necesitar, desear, vivir. - Universidad Complutense de Madrid

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Jorge Riechmann (coord.):
NECESITAR, DESEAR, VIVIR.
Sobre necesidades, desarrollo humano,
crecimiento económico y sustentabilidad.
Los Libros de la Catarata, Madrid 1998.
ÍNDICE:
Nota preliminar
Jorge Riechmann: “Necesidades: algunas delimitaciones en las que acaso podríamos
convenir”.
Martha C. Nussbaum: “Capacidades humanas y justicia social”
Ruth Zimmerling: “Necesidades básicas y relativismo moral”
Luis Enrique Alonso: “La producción social de la necesidad y la modernización de la
pobreza: una reflexión desde lo político”
Francisco Pereña: “Crítica al concepto de necesidad”
José Manuel Naredo: “Sobre pobres y necesitados”
Jorgen Norgard: “Tecnología eficiente en una economía ineficiente”
José Iglesias Fernández: “Para una salida de la pobreza en Nicaragua: programa de la
Canasta Básica Ampliada”
Enric Tello: “Demandas ecosocialistas”
Joaquim Sempere: “Necesidades y política ecosocialista”
Jorge Riechmann: “Necesidades humanas frente a límites ecológicos y sociales”
Epílogo 1: Jorge Riechmann: “Sobre fines y medios (un poco de filosofía de andar
por casa)”
Epílogo 2: “Algunos textos para reflexionar” (selección de Jorge Riechmann)
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NOTA PRELIMINAR
Una frase de Gandhi en 1907, evocada con frecuencia en la discusión reciente sobre
las necesidades humanas, dice lo siguiente: “La tierra brinda lo suficiente para
satisfacer las necesidades de todos, pero no la codicia de todos”.
A primera vista, esta rotunda formulación parece muy convincente (y probablemente
después de darle muchas vueltas al asunto la volveremos a encontrar convincente).
Pero en cuanto se comienza a reflexionar sobre estas cuestiones los interrogantes se
multiplican: ¿cuántos --y cuántas-- son todos? ¿Quinientos millones? ¿Dos mil
millones? ¿Los casi seis mil millones que habitamos el planeta a finales del siglo
XX? ¿Los diez u once mil millones que lo poblarán a mediados del siglo XXI? ¿Sólo
hay que tomar moralmente en consideración las necesidades de los seres humanos, o
también las de otros seres vivos, tan necesitados y vulnerables como los humanos?
¿Son las necesidades humanas ilimitadas e insaciables, como oímos a veces? Si es
así, ¿cómo se compadece la ilimitación de las necesidades con la radical limitación de
la biosfera dentro de la cual vivimos? ¿Qué necesidades han de satisfacerse? ¿Las
necesidades básicas o fundamentales? ¿Cómo se definirían éstas? ¿Dónde acaba la
necesidad y empieza la codicia? ¿Cómo se distinguen las necesidades de los deseos
legítimos, y estos de los deseos ilegítimos? ¿Qué criterios morales emplear para
valorar la legitimidad o ilegitimidad de los deseos? ¿A qué nivel de igualdad
debemos aspirar en la satisfacción de necesidades y deseos? ¿En qué forma satisfacer
las necesidades y deseos: con qué bienes y servicios, producidos de qué manera...? ¿A
qué llamamos bienestar? ¿Qué nivel de “bienestar” es generalizable? ¿En qué medida
resulta moralmente aceptable un nivel de “bienestar” no generalizable a todos los
seres humanos e imposible de mantener en el futuro...? ¿Y un nivel de bienestar
humano que implique tan gran nivel de deterioro de la biosfera que sea incompatible
con el bienestar, o incluso la mera supervivencia, de millones de seres vivos no
humanos...?
Las preguntas se disparan, y es probable que algunas de ellas remuevan estratos
profundos de conciencia. Movido por este tipo de interrogantes, me hice cargo de la
organización del Seminario Permanente de Economía y Ecología de la Fundación 1º
de Mayo en el curso 1996-97, bien consciente de la dificultad de llegar a alcanzar el
nivel de rigor, amplitud de miras y agudeza intelectual que habían marcado los
debates en cursos anteriores --bajo la dirección sucesiva de Eduardo Gutiérrez, Juanjo
Damborenea y José Galante * --, pero animado a intentarlo.
*
El Seminario Permanente se reemprendía después de un parón de un año. En su edición anterior, dirigido por José
Galante en el curso 1994-95, bajo el título POLÍTICAS ECONÓMICAS Y MEDIO AMBIENTE se trabajó con el
temario siguiente: "1. ¿Con qué criterios las políticas económicas de carácter expansivo pueden ser aceptables
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Se trataba de abordar la discusión sobre lo necesario y lo superfluo en un mundo
sometido a constricciones de tipo tanto social como ecológico ** . En la convocatoria
del seminario escribí que éste “debería ser un lugar de debate teórico, productivo
diálogo y elaboración colectiva para sindicalistas que no minusvaloran la gravedad de
los problemas ecológicos presentes y venideros, ecologistas conscientes de que los
problemas ambientales tienen siempre una inesquivable dimensión social, activistas
de otros movimientos sociales (el debate sobre necesidades básicas, por ejemplo,
interesa especialmente a las ONGs que practican la cooperación para el desarrollo del
Sur) e investigadores que rechazan los encierros en torre de marfil, por lujosa que
ésta sea.”
Aunque cualquier empeño colectivo como éste sea por definición mejorable, en lo
que a mí respecta este deseo se cumplió con creces. Querría dar las gracias por sus
aportaciones a todas y todos los participantes en los debates: fueron --y ojalá no me
olvide de nadie-- Juanjo Alegre, Julio Alguacil, Santiago Álvarez Cantalapiedra,
Jorge Aragón, Estefanía Blount, Maruja Cadenas Sánchez, Yenia Camacho, Pablo
Carbajosa, Óscar Carpintero, Natividad Corral, Juan Ignacio Cortijo, Alicia Durán,
Christian Felber, José Galante, Manolo Garí, Eduardo Gutiérrez Benito, Gregorio
Huertas, Lola Iturralde, Antonio Lucena, Pura Marcos, Carlos Martín Urriza, Carlos
Martínez Camarero, Victoria Montero, Ángel Muñoa, Claudia Narocki, Joaquín
Nieto, Antonio Paramio, Ana Pena, Artemio Precioso, Juan Carlos Rodríguez
Murillo, Nacho Santos, Alfredo Somalo, Iñaki Uribarri, Germán Valcárcel, Pilar
Vega y Andrés Walliser.
ecológicamente? 2. Criterios y condicionantes para que los instrumentos económicos puedan ser útiles tanto ambiental
como socialmente. 3. El sector industrial y el medio ambiente: esperando la transición tecnológica del sistema. 4. La
generación de empleo en las políticas ambientales. 5. Sistemas de contabilidad de recursos naturales. La reforma del
PIB. 6. Criterios de una política económica social y ecológicamente compatible." Por otra parte, los trabajos de otra
edición anterior del Seminario Permanente, la de 1992-93 --bajo la dirección de Juanjo Damborenea en este caso-cristalizaron en el libro colectivo De la economía a la ecología (Trotta, Madrid 1995).
**
Estructuramos nuestro trabajo en seis sesiones de debate, introducidas cada una por una o dos exposiciones breves -de entre veinte minutos y media hora-- a cargo de estudiosos de la materia. Un par de semanas antes de cada sesión, los
participantes en el seminario recibían por correo una selección de textos como lectura previa. El temario propuesto para
las seis sesiones de debate era el siguiente:
1. Los debates en torno a una naturaleza humana "esencial": ¿hay necesidades humanas "verdaderas" y "falsas"?
Relativismo moral y teoría de las necesidades. Delimitación del concepto de necesidad. El debate sobre las
"necesidades básicas". Las dificultades para establecer tipologías y jerarquías de necesidades. La Teoría de las
necesidades humanas de Len Doyal y Ian Gough: salud física y autonomía como necesidades básicas de las personas.
2. Consumo y estratificación social; consumo e intercambios internacionales; consumo en el Norte y en el Sur.
Distribución de la renta y las riquezas y decisiones de consumo. El consumo y lo simbólico. Deseos, formación de
identidades y consumo en el capitalismo tardío. ¿Cabe esbozar una "política del inconsciente" desde la izquierda?
3. La "explosión de las necesidades" en el contexto de la "religión del crecimiento". La crítica ecologista al
productivismo: los límites al crecimiento. ¿Hacia un "estado estacionario"?
4. Crecimiento de los índices de la Contabilidad Nacional/ crecimiento material/ crecimiento económico: ¿puede
crecer el consumo de bienes y servicios al mismo tiempo que decrece el impacto ambiental de la actividad económica?
Crecimiento económico y desarrollo sustentable: más allá del "crecimiento cero".
5. El debate sobre nuevos valores: ¿qué tipo de austeridad, sobriedad, frugalidad? Consumir menos, y consumir
de otra manera, para vivir mejor: hacia una política ecologista del consumo. Las experiencias de "comercio justo" y de
"consumo ético". El debate sindical sobre cláusulas sociales y ecológicas impuestas al comercio internacional.
6. A modo de conclusión: movimiento obrero, ecología y consumo. Criterios para la actuación sociopolítica y
para la acción sindical.
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Desearía expresar especialmente mi agradecimiento personal, y también el de la
Fundación 1º de Mayo y el Departamento Confederal de Medio Ambiente de
CC.OO., a las personas que hicieron el esfuerzo de introducir las sesiones de debate
del seminario con breves conferencias: a todos ellos les debe el pensamiento crítico
hispano contribuciones sustanciales en un amplio espectro de temas, que desde luego
desborda la cuestión de las necesidades humanas. Se trata --en el orden de su
intervención en el seminario, entre octubre de 1996 y abril de 1997-- de José Manuel
Naredo, Francisco Pereña, Miguel Romero, Andrew Dobson, Tomás Rodríguez
Villasante, Ladislao Martínez, Juan Blanco, Joaquim Sempere y Luis Enrique
Alonso. Igual reconocimiento merece el esfuerzo de Juanjo Alegre en Málaga para
poner en marcha un seminario paralelo al que iniciamos en Madrid, partiendo de un
temario análogo, pero con la autonomía propia del grupo de discusión que se formó
en la ciudad andaluza en la primavera de 1997.
