ACTAS DEL XI ENCUENTRO DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN · Educar en la fortaleza: una superación continua Leonardo R. DUPLÁ Juan G. CASTILLA RILO Antonio JIMÉNEZ J. Sáez Cruz (Coord) ACTAS DEL XI ENCUENTRO DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN BURGOS 2007 Leonardo R. DUPLÁ Juan G. CASTILLA RILO Antonio JIMÉNEZ J. Sáez Cruz (Coord.) Educar en la fortaleza: una superación continua ACTAS DEL XI ENCUENTRO DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN (14,15 y 16 de marzo de 2006) Instituto Superior de Filosofía “San Juan Bosco”. Burgos. Afiliado a la Universidad Pontificia de Salamanca BURGOS 2007 © Instituto Superior de Filosofía “San Juan Bosco” (UPSA) 2007 Dep. Legal: Imp. Santos. BU-68/2007 n CONTENIDO A modo de prólogo: Jesús Sáez Cruz . . . . . Presentación del XI Encuentro: Isidro Revilla Barriuso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 13 Presentación de Leonardo R. Duplá José Luis Guzón ...................................................................15 LA FORTALEZA DE ESPÍRITU Y EL VALOR DEL SUFRIMIENTO Leonardo R. Duplá ...............................................................19 Coloquio con Leonardo R. Duplá .......................................33 Presentación de Juan G. Castilla Rilo Manuel Plaza, S.I .................................................................39 LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y LA VIRTUD DE LA FORTALEZA Juan G. Castilla Rilo............................................................41 CONTENIDO 6 Coloquio con Juan G. Castilla Rilo ....................................57 Presentación de Antonio Jiménez José Luis Cabria...................................................................61 LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD Antonio Jiménez ...................................................................69 Coloquio con Antonio Jiménez ............................................97 CLAUSURA DEL XI ENCUENTRO DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN Isidro Revilla Barriuso.......................................................103 ANEXO: ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? (Primer Premio del Concurso de Filosofía “Atrévete a pensar”, 2005-2006) Roxana García Martínez ....................................................109 ÍNDICE GENERAL...........................................................131 A MODO DE PRÓLOGO Querido lector: Tienes en tus manos un libro excepcional. Quizá tú mismo alguna vez has reflexionado sobre la dureza de la vida (mil situaciones puedes dibujar aquí) y el coraje requerido para afrontarla con alegría y buen talante. Estamos hablando de la virtud de la fortaleza. Seguramente no has tenido la oportunidad de profundizar sobre este tema como aquí te presentan Leonardo R. Duplá, Juan G. Castilla Rilo y Antonio Jiménez. El saber y la experiencia que aquí puedes encontrar, para motivar tu lucha diaria, no es equiparable a las “noticias”, “reportajes” o “artículos” que puedes leer en los periódicos ni ver los programas televisivos que tienes al alcance de tu mano. Tampoco es frecuente que puedas encontrarte con grandes tratados sobre la fortaleza. Nosotros somos más humildes y te proponemos leer un pequeño libro que te puede aportar una sabiduría inestimable. Su tema es contracultural: la virtud de la fortaleza. El prof. Leonardo R. Duplá te ofrece una aventura intelectual descendiendo a través de magistrales ejemplos, cual nuevo Platón en sus Diálogos, a una descripción diáfana y profunda de la fortaleza como virtud que modera y controla el miedo. Su ponencia “La fortaleza de espíritu y el valor del sufrimiento” te abre a los problemas más difíciles de tratar filosóficamente: el sentido de la vida en la experiencia del dolor. Seguro que has experimentado tus límites, 8 JESÚS SÁEZ has vivido muchas clases de miedos y tendrás que afrontar todavía algunos que puedan arribar a la orilla de tu mar. Puedes confrontar tu valentía con la descripción que D. Leonardo nos hace de la persona valiente, sobre todo frente al dolor, que siempre está al acecho. Uno de los miedos más graves es el miedo a la propia libertad1. El psicólogo Juan G. Castilla Rilo te invita a seguirle en una experiencia, bien programada y dirigida, a través de su conferencia “La conquista de la libertad y la virtud de la fortaleza”. Se trata de una sesión teórico-práctica que D. Juan ha conducido con gran pericia. El relato, como medio de análisis introspectivo y terapéutico de la vida interior (sentimientos y emociones) te posibilita bucear en las motivaciones de tus actitudes y comportamientos. Su objetivo: llevarte a aceptar el reto de conquistar tu propia libertad. Pero, en la fragmentación de la vida, arrastrada por multiformes estímulos en medio de la jungla de los deseos y el laberinto de nuestras emociones, ¿podremos alcanzar una virtud tan necesaria como es la fortaleza de la voluntad? El Dr. D. Antonio Jiménez describe en un certero cuadro las coordenadas de nuestra cultura posmoderna. En este contexto, también es posible ejercitarse en la autoeducación en la fortaleza. Su ponencia, muy bien documentada, “La fortaleza como virtud estratégica en tiempos de fragilidad”, presenta también las matrices cristianas y los resortes accesibles al seguidor de Jesús para practicar la virtud de la fortaleza. En la presentación de este ponente, D. José Luis Cabria, haciendo gala de su saber filosófico y teológico, esboza ya el marco conceptual necesario de toda la reflexión sobre las virtudes humanas, tanto naturales como sobrenaturales. En anexo publicamos aquí el Primer premio otorgado en el Concurso de Filosofía “Atrévete a pensar”, celebrado el 17 de mayo 1 Cf. a. este respecto la siempre sugerente y actual obra de Erich Fromm, El miedo a la libertad (trad. Gino Germani), ed. Paidós Ibérica, Barcelona 2006. PRÓLOGO 9 de 2006. Su autora es Roxana García Martínez, alumna de 1º de BACH del Colegio Visitación de Nuestra Señora, “Saldaña”, de Burgos. Su título “¿Es propio del hombre feliz hacer el bien o hacer el mal?” nos conduce a los problemas teórico-prácticos más hondos de la ética. Enhorabuena, Roxana. ¡Que sigas investigando! Agradecemos a los tres ponentes su original aportación a la reflexión sobre la educación en la virtud de la fortaleza y los condicionamientos de orden antropológico, psicológico y cultural que dicha tarea conlleva. JESÚS SÁEZ CRUZ Coordinador del Encuentro Burgos, a 25 de noviembre de 2006 150 Aniversario del nacimiento de Mamá Margarita XI ENCUENTRO de Filosofía y Educación Educar en la fortaleza: una superación continua PRESENTACIÓN DEL XI ENCUENTRO DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN Buenas tardes y ¡Bienvenidos! Hace aproximadamente un año celebrábamos el X Encuentro de Filosofía y Educación, organizado por el Instituto Superior de Filosofía “San Juan Bosco con el tema: “Educar en la prudencia: un proceso de maduración”. Era el desarrollo de la segunda de las virtudes cardinales, con exposiciones por parte de un Periodista, un Filósofo y un Teólogo, todos ellos profesores y conferenciantes experimentados. El éxito de cada uno de los Encuentros anteriores nos animan a seguir adelante. La reciente publicación de las Actas, nos permitirá recordar con satisfacción su contenido. En la clausura del Encuentro, como Director del Instituto Superior de Filosofía “San Juan Bosco”, os anunciaba el tema del XI Encuentro: “Educar en la fortaleza: una superación continua”. Los ponentes: un Filósofo, D. Leonardo Rodríguez Duplá, un Psicólogo D. Juan G. Castilla Rilo y un Teólogo, D. Antonio Jiménez, abordarán este tema de la fortaleza, otra de las cuatro virtudes cardinales, que marcan el obrar humano. En un mundo de cambios profundos y fuertes contrastes, ¿cómo mantenerse en pie ante las convulsiones de la vida, personales o sociales? ¿Cómo vivir en libertad en una sociedad que pretende pensar y decidir por nosotros? ¿Qué estrategias pueden ayudar- 14 ISIDRO REVILLA nos en tiempos de fragilidad, de relativismo y fácil acomodación a lo que venga? Desde la complementariedad de las perspectivas, la Filosofía, la Psicología y la Teología nuestra reflexión saldrá enriquecida. Así, acompañados por el saber, la ciencia y la experiencia, haremos el camino de estas jornadas. Muchas gracias a todos vosotros por vuestra participación. Os deseo que disfrutéis en este XI Encuentro de Filosofía y Educación, en el que también nosotros viviremos la aventura de la educación en la fortaleza, logrando seguir embarcados en nuestra vida con una superación continua. ISIDRO REVILLA Director del Instituto Superior de Filosofía “San Juan Bosco”. Burgos PRESENTACIÓN DE LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ Una presentación familiar, aunque siempre hay que dar algunos datos del conferenciante. En este caso, con sumo gusto porque nos encontramos ante una persona que queremos mucho y que siempre se ha presentado muy cercana a nuestro Instituto y a todos nosotros. D. Leonardo Rodríguez Duplá nació en Madrid 12 de marzo de 1963. Casado, padre de cuatro hijos, estudió Filosofía en Madrid, Salzburgo y en Munich. Es Catedrático de Ética y Filosofía política de la Facultad de Humanidades y Filosofía de la Universidad Pontificia de Salamanca y ha sido durante seis años Decano de la Facultad de Filosofía de dicha Universidad. Su interés se centra, sobre todo, en las cuestiones relacionadas con la fundamentación de la Ética. Ha publicado, entre otros libros: • Deber y valor: investigaciones éticas, Tecnos, Madrid 1993. • Ética, BAC, Madrid 2001. • Ética de la vida buena, Desclée de Brouwer, Bilbao 2006. Tiene entre manos un ensayo sobre Ética y religión que, en próximos meses, verá la luz. Es miembro de los Consejos de Redacción de las revistas Cuadernos Salmantinos de Filosofía y Diálogo Filosófico. Entre sus numerosos artículos destaco sólo algunos para no prolongar en exceso esta introducción: 16 JOSÉ LUIS GUZÓN • “Felicidad y verdad práctica en Aristóteles”, Cuadernos salmantinos de filosofía, 20, 1993, 35-56. • “Crítica de la ética civil”, Diálogo Filosófico, 35, 1996, 217228. • “Sobre el fundamento de los derechos humanos”, Salmanticensis, 43, 1996, 51-64. • “Sobre los sentidos de ‘bueno’ y su relevancia para la ética”, Cuadernos Salmantinos de Filosofía, 25, 1998, 319-330. • “La recuperación del tema de la felicidad en la filosofía contemporánea”, Diálogo Filosófico, 50, 2001, 194-206. • “El contexto filosófico y cultural de la declaración Dominus Jesus” Salmanticensis, 48, 2001, 263-274. • “Max Scheler en guerra y paz”, Revista de Occidente, 250, 2002, 56-82; • “¿Qué es el mal radical?”, Cuadernos salmantinos de filosofía, 32, 2005, 271-278. No soy exhaustivo. Estoy sólo destacando algunos artículos. También ha escrito artículos en monografías colectivas. Me permito destacar algunos: • “Tres formas de sociologismo en ética”, en Coram Deo, en Memorial al profesor, Dr. Juan Luis Ruiz de la Peña (coord. por D. Olegario González de Cardenal y Jorge Juan Fernández Sangrador), Univ. Pontificia de Salamanca, Salamanca 1997, 457-474. • “Una ética para la civilización tecnológica: la propuesta de H. Jonas”, en Ética del Medio ambiente: problemas perspectivas, historia (coord. por José María García Gómez-Heras), Tecnos, Madrid 2001, 128-144. • “Encuentro con Dios y ética cristiana”, en El hombre ante Dios: entre la hipótesis y la certeza, La Habana, 4-7 de PRESENTACIÓN DE LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ 17 febrero de 2002, Univ. Pontificia de Salamanca, Salamanca 2003, 57-73. • “Kant, razón y experiencia”, en Actas del II Simposio Internacional del Instituto de Pensamiento Iberoamericano, Salamanca (coord. por Ana María Andaluz Romanillos), Univ. Pontificia de Salamanca, Salamanca 2005. Tiene también más artículos publicados. No os entretengo más. Leonardo Rodríguez Duplá es miembro de la Comisión Teológica Asesora de la Conferencia Episcopal Española. Es traductor de libros como Presencia de Dios en la Historia y Afirmaciones judías y Reflexiones Filosóficas, de Fackenheim, Emil Ludwig, Sígueme, Salamanca 2002. Actualmente es coordinador del Master en “Estudios Europeos y Derechos Humanos”, de la Universidad Pontificia de Salamanca. Hoy el profesor Rodríguez Duplá disertará sobre “la Fortaleza de espíritu y el valor del sufrimiento”. No resulta fácil, pienso, abordar este tema, como tantos otros, si no es desde una perspectiva multidisciplinar. Pero vale la pena intentar un acercamiento más, cualquiera que sea el enfoque, por una razón formalmente existencial: porque las preguntas siguen ahí golpeándonos diariamente, en nuestra existencia personal y en la de las personas que nos rodean; y porque en el dolor, la muerte, los miedos, en tantas limitaciones como acarreamos, nos preguntamos: ¿De dónde sacar fuerzas en flaqueza? ¿Por qué cada día hemos de plantearnos nuestra superación? Son ciertamente algunas cuestiones que nos cuesta afrontar y dar respuesta. Difícil abordar esta problemática, porque esta virtud y otras virtudes también han caído en descrédito como asociadas a cosas antiguas, a actitudes y a cosmovisiones superadas. Nuestra tarea consiste en recuperar su memoria y actualizar aquellas virtudes y hábitos a los que iba vinculada: la magnanimidad, la magnificencia, la paciencia, la perseverancia. Para finalizar, una palabra un poco más personal sobre Leonardo Rodríguez Duplá. Es un gran profesor; no sólo investiga- 18 JOSÉ LUIS GUZÓN dor. Los alumnos que han pasado por nuestro Instituto y que siguen estudios en la Universidad Pontifica de Salamanca así lo acreditan; a la vez que se desprende de la rica panoplia de publicaciones, artículos y colaboraciones que os acabo de leer. Estos alumnos nuestros, insisto, están contentísimos con él. Lo ven competente, muy claro en las exposiciones, además de muy cercano y disponible para todo tipo de consulta fuera de clase. Nosotros, por nuestra parte, hemos gozado de su presencia en este mismo lugar, para los acontecimientos importantes de nuestro Centro de Estudios. Sobre todo, las inauguraciones oficiales mientras era Decano. Su presencia y su apoyo siempre nos han estimulado para dar lo mejor de nosotros mismos, como Equipo de profesores, y como Instituto de Filosofía. Siempre valoró estupendamente la preparación filosófica que aquí se impartía a los alumnos, que luego destacaban por su aplicación y aprovechamiento en el Alma mater salmantina. Estamos, pues, muy agradecidos y honrados por su presencia entre nosotros. Muchas gracias, Leonardo. Estamos dispuestos a escucharte. JOSÉ LUIS GUZÓN Profesor de Historia de Filosofía Moderna y de Historia del Pensamiento Científico Instituto Superior de Filosofía “S. Juan Bosco”. Burgos LA FORTALEZA DE ESPÍRITU Y EL VALOR DEL SUFRIMIENTO LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ Catedrático de Ética y Filosofía Política Universidad Pontificia de Salamanca 1 Hablar hoy de la virtud de la fortaleza, o para el caso de cualquier otra virtud, puede parecer anacrónico. El mismo término “virtud” ha desaparecido prácticamente de nuestro vocabulario habitual. Cuando queremos encarecer la bondad de una persona, no se nos ocurre decir, salvo en un contexto muy solemne o muy jocoso, cosas tales como que es “hombre de probada virtud”. Estas expresiones parecen tener un inconfundible regusto a cerrado y sacristía, a cosa rancia y trasnochada. En consecuencia, son evitadas cuidadosamente. Y no sólo la palabra “virtud” ha sido desalojada del lenguaje corriente, sino que el saber teórico elemental acerca de las virtudes ha disminuido de modo palpable. Si hoy preguntamos a estudiantes universitarios cuáles son las virtudes cardinales, la mayor parte se encogerá de hombros. Y si preguntamos por las teologales, el resultado será aún más desalentador. El eclipse que sufre el concepto de virtud en la conciencia contemporánea tiene su equivalente, o más bien su causa o una de sus causas, en el orillamiento de la virtud en el marco de la filosofía moral contemporánea. En la ética clásica el concepto de virtud tenía un protagonismo indiscutible. Para Platón o Aristóteles, la ética filosófica tenía como cometido principal responder a la pregunta: 20 LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ ¿cómo he de vivir? Y como esos filósofos estaban persuadidos de que la posesión de las virtudes era condición necesaria de una vida buena y feliz, no dudaban en hacer de la virtud el objeto preferente de sus cavilaciones. Por eso los diálogos platónicos abordan cuestiones tales como qué es la virtud, o cómo se adquiere, o si la virtud es una o varias. Y la Ética a Nicómaco de Aristóteles, que es el primer tratado sistemático de ética que se ha escrito, está dedicado en su mayor parte al estudio pormenorizado de las distintas virtudes en las que estriba la excelencia de un hombre. En la ética moderna, en cambio, el tratamiento de la virtud ha pasado a un segundo plano, desplazada por el nuevo protagonismo del problema del deber. ¿A qué obedece esta sustitución de la virtud por el deber? Se trata de una cuestión compleja, y aquí he de limitarme a observar que, en mi opinión, la pérdida de protagonismo de la virtud obedece a la creciente sombra de duda que, desde los albores de la modernidad, ha ido recubriendo el concepto de tradición. Para entender esta afirmación ha de tenerse presente que, de acuerdo con el planteamiento clásico, las virtudes se adquieren, sobre todo en la niñez, mediante la inmersión en una tradición moral viva. El niño asimila las virtudes de su entorno gracias a que ellas ya están presentes en la comunidad humana en la que él nace y se educa. Ahora bien, dado que el espíritu moderno se niega a reconocer validez a los argumentos de autoridad y reclama que toda idea recibida se legitime ante el tribunal de la razón, es lógico que rechace las tradiciones heredadas, en las que muchas veces no ve sino prejuicios que retardan el progreso de la humanidad hacia su definitiva emancipación. Y una vez rechazada la autoridad de las tradiciones, era inevitable que la ética de las virtudes perdiera su vigencia. Es comprensible, por ello, que en la mayoría de los modelos éticos contemporáneos la virtud desempeñe, como queda dicho, un papel muy secundario. Es verdad que el hecho de que hoy no se hable de las virtudes no demuestra, ni mucho menos, que las virtudes no sean importantes en nuestra vida. Pero no es menos cierto que hoy, por las razones señaladas, ya no están dadas las condiciones que harían posible pasar directamente a tratar la virtud de la fortaleza, que es lo que nos proponemos. Habida cuenta de que el concepto mismo de virtud se LA FORTALEZA DE ESPÍRITU Y EL VALOR DEL SUFRIMIENTO 21 presenta en nuestra conciencia sumamente desdibujado e incluso ha desaparecido prácticamente de nuestro vocabulario, tenemos que partir de cero y no dar nada por supuesto. Partiremos, por tanto, de una caracterización general de las virtudes, y sólo después estaremos en condiciones de aproximarnos a la virtud de la fortaleza. 