Grupos de desarrollo personal de jóvenes con discapacidad

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Grupos de desarrollo personal de jóvenes
con discapacidad intelectual
pertenecientes a un hogar de protección
Groups of personal development of young people
with intellectual disability belonging to a child
welfare institution.
María Teresa Muñoz Quezada
Universidad Católica del Maule.
Resumen
En el siguiente artículo se presenta el
seguimiento de tres años de una intervención psicológica grupal en mujeres
con discapacidad intelectual pertenecientes a un hogar de protección de
la comuna de Talca. La intervención
tenía la finalidad de potenciar el desarrollo personal de las jóvenes para integrarse en diversos contextos sociales,
participar en la comunidad, y además
incrementar el conocimiento de sí mismas y sus relaciones interpersonales.
La experiencia demostró ser una instancia de encuentro y aprendizaje, en
que lograron potenciar capacidades
cognitivas, además de mejorar su comunicación, el autocontrol y manejo
de la impulsividad. Se considera relevante realizar más investigación sobre
la efectividad de la intervención grupal
en personas con discapacidad, confiar
en la propia experiencia del grupo y en
sus capacidades.
Palabras claves: Discapacidad, intervención grupal, hogar de protección.
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Abstract
In this paper is shown the monitoring
of three years of group intervention for
young people with intellectual disability from a child welfare institution of the
commune of Talca. The intervention
had the purpose of promoting personal
development of young people to make
them possible to integrate into diverse
social contexts, take part in the community, and also increase the knowledge of their selfs and interpersonal relations. This experience demonstrated to
be an instance of meeting and learning,
where they could promote cognitive abilities, in addition to improving his communication, self-control and handling of
the impulsiveness. It is important the
development of more investigation on
the effectiveness of group intervention
for people with disabilities, to trust in
the group’s own experience and in their
abilities.
Key words: Disability, group intervention, child welfare institution.
1. Introducción: Planteamiento de la problemática
Actualmente las políticas nacionales hacia personas con discapacidad promueven la integración física, funcional y social, generando espacios para la participación en contextos educativos, laborales y comunitarios, entre otros, fortaleciendo su inclusión desde sus propias decisiones e intereses (MIDEPLAN, 1995,
2005; MINEDUC, 2005; FONADIS, 2006).
Por otro lado, el Servicio Nacional de Menores (SENAME, 2008) se propone
no sólo proteger y promover los derechos de niños, niñas y jóvenes que han sido
vulnerados, sino que también su integración social. Esto abarca tanto a las instituciones con modalidad de protección como a las relacionadas con la atención de
jóvenes en conflicto con la ley. La idea es velar por que los organismos responsables promuevan la integración y desarrollo de los niños y jóvenes considerando
sus diversas formas de ser y hacer.
En este contexto, se propuso realizar con jóvenes mujeres que presentan discapacidad intelectual, física y sensorial residentes en un centro de protección simple perteneciente a la red SENAME, una intervención psicológica grupal durante
tres años enfocada al desarrollo personal, autoconocimiento y fortalecimiento de
la participación y de sus relaciones interpesonales. La experiencia se enmarcó en
un centro de protección simple con internado perteneciente a la comuna de Talca,
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VII región de Chile, en el cual residen personas con discapacidad intelectual leve,
moderada y severa, con discapacidades físicas, sensoriales, psiquiátricas y retos
múltiples, cuyas familias de origen están en riesgo social, en términos de pobreza
y generalmente viven en zonas rurales, en los alrededores de la comuna.
La intervención consistió en generar un espacio de encuentro grupal, cuyo propósito se enfocaba en que las jóvenes interiorizaran el autodescubrimiento y autocomprensión, y que además les permitiera desarrollar relaciones interpersonales
y de comunicación efectiva entre ellas. Funcionaron como grupos de crecimiento
personal, basados en la dinámica grupal emergente. Los objetivos de la intervención pretendían favorecer la integración social de las jóvenes, promoviendo el
conocimiento y comprensión de sí mismas, establecer relaciones de significado y
sentido entre su conducta actual, imagen personal, valores, y su historia de vida,
y fortalecer sus relaciones interpersonales y comunicación asertiva.