Querría, por último, evocar de manera especial a Ana Pena Mariño, periodista
ambiental, militante ecologista y comprometida defensora de las libertades públicas y
los derechos humanos, que falleció el 16 de octubre de 1997. Ana nos había
acompañado tanto en nuestra reflexión sobre necesidades del curso 1996-97 como en
ediciones anteriores del Seminario Permanente de Economía y Ecología de la
Fundación 1º de Mayo: su participación inteligente y constante era un estímulo para
todos. Su muerte me ha causado una rabia y desolación especial, pues estoy
convencido de que hubiera podido evitarse. No me abandona la idea de que una
errónea concepción por su parte de las posibilidades y límites de la medicina natural
le llevó a renunciar al tratamiento médico adecuado para el cáncer que acabó con ella.
Para hacer frente a la crisis ecológica global, pocas cosas tienen más importancia que
aprender a distinguir entre lo necesario y lo superfluo (teniendo claro que lo que se
plantea en esta distinción no es sólo asunto de conocimiento objetivo, sino sobre todo
de opción moral). Por otro lado, ¿cómo hacerlo dentro de un sistema socioeconómico
perverso que ha hecho de la conversión inacabable de lo superfluo en necesario uno
de los mecanismos centrales de su reproducción? “Nuestro modo de vida no puede
ser objeto de negociaciones”, dice la famosa --y terrible-- frase que el presidente de
EE.UU. George Bush pronunció al pie del avión que le iba a llevar a la “cumbre”
ambiental mundial de Río de Janeiro. Pero si el American way of life --y el European,
y el Japanese way of life-- no pueden ser cuestionados, entonces no existe ninguna
posibilidad de paliar los espantosos daños que están causando la crisis ecológica
global y el ahondamiento del abismo Norte-Sur. Entre la frase de Gandhi en 1907 que
evoqué antes, y la de Bush en 1992, se delimita el territorio de interrogaciones,
análisis y propuestas por donde merodean los ensayos contenidos en este libro.
He agrupado textos importantes ya publicados que por razones de dificultad de
acceso creía conveniente reimprimir (actualizados por su autor o autora en tal caso), y
contribuciones originales de participantes en nuestro seminario. Concibo este
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volumen colectivo no tanto como una memoria de nuestros debates en 1996-97 -aunque también lo sea--, sino más bien como una propuesta de trabajo abierta que
quedará incompleta sin la implicación --intelectual y vital-- del lector o lectora. Pues
los asuntos que aquí se discuten no son sólo --ni acaso primordialmente-- tema de
reflexión, sino también de aproximación emocional, de conversión moral y de acción
solidaria.
Jorge Riechmann.
Otoño de 1997.
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NECESIDADES:
ALGUNAS DELIMITACIONES
EN LAS QUE ACASO
PODRÍAMOS CONVENIR
Jorge Riechmann
“X puede ejercer poder sobre Y consiguiendo que éste haga lo que no quiere hacer,
pero también ejerce poder sobre él influyendo en sus necesidades genuinas,
modelándolas o determinándolas. De hecho, ¿no estriba el supremo ejercicio del
poder en lograr que otro u otros tengan los deseos que uno quiere que tengan, es
decir en asegurarse su obediencia mediante el control sobre sus pensamientos y
deseos?”
Steven Lukes, El poder: un enfoque radical
“La economía política tiende cada vez más a convertirse en una ciencia dedicada al
estudio de las necesidades humanas y de los medios para satisfacerlas con el menor
gasto posible de energía.”
Piotr Kropotkin, Campos, fábricas y talleres
“El no tener es echar/ en falta todo lo que no se tiene. Es/ verse obligado a tener
constantemente lo que le falta a uno.// Tener es miedo a perder/ todo lo que se tiene.
Es/ verse obligado constantemente a echar de menos lo que se tiene.”
Gösta Agren, CAPITALISMO.
“La comodidad es crimen, me ha dicho la fuente desde su peña.”
René Char, LA EDAD ÁSPERA
1
El concepto de necesidad se refiere al mundo de los hechos (es empírico en cuanto
que su referencia lo es). Hechos que no tienen que ser forzosamente materiales, claro:
puede tratarse, por ejemplo, de hechos psíquicos. Pero el plano de lo empírico se
diferencia en cualquier caso del plano de lo normativo (el ámbito de las normas y los
valores, el mundo del “deber ser”), y las necesidades tienden a situarse en el primero
de los dos. Al menos a cierto nivel --que es el que ahora nos interesa--, la respuesta a
la pregunta sobre si algo resulta o no necesario es una cuestión de hecho.
Lo necesario empieza siendo un concepto condicional, instrumental: “x necesita A
para f”. Si perseguimos el fin f, entonces necesitamos A como medio. Podríamos
entonces distinguir entre necesidades contingentes (las que persiguen fines
contingentes) y necesidades básicas o esenciales (cuando los fines son tan
fundamentales que sin ellos se extinguiría la vida humana o perdería su estructura
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característica: en cierto sentido, lo humano desaparecería 1 ). Las necesidades básicas
se vinculan con la integridad física y psíquica de los seres humanos, con la evitación
de daños graves. Lo necesario es aquello que, cuando falta, nos daña; y ello de modo
objetivamente comprobable. Las necesidades básicas serían, entonces, los factores
objetivos indispensables para la supervivencia y la integridad psicofísica de los seres
humanos 2 .
Se observa, por tanto, que en el discurso sobre las necesidades básicas el punto de
partida es la vulnerabilidad humana (rasgo que compartimos, claro está, con el resto
de los seres vivos). En la medida en que somos seres vulnerables, frágiles, expuestos,
dependientes, tenemos necesidades.
2
El otro punto de partida para reflexionar sobre necesidades --insoslayable a mi juicio- es la interacción humana. Los seres humanos actuamos, dentro de contextos de los
que forman parte esencial otros seres humanos actuantes. Nos fijamos metas y las
perseguimos; evaluamos diferentes cursos de acción y decidimos; nuestras acciones
no pueden dejar de afectar a otros seres humanos (y, por descontado, también a
muchos seres vivos no humanos).
Entre los teóricos contemporáneos de las necesidades, probablemente son Len Doyal
y Ian Gough quienes han hecho el esfuerzo más consistente, articulado y ambicioso
de elaborar una teoría universalista de las necesidades humanas 3 . Los dos autores
británicos parten precisamente de una concepción del ser humano como agente social
(y moral) que (en condiciones normales) es capaz de participar activamente en la vida
de su sociedad (y tiene que hacerlo para perseguir fines propios, dada la naturaleza
radicalmente social del ser humano). Definen el daño grave precisamente en función
de la incapacitación para participar en la vida social y perseguir los objetivos que uno
se propone. Y las necesidades básicas serían, para ellos, aquellas condiciones previas
universalizables para la participación social y la persecución de fines propios. En
concreto, ¿de qué estaríamos hablando?
1
Esta definición presupone, claro está, que la vida humana posee cierta estructura característica, que existe lo que
podríamos llamar esencia o naturaleza humana: cuestión sobre la que volveremos más abajo.
2
Para una terminología algo diferente (en términos de necesidades/ intereses/ deseos) véase Jesús Mosterín,
Racionalidad y acción humana, Alianza, Madrid 1978, cap. 3.
Compárese también con la definición de Sempere: “La necesidad {es} un imperativo interior de los individuos
humanos originado por su dependencia --natural o culturalmente construida-- respecto a alguna realidad exterior al
individuo, que el sujeto vive como como una carencia acompañada de la tendencia a satisfacerla” (Joaquim Sempere,
L’explosió de les necessitats, edicions 62, Barcelona 1992, p. 28). Sin embargo, Doyal y Gough ofrecen buenas razones
para concebir las necesidades como objetivos universalizables, y no como motivaciones o impulsos (Len Doyal/ Ian
Gough, Teoría de las necesidades humanas, Icaria, Barcelona 1994, p. 63-71).
Y véase también la elaborada definición de Ruth Zimmerling en su artículo contenido en este volumen.
3
Len Doyal/ Ian Gough, Teoría de las necesidades humanas, Icaria, Barcelona 1994.
-página 8-
Salud física y autonomía personal 4 son para Doyal y Gough las dos necesidades
humanas básicas, objetivas y universales. “Puesto que la supervivencia física y la
autonomía personal son condiciones previas de toda acción individual en cualquier
cultura, constituyen las necesidades humanas más alementales: aquellas que han de
ser satisfechas en cierta medida antes de que los agentes puedan participar de
manera efectiva en su forma de vida con el fin de alcanzar cualquier otro objetivo
que crean valioso” 5 (la cursiva es de los autores).
Doyal y Gough introducen otra categoría fundamental: la de necesidades intermedias
que contribuyen a la satisfacción de las necesidades básicas (salud y autonomía) en
todas las culturas 6 . Se trata de objetivos más específicos --pero también universales y
transculturales, como las necesidades básicas--, para cuyo logro pueden actuar como
medios determinados satisfactores concretos (estos ya no universales, sino
condicionados culturalmente). Más abajo volveré sobre el importantísimo concepto
de satisfactor.