2 La tradición clásica entiende las virtudes como cualidades del alma humana que tienden a manifestarse en conductas excelentes. Es característico de esas cualidades del alma el ser adquiridas y el ser permanentes. El hecho de ser adquiridas distingue a las virtudes de los rasgos del temperamento, que no se adquieren sino que se heredan. Y el hecho de ser permanentes las distingue de un humor o una inclinación más o menos pasajera. Cuando decimos de alguien que es valiente o que es justo, queremos decir que posee esas cualidades en todo momento, y no sólo cuando se ve confrontado con determinadas situaciones que exigen actuaciones que revelan ese carácter virtuoso. Por lo demás, el carácter permanente de las virtudes tiene mucho que ver con el modo como son adquiridas. Según Aristóteles, las virtudes se adquieren por habituación. Del mismo modo que me hago pianista tocando el piano y matemático resolviendo problemas de álgebra, me hago justo realizando actos de justicia y valiente realizando actos de valentía. Este modo de entender el aprendizaje de las virtudes puede parecer paradójico. ¿Cómo voy a realizar actos de valentía si todavía no soy valiente? Aristóteles contesta que las acciones mediante las cuales me habitúo a la virtud no son propiamente virtuosas, sino acciones externamente semejantes a las virtuosas. El niño imita las conductas de sus mayores, quizá únicamente por eludir el castigo. Pero a fuerza de comportarse del modo prescrito, se le van abriendo los ojos para captar la belleza intrínseca de las conductas conformes con la virtud. Cuando ya ha alcanzado la edad de la razón, su comportamiento ya no será puramente mecánico, sino motivado por la nobleza de la virtud adquirida. Y como el aprendizaje ha consistido en la larga práctica de las conductas conformes con la virtud, es natural que las virtudes correspondientes queden firmemente inscri- 22 LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ tas en el carácter del hombre. Por eso los antiguos se referían a la virtud como a una “segunda naturaleza”. Conviene insistir en que la adquisición de la virtud no consiste en la interiorización de un automatismo ciego merced a un proceso de condicionamiento de la conducta. La conducta virtuosa no es una respuesta mecánica, que se dispara con la constancia de un movimiento reflejo. Muy por el contrario, uno de los rasgos esenciales de la virtud es la lucidez que proporciona al sujeto moral. El hombre virtuoso es sensible a la situación en que se encuentra y reconoce su peculiar relieve moral. Su conducta se pliega a las exigencias de esa situación. No basta para ser generoso, por ejemplo, con aceptar el principio genérico que dice que hemos de socorrer al necesitado, sino que ese principio hay saber aplicarlo al caso concreto, ayudando en la ocasión adecuada, del modo adecuado y en la medida adecuada. Esto se entenderá mejor si tenemos presente que, de acuerdo con la tradición clásica, la virtud moral tiene mucho que ver con la moderación de las pasiones. Los hombres, todos los hombres, se encuentran, en efecto, bajo el influjo de las pasiones, que operan en ellos como poderosos resortes de la acción. El miedo a recibir daños y sobre todo a la muerte, el deseo de disfrutar de bienes sensibles o el apetito de posesiones pueden ser descritos como constantes antropológicas. Estas pasiones están dadas en el hombre por naturaleza y no son en sí mismas ni buenas ni malas. Según Aristóteles, lo propio del hombre virtuoso no es extirpar esas pasiones, sino moderarlas, es decir, someterlas al criterio que aporta la razón. Esto explica que, en esa misma tradición, la virtud moral sea descrita como un término medio entre dos extremos viciosos. Los extremos que han de ser evitados consisten, respectivamente, en permitir que la pasión se desborde y en carecer de ella por completo. La generosidad, por ejemplo, no consiste ni en dejarse llevar por el apego al dinero (eso es lo que llamamos cicatería) ni en carecer por completo de ese apego (eso sería prodigalidad). Pero para ser generoso no basta con no ser ni tacaño ni manirroto, pues entre esos dos extremos viciosos caben todavía muchas posiciones intermedias. De aquí que para ser virtuoso haga falta la clarividencia, la LA FORTALEZA DE ESPÍRITU Y EL VALOR DEL SUFRIMIENTO 23 sensibilidad al contexto a que antes me he referido. El hombre generoso será el que, dominando su apego a sus bienes sin llegar a eliminarlo por completo, mantenga la cabeza fría para interpretar correctamente las peculiaridades de la situación en la que se encuentra y, en consecuencia, adopte las medidas más adecuadas. Ayudará materialmente a los demás, sí, pero en la medida en que la situación lo exija. Una vez subrayada la dimensión de la lucidez que es propia de todas las virtudes, conviene que insistamos también en lo que podríamos denominar su fiabilidad. La filosofía griega ha sido muy sensible al fenómeno de la incontinencia (akrasía). La experiencia común de los hombres enseña que es perfectamente posible hacer el mal a sabiendas, es decir, hacer lo contrario de lo que nuestra razón nos presenta como moralmente debido. Precisamente por ello la educación moral de las personas no puede reducirse al aprendizaje de una serie de normas de conducta abstractas. Uno puede saber perfectamente que no debe mentir y sin embargo hacerlo. La educación moral consiste más bien en la lenta asimilación de esos principios, en su incorporación a nuestro propio ser. Por eso me he referido antes a la virtud como a una segunda naturaleza. Al quedar firmemente inscrita en nuestro alma, la virtud nos capacita para obrar bien en mucho mayor medida que el mero aprendizaje teórico de principios de conducta. El hombre virtuoso no sólo sabe que ha de hacer ciertas cosas, sino que, por decirlo así, se encuentra inclinado a hacerlas. La tradición clásica sostiene que el hombre excelente se caracteriza por la posesión de distintas virtudes: tantas cuantas pasiones humanas sean susceptibles de ser moderadas. Pero no todas las virtudes revisten la misma importancia para la vida moral. Esa misma tradición ha solido distinguir, al menos desde Platón, cuatro virtudes principales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Fue san Ambrosio de Milán quien, para subrayar su importancia, las denominó “virtudes cardinales”, expresión que hizo fortuna. La palabra “cardinal” viene del latín cardo, -inis, que significa gozne, quicio. Al denominar cardinales a ciertas virtudes estamos afirmando, por tanto, que en ellas se apoya o estriba toda la vida moral. Las otras virtudes serían, en cambio, virtudes secundarias, es decir, hábitos LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ 24 adquiridos que en sí mismos no son buenos ni malos, sino que lo son dependiendo de si van asociados o no a las virtudes principales. Pensemos, por ejemplo, en la laboriosidad de una persona. En tanto no sepamos al servicio de qué se pone esa laboriosidad, no podremos alabarla ni condenarla. La laboriosidad de un hombre justo es muy de celebrar; en cambio, todos preferimos que los criminales no se muestren laboriosos. Un último aspecto de la concepción clásica de la virtud que conviene que tengamos en cuenta antes de entrar en el análisis de la fortaleza es la doctrina de la unidad de las virtudes. Esta doctrina ha conocido diversas formulaciones. La más aguda, de raíz platónica y luego estoica, consiste en afirmar que todas las virtudes son en el fondo una y la misma: todas son conocimiento. En su formulación menos extrema, la doctrina de la unidad de las virtudes supone que las virtudes, aunque son distintas, no pueden darse por separado, sino que la posesión de cualquiera de ellas presupone la posesión del resto; y la ausencia de una de ellas implica que también faltan las otras. Es ésta una cuestión sobre la que volveremos luego. 3 Tras habernos referido a algunos aspectos generales de la doctrina de la virtud moral, podemos dirigir nuestra atención a la virtud de la fortaleza. Es, según se dijo, una de las cuatro virtudes cardinales. Sin ella no es posible una vida buena, una vida lograda. Pero, ¿en qué consiste propiamente esta virtud imprescindible? Antes dijimos que las virtudes se especifican por las pasiones que ellas moderan. Para explicar qué es la fortaleza habrá que indicar, por tanto, a qué pasión se refiere y cuáles son los extremos viciosos que ella evita. Pues bien, la fortaleza es la virtud que consiste en moderar el miedo. En la medida en que todos los seres humanos sienten miedo ante la perspectiva de sufrir daños, sea en su integridad física, sea en sus propiedades, sea en su estimación pública, todos necesitan esa virtud. Es la vulnerabilidad del ser humano lo que la hace imprescindible. La fortaleza consiste en mantenerse en un sensato término medio entre la cobardía de quien cede a cualquier amenaza y la temeridad de quien incurre en riegos desproporcionados. LA FORTALEZA DE ESPÍRITU Y EL VALOR DEL SUFRIMIENTO 25 Desde antiguo se ha visto en la valentía del guerrero el caso paradigmático de esta virtud. Para el hombre griego, “arrojar el escudo” era la acción deshonrosa por antonomasia. Parte del equipamiento de los hoplitas griegos, los soldados de infantería, era, en efecto, un pesado escudo protector. Arrojar ese escudo era precisamente lo primero que hacía el cobarde, para así huir con mayor celeridad del campo de batalla. El valiente, en cambio, controla el miedo que siente y, gracias a ello, es capaz de arrostrar al enemigo. Digo que controla el miedo, no que lo extirpe de su alma. El no sentir miedo ante el enemigo no es señal de valentía, sino de ceguera, de pérdida del sentido de la realidad, y sus consecuencias suelen ser funestas. Si la valentía del guerrero se ha considerado siempre el caso central de la virtud de la fortaleza, ello se debe a que el peligro a que se expone el soldado valiente es el peligro máximo: el peligro de muerte. Toda otra forma de fortaleza remite a esta forma extrema, la del hombre virtuoso que está dispuesto a arriesgar la propia vida, pero no porque la vida carezca de valor, sino porque hay cosas que son aún más valiosas. Con esto llegamos a un punto especialmente importante. La admiración que sentía el hombre antiguo ante el soldado valeroso era inseparable de la clara conciencia de que ese soldado lucha por su patria y está dispuesto a morir por ella. Dulce et decorum est pro patria mori, decía Horacio (Odas III, 2,13). Al alabar al soldado valiente se reconoce implícitamente que la causa por la que lucha es una causa justa. Y a la inversa: a quien arriesga su vida por una causa banal o incluso inexistente, por amor al riesgo o por deseo de deslumbrar a quien contempla la presunta hazaña, a ése no lo consideramos valiente sino insensato y temerario. Es cierto que el hombre moderno no suele identificarse con su patria en la medida en que lo hacía el hombre antiguo. En nuestras sociedades el patriotismo es un ideal en franco retroceso. Por otra parte, cada vez somos más restrictivos a la hora de aplicar el concepto de guerra justa, y creo que con razón. Por todo ello, el ejemplo del soldado valiente que está dispuesto a dejarse la vida en el campo de batalla no resulta hoy tan esclarecedor como antaño. Con 26 LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ todo, es de la mayor importancia que no perdamos de vista lo que ese ejemplo es capaz de enseñarnos a todos nosotros con independencia de lo que pensemos acerca del patriotismo y de la guerra. Lo que este ejemplo nos enseña es, primero, que no hay valentía más que allí donde se asumen riesgos por amor a una causa justa; segundo, que la vida no es el valor supremo, pues de lo contrario sería gran insensatez el arriesgarse a perderla en aras de una causa que, por hipótesis, vale menos que ella. Pero si la fortaleza sólo se da en quien se arriesga por una causa justa, entonces sólo podrá poseer esa virtud quien posea una escala de valores adecuada, una escala de la que por ahora sólo sabemos una cosa: que su cúspide no está ocupada por el apego a la propia vida. Con esto regresamos a la idea, antes mencionada, de la unidad de las virtudes: sólo quien sea prudente y justo, sólo quien tenga una idea adecuada de en qué consiste el bien del hombre y no anteponga su propio bien al de los demás, podrá será fuerte en este sentido. Esta implicación mutua de fortaleza y lucidez moral queda muy subrayada en la definición platónica de esa virtud. Platón sostiene que la fortaleza consiste en conservar “la opinión correcta acerca de lo que debe temerse” y lo que no. Y es que, como vimos antes al hablar de la akrasía, un hombre que sabe cuál es su deber moral puede dejar de hacerlo movido por el miedo que siente. El soldado cobarde, por ejemplo, arroja el escudo porque cree que la muerte ha de temerse más que ninguna otra cosa. Él sabe que al arrojar el escudo se cubre a sí mismo de oprobio, pues la acción que realiza es deshonrosa; y sabe que la deshonra es algo que ha de temerse más que el daño físico. Por tanto, ese soldado tiene una opinión correcta acerca de lo que se debe temer más, pero es cobarde, y esto significa que se deja dominar por el miedo y termina olvidando eso que sabía. El miedo le hace perder su lucidez, eso que antes llamábamos su “recta opinión”, y a causa de esta ceguera inducida por el miedo elige sufrir un mal mayor (cometer una injusticia) a uno menor (sufrir daño físico). El valiente, en cambio, no permite que la voz de su conciencia quede apagada por el tumulto ensordecedor del miedo. Él se mantiene en la recta opinión, la que le enseña que la deshonra es más de LA FORTALEZA DE ESPÍRITU Y EL VALOR DEL SUFRIMIENTO 27 temer que la misma muerte. Las amenazas y los peligros no le disuadirán de realizar el bien moral. Sabe que aunque muera en el intento, aunque caiga derrotado por un destino adverso, en realidad vence, pues conserva su propia integridad moral. Por cierto que esta concepción platónica de la fortaleza recuerda vivamente a la exhortación que hace Jesús en el Evangelio: no temáis a los que pueden matar el cuerpo pero no pueden matar el alma. En un sentido parecido se afirma también en el Evangelio que quien ama su vida en exceso la echa a perder. Es importante reparar en las palabras “en exceso”. El error moral no está en amar la vida, que es un don valiosísimo, como también lo son la salud, los bienes materiales, la paz o la buena fama. El error consiste más bien en absolutizar esos bienes, en hacer de su adquisición o conservación el criterio supremo de la conducta. El valiente, insisto, no desprecia la vida; de lo contrario su sacrificio no revestiría ningún mérito. El hombre virtuoso ama la vida, pero sabe que hay cosas aún más valiosas. Así lo han entendido los mártires cristianos de todos los tiempos. Quienes en la antigüedad arrostraban las terribles consecuencias de negarse a quemar unos granos de incienso ante la efigie del emperador no eran locos o fanáticos, sino cristianos convencidos de que la fidelidad a Dios y la profesión pública de la fe son más importantes que cualquier otra cosa. Precisamente, porque sólo hay genuina fortaleza donde se arriesgan bienes en aras de una causa justa, debemos denunciar como falsificación de esa virtud, como mero remedo de la genuina valentía, toda actitud en la que la disponibilidad a asumir riesgos no vaya acompañada de justicia. Al terrorista que maneja o transporta un peligroso artefacto explosivo podremos reconocerle sangre fría o presencia de ánimo; pero no podemos considerarlo valiente, ni siquiera si pierde la vida en el intento. San Agustín (Enarr. In Psalmos, 34, 13), lo enuncia meridianamente: Martyres non facit poena, sed causa; no es el daño sufrido lo que hace que consideremos valiente a un hombre, y que en el caso extremo lo tengamos por mártir, sino la nobleza de la causa por la que se entregó. Donde falta esa nobleza, falta también la valentía. LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ 4 Hasta ahora nos hemos orientado sobre todo por el caso del guerrero valiente, y hemos mencionado también al mártir de la fe. Puesto que uno y otro arriesgan su vida por una causa noble, son los ejemplos extremos de fortaleza. Pero sería erróneo pensar que la fortaleza se da únicamente en esas situaciones límite. Si nos hemos referido a ellas es más bien porque, al representar los casos extremos de fortaleza, permiten ver con especial nitidez los rasgos esenciales de esa virtud. Consideremos ahora otras manifestaciones menos llamativas, pero no menos reales, de la fortaleza. Pensemos en lo que comúnmente se conoce con el galicismo “coraje civil”. Se trata de tipo de valentía que lleva al hombre virtuoso a arriesgar su prestigio social en aras de la justicia. Un caso paradigmático de esta virtud lo constituye la actitud del grupo de nobles franceses que, durante el reinado de Luis XIV, se comprometieron, por razones religiosas, a nunca más batirse en duelo para resolver sus diferencias. Este compromiso, que hoy puede parecer trivial, iba contra una tradición secular profundamente asentada, lo cual supone que, en ciertos círculos sociales, esos nobles tuvieron que cargar con el sambenito de cobardes. En realidad no eran cobardes, sino muy valientes, pues arriesgaban un bien tan preciado para ellos como el prestigio social en aras de la justicia. El ejemplo que acabamos de considerar nos ayuda a comprender que la fortaleza, lejos de ser una virtud reservada a héroes de la patria y mártires de la fe, puede desempeñar un papel muy importante en la vida de cada uno de nosotros. Todos los seres humanos estamos expuestos a juicio de los demás. Toda sociedad humana ejerce presión sobre sus miembros para que éste acomode sus convicciones y su conducta a los patrones comúnmente aceptados. Es la tiranía del “se”: hay que hacer lo que se hace, pensar lo que se piensa, incluso rebelarse -si a rebelarse tocan- del modo que uno se rebela. Quienes desafían estas formas del conformismo social, han de sufrir críticas, desprecio, ostracismo. Yo no niego que esta tendencia homogeneizadora de toda sociedad pueda tener ventajas; es claro que la cooperación social se ve considerablemente facilitada por las pautas de conducta estables, previsibles, así como por la LA FORTALEZA DE ESPÍRITU Y EL VALOR DEL SUFRIMIENTO 29 asignación de roles normalizados. El problema moral se plantea cuando la presión homogeneizadora afecta a convicciones profundas de la persona, cuando al hombre de principios se le intenta hacer comulgar con ruedas de molino. Por cierto que este problema afecta a todo hombre, pero quizá de un modo especial al cristiano. Recuérdese que san Pablo considera distintivo del cristiano el no acomodarse al mundo, el cual se rige por otra escala de valores que el Evangelio. El cristiano ha de atreverse a disentir de los criterios del mundo, ha de ser capaz de hacer pública su fe allí donde ésta sea tenida por locura. Y no cabe duda de que para ello hace falta dominar el temor a las consecuencias adversas que de esa conducta suya pudieran seguirse. Hace falta, precisamente, fortaleza, coraje civil. Para confirmar que la virtud de la fortaleza no es una antigualla teórica, algo así como una pieza del museo de las ideas trasnochadas, basta con recordar que la ética clásica, al examinar esta virtud, señalaba que el cristiano ha de atreverse a disentir de los criterios del mundo, ha de ser capaz de hacer pública su fe allí donde ésta sea tenida por locura. Y no cabe duda de que para ello hace falta dominar el temor a las consecuencias adversas que de esa conducta suya pudieran seguirse. Hace falta, precisamente, fortaleza, coraje civil. Pensemos en las personas -todos conocemos muchas- que están a cargo de los ancianos de la familia que ya no pueden valerse por sí mismos. Quien haya vivido de cerca esa experiencia sabe que es una tarea agotadora, que implica incontables sacrificios. Sin altas dosis de paciencia no es posible llevarla a cabo. ¿De dónde sacan fuerzas las personas que asumen estas responsabilidades? ¿Cómo es posible llevar con paciencia tales sobreesfuerzos? Yo diría que las personas excelentes que se hacen cargo de ancianos cuya salud se desmorona a ojos vistas sacan fuerzas de su propia excelencia, de su propia virtud. Sacan fuerzas de su fortaleza. Por eso hablábamos antes de la virtud como de una “segunda naturaleza”: gracias a que son como son, esas personas hacen lo que hacen. Además, la persona valiente que no se arredra ante la amenaza del mal, o la persona paciente que no deja que le invada el desánimo por el mal que está sufriendo, saben que lo que hacen “tiene sen- LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ 30 tido”, y en todo momento están en condiciones de extraer fuerza y consuelo de esta certeza. Pero ¿qué ocurre cuando nuestro sufrimiento se revela carente de sentido? ¿Cómo sobrellevarlo entonces? Con esta pregunta entramos en la recta final de estas consideraciones. 