NOTABLE CRECIMIENTO DEL MOVIMIENTO EN DEFENSA DE LA TIERRA La Avenida 18 de julio se estremeció al paso de una enorme demostración de compromiso ciudadano. La cuarta Marcha en defensa de la Tierra, el agua y los bienes naturales, realizada este viernes 10 de mayo, fue sin dudas la más grande expresión popular lograda hasta el momento en el marco de la lucha iniciada hace apenas unos tres años, cuando empezó a gestarse lo que hoy es la Asamblea Nacional Permanente, entidad convocante de esta movilización. Una diez cuadras compactas de gente portando carteles y banderas, haciendo sonar cuernos, gritando a viva voz, cantando con el acompañamiento de guitarras, violines, flautas, acordeón y tambores, integrando una columna ciudadana tan heterogénea como pudiera imaginarse, fue demostración elocuente de un despertar en la conciencia del pueblo uruguayo, como hace mucho tiempo no se veía. La marcha tuvo la alegría de las caras pintadas, la excentricidad de los más variados atuendos, la impactante presencia de unos 200 caballos, el conmovedor apoyo de unos cuantos carritos de recicladores montevideanos, la audacia de la juventud y la sobriedad de la tercera edad. Fue el debut para muchos que por primera vez salieron a la calle a manifestarse y comprometerse públicamente, y fue otra inolvidable jornada de lucha para viejos militantes. Desde los balcones bajaban aplausos, desde las veredas se escuchaban frases de apoyo. Con sus bocinas y levantando el pulgar automovilistas saludaban el paso de la caravana. Desde las ventanas de los buses muchas sonrisas de aprobación ante la creatividad y el ingenio desplegado en la frases de los carteles. El cuerpo sin vida del “Uruguay Natural” fue llevado en un ataúd en simbólica procesión. Mujica fue caricaturizado como un obrero de Aratirí, se obsequiaron plantas y flores, se distribuyó abundante folletería, se corearon cánticos y consignas. Marcharon juntos el anarquista, el fegano, el creyente, el ateo, el militante partidario, el estudiante, el empleado, el hombre de campo, el comerciante y el jubilado. Todo esto ya había ocurrido en marchas anteriores, pero esta vez cada detalle de los señalados alcanzó mayores niveles. No cabe duda alguna de que hubo más gente y más energía. Hubo más entusiasmo y más fervor. No crecimos solo en cantidad. No solo levantamos decibeles. Aumentamos la potencia y la contundencia del mensaje. Multiplicamos lo que teníamos ganando en calidad. ¿Qué más se puede pedir? Un saludo muy especial de reconocimiento a los compañeros que más trabajaron en la organización, los que estuvieron en todas las reuniones de coordinación y pensaron en cada detalle. Los que se bancaron el cierre de las esquinas conteniendo compatriotas que pusieron a prueba su capacidad de garantizar que la marcha no tuviera incidentes que lamentar. A la murga la Gran Muñeca que subió a cantar demostrando que el pueblo tiene voces que lo representan y saben interpretar su sentir. A cada jinete que puso un tremendo esfuerzo para decir presente en la caballería. A los clasificadores que dieron lección de compromiso con el medio ambiente. A toda la gente que mandó adhesiones y saludos. Fue otra gran jornada de lucha que nos recargó para seguir dando batalla en defensa de la soberanía nacional y el legítimo derecho de los orientales a disponer de sus recursos naturales priorizando la salud y el bienestar del pueblo, sin someterse a los planes de lucro de las multinacionales que ofrecen mínimos beneficios cortoplacistas para unos pocos, a cambio de daños inconmensurables a la mayoría. Aníbal Terán Castromán LA NOTA DISONANTE Desde antes del momento fijado para el inicio de la marcha hasta que se hubo disuelto la multitud que se reunió para la lectura de la proclama en Plaza Independencia, pudo verse un despliegue policial excepcional, como si se estuviera ante la posibilidad de que se desataran graves incidentes. En un amplio perímetro rodeando los edificios de la vieja Casa de Gobierno y de La Torre Ejecutiva, se hicieron presentes fuerzas de choque con el apoyo de suficientes vehículos preparados para el eventual traslado de numerosos detenidos así como para reforzar rápidamente el operativo con más efectivos policiales si ello fuera necesario. También un amplio vallado marcaba la zona de exclusión que impedía acercarse a ambos edificios públicos. Nuestro movimiento, que siempre ha procedido pacíficamente sin generar jamás ningún tipo de situación que hubiera ameritado intervención policial alguna, no justificaba todo ese despliegue de seguridad, atribuyéndonos implícitamente alguna otra intención que la de expresarnos libremente recorriendo nuestra principal avenida y concentrarnos luego frente a la emblemática Plaza Independencia. Como era de esperar, los funcionarios policiales destinados a este operativo no hicieron más que estar parados largas horas con sus cascos protectores, chalecos antibalas, escudos, armas y bastones prontos para una acción que- sus mandos deberían saber- no habría de ser necesaria, tratándose de una manifestación popular con numerosos antecedentes de comportamiento pacífico y ordenado.