LAS NECESIDADES INTERMEDIAS
(UNIVERSALES Y OBJETIVAS)
según Doyal y Gough 7
1.Alimentos adecuados y agua limpia
2.Alojamiento adecuado para la protección frente a la intemperie
3.Ambiente de trabajo sin riesgos
4.Medio físico sin riesgos
5.Atención sanitaria adecuada
6.Seguridad en la infancia
7.Relaciones primarias significativas
8.Seguridad física
9.Seguridad económica
10.Enseñanza adecuada
11.Seguridad en el control de natalidad, el embarazo y el parto
3
Las necesidades tienen, característicamente, una doble dimensión: carencia y
potencia, privación y capacidad 8 . Privación, carencia, dependencia, insatisfacción
4
La autonomía se define como capacidad de acción: “Ser autónomo en este mínimo sentido consiste en poseer la
capacidad de elegir opciones informadas sobre lo que hay que hacer y cómo llevarlo a cabo. Ello entraña ser capaz de
formular objetivos y también creencias sobre la forma de alcanzarlos, junto con la capacidad de valorar lo acertado de
estas ideas a la luz de la evidencia empírica” (p. 81). Para Doyal y Gough, se trata de un concepto que entraña a su vez
tres elementos fundamentales: el aprendizaje (“el grado de comprensión que una persona tiene de sí misma, de su
cultura y de lo que se espera de ella como individuo dentro de la misma”, p. 90), la salud mental (capacidad cognitiva y
emocional del individuo) y las oportunidades objetivas de acciones nuevas y significativas que se abren ante los
agentes.
5
Len Doyal/ Ian Gough, Teoría de las necesidades humanas, p. 83.
6
A estas “necesidades intermedias” de Doyal y Gough muchos autores también las denominarán necesidades básicas.
7
Len Doyal/ Ian Gough, Teoría de las necesidades humanas, capítulo 8.
8
En Jean-Paul Sartre, manque y projet. Lo recuerda Agnes Heller en Una revisión de la teoría de las necesidades
(Paidos, Barcelona 1996), p. 71.
-página 9-
por un lado; potencialidad, capacidad de cumplimiento y de florecimiento por otra
parte. Lo ha visto bien Manfred Max-Neef:
“Comprendidas en un amplio sentido, y no limitadas a la mera subsistencia, las necesidades
patentizan la tensión constante entre carencia y potencia tan propia de los seres humanos.
Concebir las necesidades tan sólo como carencia implica restringir su espectro a lo puramente
fisiológico, que es precisamente el ámbito en que una necesidad asume con mayor fuerza y
claridad la sensación de ‘falta de algo’. Sin embargo, en la medida en que las necesidades
comprometen, motivan y movilizan a las personas, son también potencialidad y, más aún,
pueden llegar a ser recursos. La necesidad de participar es potencial de participación, tal como
la necesidad de afecto es potencial de afecto” 9 .
4
Debemos precavernos contra la tendencia a construir nuestro concepto de necesidades
básicas a partir de necesidades fisiológicas tan perentorias como el hambre, la sed o el
deseo sexual. Hay necesidades humanas que son tan básicas y fundamentales como
éstas, pero pertenecen radicalmente al ámbito de lo social: así , por ejemplo, la
necesidad de reconocimiento, que tan penetrantemente ha analizado --entre otros-Tzvetan Todorov. Cuando Doyal y Gough hablan de “relaciones primarias
significativas” como una necesidad universal y objetiva, sin cuya satisfacción los
seres humanos son gravemente dañados y no llegan a constituirse como agentes
sociales, no se refieren a otra cosa. Llegamos a la existencia, fundamentalmente, a
través de la mirada del otro:
“Hay dos niveles de organización en nuestras ‘pulsiones de vida’: uno que compartimos con
todos los organismos vivos, satisfacción del hambre y la sed, búsqueda de sensaciones
agradables; el otro, específicamente humano, que se funda en nuestra incomplétude originaria
y en nuestra naturaleza social: es el de las relaciones entre individuos. Víctor Hugo decía:
‘Los animales viven, el hombre existe’; retomando esos términos podríamos llamar al primer
nivel de organización el nivel del vivir, y al segundo el nivel del existir. (...) Tal vez el hombre
vive en primer lugar en su propio cuerpo, pero sólo comienza a existir por la mirada del otro;
sin existencia la vida se apaga. Todos nacemos dos veces: en la naturaleza y en la sociedad, a
la vida y a la existencia; ambas son frágiles, pero los peligros que las amenazan no son los
mismos.” 10
Como subraya Joaquim Sempere, la unidad entre necesidades fisiológicas y
psíquicas, materiales e ideales, es tan estrecha que “cuando ciertos rituales, hábitos
higiénicos o tabús no se respetan, se produce un malestar físico que llega a
manifestarse de forma harto palpable como náusea o vómito, por ejemplo. Ello
constituye una buena prueba tanto de la unidad socio-psico-fisiológica del ser
humano como del carácter totalizante de las necesidades humanas” 11 .
NECESIDADES FISIOLÓGICAS BÁSICAS
9
Manfred Max-Neef, Desarrollo a escala humana, Icaria, Barcelona 1993, p. 49-50.
Tzvetan Todorov, La vida en común. Ensayo de antropología general, Taurus, Madrid 1995, p. 83-87.
11
Joaquim Sempere, L’explosió de les necessitats, edicions 62, Barcelona 1992, p. 14. Este libro es probablemente la
obra más completa y honda que sobre la cuestión de las necesidades ha escrito un autor del Estado español; sería
deseable una pronta edición en castellano.
10
-página 10según Joaquim Sempere 12
1. Alimento
2. Agua
3. Oxígeno
4. Excreción de los desechos metabólicos
5. Higiene (alejar las sustancias excretadas o nocivas)
6. Actividad sexual
7. Reposo
8. Protección física
9. Condiciones de bienestar corporal: temperatura, humedad
atmosférica, ausencia de sustancias nocivas o tóxicas
10. Protección frente al dolor y la enfermedad
11. Movimiento y ejercicio corporal
12. Espacio
13. Juego
Pero todas y cada una de estas necesidades básicas están moduladas
culturalmente; hasta la respiración se modula culturalmente
(Malinovski). “La organización social de la satisfacción de las
necesidades es un elemento fundamental de la hominización
cultural” 13 .
Las necesidades básicas son universales, pero también históricas (en su forma
concreta de manifestación, están construidas social y culturalmente). No me detendré
en este punto, que Sempere trata con acierto en su contribución a este volumen.
5
La distinción entre necesidades y deseos tiene que ver con la que existe entre lo
objetivo y lo subjetivo: “A diferencia de ‘desear’ o ‘querer’, ‘necesitar’ no es un
verbo intencional, aparentemente. Lo que necesito no depende del pensamiento o del
funcionamiento de mi cerebro (...) sino de cómo es el mundo” 14 . Puedo tener una
necesidad sin ser consciente de ello (el ejemplo que suele ponerse en este contexto:
un diabético que necesita insulina pero aún no ha descubierto su enfermedad), pero -de entrada, y antes de penetrar en los enmarañados territorios del inconsciente
freudiano-- no tiene sentido decir que tengo un deseo del que no soy consciente.
Para Joaquim Sempere, lo que diferencia a la necesidad del deseo es que la primera
está ligada a la autorreproducción (física o moral) de la vida del sujeto, mientras que
el deseo es más ocasional, no está ligado a la autorreproducción del sujeto y tiene un
grado superior de libertad 15 .
Donde se difumina lo objetivo, lo que queda no es el recurso a la arbitrariedad de lo
subjetivo, sino el esfuerzo de lo intersubjetivo. Lo intersubjetivo que ya está ahí, que
siempre estuvo ahí –lo interhumano funda lo humano: así sintetiza Todorov, como
12
Joaquim Sempere, L’explosió de les necessitats, p.32-37.
Joaquim Sempere, L’explosió de les necessitats, p. 43.
14
David Wiggins, “Claims of Need”, en Ted Honderich (comp.): Morality and Objectivity, Londres 1985, p. 152.
15
Joaquim Sempere, L’explosió de les necessitats, p. 20.
13
-página 11-
veíamos, nuestra socialidad radical 16 --; y el esfuerzo por construir una socialidad libre
de dominación, una sociedad de iguales. La estrategia de las necesidades básicas es
por ello indisociable de una concepción ambiciosa de la democracia, en la que la
palabra clave resulta ser participación. Tal y como se afirmaba en el “Programa de
acción” sobre necesidades básicas que adoptó la OIT en la Conferencia Mundial del
Empleo de 1976, “una política orientada a la satisfacción de las necesidades
esenciales supone la participación de la población en las decisiones que la afectan, a
través de las organizaciones libremente elegidas por ella”.
6
Si se acepta la anterior distinción entre necesidades y deseos, entonces puede ser de
utilidad el criterio normativo para distinguir deseos legítimos e ilegítimos que ha
propuesto el filósofo argentino Mario Bunge. Según él, los deseos de un ser humano
son legítimos y pueden ser libremente perseguidos sólo en la medida en que no
impidan la satisfacción de las necesidades de otros seres humanos 17 .
Ello supone que se sostiene un criterio muy parecido al que han enunciado diversos
autores bautizándolo principio de precedencia: las necesidades de un determinado ser
humano (o población humana) tienen prioridad sobre sus preferencias (o deseos) y
los de cualquier otro ser humano. Las necesidades siempre deben tener prioridad
sobre los deseos, ya que causar un daño es peor que no conceder un beneficio
(prioridad de las obligaciones morales negativas sobre las positivas). ¡Nótese lo que
esto significa para la teoría económica neoclásica hoy imperante, fundada sobre la
exclusiva consideración de las preferencias y la exclusión de las necesidades!
Me parece que una virtud del enfoque de las necesidades básicas es que nos obliga
permanentemente a universalizar, a preguntarnos qué prácticas sociales y económicas
pueden extenderse efectivamente a todos los habitantes del planeta.
7
Otra distinción fundamental para nuestros propósitos es la que existe entre
necesidades y satisfactores de la necesidad. Manfred Max-Neef, en la misma línea
que Doyal y Gough, postula que las necesidades básicas son finitas, pocas,
clasificables, universales y objetivas (“son las mismas en todas las culturas y en todos
los períodos históricos”).
Tanto para Doyal/ Gough como para Max-Neef lo que cambia, a través de los
tiempos y de las culturas, no son las necesidades sino la manera o los medios
16
“La necesidad de reconocimiento es el hecho humano constitutivo. En este sentido, el hombre no existe antes que la
sociedad y lo humano está fundado en lo interhumano. ‘La realidad humana sólo puede ser social’; ‘es necesario, por lo
menos, ser dos para ser humano’ (Hegel).” Todorov, La vida en común, p. 42.
