EL DERECHO EFECTIVO A LA VIVIENDA En España hay un serio problema de excesivo endeudamiento ligado a la burbuja inmobiliaria. Pero el problema de la vivienda no surge con el excesivo endeudamiento de los hogares y su consecuencia más sangrante (la pérdida de la vivienda y el desahucio) sino que tiene un origen previo mayoritariamente impuesto y/o aceptado en nuestra sociedad: la vivienda es una mercancía que se compra y vende en el mercado, pero no una mercancía cualquiera, es también un bien de ahorro, inversión y especulación. En este modelo se excluye del acceso a la vivienda por criterios económicos a los sectores que el mercado considera no solventes o rentables y se desahucia a aquellos otros sectores que no pueden seguir pagando las condiciones financieras y/o económicas impuestas en el acceso a su vivienda. La vivienda tiene una triple faceta dentro del capitalismo (alojamiento, mercancía, capital) y las dos últimas priman a costa de la primera: la propiedad se ha desvinculado completamente de su función social como alojamiento. Y para impulsar la función social de la vivienda hay que minimizar sus facetas de mercancía y capital y limitar la especulación y su rentabilidad y hay que maximizar la faceta de alojamiento y la utilización del parque residencial. Por razones de justicia social y equidad el acceso a la vivienda es una necesidad social básica que hay que garantizar de forma real al conjunto de la población, con el menor coste posible en términos de PIB por motivos de eficiencia y eficacia, lo que permitirá liberar socialmente recursos de la servidumbre financiera y el monocultivo inmobiliario y dirigirlos a sectores productivos estratégicos, atender otras prioridades sociales y alcanzar mayores cotas de bienestar: “que no haga falta gastar la vida para pagar la vivienda”. El coste inmobiliario y las rentas cautivas del capital terrateniente suponen un “impuesto sobre el suelo” cuya reducción mejoraría automáticamente la situación del tejido económico y productivo en detrimento de un sector inmobiliario sobredimensionado y succionador de recursos de la economía real. En paralelo, la actividad de la construcción debe proceder de su capacidad para aportar valor social y satisfacer la necesidad de alojamiento, de un medio urbano y ambiente adecuado,… lo que actualmente pasa por la rehabilitación y regeneración urbana frente a la expansión urbanística constante. La problemática de la población en materia de vivienda es variada: sectores que no pueden pagar lo que exige el mercado (en compra o alquiler) lo que provoca su exclusión de acceso y la falta de emancipación, hacinamiento, sobreendeudamiento… otros sectores que sí pagaron el peaje exigido y se endeudaron son ahora desahuciados de su vivienda, en muchos casos ligado a la pérdida del empleo, y además mantienen una elevada deuda lo que penaliza socialmente con una triple exclusión (desempleo, desahucio, deuda); otros sectores aunque pueden pagar –de momento- lo que exige el mercado, se ven obligados a destinar un elevado porcentaje de sus recursos a la vivienda a costa de otras prioridades o necesidades. Lo mismo vale para aquellos que ya pagaron su vivienda pero gastaron gran parte de su vida a este fin. En España existe un amplio parque de viviendas vacías (3,44 millones), un importante gasto público en vivienda (40.000 millones entre 2007 y 2010) y un ordenamiento legislativo que garantiza el derecho a una vivienda digna. Es decir, se dan las condiciones materiales y legales para hacer efectivo el derecho a la vivienda y lo que falta es hegemonía social y política para poner estos recursos al servicio del interés general. El Censo de Población y Viviendas de 2011 identifica 18,1 millones de viviendas principales, 3,7 millones de segundas residencias y 3,44 millones de viviendas vacías. La prioridad es actuar sobre las viviendas vacías aunque no todas (por su ubicación, conservación u otras circunstancias) podrán servir para garantizar un alojamiento digno, pero sí un porcentaje muy relevante: - El 42% de las viviendas vacías se ubica en municipios con más de 50.000 habitantes y hasta el 71% de