Madrid 14 Febrero de 1904. fllma Espaüola Guerra ruso-japonesa •i. EL BOMBARDEO Y COMBATE NAVAL DE PUERTO-ARTURO Nuestro distinguido colaborador señor Caula, con datos precisos á la vista, ha reconstruido en un sugestivo dibujo el primer combate de la contienda ruso-japonesa. El resumen de la versión oficial rusa es el siguiente: la escuadra japonesa—16 barcos y 20 torpederos sorprendió en la noche del 8 á la rusa, fondeada en el lago del Puerto-Arturo, ocasionándola averias de consideración. En la popa del Cesarewich, un torpedo destruyó el departamento del timón y el servomotor. Otros torpedos causaron graves daños en la proa del Rewistar y en el Pallada. La caldera de este último estalló, y en principio se juzgó el barco perdido; pero merced á hábiles maniobras pudo salvársele. En la madrugada del 9 fue bombardeada por los japoneses la orilla de Puerto-Arturo, sosteniéndose un fuego muy vivo entre la escuadra y los fuertes. Murieron dos oficíales y ocho marinos rusos. Hubo 50 heridos. DIBUJO DE CAULA. EJEiYiPiHR: 10 céntimos. HIma Espaííola EL eONFIíICTO RUSOOñPOHES choque entre Rusia y el Japón era inevitable desde 1898. La campaña que el imperio japonés sostuvo contra China, 1894 y 1895, tenia por objeto establecer ¡a hegemonía del Japón en Asia, iniciar la reforma en el Celeste Imperio, impedir á tiempo que ios rusos se apoderasen de la Mandchuria y librar á Corea de la dominación china. Los japoneses lograron en aquella lucha una completa victoria. Obligaron á China á reconocer la independencia de la nación coreana, y que cediese ai Japón la Península de Lico-tung, con Puerto-Arturo, que los japonese; habían' conquistado quedando asentada la supremacía de! Imperio del Sol Naciente en Asia. Dueño el Japón de Puerto-Arturo y su Península, juzgó conjurado el peligro de la invasión de la Mandchuria por Rusia; pero el gobierno del zar, apoyado por Francia y Alemania, notificó entonces a' gobierno de Tokio que la posesión de la Península de Lico-tung en manos de los japoneses constituía una amenaza constante para la capital de China, y hacia ilusoria la independencia de Corea. En su consecuencia se le conminaba para abandonar lo conquistado, so pena de ser arrojado por la fuerza. Ante ia amenaza de las potencias europeas c ligadas, no tuvo el Japón más remedio que ceder; pero previendo lo que podría ocurrir, demandó que Rusia se comprometiera oficialmente á que las tropas del zar no ocuparían ni PuertoArturo ni su Península. La única respuesta recibida fué que Rusia no tenía designio alguno sobre la Mandchuria, y cuando ei Japón pidió que tal manifestación se consignara en un Tratado formal, se le contestó que esto era dudar de la buena fe de Rusia. Dos años más tarde, hacia la mitad de 1397, la Mandchuria estaba literalmente invadida por comisiones de ingenieros, brigadas de topógrafos y de obreros, todos rusos y escoltados por cosacos, que reconocían el país, construían vías férreas, estaciones y fuertes para protegerlas, disponían alojamientos para destacamentos y efectuaban otra porción de actosque denunciaban claramente los propósitos del gobierno de! zar. En el invierno de aquel mismo año, asi que los japoneses evacuaron Puerto-Arturo, presentóse allí una escuadra rusa manifestando que iba sencillamente de invernada. El Japón, alarmado, pidió seguridades de que que así seria, y se le afirmó que, transcurrido eí invierno, los buques rusos saldrían del puerto. W Febrero de 1904 Pero ocurrió todo lo contrario. Al año siguiente se supo que Rusia había negociado con China el permiso para ocupar PuertoArturo, como en alquiler, y el almirante moscovita conminó á los buques de guerra ingleses, que se hallaban á la sazón en aquella bahía, á evacuarla inmediatamente, pues si no serían expulsados por la fuerza. Inglaterra ced'ó,, y este acto de debilidad fue un golpe tremendo para el prestigio británico en el Extremo Oriente. matanzas y atropellos cometidos contra tos europeos. En cambio de esta complacencia, c! gobierno de San Petersburgo trató de obtener nuevas concesiones de China en Mandclmria, que nominahnente, al menos, continuaba figurando como provincia del Celeste Imperio. Pero no pudo Rusia entonces conseguir lo que pretendía, viéndose, por el contrario, obligada á ajusfar un convenio por el que se comprometía á evacuar la Mandchuria y entregarla á las autoridades De este modo la plaza conquistada por chinas en 8 de Octubre de 1903. ios Japoneses en franca lid en 1895, pasó, por Llego la fecha señalada para la evacuación, una serie de subterfugios, á manos de Rusia y Rusia, lejos de cumplir lo convenido, ocuen 1898. pó á A-liilíden el 3Ü de Octubre del mismo Los rusos entonces se dieron prisa á forti- año, y siguió acumulando tropas y más trotificar Puerto-Arturo de un modo formidable; pas en ia región ocupada contra derecho, y aproximándose cada día más á las ro nteras septentrionales de Corea. El Japón formuló entonces de im modo preciso y categórico sus demandas ai gobierno del zar, pidiendo á éste que reconociese en un Tratado formal la soberanía de China sobre !a Mandchuria, no satisfaciéndole las va.-as promesas que h.nsta entonces había dado Rusia, y las cuales nunca habían sido cumplidas. Porque es de advertir que Rusia, dueña de la Mandchuria y de Puerto-Arturo, domina á Corea y ame • naza constantemente á Pekin, que se encuentra á poca distancia. «Corea es una flecha que apunti al corazón del Japón», según dicen los hijos del Imperio del Sol Naciente. Por cientos y cientos de kiDESTACAMENTO RUSD lómetros, las costas de Corea se hallan frente á frente á las costas de! Japón, y prolongaron hacia la cesta el ferrocarril á través de la Mandchuria, levantaron fuertes desde la isla de Tsushima, situada á !a mitad en todos los puntos estratégicos de la co- de! Estrecho que separa el Japón de la Comarca, establecieron guarniciones y funcio- rea, los japoneses pueden casi distinguir las narios públicos; en fin, contra todas las se- (ierras de la Península vecina. De la Corea guridades y promesas hechas ai Japón, con- obtiene asimismo el Japón muchos de los virtieron toda ia Mandchuria en una provin- productos alimenticios que necesi'a, y es asimismo aquel país territorio necesario á la cia rusa. Estalló entonces el levantamiento de los expansión de la siempre creciente población boxers, y el Japón se apercibió para la gue- japonesa. Corea, independiente, no es un peligro para los japoneses, sino un campo rra. Sus escuadras estaban dispuestas; el ejército no aguardaba más que una señal; abierfo á su actividad, con beneficio de! pais pero, por influencias de Inglaterra, los japo- coreano. Pero aquella Península, en manos neses abandonaron sus propósitos contra de Rusia, es la pérdida segura de la existenRusia, y en lugar de la campaña "í intenta- cia del Japón como nación independiente, en ban contra ésta, entraron en la coalición eu- un plazo brevísimo. Los gobiernos de! zar han comprendido ropea para libertar las legaciones en Pckin •también ia excepcional importancia de la Pey castigar á ios boxers. Esto dio á Rusia algún respiro; pero las nínsula coreana, tanto para redondear con su horrorosas matanzas cometidas por las tro- posesión su supremacía sobre Asía, como pas moscovitas en Blagoveslchensk, en la para reducir á la impotencia al rival que han. encontrado en el Imperio del Sol Naciente. Mandchuria, avivaron la tensión y el odio del Por más de treinta años han luchado Rusia japonés contra el ruso. y Japón para doitiinar con su influencia en la .> ;. . . . 5P¥¥ ..; corte de Corea. Los japoneses apreciaron en Después que las tropas aliadas libertaron seguida que, á menos que los coreanos adopá Pekín de manos de los boxers, ííusia apo- tasen rápidamente los procedimientos que el yó á China en su resistencia al castigo de las Japón había seguido para desterrar las antiautoridades que resultaban culpables de las guas rutinas asiáticas y entrar decididamen- 14 Febrero de 1904 (c en el campo de la reforma á la europea, caeriaii inatíectiblcineiiíe bajo el dominio del poderoso imperio ruso colocado á su vecindad. De aquí ios esfuerzos que ferminaroii en la guerra de 1894, en la que las tropas japonesas conquistaron !a Corea tras una rá*pida campaña. En 189(3 ajustóse un Tratado entre el Japón y Rusia, por virtud del cual las dos potencias signatarias ejercerían en mancomún una especie de protectorado sobre Corea á fin de asegurar la implantación de reformas progresivas en aquel país. Rusia no cumplió aquel Tratado, sino que, al contrario, desembarcó tropas en Cliemulpo, consiguió tener en sus manos al rey de Corea y pretendió alcanzar algunas concesiones particulares que la colocaban en posición ventajosa y preferente con respecto al Japón. Pero éste adoptó una actitud enérgica, tomó medidas decisivas, y Rusia, que no estaba preparada para la guerra, cedió. Por el protocolo Nishi-Roscn, firmado en 1898, Rusia reconoció la supremacía industrial y comercial del Japón en Corea. Pero á los dos arios, ó sea en 1900, Rusia intentó íiacerse dueña de Masampó, magnífico puerto en el Sur de la Península coreana, y desde el cual se domina el mar del Japón y el Estrecho de Corea. Sobrevino entonces el levantamiento de los boxers, y esto distrajo la atención de I^usia, con lo cual fracasó su intento de hacerse dueña de Masampó. Las tácticas del gobierno de San Petersburgo tomaron entonces otra dirección, encaminándose á dominar en las vastas regiones de la Mandchuria, desde las que podían ser una amenaza constante para el Imperio Cliino y dominar la Corea en el momento en que lo ju^v:a3en conveniente. Además la posesión de Puerto-Arturo aseguraba á los rusos el dominio inmediato del golfo de Pet-ch¡íi-li y del Mar Amarillo. El gobierno del zar lia conseguido en los últimos tres anos lo que pretendía con respecto á la Mandchuria. Ma ocupado militar- .JNl-^NTERÍA JAPONESA Hlma Española ineníc el país; ha Icvaniadü íortaiezas en los punios estratégicos; ha construido vías férreas que han puesto en coniiniicaeión Puerto-Arturo y Uladivostok entre si y con c¡ íerrocarril transiberiano, ó sea con la Rusia europea; ha fundado el impoitaníe puerto militar de Dalmy, que contribuye, con Puerto-Arturo, á ía posesión del Mar Amarillo, y ha conseguido, en fin, dominar prácticamente la ribera occidental del rio Yaiu, que constituye la frontera entre la Corea y la Mandchuria. Las consecuencias de todo esto ¡as apreciaron bien pronto tanto Rusia como el Japón. Los coreanos, pueblo débil, no tardarían en inclinarse al Jado del más fuerte; China en decadencia iría, de concesión en concesión, hasta someterse por completo á la influencia del coloso