A continuación, se presenta en una primera instancia el marco referencial de
la intervención para posteriormente describir y analizar la evaluación acerca de
la experiencia de los grupos de desarrollo personal y sus consecuencias en el
proceso de integración social de las jóvenes.
2. Marco referencial
2.1 El contexto: de la normalización a la inclusión
Según el Primer Estudio Nacional de la Discapacidad (INE y FONADIS, 2005),
en Chile existe un 12.9% de personas con algún tipo de discapacidad, cifra que
correspondería a 2.068.072 individuos, siendo 1 de cada 8 personas del total de
la población quienes presentan dicha condición. La región del Maule sería la zona
más prevalente con personas que presentan discapacidad, cuyo porcentaje corresponde a un 17.77%, lo que equivale a 168.251 personas. Otro aspecto interesante es que solo un 4,4% de personas con discapacidad en nuestra región ha
accedido en este último año a servicios de rehabilitación, siendo más bajo que el
porcentaje nacional que corresponde a un 6,6%.
En Chile, desde 1994 la integración social de personas con discapacidad fue
transformada en ley (nº 19.284), y a partir de ahí han surgido una serie de propuestas y programas para poder incluir a dichas personas en las distintas instancias
de desarrollo que ofrece la nación, donde entidades como el Ministerio de Edu-
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cación (MIDEDUC), el Fondo Nacional de Discapacidad (FONADIS), el Ministerio
de Planificación (MIDEPLAN) y otras instituciones tanto públicas como privadas,
han gestado iniciativas que promueven la integración educacional, laboral, física y
social de quienes presentan alguna discapacidad.
Según varios autores (Puig de la Bellacasa, 1990; Flynn, LaPointe, Wolfensberger y Thomas 1991; Ortiz, 1997; Manosalva, 1998; García, 1998; Egea y Luna,
1999; Marchesi, 2000; Ainscow, 2001; Luque, 2003; Casado y Egea, 2002; Sanhueza, 2004; Egea y Sarabia, 2005) la integración de las personas con discapacidad ha pasado por varias etapas y procesos sociales, históricos y culturales
que han generado distintas cosmovisiones sobre su aceptación e incorporación
social. En Chile aún se vivencia un proceso de transición, y si bien es reconocida
de manera legal la integración social, algunos contextos aún se manejan desde
un modelo institucional ligado a lo médico. Aquí no se pretende desconocer o
desmerecer a quienes fundamentan sus intervenciones desde los modelos biomédicos o institucionalizados, sino que reconocer la necesidad de evolucionar en
la forma de pensar y actuar, no sólo con las personas que vivencian algún tipo de
deficiencia o minusvalía, sino que también frente a todo individuo, considerando
la diferencia como parte de lo cotidiano, teniendo presente que la discusión actual
sobre la igualdad y las oportunidades sociales para todos, pasa justamente por
saber identificar y comprender el contexto y las características de la diversidad de
desarrollos y expresiones humanas.
2.2 Jóvenes con discapacidad en hogares de protección
Al revisar el estudio de los “Efectos de los Programas del SENAME en la Integración Social de Niños y Niñas” (SENAME, 2005), se puede observar que cerca del 45% (correspondiente a 314.342 niños, niñas y jóvenes) de los egresos
de menores ocurre en los centros de protección, pero dentro de este sistema,
sólo un 4,7% (14.841) de los niños y jóvenes que asisten a centros de protección
que atienden discapacidad, y centros de rehabilitación que atienden trastornos
mentales, logran egresar, siendo unos de los más bajos, después de los centros
de rehabilitación conductual, considerando, además, que estos últimos no están
relacionados con la protección, sino con el cumplimiento de condena. Esto indica
que las instancias de reinserción social en los hogares y centros para niños y
jóvenes con discapacidad son mucho más bajas que el común de los centros de
protección. Más aún, muchos de los niños y jóvenes con discapacidad son reingresados al sistema, dejando en claro la dificultad de llevar a cabo los programas
de reinserción familiar y social.