17
Mario Bunge, Treatise on Basic Philosophy, vol. 8: Ethics: The Good and the Right, Reidel Publishing Co.,
Dordrecht/ Boston/ Lancaster 1989, definición 1.13.
-página 12-
utilizados para la satisfacción de las necesidades: es decir, los satisfactores de estas
necesidades. “Alimentación y abrigo no deben considerarse como necesidades sino
como satisfactores de la necesidad fundamental de susbsistencia. Del mismo modo, la
educación (ya sea formal o informal), el estudio, la investigación, la estimulación
precoz y la meditación son satisfactores de la necesidad de entendimiento” 18 .
La relación de los satisfactores con las necesidades es la de los medios con los fines 19 .
La sociedad productivista/ consumista se caracteriza, entre otros rasgos, por la
confusión constante, deliberada e incesante entre fines y medios --los medios se
transforman en fines y estos se pierden de vista, se desvanecen en el universo de los
objetos--; en la crítica de esta sociedad y en la formulación de alternativas mostrará la
pareja de conceptos necesidad/ satisfactor toda su potencia crítica. Decíamos que las
necesidades no son intencionales, y en ese sentido no podemos elegirlas:
sencillamente están ahí. Pero sí que podemos elegir los satisfactores. Las necesidades
básicas están dadas, pero podemos autodeterminar --al menos en parte-- los deseos y
los satisfactores. Mantener abierta esta posibilidad resulta crucial para cualquier
perspectiva de emancipación en un “mundo lleno”, un mundo cuyos límites
ecológicos se han alcanzado o --en algunos ámbitos-- incluso se han sobrepasado ya.
8
Con la distinción entre necesidades y satisfactores ya hemos comenzado a
adentrarnos en uno de los problemas teóricos fundamentales en la discusión
contemporánea sobre necesidades humanas: el problema de su universalidad o
relatividad. En estas notas introductorias estamos apoyándonos en teóricos de las
necesidades de inspiración universalista como Max-Neef, Doyal, Gough o
Zimmerling. Per ¿puede hablarse con sentido de necesidades humanas objetivas y
universales, independientes de la particular cultura o momento histórico en que se
manifiesten? Las implicaciones prácticas de la posición que se adopte sobre esta
cuestión son de muy largo alcance. Nos movemos entre Escila y Caribdis, entre los
peligros del relativismo extremo y del universalismo represor:
• en un extremo, se puede lamentar la introducción de la vacuna contra la viruela en
la India, pues ello hizo declinar el culto a Sittala Devi (la diosa a quien se
acostumbraba a rezar pidiendo protección contra la viruela) 20 ; apelando al respeto
18
Manfred Max-Neef, Desarrollo a escala humana, Icaria, Barcelona 1993, p. 40-42. En realidad Max-Neef propone
un triple nivel: necesidades/ satisfactores/ bienes económicos (ver p. 49-53), pero no entraremos ahora en estas
distinciones para no complicar excesivamente nuestro asunto.
19
Se harán algunas observaciones sobre medios y fines en el EPÍLOGO 1 a este libro.
20
Este ejemplo proviene de la experiencia personal de la filósofa Martha C. Nussbaum, que lo narra en su artículo
incluid en este mismo volumen. Se trata de la posición defendida por una distinguida antropóloga francesa en un
seminario internacional celebrado en Helsinki. A la objeción que se le hizo, según la cual seguramente es mejor estar
sano que enfermo, vivir que morir, la antropóloga repuso que es un prejuicio esencialista de la medicina occidental
considerar la realidad en términos de oposiciones binarias: vida enfrentada a muerte, salud a enfermedad. Si superamos
manera tan limitada de ver las cosas --arguyó la antropóloga-- podemos llegar a comprender la radical otredad de las
tradiciones hindúes, aceptándolas desde su propio punto de vista.
-página 13-
de las diferencias y a la radical alteridad de otras culturas podemos justificar
desigualdades extremas;
• en el otro extremo tendríamos la “dictadura sobre las necesidades” 21 de las
gerontocracias sedicentemente comunistas que regían los destinos de la Unión
Soviética hasta hace pocos años; apelando a un universalismo igualitarista y a un
saber supuestamente objetivo sobre las necesidades supuestamente objetivas de los
demás podemos justificar una represión extrema de la libertad individual, y mutilar
las posibilidades de desarrollo personal autodeterminado.
En definitiva, la opresión política y social puede justificarse tanto apelando al
relativismo ético como al universalismo moral, y de ello hay ejemplos sobrados en la
historia lejana y en la reciente. Dos que nos tocan especialmente: de lo primero, el
nazismo, con su pretensión de aplicar estándares morales distintos a las diferentes
“razas”; de lo segundo, el colonialismo occidental, con su “misión civilizadora”
universal que había que imponer a sangre y fuego a los supuestos “salvajes” 22 .
Se trata de una cuestión peliaguda. Pues ni el movimiento obrero, ni el ecologismo, ni
los economistas, filósofos o sociólogos críticos pueden darse por satisfechos con la
siguiente disyuntiva inaceptable: o renunciar a cualquier elemento de universalidad
en el ámbito de los deseos y las necesidades humanas (como hacen los economistas
neoclásicos convencionales, que sólo hablan de preferencias subjetivas), o asumir
que el particular sistema de necesidades y deseos que nosotros preferimos es
universal y objetivo --o debería serlo (como tienden a hacer los ecologistas asqueados
por el materialismo adquisitivo y el consumismo moldeado según el American way of
life que hoy prevalecen).
Las dos opciones son inaceptables, me parece. En el segundo caso correríamos el
serio riesgo de hacer pasar lo particular por universal, de generalizar arbitrariamente
nuestras propias preferencias subjetivas, concediéndoles un peso normativo
injustificado. En el primer caso, renunciamos a la posibilidad de ejercer ninguna
crítica sobre sistemas concurrentes de deseos y necesidades: ¿a partir de qué
presupuestos lo haríamos, desde qué valores o criterios, si ninguna puede pretender
objetividad y/o universalidad?
9
Aquí podría señalarse con Elvin Hatch que “el relativismo es intrínsecamente conservador: frente a un estado
de cosas que es injusto o inhumano, el relativista responde con un juicio moral de tolerancia. Pero la tolerancia en este
contexto no es en absoluto una cuestión de neutralidad, sino que representa adhesión moral al statu quo” (Culture and
Morality. The Relativity of Values in Anthropology, Columbia University Press, New York 1983, p. 94).
21
F. Feher/ A. Heller/ G. Markus, Dictatorship over Needs, Blackwell, Oxford 1983. De entre los numerosos libros de
Agnes Heller muchos atañen directamente al tema que aquí nos ocupa, pero cabe destacar especialmente --por su
carácter sintético y accesible-- una publicación reciente: Una revisión de la teoría de las necesidades (Paidos,
Barcelona 1996).
22
Aquí enlazaríamos con la sugerente reflexión de Francisco Fernández Buey en La barbarie --de ellos y de los
nuestros (Paidos, Barcelona 1995).
-página 14-
Entre los filósofos, la controversia sobre la universalidad o relatividad de las
necesidades humanas ha adoptado a menudo la forma de un recurrente debate sobre la
naturaleza humana. Algunos lo han visto de la siguiente manera:
“Las correlaciones entre ideologías y concepciones de la naturaleza humana pueden
expresarse con tres simples reglas: las ideologías del statu quo tienden a desarrolar visiones
escépticas. Una variante de este escepticismo es la repugnancia a confirmar cualquier cambio
estructural, ya que hay instintos animales en los seres humanos que no deben desencadenarse.
Otra variante es el rechazo a la idea de la naturaleza humana como un concepto metafísico. En
ausencia de cualquier proyecto de alcance sobre el cambio social radical, la única alternativa
razonable la proporciona un precavido desarrollo regido por el método de prueba y error. Los
teóricos orientados al futuro y radicalmente opuestos a las injusticias de la sociedad existente
se inclinan al optimismo en sus concepciones sobre la naturaleza humana. A veces la fe en la
bondad esencial del ser humano compensa la desesperanza de la situación y la dificultad de la
tarea revolucionaria. Cuanto más orientada está una ideología hacia el pasado, y cuanto más
expresa los intereses de aquellos que esperan restaurar estructuras de dominación
históricamente obsoletas, más triste y cínica es su visión de los seres humanos, que son
considerados como básicamente malos (perezosos, agresivos, egoístas, avaros, codiciosos e
incluso brutales). Cuanto peor es su imagen, cuanto menos esperanza hay en un proyecto de
mejora social, más justificaciones se encuentran para restringir su libertad.” 23
El pensador Luc Ferry, inscribiéndose en una larga tradición de pensamiento idealista
europeo, escribe que el ser humano es un ser "de anti-naturaleza" cuya situación por
excelencia consiste en indeterminación.
"Su humanitas reside en su libertad, en el hecho de que no tiene definición: su naturaleza
consiste en no tener naturaleza, sino en poseer la capacidad de sustraerse a todo código donde
se le quisiese encerrar. De otra forma: su esencia consiste en no tener esencia" 24 .
Parece difícil mantener tales ideas en serio fuera de ciertos contextos muy específicos
de argumentación. La exageración de Ferry, que proviene de otra exageración
análoga de Sartre, se justifica sólo en un contexto de diatriba contra la mala fe moral,
o si aceptamos algún metafísico dualismo del tipo de la distinción kantiana entre
"hombre fenoménico" y "hombre numénico"; en cualquier otro, se diría absurdo
afirmar que los seres humanos carecemos radicalmente de naturaleza. A un
materialista se le hace particularmente cuesta arriba aceptar semejante afirmación.
