Cómo agarrar y disparar el arma

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Cómo agarrar y disparar el arma
Empuñar un arma es tarea que merece algunos comentarios. Una pistola (o
revólver) de tiro deportivo debe agarrarse de modo firme, sin crispar la mano, con
la empuñadura bien asentada
en el centro de la palma y en la V que forma el
pulgar en su base. Para posicionarla bien, hay que tomar el arma por el cañón con
la mano que no dispara y asentarla, conforme a lo mencionado, en la mano que
dispara.
Con esta pistola Pablo Carrera ha sido Campeón del Mundo en Munich - 2014
El arma se sujeta entre la palma y los dedos corazón y anular. El pulgar se apoya
en el lateral y sirve para estabilizar el arma cuando se agarra. Existe una moldura
especial para permitir el apoyo del pulgar en las empuñaduras de armas de
competición. El dedo meñique simplemente acompaña al anular en las empuñaduras
de competición, aunque en el agarre de los revólveres clásicos juega un
papel
singular ya que su empuñadura es más pequeña y corta que las de competición.
Esto provoca que, si se agarra la empuñadura muy arriba, el dedo índice no está
en buena posición para disparar recto. La empuñadura del revólver debe agarrarse
bastante abajo para que al disparar no se contraiga el índice y se remonte el
cañón. Por ello, el dedo meñique debe enroscarse en la empuñadura.
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La almohadilla regulable en que se apoya la palma y que se sitúa en la base de la
empuñadura, en pistolas de competición, debe estar en contacto con la mano y
apretar de modo suave sin que la aplaste. Tras una hora de disparar, el tirador no
debe tener enrojecida la mano, ni sentir hormigueos ni tampoco dolor. Por contra, la
buena posición es la que resulta tan confortable que permite aguantar una
competición y replicar constantemente el mismo agarre del arma. Hay tiradores que
pasan horas retocando su empuñadura, quitando un poco de madera por aquí y
rellenando con pasta epoxy de dos componentes por acá. Hace unos años era algo
justificable, cuando las armas venían de serie y sin capacidad de regulación. Hoy
día sigue siendo una práctica que se justifica en el caso de tiro con “pistola libre”
y según qué casos, ya que las empuñaduras envolventes de estas armas deben
ajustarse a la mano de cada tirador.
Para el resto de disciplinas, las armas de competición disponen de varias tallas en
sus empuñadura (al menos de junior y de adulto, aunque cuentan entre cinco y
siete
tallas diferentes) y la almohadilla regulable ya
está
generalizada. Las
empuñaduras del fabricante ya son de excelente calidad, pero hay otros dedicados
en exclusiva al diseño de empuñaduras, como Nill y Rink. Así que el retoque de la
misma
no se justifica más que en el caso de algunas empuñaduras envolventes
para pistola libre. Es conocido por todos los tiradores que, tras la compra de una
nueva pistola de competición, se precisa de una largo periodo (alrededor de mil
disparos) para adaptarse a la nueva empuñadura. La mano tiene sus hábitos
adquiridos y para cambiarlos hay que tener paciencia: cuando se alcanza cierto
nivel, no se cambia de arma sin planificar cuidadosamente la próxima temporada de
tiro.
Podemos decir que “dominamos” una nueva pistola al superar, de nuevo, el test de
la “vista a ciegas”: el tirador se posiciona con el brazo bajado a 45º de la diana,
cierra los ojos, levanta el brazo y abre los mismos cuando considera que está
apuntando de modo perfecto. Debe encontrarse al menos en el interior de la diana.
Si no es así, los errores se corrigen cambiando la posición:
•
si el error se repite, de modo sistemático, hacia derecha o izquierda:
cambiar la posición del cuerpo ( el ángulo de los pies en relación a la
dirección de la diana).
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•
Si el error aparece como paralelo en vertical: se debe subir o bajar el
brazo.
•
Si el error aparece como angular en vertical: se debe modificar la
inclinación de la muñeca.
Es importante automatizar la toma de posición. Sólo tras haber hecho este trabajo
de adaptación y aprendizaje, durante varias semanas, el tirador podrá plantearse
modificar o cambiar la empuñadura de su pistola, si lo estima necesario. Es el caso
de un agarre estable pero no confortable.
El tirador turco Yusuf Dikec
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El disparo
El disparo es algo complejo. El tirador debutante
piensa que con pulsar el
disparador y activar el percutor sale el disparo y punto final. Pero es más que eso.
El disparo es un gesto de gran delicadeza que debe desplazar el disparador hacia
atrás, ejerciendo sobre el mismo una presión que supere su peso y que no altere
el equilibrio de miras y punto en su alineación. Cuanto más elevado sea el peso
del disparador será más “duro” disparar y más difícil sacar un buen disparo.
