CUENTOS PARA IR A DORMIR Aura no puede dormir Era una hermosa noche de verano y Aura no lograba conciliar el sueño. Daba vueltas en su cama y seguía despierta. Acomodaba su almohada, sus sábanas, se tapaba los oídos, pero todo era inútil. Cansada de esperar al sueño, decidió cantar una dulce canción de cuna que su mamá le cantaba cuando era más pequeña. Pero aún no se dormía. Entonces recordó que su abuela le había contado una vez, que cuando no podía dormirse, ella contaba ovejas. Y así lo hizo: - Una oveja, dos ovejas, tres ovejas. ¿Pero a dónde vas tú? ¿Vuelve aquí?- dijo la niña mientras salía corriendo tras las ovejas. Aura siguió a la oveja por el campo, corriendo a toda velocidad mientras la oveja se alejaba sin detenerse. Cuando sus piernas ya no daban más, se sentó al borde de un camino rojo y contempló el paisaje mientras se lamentaba por haber fallado. Debía buscar algo más que contar. La niña estuvo buscando en el campo algo que pudiera contar, hasta que notó que se acercaba a ella una larga fila de animales y decidió contarlos. - Un pavo real, dos gorilas, tres tortugas, cuatro pececitos rojos. ¡No, no, no se vayan, por favor! Tengo que seguir contando, vuelvan aquí. Comenzó a perseguir a los cuatro pececitos rojos que se alejaban reptando a toda velocidad por la pradera. Aura corrió tan a prisa como pudo, pero los perdió tras una loma. Cansada, se sentó en el borde de un río plateado. Necesitaba urgente algo para contar y lograr dormirse. Fue entonces que vio un cortejo de criaturas del bosque que se aproximaba. A toda prisa se dispuso a contar a los extraños personajes: - Un elfo, dos hadas, tres gnomos, … Cuatro ogros se acercaron sonriendo y la alzaron en andas para llevarla con el cortejo, mientras la niña reía de felicidad. En el dormitorio de Aura, una pequeña hada de los sueños, arropaba a la niña y le besaba la frente, mientras que la niña sonreía plácidamente desde el país de los sueños. Morfeo, el rey del país de los sueños Fernando era un niño desobediente, que siempre estaba dando trabajo a sus papás, principalmente a la hora de acostarse. Nunca estaba cansado cuando lo mandaban a la cama, pero claro, al día siguiente no quería levantarse. Por eso llegaba siempre tarde a la escuela. Los padres de Fernando habían probado de todo, quitarle sus juguetes, no permitirle ir a jugar con sus amigos, pero él se negaba a obedecer. Cada noche se iniciaba una larga lucha de voluntades, hasta que los padres cansados, se daban por vencidos y se iban a dormir. Tanto era el escándalo, que Morfeo, el rey del país de los sueños, se enteró del asunto. Estaba muy contrariado por lo que sucedía, era inaudito que un niño tan pequeño se negara a dormir. Mandó llamar a sus ayudantes, Iquelo y Fataso para que investigaran lo que ocurría con Fernando. Tras mucho investigar en los archivos, Fataso e Iquelo encontraron los registros de los sueños de Fernando y quedaron muy sorprendidos ante lo que vieron. Pronto corrió el rumor por todo el país de los sueños y los mil Oniros se preguntaban quién habría sido responsable de aquel desafortunado error. El rey Morfeo se puso furioso cuando supo el resultado de la investigación, pero por mucho que buscaron, no pudieron hallar al culpable. De todas formas, el rey se dispuso a solucionar el infortunado error. Lo que había ocurrido, fue que Fernando recibió por equivocación las pesadillas que le enviaron desde el país de los sueños a un gobernante cruel y despiadado que había provocado innumerables sufrimientos a su pueblo. Era natural que Fernando no quisiera dormir y que se comportara renuente a obedecer a sus padres, el pobre niño sufría terribles sueños cada vez que caía vencido por el cansancio. De modo que cada día, se proponía no volver a dormir en su vida, pero tarde o temprano, el cansancio le ganaba y se quedaba dormido y a merced de aquellos horrendos sueños. El rey Morfeo desplegó sus mejores artes y obligó a Fernando a dormirse temprano, cuando el niño llegó al país de los sueños, el rey lo esperaba sonriente y lo condujo personalmente hasta donde estaban los mejores sueños. Le autorizó a que eligiera los que más le gustaran y que jugase y se divirtiera tanto como le viniese en gana. Al despertar aquella mañana, Fernando se sentía feliz y descansado, había disfrutado de sus sueños como nunca. Pasó el día entero de buen humor. Los padres de Fernando estaban extrañados con el cambio de conducta en su hijo, pero estaban demasiado contentos para hacerse preguntas. Para asombro de todos, cuando llegó la hora de acostarse, el pequeño se fue solito a su cama, sin que nadie lo mandara. Esa noche, sus sueños fueron mejores que la anterior y así sucesivamente. De modo que Fernando nunca más tuvo temor de dormirse y tuvo una infancia feliz y divertida, pues le acompañaba el recuerdo de las mil aventuras que vivía cada noche en el país de los sueños, con su amigo, el rey Morfeo. http://www.cuentos-infantiles.org/