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Algunas organizaciones de derechos humanos y encargados de centros de
protección (SENAME, 2005; UNICEF, 2006), entregan antecedentes del abandono de las familias de los niños y jóvenes con discapacidad en las instituciones
de protección, quienes posteriormente son abandonados y recluidos por la sociedad. En el centro de protección observado, los padres y familiares de los niños y
jóvenes residentes, provienen de sectores de extrema pobreza, muchos poseen
alguna psicopatología o discapacidad intelectual, algunos presentan problemas
con la justicia, además del poco interés y acogida hacia la aceptación del hijo con
discapacidad, es decir, los padres tratan de no hacerse cargo del niño, argumentando por lo general sus dificultades económicas, presentando escasas visitas y
apoyo a la integración de los niños y jóvenes al espacio social. Por lo tanto, la institución se transforma en el pilar fundamental de la formación e integración social
de los niños y jóvenes a la sociedad, y a la vez, vela por su desarrollo psicológico,
físico y social.
He aquí la razón de que el centro de protección considere dentro de sus estrategias de inserción social la creación de grupos de desarrollo personal, los cuales
se transforman en un espacio de vínculo y apoyo mutuo para poder integrarse a
la sociedad o en última instancia, para poder participar de manera activa en la
comunidad.
2.3 El grupo como instancia de desarrollo en las personas con discapacidad
Rogers (1990) describe una serie de estudios sobre los grupos de encuentro
o de crecimiento personal. Estos grupos tienen como objetivo fortalecer el desarrollo personal, la comunicación y relaciones interpersonales de la persona, por
medio de la experiencia colectiva. Reconoce en sus estudios que las personas
en dichos grupos manifiestan cambios en su autoconcepto, elaborando la toma
de conciencia de los propios sentimientos y capacidades que irían potenciando
progresivamente en sus vidas, en la medida en que vivencian el proceso grupal.
Plantea también que las organizaciones manifiestan cambios constructivos y de
una mayor eficiencia, cuando las personas que pertenecen a ellas participan en
grupos de crecimiento personal, obteniendo como resultado ser más conscientes
de sus logros y sentimientos, además de aprender cómo manejar dichos sentimientos de manera congruente y comprometida consigo mismo y el grupo.
Si bien existen diversos enfoques en la intervención grupal que van a estar
ligados al paradigma y concepto de grupo que subyace en la teoría de Rogers
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(Sánchez, 2004), los enfoques con un paradigma más fenomenológico, como es el
enfoque humanista, psiconalítico, transpersonal y gestáltico, abordan con mayor
recurrencia temáticas de desarrollo personal, como el autoconcepto y autoestima,
comunicación efectiva, relaciones interpersonales, crecimiento personal, entre
otros, además de abarcar situaciones del presente de la persona y la búsqueda
de soluciones desde sus propias capacidades y destrezas (Rogers, 1990; Castanedo, 1990; Tomasulo, Keller y Pfadt, 2004; Guimón, 2006 ).
En la actualidad, existen diversas asociaciones e instituciones educativas que
trabajan con la intervención grupal para potenciar el desarrollo y crecimiento de
niños, jóvenes y adultos con discapacidad. Si bien no se han realizado muchas investigaciones sobre la efectividad de las intervenciones, las experiencias abundan
con diversas metodologías. Por ejemplo, desde un enfoque más psicodinámico,
en el hospital de día de Ginebra (Galli, 2002), se implementaron grupos terapéuticos con personas que presentaban discapacidad intelectual, cuyos resultados
mostraron una mayor integración de las personas al grupo y a las actividades cotidianas que realizaban, además de aportar de manera efectiva en los tratamientos
individuales.
Cedeño (2005) describe la utilidad de trabajar con técnicas psicodramáticas
en grupos de niños con discapacidad intelectual. Aplicó un taller de psicodrama
en una escuela especial, con un grupo de niños, de 12 años aproximadamente,
con discapacidad intelectual leve y rasgos psicóticos. Los niños lograron mejorar
su comunicación, disminuir conductas agresivas, asumir roles sociales y potenciar
los aprendizajes de los contenidos programáticos de la escuela.