moscovita, y el imperio japonés quedaría completamente anulado iiasta llegar á ser una dependencia esclava de Rusia. Contra esto no podía menos de rebelarse el sentimiento nacional del Japón y, sin considerar lo desigual de la lucha con el inmenso poderío del zar, aprestarse á ella con todos sus medios disponibles. En 13 de Enero último el Japón dirigió á San Petcrsburgo una Nota diplomática, cortés y amistosa en el tono, pero firme en el fondo, en la cual pedia á Rusia, por medio de un Tratado, el reconocimiento definitivo de la soberanía china en ¡a Mandchuria y la abstención, por parte de Rusia, de toda ingerencia en Corea. Ni se pedía en esla Nota la evacuación de Puerto-Arturo ni el abandono del ferrocarril construido por los rusos á través de la Mandchuria. Pero las semanas iban transcurriendo, y la respuesta de Rusia no llegaba. Entre tanto, Rusia iba concentrando por tierra formidables elementos de guerra en la Mandchuria y enviando por mar fuerzas navales á reforzar los que ya poseía en el E.xtremo Oriente. Así, pues, después de veinticuatro días de espera, el Japón se encontraba sin respuesta oficial de Rusia, y las fuerzas militares y na- vales de ésta aumentando constantemente de un día para otro, de suerte que e¡ diicma para el Japón era bien claro, ü seguir D!];uardanco una respuesta de Rusia que podía no ser satisfactoria y llegar cuando el enemigo hubiera acumulado tantos eleuieníos que luiblcran hecho la ¡ucha absolutamente imposible para los japoneses y renunciar entonces á su existencia como nación, ó adoptar una decisión radical y declarar rolas las negociaciones y afrontar decididamente la lucha armada. Y esto es lo que han hecho. VICENTE VERA. rricf^^-rt..«»- .f» ^ n r . . y ~ - ^ ^ L juicio que en mi anterior artículo emití ^ respecto á la civilización japonesa me lia producido bastantes interpelaciones, escritas y verbales, aprobatorias unas y contradictorias otras. A contestarlas todas dedico ias siguientes líneas, sin el menor comentario. Hace unos doce años vino á Europa el barón japonés Rentaro Kaneko, entre los suyos político eminente y filósofo spcnceriila; diré de paso que, según un célebre librero japonés, Maruga (el Fernando Fe de Nihon-bashí), ya los japoneses miran á Spencer como anticuado. Eí barón Kaneko, miembro de la Asociación de Derecho Internacional, venia á Europa á abogar por que se suprimiera para el Japón la marca étnicamente infamante del derecho de extra-territorialidad de los europeos residentes en su país; pero de paso quiso visitar á Spencer, y obtuvo para él una carta de recomendación. Vivía el filósofo muy retirado, y el japonés tenia pocas esperanzas de ser recibido; pero con gran satisfacción vio que Spencer lo recibía con los brazos abiertos, lo convidaba á ARTILLERÍA JAPONEÍi.V 11 Febrero de 190* fllma Española Encaramándose idealmente sobre las fronalmorzar con él en el Athencum Club, y no se cansaba durante muchos días de oírle con- teras, se ve el vivir de los demás pueblos. testar á infinitas preguntas sobre todo lo hu- Inglatera se arquea, Francia bulle, Alemania mano y divino japonés. Marchó, por último, é Itaüa se desperezan para la' acción. Sólo el buen Kaneko á Ginebra, donde se reunía . en las negradas africanas ó en las montañas la Asociación, y allí defendió bravamente la del Tibet, la vida transcurre en un bostezo causa de la igualdad de japoneses y europeos animal que no tiene término ni consuelo. Yo pienso con estupor todavía en aquel ante el progreso; pero sus colegas no le convencían, y llamó en su auxilio á su reciente tremendo 2 de Mayo de 1898 en que se hizo amigo Spencer, el cual, con fecha 26 de pública en Madrid !a noticia del desastre de Agosto de 1892, ie contestó lo que en subs- Caviíe. ¡Ah, me condenara el cielo á vivir tancia, voy á transcribir de la carta que re- centenares de años, y no lo olvidaría jamás! Veo la larga caravana de gente que se dicientemente publicada en The Times tengo rige jubilosa á la Plaza de toros; oigo el claá la vista. moreo insistente y monótono con que los «La política japonesa debe consistir, sobre aurigas ofrecen sus trenes á la comodidad ó todo, en mantener ian alejados como se pue- al afán de los que temen llegar con retraso da á europeos yamericanos. Vuestra posi- á la truculenta fíes*a de la sangre; evoco ción en presencia de estas dos razas, mucho ios corrillos mal olientes de la Puerla del más poderosas^ será de continuo peligro. Sol, en los que el cesante prorrumpe en Cambiad con ellos productos materiales y trenos contra la ínsfabtlidad de don Práxeaun mentales, pero no permitáis que se os des y el covachuelista, en misereres por su acerquen más que lo absolutamente necesa- posible inestabilidad; advierto, con mortal rio para este fin. No reviséis los tratados desasosiego, que cada cual marcha con la para abrir el Japón á gente blanca, ni á su misma indiferencia mecánica.que de ordinacapital; en cuanto ganen un punto de apoyo rio á sus quehaceres ó á sus regalos... Y me en vuestro imperio, empezará eí proceso de pregunto imperativamente, si es que no estoy vuestra sumisión. No concedáis á razas po- loco: si este 2 de Mayo de 1893 no es una derosas propiedad territorial, ni siquiera lar- cfeméridc tremenda de la I-Iistoria; sí no se gos arriendos de territorio; arriendos anuaacaba de cometer en el mundo un colosal les, y gracias; y digo lo mismo respecto á despojo; si una porción de hermanos nuespermisos de residencia. Ni siquiera para ex- tros no acaban de fenecer tostados por las plotar vuestras minas contratéis técnicos ni llamas ó sorbidos por las olas; sí no se acaobreros blancos, ni en manos de éstos dejéis ba de rectiíicar, torciéndolo, e! curso de los vuestro cabotaje. Y en cuanto al permiso y pueblos; sí es posible que Madrid sepa eso y fomento de matrimonio entre blancos y ja- no se dé por advertido; si es posible, por poneses, no por razones de filosofía social, fin, que de lo alio el cielo escupa tales rensino por razones biológicas, impedidlos á cores y que el hombre siga indiferen.e su toda cosía; cuando el resultado de una evo- camino, sin crispaciones en los puños, sin lución de millares de años ha establecido dimás calor en las mejillas.... vergencias étnicas, como las que hay cn're Digo que fui testigo de la impía escena el blanco y el japones, el mestizo, sobre que señalo. Silvela tuvo razón a! decir poco todo á la segunda generación, presenta una después que España era un país sin pulso. constitución caótica, impropia para vivir ni Hubo luego una tentativa heroica que no á la europea, ni siquiera á la japonesa.» conviene dejar en olvido... Aquel toque de Spencer concluye rogando aí barón Kaneko rebato de la Cámara Agrícola del Alto Araque no dé á ¡a publicidad su carta, que re- gón, en que se reveló como un luminar nuevo sultaría muy impopular en Inglaterra, donde el verbo avasallador de Costa. Y nada tamya se tramaba la alianza anglo-japonesa. poco. El país, por lo visto, seguía aún sin pui•so. Malos augures de luto vestidos anunciaJB^JARO ALAS. ron cu aquellos días el fin de la nacionalidad».:. os ríos son carreteras que marclian",—dijo Pascal.—Así los tiempos. Y acarrean, en sus ondas, con las iágrimas, el ardiente anhelar de las generaciones. Pueblo parado, es pueblo muertb. Las petrificaciones no convienen á la vida. La gente gubernamental de Espaíía sufre, sin embargo, el anhMo ó mejora, la obsesión de la tranquilidad, de la tranquilidad á todo trance, de una tranquilidad espesa y material y alta como una montaña que lo circundara todo. Eso no se halla sino en las viejas tumbas, al día siguiente de las hórridas fermentaciones. \v-, ..;^,.,,. •.%.;.";.•.'.:.•:-• .' • Malos augures. Porque España está en pie y con un rayo en cada mano. Torpe y ciego quien no lo vea. Yo no sé suficientemente sí la vieja parábola de la resurrección de Lázaro podría tener lugar acomodado en estas líneas, porque muchas veces físicos é historiadores han confundido el colapso con la muerte. Pero esta actividad moral de que España comii nza á dar lozanas muestras, oirece en lo externo todas las maravillas de una resurrección. Mal año para nuestros profesionales de la política, porque barrunto que no se trata ya de gobernar necrópolis. A los sepulture- ros va á ser fuerza que substituyan los hombres de Estado. ¡Oh, vivir! ¡Pero es que esos autores de los catecismos políticos al uso no han podido sospechar siquiera la soberana extensión de la vida! Vivir no es someterse constantemente, sino muchas veces resistir. Vivir no es mostrarse siempre de humor plácido, sino algunas veces irascible. Vivir no ^es entonar á todas horas el Rosario, sino de cuando en cuando la Carmañola. Vivir no es solo dormir, sino gritar y rebullirse. Vivir es tener un hígado con bilis, y un cerebro con pensa mientoíí, y un corazón que ritma sus latidos al compás de todas las brisas y todos los huracanes de la vida. Viví es atacar, vivotear, es desistir. Señales de los tiempos son que el pueblo español resurja verticalmente á la vida. ALEJANDRO SAWA. MIRANDO Á EUROPA E cuando en cuando, sobre nuestro pueblo adormecido pasan ráfagas de energía. Las multitudes silban á políticos retóricos; grupos'de trabajadores exaltados dan mueras al paso de unos frailes; las caricaturas de la Prensa agitan los mentidcros de café, y el couplet político llena los,teatros por horas. ¿Cómo FC determinan estas sacudidas populares, estas callejeras agitaciones, estos vientos de fronda aldeana? ¿Quién produce tales renacimientos periódicos? ¿Cuál es, y de qué clase, esta corriente poderosa que, de cuando en cuando, reanima el fatigado espíritu popular? Meditando sobre estas cosas, he leído las iníe-esantes opiniones que acerca de El patriotismo y el amor á la Itumanidad exponen en La Revue los más autorizados filósofos, moralistas, poetas, historiadores, etnógrafos y cuentistas de Francia. Porque, ¡caso singular, que debe ser recogido y aun comentado largamente!: en cuantas enquetes ha publicado La Revue, ni un solo político profesional metió ia .cuchara. Las alturas de la meditación y del sentimiento están, en aquel país intelechial, vírgenes de la planta del político. Ai revés que aquí, donde nuestros primates del Congreso dominan caciquilmente en las Academias, y donde no hay Ateneo, ni Sociedad literaria ó científica, libre de ser presidida por cualquier vulgar ex subsecretario. Por la curiosa enguele desfilan, sinceros y valientes, desde Emilio Boiitraux, director de la Fundación Thiers, sabio de rincón y de ostracismo, hasta Octavio Mirbeau, literato de los más populares y íeneur de los más conocidos en el mundo dé la elegancia. Toda esa guardia