Hay naturaleza humana, y esta afirmación no tiene por qué entenderse en sentido
esencialista. Los seres humanos tenemos --empíricamente-- ciertas características que
nos definen como humanos. La vida humana --como hecho empírico-- tiene cierta
estructura, cierto conjunto de rasgos definitorios, y ello transculturalmente. Yo creo
(al contrario que Martha C. Nussbaum 25 ) que no es muy afortunado llamar a la
23
Mihailo Marcovic: “Naturaleza humana”, en Tom Bottomore (dir.), Diccionario del pensamiento marxista. Tecnos,
Madrid 1984, p. 565.
24
Luc Ferry: Le nouvel ordre écologique, Grasset, París 1992, p. 46. (Hay trad. castellana: Tusquets, Barcelona 1994.)
25
En el espléndido artículo cuya traducción castellana se incluye en este volumen, “Human Functioning and Social
Justice. In Defense of Aristotelian Essentialism”, Political Theory vol. 20 num. 2 (mayo de 1992), p. 205. Por cierto
que este punto de vista aristotélico de Nussbaum podríamos llamarlo también marxista sin forzar demasiado las cosas,
-página 15-
posición que afirma esto esencialismo; pero si ya se considera esencialista afirmar
esto, entonces habrá que pechar con el cargante calificativo. Por ejemplo, es
contingente que uno hable castellano, catalán o finlandés; pero resulta constitutivo de
lo que entendemos por vida humana y por ser humano la posesión de lenguaje, y si
nos encontrásemos con un ser radicalmente desprovisto de él dudaríamos en
clasificarlo como humano.
Venimos al mundo con un genoma determinado, empaquetado y repetido en cada una
de nuestras células. Venimos dotados con determinado aparato sensorial, que hace
que podamos percibir ciertas luces y sonidos y otros no; estamos genéticamente
preparados para aprender un lenguaje articulado; la privación de afecto o de proteínas
en la infancia mutila nuestro desarrollo mental; ciertas sustancias nos alimentan y
otras nos envenenan. ¿Trivialidades? De ninguna forma, a la vista de la insistencia
por parte de ciertos filósofos en afirmar que nuestra esencia consiste en no tener
esencia. Recordar la obviedad de que en los seres humanos lo cultural es
enormemente más importante que lo determinado genéticamente no es lo mismo que
afirmar que los seres humanos carecen de naturaleza. Acaso el rasgo más importante
de la naturaleza humana sea su plasticidad cultural: pero es precisamente un rasgo de
su naturaleza, no de su supuesta "anti-naturaleza" (por lo demás, también los
chimpancés son animales notablemente capaces de cultura y a ningún filósofo se le
pasa por la cabeza afirmar que su esencia consiste en no tener esencia) 26 . Hoy en día,
precisamente cuando desarrollos tecnocientíficos como la manipulación genética han
vuelto posible por primera vez alterar a voluntad la naturaleza humana, sabemos más
que nunca que ésta existe 27 .
Hay naturaleza humana; la antropología científica y la antropología filosófica no son
empresas descabelladas; y esto tiene consecuencias éticas y políticas importantes. Es
sabido, por ejemplo, que una de las vías actualmente más transitadas para la
fundamentación de los derechos humanos es precisamente la de las necesidades
básicas 28 . El razonamiento es más o menos el siguiente: todos los seres humanos son
si pensamos en las reflexiones sobre la naturaleza humana y las necesidades humanas del Marx joven. Ello no debería
producir ninguna sorpresa especial, por otra parte, si recordamos que el Marx joven tenía bien leídos a su Homero, su
Aristóteles y su Epicuro.
26
Sobre las culturas de los primates no humanos véase Paola Cavalieri y Peter Singer: The Great Ape Project, Fourth
Estate, Londres 1993 (se prepara trad. castellana en eds. Trotta); e igualmente los capítulos 2 y 3 de Jesús Mosterín,
Filosofía de la cultura, Alianza, Madrid 1993.
27
Precisar los contenidos de esta naturaleza humana es harina de otro costal, y no voy a entrar en ello aquí: no hace
falta para el resto de mi argumentación. Indicaré sólo que a veces se confunden dos niveles distintos de "naturaleza
humana" que importa distinguir bien. Tendríamos por un lado las características biológicas de la especie homo
sapiens, determinadas por su genoma. Por otro lado están ciertas condiciones estructurales de la vida en sociedad del
ser humano, que se dan en todas y cada una de las sociedades humanas: son estas últimas, claro, las que resultan más
interesantes para los sistemas normativos como el derecho y la moral. Más abajo abundaré sobre este asunto. En
cualquier caso, el lector o lectora deseosos de meditar sobre estas cuestiones sacarán provecho, me parece, del
sugerente ensayo de Martha Nussbaum contenido en este volumen.
28
Véase al respecto el estudio de María José Añón: Las necesidades y el fundamento de los derechos humanos. Centro
de Estudios Constitucionales, Madrid 1994.
-página 16-
semejantes en ciertos rasgos generales de su constitución psico-somática. Existen
entonces ciertas necesidades básicas comunes a todos los humanos que dan lugar a
cosas o estados de cosas valiosos para todos. Estos bienes universales o primarios dan
lugar a su vez a exigencias morales universales: o sea, derechos humanos que deben
positivarse en forma de derechos fundamentales.
Manuel Sacristán señalaba y alentaba a comienzos de los ochenta la importante
tendencia a renaturalizar las ciencias sociales, fundamentándolas físicobiológicamente (sin que esto suponga negar su autonomía categorial, desde luego).
Confrontadas con el enorme hecho de la crisis ecológica, las ciencias sociales tenían
que "asimilar facticidad cosmológica" 29 . La filosofía práctica tiene que tomarse
definitivamente en serio que somos seres biosociales, seres con cierta naturaleza
biológica situados en contextos sociales concretos --y no ángeles de anti-naturaleza
revoloteando por el cielo de las ideas. Un buen criterio podría ser el que proponía
hace años el cineasta francés Robert Bresson: “Respetar la naturaleza humana sin
pretenderla más palpable de lo que realmente es” 30 .
10
En su libro Culture and Morality , el antropólogo Elvin Hatch llega a la conclusión
de que existen ciertos valores universales, transculturales (ciertos bienes que son
universalmente apreciados, con independencia de la cultura particular a la que uno
pertenezca); la existencia de estos valores universales no implica que no puedan darse
desacuerdos éticos irreductibles acerca de otros valores entre diferentes culturas. Los
dos candidatos más firmes a este status privilegiado para Hatch: (1) libertad frente a
la coerción, (2) cierto bienestar material. (Yo personalmente entendería este segundo
valor universal como “recursos materiales en la cantidad suficiente como para que no
resulte dañada la integridad psicofísica del ser humano”, para evitar meternos en
camisas de once varas.) Por una parte, el trabajo de campo de los etnólogos descubre
la presencia de estos valores en las culturas más diferentes; por otra parte, se diría que
responden en algún sentido a “necesidades básicas” o “intereses auténticos” de los
seres humanos.
31
Lo mismo podría argumentarse respecto a valores como el cuidado afectuoso a los
niños pequeños o la prohibición de mentir: son básicos porque no podría existir
ninguna sociedad humana que no estimulase dichos valores. En efecto: existen ciertas
condiciones estructurales de la vida en sociedad de los seres humanos, que son
universales porque ninguna sociedad que no cumpliese tales condiciones podría
29
Manuel Sacristán, Papeles de filosofía, Icaria, Barcelona 1984, p. 465.
Robert Bresson: Notes sur le cinématographe, Gallimard, París 1975, p. 15. (Hay una traducción castellana recientte:
Notas sobre el cinematógrafo, Árdora, Madrid 1997.)
31
Elvin Hatch, Culture and Morality. The Relativity of Values in Anthropology, Columbia University Press, New York
1983.
30
-página 17-
subsistir largo tiempo. No podemos --por seguir poniendo ejemplos-- concebir
sociedades humanas que no regulen el homicidio y el incesto entre sus miembros,
prohibiéndolos en la mayoría de los casos (aunque las definiciones de “homicidio” e
“incesto” variarán de una sociedad a otra) 32 .
11
El biólogo Francisco Ayala ha argumentado que los seres humanos tienen capacidad
ética (otros autores preferirán hablar en este contexto de razón práctica) como un
atributo natural, perteneciente a su naturaleza biológica 33 . Esto se debe a la presencia
de tres capacidades que, tomadas en conjunto, son condiciones necesarias y
suficientes para la existencia de esta capacidad ética:
(1)capacidad para prever las consecuencias de las propias acciones;
(2)capacidad para formular juicios de valor, esto es, para valorar acciones u objetos
como buenos o malos, deseables o indeseables;
(3)capacidad para elegir entre diferentes vías de acción (esto es, autonomía en un
sentido débil).
No tiene sentido hablar de ética en el vacío, prescindiendo del hecho crucial de que
los agentes morales son seres humanos provistos de las capacidades anteriormente
mencionadas (entre otras), y que cuando actúan no pueden evitar afectar a otros seres
32
Un iuspositivista como Herbert L.A. Hart ha defendido en su obra fundamental El concepto de derecho (AbeledoPerrot, Buenos Aires 1992; la ed. original inglesa es de 1961) que la reflexión sobre ciertas características elementales
de la naturaleza humana y la interacción social lleva a aceptar la existencia de un "contenido mínimo del derecho
natural" en el sentido de "ciertas reglas de conducta que toda organización social tiene que contener para ser viable"
(op. cit., p. 238). Aunque la denominación tiene desafortunadas resonancias iusnaturalistas, sin embargo la noción a la
que se refiere es casi de sentido común, y nos llama atinadamente la atención sobre la trascendencia ético-política que
tiene la existencia de naturaleza humana. Las características de ésta que sirven a Hart para derivar su "contenido
mínimo del derecho natural" son la vulnerabilidad humana, la igualdad aproximada de los seres humanos (ningún
individuo es tan poderoso que pueda sojuzgar a los otros sin cooperación, salvo durante un tiempo muy breve), el
altruismo limitado, la existencia en un mundo de recursos limitados y la comprensión y fuerza de voluntad limitadas
(op. cit., p. 240-245).
