“EL CIUDADANO, EL ABOGADO y EL JUEZ”. Por el Dr. León Víctor Chade Decía Ulpiano: “el ideal de justicia, es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo”, y yo agregaría: e imponer sanciones a quien viole la ley.En nuestra sociedad, lo que el ciudadano pretende, es que ese ideal de justicia forme parte de la escala de valores permanentes que adopte el individuo y la sociedad, y esencialmente que se plasme en la norma jurídica, y se imponga en cada una de las actuaciones de los integrante del poder judicial; y cuando se encomiende al abogado el impulso o la defensa de ese ideal en un caso concreto, lo haga con perseverancia y pericia.La ley tiene la ineludible misión de establecer el orden social, y los jueces y los abogados la obligación de restablecer ese orden cuando resulta violentado.De esa trilogía (Ley, Juez, Abogado) dejo aparte el Poder Legislativo en su actividad de integrarse y dictar la ley, porque excede el objetivo de este artículo.- Pero sí he de referirme a la calidad y funciones de abogados y jueces para satisfacer esa expectativa legitima de la sociedad en que vivimos.En cuanto al abogado, tengo para mi, aún cuando no lo diga así el certificado o diploma que nos entrega la Universidad, que el título que ésta nos otorga es de “Licenciado en derecho” que autoriza a ejercer la profesión de abogado, y ésto porque la experiencia me dice que la abogacía no se concreta en un ciclo académico.- Podrá titularse “abogado” quien dedique su vida a dar consejos jurídicos y pedir justicia en los Tribunales, ejerciendo la profesión con rectitud de conciencia, con prudencia, con conocimiento de la ley, de la interpretación que los jueces hacen de ella en sus sentencias, de la doctrina, y además con perseverancia y pericia; y en el mismo marco de exigencias a quienes ejerzan funciones judiciales.Desde el momento en que este licenciado en derecho ingresa en el mundo abogadil ejerciendo la profesión, la realidad lo atrapa y debe asumir la responsabilidad de defender los bienes, la libertad y/o el honor de la persona que se lo requiera, ajustarse a las normas disciplinarias procesales y las propias del ejercicio de su profesión, franquear la retribución justa, a la par de enfrentar la defensa de sus incumbencias en choque franco o potencial con la invasión de otras actividades que pretenden restringir o desplazar el espacio de las temáticas para las que fue habilitado (tales la pretensión de realizar sucesiones escriturales, etc., y algunas ya concretadas como: la constitución de sociedades, exclusión en sindicaturas concursales, etc.-).Todas estas vicisitudes debe considerarlas y enfrentarlas cotidianamente el abogado en el ejercicio de su profesión, que la desarrolla en el seno de una sociedad fuertemente corporativa, sustentada en valores fijados por cada una de las corporaciones en razón de su conveniencia (generalmente económica).- No podrá negarse que el estado corporativo perfila a cada una de las distintas profesiones.Esta situación lleva a los abogados a asumir la obligación inclaudicable de cooperar y participar en el afianzamiento de una colegiación que los involucre, y defienda sus intereses colectivos e individuales para que en paridad de condiciones entre todos ellos y frente a las demás corporaciones, les permita el ejercicio pleno de la profesión y la defensa de sus incumbencias.- Individualmente se puede obtener alguna ventaja personal que a poco andar será fagocitada por otros intereses individuales o colectivos.Tengo para mi como realidad inamovible, que deben defenderse y fortalecerse los Colegios, impulsándolos a defender los derechos que corresponden para el ejercicio pleno de la profesión de cada uno y de todos los abogados, participando activamente en la elección de sus autoridades y en el contralor y cooperación para que se cumplan los fines de la asociación. De no hacerlo, se corre el riesgo serio y cierto que en la defensa de intereses opuestos, caminen hacia un enfrentamiento individualista despiadado que dejará en las relaciones un campo flotando entre rencores y revanchas.Dejando este sintético pensamiento dedicado a las que creo condiciones para ser abogado y la necesidad de su colegiación para defender el ejercicio pleno de su profesión, pretendo hacer una breve referencia de la expectativa que el abogado despierta en una buena parte de la sociedad, de su intervención en el proceso judicial, y de sus relaciones con el juez.Quizás sean utópicas, pero para mi las considero en la extensión que las expongo.Es sorprendente la reiteración con que una persona que entrevista a un abogado narra su problema y las circunstancias que lo provocaron, transformando al profesional en el confesor laico de este imprevisto que lo aqueja y que es parte de su vida.- Ello enaltece y honra al interlocutor, quien tendrá que responder con honradez intelectual y lealtad, pronunciándose sobre el grado de justificación legal de las pretensiones o defensas de quien pide su amparo letrado, y cuál es el camino a seguir para llegar a la solución del problema.Para ello, no debe considerar el caso con imparcialidad, porque dejaría su misión profesional para asumir la función de juez al final del proceso.- Siguiendo el camino que se indique, el resultado de la solución es incierto, porque es parte de la imprevisibilidad de la vida.- Lo esencial es tener la certeza de que el camino elegido es el correcto.Igual si debe recurrir a la vía Judicial, porque se somete a la interpretación que de la ley y de los hechos hagan los jueces.- Debe tener por cumplido su ministerio, si en el calvario del juicio, pudo probar los hechos y circunstancias alegados tratando de convencer al o los jueces que tales hechos se corresponden con el derecho invocado, fundándolos en normas jurídicas, doctrina y jurisprudencia con la convicción de la legitimidad de las pretensiones de su defendido.La sentencia que dictare el Juez le dará razón, en todo o parcialmente, a una de las partes.- Al fin la legalidad es la que los jueces dicen en sus sentencias, interpretando la ley según su leal saber y entender.Difícil situación la del abogado frente a su cliente cuando la sentencia le es adversa.Pero tal contingencia, debe considerarla como una nueva experiencia en el camino de la profesión, exigirse un mayor estudio y conocimiento en cuanto se refiere a qué es lo legítimo sin perder la fe en el ideal de justicia, y sobre todo tener la entereza de explicar a su cliente con fidelidad cual fue la causa del resultado obtenido.Concluyo estas breves consideraciones, reafirmando la convicción que el gran maestro Angel Osorio trasmitía a sus discípulos: “No procures nunca en los Tribunales ser más que los Magistrados, pero no consientas ser menos”.San Martín, Mza., 29 de Agosto de 2.011. Dr. León Víctor Chade