pretoriana de la mentalidad, toda esa nobleza del talento, expone Ideas singulares acerca del paírioiismo-lieclio, enfrente del patriotismo-idea. Y es muy de notar, que aun '¿s mismas plumas, capita- lí Febrero de 190* ñas de la Francia señora, siempre irritables C Á U S T I C O DE L A ^ S E M A N A , POR KARIKATO. ante la memoria de Sedán, luchadoras incansables por el pafrioiismc-lierlio, cantan, en el recogimiento de la soledad, la suprenrcía moral dei pafriotismo-idca. Es decir, que Alfredo Fouillé, que Julio Claretie, que Emiíio Faguet, que Anatole France, que Paul y Víctor Margueritte..., que todos esos hombres en cuyos libros, en cuyos versos, en cuyas crónicas, en cuyo teatro vibra el odio á los intrusos de la Alsacia, ó desfallecen las melancolías de la debaele —hoy, puestos en confesión, dicen ¡os sentimientos de su alma. El patriotismo es la injusticia, es la fuerza, es la barbarie. Los antiguos conquistado; es son hordas de asesinos, y entre Napoleón y Atilano no hay más diferencia que la del liaje. Hoy mismo, el patriotismo de la cancillería y del protocolo sigue siendo injusto, bárbaro y brutal. En las correctísimas notas diploniálicas hay un malvado fondo de at-opcHo, y la serpiente l.'ite bajo la yerba... Siendo esto asi, el pafriotisiiw-idea~no como sentimiento, ni como especulación, nt como utopia, sino como realidad que serenamente va penetrando en las almas—, condena las farsas del viva, e( virus de la charanga patriotera, la sumisión del pueblo inconsciente, el rebaño por la integridad del territorio. EL HERMANO DE LA PAZ... JAPO^ESA El patriotismo de! porvenir es la ¡dea de Una cosa es predicar y otra cosa es el dar trigo. aquella Internacional ahogada por los rencores, mueita en flor por odios plebeyos. No se dirá que haya fronteras geográficas, ni límites comerciales, ni ch\ses distintas. Serán pauna dificultad insuperable para la producción triotas del porvenir el obrero y el patrono, el dramática; ya el espectador se avergonzaría literato y el gafián, el rey y el mozode cuerda. de ser inconsciente, de rendirse á la emoción ¿Es que la idea de semejante patriotismo niiSUNfiS eONSIDERIieíOHES sin i mptear el juicio y hacer intervenir el raSOBRE El» TERTIÍO MODERNO zonamiento; y el saber novicio, aplicado con está informada por un espíritu sensiblero, por un latido romántico, por un altruismo de s digno de estudio el estado de ánimo del apresuramiento disculpable, es causa de errocomedia cursi? No. Semejantes lirismos ranres peregrinos: se da el caso de que gentes público actual, con respecto á las obras cios no caben en los espíritus serenos; re- dramáticas: desdeña lo viejo y aún no ha que por intuición y sentimiento hubiéranlo pugnan al delicado gusto natural de los hom- aprendido á estimar y saborear lo nuevo; por aplaudido, rechazan un final de acto, neganbres artistas; son el liumas que fecunda la lo cual, verdaderamente, es muy difícil darle do la buena ley dramática al procedimiento planta del político farsante. gusto, y creo yo que los autores de buena fe de efecto, sólo porque han oído decir que el La id^a del patriotismo del porvenir-viene que al mismo tiempo se sientan con la abne- efectismo es tacha en los modernos cánones de los cerebros pensadores, y llegará á los gación suficiente para renunciar á la popula- dramáticos. Pero estos mismos que niegan la legahdad artística de ciertas viejas leyes corazones grandes. ¿Sin fronteras, sin ejérci- ridad inmediata, más que de halagaría, han tos, sin escuadras, sin ministerios," sin obis- de preocuparse de educar esta opinión esté- teatrales, no saben, sin embargo, prescindir de ellas, y porque faltan, niegan su sanción á pos, sin generales? ¿Es, pues, la hilra anar- tica que vacila, se desorienta y no sabe á otras obras. quista? qué carta quedarse. No. Hay que negarlo en redondo, porque Es evidente que la cultura artística del púTodo autor que innova ha de sufrir el desresueltamente hay que rechazar á los falsos blico,—sobre todo en cuestión literaria,—se vío dei público, compendiado en la frase saintérpretes. No se pide el incendio, ni se pre- ha extendido notablemente durante los últi- cramental «esto no es teatro», y si persiste, dice la demolición, ni se vocifera el extermi- mos quince años: las gentes van aprendiendo acontece que, andando los tiempos, viene á nio. Como dice Anatole France, «se habla la á leer, y ya saben, aunque sólo sea de oídas, reputarse obra genial del autor la casi fracaverdad, que siempre ha bastado». qTie hay buen gusto y mal gusto en cuestión sada. Acaece en otras ocasiones que un autor Cada hombre convencido de que el patrio- de comedias y de libros. Y acaece que nada ha logrado ganarse la estimación del públitismo-lieclio es la barbarie, de que la guerra es tan variable como estos calificativos refi- co, y que en aquel momento histórico llega á es una salvajada, de que su conquista es un riéndose á obras dramáticas, tanto en lo con- noticia de la masa el nombre y el ensalzamiento de una cualidad—maestra según el crimen, será un patriota del porvenir... cerniente á la creación de ellas como en Y se reirá de estos grandes comediantes aquello otro que con la interpretación se re- último figurín—en las lides teatrales: estrena de las alturas que, devotos del amor á la lacione. Autores y actores son juzgados harto por entonces el autor de tanda una obra humanidad, inician, como el zar, el Congreso diversamente por generaciones distintas y á cualquiera, y el público y la crítica le atribuyen in continenti la tal cualidad, aun cuando de Ginebra, ó dibujan, como el kaiser, por 'veces por una misma generación. sea la única que falte en la obra, y de las sus propias imperiales manos, el escudo de Esta media ciencia del público actual,— obras del autor la primera que carezca de la la bandera de la paz. precursora de un bien, puesto que indica tal cualidad. CRISTÓBAL DE CASTRO. principio de cultura,—constiluye hoy por hoy Hlma Española De esta ¡¡icSecisióii del público participan,— naturalmente, puesto que de él viven,—las empresas. Convencidas están de que lo antiguo ya no da dinero, y, sin embargo, no se atreven á esfrenar lo nuevo por miedo de que tampoco le de; andan en querencia de la obra maestra y no saben en qué la han de conocer; quisieran ir con !a evolución y no quieren oír á los evolucionistas, que han de ser, por ley natural, los modernos, los jóvenes; oyen hablar de tendencias nuevas, de estilos y doctrinas de íronteras al'á, desean obras de acuerdo con tales tendencias, hecíias con arreglo á tales estilos, inspiradas en (ales doctrinas..., pero han descubierto, para recíiazarías si se presentan, el comodín de la imitación. Y no se representa ninguna. Con lo cual el teatro de Espaíía languidece por culpa de iodos. La temporada q :e vamos pasando no puede ser más triste; á pocas como ella, los españoles habrán perdido definitivamente la costumbre de ir al teatro. ¿F^or qué sucede esto? Claro es que no abundan tos autores geniales; esto no ocurre solamente en España. La actualidad de! arte es una medianía discreta y de buen gusto, como es la vida de esta nuestra época: no hay en !o cotidiano de !a exisíi^ncia moderna de esos grandes ciioques ó de esas ardorosas impaciencias que han soliviantado el alma de otras generaciones y que han puesto en su arte grandes alientos y soplos gallardos. Nuestras emociones son matices, y nuestras desdichas tedios; ya las resonantes catástrofes y los temerosos problemas no nos interesan: es más, nuestro espíritu, debíitado por la morbosidad del ambiente, acaso no pudiera resistirlos. Vivimos socíalmcnte en atmósfera de tibieza, y vamos alcanzando el perfeccionamiento de !a individualidad; esta evolución intima, si contribuye al perfeccionamiento de las personalidades, es también causa del decaimiento de las agrupaciones. Cuanto más se cultivan los individuos, cuanto más cuidan su propio jardín, más incapaces se van haciendo para la vida colectiva, y las grandes palabras «humanidad, raza, patria», etc., van poco á poco perdiendo su sentido; ya no pueden ni conmover, ni mucho menos suscitar conflictos. Va el hombre-poco á poco, á medida que depura su espíritu, aislándose del hombre, y para que volviesen los grandes entusiasmos colectivos habría de volver un poco de la antigua barbarie. El sentido cristiano del individualismo, ahora reflorece como nunca, traído por las filosofías y las ciencias que han intentado destruirle. ¿Es un bien ó un mal? Es así. Y así conio es la vida ha de ser el arte dramático: basado—para que interese—en ios conflictos de ¡a individualidad, sencillo de forma, nimca simbóEico—lo voluntariamente simbólico es odioso y contraproducente: claro que las obras de vida, inspiradas e¡f los aspectos evidentes y en las modalidades esenciales del espíritu y de !a existencia 14 Febrero de 1904 serán siempre símbolos, puesto que son figuras que encierran verdad—y poético. Esto de la poesía en el teatro es como la sal de las obras, y no se opone en nada á la realidad, sino que forma parte inherente de ella; pasaron por fortuna los tiempos en que se tuvo por realismo único lo repugnante, lo vicioso, lo triste; la poesía es una realidad más frecuente en la vida de lo que se cree; no aquella que consiste en el atildamiento del vocablo y en lo amerengado de las imágenes, ni siquiera aquella otra más real que ésta en los bellos aspectos de la naturaleza ó en el gesto de las nobles acciones, sino la poesía misma del vivir, la que está en la esencia de cada cosa y de cada día, la que es á veces triste y á veces gozosa: de esta no podrá nunca prescindirse en obra alguna que pretenda simpatías del público; sin ella, dramas y comedias podrán ser buenos, pero-serán áridos, y para emplear la palabra que el público emplea, antipáticos, precisamente por falta de realidad, por mutilación del modelo, que es la vida, y no puede ser otro. G. MARTÍNEZ SIERRA. Cruzaban alegres la verde pradera los recién casados..., rudo y fuerte el mozo como roble nuevo, y ella delicada como joven álamo.,. Jugaban, corrían... riendo tiraban el uno del otro, cogidos del brazo, como dos eslabones unidos ¡y á la intensa llama dei amor forjados! Por la verde pradera volvían ios recién casados, sin reir, sin ansias, rendidos, despacio... Como de una carga, tiraban el uno del otro del brazo... para siempre unidos... ¡como dos eslabones forjados! VICENTE MEDINA. —Debes ser obediente, sumiso, humilde, resignado. —¿A quién? ¿A las leyes naturales, á las positivas ó á las morales? Porque si me someto siempre y en todos los casos á las leyes naturales, califico á Franklin de haber sido un abominable sujeto al oponerse á la ley natural de la caída del rayo, y usted, que me aconseja el uso de todos esos adjetivos, no debe saber lo que dicCj ó dice á sabiendas lo contrario de lo que siente, desde el instante en que se arropa usted y se guarece bajo una casa con él intento deliberado y resuelto de oponerse eficazmente á la ley natural que le soltó á usted en el mundo en pelota y á la intemperie. Entonces Dato es un mal hombre al oponerse de hecho á las leyes positivas que desamparaban al obrero accidentado en el trabajo, ó usted es ese mal hombre al querer alimentar mis naturales y justos anhelos con sus adjetivos, mientras usted se come los sustantivos. Entonces Cristo fué un grandísimo majadero al oponerse estoicamente á las leyes morales de escribas y fariseos, ó usted sabe más que Cristo. —«Con la .violencia no se va á ninguna parte.» Perdone usted. Con la violencia se va á todas partes. Sin la violencia no se va á ninguna part.