5 En el título de esta conferencia se habla, en efecto, del valor del sufrimiento. En algunos casos, ese valor está a la vista. El dolor físico, por ejemplo, funciona a menudo como mecanismo de defensa. Es bueno que sienta dolor cuando acerco mi mano al fuego, pues ese sentimiento tan desagradable me hace apartar la mano, ahorrándome de este modo males mayores. Otras veces el dolor actúa como indicio de un peligro más escondido: el dolor puede empujarme a visitar al médico, el cual, al explorarme, identifica su causa y la combate con eficacia. Digo que en casos así el dolor es valioso porque es útil. Un organismo animal, incapaz de sentir dolor, no es un organismo más perfecto, sino más indefenso, pues carece de las señales de alarma que lo ponen en guardia contra los peligros que amenazan su integridad. Tiene sentido intentar calmar el dolor una vez ha cumplido su función de síntoma del peligro; pero carecer de la sensibilidad al dolor es una enfermedad. En otras ocasiones el valor positivo del dolor, su utilidad para el hombre, estriba en que nos hace aprender. “Para aprender, perder” dice el refrán. El chasco, la decepción, son dolorosos, pero nos hacen madurar, nos hacen más sabios y realistas. El sufrimiento puede ser muy intenso, pero pasado el tiempo somos capaces de mirar hacia atrás sin ira. ¡Cuánta sabiduría en un verso de La Eneida de Virgilio: forsan et haec olim meminisse iuvabit (“tal vez un día será un placer recordar todo esto”)! De las consideraciones que se acaban de hacer parece seguirse que no hay mal que por bien no venga. Pero esta es una conclusión demasiado optimista. No faltan casos, en efecto, en los que el dolor no cumple ya ninguna función biológica de evitación de un mal (pensemos en un enfermo terminal que padece terribles dolores) o LA FORTALEZA DE ESPÍRITU Y EL VALOR DEL SUFRIMIENTO 31 bien está causado por una desgracia irreparable contra la que nada cabe hacer. En casos así, es muy difícil encontrarle un sentido al sufrimiento humano, pues ese sufrimiento contra el que nada podemos es el arquetipo de la experiencia del sinsentido. Ocurre además que nuestra civilización, tan rica en recursos de orden técnico, no nos ha pertrechado bien para afrontar el problema del sufrimiento. El remedio habitual contra el dolor es su eliminación. En nuestras casas tenemos analgésicos que alivian las molestias que pudiéramos sentir; las depresiones se tratan también con fármacos; en los hospitales hay “unidades del dolor”. Todo esto son, desde luego, bendiciones de la técnica, y quienes disfrutamos de ellas podemos considerarnos privilegiados. Pero hemos de ser conscientes de que tienen un precio elevado. El hombre moderno está mucho menos habituado al dolor que el de otras épocas. El dolor es para él algo excepcional, pues casi siempre cabe la posibilidad de narcotizarlo. Al haber descendido tan radicalmente la expectativa de tener que sufrir, nos hemos hecho menos resistentes al dolor: el dolor es aquello con lo que apenas contamos, lo que no habíamos anticipado. El hombre de hoy es, probablemente, mucho más frágil en este sentido que el de otras épocas. Y cuando se presenta el dolor propiamente tal, el dolor que no somos capaces de combatir, el sufrimiento carente de sentido, nuestra capacidad de reacción es también mucho menor. Al definir el sufrimiento extremo como la experiencia del sinsentido, señalamos implícitamente el camino que se ha de seguir para combatirlo cuando no basta con los fármacos. Ese camino ha de consistir en la búsqueda de ese sentido que precisamente brilla por su ausencia. En muchos casos esto sirve de ayuda. Quien se sacrifica por una causa noble, quien por ejemplo tiene que cargar con las consecuencias de decir la verdad en un ambiente hostil a ella, sabe que lo que hace tiene sentido pese a todo; y muchas veces extrae consuelo de su conciencia de estar haciendo lo que tenía que hacer. En otras ocasiones el sufrimiento nos vuelve lúcidos, nos ayuda a recordar nuestra condición limitada, nos obliga a abandonar la ilusión de la autosuficiencia, y en la medida en que nos hace conocernos mejor, nos hace también más libres. Otras veces, en fin, el sufrimiento es la ocasión en la que se manifiesta la solidaridad 32 LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ profunda de las personas que amamos, las personas que nos muestran su afecto y nos sostienen en la dificultad. Pero esto no es siempre posible. Pensemos en el caso de Job, que para la tradición bíblica representa el caso extremo del dolor del inocente. Sus amigos no le aportan consuelo. Job encarna la pregunta por el sentido del sufrimiento, el sentido de lo que se nos presenta como carente de sentido. Yo creo que esta pregunta, llevada a su formulación más aguda, sólo puede tener una respuesta de naturaleza religiosa. Antes dije que el hombre moderno no está bien pertrechado para afrontar el sufrimiento, pese a que posea tantos medios técnicos para combatirlo. Una de las razones de esta mayor debilidad del hombre actual ha de verse precisamente en el retroceso de la práctica religiosa. El sufrimiento de los inocentes sólo supera su carácter escandaloso en la perspectiva de la esperanza de que habrá un futuro absoluto en el que todas las lágrimas serán enjugadas. COLOQUIO 33 COLOQUIO CON LEONARDO R. DUPLÁ INTERVENCIÓN 1ª Una de las causas mayores de muerte en el mundo juvenil es el suicidio ¿Cómo animar y ayudar a los jóvenes a superar con fortaleza esta situación? RESPUESTA Esta pregunta sobre el suicidio tiene fuerte relación con la última parte de la conferencia, cuando hablábamos del sentido de la vida, del sufrimiento con sentido, etc. ¿Cómo animar a la gente o ayudarla a salir de esa situación? La pregunta me desborda. Aquí seguro que hay profesionales, psicólogos, que la podrían responder con mucha más solvencia que yo. Pero la cuestión es doble. Por una parte, ¡lo desarmados que estamos ante el sufrimiento! Hasta el adulto más maduro es una especie de niño mimado. Nuestra civilización es una civilización sin dolor, una cultura mantenida a base de fármacos. Pongámonos en la piel de los adolescentes, en situación de cambios radicales. En esta edad uno está especialmente expuesto a la prueba. Quien ha sido criado en una sociedad entre algodones (y todos hemos sido criados en esta sociedad), está más indefenso. Es lógico que los índices de suicidio suban. ¿Qué sentido tiene el dolor para una vida vivida entre algodones? Da la impresión que en nuestra sociedad este es un tema que queda olvidado, precisamente por ser la nuestra una civilización científico-técnica, la civilización del internet, de la comunicación inmediata con cualquier punto del mundo, de los aeropuertos internacionales… Tenemos nuestra casa llena de técnica, de medios y de manuales de instrucciones. Existe un prolijo discurso acerca de los medios que tenemos. Pero se echa LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ 34 en falta un discurso sobre los fines para los que merece la pena utilizar esos medios. El hombre de esta civilización sería comparable a un niño que estuviera colocado en medio de un campo inmenso, cuya linde se pierde de vista. En medio del campo con su bicicleta, el niño se echa a llorar. No es que el niño no pueda ir a ningún sitio: tiene su bicicleta, pero lo que no sabe es a qué dirección ir. Lo que a nosotros nos pasa es algo parecido: tenemos tantísimos medios pero nos falta un discurso a cerca de los fines más nobles, más valiosos para lo cuales utilizarlos. Esos fines son los que pueden dar sentido a la existencia. Cuando todo eso queda tapado por el bienestar material, por la acumulación de medios, yo creo que es normal que se den estas consecuencias, como la que Vd., señala en esta pregunta. INTERVENCIÓN 2ª La virtud se adquiere mayormente en la infancia y en la adolescencia. ¿Qué posibilidad tienen los adolescentes y jóvenes de adquirir esta virtud de la fortaleza? Además durante la infancia el ambiente protege demasiado. Si en la infancia se evita el sufrimiento, ¿cómo va a nacer la fortaleza? En un ambiente en donde casi no se sufre, si la virtud es una segunda naturaleza (como Vd. ha dicho), ¿cómo se puede adquirir esta segunda naturaleza? ¿Cómo voy a sacar fortaleza si no la tengo? RESPUESTA Yo en esto soy bastante partidario del planteamiento clásico que he comentado en mi intervención. Pongo un ejemplo para que comprenda Vd. Yo he dado durante unos años una asignatura de “Ética deontológica” o “Ética profesional” (que incluye los códigos deontológicos de la buena conducta del periodista, elaborados por los colegios profesionales de periodismo) en la Facultad de Periodismo de la UPSA. Al final dejé de dar esta asignatura de forma voluntaria, ya que no le encontraba mucho sentido a una asignatura que se impartía a estudiantes “ya hechos”, hombres y COLOQUIO 35 mujeres en 5º de carrera, de 23, 24 ó 25 años… No entendían el tener que cumplir unas normas, salvo que hubieran incorporado como segunda naturaleza los principios de la vida virtuosa: era demasiado tarde para convencerles. En cambio, el planteamiento clásico, al que he hecho referencia, habla de la adquisición de las virtudes por inmersión en una tradición viva, en donde uno está inculturado desde niño. La habituación a la virtud existe ya en acto en el contexto en el que uno se forma. Si uno desde niño no va impregnando su alma de virtudes, es muy difícil incorporarlas de adulto. Es importante darse cuenta de que la educación moral es imprescindible. Allí se aprende a ser buena persona. Además uno tiene que querer serlo. Es distinto del aprendizaje teórico. Los antiguos han utilizado metáforas preciosas. Por ejemplo, Platón estaba persuadido de que belleza y bondad eran la misma cosa (esto sería discutible pero no entro en ello ahora). Platón decía en la República que había que proporcionar a los niños una educación musical. “Formación musical” no ha de entenderse en sentido contemporáneo, sino en el amplio sentido de una formación artística en general. Entonces él decía que había que prescribir ciertas canciones, ciertos ritmos. Incluso en las nanas que se le cantan al niño que está en la cuna, había que ir inclinando su alma hacia la belleza, porque como belleza y bondad eran lo mismo en opinión de Platón, si se inclina el alma del niño hacia la belleza, se le está acostumbrando al bien. Cuando llegue a adulto no va a ser bueno necesariamente, porque esto depende de la libertad del individuo; pero tendrá las condiciones subjetivas necesarias sin las cuales sería imposible serlo. Antes preguntabas: “¿Cómo voy a sacar fortaleza si no la tengo? Pues también eso es característico del aprendizaje de las virtudes; no es un aprendizaje mecánico, parecido al aprendizaje de las ratas que se le enseña a dar a una palanca y de esta forma consiguen algo de alimento. La rata, al final, sabe golpear la palanca. El nuestro no es un aprendizaje de condicionamiento de la conducta. Se trata más bien de crear ciertas condiciones de modo que, llegado a la edad de la razón, al niño se le caigan las escamas de los LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ 36 ojos, gane en lucidez y practique, por amor a la belleza, como decían los griegos, ese tipo de conducta que antes hacía de forma mecánica o para evitar el castigo. Yo creo que esto es así y los que tenéis experiencia con niños lo sabéis muy bien. INTERVENCIÓN 3ª Parece ser que, según lo que Vd. dice, la ignorancia es el origen del miedo. Por otra parte, la vida parece ser el bien supremo. ¿No estamos trastocando la escala de valores? Porque muchos valores se nos están perdiendo en la sociedad, con tanta droga ambiental… RESPUESTA La vida no es el valor supremo, como a veces se dice por personas muy interesadas y por gente de Iglesia; por ejemplo, en el contexto del problema del aborto. Pero la vida no es el valor supremo. Hay cosas por las que merece la pena sacrificar incluso la vida. Y si no, la vida en sí misma no tendría mucho valor. Quiero recordar esto que dice Don Quijote con su hermoso discurso sobre la libertad: “Por la libertad, lo mismo que por la honra, se puede y debe arriesgar la vida”. Para que tenga sentido la vida, para que merezca la pena vivirla, hay que someterla precisamente a otras cosas que son más maravillosas que ella. Y todo esto, mientras se mantiene la escala de valores anteriores: la honradez, perdón, etc., escala de valores que no hace de la vida el valor supremo. Por tanto, no tendría ningún sentido hablar de la valentía ni de ninguna otra virtud, si salvar el pellejo fuera el valor supremo o la regla suprema de prudencia. INTERVENCIÓN 4ª Quisiera que profundizara Vd. distinguiendo entre el sufrimiento y el dolor físico. Entonces, la pregunta es ésta: ¿El dolor físico y COLOQUIO 37 el dolor moral llevan consigo necesariamente el sufrimiento? Desde la virtud de la fortaleza, ¿qué actitudes hay que tener ante el dolor físico y moral? ¿Es normal luchar contra el dolor? RESPUESTA Aquí se corre el riesgo de perderse uno en la terminología o en convertir la discusión en una mera discusión sobre palabras. ¿A qué llama usted dolor? ¿A qué llama usted sufrimiento? Dependiendo de cómo se entiendan estos conceptos, tendrá Vd. lógicamente una tesis u otra. Yo no veo una diferencia muy clara entre ambos conceptos, respecto del problema de fondo. Por esto mismo, entre el dolor físico y el psíquico no haré diferencias. La experiencia más intensa, más enfática del dolor no es aquella en la que uno pueda entablar un buen combate contra el mismo dolor, porque justamente esa esperanza de poder hacer algo contra él disminuye su problemática. Es como el miedo: el miedo máximo no es el miedo de una cosa concreta, por ej., miedo a peligros conocidos. Justamente, los miedos en cuanto son conocidos son más fáciles de afrontar y de poner remedio. El peor miedo es aquel que no se conoce bien; es un miedo de alguna manera irracional, y al no identificar su causa no se puede uno defender de él. El peor dolor, el verdadero sufrimiento es ese dolor contra el que ya estamos desarmados, contra el que parece agotarse toda esperanza. A eso y sólo a eso me refería yo antes, cuando hablaba de la experiencia del “sin sentido” o del arquetipo de la experiencia del “sin sentido”. La enorme dificultad del problema acerca del sentido del dolor o del sufrimiento está en si podemos dar o no sentido al dolor o al sufrimiento. La experiencia del dolor sin sentido plantea una cuestión que parece imposible contestar, precisamente porque, por definición, carece de sentido. Llevados a un caso extremo, pienso en el dolor de los inocentes. Yo sólo veo una esperanza de tipo religioso y no tanto una respuesta filosófica, que no tengo. LEONARDO RODRÍGUEZ DUPLÁ 38 INTERVENCIÓN 5ª Hay cierta contraposición entre un creyente y un no creyente. ¿Cómo puede un no creyente adquirir por sí solo las virtudes cardinales, en nuestro caso la fortaleza, o cómo puede integrar con paz el sufrimiento en su vida? RESPUESTA El creyente y el increyente pueden ser excelentes personas. No parte ninguno de ellos de una situación ventajosa con respecto del otro. Pero sí creo, en cambio, que el increyente lo tiene mucho más difícil con respecto a la experiencia del sufrimiento extremo, frente a la experiencia del “sin sentido”. Yo creo que para el increyente no hay ninguna solución a este problema. Para el cristiano, soluciones, tampoco. Pero, por lo menos hay esperanza de algo que nuestros ojos no han visto, pero que nuestro corazón ha intuido. En cambio, para el increyente es tan dura la experiencia del mal, la experiencia del sufrimiento de los inocentes, que es un escándalo. Lo es para todos, entendedme. Pero en el increyente cobra mucho bulto el dato de lo irreparable, de lo injusto, de lo clamoroso. Lo cual no quiere decir que uno tenga que creer sólo para solucionar ese problema. PRESENTACIÓN DE JUAN GONZALO CASTILLA RILO Para que nos hagamos una idea de la personalidad de Juan y de la altura de la organización del Instituto Superior de filosofía S. Juan Bosco, en este XI encuentro de filosofía y Educación, Juan es Psicólogo, especializado en “Psicología Clínica y de la Salud”, por la Universidad Autónoma de Madrid. Es también especialista en “Gerontología social”, por la Universidad Autónoma de Madrid e Imserso, Consultor de Formación en la Escuela de Inteligencia Emocional y en el Servicio de Neurología del Hospital 12 de Octubre de Madrid. No os voy a leer todos los datos que tengo, pero para que os hagáis una idea algo que me parece importante, os diré que él, como profesional, tiene experiencia tanto en Instituciones públicas como privadas (hay una docena de lugares donde ha trabajado o trabaja). Como docente ha dado varios cursos de formación sobre “Relación de ayuda”, sobre el “Estrés, habilidades sociales y recursos humanos” (aquí tiene una lista tremenda), sobre la enfermedad del Alzheimer (que para los que tenemos canas está cada vez más cercana), sobre “Geriatría y Gerontología” (varios cursos). Y ha impartido también otros cursos sobre distintos temas de psicología. Como actividades de Investigación, lo más importante es que pertenece al Equipo Finalista de los Premios de Investigación Social Caja Madrid 2005, con el título “Capacidad Funcional y estado de salud en el contexto social de las personas mayores”. Y tiene publicados doce trabajos de investigación sobre enfermedades neurológicas en personas mayores, entre los cuales yo quiero destacar los tra- 40 MANUEL PLAZA, S. I. bajados dedicados al estudio del Alzheimer, al estudio del cuidado de los pacientes con esta enfermedad así como distintos estudios dedicados a las enfermedades de Parkinson y demencia. Este psicólogo, en apariencia muy joven, tiene escritos un montón de artículos y libros en común con otros psicólogos y psicólogas, entre los que yo destaco los siguientes títulos: • “La ayuda a los familiares de pacientes con demencia” (2004). • “Programa de Psicoestimulación para pacientes con deterioro cognitivo moderado” (1998). • “Instrumental Activities of Daily Living as screening of dementia in population studies” (2005). Y para terminar, Juan Castilla ha estado presente, con aportaciones interesantes, en distintos Congresos de Madrid, Barcelona, Murcia, Zaragoza y San Sebastián. Y también ha participado en distintos Congresos y Encuentros sobre diferentes problemas de Neurología en Denver, Honololu, Londres, Estocolmo y Filadelfia, entre otras ciudades del mundo. Yo creo que con esto nos podemos hacer una idea de Juan Castilla. La valía de una persona está en lo que es y no en lo que parece ser. Y la valía de Juan Castilla está también en lo que ahora nos va a transmitir en esta conferencia. MANUEL PLAZA, S. I. Psicoterapeuta. Director del Centro Ignacio Ellacuría (CIE) LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y LA VIRTUD DE LA FORTALEZA JUAN GONZALO CASTILLA RILO Psicólogo del Servicio de Neurología Hospital "12 de Octubre" de Madrid Yo no deseo nada, yo no tengo miedo a nada, soy una persona libre. Nikos Kazantzakis (1885-1957) INTRODUCCIÓN Vas a leer en estas líneas algo que ya conoces y de lo que tienes una opinión. Incluso hay aspectos que sabes mejor que yo, porque tú, mejor que nadie, has penetrado las dificultades que conlleva disfrutar de tu propia libertad y tener fortaleza en tu vida. La persona que más conoce tu vida eres tú mismo. No pretendo asombrarte con “mis” ideas (que no son mías sino un compendio de enseñanzas, sorpresas y aprendizajes que la vida me ha ido dando); quizás, como mucho, reflexionar sobre “tu vivencia” de la libertad, viéndola y leyéndola desde otra perspectiva y experiencia vital. Puede que en algún momento “mi” interpretación y la “tuya” se encuentren en el mismo sendero y podamos sonreírnos como gesto simbólico (¡qué alegre sorpresa!). Quizá en otro momento, “nuestras” ideas choquen de frente, porque nuestros valores y nuestras creencias sean diferentes: tal vez ni mejores ni peores, simplemente distintas (¡qué gran momento de reflexión!). Te invito a que seas receptivo conmigo y con la experiencia que quiero compartir contigo y que me intentes comprender. Necesito de JUAN GONZALO CASTILLA RILO 42 tu colaboración, para que disfrutemos de este momento tan especial, único e irrepetible, que es estar aquí, en este mismo tiempo, aquí y ahora. Un mendigo estuvo junto a una carretera durante más de 30 años. Un día un desconocido pasó por allí. - ¿Una limosna? –murmuró el mendigo, alargando mecánicamente su gorra de béisbol. - No tengo nada que darte –dijo el desconocido. A continuación, preguntó: - ¿Sobre qué estás sentado? - Sobre nada –respondió el mendigo. Sólo es una vieja caja. He estado sentado en ella desde no sé cuando. - ¿Has mirado dentro alguna vez?