las viviendas vacías si incluimos los municipios con más de 10.000 habitantes. - El 21% de las viviendas vacías tiene menos de 10 años de antigüedad y el 70% de las viviendas tiene menos de 50 años de antigüedad. - El 83% de las viviendas vacías se ubica en edificios en buen estado de conservación. El Gobierno central destina un volumen elevado de recursos a la vivienda, como muestran los datos acumulados hasta 2010 (último año disponible): - Solo en el IRPF el gasto fiscal en vivienda acumulado entre 2007 y 2010 fueron 23.593 millones, sin incluir el coste de las reducciones fiscales a los propietarios de viviendas arrendadas. - El coste fiscal de aplicar un tipo reducido y superreducido de IVA a la compraventa de vivienda nueva es también muy elevado. Según la memoria de beneficios fiscales de los Presupuestos Generales del Estado la previsión del coste del IVA especial aplicado a la compra de vivienda fueron 11.533 millones entre 2007 y 2010. - En el periodo 2007-2010 el Gobierno central dotó la política de vivienda con un presupuesto acumulado de 5.740 millones destinados a financiar los planes de vivienda, tanto estatal como autonómicos. - Las comunidades autónomas destinaron un total de 9.597 millones a la política de acceso a la vivienda y fomento de la edificación entre 2007 y 2010. No se pueden agregar directamente los presupuestos estatal y autonómico, porque una parte relevante del presupuesto autonómico son transferencias recibidas del presupuesto estatal. El derecho a un alojamiento digno debe ser un derecho exigible ante los poderes públicos, que deberán garantizarlo a partir de un amplio parque de alquiler de viviendas a un coste asequible. Para pasar del derecho teórico a la vivienda al derecho efectivo se plantean varios ejes que articulan medidas concretas, que serán estériles sin la implicación plena de las administraciones en cumplir el mandato constitucional y la función social de la vivienda: amplio parque de alquiler social, acabar con el atractivo de la vivienda como inversión especulativa, evitar los desahucios de viviendas habituales y mejorar las condiciones hipotecarias. Además, sin una lucha a fondo contra el fraude fiscal y la economía sumergida como primera prioridad nacional no habrá recursos para poder impulsar las políticas y derechos sociales. La mejor política de vivienda y contra los desahucios es una política económica orientada al pleno empleo, con condiciones laborales y salariales dignas y suficientes. La política de vivienda del PP El Gobierno del PP ha recortado sensiblemente el presupuesto destinado a la política de vivienda y ha reducido el gasto fiscal asociado a la compra de vivienda. El Plan estatal de fomento del alquiler de vivienda, la rehabilitación edificatoria y la regeneración y renovación urbanas 2013-2016 contará con un presupuesto acumulado reducido (2.400 millones) muy inferior al de planes anteriores. Como su nombre indica, sus ejes centrales serán el fomento del alquiler y de la rehabilitación, pero los recortes implican la supresión de las subvenciones a la compra de vivienda y que en el caso del alquiler (tras suprimir la renta básica de emancipación) se destinen incluso menos fondos que en la actualidad. El gobierno del Partido Popular está impulsando diversas reformas legislativas en materia de vivienda (Ley de rehabilitación, regeneración y renovación urbanas; Ley de medidas de flexibilización y fomento del mercado del alquiler) que pese a abordar algunas de las cuestiones más reclamadas en los últimos años (alquiler, rehabilitación) siguen sin dar respuesta al enorme problema existente por su incapacidad por romper con los intereses del tinglado financiero e inmobiliario construido desde hace décadas en torno a la vivienda. Y sin embargo está aprovechando estas reformas legislativas para introducir modificaciones regresivas en materia de suelo, supresión de la obligación de edificar viviendas protegidas, merma de derechos de los inquilinos,… La reforma de la Ley hipotecaria se ha quedado muy lejos de las demandas recogidas en la ILP que abogaba por la dación en pago retroactiva y el alquiler social. Las