\ Y si no, tome usted la prueba en usted mismo. Aplique usted los adjetivos que tan generosamente me regala. Dígale usted á !a puerta de su casa que sea obediente, sumisa, humilde, resignada, y que se abra por la eficacia de sus adjetivos, para que usted pase. La rebelde puerta no se abre asi, y como usted tiene precisión absoluta de que se abra, la abre usted violentamente, ó sea alterando violentamente la estática con la dinámica, ó bien faltando usted al respeto de las máximas que me aconseja con la macsíría y con la buena fe que se está viendo. Otra cosa. Cuando va usted á encender uno de esos vegueros que le han acarreado sus estúpidas y perversas predicaciones, ¿se conforma uslcd con requerir verbalmente a! mÍ-\to para que se encienda, ó le arrima usted un violento achuchón? ¿No ha hecho usted lo mismo con el prójimo que no le ha hecho á usted caso? ¿No lo ha perseguido usted de muerte hasta quemarlo vivo? Ante esto ha tenido usted un rasgo: *liaz lo que te digo, y no hagas lo que yo hago.» Alas como yo resulto ya mayor de edad, y razono además, veo claramente sus mentiras y opto, naturalmente, por la verdad, ó sea por hacer aquello que debo con ó sin violencia, según que sea ó no precisa. Se me figura que ya queda demostrado ío estúpido de sus predicaciones, y ahora voy á demostrarle lo perverso de las mismas. Arrinconar la razón como un estorbo dentro del suntuoso mobilario espiritual, es lo mismo que arrancar el eje á un cuerpo de revolución, y exigirle luego que voltee. Y como así no puedo dar regularmente vueltas, sobreviene al momento lo que usted buscaba, ó sea el pretexto para sermonear, para agobiarme con sus aspavientos, conminaciones y amenazas infernales, después de que usted me ha desequilibrado á sabiendas, para posibilitar su destructor oficio, ó sea con sus incesantes á mí razón y á mis justas energías, como si Dios me hubiese dado otros medios para obrar y desenvolverme. Luego la persistente tendencia de usted á convertirme en bestia—y en bestia responsable—, no puede ser más perversa. Y si me objeta usted que con esas bestialidades ha conseguido usted que se establezcan millones de hospí- Hlma EsDsñoIa n Febrero de I904 Y mientras la educación no se asiente sotales, yo le replicaré que sin esas bestialidades no se habrían necesitado ni ciento de bre los principios de ¡a resistencia activa á esos hospitales. D.Juan de Robres debe ar- todo género de ínjnsíicias; mientras no deje der á estas horas en ese infierno que usted de administrarse por sistema esas opiatas, acónitos y anestésicos contra la voluntad, predica. Pero liombre, ¿ha v'sto usted alguna v.z contra la sangre y contra los nervios; mienque un grano de trigo produzca un melón? tras no cesen las predicaciones insensatas ¿!ía visto usted que ningún hombre equili- de usted, que sólo sirven para aumentar, exbrado sienta placer cuando le cortan un bra- tender y propagar la guerra entre los hcmzo ó le insultan? Pues si cada cosa engendra bres y para retardar con su apoyo al fuerte contra el débi! la realización de la justicia, su semejante en el orden físico, y cada acción despierta su análoga en el orden moral, ¿quién que ai fin y al cabo sobreviene, aunque á deses usted, ni yo, ni nadie, para oponerse á !a tiempo y entre los ríos de sangre que usted naturaleza esencial de las cosas y de las abre en la sociedad con sus calculadas malpersonas? ¿Dónde está, pues, !a razón filosó- dades; mientras la gente no se convenza de fica ni teológica que abone m¡ obediencia, que la moral de usted ha dado siempre esos mi satisfacción y hasta mi alegría contra toda resultados, y que los seguirá dando desgrainjusticia que se me mande ejecutar, ó contra ciadamente en adelante, porque con la enertoda justicia que se nos niegue? Porque si vación física y moral no se va á ninguna yo obedezco la tiranía, triunfa fa violencia parte provechosa á la humanidad, sino al redel tirano contra mí; luego tampoco resulta baño que sirve de pasto á la voracidad de los cierto que con la violencia no se va á ningu- tiranc^; en una palabra, mientras no se recona parte, pues con ella lia ido adonde que- nozca que es más mora!, más humano y más ría, y no adonde debía ir el violento, cosa sencillo exterminar á los lobos que aumentar queno hubiera sucedidosi yohubieseopuesto los corderos, será completamente ocioso que á su injusta violencia la justa violencia mía. ALMA ESPA^JOLA ande preguntando por el —¡Pero así no es posible la paz moral y porvenir y por la base del engrandecimiento de España. social entre los hombres! UN PRÓJIMO. —Perdone usted. Así es como únicamente puede haber momentos de paz entre los hombres. Y si no, vamos á cuentas: ¿existe hoy esa paz moral y social?—No.—¿Qué tiempo hace que la viení usted predicando?— Desde Adán hasta la fecha.—Luego su moral pRA el difunto Presidente de la Real Acadees notoriamente inútiíála simple vista, y heré^ mia de Medicina sumamente popular entica á [a simple reflexión. Mire usted—y déjese de gazmoñerías—; cuando á un hombre se le tre sus compafíeros, por haber sido maestro, de nmchas generaciones médicas; todos los atrepella, aunque se calle paciente, cobarde, que hemos frecuentado las aulas del antiguo humilde y resignado por influjos del descuaje hecho por usted en la economía psíquica de ese infeliz, el perturbado equilibrio moral tiende, naturalmente (¡qué quiere usted que yo le haga!), á restablecerse, porque el telekino moral, impresionado fatalmente, envía por conducto del éter filosófico una onda imperativa á la conciencia ética, y ésta se subleva á pesar de los cucos que usted mete, y la paz es imposible mientras la justicia no se realice: son fuerzas naturales que sólo se contrarrestan con empujes justicieros. Ni más, ni menos. —Pero entonces, ¿adonde va á parar la moral del Evangelio? ¿Y el sacrificio propio CALVO V MARTÍN en aras de! bien ajeno? —Perdone usted. Admitamos por un instante que debemos querer al prójimo como Colegio de Sanearlos recordamos al veneá nosotros mismos, cosa que en la práctica rable catedrático entrando en clase con sonrisa placentera, andar pasí-corto, los lentes á no siempre resulta; pero, ¿en dónde dice la moral evangélica que debemos querer al pró- punto de caer de la punta de la nariz, donde jimo más que á nosotros mismos? Y cuando siempre los llevaba cabalgando, y responusted me recomienda que sea humilde ante diendo con frases ingeniosas á las preguntas más ó menos guasonas que le dirigían sus la tiranía, me recomienda algo más que amar á mi prójimo como á mí mismo, pues me discípulos. Alcanzó el doctor Calvo la época en que aconseja que quiera yo el injusto bien de mi el vasto saber y erudición científica se preprójimo más que el justo bien mío. ¡No puede miaban con la cátedra sin más oposición, y ser! Luego sobre el imposible me ordena usfué nombrado para desempeiíar la de operated una herejía, ó sea que usted remienda ciones, apositos y vendajes, ingresando en burdamente el Evangelio. 1851 como individuo de número de la Real Academia de Medicina; desde entonces ha venido prestando á la docta Corporación su valioso concurso, y á pesar de su avanzada edad—noventa años—frecuentemente intervenía en los debates científicos, demostrando uní serenidad de juicio y un caudal de conocimientos que para sí ambicionarían muchos jóvenes. Los asuntos médicos del día, puestos á discusión en !a Academia, sirvieron más de una vez para demostrar que en él no se habían amortiguado con los afíos las aficiones al estudio, ofreciéndose como ejemplo que imitar á todos los que en poco tiempo quieren conseguir mucho con escaso esfuerzo, el contemplar á un hombre en los límites de la vida, l'eno de honores, acudiendo con su grano de arena á la obra magna de la regeneración científica de nuestro país. Entusiasta defensor de la modesta clase de médicos titulares, instituyó en vida un premio en metálico para que sea adjudicado todos los años al médico-rural que más se distinga en el ejercicio de la profesión. El doctor Calvo fué médico de Cánovas del Castillo, quien le hizo nombrar senador vitalicio; en la alta Cámara, en lugar de enmudecer, como lo han hecho oíros muchos médicos, levantó su voz con suma frecuencia, y viejo y achacoso interpelaba á nuestros gobernantes sobre asuntos sanitarios de palpitante interés; recientemente hizo algunas preguntas relacionadas con las epidemias de tifus exantemático y viruela, abogando siempre por el mejoramiento higiénico de Madrid, especialmente en lo que se refiere á la salud de las clases obreras. La suerte no fué ingrata con nuestro inolvidable maestro, y las riquezas y honores le fueron prodigadas por clientes y Corporaciones sabias. Ha sido catedrático, consejero, senador, gran cruz de Alfonso XII, presidente de la más estimada Corporación, médico de nuestra patria, y en sus tiempos gozó Justa fama de operador habilidoso y concienzudo. Pero todo lo hubiera cambiado por haber tenido el vigor necesario para no verse en la precisión de abandonar la cátedra; aquella hora pasada entre gente joven le remozaba é inyectaba energías para sus tareas científicas; sus alumnos tampoco le habrán olvidado, y cuando estas líneas, escritas al correr de la pluma, sean leídas en las remotas aldeas ó en los grandes centros de población, allá donde haya un discípulo del ya perdido maestro, seguramente que al tener noticia de su muerte, todos recordarán la frase sacramental con que á coro le saludábamos al verle entrar en la cátedra, sonriendo maliciosamente y con los lentes oscilando en la punía de la nariz: ¡Buenos días, D. José! ¡Descanse en paz el venerable anciano! DR. CALATRAVEÑO. .'.:.-i\.. k.:^¿:.y.v •vU:^'>-i^^"^>; Hlma Espaüola KIma Españoia ciiiiiwet-. . NÚMERO \.