Tomasulo, Keller y Pfadt (2004) mencionan que, en general, las terapias de
grupo con personas que presentan discapacidad intelectual han sido limitadas.
Plantean que muchos clínicos consideran que realizar psicoterapia con personas
con discapacidad mental nos es muy efectivo debido a sus dificultades verbales
y cognitivas. Sin embargo, se ha demostrado su efectividad en dichas personas
cuando se utiliza cierto estilo directivo con sesiones relativamente estructuradas y
concretas, estimulando más los procesos sensoriales y afectivos del aprendizaje
al utilizar técnicas activas e interactivas. Dichos autores aplican con éxito terapias
grupales para personas con discapacidad mental utilizando el enfoque y técnicas
del psicodrama, las que les permiten potenciar habilidades sociales, autoestima,
además de fortalecer el aprendizaje y desarrollo emocional. Por otro lado Lynch
(2004) menciona que si bien las intervenciones terapéuticas en personas con
discapacidad intelectual se han realizado desde principios del siglo XX, se hace
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necesario efectuar investigaciones empíricas que demuestren su efectividad y comunicar experiencias de intervención.
En Chile, Quijada y Torres (2007) desarrollaron una intervención, también fundamentada en el psicodrama, con ocho niños que presentaban discapacidades
físicas e intelectuales severas. En catorce sesiones lograron aumentar la socialización, las habilidades psicomotoras y cognitivas de los niños con respecto al
entorno inmediato, orientándolos en el encuentro de su propio lenguaje y fortaleciendo sus relaciones vinculares. Por ejemplo, una técnica del psicodrama denominada caldeamiento, que busca preparar a la persona para la acción, tuvo mucho
éxito al permitirles facilitar la expresión y contacto personal por medio del juego
expresivo y la música.
Como se puede observar, la intervención grupal en personas con discapacidad
mental ha sido relativamente abordada tanto en la literatura científica como no
científica, siendo prácticamente inexistente en jóvenes con discapacidad mental
pertenecientes a hogares de protección.
A partir de lo anterior, surge el interés de socializar la evaluación de estas
intervenciones, con el fin de dar a conocer la estructura y procesos de cambio
vivenciados por las jóvenes.
3. Metodología
Para evaluar el proceso de intervención grupal realizado durante los tres años
que duró el programa, se utilizaron metodologías cualitativas y observacionales de
la conducta. Se aplicaron técnicas de entrevista focal con las educadoras de trato
directo y con las participantes de los grupos, y entrevistas en profundidad con las
participantes y directora del centro de atención. Con respecto a las metodologías
de observación, se aplicaron tanto sesión por sesión, como en forma posterior a
la intervención grupal. Dichas observaciones fueron realizadas por estudiantes
de psicología, las educadoras de trato directo de las jóvenes y por el facilitador
grupal. En las observaciones se pretendía observar tanto dentro como fuera del
grupo cambios con respecto a sus habilidades sociales, autoconcepto, comunicación, relaciones interpersonales, además de observar su comportamiento fuera
del contexto del hogar, con el fin de registrar su adaptación e integración a otros
entornos sociales.
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Las intervenciones grupales se realizaron con una metodología participativa –
activa, con sesiones semiestructuradas, utilizando un enfoque de intervención humanista, basado principalmente en las técnicas de intervención grupal de Rogers,
técnicas de imaginerías, técnicas gráficas y proyectivas, y algunas técnicas cognitivas enfocadas al autocuidado, relajación y manejo conductual. Se realizaron 12
sesiones cada año, con un grupo de 12 mujeres, seis de las cuales presentaban
discapacidad intelectual leve y seis discapacidad intelectual moderada. Dos de
ellas presentaban además sordera, una presentaba parálisis cerebral, otra hemiparesia izquierda, otra joven presentaba paraplejia, y otra presentaba además esquizofrenia. Sus edades fluctuaban entre los 14 y 35 años. Las sesiones duraban
dos horas y se realizaron en las dependencias de la institución. Las intervenciones
se realizaron durante tres meses cada año. Se repetían los temas y contenidos,
variando las actividades, con la finalidad de facilitar los procesos de cambio y
aprendizaje de las participantes.
