Aspectos fundamentales de la Revolución francesa

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LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Aunque convertida en una primera potencia europea, a fines del s. XVI la monarquía francesa vivía una
situación económica de bancarrota. Los ministros intentaron modificar las leyes para poder recaudar más
impuestos, pero la oposición forzó la convocatoria de los estados generales, es decir, de los representantes de
la nobleza, el clero y la burguesía que marcaron el inicio de la Revolución francesa y la liquidación de las
estructuras del Antiguo régimen.
El período revolucionario (1789−1799) pasó por diversas etapas. La primera, de carácter moderado, estuvo
marcada por la constitución de 1791 y el gobierno de los girondinos. La segunda, mucho más radical, por el
gobierno del Terror impuesto por los jacobinos. La tercera, bajo el gobierno del Directorio, significó el
retorno a la moderación, alterada por continuos golpes de estado; el último de ellos fue propiciado por el
propio Directorio y entregó el poder a Napoleón Bonaparte.
Los antecedentes de la Revolución
Acabada la guerra de los Treinta años, Francia se había convertido en una gran potencia europea. Su
economía continuaba siendo esencialmente agraria, pero se había iniciado un proceso de industrialización y
las colonias le permitían sostener un comercio exterior importante. No obstante, el estado arrastraba un déficit
considerable y era incapaz de poder atender los gastos que originaba su política exterior.
Cuando, en 1765, Luis XVI subió al trono, la situación ya se había vuelto insostenible. Se estima que, entre
1770 y 1785, el coste de la vida aumentó en Francia un 45 % mientras que los salarios sólo subieron un 17 %.
La monarquía absoluta no se adecuaba a la nueva realidad social La burguesía era, sin duda, la clase social
más sensibilizada ante estos hechos, pero es necesario constatar que la miseria convertía al pueblo en su aliado
más fiel.
El ministro Calonne elaboró una reforma tributaria Pero tanto la asamblea de notables como los parlamentos
se negaron a aceptar estas medidas y forzaron la convocatoria de los estados generales, es decir, la
representación de los tres estamentos del Antiguo régimen, es decir, la nobleza, el clero y la burguesía Las
sesiones se iniciaron en Versalles el 5 de mayo de 1789. El rey rechazó la propuesta de la burguesía de otorgar
un voto a cada participante en lugar de uno a cada estamento, y los representantes del tercer estado fueron
expulsados de la sala de sesiones. Por lo que se comprometieron a permanecer unidos hasta conseguir una
constitución para su país.
La mayoría de l clero y una parte de los de la nobleza decidieron unirse a la propuesta de los burgueses, y de
este modo, el 9 de julio de 1789, pudo ser proclamada la asamblea nacional constituyente.
La toma de la Bastilla
El pueblo de París seguía con atención estos acontecimientos. El pueblo exigía armas y las fue a buscar a la
fortaleza de la Bastilla, auténtico símbolo del absolutismo monárquico, que el 14 de julio de 1789 fue ocupada
por una masa de indigentes. Los representantes de la burguesía se atemorizaron ante las dimensiones que
había adquirido la movilización popular. Era necesario mantener el orden, y por eso impulsaron la creación de
la guardia nacional; su jefe fue el marqués de Lafayette, quien gozaba de gran prestigio a causa de su
intervención en la guerra de Independencia de las colonias inglesas de América del Norte.
La crisis de la monarquía
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Mientras la aristocracia huía del país el 4 de agosto la asamblea nacional aprobó importantes leyes de un gran
alcance social y político: la nueva legislación proclamaba que todos los ciudadanos de Francia estaban unidos
por el lazo de la fraternidad y que, en adelante, tendrían un trato de igualdad ante la ley, quedarían abolidos
los privilegios de los nobles y del clero, y los impuestos serían repartidos de una manera equitativa. Era la
declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, aprobada por la asamblea el 26 de agosto de 1789.
Implícitamente se rechazaba la monarquía, y se defendían los principios de libertad Luis XVI se opuso a los
acuerdos de la asamblea nacional, y esto motivaría uno de los episodios más multitudinarios de la Revolución.
El pueblo de París recorrió los treinta kilómetros que separan Versalles de la capital para pedir públicamente
al rey que sancionase los acuerdos de la asamblea. La multitud asaltó el palacio, y sólo la intervención de la
guardia nacional pudo impedir un atentado contra la familia real. Ante la situación, Luis XVI no tuvo otro
remedio que ceder a las peticiones. Su legislación económica acabó con el Antiguo régimen. Las propuestas
legislativas de la asamblea nacional entraron muy pronto en conflicto con la Iglesia. Ésta vio desaparecer sus
propiedades y su independencia, así como su privilegio de religión oficial del estado. De acuerdo con la
constitución civil del clero, aprobada en 1790, los obispos y los párrocos serían elegidos por sufragio, y todos
los clérigos estarían obligados a jurar la constitución. A los curas que se negaron a aceptar el juramento les fue
prohibido administrar los sacramentos. El 3 de septiembre de 1791 la asamblea nacional aprobó la nueva
constitución, que, en definitiva, era un documento de carácter liberal y monárquico ponía el poder legislativo
en manos del parlamento elegido, y la justicia en manos de funcionarios del estado. El resultado de las
elecciones, que tenían todavía un carácter restringido, dio más de 250 diputados a los feuiliants (derecha
monárquica de La Fayette, Barnave, etc.), 136 a los jacobinos (Brissot, Condorcet, Carnot, etc.) y unos 350 a
un sector amplio del centro (independientes o constitucionales) y un pequeño número de diputados de la
extrema izquierda (cordeliers: Merlin de Thionville, Basire, Chabot). Cuando, en 1792. estalló la guerra con
Austria la situación cambió. La proclamación de la República y la caída de la monarquía
El rey había intentado huir, pero fue detenido en Várennos por la guardia nacional y trasladado como
prisionero a las Tullerías. Surgieron las divisiones en el seno de los jacobinos y en el seno de los cordetiers.