—Pamiatozova, crucero acorazado: su material es de acero. Mide 117 metros de eslora, 15 de manga y 7,62 de puntal. Su despíazamiento es de 6.096 toneladas y 1!.5!0 caballos de fuerza, con una velocidad de 17,5 nudos por hora. — Similares: Admiral Nakhimora, Dmiiri Douskoi, General Admiral, Mergo Edinbunzgski, Kuiaz-Pojarski, Minia, Vlad-Monomakh y Riurik. NúAi. 2.~-Borodino, acorazado de escuadra con torres barbeta: su material es de acero. Mide en metro^. 121 de eslora, 23 de manga y 8 de puntal. Su desplazamiento es de 13.500 toneladas y 16.500 caballos de fuerza, con andar de 18 nudos.—Similares; Cesarevifcli, E. Alexandre ///, Ozel, Kiiiaz y Siivaroff. NÚM. 3. —Pallada, crucero de primera clase, protegido: su material es de acero. Mid e 125 metros de eslora, 17 de manga y 640 di puntal. Su desplazamiento es de 6.800 toneladas y 16AJ30 caballos de fuerza, con andar de 21 millas por hora -".í di-líQj', • Kornilov, Rinda, Svietlana, Avrora, Dlana, Askold, B Jgjlyr, Boyazln, Waryjg, Noví'^' ^^^ ^*, W/raz, Kagul y Oldiakoff. NJvi. 4. Retvisan, acorazado de escuafl'* gt qup | "^os: aunque no son del mismo tipo, este buque y sus similares, con ias mismas condíc"' ' las del Borodino, señalado con el núm. 2.Similares: Alexandre II y Sinvi-Veliky. ^df^On Jrres; su su nmaterial es uc de a^-ciu. acero. m Mide NÚM. 5. —rW-SWaíe/ííí, a c o r a z a d o de eSC" c-i^" ^Orics; m i u n a i ca i u e 115 iiJ metros de eslora, 22 de manga y 8,90 de P""*^ por h^'^zamiento es de 12.500 toneladas y 10.000 caballos d i fuerza, con andar de 17,5 nudo^ v "^a.-—similares: Mino, Rostinlav y otros en construcción. NÚM. &.-~Eka¡erine ///, acorazado de escua n ton -.s: su material es de acero. Mide 103 NUMERO \.~Mikasa, acorazado con torres barbetas: su material es de acero. Mide 124 metros de eslora, 23 de manga y 8,50 de puntal. Su desplazamiento es de 12.450 toneladas y 14.103 caballos de fuerza, con un andar de 18 nudos y 7 décimis.-Similares: Fuji-Jami, Yashima y Asihi. NÚM. 2.—HatsüSC, acorazado de escuadra, con torres: su material es de acero. Mide 135 metros de_eslora, 23 de manga y 8,50 de puntal. Su desplazamiento es de 15.100 toneladas y 14.933 caballos de fuerza, con una velocidad de 18 nudos por hora.—Similares: Shikishima y Azuma. NÚM. 'A.—Chin-Yen, acorazado de torres, de segunda clase: su material es de acero. MI le 9! metros de eslora, 18 de manga y 6,10 de puntal. Su desplazamiento es de 7.430 tonelad:iá y 0.300 caballos de fuerza, con un andar de lí ^^tin^acu P^^" hora.—Similares: Asania y Tokiwa. NÚM. A.—Chitose, crucero protegido de ^T^spíaz^-^.^e: su material es de acero. Mide 120 metros de eslora, 16 de manga y 5,53 de puntal. Su " ^yinii]"¡.snío es de 4.900 toneladas y 16.503 caballos de fuerza, con un andar de 23 nudos por ^^'.jáse'^^u ní^P" ^^Sogi, Yoshino y Takasago. Núw. 5.—7a/mmo, crucero de primara ¡.(aziíiiip^^erial es de acero. Mide 133 metros de eslora, 20 de minga y 7,03 de puntal. Su desp ^ f ^^'^la es de 9.850 toneladas y 15.503 caballos de fuerza, con un andar de 23 millas y 7 décim^^^sf!• su „ ^''^Hares: Idzumo é Uvate. NÚM. e.—Tsus/íímo, crucero de segunda'' "Material es de acero. Mide 102 metros de metros de eslora, 21 de manga y 7 de puntal. Su desplazamiento es de 10.180 toneladas y 13.000 caballos de fuerza, con andar de 19 millas con 3 décimas por hora.—Similares: Sinope, Tchesma, Dvenadtsat-aposfolov, Georgi-Pobiedonocetz y Kn. Potemkin-Tarritcherski. NüM. l.—Gromovoi, crucero acorazado: su material es de acero. Mide 146 metros de eslora, 21 de manga y 8 de puntal. Su desplazamiento es de 12.400 toneladas y 14.500 caballos de fuerza, con una velocidad de 20 millas.—Similares: Rossia, Osliablias, Peresviet, Povieda, Bayan y Askold. NÚM. 8.—Imperator Nicolai I y II, acorazado de escuadra, torres cerradas: sus similares varían en muy poco, y su material es de hierro y acero. Mide 101 metros de eslora, 20 de manga y 7,70 de puntal. Su desplazamiento es de 8.440 toneladas y 8.500 caballos de fuerza, con andar de 16 nudos por hora.—Similares: Navarin, Petz-Veliky, Pel'ropaulosk, Poltava y Sevastopol. eslora, 13,4 de manga y 4,93 de puntal. Su desplazamiento es de 3.420 toneladas y 7.000 caballos de fuerza, con un andar de 19 millas.—Similares: Nltaka, Akitsushima, Idzamí, Lama y Akashl. NáM. l.—Milsiishima, cru:ero guardi-costa pi"otegÍdo: su material es de acero. Mide 99' metros de eslora, 16 de manga y 6,45 de puntal. Su desplazamicito es de 4.300 toneladas y 5.400 caballos de fuerza, con una velocidad de 17 nudos por hora.—Similares: ¡tsiiküshima y Hashídate. Nú'í. 8. Chiyoda,tipo de caza-torpedero, linico en su clase: su material es de acero. Mide 94 metros de eslora, 17 de manga y 5 d3 pLintal. Su desplazamiento es de 2.450 toneladas, y su andar de 19 millas por hora. HIma Española ESPAÑA EN FILIPINAS os españoles llegaron por primera v e z a Filipinas en 1521, coi\ Magallanes, que niiirió en dicho año peleando con los indios de Cebú. Las expediciones de Loaisa (1524) v de Villalobos (1542), no dieron en rigor ningún resultado práctico. La definitiva, la que trajo aparejada la conquista, fué la de Miguel Lóp?z de Legazpi (1565), dirigida, moral y técnicamente, por el ex. marino Fr. Andrés de Urdaneta, agustino. Fué aquélla una conquista «sin ias abominaciones y crueldadades sangrientas de que abundan los anales de la América española*, como ha dicho el sabio Blumentriít. Consolidada la conquista, la colonia española fué paulatinamente, grad'ialriiente, ejerciendo en el país esa acción civilizadora que produjo una total transíorniación en los usos y costumbres de los indios, ^elevándolos al mayor grado de civüizaciíjn de que eran susceptibles unas razas que antes de la conquista yacían en la barbarie más espantosa». (El duque de Alearon ) Con los encomenderos comienza la colonización propiamente dicha, y con ellos á difundirse nuestra sangre por todo el archipiélago. Se les ha juzgado con dureza, por falta de crítica razonable. Quien juzga las cosas de ayer con el pensamiento en las de hoy, se equivoca. Dése á cada época lo suyo, á más de que no hay que perder de vista circunstancias de cierta índole, que son á manera de datos fundamentales para resolver acértadamcníe los problemas que la crítica ofrece á cada paso. Los primeros encomenderos fueron buenos; eran los mismos hombres que en unión de los fraües habían verificado, sin guerrear apenas, la conquista; espíritus como los de Juan de Salcedo y Gabriel de Rivera tenían que conducirse con cierto desinterés y elevada dignidad. No así ios sucesores, que iban á la ventura, á tierra de bárbaros, á país conquistado, con el propósito preconcebido de enriquecerse, en compensación del riesgo que corrían de perecer por los rigores de un clima aniquilador; como justo desquite del sacrificio que implicaba abandonar la tierra natal para vivir en otra tan diferente. El concepto que en !o antiguo se tenía de las colonias distaba mucho del que se tiene en nuestros días. No es lógico conceder que los magnates [¡ue vivían tranquila y cómodamente en España hubieran abandonado sus palacios por ir á dirigir una hacienda en los campos de Luzón ó de Mindoro, y dormir la siesta en los bahais filipinos. A América fué lo peor de España; á Filipinas fué lo peor de lo que en America sobraba. Tenía que ser así. Pero aquellos hombres, si rudos los más si inhumanos no pocos, produjeron beneficio?!,consciente ó inconscientemente;al transmitir su sangre, creáronse nuevos lazos de unión entre ambas razas; si allí morían, su capital quedaba en el país, y en todo caso, del contacto de ellos con los naturales provi- 10 no necesiriamente la difusión de nuestra lengua, de nuestras costumbres, de nuestro espíritu, y estas son cantidades positivas que marcan huella transcendental en los preblos, mientras que las vejaciones á que fuesen sometidos unos cuantos centenares de malayos, con ser sensibles, nada valen parangonadas con la ignominiosa esclavitud de los autóctonas, que España se complació en abolir á raíz de la conquista.—Las encomiendas fueron suprimidas á principio del siglo XIX. En el período que pudiéramos llamar lieroico, que abraza los primeros cincuc.nta años de vida colonial, la obra de los frailes fué notable, y su influencia, por tanto, decisiva. Lo fueron todo, porque lo hicieron todo: reducir los indios á poblado, despojarles de cuanto había de bárbaro en sus costumbres, enseñarles á cultivar la tierra; importaron productos agrícolas, crearon la imprenta, fundaron la Universidad y algunos otros centros de enseñanza; estudiaron á lo hondo los dialectos indígenas, y en nada de tiempo publicaron obras á granel, que causan aún la admiración de los grandes lingüistas europeos... Jugaron gran papel en la expedición de Legazpi; jugáronlo en la obra de afianzar la dominación de España; eran los únicos que entendían á los indios y los que defendían á éstos contra los abusos de los aventureros... ¿Qué más? El país era malo; no producía apenas; vivía á expensas de México; se pensó seriamente en el abandono; pero un fraile logró llegar hasta Felipe 111, y convencerle de que era anticristiano abandonar Filipinas, y el monarca contestó:—«Id con Dios, P. Moraga; prefiero mi ruina á que se pierda para el cielo una tan sola de aquellas almas,»—¿No es cierto que, con estos antecedentes, la influencia del fraile estaba justificada? Al período heroico sucede el de decadencia, que duró hasta bien entrado el siglo xix. La colonia española degeneró por la fuerza de las circunstancias: la avidez de riquezas, la nostalgia, el influjo de un medio social relajado, porque, entre otros vicios, tuvo el que allí impone el clima (el vicio de no hacer nada), y la murmuración, el juego y la vanidad vinieron á ser las notas características de los dominadores. Pero, ¡qué mucho! En aquellos tiempos, América lo llevaba todo; América era la rica por excelencia; la tierra de los ensueños, de las grandes esperanzas y de las grandes realidades; en tanto que Filipinas era un apartadísimo rincón del globo que, lejos de producir á la metrópoli, vivía, como es dicho, á expensas del virreinato de México. ¿Quién, pues, podía ir á Filipinas que no fuesen los tributarios de la Desesperación? Aunrentó la escoria social, pero por por causas propias, precisamente, de Filipinas. A la verdad, no se concibe á un Hernán Cortés, luego de la batalla de Otumba, de capitán general de Filipinas: era demasiado hombre para tan poca tierra, demasiado co- 14 Febrero de 1904 razón para tan tímidas gentes, demasiado carácter para soportar, como soportó Legazpi, mentecatadas de reyezuelos intonsos; del propio modo que no se concibe en igual puesto al Pizarro conquistador del Perú, luego de haber sido dueño del fabuloso Tesoro de los Incas. Filipinas era nada; á España le sobraban tierras, y á América millones. ¿Qué gentes habían de ir á Filipinas?... ¿Se comprende por qué hubo tanta escoria? Como clase social, la que menos dañaba á los Indios (y a.sí lo comprenderá quien sea un tanto filósofo y conozca profundamente la historia del Archipiélago) era la que los frailes constituían. La invasión francesa, las Cortes de Cádiz y la independencia en América produjeron en Filipinas honda conmoción: de esos hechos arranca el período politico, al q u e puso trágico remate en el puerto de Cavite la escuadra de Dewey. Filipinas comienza entonces á vivir de sus propios recursos exclusivamente; ve aumentar su inmigración, y siente las consecuencias de ideas que le habían sido desconocidas. Durante la Regencia de Cristina, logra que se le conceda representación en Cortes, pero sus diputados no logran tomar asiento en el Parlamento. ¡Primera decepción! Decrétanse aquí deportaciones, y allá van, á la mansión de los frailes, nuestros revolucionarios, y con ellos sus ideas... Ábrese el canal de Suez, facílítanse las comunicaciones, y aumenta considerablemente el trasiego de los funcionarios, los más de ellos inspirados en la teoría (castizamente hispano-colonial) de aprovechar el tiempo... Los funcionarios miran demasiado al porvenir; los frailes demasiado al pasado. Se recrudece la lucha secular.