–preguntó el desconocido. - No –dijo el mendigo. ¿Para qué? No hay nada dentro. - Echa una mirada– insistió el desconocido. El mendigo consiguió abrir la tapa. Con infinita sorpresa, incredulidad y dicha, vio que la caja estaba llena oro. Yo soy ese desconocido que no tengo nada que darte, pero te pido que mires dentro de ti y te asombres por el gran tesoro que tienes dentro: tu fortaleza y tu libertad..., entre otros grandes tesoros. LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y LA VIRTUD DE LA FORTALEZA En la sociedad actual parece que la libertad es un derecho conquistado, pero algunos de los grandes males de nuestra época son los trastornos psicológicos y las alteraciones psicosomáticas. Son LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y LA VIRTUD DE LA FORTALEZA 43 solamente el reflejo de miedos y temores, consecuencia de no creer en nuestra fortaleza y de no poder desarrollar nuestra propia libertad. La OMS detectó en 2001 que aproximadamente un 25% del mundo está afectado alguna vez en la vida por un trastorno mental. Interpreta que una de cada cuatro familias posee al menos un miembro con un trastorno mental diagnosticado. Existe otro porcentaje de personas en el mundo con alguna patología neurótica o psicótica que no está diagnosticada y ni mucho menos tratada. Cuatro de las primeras diez causas en el mundo que producen discapacidad son los trastornos mentales, siendo la depresión la cuarta causa; un porcentaje del 4,4% de la población la padecen en el mundo. También aparecen como otros trastornos mentales que producen discapacidad: la esquizofrenia, los trastornos bipolares y el consumo de sustancias alienígenas. Todos nosotros podemos intentar alejar alguna de esas enfermedades de tratamiento psicológico o psiquiátrico en nuestro día a día, siendo cada vez un poco más positivos y felices. Sin embargo, nos empeñamos en “meternos” en vidas rutinarias, poco espontáneas y muy predecibles. Así nos colocamos en una espiral mecanizada: nos levantamos a la misma hora, más o menos; caminamos y/o conducimos por los mismos caminos, nos sentamos en los mismos lugares y/o locales para desayunar, comer o cenar. Y casi siempre con las mismas personas... Pero un buen día juzgamos que nuestra vida es monótona y aburrida. Ahora bien, si es así, ¿qué haces para cambiar tu realidad? Si te encuentras en esa situación, empieza desde “ahora mismo” a experimentar tu libertad y a salir de tu abismo en espiral como animal de costumbres. Empieza a disfrutar de acontecimientos diferentes. No tienen porque ser espectaculares, sino cosas de tu vida cotidiana, como cambiar ciertos hábitos. Date cuenta de qué es lo que te ocurre. También todos estamos en constante crecimiento y desarrollo, nos creamos a nosotros mismos día a día. En realidad, podríamos ser quienes quisiéramos ser, vivir la vida que nos gustaría disfrutar. Para ello hay que arriesgarse a cambiar, a experimentar distintas realidades. Ese paso no es tan sencillo, porque nos acostumbramos y nos acomodamos a lo que ya conocemos (“más vale lo malo conocido...”). Lo hacemos todos. Cuanto más a disgusto te encuentres JUAN GONZALO CASTILLA RILO 44 contigo y con tu vida, o más incomodidad experimentes con tu situación..., más te cuesta. ¡Cambia de modo de vida!, porque lo que resistes, persiste. A veces, el dolor es el precio que pagamos por resistirnos a cambiar. Creamos nuestra propia realidad a partir de nuestros pensamientos; pero sólo podemos cambiar nuestra realidad desde la acción. Cuando yo era niño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba eran los animales. A mí, como a otros. Me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia desplegaba su tamaño, peso y fuerza descomunal... Pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena, que aprisionaba una de sus patas, clavada a una pequeña estaca hincada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera, apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años, todavía yo creía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, familiar mío, por el misterio del elefante. Me explicó que el elefante no se escapaba, porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: –Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y LA VIRTUD DE LA FORTALEZA 45 No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... Sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros, que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: “El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño”. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido, sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado. Al día siguiente volvió a probar, y también al otro, y al que le seguía... Hasta que por fin un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree –pobre de él– que no puede. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez.... Todos nosotros tenemos una estaca y una cadena que nos ata en algún momento de nuestra vida o nos está atando; pero podemos dejar de ser elefantes pequeños y confiar en nuestra fortaleza. 46 JUAN GONZALO CASTILLA RILO Nuestra experiencia nos puede servir como guía de nuestro propio crecimiento. A veces es necesario experimentar realidades distintas a las que estamos acostumbrados para que se diluyan nuestras anclas. Éstas nos atan demasiado y no nos dejan avanzar ni crecer ni ser libres ni tener fortaleza. Lo que en ocasiones nos limita e impide cambiar o avanzar es el miedo (a romper nuestras cadenas que nos atan), el razonamiento (muchas veces analizamos mucho y hacemos poco), la incertidumbre (¿saldrá bien?), la duda (¿qué camino elijo?), la desconfianza (en nosotros y en los demás), las opiniones ajenas (el “qué dirán”)... A pesar de todo, hemos de “tener valentía para cambiar lo que podemos cambiar, serenidad para aceptar lo que no podemos cambiar, y sabiduría para discernir entre una y otra situación”. Particularmente pienso que podemos cambiar casi todo. Un factor limitador, a la hora de intentar ser libres y tener fortaleza, es suponer que debemos evaluarnos por lo que conseguimos. Esta situación es una postura heredada y promovida por la cultura de consumo que nos hace forzar la idea de que sólo somos valiosos si hemos demostrado que valemos en relación a ciertas pautas sociales y asociadas a la necesidad de seguridad teniendo cosas, es decir, que valemos por lo que poseemos... Pero eso no es libertad: es todo lo contrario. La conciencia de mí mismo, de mi entorno y mi interacción con él, me guía en el camino hacia la libertad. Un camino hacia la conquista de la libertad es aceptar al otro incondicionalmente, querer a los demás tales como son. Esto nos hará tener más fortaleza interior. Como es sabido, el gusano de seda se encierra en un capullo para liberarse de él, como mariposa, tras la metamorfosis. El proceso de liberación es extremadamente dificultoso, porque la crisálida tiene que aplicar una enorme cantidad de fuerza para romper la cáscara del capullo con sus frágiles alas. LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y LA VIRTUD DE LA FORTALEZA 47 Los científicos estaban intrigados por saber qué pasaría si ayudasen a la mariposa en este proceso. Así, cuando llegó el momento de la liberación, abrieron artificialmente desde el exterior una serie de capullos. Las mariposas, ilesas, empezaron a hormiguear, pero no volaban. Ninguna de ellas fue capaz de elevarse por los aires; y, como en aquel estado no podían acceder al néctar de ninguna flor, murieron de inanición. La gran cantidad de energía desplegada para agrietar el capullo es necesaria para que las mariposas confíen en la fuerza de sus alas. Pero si no pasan por la experiencia de hacerlo de forma autónoma, no se atreven a abandonar la “seguridad” que ofrece el suelo. La libertad de elegir, que tenemos en nuestra sociedad actual, nos hace que estemos a lo largo del día tomando constantemente decisiones: escoger lo que compramos, lo que comemos, con quién quedamos. Pero también tenemos la libertad de elegir querer ser libres o no querer la libertad: Si eliges dejar de ser tú mismo, adaptando tu querer a lo que otros quieren para ti, te pierdes por el camino. Y de paso pierdes a los que confían en ti. En efecto, si tus expectativas sobre los demás son muy altas y luego no las cumplen, te frustran y se generan en ti sentimientos negativos con respecto a dichas personas. Con frecuencia hablamos del desarrollo de la libertad en uno mismo, entendiéndola de modo individualista. Pero no hemos de olvidar la relación con los demás. Por tanto el cómo interaccionemos con el otro es muy importante, sobre todo en el momento de educar en libertad y fortaleza. Para adquirir mayor fortaleza de ánimo y que crezca la propia autoestima, es recomendable realizar unos determinados ejercicios. 48 JUAN GONZALO CASTILLA RILO Son como “los deberes del cole” que hace tanto tiempo dejamos de hacer (¿hace cuánto tiempo no juegas en la vida como un niño?). Te pido que empecemos con unas breves tareas fácilmente realizables. Sólo depende de ti hacerlas o dejar pasar esta oportunidad. Coge un cuaderno con varias hojas en blanco en donde puedas escribir y coge también un bolígrafo. Te espero pacientemente hasta que cojas lo que te he pedido. [Se escucha música suave de fondo interpretada por Rosana Arbelo, de su disco “Magia”] a) OTÓRGATE EL VALOR QUE TIENES COMO PERSONA En una hoja en blanco escribe las cualidades positivas que tienes, sólo las cualidades positivas, no te preocupes por las negativas, porque ya se encargará nuestro alrededor de criticarnos o nosotros mismos lo haremos; ahora no es el momento. En este ejercicio sólo hay que escribir aspectos positivos que descubres en ti. Escribe como mínimo 10 palabras positivas que hablen de ti; si son más, mejor. ¡Adelante! Después de escribir tus cualidades positivas, puedes pedir a personas de tu entorno (familia, amigos, vecinos, compañeros, etc.) que te escriban 5 adjetivos positivos y así podrás ver qué cualidades positivas tienes y qué cualidades resaltan los demás de ti. Algunas coincidirán con tu lista inicial; las cualidades positivas que no coincidan puedes unirlas a las primeras que te escribiste y hacer una lista más grande, y así en los momentos bajos, tener esa lista a mano y recordarte el valor que tienes como persona. b) IDENTIFICA TUS NECESIDADES Y OFRÉCETE LO QUE NECESITES En otra hoja en blanco escribe 10 deseos. Tienen que ser concretos aunque sean irrealizables o disparatados. Es como una carta a los Reyes Magos. Escribe 10 deseos para ti. ¡Adelante! Escríbelos; yo te espero. Cuando tengas escritos los 10 deseos, lee el primer deseo y pregúntate: “¿Qué es lo que busco con ese deseo, qué experiencia busco al tener ese deseo o qué necesidad hay deba- LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y LA VIRTUD DE LA FORTALEZA 49 jo?” Y escríbelo al lado de cada deseo. Una vez que has respondido a esas preguntas, busca en tu alrededor qué puedes hacer para cubrir aquí y ahora ese necesidad, porque detrás de cada deseo hay una necesidad que tienes que alimentar, y puedes buscar ahora el cómo. c) TOMA CONCIENCIA DE TUS PUNTOS FUERTES Y AFIÁNZALOS Apúntate en otra hoja, cuáles son tus puntos fuertes como persona, tanto en lo personal como en lo profesional. No tiene por qué coincidir con tus cualidades del primer “ejercicio” que has hecho. Escribe tus 5 puntos fuertes en tu vida. ¡Adelante! Recuerda que esos puntos fuertes son los cimientos que tienes ahora para cambiar lo que quieras cambiar. Son tu motor y no los olvides, porque estos 5 puntos fuertes te ayudarán a recorrer el camino que elijas. d) TOMA CONCIENCIA DE TUS LIMITACIONES Y AVANZA PARA SUPERARLAS. AFIRMACIÓN Y VISUALIZACIÓN Escribe en otra hoja cuales son tus limitaciones, cuáles son tus puntos débiles. Adelante. Ahora pregúntate y escribe al lado de cada uno de esos puntos débiles o limitaciones, qué podrías hacer tú para solucionar o mejorar esa limitación; e intenta ponerte en acción para mejorar ese punto débil. No te precipites y responde de uno en uno. Una forma de superar tus limitaciones, a parte de lo que has escrito, es decirte a ti mismo: “Yo lo voy a hacer, yo lo voy a conseguir; yo lo puedo hacer”. Y proyecta un plan de acción (pon la fecha del inicio). Hasta que llegue esa fecha (que cuanto más cercana sea, más fácil será que lo realices), imagínate a ti mismo o a ti misma consiguiendo ese objetivo y superando esa limitación. Imagina que lo haces, hazlo en tu mente; imagínate que te superas y lo visualizas. 50 JUAN GONZALO CASTILLA RILO e) ACEPTA Y COMPRENDE TU HISTORIA PERSONAL Coge una hoja en blanco y colócala horizontalmente o de forma apaisada; dibuja en ella una gráfica en la que reflejarás los momentos buenos y malos de tu vida, sin palabras, sólo líneas que suben y bajan en forma de gráfica como un electrocardiograma y así verás de forma visual tu vida. ¡Adelante! Quédate delante de la gráfica de tu vida y siente en silencio lo que refleja cada momento de subida o de bajada. ¡Adelante! Observa que detrás de cada bajada, casi siempre hay una subida. Aunque ahora puedas estar en un momento de bajada, date cuenta de otros momentos reflejados en tu gráfica, que antes eran una bajada y pensabas en aquel entonces que no lo ibas a superar o a aceptar. Y con el paso del tiempo y tu fortaleza lo conseguiste. Gracias a esos momentos de subidas y de bajadas, gracias a esos momentos de dolor y de alegría, momentos de superación, eres quien eres ahora y como eres ahora. f) HAZ ALGO POSITIVO POR TI Y POR LOS DEMÁS CADA DÍA Intenta hacer algo bueno por ti y por los que te rodean cada día. Podrías hacer un diario y anotar que es lo que te has “regalado” como una buena acción a ti mismo y qué has “regalado” a los demás. Describe cómo te sentiste al hacerlo. Te darás cuenta de que estás más contento contigo y con aquellos que intervienen en tus relaciones interpersonales. g) DISFRUTA DE LAS PEQUEÑAS COSAS En nosotros y a nuestro alrededor hay pequeñas cosas que sustentan y alegran nuestra existencia. No les prestamos atención al realizarse o al hacerlas de forma rutinaria (la respiración, los latidos del corazón, comer, andar). También hay momentos grandiosos; están delante de nuestros ojos, pero pasan desapercibidos (la luz del sol, la lluvia, un niño jugan- LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y LA VIRTUD DE LA FORTALEZA 51 do, una sonrisa). Te invito a que prestes atención de esas pequeñas cosas que son las señales de lo maravilloso que es el mundo. Siente los latidos de tu corazón. Tómate tu tiempo, date un respiro y disfruta de las pequeñas experiencias agradables; toma más conciencia de lo que haces y por qué lo haces y te sentirás mucho mejor. h)COMPARTE TU EXPERIENCIA CON OTRAS PERSONAS Y BUSCA LA FORMA DE EXPRESAR TUS INQUIETUDES Y TUS INTERESES Es beneficioso encontrar a una o varias personas con las que compartir nuestros momentos cotidianos, nuestros sueños, nuestros miedos y nuestras ilusiones, porque compartir y expresar nos dan satisfacción y mejoran la calidad de vida, independientemente de la edad que tengamos y de la situación que vivamos. Elige y escribe a esas personas con las cuales compartes tus experiencias o a esas personas a las que te gustaría comunicar tus proyectos. Si no lograras expresarte por miedo o por timidez, simplemente tienes que arriesgarte a hacerlo. Tienes todo a la mano, de ti depende. Que se lo digan al león del lago, ese león que todos tenemos dentro. Cierto día se acercó un león hasta el borde de un lago de transparentes aguas a saciar su sed. Al hacerlo, vio su rostro reflejado en las cristalinas aguas; e, inquieto, se dijo: “¡Vaya! Estas aguas deben de pertenecer a este león. Debo tener mucho cuidado con él”. Atemorizado se alejó presto del lago. Horas después, era ya tanta la sed que tenía que decidió volver al lago. Pero al ir a beber, de nuevo vio el rostro del león, propietario de esas aguas, por lo que se alejó allí, aterrado. JUAN GONZALO CASTILLA RILO 52 Lo intentó una hora después, pero el león del lago seguía allí. La sed era desesperante. Pasó otra hora y cuando ya no podía aguantar más, tomó la decisión de que bebería de esas aguas, sucediese lo que sucediese. Aterrado, se acercó al lago y metió de súbito la cabeza en las aguas. Al hacerlo, ¡oh, milagro!, el león del lago desapareció. Muchas veces, al enfrentarnos directamente al miedo, éste desaparece; mientras que otras veces debemos aprender a desenvolvernos con él, a conocerlo y debilitarlo. El miedo es un aliado que nos permite reaccionar con ansiedad para autodefendernos, pero cuando este miedo es imaginario y nace de la distorsión de nuestra percepción o cognición, de nada nos defiende, consiguiendo sólo condicionarnos y robarnos la libertad interior. [Fin de la música de fondo] Después de los “deberes”, que espero habrás hecho – aunque realmente lo que me gustaría es que te sirvan en un futuro no lejano–, te dejaré un juego para que seas más libre y tengas mayor fortaleza. Son algunas palabras clave para la vida, que nos pueden servir de guía. Son las siguientes: LÍMITES: Hay que marcar límites y fijar tus propias normas y tu escala de valores, tanto en tu esfera privada como en la pública. ILUSIÓN: Ten ilusión y motívate para hacer con alegría todo lo que haces en tu vida cotidiana. BONDAD: Sé bondadoso y haz algo positivo por ti y por los demás, algo bueno al día. EMPATÍA: Sé comprensivo e intenta ponerte en el lugar del otro; acéptate a ti mismo de forma incondicional y acepta a los demás, especialmente a las personas de tu entorno. LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y LA VIRTUD DE LA FORTALEZA 53 RECEPTIVIDAD: Sé receptivo y ten una actitud abierta a todo lo que la vida tiene para darte, tanto lo positivo como lo negativo, porque todo puede servirte para avanzar. TEMPLANZA: Ten la serenidad y el equilibrio emocional para afrontar las situaciones dificultosas que la vida te enfrenta. AUTENTICIDAD: Sé autentico y sé tú mismo, sé quien eres, acéptate y quiérete totalmente, con tus virtudes y defectos. DISFRUTE: Disfruta de la vida, de tu entorno, amistades, familia, compañeros de toda tu vida y disfruta en cada instante. ¿Estás de acuerdo conmigo? Son palabras bonitas y aunque quedan bien escritas en un papel, depende de ti que las incorpores a tu vida, ¿te animas? Ahora, te invito a que salgas de nuevo de tu laberinto en espiral y leas lo que acabas de escribir desde otro punto de vista. Así intentaré demostrarte que, viendo el mundo desde distintos ángulos, puedes enriquecerte y encontrar otros tesoros. De todas las palabras que acabas de leer hace poco tiempo (límites, ilusión, bondad, etc.) coge la primera letra de cada una de ellas y únelas, para formar otra palabra con esas iniciales al leerlas de arriba abajo (en vertical). ¿Qué palabra te encuentras? Hay veces que, si miramos nuestra vida de otra forma, con más atención, con otro enfoque, ella se encarga de regalarnos algo agradable, como te había dicho, ¿no? Cuenta una leyenda que en la Edad Media, un francés realizaba el camino de Santiago a caballo. Al llegar a la altura de Miranda de Ebro –en la esquina entre Burgos, Vitoria y Logroño– observó a tres picapedreros que se afanaban en su trabajo. Lo que le llamó la atención fue su actitud tan distinta, aún realizando el mismo trabajo aparentemente. JUAN GONZALO CASTILLA RILO 54 El primer picapedrero maldecía, mientras arrancaba los volúmenes de piedra y los convertía en bloques simétricos. El segundo hacía lo mismo, aunque en silencio y concentrado. El tercero, canturreaba alegremente. Paró el caballo y observó, intentando comprender por qué cada uno actuaba de forma tan diferente, cuando todos realizaban la misma función. Más tarde, después de examinar con atención sus movimientos y al no haber encontrado la razón de sus distintas conductas, se acercó y les preguntó a cada uno: “¿Qué es lo que hace?” El primer picapedrero le respondió malhumorado: “¿Es que no lo ve? Pico piedras del alba a la noche, por un sueldo miserable…”. Y siguió maldiciendo su mala suerte. El segundo picapedrero, se quedó mudo al ser interpelado. Miró al francés de arriba abajo. Luego, en un murmullo contestó: “Pico piedras y les doy la forma cúbica necesaria, con el escoplo, el cincel y el martillo”. Sus palabras iban subiendo el volumen y terminaron sonando orgullosas. Sin más, siguió dedicado a su trabajo con la meticulosidad de un relojero. El tercer picapedrero, le recibió con una amplia sonrisa. Al ser preguntado, interrumpió su tonadilla y respondió alegremente: “Hago... la catedral de Burgos”. LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y LA VIRTUD DE LA FORTALEZA 55 En tu mano está que sigas construyendo catedrales en la vida o sigas siendo un mero espectador de la vida y de tu vida; y que el tiempo vaya transcurriendo de forma monótona. Para disfrutar y/o cambiar tu vida simplemente confía en ti mismo y, especialmente, confía en tu libertad y en tu fortaleza. Ha sido un placer compartir este momento de mi vida contigo. Muchas gracias... y hasta pronto. Pero no olvides que magia es verte sonreír. BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA BERMEJO, J. C., Regálame la salud de un cuento, Sal Terrae, Santander 2004. BUCAY, J., Déjame que te cuente...Los cuentos que me enseñaron a vivir, RBA Integral, Barcelona 2002. CALLE, R. A., El gato astuto... y otros cuentos para el espíritu, Oberon, Madrid 2004. FRANKL, V., El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 2004. TOLLE, E., El poder del ahora: Una guía para la iluminación espiritual, Gaia Ediciones, Móstoles (Madrid) 2006. COLOQUIO 57 COLOQUIO CON JUAN GONZALO CASTILLA RILO INTERVENCIÓN 1ª Buenas noches. Tengo que felicitarte porque tu conferencia ha sido una gozada. Las personas tenemos mucha capacidad: podemos reconocer nuestra historia y también potenciar la de los demás. Pero desde mi experiencia, creo que eso conduce a que haya en la sociedad dos clases o tipos de personas: por una parte, el “tonto” que todo lo comprende y todo lo tolera; y, por otra, como reacción contraria, el “radical” que no tolera ni comprende a los demás. Entonces, ¿para qué la tolerancia? RESPUESTA No estamos en una sociedad configurada por sólo “tontos” o por sólo “radicales”. El pluralismo posibilita el enriquecimiento. Y en todos los lugares hay “tontos” y los hay también “radicales”. Yo comprendo a los “tontos” y a los “radicales”; podemos aprender mucho de cada uno de ellos. Tenemos libertad para acercarnos al “tonto” y al “radical” y comprender por qué actúan así. Pero creo que no podemos encasillar nuestra sociedad exclusivamente en la esta dualidad de tipos de personas. Hay también otros comportamientos y actitudes. Esta es mi opinión. INTERVENCIÓN 2ª Yo también he disfrutado mucho en su conferencia; he gozado muchísimo. Yo te propondría que transmitieras esta misma experiencia a adolescentes