Los resultados fueron discutidos a partir de un análisis interpretativo posterior
a las intervenciones; la información fue codificada, para posteriormente construir
categorías generales que permitieran comprender el proceso vivenciado por las
participantes.
3.2 Descripción de las sesiones
A continuación se describirá brevemente los contenidos de las sesiones, para
entregar una orientación de los temas tratados y así poder entender los resultados
obtenidos.
Sesión 1: Primer encuentro, presentación y conformación del grupo. Se mencionan las reglas del grupo, las finalidades del taller y sus temáticas. Además Se
consulta a las jóvenes sobre los temas de interés que quisieran abordar en los
encuentros.
Sesión 2: Encuentro de facilitación y confianza con el grupo. Se realizan actividades que se relacionen con el fortalecimiento de la confianza y cohesión grupal.
Sesión 3. “Conociéndose”: Desarrollar técnicas de autoexploración de su propio
autoconcepto y autoestima que manifiestan tanto de manera explícita como implícita en su vida cotidiana.
Sesión 4 “El cambio personal”: Lograr que las jóvenes identifiquen sus fortalezas
y debilidades para, a partir de las fortalezas, cambiar conductas que tanto ellas
como las educadoras de trato directo perciben como poco adaptativas.
Sesión 5 “Cómo me ven en el grupo”: Explorar cómo se perciben entre sí las jóvenes y fortalecer el vínculo y la comunicación entre ellas.
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Sesión 6 “Mis amigos”: Conocer y reafirmar los vínculos con las amistades y personas que ellas aprecian.
Sesión 7 “El hogar”: Fortalecer vínculos con el hogar de protección, compañeras
y cuidadores.
Sesión 8 “Mi familia”: Fortalecer vínculos familiares y valoración de sus orígenes.
Sesión 9 “Proyecto de vida”: Explorar las proyecciones de cada una con respecto
a sus vidas, construyendo sus propias metas, con respecto a su desarrollo personal.
Sesión 10 “Mi relación con la comunidad”: Fortalecer el conocimiento, compromiso
e integración a la comunidad en las jóvenes.
Sesión 11 “Estrechando lazos con mis compañeras”: Fomentar vínculos positivos,
de compromiso y de cuidado entre ellas.
Sesión 12 “Cerrando una historia”: Evaluar logros y aspectos que se pueden mejorar tanto a nivel personal como grupal.
Si bien estos fueron los temas centrales tratados en los grupos, las actividades
y situaciones fueron modificadas según las necesidades que emergían de las participantes en el momento, por lo tanto no fueron totalmente estructuradas, pero los
contenidos fueron desarrollados según lo descrito, con el fin de lograr los objetivos
mencionados anteriormente.
4. Resultados
A partir de los datos entregados por las entrevistas, grupos focales y observaciones, se puede percibir que los grupos de desarrollo personal permitieron una
mayor cohesión de parte de las participantes, lograron que se conocieran en mayor profundidad, que establecieran un contacto y confianza más íntima y a la vez
potenciaron el trabajo en equipo tanto dentro como fuera del hogar.
Por otro lado, se perciben ciertos cambios en el estilo comunicacional, desarrollándose más la simetría, generando esfuerzos de parte de ellas por decir lo que
piensan de una manera más asertiva, disminuyendo el trato violento, esperando
su turno en una conversación, y escuchando respetuosamente a las demás cuando manifiestan su opinión.
Se potenciaron valores y la confianza entre las participantes, mejorando la
relación interpersonal con aquellas compañeras que estaban más bien aisladas
o excluidas del grupo. En este sentido, la dinámica del grupo apuntó a la acep-
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tación y comprensión de las diferencias entre ellas como algo posible, si bien
presentaban dificultades para aceptar la conducta de una de sus compañeras que
sufre trastornos psiquiátricos, se esforzaron por entenderla y respetarla en su diversidad. Al mismo tiempo, dicha compañera demostró gratitud por la aceptación,
disminuyendo sus conductas agresivas hacia ellas.
