficioso para todos, pero sobre todo para nosotros los estudiantes el tener la posibilidad de acercarnos a este tipo de trabajos, a veces muy relacionados con nuestro tema de investigación, y donde podemos encontrar muchas cuestiones que son recurrentes de la antropología, en este caso: discriminación, inmigración, procesos sociales urbanos, construcción identitaria, el lugar de la política y el poder en las relaciones sociales y la constitución de discursos, etc. Para mí en particular fue muy beneficioso poder encontrarme con estos trabajos. Yo hasta ahora para pensar la historia y ciertas cuestiones de la villa, me había basado en historiadores o antropólogos que en general estudian la villa desde una época más bien reciente, de los últimos diez años, así que encontrarme con una reflexión antropológica de este nivel y de principios de los ´70 fue algo realmente muy favorable y provechoso para mi trabajo.