«j Esto es nuestro!», exclaman unos y otros: los frailes fundan su derecho en los antecedentes históricos; los no frailes, en la credencial con que les ha favorecido un ministro..., uno cualquiera de los muc'.ios que hubo desconocedores de nuestra historia colonial. Estamos en la entraíía del asunto. Mil y pico de islas pobladas por cerca de siete millones de Indígenas. Soldados peninsulares, mit, porque el presupuesto no daba para más. ¿Cómo sostener la colonia para España? Los filipinos de mayor meollo y mayor ilustración viajan por Europa, impregnándose de ios aquí sagrados Derechos del Hombre; considéranse dignos, ya que no de la independencia inmediata, á lo menos de disfrutar de todas las ventajas legislativas que los españoles tienen en su casa solariega. Iniciase un movimiento asiniilísta; y nuestros políticos, señaladamente los que ejercen funciones de gobierno, comienzan á cavilar. De vez en cuando (Moret en 1870, Gamazo en 1886, Becerra en 1889, Maura en 1893), lanzan una reform'a liberal, y cada reforma surte el efecto de un dardo contra los frailes. Los filipinos liberales aplauden y piden «¡Más, más!", y cierran la ovación gritando: «¡Viva España! ¡Viva el Ejército! ¡¡Abalo los frai- 14 febrero de 1904 les!!» Así lo decían Rizal, López Jaena, Antonio Luna, Marcelo del Pilar... Y véanse los periódicos publicados durante !a efímera República que presidiera Aguinaldo: en esos papeles figuran los retratos de Rizal, López aena, Antonio Luna, Marcelo del Pilar..., con esta leyenda que los circunda á modo de aureola; -LOS PRECURSORAS DE LA INDEPENDENCIA FILIPINA.» El régimen de los frailes y el régimen verdaderamente asimista eran de todo punto incompatibles: ó uno, ú otro; ó herrar, ó quitar el banco. Pero los gobiernos seguían asimilando y sosteniendo á los frailes. Justo es confesar que !a masa general del país quería á los espafíoles; pero no puede negarse que, entre los ilustrados, eran rarísimos los que los querían; mejor dicho, no querían depender de España. Harto comprendían éstos, sin embargo, que sacudirse la dominación no era obra de un momento, y así laboraban poco á poco, con astucia, con esa perseverante tenacidad propia de los filipinos, que en cosas de esta índole nunca llegan á cansarse. El indio, ieóricamente, era un ciudadano libre; prúciicainente, era víctima de inicuos menosprecios. Y, liartos de la secular tutela, se sublevaron en 1896. A la perdida de Filipinas han... /icmos contribuido (¡no quiero excluirme!) todos, absohitamentc iodos los empalióles, pero de un modo espccialisinio los que decretaron el fusilamiento de Rizal, de aquel insigne romántico, ídolo de los filipinos: de su sangre surgió el valladar que había de separar para siempre la raza española de la raza malaya. En 1898 lo dije en el prólogo del tomo iv de una de mis pnbücacionesi «Creo ingenuamente que fué un error político fusilarlo. Indultado Rizal, ¿qué hubiera podido acontecer? Todo lo más, que Filipinas se hubiera perdido para Espaíía. Pues bien; Filipinas se ha perdido, á pesar del fusilamiento de Rizal. Indultado Rizal, pudo y debió utilizarlo Polavieja para desarmar á los insurrectos de Cavite; á lo menos, para calmar la excitación >de los ánimos en otras provincias, sobre todo •en la de Manila. Se le fusiló, y el efecto fué ^contraproducente...» Mas cualesquiera que sean los juicios que la Historia formule acerca de la dominación üc España en Filipinas, nadie podrá desmentir los siguientes hechos: 1." Ningún país colonial, análogo al filipino, ha progresado ío que éste en los últimos veinticinco años: con leves modificaciones, la metrópoli trasplanto en la colonia lo más esencial de su legislación; los insulares compartían con los peninsulares los puestos de todos los organismos dei Estado, y el filipino pudo llegar á ser, como Azcárraga, ministro de la Corona. 2.^ En 1820, la población del Archipiélago ascendía á poco más de dos millones y medio de habitantes; en 1898 era de siete millones. HIma Española II 3.° En I8I0, el total del movimiento mercantil del comercio exterior sumaba once millones de pesos; en 1896 lie ó á más de sesenta millones de pesos. Y 4." E! número de los analfabetos qu?. había en Filipinas en 1898, era muy inferior al que hay actualmente en Espaíía. Por lo tanto, en el orden moral, en el político, en el económico y en el intelectual, España benefició considerablemente á Filipinas. ¡Triste sino el de España! En todo tiempo ha sido creadora, y en todo tiempo ha sido destructora, y ni al crear ni a! destruir ha solido darse cuenta de lo que hacía. ¿Para qué ha adquirido el Muni? ¿Hay allí autoridades, frailes y aventureros? Pues se perderá irremisiblemente. ¡Estamos á ello fatalmente condenados! W. E. RETANA. engañado alguna vez. Yo no sé si estoy aquí, sentado junto al fuego, vestido con una bata, teniendo este papel entre las manos... (1).» '•^Cogitaiio, linee snla a me divelli neguit, ego siim, ego existo, certum csf-^ (2). Partiendo de este principio constituye, en el espacio de siete años, su vasto sistema, en que se trata de la Naturaleza y del hombre, de las Ciencias y de la Filosofía, dei Mundo y de Dios. Por entonces Descartes es de mediana estatura, bien repartido de miembros, enjuto. Lleva abundante cabellera, de color castaño, finos bigotes, caídos en sus guías, y una pequeña mota bajo el labio Inferior. Tiene los ojos negros, misteriosos é insinuantes, la nariz recia, la boca fina, la barbeta prominente, las cejas arqueadas y sedeñas, el entrecejo fruncido. Isabel, la princesa palatina, hija de Federico V, rey de Bohemia, desterrado en La Haya, establece amistad con el filósofo. Este vive ahora en el castillo deEndegert, cultiva las flores de su jardín, perdido en las infinitas llanuras flamencas, donde los molinos y «Descartes, director espiritual. Con este titulo aparecerá dentro de breves días en la librería Alean un volumen in-16, de 300 páginas, adornado con retratos, dibujos y autógrafos. Su autor es M. Víctor Swarte, y lleva un prefacio de M. Emilio Boutroux.» i://-7^í)ro, 18 Enero, 1904. f A vida de Descartes es la de un espirita ^ inquieto y desasosegado. De niño vésele á todas horas meditabundo, ensimismado. Su padre, un gentil hombre flamenco, le llama el pequeño filósofo. «A los ocho años, en el Colegio de La Fleche, el pequeño filósofo asombra á sus maestros, los jesuítas, por la profundidad c independencia de su espíritu, por la repugnancia que muestra hacia las opiniones consagradas» (1). A los diez y ocho años agota la ciencia contemporánea y reconoce su insuficiencia y vanidad. Antes de cerrar los libros quiere «abrir el gran libro del mundo». Transcurre un largo período de azarosas correrías, de militares andanzas. La naturaleza es un libro mudo. Detenido en IG19 en Neubourg, sobre el Danubio, á causa del invierno, solo, en una pequeña habitación, y «en las condiciones más á propósito para dejarse llevar de sus pensamientos». Descartes sueña con una ciencia más general que la Geometría, y que la Aritmética y el Algebra; con una matemática universal que quiza le descubra el secreto de la naturaleza (2). En 1629 retírase á Franeker, y allí, á solas consigo mismo, estrechado por la duda, exclama: «Mis sentidos me han engañado algunas veces, y la prudencia exige no fiarse jamás enteramente de aquellos que no han (1) (2) Liard.—Gro^í/e Encyclopedie. A. Feuillée.—Descaríes, pág. 11. DESCARTES ios árboles frondosos recortan duramente sus siluetas sobre el cielo plácido. Sorbiere dice: "Es el Demócrito de este siglo,.. Se diría que conche con la naturaleza, y que se muestra ella á éí completamente desnuda.» A partir de esta época, Descartes es algo, muy ambicionado por el marqués de Brademín, exconfesor de princesas y teólogo de amor. Al mismo tiempo que con la princesa palatina, cambiaba frecuentes epístolas con ia reina Cristina de Suecia, en las cuales se trataba del amor, del odio, del impulso que nos anastra hacia el amor, del sumo bien, etcétera, etc. A fines de Í649 Descartes marcha á Stokolnio requerido por su regia díscípula. La reina le recibe á las cinco de la mañana, todos los días, en pleno invierno. El filósofo, (1) Meditación 1.^ (2) Meditación 2.