John Wood, padre (1704-17541 Prior Park. Bath (¡735-1748). John Wood. hijo (1728-1781) (1740-1755). Town Hall. Liverpool fíoben Adam (1728-1792) Osterley Park Lancalot (Capabi/iíy) Brown (1715-1783) Chalsworth Garden. curva continua —en paralelo a la fluencia curvilínea de Borromlni en San Carlino, por ejemplo—, como aportación fundamental a la nueva visión del espacio, ha sido preconizada a partir de S. Gledion (7). Pero parece evidente establecer una diferencia fundamental entre lo Barroco de los Crescents o el Circus de Bath y las fachadas borronianas. Los elementos arquitectónicos de los Crescents —como los de las demás ordenaciones geométricas de la ciudad—, a pesar de su composición urbanística fluente de raíz barroca, se pueden considerar incluidos en la corriente de simplificación compositiva típica de la evolución de la arquitectura inglesa del XVIII. John Wood, padre e hijo, quizás no militaron en la línea de transformaciones más progresivas, pero es difícil adjudicarles un papel típicamente barroco en el sentido en que el término se utiliza en el Continente. Quizás, al contrario, el Royal Crescent (1767-1775) de John Wood, hijo, puede considerarse una anticipación del Romanticismo, por lo menos en las relaciones entre arquitectura y naturaleza. Tampoco puede clasificarse dentro de un pretendido Frozen Baroque la obra de Robert Adam de tan amplia influencia posterior. Adam, es, sin ninguna duda, un arquitecto ya abierta y plenamente neoclásico, quizás poco creativo, dubitativo respecto a los grandes esquemas de composición, pero significativo en cuanto a manera. El posible Palladianismo de Adam, por ejemplo, está ya sumergido en las nuevas y avasalladoras influencias de la devoción a la Auténtica Antigüedad, relacionado con la ornamentación pretendidamente toscana y con el Greek Revival del que hablaremos más adelante. Pero es además el que desarrolla ya con consistencia estilística elementos fundamentales del Neoclásico, como el gusto por la epídermicidad, el uso del arco circular incompleto y los famosos screens —ya ensayados bárbaramente por Hawksmoor— que definen unos nuevos criterios en la descripción del espacio. Por otro lado, es el ejemplo inicial más claro de un hecho sobre el que se ha hecho escasas menciones críticas: la supervivencia —o la superposición— de elementos Rococó en el devenir histórico del Neoclasicismo. N. Pevsner, no obstante, lo indicó muy prematuramente (8): No es ni barroco ni palladiano (aunque en los exteriores de sus casas de campo no acostumbraba a apartarse de las normas palladianas), ni es verdadermente neoclásico. Si es algo, es Rococó, otra versión pasajera y disimulada en Inglaterra del estilo usual en Europa a mediados del siglo XVIII. Que el neo-griego o el neo-romano se asimile a la adopción de formas Rococó puede parecer una exageración crítica, pero contrariamente, es una visión muy acertada no sólo porque puede constatarse en el espíritu general que informa, sobre todo, la decoración, sino porque tiene, a nuestro entender, una explicación histórica muy viable y que algún día habrá que profundizar y extender. La revolución semántica del Neoclasicismo, apoyada en el nuevo concepto de Naturaleza, Primitivismo, Orden y Razón, impuesto por la Ilustración y la Enciclopedia, tuvo sus primeras experiencias en el Rococó aunque limitadas al sector de lo que —englobando muchos términos dispares— podemos llamar lo pintoresco. No es extraño, pues, que, a pesar de la pretendida reacción conjunta contra el Barroco y el Rococó, el Neoclasicismo en realidad destruyese todo el sistema arquitectónico del Renacimiento y el Barroco, pero confiriese al mismo tiempo cierta supervivencia a algunas formas decorativas del Rococó. La profunda ruptura conceptual, por tanto, la crisis del sistema renacentista se situaría —contra la opinión de la hlstografía y la critica habituales— entre el Barroco y el Rococó y no entre el Rococó y el Neoclasicismo. Los mejores ejemplos de supervivencia de aquellas formas decorativas las hallaremos en pleno siglo XIX, cuando el Neoclasicismo es ya, claramente, el Neoclasicismo Romántico. Pero donde es más clara la aportación inglesa en ese nuevo diálogo Razón-Naturaleza, es precisamente en los impresionantes conjuntos ajardinados. En la palladiana, geométrica y purista casa de Chiswick. Wllliam Kent trazó uno de sus primeros jardines naturalistas, como claro enfrentamiento a la tradición geométrica de los jardines franceses, quizás como una revolución del liberalismo y de la tolerancia frente a la tiranía. ¿Cómo se explica esa 35