y a jóvenes. Me parece que puede ser un camino precioso para formar la personalidad, y que los jóvenes tie- JUAN GONZALO CASTILLA RILO 58 nen pocas ocasiones de oír cosas así, tan estructuradas. ¡Enhorabuena! RESPUESTA Martin Buber, el gran pensador hebreo, pionero del Pensamiento dialógico, nos dice en su obra Yo y tú que los seres humanos cobramos conciencia de ser un yo cuando nos abrimos comprometidamente a un tú. Es decir, cuando nos encontramos –en sentido estricto– con el otro visto como tú –no como un ello impersonal–, es cuando comprendemos la grandeza que tenemos por ser capaces de amar, de servir, de olvidarnos de nosotros mismos, para crear algo nuevo valioso conjuntamente con los demás. Una persona egoísta que se cierra en sí misma no se desarrolla como persona, y no tiene conciencia de ser un yo auténtico. ¿En qué consiste tener una conciencia recta? En pensar lo siguiente: el bien hay que hacerlo; el mal hay que evitarlo; debo ser bueno contigo en todas las circunstancias; debo ser justo contigo, aunque tú seas injusto conmigo. He de ser bueno y justo incondicionalmente. El ser humano no se parece a una circunferencia, que tiene un centro e invita al estatismo. Se asemeja más bien a una elipse, figura asentada en dos polos, que se remiten el uno al otro. El centro de la Plaza de San Pedro en Roma no se halla en el lugar donde se alza el obelisco, sino donde están las dos fuentes. Si usted se sitúa en uno de los dos centros, se siente pronto impulsado hacia el otro… He aquí una buena imagen para entender lo que es el ser humano. Si el yo se abre al tú y el tú al yo, se entrelazan y enriquecen mutuamente. Los seres humanos sólo existimos de verdad como un yo cuando nos abrimos al otro, visto como un tú. Yo me centro como persona cuando me descentro, es decir, cuando no considero como el centro de mi vida mi yo aislado, sino mi yo abierto al tú. Somos seres relacionales, “seres de encuentro”, como nos enseñan actualmente la Biología y la Antropología filosófica más cualificadas. COLOQUIO 59 INTERVENCIÓN 3ª En primer lugar, enhorabuena. Yo coincido con todas las personas que me han precedido en el uso de la palabra en la valoración que han hecho y quiero expresarle mi alegría. Los psicólogos prestáis unos servicios extraordinarios a la sociedad. Haciendo el ejercicio que Vd. pedía, no he notado los latidos de mi corazón, ¿estaré muerto? Cuando he oído cantar a Rosana, sí que he escuchado los latidos de mi corazón; luego estoy vivo. Muchas gracias por todo (Aplausos). RESPUESTA Es muy habitual no escuchar los latidos del corazón. Esto es así porque no estamos acostumbrados. Yo te invito a que hagas ese ejercicio en tu casa contigo mismo y si la canción de Rosana te ha removido, escúchala, porque te puede ayudar. Y creo que estás vivo (Risas en la sala). INTERVENCIÓN 4ª Me gustaría saber si tiene sentido lo que voy a decir: “Con el conocimiento de tus cualidades, te puedes quedar dormido; pero con el conocimiento de tus defectos, puedes despertar y superarte”. Gracias. RESPUESTA Por supuesto que sí. A veces nos conformamos con lo que tenemos y pensamos que ya hemos conseguido todo. Entonces necesitamos un “tortazo”, un “meneo”, una experiencia fuerte que te haga relanzarte. A veces quedamos alertagados con lo que creemos que ya somos. Eso lo descubres en personas que, de repente, una enfermedad difícil de curar les hace reaccionar. Por eso, es importante luchar en la situación en que te encuentres, analizar tus virtudes y tus defectos; y que cada día intentes salir de esa posible espiral que te acecha, dando pequeños pasos. Estoy de acuerdo contigo. PRESENTACIÓN DE ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ Sean mis primeras palabras de saludo cordial a todos Uds. y de gratitud al Instituto Superior de Filosofía “San Juan Bosco” –y en especial al coordinador de estas Jornadas, mi buen amigo, D. Jesús Sáez Cruz–, por la invitación a participar en esta sesión de clausura del “XI Encuentro de Filosofía y Educación”. Este Encuentro, como en pasadas ediciones, constituye todo un acontecimiento cultural de nuestra ciudad de Burgos. Es, además, único en su género, pues no son precisamente los “coloquios filosóficos” lo que más se propician por estos pagos. Por ello, si cabe, tiene más mérito el que se haya convertido en cita casi obligada –rayando lo tradicional– cuando finaliza el crudo invierno castellano y se intuye esperanzadamente la pujante y vigorosa primavera de nuestros páramos; cuando la vida se relanza y todo invita a salir de los refugios cotidianos y deambular con admiración y contemplación fruitiva; cuando la mente se abre a nuevas sensaciones y, rejuvenecida, se apresta a dejarse seducir por la novedosa realidad. Precisamente, en ese quicio temporal –donde las transformaciones se avecinan e imperceptiblemente ya se presienten–, el Instituto de Filosofía San Juan Bosco en Burgos –y su claustro de profesores– nos invita a la reflexión y nos anima a la meditación en estas magníficas y habituales (¡ya son once ediciones consecutivas!) sesiones filosóficas, a las que se añade un referente práctico: la mejor educación de todos. Me uno cordialmente al común reconocimiento por esta tarea formativa, por este impulso intelectual, por este aliento sapiencial. 62 JOSÉ LUIS CABRIA ORTEGA La edición de este año 2006 tiene por objeto pensar el sentido y la razón de ser de la fortaleza, sin olvidar una mirada práctica a cómo educar en esta virtud. De ahí el sugerente título que nos ha convocado: “Educar en la fortaleza: una superación continua”. No se trata, como bien sabemos quienes seguimos desde hace años estos Encuentros, de un tema aislado o surgido al hilo de lo improvisado, sino que se inserta en todo un programa minucioso que se desarrolla en varios años y tiene por objeto el análisis de las virtudes. Pero, ¿qué es eso de la virtud? ¿No suena a extraño en estos tiempos –al decir de algunos, tan poco virtuosos– que se ofrezca como objeto de reflexión un tema como el de las virtudes? ¡Esta extrañeza es mayor si el planteamiento se hace, pretendidamente, desde una filosofía de inspiración cristiana! Más aún, ¿es posible tratar more philosophico las virtudes? ¿No son éstas asunto del campo teológico y su especialidad moral? Se me ocurre que la mejor manera de desenmarañar una madeja es tirando del hilo, y si me permiten una pequeña digresión en esta presentación, voy a tirar del hilo teológico para ver si, aún con todo, queda “carrete filosófico” (sit venia verbo!) Cuando oímos la palabra “virtud” se nos viene a la mente aquello de “acto operativo bueno” (frente a “vicio”: acto operativo malo). Para precisar un poco más, y puesto que vengo de una Facultad de Teología, permítanme que intente recordarme y recordarles qué es eso de la virtud entendida en un sentido cristiano y me acoja a la definición que ofrece el Catecismo de la Iglesia Católica: “La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas” (CEC 1803). En este tender hacia el bien distingue la teología moral entre “las virtudes humanas” y las “virtudes teologales”. Las virtudes humanas son, de nuevo en palabras del Catecismo, “actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, orde- PRESENTACIÓN DE D. ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ 63 nan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien. Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor divino” (CEC 1804). Hasta aquí, parece más que viable una aproximación filosóficoantropológica. Ahora bien, para el teólogo, una comprensión tal, meramente humana, trasluciría un cierto reduccionismo de la visión cristiana de la vida y, lo que es peor, dejaría en el olvido otra verdad esencial de la fe: que la gracia de Dios actúa también en la virtud y el comportamiento humano. Así se nos recordará igualmente que “las virtudes humanas adquiridas mediante la educación, mediante actos deliberados, y una perseverancia, mantenida siempre en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina”, y que “con la ayuda de Dios forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien”. Ni que decir tiene –concluirá este número del Catecismo– que “el hombre virtuoso es feliz al practicarlas” (CEC 1810). Una adecuada comprensión teológica explicará que las virtudes humanas se “arraigan en las teologales” para así vivir en relación más plena con Dios, Uno y Trino (cf. CEC 1812). De entre las virtudes humanas, destacan las llamadas virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza), denominadas así por estar relacionadas con la vida en el mundo (contradistintas de las teologales, las relacionadas con Dios) y por “desempeñar un papel fundamental” en el campo del actuar humano, al ser punto de agrupación de todas las demás virtudes (cf. CEC 1805). Las virtudes teologales (la fe, la esperanza y la caridad), son aquellas que “fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano” (CEC 1813). Dicho de otro modo, las virtudes teologales, conferidas sacramentalmente en el bautismo, nos sitúan, desde el don 64 JOSÉ LUIS CABRIA ORTEGA de Dios mismo, en otro orden o ámbito de ser, pues hemos sido “regenerados” (cf. 1Pe 1,3), hemos recibido un “nuevo nacimiento” (Jn 3,5; cf. 1Jn 3,9), y por consiguiente, nuestra vida y nuestra existencia concreta reciben un modo nuevo de participación en Dios. En categorías de San Pablo, diremos que nos constituye en “nuevo-seren-Cristo. A nadie extrañará, entonces, que lo humano sea “elevado” por lo divino, y resulte que las actividades propias del hombre (conocer, tender/querer, amar) se vean trasformados, desde Dios, en un nuevo conocer (fe), un nuevo tender (esperar) y un nuevo amar (caridad)1. La aproximación filosófica a estas virtudes teologales se me antoja hasta necesaria para poner mejor de manifiesto lo que de “sobre-natural” tienen a partir de lo “natural” que abarcan. Como en toda virtud el sujeto que las detenta es siempre el hombre, no Dios. Un sano ejercicio intelectual contribuirá, en la práctica, al diálogo tan urgente como necesario de la fe y la razón, de la teología y la filosofía2. Como ven, recogiendo la metáfora anterior, el filósofo puede tirar del hilo de las virtudes en su reflexión: no le faltará carrete. El Instituto de Filosofía “San Juan Bosco” ha seguido la trama del hilo de las virtudes, y en su programación ha tomando como referencia el magisterio de Santo Tomás3, para quien el tratado de las virtudes tienen un ordenamiento preciso e inalterable4: primero las virtudes teologales: fe5, esperanza6, caridad7; y después las cardinales: prudencia8, justicia9, fortaleza10, templanza11. En el proyecto de este año 2006 corresponde estudiar la virtud de la fortaleza, aquella que potencia la voluntad con el fin de alcanzar un bien difícil. Para precisar algo más esta definición, me van a permitir que de Cf. A. FERNÁNDEZ, Diccionario de Teología Moral, Monte Carmelo, Burgos 2005, 1435-1442. Cf. Encíclica de Juan Pablo II, Fides et Ratio: AAS 91 (1999) 5-88. 3 Cf. S. Th.., II-II. 4 Curiosamente el Catecismo sigue un modo inverso, cf. CEC 1803-1845. 5 Cf. S. Th.., II-II, qq. 1-16. 6 Ibid., qq. 17-22. 7 Ibid., qq. 23-46. 8 Ibid., qq. 47-56. 9 Ibid., qq. 57-122. 10 Ibib., qq. 123-140. 11 Ibid., qq. 141-170. 1 2 PRESENTACIÓN DE D. ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ 65 nuevo, y por última vez, cite la síntesis que ofrece el Catecismo: “La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa” (CEC 1808). De todo esto, en diversos aspectos, quieren tratar las Jornadas filosóficas de este año. Aunque hasta ahora parezca lo contrario –pido perdón por mi innecesaria aportación teológica–, a mí me corresponde presentar al ponente de hoy y no dar la conferencia (“La fortaleza como virtud estratégica en tiempos de fragilidad”), de lo cual me alegro doblemente: primero, porque D. Antonio Jiménez Ortiz, es viejo conocido en ámbitos teológicos y su acreditada competencia intelectual está fuera de cualquier discusión; y, en segundo lugar, porque el tema que se le ha propuesto me parece de envergadura y exige conocer, como él sin duda conoce, todo el contexto de eso que se denomina en el título de su conferencia “tiempos de fragilidad”. Señoras y señores, nos hallamos ante uno de los expertos nacionales en temas de increencia, de ateísmo, de agnosticismo e indiferencia, y al tiempo, como no puede ser de otro modo, experto en cuestiones del creer y de la fe auténtica. Y puesto que, si me permiten una confesión, yo creo que la fortaleza se inscribe muy adecuadamente en este ámbito de creencia en nuestro tiempo, me parece que ha sido un acierto enorme del Instituto haber invitado a D. Antonio Jiménez Ortiz. Como seguramente nos indicará en su ponencia, hoy más que nunca es precisa una fortaleza de ánimo y urge actualizar el hábito del esfuerzo –unido al don de la gracia de Dios– para creer. Y para creer bien; porque de eso se trata. No de creer a cualquier precio y de cualquier manera; ha de hacerse con autenticidad, en verdad, y razonablemente. ¿Quién es Antonio Jiménez Ortiz, nuestro conferenciante de hoy? Nació en Córdoba, es salesiano y fue ordenado presbítero en 66 JOSÉ LUIS CABRIA ORTEGA 1977. Cursó los estudios de teología en la Theologische Fakultät de Benediktbeuern (Alemania), obteniendo en 1976 el título Theologiediplom. Doctor en Teología por la Universidad Pontificia Salesiana de Roma en 1986, con la tesis doctoral Los conceptos de Revelación y Fe en la Teología Fundamental de Heinrich Fries. Es catedrático de Teología Fundamental en la Facultad de Teología de Granada, donde ha ejercido numerosos cargos directivos: Director del Aula de Teología para Universitarios (1988-1989), Director del Departamento de Teología Sistemática (1990-1994), Director del Curso de Verano de Teología Sistemática (1988-1992), Director del Ciclo de Iniciación Teológica "Francisco Suárez" (1992-1998), Miembro del Consejo de Redacción de la revista "Proyección" (1988-2005). A su labor granadina une su docencia en el Centro de Teología de Sevilla, en el Instituto Superior de Teología "Don Bosco", en la Universidad Salesiana de México, D. F, en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Córdoba. Igualmente ha dado conferencias en la Universidad Complutense de Madrid, en la Universidad Iberoamericana de México D. F., en la Universidad Iberoamericana de Puebla (Puebla - México) y en la Universidad Olmeca de Villahermosa (Tabasco México). Colabora en actividades y cursos de formación permanente para profesores, educadores, religiosos y sacerdotes en diversos niveles y ambientes en España, Italia, Argentina, México y Colombia. La docencia de D. Antonio está acompañada por la pastoral universitaria en la Universidad de Granada, desde 1978. Sería más que suficiente este currículo vital para justificar su presencia entre nosotros. Pero termino añadiendo que le avala además un abultado número de publicaciones. Juzguen Uds. mismos. Libros: • La Iglesia al servicio de la fe en el pensamiento eclesiológico de Heinrich Fries, Ed. Facultad de Teología, Discurso inaugural Curso académico 1987-1988, Granada 1987, 69 pp. • Teología Fundamental. La revelación y la fe en Heinrich Fries (Bibliotheca Salmanticensis. Estudios 106), Ed. Universidad Pontificia, Salamanca 1988, 517 pp. PRESENTACIÓN DE D. ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ 67 • Por los caminos de la increencia. La fe en diálogo, Ed. CCS, Madrid 1993, 171 pp. (2ª edición en 1996). • Ante el desafío de la increencia (Teología para Jóvenes 5), Ed. CCS, Madrid 1994, 131 pp. (2ª edición 1998). • Un mondo senza fede, Ed. Elle Di Ci, Leumann (Turín) 1995, 175 pp. • Silencio y ausencias: el hombre de hoy a la intemperie. La obra Silencio en Octubre de J. C. Groendahl. Discurso inaugural Curso académico 2004-2005, Facultad de Teología, Granada 2004, 39 pp. De sus artículos cito sólo: • “Creer. Reflexiones en torno a la fe para un creyente hoy”, en Curso Superior de Formación. Primer ciclo, Ed. Consejo General de Hermandades y Cofradías, Sevilla 1984, 7-16. • “La fede cristiana davanti alle sfide dell'indifferenza e della nuova religiosità. Chiavi di lettura in prospettiva teologicaspirituale”, en C. SEMERARO (a cura di), I giovani fra indifferenza e nuova religiosità, Ed. Elle Di Ci, Leumann (Turín) 1995, 103-142. • “¿Los Jóvenes españoles bajo el influjo de la posmodernidad?”, en F.-V. ANTHONY (a cura di), Seguire i percorsi dello Spirito. Studi in onore del prof. Mario Midali, LAS, Roma 1999, 125-138. • “La Teología Fundamental ante el desafío de la increencia”, en C. IZQUIERDO (ed.), Teología Fundamental. Temas y propuestas para el nuevo milenio, Desclée De Brouwer, Bilbao 1999, 129-179. • “La fe cristiana ante los desafíos de la ‘Nueva Era’”, en A. BLANCH (ed.), El pensamiento alternativo. Nueva visión sobre el hombre y la naturaleza, Universidad Pontificia Comillas, Madrid 2002, 151-176. 68 JOSÉ LUIS CABRIA ORTEGA Y no quiero terminar mi presentación sin hacerles una confidencia, que seguro Uds. al final podrán ratificar: Antonio Jiménez Ortiz es además un ameno comunicador, sin que ello merme en nada la rigurosidad de su discurso. Es un deleite escucharle. Disfruten. Lo agradecerán. JOSÉ LUIS CABRIA ORTEGA Prof. de Mariología y Eclesiología Facultad de Teología del Norte de España –Sede de Burgos LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ Prof. de Teología Fundamental Facultad de Teología. Granada . ¿Hablar de la virtud en tiempos de posmodernidad? Ni está de moda en el ambiente ni resulta fácil hacerlo, a pesar de que haya que reconocer que nuestra sociedad es algo más que un mercadillo posmoderno. De hecho hablamos de sociedad compleja, muy estructurada desde el punto de vista económico y político, asentada en la racionalidad moderna y sostenida por la densa red de una tecnología en continuo desarrollo y de una inconmensurable avalancha de información. Sin embargo, la atmósfera que respiramos tiene un alto porcentaje de posmodernidad. Y la virtud no congenia bien con el talante posmoderno. No parecen ser tiempos para decisiones fuertes y compromisos firmes, para hábitos permanentes que impliquen renuncias y sacrificios. El momento posmoderno explicita el proceso de indiferencia pura en el que todos los gustos y compor-tamientos pueden cohabitar sin excluirse. Todo puede escogerse a placer, lo más operativo como lo más esotérico, lo viejo como lo nuevo, la vida simple y ecologista como la vida hipersofisticada, en un tiempo sin referencias estables ni coordenadas, y en un ambiente que promueve constantemente la gratificación inmediata de los deseos: “Al actor social posmoderno (…), ligero, móvil, y no envarado en un credo ni esclerotizado en un ámbito cultural, le gusta poder pasar sin trabas de un 70 ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ restaurante chino a un club antillano, del cuscús a la fabada, del jogging a la religión, o de la literatura al ala delta”.1 Adolescentes y jóvenes abrirían los ojos con pasmo e incredulidad ante un fervorín religioso o pedagógico que quisiera ensalzar la belleza de la virtud y su necesidad insoslayable para la vida, mientras manejan imperturbables conceptos de virtudes como elementos tácticos en videojuegos que tienen como trama oscuras historias de una Edad Media fantástica y tremendista. El lenguaje sobre la virtud o sobre actos o decisiones virtuosas es incomprensible para no pocos y para otros muchos suena anacrónico. Desde Kant la ética moderna optó por la categoría de obligación o deber, abandonando los sistemas éticos de Aristóteles y Tomás de Aquino basados en la virtud. Posteriormente la reflexión moral se fue enriqueciendo con otros conceptos como valor, racionalidad, libertad, felicidad… Sin embargo en el último tercio del siglo XX se ha ido recuperando la noción de virtud en ámbitos filosóficos y teológicos2, mientras comenzaba a caer sobre la vida cotidiana en Occidente la niebla posmoderna del desencanto y de la desconfianza ante las grandes palabras, entre ellas también la palabra “virtud”. Ya no podemos asumir sin más los modelos “areteicos” (de areté, en griego, que significa “virtud”) del pasado, pero tampoco tenemos que renunciar al concepto de virtud, entre otros conceptos necesarios y posibles, para proseguir la siempre difícil reflexión sobre el obrar humano, cuando tenemos ya una conciencia más 1 A. FINKIELKRAUT, La derrota del pensamiento, Anagrama, Barcelona 31988, 115. 