También se potenció la capacidad de entregar cariño, respetar las normas y
valores del grupo, expresar afectos positivos y comprensión por sus compañeras
más desvalidas sin desmerecerlas por su condición.
Las jóvenes manifestaron una mayor integración social, tanto en el proceso de
los talleres como posterior a su término, facilitándose la participación, comunicación y relación en entornos sociales externos al hogar, principalmente, viéndose
fortalecidos los espacios de interacción escolar y centros laborales protegidos,
más que los espacios públicos en general.
Con respecto a ciertos cambios personales, se potenció su autoestima, expresada a través de comentarios verbales más positivos sobre sus logros y capacidades. También aumentaron las conductas de autocuidado, disminuyendo su
tensión tanto física como psíquica. En este sentido se dieron menos situaciones
de pelea o conflicto entre ellas.
Algo interesante de mencionar, es el desarrollo de ciertos roles y liderazgo de
parte de algunas de las participantes. Dentro de las sesiones se manifestó el rol
maternal que muchas asumen con sus compañeras que presentan discapacidades más complejas o son más inmaduras en su desarrollo. Se percibió además
cierto respeto por una de ellas que manifestaba un mayor dominio no sólo de conocimientos y destrezas, sino también de la dinámica grupal. Ella lograba generar
ciertas alianzas y admiración de parte de sus compañeras, muchas jóvenes la
mencionaban como un referente positivo, aspecto que no se percibió como algo
conciente de parte de ella, quien tenía, más bien, una actitud de displicencia con
algunas de sus compañeras que presentan mayores dificultades cognitivas y de
comprensión social. Sin embargo, se advirtió un mayor respeto y comprensión de
su parte en la medida que avanzaban las sesiones del grupo.
Se observó que existen ciertos temas y situaciones en los que ellas mezclan
la realidad con la fantasía, como por ejemplo proyectarse en concebir matrimonio y tener hijos. Esto es un indicador de la escasa percepción de los prejuicios
y límites sociales que presentan sobre el tema, guiándose más bien por ciertos
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modelos que ellas observan en su alrededor, como la experiencia de vida de las
educadoras de trato directo. Pero, por otro lado, es importante mencionar que
sus comportamientos no apuntan hacia el logro de dichas situaciones, sino que
conforman la proyección que desean de sí mismas y que les permite mantener un
valor positivo con respecto a su imagen, lo que deriva en acciones más motivadas
y de mayor autocontrol.
Con respecto al proceso grupal, es importante destacar el nivel de producción,
elaboración y comprensión cognitiva de las jóvenes. Si bien su condición de discapacidad intelectual se considera una limitante para la realización de actividades
que requieren cierto nivel de abstracción, las participantes se ajustaron sin dificultades, mostrando procesos de autoconciencia e instancias de diálogo interactivo,
respetando turnos y retroalimentando la conversación. En este sentido, en todo
momento los diálogos fueron coherentes y consistentes, dándose el inicio, desarrollo y cierre de un contenido para pasar a otro. La escucha activa fue en un principio lo más complejo para las participantes, sin embargo, a partir de la mitad de
las sesiones ya eran capaces de controlar el impulso de interrumpir, sin necesidad
de que el facilitador les recordara que debían esperar su turno.
Si bien las intervenciones lograron resultados positivos y significativos en el
cambio del comportamiento de las participantes, hay que mencionar que existen
algunos elementos que se deben potenciar y fortalecer en las jóvenes.