Quienes practican varias disciplinas
saben bien que, para que el disparo sorprenda
al dedo, hay que volver a aprender con cada tipo de pistola. Una de competición
“grueso calibre” pesa su disparador 1360 gramos. La pistola estándar está reglada
a 1 Kg. La pistola de aire a 10 metros debe tener un peso del disparador regulado
a 500 gramos y la “pistola
unos pocos y 100 gramos.
de libre” tiene un peso su disparador que oscila entre
Que un disparador sea relativamente pesado favorece la seguridad. A las pistolas
de “modalidad libre”
no se les impone un peso mínimo y pueden alcanzar, según
modelos, hasta 15 gramos. Pero esto provoca disparos involuntarios que hacen muy
difícil disparar antes de tener control sobre miras y punto.. El peso más acorde en
la “modalidad de libre” se sitúa en torno a los 100 gramos.
En cualquier caso, el disparo consiste en un movimiento de retroceso del dedo
índice, en sentido longitudinal, conforme al eje del cañón. El apoyo se realiza con
la última falange, casi al final del dedo. Su movimiento debe ser sostenido y sin
saltos sobre el disparador.
Disparar de modo voluntario consiste en apretar, con seguridad, sobre el disparador
hasta obtener la salida del disparo, una vez que el ojo ha percibido la alineación
correcta. El tirador controla las oscilaciones y trata de sincronizar el disparo con el
momento en que la línea de mira está alineada con el blanco de la diana.
El primer problema de este método está ligado al tiempo de reacción de nuestro
aparato sensorio-motriz: entre el momento que el ojo percibe una buena señal y el
momento en que el dedo índice va a hacer un “acto reflejo” transcurre un breve
intervalo, imperceptible, de unos 200 milisegundos. Si a esto añadimos un tiempo
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de reflexión consciente
ajustando la puntería del ojo con la decisión voluntaria de
apretar el disparador, nos vamos a un desfase en la reacción de alrededor de 600
milisegundos. Esto se contradice con el deseo espontáneo de disparar, por el que
desearíamos que la bala salga del cañón en el momento justo en que el ojo
percibe las miras alineadas.
El segundo problema del disparo voluntario sobreviene del hecho de que el peso
del disparador no es despreciable.
El tirador, en su afán de no marrar el buen
momento para disparar, va a precipitar su disparo provocando un movimiento
inevitable del arma.
En lugar de ejercer, con la última falange del dedo índice,
una presión regular y progresiva, perfectamente alineada entre el eje del cañón y el
recorrido del disparador, el tirador tiene tendencia a empujar
todo el conjunto con
la palma al acelerar el disparo con su dedo. El resultado lo verá en la diana con
impactos que se sitúan en lo alto de la misma (como si fuesen las 2 en un reloj).
En las disciplinas de precisión el buen disparo es el que sorprende. Se obtiene por
entrenamiento, tratando de adquirir un acto reflejo sensorio-motriz que va a
desencadenar la fase final del disparo cuando el ojo percibe una buena alineación
con una buena parada. Desde que se entra en el área de la diana (con el brazo
estabilizándose hacia la diana), el dedo comienza a ejercer una presión continua
y
creciente sobre el disparador. Este aumento de presión se estabiliza, en un
descanso, justo antes de superar el peso del disparador y es entonces cuando
sorprende el disparo. Para un arma con disparador de dos tiempos, el descanso
corresponde al final del primero. ¡Para una pistola de “modalidad libre” el descanso
corresponde a una presión nula! Es en ese momento cuando el tirador focaliza
su
mirada y su atención sobre el “punto de mira”. El aumento final de presión que
provocará el disparo debe desencadenarse por una alineación estable, sin error
angular y sin pensar en ello. Todo sin decisión consciente. Por contra, si tras unos
segundos el tirador no percibe una imagen alineada, estable y sin error angular
debe renunciar a disparar. En ese momento si que hay que actuar de modo
voluntario, con decisión de abandonar el disparo y volver a comenzar la secuencia
de tiro desde cero.
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La secuencia de un buen disparo es la siguiente:
1. El brazo llega a la altura de la diana. Poco a poco se estabiliza y el dedo
índice comienza la presión sobre el disparador. Esta presión debe ser
sostenida hasta el final del recorrido del primer tiempo o, si no hay dos
tiempos
(en pistolas de “modalidad libre”),
hay que ejercer una presión mínima
de
decenas de gramos antes del peso total del disparador. A lo largo de esta
fase el tirador centra su atención en esta presión hasta dar con el descanso
del primer tiempo, lo que evitará un disparo involuntario y prematuro.