2 Cf. algunos ejemplos en el ámbito filosófico y sociológico, como V. CAMPS, Virtudes públicas, Círculo de Lectores, Madrid 1994; A. COMTE-SPONVILLE, Pequeño tratado de las grandes virtudes, Espasa-Calpe, Madrid 1998; R. BELLAH (ed.), Habits of the Heart: Individualism and Commitment in American Life, Univ. of California, Berkeley 1985; ID., Hábitos del corazón, Alianza Editorial, Madrid 1989; P. GEACH, The virtues, Univ. Press, Cambridge 1977; A. MACINTYRE, Tras la virtud, Crítica, Barcelona 1987; J. PIEPER, Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid 22001. En el área de la teología, O. BERNASCONI, Morale autonoma e etica della fede, Dehoniane, Bolonia 1981; M. COZZOLI, Per una teologia morale delle virtù e della vita buona, Lateran University Press, Roma 2002; CH. E. CURRAN, The Catholic Moral Tradition Today. A Síntesis, Georgetown University Press, Washington 1995; J. R. FLECHA, Vida cristiana, vida teologal. Para una moral de la virtud, Secretariado Trinitario, Salamanca 2002; S. HAUERWAS, Vision and Virtue, Fides Publishing Company, Notre Dame 1974; J. F. KEENAN, Virtues for Ordinary Christians, Sheed & Ward ; D. MIETH, Die neuen Tugenden. Ein ethischer Entwurf, Patmos, Dusseldorf 1984. LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 71 exacta de la complejidad de la persona y de la vida humana, individual y social. Las palabras tienen historia, con frecuencia marcada por luces y sombras, por ambigüedades y abusos. Pensemos en la palabra “Dios”. Las palabras, condicionadas por la historia, manchadas o pisoteadas por la maldad o el fanatismo, pueden ser recuperadas cuando la experiencia humana que las hizo surgir sigue estando viva. Naturalmente, sus significados van siendo matizados y enriquecidos a lo largo del tiempo, bajo la ley insoslayable de la continuidad y de la ruptura de los contextos culturales. Por eso, no creo que sea necesario sustituir, por ejemplo, “virtud” por “actitud”3. Y apuntando ya a la virtud de la fortaleza tendríamos un ejemplo claro del uso de la categoría virtud con sensibilidad actual y con elementos lingüísticos de hoy en estas palabras de Fernando Savater: El núcleo de las virtudes de existencia (si queremos hablar en lenguaje de ordenadores, el disco duro donde están conservadas todas), es el coraje4. En nuestro caso queremos reflexionar sobre la virtud de la fortaleza desde el presente horizonte socio-cultural y siguiendo las huellas de Jesús. 1. ¿EN LA SOCIEDAD DE LA FORTALEZA O DEL DESFALLECIMIENTO? 1.1. La perspectiva de Tomás de Aquino En las últimas décadas se percibe un gran interés por la Edad Media, abandonados ya algunos prejuicios de siglos, que la consideraban simplemente como una época oscura y primitiva. Tomás de Aquino representa el punto culminante de la filosofía y teología del medioevo. Su estructurada y matiza- 3 Como sugiere Marciano Vidal en ¿Es posible actualizar, de forma inteligente e innovadora, la “ética de la virtud”?, en “Moralia” 27 (2004) 411-412. 4 F. SAVATER, Ética como amor propio, Mondadori, Madrid 1988, 116. ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ 72 da reflexión sobre la fortaleza, apoyada en referencias a situaciones humanas, que manifiestan sutileza de espíritu y profundidad en su análisis psicológico, nos puede iluminar hoy a pesar de la distancia entre su horizonte cultural y nuestro complejo contexto social. Desde su concepción antropológica y teológica puede ofrecernos en su constelación lingüística sobre esa virtud un filtro hermenéutico que nos ayude a discernir sobre las experiencias humanas de uno u otro signo que convergen en ese valor o virtud que llamamos fortaleza. En la línea de Aristóteles, Tomás de Aquino5 fundamenta su análisis en dos aspectos determinantes de la fortaleza: sustinere – aggredi. El primero consiste en afrontar (resistir) la presencia del mal, controlando el miedo que se puede sentir. El segundo supone el enfrentarse (atacar, acometer) al mal, sabiendo moderar la audacia. Frente a la fortaleza, Tomás de Aquino señala6 los vicios del temor o de la cobardía (timor), de la petulancia (intimiditas) que imprudentemente desconoce el miedo, y de la audacia o temeridad (audacia) que empuja hacia el riesgo de perder la vida sin una razón válida. Vinculada a la fortaleza en su dimensión del aggredi, está la magnanimidad (magnanimitas), como virtud que guía hacia objetivos nobles, sabiendo arrostrar los peligros que eso supone7. No es magnánima la persona presuntuosa (praesumptio), que se siente superior a lo que en realidad es, ni el ambicioso (ambitio) obsesionado por el honor que quiere conquistar para sí, ni el individuo que se contenta con las apariencias y la fama efímera de la opinión pública (inanis gloria), ni el pusilánime (pusillanimitas) que no se compro- 5 6 7 Cf. S. Th., II-II, q. 123, a. 6.: “Resistir es más difícil que atacar. (…) porque el resistir implica mucho tiempo, sin embargo el ataque puede ser repentino. Es más difícil permanecer firme mucho tiempo que moverse con un impulso repentino para realizar alguna cosa ardua”. Cf. II-II, q. 125-127. Cf. II-II, q. 129-133. LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 73 mete por pereza o por miedo. Y, frente a la magnificencia (magnificentia) como virtud afín a la fortaleza, Tomás de Aquino8 destaca los vicios de la mezquindad (parvificentia) y del despilfarro (consumptio). Según Tomás de Aquino9 las virtudes vinculadas a la fortaleza en su dimensión de sustinere son la paciencia (patientia), la longanimidad (longanimitas) o capacidad de esperar sin desanimarse, y la perseverancia (perseverantia), con la constancia de ánimo (constantia) en las adversidades. Este análisis de Tomás de Aquino no es puramente antropológico. El plantea su reflexión en el marco de la gracia10. De hecho, el acto más perfecto de la fortaleza es el martirio. Sin embargo el entramado de su concepción de la fortaleza es antropológico: Que la fortaleza, como hemos dicho antes (q. 123, a. 2; I-II, q. 61, a. 3), implica una cierta firmeza de ánimo, requerida no sólo para hacer el bien, sino también para soportar el mal, principalmente si se trata de bienes o males arduos. Y que el hombre, según su modo propio y connatural, puede tener tal firmeza en lo uno y en lo otro, que no desfallezca en la práctica del bien a pesar de la dificultad que entrañe la realización de ciertas obras arduas o el aguante de ciertos males graves. Tal es la razón por la que a la fortaleza se la considera como virtud especial o general, como dijimos (q. 123, a. 2)11. 8 Cf. II-II, q. 134-135. 9 Cf. II-II, q. 136-138. 10 Cf. II-II, q. 139, a. 2: “Pero, por encima de esto, el Espíritu Santo mueve al hombre para que lleve a término cualquier obra comenzada y se vea libre de cualquier peligro que le amenaza. Esto trasciende la capacidad de la naturaleza humana, ya que hay casos en que el hombre no puede llevar a cabo sus obras o escapar de los males o peligros, pues a veces le agobian hasta causarle la muerte. Pero esto lo realiza el Espíritu Santo en el hombre guiándolo en todo hacia la vida eterna, que es término de toda obra buena y liberación de todos los peligros. Para ello infunde en el alma el Espíritu Santo una confianza especial que excluye todo temor contrario. Tal es la razón por la que la fortaleza es considerada como don del Espíritu Santo, pues ya dijimos antes (I-II, q. 68, a. 1-2) que los dones tienen por objeto la moción del alma por el Espíritu Santo”. 11 II-II, q. 139, a. 2. 74 ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ Desde este punto de vista antropológico, en el que convergen experiencias humanas básicas de ayer y hoy, nos queremos preguntar si la virtud de la fortaleza encuentra hoy plausibilidad social o más bien sufre un real eclipse cultural. 1.2. La virtud de la fortaleza bajo un eclipse cultural Conscientes de las distancias de todo tipo que nos separan del paradigma cultural de Tomás de Aquino, podemos afirmar que la imagen de ser humano que se perfila en su análisis de la fortaleza no está de moda actualmente. Una personalidad sólida, con principios y convicciones, estructurada con un proyecto de vida, sostenida por una voluntad que sabe decidir de forma resuelta parece hoy un sueño imposible. El talante posmoderno emerge como una amalgama de ligereza y hedonismo lúdico, de falta de compromiso, de relativismo, de indeterminación, de sentimiento de provisionalidad, de superficialidad agradable y de comunicación fácil y escasa de contenidos… La personalidad narcisista y hedonista que deambula por la posmodernidad no se siente inclinada a asumir la virtud de la fortaleza. En una sociedad sin referencias globales ni criterios definitivos, sometida a una implacable aceleración, bastantes adolescentes y jóvenes padecen una aguda fragmentación interna, sin una columna vertebral que sostenga su personalidad, que así parece más dotada, según el pensamiento posmoderno, para enfrentarse a las múltiples circunstancias y condicionamientos del mundo actual. Flexibilidad y tolerancia son las actitudes fundamentales que propugna el ambiente social. Pero esta flexibilidad puede ir unida a una sensible falta de solidez y de coherencia. Y la actitud tolerante puede ser con frecuencia signo de ausencia de convicciones profundas y de una actitud permisiva. La desestructuración interna genera inseguridad personal y, con frecuencia, una baja autoestima. Esto explica la búsque- LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 75 da incesante de espacios de seguridad y de apoyos emocionales. Como intuye certeramente Lipovetsky: El homo psicologicus aspira menos a sobresalir por encima de los demás que a vivir en un entorno distendido y comunicativo, en ambientes ‘simpáticos’, sin alturas, sin pretensión excesiva12. La aspiración de bastantes contemporáneos nuestros es poder resituarse cuantas veces sea necesario en un escenario social siempre cambiante, en el que predomina lo provisional sobre lo estable. La pauta a seguir es el por aquí y el por ahora, como línea de actuación más realista y eficaz. Con palabras de Bauman: En un mundo en el que el futuro es, en el mejor de los casos, oscuro y borroso, y muy probablemente peligroso y lleno de riesgos, fijarse objetivos remotos, sacrificar el interés individual en pos de acrecentar el poder grupal y sacrificar el presente en nombre de la dicha futura no resultan una propuesta atractiva ni sensata. Toda oportunidad que no se aprovecha aquí y ahora es una oportunidad perdida; no aprovecharla es, por lo tanto, algo imperdonable, difícilmente excusable y menos aun reivindicable. Como los compromisos presentes son escollos para las oportunidades de mañana, cuanto menos serios sean, menor es el daño que pueden causar. La palabra clave de la estrategia de vida es "ahora", sin importar los alcances de esa estrategia ni lo que pueda implicar13. Hay que procurar no quedarse descolgados de las oportunidades de cualquier tipo que puedan surgir. Esto genera un acusado pragmatismo, orientado constantemente hacia lo útil en cada instante, atentos siempre a acomodarse a las necesidades del momento. Todo esto conduce a la creación de personalidades sin convicciones sólidas, sin certezas asimiladas 12 13 G. LIPOVETSKY, La era del vacío. Ensayos sobre el indivi-dua-lismo contemporáneo, Anagrama, Barcelona 1986, 70-71. Z. BAUMAN, Modernidad líquida, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 22003, 173. ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ 76 vitalmente, que no se sienten capaces de opciones definitivas, que comprometan al individuo para siempre. Dice P. Bruckner: Desgarrado entre la necesidad de creer y la necesidad de justificar sus creencias, es asimismo un apóstata profesional, el nómada de los transfuguismos continuos, aquel que en el transcurso de una única vida abraza y abjura de montones de fes e ideas, mediante adhesiones tan efímeras como intransigentes14. El ambiente y la propia fragilidad invitan al “descompromiso” emocional y social. Si en la sociedad prima la ética de la diversión sobre la ética del esfuerzo, la búsqueda del propio interés sobre la responsabilidad pública, la crítica sobre la reflexión, la exaltación del tiempo libre frente al compromiso laboral, entonces no es de extrañar que jóvenes y no pocos adultos orienten sus energías hacia la fruición y el placer. Magníficamente nos dice A. Finkielkraut: Actualmente lo que rige la vida espiritual es el principio del placer, forma posmoderna del interés privado. Ya no se trata de convertir a los hombres en sujetos autónomos, sino de satisfacer sus deseos inmediatos, de divertirles al menor coste posible. El individuo posmoderno, conglomerado desenvuelto de necesidades pasajeras y aleatorias, ha olvidado que la libertad era otra cosa que la potestad de cambiar cadenas, y la propia cultura algo más que una pulsión satisfecha15. El anclaje exclusivo en el presente, que reduce el horizonte axiológico a la valoración de lo que ahora se esté gozando o viviendo, es la única actitud sana. Por tanto, el comportamiento parece orientado hacia el consumismo hedonista. Si los padres piensan que sus hijos deben tener lo que ellos no 14 P. BRUCKNER, La tentación de la inocencia, Anagrama, Barcelona 21996, 44. 15 A. FINKIELKRAUT, La derrota del pensamiento, 128. LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 77 pudieron disfrutar en su juventud, entonces ellos percibirán el consumismo como algo ajeno al trabajo y al esfuerzo. No se trata de una recompensa por lo que hacen u ofrecen. Es un derecho que se ha de ejercer gastando en cuanto sea posible, sin miramientos con los continuos equilibrios a que están sometidas las economías domésticas. Este afán consumista puede operar, en bastantes casos, como elemento compensatorio de sentimientos de inferioridad, de soledad o de fracaso. La gran virtud del consumismo consiste en ser remedio para nuestras tensiones y frustraciones, consuelo en nuestras depresiones, sustituto del afán de superación y de las insoportables exigencias de eso que se llamaba virtud de la fortaleza. Y sin embargo el consumismo no ofrece solución definitiva: habiendo crecido adolescentes y jóvenes con el hábito de la gratificación inmediata, han de digerir grandes dosis de frustración y de ansiedad, pues han vivido muy protegidos en la infancia y en la adolescencia, y sienten cómo la incertidumbre ante el futuro oscurece su horizonte existencial. Tienen poca capacidad para soportar el sufrimiento y la renuncia. Su escasa consistencia psicológica los hace enormemente vulnerables: ¿Qué cosa hoy no da lugar a dramatizaciones y stress? Envejecer, engordar, afearse, dormir, educar a los niños, irse de vacaciones, todo es un problema, las actividades elementales se han vuelto imposibles16. Arrinconando ideologías y dogmas religiosos, expulsado del cascarón protector de la tradición, aislado y también aligerado de opciones y compromisos, el individuo se siente más vulnerable que nunca, ansioso de un espacio saturado de música, ruidos, luces y colores en el que sea posible alejar la melancolía, romper el aislamiento, olvidarse de responsabilidades y sacrificios17. 16 G. LIPOVETSKY, La era del vacío, 47. 17 P. BRUCKNER, La tentación de la inocencia, 32. 70-71. 144. ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ 78 Los jóvenes han sido socializados, por los medios de comunicación social y por los líderes de la opinión pública, en la sociedad de los derechos más que en la sociedad de los deberes. La ascética y la disciplina no están de moda. Todo lo que supone renuncia o austeridad se ha desvalorizado en beneficio del deseo y de su gratificación inmediata. Se trata de suprimir cualquier intervalo entre la formulación de un deseo y su realización: La “elección racional” de la época de la instantaneidad significa buscar gratificación evitando las consecuencias, y particularmente las res-ponsabilidades que esas consecuencias pueden involucrar. Las huellas durables de las gratificaciones de hoy hipotecan las posibilidades de las gratificaciones de mañana18. Lo que importa hoy no es lo que puedo, sino lo que deseo con ansia, intentando abolir todo lo que en la vida supone espera, dominio de sí, renuncia, capacidad de maduración. La ciencia, la técnica, la industria nos han acostumbrado a la avidez, creyendo que todo lo posible es deseable, y todo lo deseable es necesario. Resulta insoportable diferir la gratificación. El consumismo crea un individuo voraz, vano, vago, vulnerable, impaciente por ser feliz, para el que la finalidad de la existencia ya no consiste en crecer o en superarse, sino en ser preservado entre algodones, libre de sufrimientos, de riesgos, de exigencias o compromisos19. Las relaciones personales están sometidas a la inestabilidad, pues se tiene miedo de la propia vulnerabilidad y de la inconsistencia ajena. La búsqueda de la gratificación inmediata condiciona la solidez de todo compromiso: sólo se mantiene si resulta agradable para el sujeto, porque se vive en la creencia de que un compromiso importante en la vida debe ser en todo momen- 18 Z. BAUMAN, Modernidad líquida, 137. 19 Cf. P. BRUCKNER, La tentación de la inocencia, 42. 59. 64-65. 109. 145. LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 79 to gratificante. No es comprensible una opción que se deba mantener con el esfuerzo ascético: El fin de la voluntad coincide con la era de la indiferencia pura, con la desaparición de los grandes objetivos y grandes empresas por las que la vida merece sacrificarse: “todo y ahora” y ya no per aspera ad astra. “Disfrutad”, leemos a veces en las pintadas20. El principio del placer, erigido en norma absoluta, como voluntad de no hacer más que lo que venga en gana, degenera en un hedonismo mediocre, en el que la soberanía del capricho pulveriza el principio de la alteridad21. Respecto a la relación personal en sí misma se comprueban dos tendencias aparentemente divergentes: por un lado, se buscan relaciones que no generen compromisos serios o exigencias que impliquen sacrificios; y por otro, hay un deseo profundo de fidelidad, que es valorada como el factor más importante para el éxito de una relación de pareja. En el fondo puede tratarse de dos consecuencias lógicas provocadas por la inseguridad personal y la vulnerabilidad psicológica. Asistimos a la proliferación y exaltación mediática de personalidades fragmentadas, descompensadas, vulnerables, difusas, acomodaticias, consumistas, mudables y desconfiadas: “Todo lo que designa un absoluto, una altura demasiado importante desaparece”22. Renuentes a los sacrificios y a la espera, incapaces de asumir lo que significa paciencia, constancia o perseverancia, exigentes del bienestar a corto plazo, bastantes jóvenes profesan una «ética sin dolor», un quehacer que reclama siempre satisfacciones sin entregar nada importante a cambio. Comer y beber caprichosamente y a deshoras, comprar compulsiva- 20 G. LIPOVETSKY, La era del vacío, 57. 21 Cf. P. BRUCKNER, La tentación de la inocencia, 110. 22 G. LIPOVETSKY, La era del vacío, 73. ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ 80 mente son rasgos de una cultura contemporánea en la que el yo interior se alza ansiosamente como el verdadero centro de interés. Porque quererse a sí mismo por encima de todo, amar al niño que llevamos dentro, perdonar sus errores, reforzar sus logros, no per-mitir que bostece aburridamente es la base del discurso en no pocos de los omnipresentes libros de autoayuda23. Estamos en una época infantil, en la que se pretende vivir con la estética del niño cuidado y mimado, obsesionado por sus inclinaciones y apetitos, ajeno a los deberes, alérgico al esfuerzo y a la renuncia, encantado en una permisividad en la que ya se ha esfumado la necesidad de la fortaleza como virtud24. El infantilismo ambiental combina la exigencia de seguridad con una avidez sin límites, el deseo de ser sustentado con la dejación de toda obligación: El individualismo infantil, por el contrario, es la utopía de la renuncia a la renuncia. No conoce más que un único lema: sé lo que eres desde toda la eternidad. No te enredes con tutores ni trabas de ningún tipo, evita cualquier esfuerzo inútil que no te ratifique en tu identidad contigo mismo, hazle únicamente caso a tu singularidad. No te preocupes de reformas, de progresos, de mejoras: cultiva y cuida tu subjetividad que es perfecta por el mero hecho de que es tuya. No resistas a ninguna inclinación pues tu deseo es soberano. Todo el mundo tiene deberes salvo tú25. 23 Cf. V. VERDÚ, El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción, Anagrama, Barcelona 2003, 56. 24 Es curioso que las quejas sobre los jóvenes en el ámbito académico por su falta de esfuerzo y dedicación al trabajo tienen en España, al parecer, una tradición secular: “La verdadera causa de nuestro atraso científico á mi juicio no es otra, que la señalada por Pedro Ciruelo, eminente teólogo y matemático de principios del siglo XVI, catedrático que fué de las Universidades de Salamanca, Alcalá y París, al afirmar, según Alvar Gómez, “que no era extraño que su cátedra fuese poco concurrida, pues la doctrina de Santo Tomás necesitaba ser estudiada con calor y pausa para ser bien digerida y esto no gustaba á la juventud española, que por lo común, quiere estudiar poco, de priesa y con poco esmero” (Discurso leído en la solemne apertura del curso académico de 1898 á 1899 en la Universidad Literaria de Granada por el Doctor Don Juan A. Tercedor y Díaz, Catedrático-Decano de Granada, Imprenta de Indalecio Ventura, Granada 1898, 23). 