^ ñlmn Espaftola 12 cuya salud es muy débil, muere al poco tiempo, diciendo, sobre poco más ó menos, si hemos de dar crédito á Campoamor: ¡Sacadme, Dios de bondad, de esta eterna confü ion! ¿Mi verdad es la verdad? ¿Mi razón es la razón? Lector, si algo liay dentro de tu alma que hayan engendrado Espinosa, Kant, Goethe... piensa en Descartes, el padre de todos, aquel dulce pensador de mirada misteriosa y triste sonrisa, que á las cinco de. !a mañana, envuelto en el silencio del cortesano recinto, platicaba de metafísica con la extraña hija de Gustavo Adolfo. RAMÓN PÉREZ DE AYALA. Ei poder vivir aí día, en España es la ambición de una inmensa mayoría, y casi aseguraría que de toda la nación. Hay que procurar, lectores, mirar e! mundo á través de prismas encantadores. ¿Valle de lágrimas es? Pues liay que liacerle de flores. Esa costumbre merece respetos, pues oreo yo que el pueblo se estacionó pon|ue de instrucción carece; por vivir al día, no. Aquí, la instrucción primaria tan olvidada se tiene, qi'C el maestro, como un paria^ vive en siíuicióii precaria; ¡de milag'-o se mantiene! JOSB SÁNCHEZ GONZÁLEZ. Esta aspiración, ya rancia, tiene bastante importancia, porque es !a costumbre esa efecto de la ignorancia -de un pueblo que no progresa. Así lo afirman, lectores, sus enemigos, porque ' • tiene muchos detractores. ¡Y hay que oÍr á esos señores en la mesa del café! Mas si España es inconstante y no camina adelante por la senda del progreso, ¿giíé tienen que ver con eso • los fósforos de Cascante? Pues, por la vida, al nacer, hay que luchar y vencer; quien en tai lucha es vencido, jamás podrá resolver •el problema del cocido. La existencia, para amarla ó poder sohre'íevarla, porque á veces desespera, es necesario endulzarla cada cual á su manera. Yo, le dignificaría, tanto, que procuraría nue esa costumbre adquiriera... Hagamos que viva al día, y,España se regenera. VIVIR AL D Í A Pensarlo me descompone, -y hasta nervioso me pone tan estupenda teoría; pues vivir, aun siendo al día, ya una victoria supone. cuanto gane en la bebida? Pues nadie me negará que á tragos pasa la vida. .• . ' -. Por esto, vivir al día no debe ser censurado; vivir de ese modo ansia quien nació desheredado y tiene sed de alegría. Si una vez puede gozar ya que por ello se afana, ¿ie vamos á censurar • porque pretenda arrojar la casa por la ventana? Que se gaste diariamente lo que diariamente obtiene trabajando tenazmente, ¿qué pecaminoso tiene si es la cosa más corriente? ^ ¿Que hay quien de todo se olvida y siempre se gastará r A vida material de ¡os pueblos, del mismo *^ modo que la de los individuos, pues no en balde se admite como exacta la comparación qu'i entre el organismo de los unos y el de los otros hacia Heriberto Spencer, exige bien poco al medio ambiente para desarrollarse: fuerzas naturales, aplicadas con mayor ó menor acierto, según sea la inteligencia del artífice. Mas la vida espiritual, aquella que siempre está condicionada á la alteza de miras y al culto de la idea, pide con imperio un grado de educación cívica que no siempre responde al desenvolvimiento de la historia de las naciones ó al de la existencia de los individuos. Pero es que la vida espiritual y la material, por modo obligatorio, se condicionan mutuamente; necesitan la una de la otra, forman ima integración que, cuanto más armónica es, mayor perfección da al pueblo ó al individuo. Esta armonía estriba, ó, hablando con más propiedad, debe estribar en la supremacía del ideal sobre la materia, del fin que en c\ ciclo histórico mueve á las naciones sobre 'a existencia puramente material de las nu'sma?. Sin embargo, y aun admitiendo esta supremacía, aparecen siempre los ideales apoyándose sobre !a fuerza; es decir, sobre la materia. Alemania, la actual Alemania, nacida del gigante esfuerzo de los rudos burgraves de la Pomerania, llega en menos de dos siglos á constituirse la nación militar más potente de Europa, á pesar de sufrir crisis tan terrible como la derrota de [ena. 14 Febrero de I90i Inglaterra consigue encerrar al mundo entero dentro de un circulo de hierro que parece ahogar lentamente las energías de las demás naciones. Los Estados LTnidns de la América del Norte, cuyo nacimiento es obscuro y cuya historia es brevísima, alcanzan actualmente una vitalidad y un predominio tal, que confirman la originalísima teoría del alemán Gumplovitz acerca de los r-esultados de la ludia de razas. Y, por último, y por no citar más ejemplos, Pusia, que á pesar de la inmensidad de su territorio y la poca densidad de su población logra predominar en el Asia, aunque, conio decía un querido maestro mío, aún no íiaya conseguido «adorar á Dios en los templos de Constantinopia y ver brillar las lanzas y cascos de sus cosacos en ¡as aguas del Mar Negro». ¿A qué se deben, pues, los resultados que nos muestran estos ejemplos? Una vez más . lo repito: á la Integración entre los ideales y la fuerza, á la prosecución constante de aquéllos, apoyándose en los elementos armados dotados de organización previsora y compacta. Alemania persigue su unidad,y una vez obtenida, se expansiona en África. Inglaterra tiende á monopolizar el comercio universal, y lo consigue conservando y extendiendo de una manera tan admirable como sabia un gran imperio colonial. Los Estados Unidos desean el dominio de toda la América; y con lentitud, y sacrificando despiadadamente á los débiles, han realizado en gran parte su deseo. Rusia, desde la absorción de la Polonia y la Finlandia, el hábil tratado de Berlín y la intrusión en la Mandchuriaj,paraiizada en ¡os actuales momentos, consigue señorearse de una gran extensión de Europa y Asia. Las naciones citadas se han basado, para realizar sus ideales, en ¡a fijeza de los mismos y en la constitución inteligente, robusta y sana de sus fuerzas militares. La fijeza de ideales no es más que la consecuencia de la aparición periódica de los grandes hombres, de su permanencia en el gobierno, y la constancia de los no menos grandes encargados de realizar las hermosas concepciones de aquéllos. Y la constitución inteligente, robusta y sana de las fuerzas militares, es también sscuela indispensable de la fijeza del organismo central de uno d^ los lóbulos del cerebro militar, como diri.i 11 ilustre Jenaro Alas. El alma española, pese á los malos cumplidores de !a voluntad de Isabel la Católica, alienta un ideal histórico. Alas para realizarlo precisa los dos elementos citados: grandes hombres que infundan en el cuerpo social la vitalidad perdida ó en suspenso, y un cerebro militar (y vuelvo á usurpar la frase) que, con unidad de pensamiento y fijeza en la acción, enderece la existencia nacional, torcida de su natural camino desde el siglo xv. .,. MACÍCELO DE U S E R A . II Febrero de 1904 S. M. ALIX, EMPERATRIZ DE RUSIA S. Al. HARUKO, EMPERATRIZ DEL JAPÓN n Rima EspaíSoía S. M. NICOLÁS^II.^EMPERADOR DE RUSIA S. M. MUTSUHITO EMPERADOR DEL JAPÓN 14 Febrero de 1901 T | E los males c imperfecciones en que abun** da.el sistema parlamentario hablan con frecuencia, y con frecuencia muy acertadamente, nuestros políticos, así los partidarios resueltos de tal régimen como sus adversarlos decididos. No es poco, siquiera ineficaz por lo que al momento se refiere, para ir, más ó menos tarde, camino de la sofíada positiva transformación; bueno íerá recordarles á todos su labor crítica en este punto, pues así la olvidarán, también, menos difícilmente, y no será malo que la tengan en cuenta, y la mediten, y la aprovechen para remediar tantas cosas, los ciudadanos españoles. UJI día es el Sr. Silvela quien, disertando acerca DE LA DECADENCIA DEL ¡ÍÉGIMEN PARLAMENTARIO EN ESPAÑA, nos dice, aparte otras manifestaciones de profunda substancia, que ''aparece la necesidad perentoria de que los Parlamentos se penetren y convenzan de que ha llegado para ellos la hora de la critica, del combate, de la censura, apoyados en fuertes corrientes de opinión pública, y que cuando esa hora llega para las instituciones políticas y para todas IHS inslitucioncs, ha llegado también ia de las grandes continencias, de la severísima higiene, y es llegado e! día, por tanto, de que los Parlamentos abandonen aquellos desahogos y amplitudes que-podian ejercitarse sin peligro cuando se trataba de inslituciones vigorosas y sólidas, apoyadas con ¡'reflexivo entusiasmo por la opinión pública, y que son peligrosos y suicidas en las instituciones sitiadas y puestas en dispu'a por esas mismas fuerzas que antes les apoyaban». Otro día es el Sr. Maura quien, tratando DE LAS GARANTÍAS DEL DERECHO INDIVIDUAL en nuestro pais, expone: -La exrericncia decisiva y abrumadora de todo un siglo no ha bastado á convencer, como á todos debiera tener ya convencidos, de que no pueden forjarse las leyes en la fragua encendida para aguzar las armas. Sirven las Cortes, si no nacen de la corrupción, ni degeneran en ensayadas comedias, para traer á los alcázares del poder soberano las demandas y anhelos populares, aquí donde f! pueblo ha mostrado ser el único elemento vivo de la uacionali dad; sirven para tener á raya la omnipotencia ministerial, vestigio execrable del antiguo absolutismo, del cual conserva la substancia sin la consistencia, como el canto rodado que fué roca viva; sirven para la fiscalización y para la publicidad, que atenúan deficiencias éticas y templan egoísmos incurables; sirven para trazar den oteros, formular designios, prohijar ó repudiar determinada política; pero no sirven ni pueden servir para desenvolver en estatutos concertados, claros, previsores y serenos el pensamiento ¡generador de una ley, y todavía pueden servir menos, ellas que toman aliento en las fluctuaciones y los vaivenes de la vida nacional entera, para mantener en el conjunto de las le- yes positivas la armónica solidaridad y el esmerado engranaje, sin los cuales mil veces quedan triturada la justicia é inmolado el derecho in.'ividaal.» No mucho más tarde resume así el Sr. Moret sus opiniones relativas á LAS CAUSAS QUE HAN PRODUCIDO LA DECADENCIA Y DESPRESTIGIO DEL SISTEMA PARLAMENTARIO: SÍ tal sistema «está desprestigiado en España y amenazado de impopularidad creciente, débese en parte á los defectos de su organización, que culminan en el abuso de la palabra; pero nace, sobre todo, de las deficiencias profundas del régimen representativo, porque si éste ha de funcionar, si ha de producir y vivificar las energías nacionales, también ha de recibir el impulso y !a vitalidad de las clases directoras de la sociedad, lo cual exige, ante todo, que estas clases tengan conciencia de su misión, energías bastantes para desarrollarla y abnegación suficiente para sacrificar parte de su tiempo, de su fortuna y hasta de sus preocupaciones al bien general». El Sr. Canalejas, en discurso reciente, ha señalado el primero de los males que al sistema afligen, diciendo: «No habrá en España un verdadero régimen parlamentario, sino de ficción, de apariencias, de hueras y vanas exterioridades de todo régimen parlamentario, mientras la voluntad electoral no sea la que determine el nombre y la calidad de sus representantes, 'toda nuestra educación política en materias electorales, ha de ir en ese sentido..." Y el Sr. S3Ímeiün acaba de expresar asimismo en un debate de Cortes, que si aquí se impone masque en todos los pueblos cultos la Prensa, es porque no sólo cumple ésta en su función alíisinios deberes, sino porque «el Parlamento no representa á la nación, ni con los intereses nacionales se compenetra", lamentándose á seguida de que el Parlamento no sea órgano del p:'ís y sí. «una superchería infame^. Así todos, Azcárate, Romero Robledo, monárquicos y republicanos, en