2. Teniendo estabilizada la presión sobre el disparador, se centra la atención
en el “punto de mira”, buscando dos objetivos: ausencia de error angular
perceptible
y estabilización de oscilaciones en paralelo.
3. Cuando ya no hay oscilaciones, el dedo índice “sin pensar en ello”
acentúa la presión y se desencadena el disparo. “Sin pensar en ello”
significa
que la atención queda focalizada sobre el “punto de mira”: el
disparo final sale sin controlar la presión sobre el disparador y, por supuesto,
sin llevar la mirada a la diana. En esta tercera fase, el tirador se concentra
exclusivamente sobre “el punto de mira”.
lo que se habla de “disparo sorpresa”
Le sorprenderá el disparo y es por
La secuencia completa dura entre tres y diez segundos: tres
segundos en estándar y una decena máximo en tiro de
precisión. Si al cabo de diez segundos, más
o menos, la
alineación y estabilidad no es satisfactoria, se impone bajar el
brazo y renunciar al disparo. Volvemos a comenzar de cero.
Tras diez segundos la atención baja, los músculos se fatigan y
las oscilaciones van en aumento. En la modalidad de precisión,
el buen tirador no tira “a pesar de todo”: o la imagen es
perfecta (sin error angular y las
El tirador alemán
Manuel Heilgemeier
oscilaciones menguando poco
a poco) y se dispara o, si no fuese el caso, tras unos
segundos se renuncia. Tirar, “a pesar de todo”, es la peor de
las decisiones.
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Pasar del disparo voluntario al disparo sorpresa supone
tiempo de entrenamiento y
miles de disparos. Para desarrollar este acto reflejo no hay mejor
disparo en seco.
método que el
Cuando el disparo sale, quien es tirador debutante resopla, baja su brazo, prepara
su siguiente disparo y charla con los vecinos. Es la manera de no progresar
adecuadamente o de hacerlo muy lento y de modo irregular. En efecto, hay un gran
principio de cómo funciona nuestro cerebro: todo aprendizaje supone el análisis de
resultados previos. Esto es de modo capital en lo referido a los aprendizajes
reflejos
sensorio-motrices.
retroalimentación continua
Este
aprendizaje
(feedback loop):
se
basa
en
el
bucle
de
la
Tras la salida del disparo y sin cambiar de posición debemos analizar toda la
secuencia de tiro, preguntándonos sobre la estabilidad, la alineación respecto a la
diana, la imagen del “punto de mira”, si el disparo ha salido limpio o si ha habido
algún tipo de “gatillazo”.....Tras este análisis que puede durar entre dos y tres
segundos, debemos ser capaces de anticipar dónde habrá caído el disparo dentro
de la diana (al menos sentirlo o presentirlo): esto es lo que denominamos “el
anuncio”, la previsión mental del resultado en diana y que será fruto del análisis
cenestésico
(nuestras sensaciones internas)
acerca del disparo que acabamos de realizar.
Así podemos concluir que, si he tenido un pequeño error angular
vertical
(empuñadura mal apretada) mi impacto se habrá ido hacia el espacio de las 6 en
el reloj, entre el seis y el siete de la diana. O, si he sentido que durante el disparo
había una oscilación lateral de mi cuerpo (por fatiga, por una parada muy
prolongada o por disparo prematuro) sabré anticipar que el disparo habrá ido a las
9 horas en el reloj de la diana.
Sólo tras este análisis de cómo se ha desarrollado el disparo es cuando podemos
resoplar, relajar la posición y confirmar el anuncio que hemos hecho con el impacto
real (en esta tarea los simuladores
de tiro y los blancos electrónicos nos son de
gran ayuda). Repitiendo esta secuencia de tiro-análisis-confirmación a lo largo de
miles de veces es como reforzaremos la buena posición y el buen gesto,
adquiriendo un acto reflejo eficaz en la técnica del tiro.
Un buen tirador anuncia bien. Por regla general, el examen de la diana no hace
sino confirmar lo que ya sabía. Es un resultado anunciado. Aun así hay disparos
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perdidos en la diana que nos sorprenden y que no habían sido anunciados: son los
tiros miserables que no alcanzamos a entender. Algún disparo así sobre 60 es
normal.
Todo
el
mundo
no
es
Pablo
Carrera...pero
si
son
varios
en
una
competición.....¡hummmm, urge replantearse el plan de entrenamiento y controlar la
munición!
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El artículo original está en francés aquí: http://www.tireur.org/forum/read.php?32,1507,153978
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