tibias mejoras de la nueva ley son insuficientes frente a las necesidades de los hipotecados y las condiciones abusivas impuestas por las entidades financieras. En este sentido el código de buenas prácticas bancarias que el Gobierno aprobó para intentar reducir el problema de los desahucios hipotecarios apenas ha tenido un impacto real y en su primer año solo ha ofrecido soluciones prácticas (dación en pago, reestructuración de la deuda) a menos de mil familias y el “fondo social de viviendas en alquiler” puesto en marcha por 33 entidades financieras con aportación de 6.000 viviendas para atender a familias desahuciadas solo ha recibido unos cientos de solicitudes. Las medidas planteadas por el gobierno apenas protegen a unos miles de hogares cuando los desahuciados se cuentan por decenas de miles cada año y centenares de miles soportan problemas de acceso, exclusión o excesivo endeudamiento. Las medidas del gobierno no inciden sobre la causa del problema ni ofrecen soluciones paliativas en la dimensión que se necesita. En España la solución del problema de la vivienda no es técnica, es política. Es un problema de hegemonía social y política, que posibilite poner la riqueza al servicio del interés general (como recoge la Constitución Española). Lo triste es que no son los gobiernos y los parlamentos los que ponen freno a los abusos inmobiliarios y financieros (con excepciones como Andalucía) y sean los jueces y tribunales los que estén poniendo coto a algunos de los excesos (desahucios, cláusulas abusivas, cláusulas suelo,…) Se puede plantear un listado de medidas concretas e interrelacionadas, cuya efectividad conjunta depende de la aplicación simultánea de todas ellas: 1) Constituir un amplio parque de vivienda social en alquiler. La mejor alternativa para garantizar a corto plazo un amplio parque de vivienda social en alquiler es movilizar los millones de viviendas vacías ya construidas, a través de mecanismos tanto públicos como privados, dando facilidades y garantías al alquiler y penalizando a los propietarios que no cumplan con la función social de la vivienda como alojamiento. Todas las viviendas públicas disponibles se incorporarían al parque de alquiler social. El sector del alquiler necesita una profesionalización frente a la “deficiente” situación actual de la oferta de alquiler. Los arrendatarios necesitan estabilidad y una mayor oferta –en cantidad y calidad- de alquiler asequible (competitivo frente a la compra). Los propietarios requieren sobre todo garantías de cobro y agilidad en la resolución de los posibles conflictos. Esta relación asimétrica entre propietario e inquilino puede equilibrarse mediante mecanismos públicos y privados de intermediación y de cobertura de los posibles riesgos (impago, desperfectos). Las bolsas públicas de vivienda pueden y deben jugar un papel primordial en este sentido, e impulsar otros mecanismos de gestión sin ánimo de lucro como las cooperativas de inquilinos. Desde el punto de vista de los fondos públicos, se deben sustituir las desgravaciones fiscales del alquiler en el IRPF, que favorecen en gran medida a los propietarios sin cumplir ningún tipo de condición o precio máximo, y reorientar los fondos liberados hacia ayudas directas al inquilino –según su renta- o al pago de seguros de cobertura a propietarios que arrienden sus viviendas por una cuantía inferior al alquiler social. En las zonas donde persista una necesidad no satisfecha de vivienda habitual se actuará sobre las viviendas vacías existentes, prioritariamente sobre las viviendas propiedad de entidades financieras y sociedades mercantiles y, si fuera necesario, también sobre las viviendas propiedad de particulares: - Gravar las viviendas vacías en zonas con urgente necesidad de alojamiento y con los recursos obtenidos financiar la política de alquiler social. El gravamen afectaría inicialmente a entidades financieras e inmobiliarias propietarias de viviendas desocupadas. En el caso de los propietarios particulares a través del IRPF podría sumarse un recargo al porcentaje que ya grava el valor catastral de las viviendas que no constituyen residencia habitual ni están arrendadas. - Expropiar temporalmente el uso de las viviendas vacías e incorporarlas al parque de alquiler social, abonando a su propietario el correspondiente alquiler social y garantizando el correcto mantenimiento y conservación de la vivienda cuando sea reintegrada a su propietario. 