En la misma línea, Carlos Santiago Nino ha escrito que "hay acuerdo básico entre los filósofos aludidos [Hart,
Warnock, Rawls] acerca de cuáles son las circunstancias fundamentales de la vida del hombre en sociedad que están
asociadas con el derecho y la moral. Se mencionan, en primer lugar, las circunstancias que Rawls llama objetivas, como
la escasez de recursos para satisfacer todos los intereses humanos, la vulnerabilidad de los hombres frente a ataques de
otros, la igualdad aproximada de los hombres en el sentido de que nadie tiene la suficiente capacidad física e intelectual
para dominar por sí solo al resto, la coexistencia de los individuos en áreas geográficas comunes. Luego están las
circunstancias subjetivas, como que los intereses de los hombres son divergentes, su conocimiento y capacidad de
raciocinio limitados y, sobre todo, el hecho de que la simpatía hacia los intereses ajenos, o sea la capacidad de
identificarse hasta cierto grado con esos intereses como si fueran propios, es también limitada. La articulación y
explicación de estas circunstancias constituye el contenido de una teoría de la naturaleza humana, y no hay duda de
que lo que hay de acertado en posiciones iusnaturalistas es la idea de que una profundización en el desarrollo de esa
teoría puede esclarecer aspectos importantes del derecho y de la moral (aunque, como luego veremos, de aquí no se
sigue la pretensión
justificatoria del iusnaturalismo tradicional)" (Ética y derechos humanos, Ariel, Barcelona 1989, p. 98).
33
Francisco Ayala, Origen y evolución del hombre, Alianza, Madrid 1986, p. 172.
-página 18-
vivos (incluyendo a otros seres humanos) con sus acciones. “La moral no puede ser
concebida sin presuponer la existencia de sus sujetos” 34 .
12
¿Podemos hablar –como hicieron Marx y muchos pensadores marxistas, o
simplemente críticos del statu quo-- de necesidades o intereses auténticos y
diferenciarlos de los inauténticos? Si afirmamos que sí, ¿no emprendemos un camino
peligroso, acaso un “camino de servidumbre” que en ciertas circunstancias podría
legitimar la imposición coactiva a las personas de su “interés auténtico”, incluso si
ellas declarasen preferencias por intereses considerados “inauténticos” por los
gobernantes? ¿No tendrán razón críticos de Marx como Theodor Geiger, que rechaza
vigorosamente la imputación al proletariado de “intereses auténticos” independientes
de los deseos y metas de sus miembros 35 ? Pero si damos la razón a estos críticos,
¿quiere ello decir que los fenómenos de manipulación de deseos, intereses o
necesidades no existen, o no pueden analizarse de forma objetiva?
Reconociendo como real el peligro del “camino de servidumbre”, y reconociendo que
de hecho se han materializado ya “dictaduras sobre las necesidades” que buscaban
legitimarse apelando a ideales de liberación y florecimiento humano, parece sin
embargo que también debe prestarse atención a Herbert Marcuse cuando escribe que
“no es sólo ‘totalitaria’ una coordinación política terrorista de la sociedad, sino
también una coordinación técnico-económica no terrorista que opera a través de la
manipulación de las necesidades por intereses creados” 36 . En las sociedades del
capitalismo tardío obran sistemas complejos de manipulación y control, incluyendo
las sutiles redes de la propaganda comercial, a los que no resultaría exagerado
calificar de totalitarismo flexible. Marcuse propone distinguir entre necesidades de
acuerdo con su carácter autónomo o heterónomo:
“Se puede distinguir entre necesidades verdaderas y falsas. Falsas son aquellas que intereses
sociales particulares imponen al individuo para su represión: las necesidades que perpetúan el
esfuerzo, la agresividad, la miseria y la injusticia. (...) La mayor parte de las necesidades
predominantes de descansar, divertirse, comportarse y consumir de acuerdo con los anuncios,
de amar y odiar lo que otros odian y aman, pertenecen a esta categoría de falsas necesidades.
Estas necesidades tienen un contenido y una función sociales, determinados por poderes
externos sobre los que el individuo no tiene ningún control; el desarrollo y la satisfacción de
estas necesidades es heterónomo. (...) El juicio sobre las necesidades y su satisfacción bajo las
condiciones dadas implica normas de prioridad; normas que se refieren al desarrollo óptimo
del individuo, de todos los individuos, bajo la utilización óptima de los recursos materiales e
intelectuales al alcance del hombre. La ‘verdad’ y la ‘falsedad’ de las necesidades designan
condiciones objetivas en la medida en que la satisfacción universal de las necesidades vitales
y, más allá de ella, la progresiva mitigación del trabajo y la miseria, son normas
34
Ruth Zimmerling, “Necesidades básicas y relativismo moral”, Doxa 7, Alicante 1990, p. 39. Artículo reproducido en
este volumen.
35
“Ahí –dice Geiger—termina el análisis cabal de la estructura de intereses de las clases sociales, manifestándose ya
únicamente la manía religiosa”. Die Klasengesellschaft im Schmelztiegel, Köln / Hagen 1949, p. 133.
36
Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Planeta/ Agostini, Barcelona 1985, p. 33. (La edición original inglesa
es de 1964.)
-página 19universalmente válidas. (...) En última instancia, la pregunta sobre cuáles son las necesidades
verdaderas o falsas sólo puede ser resuelta por los mismos individuos, pero sólo en última
instancia; esto es, siempre y cuando tengan libertad para dar su propia respuesta. Mientras se
les mantenga en la incapacidad de ser autónomos, mientras sean adoctrinados y manipulados
(hasta en sus mismos instintos) su respuesta a esta pregunta no puede considerarse propia de
ellos” 37 .
La crítica del proceso de formación de deseos y necesidades bajo las condiciones del
capitalismo contemporáneo apunta a problemas importantes, pero no deja de plantear
problemas ella misma. Así, si el carácter de las necesidades humanas es radicalmente
social (como defiende por ejemplo el autor ecosocialista Joaquim Sempere, también
en su contribución a este volumen), entonces en cierto sentido todas nuestras
necesidades son radicalmente heterónomas. Por otra parte, el lenguaje cognitivista
que emplea Marcuse (verdadero/ falso) puede desplazar nuestra atención de los
problemas éticos relacionados con las necesidades.
13
Estas ideas importantes aunque complicadas, que Marcuse expresa en su
característico lenguaje freudomarxista, pueden traducirse de modo aceptable a un
lenguaje más analítico. Steven Lukes define poder del siguiente modo: x ejerce poder
sobre y cuando x afecta a y en sentido contrario a los intereses de y 38 . Después,
haciendo uso de un contrafáctico, propone lo siguiente:
“El {pensador} radical sostiene que los propios deseos de los hombres pueden ser producto de
un sistema que va en contra de sus intereses; en tales casos relaciona estos últimos con lo que
desearían o preferirían si estuviesen en condiciones de elegir. (...) La política A coincide con
los intereses auténticos de x si y sólo si en caso de que x experimentase los resultados tanto de
A como de B, eligiese A como el resultado que más le gustaría. Los intereses auténticos están
relacionados con la autonomía (relativa) y la elección” 39 .
Esta propuesta será convincente y resultará operativa sólo en caso de que consiga
superar la objeción que inmediatamente se presenta: ¿cómo será posible estudiar –y
no digamos explicar—algo que no ha sucedido? ¿No corremos el riesgo de imputar
como “intereses auténticos” lo que no son sino preferencias subjetivas del
observador?
Lukes responde convincentemente a esta objeción en un par de brillantes capítulos de
su ensayo (7 y 8). No es éste el lugar para resumir toda su argumentación, pero
apuntaré lo siguiente: incluso en los casos en que no resulta observable conflicto
abierto y reina aparentemente un gran consenso en torno al statu quo, podemos
obtener una confirmación indirecta del conflicto subyacente examinando cómo
reacciona la gente ante las oportunidades que percibe para eludir la subordinación o
mejorar su posición relativa.
37
Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, p. 35-36.
Steven Lukes, El poder: un enfoque radical, Siglo XXI, Madrid 1985, p. 29.
39
Lukes, El poder: un enfoque radical, p. 42.
38
-página 20“En este contexto, los datos sobre movilidad social pueden adquirir un significado teórico
nuevo y sorprendente. El sistema de castas {hindú} es concebido con frecuencia como un
posible candidato a ‘caso de genuino consenso respecto de valores diferentes’. Ahora bien, el
reciente debate acerca de la ‘sanscritización’ sugiere otra cosa. De acuerdo con Srinivas
{Religion and Society among the Coorgs of South India, Clarendon Press, 1952, p. 30}, el
sistema de castas ‘dista de ser un sistema rígido, donde la posición de cada componente está
fijada para siempre jamás. El movimiento siempre ha sido posible, especialmente en las
regiones intermedias de la jerarquía. En el plazo de una generación o dos, una casta inferior
podía izarse a una posición más alta dentro de la jerarquía haciéndose vegetariana y abstemia
y sanscritizando su ritual y su panteón. En suma, adoptaban lo más rápidamente posible las
usanzas, los ritos y las creencias de los brahmanes, y si bien prohibida en teoría, tal adopción
de estilo de vida brahmánico por una casta inferior parece haber sido frecuente. Este proceso
ha recibido el nombre de sanscritización.’ (…) Lo que para el observador puede parecer un
consenso de valores que santifica una jerarquía extrema, sumamente precisa y estable oculta
en realidad el hecho de que las oportunidades de ascender dentro del sistema percibidas por
las castas inferiores son aprovechadas muy a menudo, si no invariablemente. (…) Cabe aducir
otra prueba menos ambigua, relacionada con el sistema de castas indio, que respalda la tesis de
que la interiorización del status de subordinación es una consecuencia del poder.
Consideremos los efectos surtidos por la introducción del sufragio universal en la aceptación
del principio jerárquico por las castas inferiores. Más expresivamente aún, consideremos las
‘salidas a que han recurrido los intocables y, sobre todo, la conversión masiva a otras
religiones. En diversos períodos de su historia, los intocables abrazaron el islamismo, el
cristianismo y el budismo porque proclamaban principios igualitarios y ofrecían la esperanza
de sustraerse a la discriminación de casta” 40 .