Con las fronteras sitiadas por las monarquías europeas, la asamblea legislativa siguió un proceso de
radicalización que llevó a la división entre la Montaña (jacobinos y cordeiíers) y la llanura (independientes y
moderados). La monarquía fue abolida y se proclamó la república. A continuación, las movilizaciones
populares provocaron la disolución de la asamblea legislativa y la formación de la Convención nacional,
elegida por sufragio universal. Luis XVI adquirió, en el nuevo contexto político, la condición de traidor a la
nación. Los líderes revolucionarios le incriminaban en sus discursos. Robespierre, cada vez más influyente,
exigía su ejecución. La bandera de Francia era ahora tricolor, y su himno, la Marsellesa. Declararon la guerra
contra Austria por su colaboración con los nobles franceses refugiados.
Todo hacia inminente la condena de Luis XVI y, en efecto, el 20 de junio de 1792, una multitud asaltó las
Tullerías y pidió la ejecución del rey. Acusado de conspirar contra la libertad y la seguridad de la patria, fue
condenado a muerte por 380 votos contra 310 y guillotinado el 21 de enero de 1793.
El triunfo jacobino y el Terror
A pesar de que el ejército francés había obtenido su primera victoria militar importante ante sus enemigos en
Valmy, en septiembre de 1792, su situación era cada vez más desesperada: ya era prácticamente toda Europa
la que estaba en guerra con la Francia revolucionaria. los girondinos en junio de 1793 fueron finalmente
derribados y perseguidos por los jacobinos en este periodo se ejecutó a la reina María Antonieta de Austria
(16 de octubre de 1793).
Robespierre se convirtió muy pronto en el dueño de la situación. Impulsó la promulgación de la constitución
del año I (1794) y obtuvo éxitos importantes ante la sublevación monárquica de la Vendée. Su política incluía
la movilización militar y una economía dirigida Pero las tensiones internas y las medidas que aplicaron, así
como las persecuciones, la fijación de precios y salarios insostenibles. El 26−27 de julio de 1794 la burguesía
estuvo en condiciones de provocar la caída de Robespierre, quien poco tiempo después sería ejecutado junto
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con otros dirigentes jacobinos (Saint−Just, Couthon, etcétera).
La vuelta al orden burgués
El nuevo poder se planteó la reconducción de la Revolución hacia posiciones más moderadas. Fue suprimido
el Terror y fueron puestos en libertad los prisioneros, fue promulgada una nueva constitución, la del año III
(1797). Se establecieron dos consejos legislativos, el de los Quinientos y el de los Ancianos; el Directorio,
consejo ejecutivo del estado, estaba formado por cinco miembros, elegidos por los Ancianos de una lista de 50
nombres propuesta por los Quinientos. Se estableció una separación estricta de poderes ejecutivo, legislativo y
judicial. Durante este periodo que gobernó se sucedieron los golpes de estado tanto de carácter monárquico
como revolucionario.
El asedio exterior contra la Revolución
Paralelamente al proceso revolucionario comenzado en 1789, se desarrolló la guerra exterior. En abril de
1792, las monarquías absolutistas europeas estaban preparadas para intervenir, pero fue Francia, gobernada
por los girondinos, la que declaró la guerra. Luis XVI aprobó la declaración sin pensárselo dos veces, porque
veía en esta guerra la posibilidad de precipitar el fracaso de la Revolución. En agosto de aquel mismo año, las
tropas de Austria y Prusia ya habían penetrado en Francia y ocuparon Verdún, pero, en septiembre, el general
Dumouriez obtuvo en Valmy la primera gran victoria francesa y obligó al enemigo a retroceder hasta
Bruselas. En el mes de noviembre, la Convención nacional declaró la guerra a Gran Bretaña. El primer
ministro británico, William Pitt (1759−1806), concertaba la alianza militar con Austria, Prusia, las Provincias
Unidas de los Países Bajos, Rusia y España.
En Francia eran los tiempos de Robespierre el ejército se reorganizó y se fortaleció, unido ante el peligro
exterior. En septiembre de 1793, Carnot derrotó a los británicos en Hondschoote; en octubre, venció a los
austriacos en Wattignies; y en diciembre expulsó a los británicos de Tolón y ahuyentó a los enemigos
continentales hacia el este.
Después de la anexión de Bélgica y de la ocupación de los Países Bajos austriacos, Francia obligó a la
coalición monárquica a firmar la paz de Basilea (1795). España y Prusia se desentendieron del conflicto.
Napoleón Bonaparte
Paralelamente, empezaba a sonar el nombre de un nuevo militar en los ambientes parisienses: Napoleón
Bonaparte. Su activo papel junto al Directorio le valió el mando del ejército en Italia (1796). El paso siguiente
fue la firma de la paz de Campo Formio, también en 1797, que implicaba el reparto de Bélgica e Italia entre
Francia y Austria, Napoleón Bonaparte se trasladó a Oriente (1798); combatió contra los británicos en San
Juan de Acre y llegó hasta Egipto; allí ganaría la batalla de las Pirámides, pero la superioridad de la armada
británica le obligó a volver a Francia después de la derrota naval de Abukir (1799).
Dio el golpe de estado del 9 de noviembre de 1799 (18de Brumario). De este modo acababa la Revolución
francesa y se iniciaba para Francia una nueva etapa política, que recibió el nombre de Consulado.
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