2) Reorientar la política y el presupuesto público en vivienda El objetivo de la actuación pública debe ser garantizar el derecho a la vivienda al conjunto de la población, para lo que se debe actuar prioritariamente sobre el amplio parque residencial construido y desocupado y dejar de subvencionar nueva edificación residencial. Simplemente reorientando hacia la rehabilitación para habitar y el alquiler social los fondos públicos que ya se venían destinando a vivienda habría recursos para actuar sobre cientos de miles de viviendas cada año: ayudas al alquiler para familias con recursos insuficientes, cobertura fianzas de alquiler, pago póliza seguros de propietarios que alquilen a precios asequibles, créditos blandos y subvenciones para la rehabilitación de viviendas que se incorporen al parque de alquiler social,… La fiscalidad debe dejar de subvencionar la posesión y compra de una vivienda y pasar hacia un esquema más exigente de responsabilidades a la propiedad, que incorpore gravámenes y penalizaciones en el caso de que la propiedad (en este caso la vivienda) se desentienda o atente contra su función social. 3) Ayuda a los hogares para evitar/minimizar desahucios Ayuda a hogares con problemas para hacer frente al pago de su vivienda. En el caso de hogares que residan en alquiler y no puedan hacer frente al pago por circunstancias de empobrecimiento sobrevenido las ayudas podrán ser de una ayuda al pago del alquiler (si el alquiler no supera el máximo fijado) o su acceso a una vivienda del parque de vivienda social en alquiler. Antes de un posible desalojo se deberá garantizar una alternativa alojamiento digno. En el caso de hogares hipotecados por la compra de su vivienda habitual se establecerá una moratoria de desahucios (o una expropiación temporal) mientras dure la crisis en casos de empobrecimiento sobrevenido y en tanto no se pueda garantizar una alternativa de alojamiento digno. La prioridad en todo caso es que esa familia mantenga la propiedad de la vivienda, a través de facilitar la renegociación de plazos y cuotas hipotecarias, supresión de toda cláusula abusiva, reducción intereses de demora,… En esta labor el gobierno a través de las entidades financieras nacionalizadas y del ICO debiera jugar un papel más proactivo en impulsar otra política de vivienda: movilizando sus viviendas vacías hacia el parque de alquiler social, impulsando buenas prácticas hipotecarias y la moratoria de desahucios por empobrecimiento sobrevenido mientras dure la crisis, renegociando plazos, ofrecer seguir como inquilino frente al desahucio de su vivienda habitual,… 4) Cambios para evitar los abusos hipotecarios Hay que cambiar la ley hipotecaria para introducir la dación en pago obligatoria, reducir el tope máximo de intereses de demora, elevar de forma efectiva el porcentaje mínimo del valor de tasación a efectos de subasta al 80%, reducción del número máximo de años de hipoteca,… La dación en pago retroactiva (para casos de vivienda habitual y pobreza sobrevenida) tiene fuertes implicaciones sobre el funcionamiento y solvencia del sistema financiero que deben ser tenidas en cuenta, pero que no deben frenar el objetivo de ayudar a los hogares y ofrecerles otra oportunidad de retomar su proyecto vital. No importa tanto si se conceden menos hipotecas o si éstas serán a priori más caras. Es que tiene que haber menos hipotecas en la medida que el alquiler sea una alternativa real y asequible y haya menos compraventas. Y no tiene porqué penalizar económicamente a los que quieran comprarse su vivienda habitual: al reducirse el atractivo inversor de la vivienda y primar su valor de uso, se reducirá el coste de adquisición de la vivienda y el importe a financiar, lo que compensará el aumento de los intereses hipotecarios derivado de hipotecas más seguras para el hipotecado.