Parece razonable concluir que en muchos casos podremos hallar pruebas directas o
indirectas de las manipulaciones a que se ven sometidos los intereses o necesidades
“auténticas” de los individuos sin recurrir a la imputación fraudulenta de preferencias
subjetivas del observador. El que esto resulte difícil, y exija imaginación y pericia
metodológica considerable, no quiere decir que sea imposible.
14
La avasalladora maquinaria de la publicidad comercial moderna emite
ininterrumpidamente un mensaje único: la felicidad consiste en comprar mercancías.
Estoy hablando de totalitarismo (y calibro bien el peso de esta palabra): un
totalitarismo flexible como decíamos antes, un totalitarismo tanto más siniestro
cuanto más eficaz (y lo es mucho). Si la sociedad consagrase al esfuerzo de satisfacer
las necesidades básicas de los más pobres siquiera una fracción de la ingeniosidad y
los recursos que destina a moldear las preferencias de consumo de quienes tienen
poder de compra, hace mucho que se habrían erradicado la pobreza y el hambre.
“Con los medios más refinados y con ayuda de investigaciones de todas las disciplinas
(psicólogos, psiquiatras, sociólogos, semióticos, lingüistas, estadísticos, etc), la publicidad
intenta desentrañar nuestros más profundos deseos. Tratan de descubrir, afirma el ensayista
norteamericano Vance Packard, autor de La persuasión clandestina, ‘nuestras debilidades
ocultas y puntos vulnerables con la esperanza de que así estarán en mejor posición para influir
en nuestros actos. Los psicólogos de una gran agencia americana de publicidad dirigen
experiencias sobre muestras humanas para intentar poner a punto un medio de identificar a las
40
Steven Lukes, El poder: un enfoque radical, Siglo XXI, Madrid 1985, p 63-66.
-página 21personas ansiosas, hostiles, pasivas, etc., así como los métodos para alcanzarlos en sus puntos
sensibles. Una agencia de Chicago ha estudiado el ciclo menstrual del ama de casa y sus
consecuencias psicológicas con la esperanza de determinar qué la persuadirá de modo más
eficaz para comprar ciertos productos alimenticios’.
(...) Ciertos métodos, como el llamado de imágenes subliminales (normalmente
ilegal), se dirigen a nuestro inconsciente y desbaratan nuestra defensa crítica. Esto puede tener
consecuencias graves para la economía doméstica con el desarrollo de la telecompra que
suscita pulsiones de adquisición instantáneas. Sobre todo si el mando a distancia y la tarjeta de
crédito están conectadas, como proponen ciertos gadgets recientes...
(...) Las estrategias preparadas en los hipermercados para hacer caer al consumidor
son asombrosas. Incluso se ha construido un hipermercado-laboratorio en Saint Quentin-enYvelines, con el fin de estudiar al microscopio las conductas de compra. En estos almacenes
experimentales, el comprador conejo de indias es espiado por un equipo de sociólogos y
psicólogos que siguen todos sus gestos a través de espejos sin azogue; su recorrido, sus
paradas, sus dudas, son minuciosamente analizadas. Hasta el camino que sigue su mirada por
los estantes de los productos es grabado por el Eye Movement Recorder, ‘un sistema que,
mediante el estudio de la refracción de infrarrojos en la retina, permite determinar qué
artículos de un estante han sido observados en primer lugar y durante cuánto tiempo...’
Estas observaciones y encuestas muy detalladas sobre las motivaciones de compra
van a permitir, gracias a la colaboración de arquitectos, decoradores e iluminadores, modelar
el espacio interior de los hipermercados para estimular el consumo. Longitud de los pasillos,
tamaño de los estantes, ubicación de productos, iluminación, colores, todo está calculado para
que el cliente se mueva más lentamente, se detenga ante un máximo de productos y que,
además de lo imprescindible, compre lo superfluo. Nada se deja al azar. Un ejemplo: el
electrodoméstico, siempre situado a la entrada de los almacenes, por dos motivos: el carrito
debe estar vacío para poder recibir un embalaje grande, y su precio servirá de referencia, ya
que todo lo demás parecerá menos caro.” 41
15
Valeriano Bozal, en cierto comentario al pensamiento de Manuel Sacristán, hace unas
consideraciones que me interesa ahora destacar:
“En lo que respecta a la tesis de la contradicción entre las necesidades humanas y lo limitado
de la naturaleza, quizá se perciba en ella con mayor claridad que en ninguna otra la dificultad
de una opción emancipadora factible, lo que no impide asumir tal principio como correcto, si
no para la emancipación, sí para la resistencia. Que las necesidades humanas son ilimitadas,
pues aumentan a medida que se satisfacen, y el ámbito de explotación de la naturaleza es
limitado, pone en cuestión la tesis marxiana central del desarrollo de las fuerzas productivas
como requisito para la igualdad en la riqueza. El desarrollo de las fuerzas productivas puede
conducir a la destrucción de la naturaleza, tal como está sucediendo, y ello exige la contención
y el control de las necesidades, no su ilimitada satisfacción” 42 .
El texto de Bozal es paradigmático en cuanto a lo que podríamos llamar la
jibarización de la idea de emancipación humana que se ha producido en muchas
corrientes del pensamiento de izquierdas (y no sólo éste, desde luego) en los últimos
decenios. Si se indica que la existencia de límites ecológicos a la expansión ilimitada
de la producción material pone en entredicho la idea misma de emancipación
humana, implícitamente se está presuponiendo que la emancipación consiste sólo en
41
Ignacio Ramonet, en Ignacio Ramonet y Noam Chomsky: Cómo nos venden la moto. Icaria, Barcelona 1995, p. 7779.
42
Valeriano Bozal, “Acerca de Manuel Sacristán. Resistencia a la melancolía”, La balsa de la Medusa 38-39, Madrid
1996, p. 150.
-página 22-
la expansión del consumo de bienes y servicios. Se sitúa la emancipación en el
mundo de los objetos –y no de las relaciones humanas--, y se da por sentado que
emanciparse consistiría en el crecimiento sin fin de ese mundo de objetos y
artefactos.
Hago constar mi desacuerdo más vivo con este tipo de planteamientos, y denuncio su
inaceptable reduccionismo. Hay que luchar contra la idea de que las necesidades sólo
se satisfacen consumiendo bienes y servicios, y contra la idea de que la emancipación
humana consiste en la expansión ilimitada del consumo. No podemos aceptar este
tipo de reduccionismo. La Teoría de las necesidades humanas de Doyal y Gough,
con su énfasis en la autonomía como necesidad básica, tiene la virtud (entre otras
muchas virtudes) de dificultarnos el sucumbir a este prejuicio.
16
Emancipación es una categoría que pertenece al ámbito de las relaciones humanas, no
al ámbito de las cosas. Ello es así desde su mismo origen etimológico: viene del latín
emancipare (compuesto de ex manus capere), “libertar de la potestad paterna, de la
tutela o de la servidumbre”. Hoy, una componente de la emancipación humana sería
precisamente liberarnos de la servidumbre a las cosas.
No es que el materialismo adquisitivo del homo oeconomicus maximizador del
consumo de bienes y servicios sea moralmente condenable: es que, antes de
plantearnos cualquier juicio moral, resulta que es descriptivamente falso. Se trata de
una antropología inaceptable por irreal. Vale la pena recordar la advertencia de
Todorov al final de su estimulante ensayo La vida en común:
“No existe un sí mismo anteriormente constituido, como un capital que se transmite por
herencia, que se puede dilapidar distribuyéndolo entre los otros o encerrar cuidadosamente en
la trastienda para disfrutarlo a gusto. El sí mismo sólo existe en y por las relaciones con los
otros; intensificar el intercambio social significa intensificar el sí mismo. La meta de la
existencia no podría ser uno u otro, más sí mismo o más sociedad, sino ‘en las horas del
milagro’, para hablar como Saint-Exupéry, ‘una cierta calidad de las relaciones humanas’. (...)
Si la meta última de las fuerzas políticas de un país es solamente asegurar el máximo de
consumo y el máximo de producción, sin interrogarse nunca sobre el efecto que estos logros
tendrán sobre las relaciones interpersonales, el despertar puede llegar a ser brutal: no se puede
permitir que se oculte de esta manera lo esencial. (...) La existencia no está amenazada por el
aislamiento, pues éste es imposible: está amenazada por ciertas formas de comunicación,
empobrecedoras y alienantes, y también por las representaciones individualistas de esta
existencia que tienen curso y que nos hacen vivir como una tragedia lo que es la condición
humana misma: nuestra incomplétude originaria y la necesidad que tenemos de los otros” 43 .
Como se ve, Todorov cuestiona una sociedad que confunde constantemente medios
con finalidades, que impulsa a las personas a ejanjenarse entre las mercancías, que
olvida que la mejora de la producción debería servir para vivir mejor en vez de
convertirse en un fin en sí. Para él como para Herbert Marcuse, en la medida en que
43
Tzvetan Todorov, La vida en común. Ensayo de antropología general, Taurus, Madrid 1995, p 207-208.
-página 23-
lo que define propiamente a los seres humanos es la interrelación --lo interhumano
funda lo humano-- el objetivo que ha de perseguirse es la calidad de las relaciones
humanas, la mejora cualitativa de la con-vivencia.
17
Hay algo profundamente pueril en las fantasías de omnipotencia en las que nos
regodeamos, colectivamente, los habitantes de las sociedades industrializadas. La
fantasía infantil de movilidad absoluta e instantánea (la alfombra o la escoba
voladora, el deseo que instantáneamente nos transporta a otro lugar o tiempo) la
persiguen el fabricante de automóviles y el planificador del transporte. La fantasía
infantil de la inmortalidad, de la juventud perfecta, de la curación instantánea, la
persiguen por igual el personal sanitario, la industria cosmética y los ingenieros
genéticos. La fantasía infantil de la abundancia inagotable y eterna (Jauja,
Cornucopia) está escrita en los estandartes de la sociedad de consumo.