Primero, se observó que los cambios que se mantuvieron y aumentaron en el
tiempo, serían la cohesión grupal, el trabajo en equipo y el fortalecimiento de normas y valores. Sin embargo, su autopercepción, autoestima, respeto entre ellas, la
asertividad, la comunicación efectiva, el saber escuchar, y en parte la integración
social, fueron disminuyendo a partir del tercer mes de terminadas las intervenciones. Es decir, se manifestaron de manera positiva en un principio, pero en la
medida que pasaron los meses, después de finalizado el taller, se perdieron y
olvidaron los procesos logrados por las participantes, volviendo en algunos casos
a las dinámicas de comportamiento desajustado. Pero, por otro lado, se observó
que en el momento de volver a realizar los talleres o cuando se realizan actividades similares en los contextos en que ellas participan, se logra un cambio y adquisición mucho más rápida que en las situaciones anteriores, logrando reajustar la
conducta en el proceso grupal que reinician.
En general, se observó que los grupos de desarrollo personal fueron una instancia
de encuentro y aprendizaje para las jóvenes, logrando potenciar ciertas capacida-
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des cognitivas como la memoria a corto y largo plazo, la comprensión, el darse
cuenta, la elaboración de representaciones y esquemas nuevos de sí mismas, el
pensamiento abstracto, la resolución de problemas, el autocontrol y manejo de la
impulsividad. Se percibió que al finalizar los talleres, las participantes manifestaron
a nivel verbal y no verbal, una sensación de bienestar, disminuyendo con ello las
situaciones estresantes, y fortaleciendo los vínculos y relaciones interpersonales
tanto dentro del hogar como en otras instancias donde se relacionan con la comunidad.
5. Discusión
A partir de los resultados, se puede observar que tal como lo planteaban Cedeño
(2005) Galli (2005), Tomasulo, Keller y Pfadt (2004), la intervención terapéutica con
personas que presentan discapacidad intelectual en instancias grupales es factible y genera cambios en el comportamiento de los participantes y en su entorno.
Es relevante destacar la productividad que generó el trabajo grupal en las jóvenes,
potenciando espacios de expresión, de retroalimentación, comunicación y comprensión, desarrollándose una sinergia que posibilitó el cambio de manera conciente y
colectiva, donde prácticamente todas las participantes se autorregularon y motivaron
para generar instancias de comprensión y adaptación en el contexto social en que
interactúan.
Es importante resaltar los espacios de discusión y de integración que se generaron por medio de estos encuentros, donde los procesos de cambio y aprendizaje ocurrieron desde sus propias experiencias. En este sentido, se puede decir que
dichas intervenciones grupales se orientaron desde el paradigma de la inclusión.
La institución adaptó sus recursos, técnicas e intervenciones a las capacidades y
características de las jóvenes, con el fin de generar espacios que fortalecieran su
integración y participación no sólo en el marco institucional, sino, que principalmente,
en el entorno social que les rodea.
Ahora, es importante tener presente que la institucionalización de las jóvenes se
manifiestó en los procesos de intervención grupal. Las historias de las participantes
tienen en común el abandono, la negligencia y el maltrato, que se suma al hecho
de tener que compartir entre ellas espacios comunes, tanto dentro como fuera del
hogar. Esto facilitó ciertos procesos como la cohesión, el trabajo en equipo y la comunicación, debido a la interacción cotidiana y prácticamente permanente del grupo,
pero al mismo tiempo aumentaron los conflictos y las tensiones producto de la rutina
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y monotonía de la convivencia cotidiana. De hecho se observó que las dificultades
emergían por ciertas rencillas históricas entre ellas, o por ciertos roles que desde la
institución les entregaban a algunas de ellas, situación que les otorgaba más poder
en la dirección y toma de decisiones del grupo, y que generaba molestia mal canalizada, derivando en ocasiones a la agresión verbal y psicológica. Sin embargo, se
observó que los encuentros grupales de desarrollo personal, facilitaron un ambiente
de unidad y comprensión en las participantes, provocando una renovación y distensión de las relaciones interpersonales entre ellas, por lo que se podría concluir que
las instancias de desarrollo personal generaron un espacio no sólo de crecimiento
individual, sino también de integración y aceptación de sus pares.