discursos políticos y en obras doctrinales, observan, analizan, combaten, desde múltiples punios de indagación crítica, tantas impurezas y daños tantos. Quien, como Maura en las frases precedentes, se fija en los limites de la función parlamentaría, determinando, tal vez sin quererlo, atribuciones de los gobernantes; quien, como Süvela en las pa'abras antedichas, se contrae á !a parte de saneamiento moral, sin duda indispensable, que el problema oíu^ce; í¡uien, como Canalejas, Salmerón, More!, se refiere á oíros delicados aspectos, exaiiiinados en detalle ó juzgados y calificados en conjunto, de cuestión tan compleja. Procedimiento electora!, procedimiento de las Comisiones de actas, imparcialidad de los Gobiernos y de las mayorías parlamentarías; íiincionanúento de las Cortes, utilidad de la fiscalización que en ellas se ejerciia contra los Gobiernos y eficacia -de la obra legislativa que en ellas se va realizando; ejemplo y enseñanza que de tales eficacia y utilidad, nutridas del más puro de los oliruismos,el altruismo patriótico, ha de transcender á la conciencia nacional, medio único de que ésta despierte de su letargo político y aplique sus necesarias energías á la práctica resuelta, inarrollable de los derechos to-, dos que consigo lleva la función de la soberanía popular; rcsponsa¡>ilÍdad aneja á la representación de diputados y senadores, responsabilidad ministerial, responsabilidad de los ciudadanos por abandono, descuido ó falseamiento de sus derechos mismos, que son política y socialmente sus deberes; manifestaciones injportaníísimas de un magno y difícil asunto resultan todas estas, y otras en número y extensión sin límite cuasi, planteadas por hombres de Estado y hombres de ciencia, y no olvidadas, reconózcase con justicia, por unos y otros en nuestro pobre pais. No olvidadas, teóricamente á lo menos; pero, ¿cabe decir que la observación del problema ha servido para facilitar su solución posible? Si creemos á los que del régimen parlamentario opinan como, por ejeniplo, Escipión Sígheíe, autor de la obra COMTRO IL PARLAMENTARISMO, desconfiaremos de hallar esa solución, y hasta dudaremos, con Franklin, de la aptitud de las Asambleas para obtener nada útil y fecundo en bienes. No discurriendo así, creyentes en la virtualidad de las Asambleas políticas cuando su organización y funcionamiento responden á la índole de sus propios fines, extralimitados ahora quizá en mucha parte, nos parece que, si aún no lograda, si aún no practicad-", es aquí verosímil la más ó menos pronta y debida mejora de! sistema parlamentario entero, desde que se inicia con la emisión del voto libre hasta que se complcla con la sanción de las leyes, la disolución de ¡as Cámaras ó la separación de los ministros responsables. Se reduce el problema á los siguicnles términos: libre emisión del voto, libre acción de las Corles. Así, pues, se trata de ejercicio de la libertad por parte de electores, legisladores y Gobiernos. Se trata de toda lapedagO' gia polilica. El Sr. Costa, en su discurso de recepción en la Real'Acadeniia de Ciencias /Morales y Políticas, se duele de que, componiéndose Espaíía, mucho más que otros pueblos, «de una minoría muy exigua que va casi con e! siglo, y de una mayoría inmensa que, por su atraso intelectual, por su apartamiento respecto de la moderna institución Y por su condición económica, inferior á menudo á la de ia gleba feudal, sigue viviendo en centurias pretéritas^, hayamos uniformado el derecho para todos, «y en vez de adoptar el tipo inferior—que parecía lo lógico, primero, por ser el propio de la mayoría, y después, porque quien puede saber !o más puede saber lo menos, pero no viceversa—se ha adoptado el tipo superior, imponiendo á todos uniformemente y sin excepción el conocí- filma Española W Febrero de !904 miento perfecto del derecho positivo»... Tales palabras en labios de un demócrata republicano tienen, sin duda, valor inapreciable, y si se aplican al derecho político positivo, que consagra las libertades más preciada.s, entre ellas y sobre ellas la deí sufragio universa!, obtendremos la consecuencia lógica, tan l'^gica como triste, de que el Sr. Costa no fia mucho, hoy por hoy, en la aptitud de la generalidad de los españoles para el uso adecuado de libertades tamañas. Otro demócrata republicano, P1 Sr. Calderón, discurriendo acerca del voto obligatorio, que establece un proyecto de ley hace poco leído en el Parlamento, se exp-csa de este modo; «Quiero suponer que el legislador logra su intento. La abstención electoral desaparece. El censo entero vota como un solo elector. La dolencia se cura. ¿Y qué? ¿iiabrá la ley hecho ciudadano á los que antes no lo fueran? ¿Les habrá infundido la capacidad, la convicción, el patriotismo, io que da al sufragio valor moral y garantía de acierto? Esos sufragios forzosos carecerán de verdadero sentido jurídico. Tendremos electores por miedo, como ha habido un héroe por fuerza y un medico á palos. Las urnas se llenarán de papeletas, no de votos... Dejan unos de votar por incultura, por incapacidad para concebir las complejas relaciones que implica el concepto de la vida pública. Oíros por indiferencia, por ese egoís.mo feroz, tan propio de nuestro pueblo, que persuade al individuo á no tomarse la menor molestia por lo que importa á los demás. Muchos por recelo, por una desconfianza justificadísima respecto de la lealtad de los que dirigen el cotarro. Educar á los incultos, interesar á los egoístas, inspirar fe á los recelosos, seria curar el mal en su raíz. Obligarlos á votar por fuerza, incultos, desconfiados, indiferentes, es lo mismo que no hacer nada«. De cuyas aserciones no resulta muy bien parado, tampoco, el cuerpo electoral de España, y de ellas á decir con Cánovas del Castillo que la Monarquía «entre nosotros tiene que ser una fuerza real y efectiva, decisiva, moderadora y directora, porque no hay otra en el país», media sólo un paso que adelantar impone, ó retrasar si mejor parece, la lógica misma, aun cuando se abdique por lo pronto de la fe republicana, fe que no me explico en un país y en un momento de inculiura, egoísmo y recelo, cuando la mayoría inmensa sigue viviendo en pretéritas centurias. Que urge educar, interesar, inspirar amor hacia el derecho, amoral Poder, como indica Filangieri, es evidentísimo. No se extiende á otros términos el problema. La libertad requiere el concurso de dos grandes virtudes: tolerancia y abnegación. Ellas han resplandecido á veces en la vida político-parlamentaria española, y no por cierto en los días más próximos, singularmente, sino en otros ya lejanos, menos propicios que los actuales quizá para evidenciarlas, puesto que á la sazón eran en mayor grado intensos los odios de partido, y estaban como no han estado después encendidas las pasiones de bando.-Lo recordaba D. Augusto UÜoa en el Congreso al apoyar una importante proposición de ley, hace veintiocho años. En 1838 el partido moderado fué Gobierno merced á unas elecciones generales convocadas por el partido progresista luego de formada la Constitución. ¿Concebimos ahora la posibilidad de un hecho semejante? Ejemplo de sinceiidad electoral no son por aquellos tiempos desusados, y en 1843 la lectura en el Congreso mismo de cierta carta de un gobernador de provincia que recomendase confidencÍ''lníente á un candidato, produjo tal escándalo, que bastó para declarar nula la elección, siendo uno de los motivos alegados por los progresistas para que se formara la coalición contra la Regencia de Espartero, y en 184í5 ó 47, ya influido del funesto ejemplo francés el cuerpo electoral, se entendió suficiente para declarar también determinada elección nula el que un agente de policía hubiese recorrido cierto distrito de Madrid. Cuando la corrupción electoral fué adquiriendo visibles proporciones, los hombres públicos que inconscientemente creaion aquel orden de cosas, confesaron sus errores con lealtad; el jefe del partido moderado, el que redactó y aplicó mucho tiempo un sistema administrativo, se- gún el cual se tenía en tutela continua ai Municipio y la provincia, el que hubo creado los alcaldes corregidores, se levantó en el Parlamento para manifestarse arrepentido de su obra y para llamará dichos alcaldes agentes corruptores; y Donoso Cortes, moderado, dijo que tenía que volver los ojos con horror y el estómago con asco para no presenciar las iniquidades cometidas. Pero la tolerancia y la abnegación suponen una profunda fe en los resultados de la libertad. Y en España, textos monárquicos y textos republicanos lo demuestran, esa fe no existe, ó existe amortiguada y cobarde. De ahí el olvido de toda educación política y cl abandono de los derechos electorales; de ahí, en no poco extremo, las fáciles elaboraciones de una opinión mentida. Mientras tanto, ni libre emisión del voto, ni libre acción de las Cortes. ADOLFO PONb Y UMBERT. El comerciante que anuncia camina sobre alas: el que no anuncia va á paso de carreta. —Enípresa anunciadora Los Tiroleses, Fíomanones, 7 y 9, entresuelo. REUISTfl SEMflNílIi IIiUSTRHÍlH OSclnas V Talleros propios: eLfiUDIOeOEriIiO.lOI.MHDRID 5U5eRipeíonE5 POR SERIES DE DIEZ HÚMEROS E5PHÍÍH: P!as. IIHñ. ^ PORTUGfili: Pías. O l líMIÓN POSTfib: 2 francos. PAGOS ñ D E U H C B D O S euenla corrliínlG en GI B.inco de España í en el <eredil Lvoiinais>. Imprenla particular de Htíflíl ESPHÑOIiíl. Suscripciones, anuncios y ücnía de números atrasados, en la librería del JlERfltiüO, Alcalá, 18 (Palacio de ía Equlíaliua). I MDRID P05THL,5M5MJiMLi HOVEIiñS DE i>» «(: *! La Barraca.-Enire naranjos.-Sonnica la Cortesana. Cañas v barro.-La GaíedraU DE VENTH EH TOOfiS IiJlS IiIBRERÍfiS DE ESPU'TJ V EL EXTRÍÍN^ERO «i EH PREPHRHCIÓH: -¿I 4 ^1 J % i Esíe popular establecimienio, el más anllguo de Espafia en su género, reo be á diarlo v directamenle las últimas nouedades m tarielas postales gue producen las más acreditadas f[¡l)ricas extranjeras, muctias de ías cuaiei fian concedi'Jo á MííDRIQ POSTJlIi el prlullegio de la usnía exctusíua de sus más nueuas v primorosas colecdones. PIÍECIOS SIN eOJVlPETENeiH Enufos á prouiacias contra remesa da fondos ó rGícreacias comerciales. Surtido inme:iso v uariadtsimo. P O S T A I K HLCfiLÉ, HÚM. 2 l'W'W'^i'^"^'WW^^¥^^''^^-^^^^^^"^''^^'W^W'W^l^'''^^'W^W¡\ ¥. flima Española 14 Fe&rero de 1904 16 Faculíaíilías como Especiales, á paríiculares, Colegios y ñcademias.de lYIodrid v Provincias; ídem eoníal)Ies V Auxiliares para Oíicinas. . ^...-mr^?^ T^ ^ íP' I I HES Jl MJ^QUINfi DEL poscñíiES, 25 eÉNCimos. ® ® @ ® ® Clases aplicadas de Cálculos y Contabilidad por QUINCE pesetas al mes. 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