Leí en una entrevista con Chicho Ibáñez Serrador, el popular realizador televisivo,
una cosa que me impresionó bastante. (Lo impresionante no era el contenido de su
afirmación, sino el momento de sinceridad: se estaba diciendo lo que no debía
decirse. Se hacía pública una de las verdades centrales de nuestra sociedad, verdad
que --para que no se conmuevan los cimientos de la dominación-- no puede admitirse
que lo sea.) Ibáñez Serrador dijo que, en su trabajo --crear televisión--, él tenía que
suponer que se dirigía a chavales de trece o catorce años de edad; tenía que tratar a
todo su público como a niños y nunca como a adultos.
Enorme es la presión para que no lleguemos nunca a ser adultos, o al menos nos
comportemos como niños en los asuntos que nos atañen a todos. (Y con demasiada
frecuencia nos plegamos fácilmente a esa presión, abdicamos de nuestra
responsabilidad, esquivamos el comprometernos con nuestras propias vidas.)
Asistimos a la destrucción del uso público de la razón. Paul Valéry afirmó en cierta
ocasión que la política era el arte de mantener a la gente apartada de los asuntos que
verdaderamente les concernían: tal es la definición de política que hoy se pone
cotidianamente en práctica, a veces cínicamente, a veces ni eso.
"Es verdad que las gentes de hoy en día no creen en la posibilidad de una sociedad
autogobernada y esto hace que una tal sociedad sea, hoy, imposible. No creen porque no
quieren creer, y no lo quieren creer porque no lo creen. Pero si en alguna ocasión empiezan a
quererlo, entonces lo creerán y podrán" 44 .
Quien dice: "los seres humanos son como son, y por ser así su naturaleza nunca se
podrá construir con ellos un orden social distinto", es el mismo que tiene en sus
manos el poder (los resortes de socialización, los recursos económicos, los medios de
formación de masas, etc) para hacer que los seres humanos sean "como son" --y no
distintos.
44
Cornelius Castoriadis: “Una sociedad a la deriva” (entrevista). Archipiélago 17, Madrid 1994, p. 109.
-página 24-
Quien afirma que no hay alternativas es el mismo que tiene el poder para destruirlas.
(Aquel dibujo de no sé qué humorista gráfico. Una voz desde lo alto sentencia: "No
estáis preparados para la democracia". El hombrecillo pregunta: "¿Cómo lo saben?"
La voz: "Porque hemos consagrado a ello lo mejor de nuestros esfuerzos".)
18
Una adecuada conceptualización de las necesidades humanas tiene una importancia
enorme para la filosofía y la práctica del ecologismo a causa de lo siguiente: el punto
de arranque del enfoque de las necesidades, como subrayé al comienzo de estas
reflexiones, es la vulnerabilidad del ser humano. A su vez, ésta se halla
estrechamente relacionada con la corporalidad. Pues bien: nuestros cuerpos, que se
encuentran en constante intercambio físico-químico con el medio ambiente, pueden
por ello servir como sensibles e inmediatos “instrumentos de evaluación” ambiental.
Somos organismos cuyo metabolismo corporal interno y externo se inserta dentro de
la compleja red de intercambios e interconexiones de la biosfera: éste es un rasgo
esencial de la vida orgánica. Ello nos pone en vinculación material con la infinidad de
seres y procesos de esa biosfera, y las alteraciones de nuestro metabolismo corporal
pueden alertar sobre las alteraciones biosféricas.
La salud humana --concebida en sentido amplio para incluir los factores psicosociales
relevantes, pero no obstante asentada sobre el buen funcionamiento de los procesos
fisiológicos esenciales-- se relaciona con la salud de la biosfera. Nuestros pulmones
filtran el aire atmosférico: si está contaminado, el resultado es malestar y enfermedad.
Los tóxicos organoclorados que dispersamos en el ambiente acaban acumulándose en
la leche de las madres y en la grasa de nuestros cuerpos. La radiación ionizante
produce cáncer. El deterioro de la capa protectora de ozono estratosférico se traduce
en quemaduras, cegueras y melanomas. Y etcétera, etecétera, etcétera.
Esta conexión entre nuestra salud y bienestar corporal por un lado, y el buen estado
de la biosfera por otro, ha sido insuficientemente aprovechada por los defensores de
la naturaleza, como con razón ha puesto de manifiesto Lothar Schäfer (cuyo enfoque
del cuerpo como indicador de un metabolismo intacto dentro de la naturaleza, o de
las perturbaciones de este metabolismo, he esbozado aquí) 45 . Hemos explorado
demasiado unilateralmente la relación cognitiva del ser humano con la naturaleza, y
con demasiada frecuencia hemos reducido la relación sensitiva a un abstracto
intercambio de información; en cambio, el ámbito importantísimo de los intercambios
materiales de nuestros cuerpos con el medio ambiente ha sido insuficientemente
empleado para fundamentar una práctica sociopolítica alternativa. El enfoque de las
necesidades humanas, con su típico énfasis en la vulnerabilidad y corporalidad del ser
humano, puede corregir estos desenfoques, y constituye así un punto de encuentro
45
Lothar Schäfer: Das Bacon-Projekt. Von der Erkenntnis, Nutzung und Schonung der Natur, Suhrkamp Verlag,
Francfort del Meno 1993, p. 223 y ss.
-página 25-
natural entre el movimiento ecologista, el movimiento obrero, el feminismo, la
solidaridad Norte/ Sur y la defensa de los derechos humanos.
19
Podríamos decir que la satisfacción de las necesidades básicas de todos los seres
humanos, de una forma ecológicamente sustentable, es el “contenido mínimo” de
cualquier programa emancipatorio a finales del siglo XX. Sucede, sin embargo, que la
dinámica que pondría en marcha este esfuerzo colectivo es de tal género que el
“programa mínimo” se vería rápidamente desbordado hacia una meta más ambiciosa.
Creo que eso es lo que apuntaba Herbert Marcuse al escribir: “La mejor satisfacción
de las necesidades es ciertamente el contenido y el fin de toda liberación, pero, al
progresar hacia este fin, la misma libertad debe llegar a ser una necesidad instintiva y,
en cuanto tal, debe mediatizar las demás necesidades” 46 . En palabras de Federico
García Lorca (en una entrevista de abril de 1936):
“El mundo está detenido ante el hambre que asola a los pueblos. Mientras haya desequilibrio
económico, el mundo no piensa. Yo lo tengo visto. Van dos hombres por la orilla de un río.
Uno es rico, otro es pobre. Uno lleva la barriga llena, y el otro pone sucio al aire con sus
bostezos. Y el rico dice: ‘¡Oh, qué barca más linda se ve por el agua! Mire, mire usted, el lirio
que florece en la orilla’. Y el pobre reza: ‘Tengo hambre, no veo nada. Tengo hambre, mucha
hambre.’ Natural. El día que el hambre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión
espiritual más grande que jamás conoció la humanidad. Nunca jamás se podrán figurar los
hombres la alegría que estallará el día de la Gran Revolución.” 47
20
Al cumplimiento y florecimiento de lo humano no se llega por acumulación de logros
--esta carrera es por definición inacabable, y el corredor sólo puede perder--, sino por
reducción de aspiraciones. O mejor dicho (ya que esta “reducción”, si se piensan bien
las cosas, quizá resulte a la postre una ganancia): por ajuste de nuestras aspiraciones a
los límites y posibilidades que encierra nuestro entorno, sin confundir los límites
naturales con las restricciones impuestas por los opresores. Mesura ática frente a
desmesura fáustica, sin deponer la lucha por la liberación humana 48 . Algo tan viejo
como los versos de Píndaro que Albert Camus antepuso a su ensayo sobre El mito de
Sísifo: “No aspires, alma mía, a la vida inmortal/ y esfuérzate en la acción a ti
posible.” Así sea.
SUGERENCIAS DE LECTURA:
46
Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Planeta/ Agostini, Barcelona 1985, p. 8. (La edición original inglesa es
de 1964.)
47
Andrés Soria Olmedo (comp.): Treinta entrevistas a Federico García Lorca. Aguilar, Madrid 1989, p. 242.
48
Como ya indicaba Manuel Sacristán en 1979, en su “Comunicación a las Jornadas de ecología y política” en
Murcia. El texto está reimpreso en Manuel Sacristán: Pacifismo, ecología y política alternativa, Icaria, Barcelona 1987,
p. 9-17.
-página 26Número 12 de Ecología Política, Barcelona 1996 (varios artículos importantes).
AEDENAT (coord.), Energía para el mañana (Los Libros de la Catarata, Madrid 1993).
Len DOYAL y Ian GOUGH, Teoría de las necesidades humanas (Icaria, Barcelona 1994).
Alan DURNING, ¿Cuánto es suficiente? (Apóstrofe, Barcelona 1994).
Francisco FERNÁNDEZ BUEY, La barbarie --de ellos y de los nuestros (Paidos, Barcelona 1995).
Marvin HARRIS, Nuestra especie (Alianza, Madrid 1991).
Jesús IBÁÑEZ: Por una sociología de la vida cotidiana (Siglo XXI, Madrid 1994).
Manfred A. MAX-NEEF, Desarrollo a escala humana (Icaria, Barcelona 1994).
Maria MIES: “Liberación del consumo, o politización de la vida cotidiana”. mientras tanto 48 (Barcelona
1992).
Joaquim SEMPERE, L'explosió de les necessitats (edicions 62, Barcelona 1992).
Bob SUTCLIFFE (coord.), El incendio frío. Hambre, alimentación y desarrollo (Icaria, Barcelona 1996).
Ernst Ulrich VON WEIZSÄCKER, L. Hunter LOVINS y Amory B. LOVINS: Factor 4: duplicar el
bienestar con la mitad de los recursos naturales (informe al Club de Roma). Galaxia Gutenberg/
Círculo de Lectores, Barcelona 1997
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