Además, es importante mencionar los aspectos que hay que potenciar a largo
plazo con respecto a los resultados de las intervenciones. Estos serían: el autoconcepto, la asertividad, la comunicación y la integración social, los que disminuyen
después de pasado un tiempo de la aplicación del taller. Posiblemente estas habilidades se ven desfavorecidas por la situación de institucionalización de las jóvenes,
o por sus limitaciones cognitivas. A partir de esto, se cree pertinente mantener el
trabajo grupal, además de combinar con intervenciones individuales y reforzar la
conducta asertiva y las habilidades sociales aprendidas en la relación cotidiana de
las participantes.
Con respecto a la modalidad de intervención, se percibe como una fortaleza el
enfoque humanista que subyace a la labor del facilitador. Si bien respecto de dicho
enfoque no se han desarrollado investigaciones e intervenciones que amparen su
efectividad en grupos de personas con discapacidad intelectual, se observó que la
escucha activa, el responder comprensivo, y el expresar propositivo sin confrontaciones, generan un ambiente carente de amenazas y siempre abierto a la comprensión y aceptación. También produjo una relación constructiva con las participantes
y facilitó los procesos de autoexploración y aceptación del otro. En este sentido, si
bien ciertas técnicas tenían características más cognitivas, como las técnicas de
relajación y manejo conductual, y se utilizaron ,en ocasiones, acciones directivas de
parte del facilitador para orientar la impulsividad de las participantes, la postura en
la intervención y en la forma de relacionarse con las jóvenes fue más bien de guía
para lograr los objetivos y orientar las situaciones grupales, pero sin ejercer presión
ni recompensa. Sólo se conducía al grupo con una actitud empática y comprensiva,
generando un clima de seguridad y confianza. Esto permitió que las jóvenes participaran abiertamente, manifestaran sus opiniones y procesos sin sentirse juzgadas ni
criticadas en el momento de mostrar sus dificultades, generando un clima positivo y
de ayuda mutua.
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También es relevante mencionar que las técnicas, estrategias o enfoques de
las intervenciones grupales con personas que presentan discapacidad intelectual
van siendo efectivas en la medida en que se consideran las características, capacidades y estilos de personalidad que presentan. Si se parte con un modelo
preestablecido y estructurado que contemple una intervención pareja para todos,
el resultado va a ser descontextualizado de la realidad personal de las personas.
Un terapeuta o facilitador grupal en este aspecto tiene que ser versátil, manejar
diversas técnicas y estrategias tanto clínicas como educativas, y ajustarlas según
las necesidades y características del grupo. También, debiera saber innovar y
crear en el momento de la intervención, manejar diversos estilos y formas de comunicación, como el lenguaje de señas para personas con discapacidad auditiva,
las vibraciones, el movimiento corporal, el tacto, la comunicación por medio de
tonos musicales, la comunicación por medio del dibujo, entre otros, considerando
ante todo las formas de representar la realidad y estilos de comunicación de las
personas con quienes va a intervenir. Además, debiera ser acogedor y directivo a
la vez, saber poner límites con comprensión, buscar constante retroalimentación
del grupo para saber si es entendido y está entendiendo a la vez.
Por último, es importante motivar y generar instancias de investigación con
respecto a la efectividad de los procesos de cambio y de aprendizaje de dichas
intervenciones grupales, principalmente con el fin de tener antecedentes que no
sólo respalden científicamente su ejecución, sino que también permitan mejorar
y potenciar las intervenciones con personas con discapacidad intelectual. Hasta
el momento la efectividad de las intervenciones grupales orientadas al desarrollo
personal se han guiado más por la experiencia directa que por el aporte científico y
teórico. Si bien se observan cambios cualitativos, sería significativo poder abarcar
una mirada sistematizada con respecto al proceso de intervención y la evaluación
de resultados de los grupos de desarrollo personal.
Finalmente, estas experiencias permiten reflexionar sobre los efectos de las intervenciones terapéuticas y educativas, y orientan a superar el uso de manuales
preestablecidos en la intervención grupal, considerando de manera prioritaria la
propia experiencia del grupo que al final será el que guíe en el proceso de facilitación o intervención.
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