25 P. BRUCKNER, La tentación de la inocencia, 107. LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 81 1.3. ¿Adiós al “esforzado aguante”? Se acumulan los diagnósticos sobre nuestra sociedad. Posiblemente se trata de un intento de superar la perplejidad que nos invade. Estamos hechos un lío. Vivimos en una sociedad, que, en principio, nos ampara y defiende frente a la amenaza del caos. Esa ha sido siempre la gran tarea de toda cultura: ofrecer sentido, iluminar la realidad, darnos seguridad. Y sin embargo asistimos a la consolidación de la llamada sociedad de la información sintiéndonos hondamente zarandeados por la inquietud, por la ansiedad, por la inseguridad, porque de pronto nos vemos impotentes para gestionar con decisión y claridad la complejidad, la incertidumbre, los riesgos que nos asedian por todas partes: el sida, el mal de las vacas locas, la gripe aviar, el terrorismo, el desamor, el vacío interior, la depresión, el paro, las catástrofes naturales… Están aconteciendo cambios fundamentales en nuestras escalas de valores, en las estructuras sociales y culturales, en los ámbitos de la sexualidad, de la familia, de la experiencia religiosa… Gozamos de más libertad política, de más bienestar económico, de más capacidad de información, pero también nos vemos enfrentados a más variabilidad, a más imprevisibilidad, a más incertidumbre, a una mayor inseguridad existencial. Convivimos con una sensación inquietante de fragilidad y vulnerabilidad. El escenario social está poblado de individuos vacilantes, inseguros, propensos a desfallecer o a hundirse ante cualquier adversidad. Hoy no encontrarían eco las apasionadas palabras del lírico griego Arquíloco (S. VII a. C.) en su Elegía a Pericles: Hinchados de dolor tenemos los pulmones. Pero los dioses, querido mío, han puesto el esforzado aguante, como medicina de los males sin remedio26. 26 Tomado de F. R. ADRADOS, Líricos Griegos. Elegíacos y yambógrafos arcaicos (siglos VII-V a. C.). Texto y traducción por Francisco R. Adrados, catedrático de la Universidad de Madrid, vol. I, Ed. Alma Mater S. A., Barcelona 1956, [30]. En la traducción de Adrados he sustituido “esforzada resignación” por “esforzado aguante”. ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ 82 Poco “esforzado aguante” hay en el ambiente de esta sociedad de la impaciencia y de la gratificación inmediata de los deseos. La fidelidad, la confianza, la lealtad, la amistad, el compromiso… son valorados como actitud, incluso exaltados como algo deseable, como realidades humanizantes. Pero en la vida cotidiana esos valores no están sostenidos en el mundo juvenil por el apoyo imprescindible de la renuncia, del sacrificio, de la paciencia y la constancia. Lo que realmente se anhela es ser de corcho para poder flotar y sobrevivir en medio de corrientes turbulentas y amenazantes, ser de plastilina para poder adaptarse a situaciones cambiantes e inesperadas. Se busca flexibilidad y adaptabilidad a costa de solidez y firmeza. La resistencia a la frustración o a la ansiedad es poca, porque escasea la fortaleza de espíritu, el coraje de vivir, el esforzado aguante. Asistimos a una infantilización de las actitudes y de los deseos. Se da una demanda continua y exigente: ser reconfortado, cuidado, en una sociedad de los derechos, pero en el ocaso de los deberes. Como expresa irónicamente Bruckner: Así pues, lo queremos todo y su contrario: que esta sociedad nos proteja sin prohibirnos nada, que nos cobije sin obligaciones, que nos asista sin importunarnos, que nos deje tranquilos pero nos envuelva en las densas redes de una relación afectuosa; resumiendo, que esté ahí para nosotros sin que nosotros estemos ahí para ella. “Dejadme en paz, ocupaos de mí”27. 2. LA VIRTUD DE LA FORTALEZA EN LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA 2.1. Tras las huellas de Jesús El cristianismo hace su aparición en la historia como un acto de valentía, como un ejercicio de fortaleza: Viendo la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados (jefes, ancianos y escribas) (Hch 4, 13). 27 P. BRUCKNER, La tentación de la inocencia, 110. LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 83 Ya en la etapa apostólica los cristianos son conscientes de que se han de enfrentar a la prueba, a la persecución, y también a la lucha espiritual que comporta estructurar la propia interioridad y vivir la existencia según unos valores, que chocan frontalmente con el entorno inmediato social y religioso, y también con el dinamismo y la ambigüedad del deseo humano. Sin fortaleza no es posible la experiencia cristiana: Os escribo a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno (1 Jn 2, 14). Y esa fortaleza necesita la garantía del Espíritu: “Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la Palabra de Dios con valentía” (Hch 4, 31). La incomprensión ambiental y las primeras persecuciones exponen a las primeras comunidades cristianas al sufrimiento y a la tribulación. En la carta a los Hebreos se les exhorta a la solidaridad y generosidad con los encarcelados, a la paciencia, a la confianza: “Pero nosotros no somos cobardes para perdición, sino creyentes para salvación del alma” (Hb 10, 32-36. 39). Y se argumenta en 2 Tm 1, 7: Porque no nos dio el Señor un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de caridad, de templanza. La vida cotidiana del cristiano necesita de los valores o virtudes que convergen en el espacio de la fortaleza, amándose mutuamente, constantes en la tribulación y perseverantes en la oración (Rm 12, 10. 12). Y frente al deseo de enriquecimiento, al afán del dinero, frente a la codicia insensata, se ha de buscar la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia en el sufrimiento (1 Tm 6, 9-11). El amor todo lo soporta (1 Co 13, 7). Y en esa lucha desigual que entabla el cristiano, no sólo “contra la carne y la sangre, sino también contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal”, como afirma la Carta a los Efesios en su lenguaje mitológico y expresivo, se ha de buscar la fortaleza en el Señor y en la fuerza de su poder (Ef 6, 10. 12). 84 ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ Es ahí donde está la fuente y el modelo de la fortaleza cristiana. Debemos tener “fijos los ojos en Jesús”, que soportó la cruz sin miedo a la ignominia, para no desfallecer como seres pusilánimes (Hb 12, 2-3). Él nos dejó ejemplo para que sigamos tras sus huellas (1 P 2, 21). Probado en el sufrimiento, probado en todo igual que nosotros, menos en el pecado, es compasivo, porque él también sintió la fragilidad y la vulnerabilidad del ser humano (Hb 2, 18; 4, 15; 5, 2). Creo sinceramente que la experiencia decisiva en la vida de Jesús es Getsemaní (Mc 14, 32-42; Mt 26, 36-46; Lc 22, 4046). En esa escena evangélica tocamos palpablemente el fracaso existencial de Jesús ante el silencio aparente de Dios. Es una secuencia narrativa de gran complejidad espiritual: en el desierto del fracaso definitivo y de la soledad angustiosa, en la incertidumbre oscura y corrosiva, Jesús mantiene la obediencia y la fidelidad, desde la fortaleza del que ha puesto en las manos del Padre, de su Abba, su persona y su futuro. Y de esa experiencia de confianza última y definitiva brotan, en el agujero negro de esa noche, consuelo, luz y serenidad en la tortura psicológica de quien se siente ya condenado a muerte. El misterio de la presencia de la ternura singular del Padre acontece en las tinieblas que caen sobre el corazón angustiado de Jesús. Es el momento de la verdad, de la inevitable fragilidad humana, de la fortaleza del creyente, en el naufragio definitivo de sus ilusiones humanas. “Aun siendo hijo, aprendió sufriendo a obedecer” (Heb 5, 8). La fortaleza humana de Jesús está enraizada en la fuerza del Espíritu: Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hch 10, 38). Tras la experiencia de Pascua esa fortaleza humana de Jesús queda asumida definitivamente en su realidad gloriosa y exaltada, como confiesa el autor del Apocalipsis: LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 85 Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza (Ap 5, 12). Por eso el cristiano puede ya hacer suyas, a pesar de su fragilidad y vulnerabilidad, a pesar de la opacidad y ambigüedad de lo que le rodea, estas palabras de Pablo: Todo lo puedo en aquel que me conforta (Flp 4, 13). 2.2. La fortaleza en la vida espiritual En la espiritualidad cristiana la virtud de la fortaleza no es considerada simplemente como el fruto del esfuerzo del individuo. Para la fe, la fortaleza es virtud y don del Espíritu de Dios. En la vida espiritual, la fortaleza ha jugado siempre un papel decisivo. Yo la señalaría como “virtud estratégica”. Como afirma Tomás de Aquino, la fortaleza, entendida como firmeza de ánimo, es una “virtud general”, condición necesaria de toda virtud28. Y la detallada descripción que hace de ella Bernabé Tierno confirma esta visión estratégica de la fortaleza en la vida humana: La fortaleza es voluntad-acción, dominio de uno mismo, temple de ánimo, superación y esfuerzo del día a día, control de instintos y emociones, perseverancia, tozudez inteligente y apasionada ante las dificultades, vigor psíquico, impasibilidad razonada, compañera inseparable del júbilo, fuerza moral, coraje y audacia, razón, reflexión y sentido de la medida (…). En definitiva, una mezcla de valor, de prudencia y de perseverancia en la misma proporción29. 28 Cf. S. Th., II-II, q. 123, a. 2. El P. JUAN BAUTISTA SCARAMELLI en su Directorio Ascético, Tomo III, Imprenta de la Regeneración, Madrid 1857, 3, 1, 87, en p. 89, comenta esa idea de Tomás de Aquino con estas palabras: “Por fortaleza se puede entender aquella constancia con que, venciendo uno las dificultades ordinarias que se encuentran en la práctica de todas las virtudes, se mantiene firme en el ejercicio de ellas. Tomada en este sentido la fortaleza, no es virtud cardinal, sino una virtud común, que conviene á todas las virtudes, como condición necesaria para el uso de sus acciones. La razón es clara: no hay virtud que en el ejercicio de sus propios actos no encuentre alguna dificultad”. 29 B. TIERNO, Fortaleza, en Valores Humanos III, Taller de Editores, Madrid 1993, 229. 86 ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ Podemos decir que la fortaleza es imprescindible en todo el entramado de la vida espiritual: no hay decisión o compromiso, virtud o actitud, que sean posibles sin coraje, sin firmeza, sin renuncia, en una palabra, sin fortaleza. En la fragilidad y vulnerabilidad frente a la presencia del mal en la historia, en la lucha interior —que se desarrolla en el corazón de la persona que busca la verdad, el bien, el sentido de la vida—, el cristiano descubre una realidad que le asiste y sostiene. Es el Espíritu de Dios como amor, como luz, como fuerza: Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh (Is 11, 1-2). En el evangelio de Lucas (Lc 4, 16-20), en la escena programática de Jesús en la sinagoga de Nazaret, él confirma que el Espíritu del Señor está sobre él, porque lo ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Noticia. Según la fe cristiana, el Espíritu Santo guía y sostiene el corazón del que busca, consciente o inconscientemente, el encuentro con el Misterio de Dios. El Espíritu es la brújula que orienta y la luz que ilumina el camino hacia esa experiencia del Dios de Jesucristo. Él es el Amor mismo con el que el Padre no cesa de engendrar a su Hijo, y con el que el Hijo no cesa de amar al Padre. El Espíritu es el ser personal, vínculo de amor y de vida, que identifica y une al Padre y al Hijo en una misma esencia. El núcleo de la experiencia cristiana, como detallaremos más abajo, es el encuentro con el Misterio de Dios, revelado en Jesús, el Señor, guiado, sostenido, iluminado por la fuerza del Espíritu Santo. Vivir de la bondad infinita del Padre, imitar esa bondad incondicional en la fragilidad y debilidad, con los condicionamientos de todo momento histórico en el seguimiento concreto de Jesús, es nuestra gran tarea como cristianos. Este seguimiento de Jesús sólo es posible por la presencia del Espíritu que nos capacita para vivir el amor del Padre y la LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 87 compasión de Jesús en los límites de nuestra vida diaria. El Espíritu es el principio generador y animador de todo el desarrollo de nuestra experiencia religiosa, de nuestra vida teologal con su gracia, con su luz, con su fuerza. La vida según el Espíritu es la vida como hijo adoptivo de Dios, en una decisión libre, sostenida por las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad (cf. Rom 8, 14-17). En el camino de maduración de esta experiencia teologal van surgiendo preguntas, dudas, dificultades, oscuridad: el corazón humano se resiste a entregarse definitivamente y a nuestra inteligencia le cuesta abrirse al Misterio. La certeza de la fe se funda en el compromiso de Dios con nosotros, con la historia, con la búsqueda de salvación del ser humano. La verdad de Dios, que es lo mismo que decir su misericordia, su gracia, su fuerza son el fundamento de nuestra fe y la roca firme que nos sostiene ante la fragilidad de nuestra opción, ante los límites de nuestra inteligencia, en la debilidad de nuestra voluntad, en las experiencias del sufrimiento y de la muerte que golpean nuestra sensibilidad y oscurecen nuestro horizonte humano y creyente, y que hacen tambalear también nuestra esperanza. La soledad, la vivencia de los propios límites y de la precariedad de nuestros proyectos humanos, el esfuerzo constante por lograr la comunión a pesar de los fracasos en la fraternidad, no nos ahorra la prueba del cansancio que a veces ahoga la esperanza. Cultivar la esperanza supone vivir con misericordia, inclinarse sobre el ser humano y sostenerlo en su caminar a través de la historia, luchar contra el poder de la muerte y de sus manifestaciones (cf.1 Cor 15, 26), resistiendo a toda clase de ídolos, huyendo del fatalismo y también de las pretensiones autosuficientes. Y en la experiencia de la caridad teologal deben ir íntimamente unidas la oración y la solidaridad, la eucaristía y la actitud de servicio, el sentido de iglesia y la apertura cordial al mundo histórico que nos ha tocado vivir. Y esto conlleva el rechazo del individualismo y del egoísmo, la consistencia 88 ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ de la opción de fe, la conciencia eclesial, el sentido de la misión, la capacidad para la renuncia, para la compasión y la misericordia. Sin la fortaleza, como virtud humana y como don del Espíritu, no es posible la vida teologal. En ese proceso de maduración personal está incluido lo que se suele llamar acompañamiento espiritual, entendido como una ayuda sistemática a la persona en el conocimiento progresivo y en la aceptación serena de sí mismo, de su historia, de sus posibilidades y límites; en la articulación y profundización de su experiencia cristiana, sobre todo, descubriendo quién es y qué significa para él Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo; en el discernimiento de la voluntad de Dios en su vida y en la realidad que le rodea; en la realización de un proyecto de vida, desde la experiencia de la comunidad eclesial, en el proceso de una responsable y gozosa decisión vocacional. En la pastoral juvenil podemos describir el acompañamiento personal como un camino, por el que pedagógicamente, según su ritmo propio, el joven, con el apoyo incondicional y cercano del acompañante, va alcanzando las etapas de su madurez humana, de la personalización de la fe, del compromiso y de la opción vocacional. El acompañamiento es, ante todo, un encuentro interpersonal en la fe, que hace posible la experiencia y la asimilación de los valores centrales para el cristiano. En ese encuentro se intenta unificar a la persona del joven mediante una columna vertebral: la experiencia nuclear de la fe en Dios Padre, revelado en Jesús el Señor por la fuerza del Espíritu. Se busca integrar su personalidad desde la experiencia del seguimiento de Jesús, haciendo de la fe el núcleo aglutinador de todo el engranaje interior del joven. El fin del acompañamiento personal es la gestación de una persona, que se sienta poseída y guiada por el Espíritu de Jesús, mediante la asimilación de los criterios evangélicos. Y esto exige confrontación con la propia verdad, reconocimiento de posibilidades y límites, aceptación de la corrección, disciplina, temple de LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 89 ánimo, esfuerzo, coraje, no ceder al desfallecimiento, saber tolerar la frustración…, en una palabra, fortaleza. 3. LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN LA PASTORAL JUVENIL: DESDE LA JUNGLA DE LOS DESEOS A LA EXPERIENCIA PERSONAL DE DIOS A Peter Salovey, de la Universidad de Yale, agradecía Daniel Goleman el concepto “inteligencia emocional” sobre la que él escribía en 1995 un libro que se convertiría en un éxito editorial a escala mundial30. Nuestra idea sobre la inteligencia humana se ha ampliado más allá de su imagen “racional”: la inteligencia es una compleja realidad, en la que se da una vertebración indisociable entre conocimiento y afectividad. La inteligencia es al mismo tiempo cognitiva y emocional. Las características propias de la inteligencia emocional que subraya Goleman son: La capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y, por último –pero no, por ello, menos importante –, la capacidad de empatizar y confiar en los demás31. A simple vista podemos concluir que el ambiente social, como hemos mostrado más arriba, no promueve con entusiasmo esta inteligencia emocional, que vincula radicalmente las dimensiones afectivas y cognitivas de la persona. Que la experiencia religiosa tiene profundas raíces en la afectividad es un dato permanente en las diversas tradiciones espirituales. Con frecuencia se ha identificado y se identifica 31 Cf. D. GOLEMAN, Inteligencia Emocional, Kairós, Barcelona 191997. 32 D. GOLEMAN, Inteligencia Emocional, 65. 90 ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ lo afectivo con sentimientos o emociones. Y ya sabemos teóricamente que no es lo mismo, aunque afectos, sentimientos, emociones pertenecen a ese mundo interior complejo de la afectividad humana. Hoy parece imponerse entre la gente joven la creencia de que la religión (y también el amor) sólo tiene que ver con sentimientos. De hecho en la cotidianidad de la religiosidad de adolescentes y jóvenes parece confirmarse que no son las razones las que sostienen su opción, sino las emociones despertadas por un testimonio de vida directo. Su vivencia religiosa adquiere un matiz muy sentimental. Son muy sensibles a los aspectos emotivos, estéticos de la oración personal y comunitaria. Hay que descubrir el papel único y determinante de la afectividad en la experiencia de fe, sabiendo al mismo tiempo purificarla de emociones y sentimientos que parecen pulular al margen de lo que denominamos inteligencia emocional. José Antonio Marina ha organizado la multiplicidad de experiencias afectivas en tres niveles: el nivel impulsivo de los deseos, necesidades, tendencias y móviles; el nivel sentimental, al que pertenecen los sentimientos como balance consciente de la situación del individuo de cara a la realidad, y el nivel de los apegos, en el que se dan las relaciones psicológicas que enlazan a un sujeto con otra persona, o con alguna experiencia determinante para su vida32. Yo propondría el mismo esquema con pequeñas matizaciones con la sola intención de clarificar lo que pretendo decir. Así hablaría del nivel de los impulsos, en cuyo ámbito destaca la presencia del deseo, del nivel de las emociones, en el que bullen los sentimientos, y por último del nivel de las vinculaciones afectivas, donde se juega el futuro de las relaciones personales decisivas y también la experiencia religiosa de Dios. Posiblemente en el mundo juvenil la experiencia de la fe está enraizada en su mayoría en el nivel de las emociones, ahí 32 Cf. J. A. MARINA, La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez, Anagrama, Barcelona 2004, 55-57. LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 91 donde borrascas de sentimientos deciden de un día para otro sobre la lábil consistencia de un compromiso. Nuestro desafío en la pastoral juvenil, en el acompañamiento personal consiste en ayudar al joven para que vaya anclando la experiencia de Dios, como amor y ternura infinita, en el nivel de las vinculaciones afectivas, en lo que yo llamaría, “el corazón de su corazón”. El proceso no es sencillo. En este momento sólo quiero apuntar a la necesidad de una voluntad resuelta, es decir, a la imprescindible presencia de la virtud de la fortaleza. En palabras de José Antonio Marina el primer criterio de la vida sentimental es: el ser humano necesita vivir sentimentalmente, pero necesita vivir por encima de los sentimientos. En otras palabras: no basta con los valores sentidos, hay que vivir de acuerdo con los valores pensados33. Es decir, si lo he comprendido bien: no podemos vivir perdidos en la jungla de los deseos, en el laberinto de las emociones. La inteligencia ha de ser puesta al servicio de la afectividad, sobre la base de una voluntad consistente. Porque habrá que decidir continuamente entre lo que deseo y lo que quiero. Y como no coincidirán muchas veces, resulta imprescindible emprender el duro camino de la virtud de la fortaleza, que pueda sostener nuestra voluntad allí donde el deseo o los deseos se quieran imponer a lo que la inteligencia emocional, nuestro Yo, nosotros podemos vislumbrar como un valor digno de ser vivido en una vinculación afectiva definitiva. La voluntad es el gran ausente en este momento: ausente en la educación familiar, en el ambiente escolar, en el ámbito religioso, en la febril atmósfera del tiempo libre y de la diversión juvenil. Dice J. A. Marina: Conviene edificar de nuevo la demolida fábrica de la voluntad, para explicar así mejor el comportamiento humano, comprender mejor nuestra situación en el mundo, diseñar 33 Cf. J. A. MARINA, El laberinto sentimental, Anagrama, Barcelona 21996, 234. 236. ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ 92 mejor la que desearíamos tener, y encauzar mejor los sistemas educativos34. Y yo añadiría: para estructurar mejor la educación de la fe y, sobre todo, para consolidar mejor la opción religiosa y la fidelidad a la experiencia creyente. La voluntad implica la habilidad para inhibir el impulso, para deliberar serenamente, para decidir de forma resuelta, para mantener el esfuerzo35. El ambiente familiar y educativo está colmado de fracasos de la voluntad. En adolescentes y jóvenes comprobamos, a través de muchas y diversas actuaciones, deficiencia de deseo, desgana, desánimo, cansancio, volubilidad, obsesión por el capricho. La voluntad que va surgiendo en esas circunstancias es inestable e inútil. Se da también una marea de impulsividad, de desidia, es decir, una experiencia de descontrol y perplejidad ante la jungla de deseos que crecen desordenadamente en la interioridad del sujeto y que no logran ser estructurados y jerarquizados, porque escasea la capacidad de renuncia, de sacrificio, el sentido de lo que supone una prioridad existencial según una escala de valores humanizante. Y las personalidades indecisas, incapaces de enfrentarse al deber, a la obligación o a la limitación de sueños y deseos, abundan por doquier. La inconstancia, la poca capacidad para soportar el esfuerzo y la renuncia hacen con frecuencia imposibles la perseverancia inteligente y la fidelidad coherente. La fortaleza se hace camino inevitable en el quehacer educativo y en la pastoral juvenil36. 34 J. A. MARINA, El misterio de la voluntad perdida, Anagrama, Barcelona 41998, 154. 35 Cf. J. A. MARINA, La inteligencia fracasada, 97-98. 36 La relación entre educación y fortaleza la expresa de forma muy bella J. L. Arsuaga, codirector del Equipo de Investigaciones de los Yacimientos de Atapuerca, en su primera novela Al otro lado de la niebla. Las aventuras de un hombre en la Edad de Piedra, Santillana Ediciones Generales, Madrid 2005, 293: “Durante el trabajo en común del estezado se hablaba mucho y se contaban toda clase de chismes, anécdotas, relatos familiares y leyendas de tiempos ancestrales, que escuchaban también los pequeños y de este modo se iba instruyendo en las tradiciones de la tribu. Las mujeres explicaron a Gata que, del mismo modo en que se domaban las pieles, con paciencia, constancia, firmeza y cuidado, acariciando unas veces y doblando otras, quitando las asperezas, cortando y cosiendo cuando era necesario, así había que formar a los niños para que llegaran a ser de mayores duros y resistentes, y al mismo tiempo suaves y flexibles, impermeables por fuera y cálidos por dentro. Por eso la palabra que usaban para confeccionar un vestido significaba también educar a un niño, y era verdad que los ratos que pasaban junto a sus madres adobando pieles los preparaban para el resto de sus días”. LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 93 El núcleo de la experiencia cristiana es el encuentro con el Misterio de Dios, revelado en Jesús el Señor, guiado, sostenido, iluminado por la fuerza del Espíritu Santo. Ese encuentro supone el inicio de un largo camino de conversión personal, que transforma la interioridad del creyente y lo lleva a plantearse su vida con coherencia, a vivir según un estilo concreto: se siente hijo del Padre, vive en su presencia, intenta actuar según su voluntad. Y esto se convierte en una gozosa realidad que va creciendo cuando la relación con el Misterio de Dios está sustentada por una confianza filial, llena de ternura y afecto, una confianza que abarca a toda la persona del cristiano, que significa entrega serena en el designio del amor de Dios. El encuentro con Dios se funda en una opción libre que ha descubierto, experimentado su ternura misericordiosa. Implica una actitud inteligente, libre, dócil, de abandono en la misericordia de Dios, ofrecimiento de la propia persona y de su historia, afectividad centrada en él como valor supremo de la existencia, asentimiento a su Palabra y obediencia a su voluntad. El proceso interior se desarrolla desde la libertad, bajo el influjo de la gracia del Espíritu, haciendo que la afectividad y la inteligencia, iluminadas por el Misterio, se abran a la realidad del amor en la vida concreta, intentando ser un reflejo eficaz y transformante de la bondad de Dios: “(...) puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, Jesús” (Heb 12, 2). Desde el seno de la comunidad eclesial, el joven debe ir viviendo la fidelidad a la Palabra de Dios, el reconocimiento de las mediaciones históricas, la actitud de conversión, la disponibilidad, la apertura a la realidad, la celebración litúrgica del Misterio, la oración personal y comunitaria, el testimonio fiel... ¿Es posible recorrer ese camino hacia la experiencia de Dios sin la presencia de la virtud de la fortaleza? ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ 94 4. CONCLUSIÓN: LA CLAVE DE LA FORTALEZA ESTÁ EN DESCUBRIR UNA RAZÓN Concluyendo esta reflexión tenemos que reconocer que en la sociedad actual, a pesar de todo, hay signos de fortaleza: en el voluntariado juvenil, en la asistencia de ancianos, de enfermos terminales o contagiosos, en el deporte profesional, en el mundo laboral y sindical… Y también conocemos en nuestra vida cotidiana numerosos ejemplos de fortaleza sorprendente: para soportar duros regímenes de adelgazamiento, para mantener una figura atractiva con muchas horas de gimnasio, para disfrutar de modas o aficiones concretas, para experimentar actividades de alto riesgo, o para prepararse con disciplina unas oposiciones de las que depende la decisión de casarse o la posibilidad de conseguir un puesto de trabajo bien remunerado… La virtud de la fortaleza no está ausente. El problema reside en las escalas de valores. La cuestión decisiva es el porqué soy capaz de renunciar, de sacrificarme, de aguantar, de ser paciente, de perseverar, de ser fiel. Nuestra tarea educativa y pastoral consiste en saber proponer razones, motivaciones que despierten el interés y que sostengan el esfuerzo. En último término el fortalecimiento de la voluntad y el hábito de la fortaleza convergen: “Así pues, la voluntad se aprende mediante la obediencia a una idea, a un proyecto, a una vocación”37. Ahí reside el desafío, ahí se encierra nuestra tarea. Mostrar cómo la alteridad (el Otro, el otro, el amigo, el enfermo, el emigrante, el despojado de sus derechos…) se convierte en razón para saber renunciar, para saber modular mi deseo por un valor que se me impone. Es decir, en último término, la fortaleza necesita la razón del amor. La fortaleza es “amor que soporta fácilmente todo aquello que se ama”, como escribe Tomás de Aquino, citan- 37 J. A. MARINA, El misterio de la voluntad perdida, 184. LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD 95 do a San Agustín38. Y en la educación de la fe la fortaleza debe encontrar su motivación última en la experiencia de la ternura de Dios. Quien se siente amado incondicionalmente, quien va descubriendo que su propia identidad depende de su capacidad de trascendencia, de apertura solícita hacia el otro, aceptará el sacrificio y el esfuerzo. Comprenderá que sin fortaleza no es posible la vida humana ni la experiencia religiosa. Y por ese camino, sostenido por la virtud estratégica de la fortaleza, perderá el miedo a entregarse, a confiar, a abrirse, a renunciar a sus propios deseos que buscan imponerse de forma absoluta. Perderá el miedo a sentirse miembro de una comunidad, que supone limitaciones y posibilidades, dependencia y autonomía generosa, que exige saber convivir, ser paciente, fiel, perseverante, aprender a respetar, ser capaz de acoger y de ser acogido. 38 Cf. S. Th., II-II, q. 123, a. 4. En el Traité de l’Amour de Dieu, Vol. II = ŒUVRES Édition Complète, Imprimerie J. Niérat, Annecy 1844, Livre XI, Chapitre XV, p. 292, afirma Francisco de Sales : «La force est l’amour qui encourage et anime le cœur pour executer ce que le conseil a determiné devoir estre (sic) fait». COLOQUIO 97 COLOQUIO CON ANTONIO JIMÉNEZ INTERVENCIÓN 1ª ¿Podría ampliar lo de las “mediaciones históricas” y la experiencia cristiana? RESPUESTA Yo decía que en la eclesialidad de la fe, hay cosas imprescindibles que cuestan, entre ellas aceptar las “mediaciones históricas”. ¿Qué significa eso? Nuestra fe descansa en una experiencia original que nos llega a través de la Historia. Técnicamente eso se expresa así: “La revelación cristiana nos llega por tradición”. Pero todo en la vida nos llega a través de mediaciones: los valores, el sentido, la fe. En la Iglesia son imprescindibles las mediaciones históricas. De hecho, la Iglesia es la gran mediación histórica de la salvación de Jesús Resucitado. Y nosotros, en nuestra vida cotidiana, nos encontramos con mediaciones históricas. Mi padre es una mediación histórica que me dice: “Hoy no sales porque tienes que estudiar...”. Esto me cuesta. Mi madre es una mediación histórica que me dice: “Hoy tienes que comer pescado, ¡y te aguantas!”. Es una mediación histórica que me cuesta mucho. Pero también hay otras mediaciones históricas más sofisticadas: mi maestro, mi párroco, la persona que me quiere. En el seno de la Iglesia son imprescindibles estas mediaciones históricas y no siempre son de nuestro agrado. Sin embargo, desde la fe y también con capacidad de paciencia, constancia, perseverancia y fidelidad, podemos intentar discernir lo positivo que me ofrecen esas mediaciones históricas. Para eso es necesaria la virtud de la fortaleza. 98 ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ INTERVENCIÓN 2ª ¿Cómo exponer a los padres hoy esta virtud en un medio donde se permite todo, donde se sobreprotege a los niños y donde el cariño y la disciplina no se conjugan? RESPUESTA Según las encuestas de los últimos quince años, donde mejor se encuentran los adolescentes y jóvenes españoles es en sus familias y con su grupo de amigos; desconfían de todo tipo de instituciones, entre ellas de la Iglesia. Se encuentran muy bien en sus casas. Pero la pregunta es: “¿La familia está funcionando como debiera en lo que es el ámbito educativo?” Lo que sí sabemos es que la familia está volcando sobre el colegio, todas sus expectativas. Y en las escuelas los profesores también están desbordados. Están desbordados los profesores, están desbordados los padres. Pero, ¿por qué? Pues bien, un pecado original de los padres es que han sobreprotegido, o dicho de otra forma, que no han enseñado (educado) a sus hijos en la aceptación del “no”, del límite: “De aquí no se pasa”, “¡Esto no!”. Decir: “Bueno, ¿qué vamos a hacer este domingo? ¿Qué quiere «el rey de la casa»?”. Pues «el rey de la casa» se convierte en un verdugo de todos. Y, cuando sea adolescente y joven, las primeras víctimas son los padres, porque falla lo que denominamos “la noción del límite”: “De aquí no se puede pasar”, “Eso no se puede hacer” “¡No!”. Si, al mismo tiempo están gratificando sus caprichos, estamos perdidos. Cuando yo era pequeño mi padre me prometía una pelota de goma a final, del curso si sacaba sobresalientes. ¡Fíjense! Y, los chavales de ahora, el uno de septiembre tienen balón, bicicleta y todo lo que quieran. Y, al final sacan un aprobado. ¿A dónde vamos? Ese es el problema. Por tanto los padres tienen que intentar educar bien desde el principio en el “sentido del límite” y en el “¡no!” Aquí podemos hacer esta reflexión: Si no existe necesidad de superarse, ¿cómo inculcar la fortaleza para la superación de las dificul- COLOQUIO 99 tades? Ese es el problema. Si la vida ha sido un «pastel de nata» hasta ahora, ¿cómo hacerle comprender al adolescente que hay que comer «garbanzos», «espinacas» y «pan duro» a veces...? Entonces no es urgente la superación para mí porque “me encuentro bien: arropado, querido, acogido, mimado...”. En el fondo estamos convergiendo en lo mismo: que no se puede dar todo; que hay que saber ser disciplinado, como educador y como padre, para que los chicos sean disciplinados; que hay que saber plantear metas a corto, a medio y a largo plazo; que la vida es una carrera de maratón y que hay que empezar a entrenar desde pequeños. Pero si los tenemos entre algodones, con música ambiental y con biberón, ¿qué harán cuando las cosas se pongan mal? Y ante las cuestas arriba, ¿qué hacen? Luego, la necesidad de la virtud de la fortaleza solamente será comprendida por los chicos que hayamos acostumbrado realmente a superarse, a crecer; sobre todo, a abrir los ojos y a escuchar las necesidades de los demás. Es el altruismo, la solidaridad, lo que realmente puede hacer a un muchacho sacrificarse y renunciar. Entonces ya empieza a ser fuerte. INTERVENCIÓN 3ª Estoy de acuerdo con todo lo expuesto, pero pregunto: ¿Hay que tener un plus de fortaleza con el gobierno socialista que nos ha tocado vivir? RESPUESTA Fortaleza, paciencia, serenidad, tranquilidad, capacidad de crítica, y mucho humor. INTERVENCIÓN 4ª Has hablado de la fragilidad de los jóvenes; pero ¿y todos los jóvenes fuertes? Porque sí existen. ¿Cómo estos jóvenes fuertes pueden 100 ANTONIO JIMÉNEZ ORTIZ ser modelos para otros sin tener miedo de la vergüenza o de lo que dirán de ellos? ¿Cómo un joven fuerte puede dar testimonio de su fe a un compañero de su edad? RESPUESTA ¿Hay jóvenes fuertes? Sí, por diversas razones: Por ejemplo, porque le gusta echar músculos. ¿No? Uno es fuerte porque le gusta la bicicleta; es fuerte porque le gusta el baloncesto… La cuestión, dijimos, son las escalas de valores. Pero, naturalmente, un chaval que sepa sacrificarse por un deporte tiene más capacidad para escuchar que es necesario sacrificarse por valores profundos en la vida, y esos chavales pueden ser modelos. Lo que pasa es que en el ambiente juvenil no podemos ir con este discurso. Decirle a los chicos: “Queridos niños y adolescentes aquí tenemos a un muchacho fuerte, ¡tenéis que imitarlo!”. No ¡por Dios!; eso se ha acabado. No podemos hacer ese discurso de forma directa porque una cosa que no soportan adolescentes y jóvenes sería la imposición de modelos, sino que ellos, desde dentro, y con la presencia indirecta de los diversos modelos, puedan descubrir cuál es el camino que los conduce, diríamos, a la virtud, al éxito, a la maduración cristiana. Luego, en este punto, con los jóvenes, hay que ser muy cuidadosos, porque vivimos en una sociedad que no tiene modelos ni se respetan los modelos. Y eso ellos lo sienten, lo viven. Es bueno tener modelos, pero su influjo debe ser indirecto, cotidiano, existencial... Y ahí sí que se puede lograr algo en la vida de los chicos. INTERVENCIÓN 5ª Todos aceptamos la palabra “tolerancia”. Tolerancia implica pluralidad. Aceptar la pluralidad se convierte en riqueza. Pero hacer una pregunta sobre la tolerancia es una invitación a distinguir. En el mundo en el que vivimos y de cara a la educación de los jóvenes la cuestión es cómo distinguir una tolerancia que es fruto de la vaciedad, y que lleva al vacío, de otra tolerancia que aporta riqueza. Pues una misma palabra nos puede llevar a lo muy positivo o a lo muy negativo. Gracias. COLOQUIO 101 RESPUESTA Nosotros vivimos en una sociedad democrática. Significa que es pluralista. Ese pluralismo esta creciendo aceleradamente porque ya no nos encontramos sólo ideologías distintas, desde el punto de vista filosófico o político, sino que en la acera nos topamos con otras culturas, con otras religiones y eso es inevitable. También es enriquecimiento. Pero puede significar también conflicto. De hecho nuestra cultura está siendo ya multicultural. Pero hay que caminar hacia la interculturalidad. Me explico: Somos efectivamente de muy distinto pensamiento y religión; pero tenemos que caminar hacia el encuentro intercultural, para que nos enriquezca a todos. En ese proceso de la multiculturalidad a la interculturalidad necesitamos la tolerancia de forma ineludible. La tolerancia no es permisivismo ni la tolerancia es relativismo. Uno se diría: “Yo debo de ser tolerante con todas las religiones”. Yo respondería: “¡Oiga! Con todas las religiones que respeten los derechos humanos”. Porque, si esa religión quiere ofrecer sacrificios de niños, no solamente se encuentra con mi “no”; se encuentra también con la ley y con la cárcel. ¿Me comprendes? Es decir, tolerancia no significa que todo se puede permitir y que cualquier cosa vale. Tolerancia es una actitud de respeto frente al otro en el ámbito en que ambos están dentro, por lo menos, el de los derechos humanos. Respeto del otro en su pensamiento, religión o ideología, sí; pero sin renunciar a mis convicciones. No se puede ser tolerante desde el vacío interior, puedo ser tolerante cuando tengo principios firmes, cuando sé lo que deseo y lo que busco, cuando tengo valores que me estructuran por dentro. Por eso la tolerancia necesita una educación verdaderamente exigente y es respeto al otro sin renunciar a mis principios. Que el otro me dice: “Pues, para mí, Mahoma es el ultimo gran profeta. Y si Jesús es un gran profeta, lo será después de Mahoma”. “Ciertamente, según tu opinión”, digo yo. Pero también afirmo desde el respeto: “Yo pienso que Jesús no es solamente el último y definitivo profeta, sino que es el Hijo de Dios”. Por tanto, hay que llegar a la expresión de los principios de cada uno desde el respeto; pero ese respeto no significa relativismo. CLAUSURA DEL XI ENCUENTRO DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN Hemos llegado al final del XI Encuentro de Filosofía y Educación: «EDUCAR EN LA FORTALEZA: una superación continua». Desde ángulos diversos, la Filosofía, la Psicología y la Teología hemos podido reflexionar sobre la virtud de la fortaleza, tan necesaria en nuestra época para superar miedos personales procedentes del interior de la persona o de la sociedad. Pero la libertad no es sólo un derecho, es más una conquista que hemos de conseguir en el día a día, aceptándonos a nosotros y a los demás y superando los conflictos que el vivir diario nos presenta. El desarrollo de los Encuentros y vuestra participación nos hacen sentirnos satisfechos creyendo haber cumplido los objetivos que al programar los encuentros nos trazábamos. Esto constituye el regalo de un estímulo que nos anima a seguir con otros Encuentros en años sucesivos. Antes de clausurar este Encuentro quiero pronunciar una palabra, que va dirigida a todos: Gracias. • Gracias a nuestros Conferenciantes, hoy representados aquí en la persona de D Antonio Jiménez. Gracias por su ciencia, experiencia y la comunicación que nos han hecho. 104 ISIDRO REVILLA BARRIUSO • Gracias también a los Presentadores hoy en la persona de D. José Luis Cabria. • Gracias a Caja Círculo por su colaboración generosa y gratuita, que nos permite disponer de este magnífico salón, poniendo a nuestra disposición unas personas que nos acogen y atienden extraordinariamente. • Gracias a las Entidades que colaboran con nosotros en el Encuentro: - La Facultad de Teología del Norte de España, en su Sede de Burgos. - La Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Burgos. - La Universidad Pontificia de Salamanca, a la que estamos afiliados, que siempre ha respaldado estos Encuentros, a veces, como en este año, con la intervención maestral de uno de sus más brillantes profesores, D. Leonardo Rodríguez Duplá. • Gracias a cuantos, desde la sombra, han hecho posible este XI Encuentro: Al profesor de nuestro Instituto, D. Jesús Sáez, pendiente de todos los detalles, como Coordinador de los encuentros, y a los alumnos del Instituto Superior de Filosofía “San Juan Bosco”, atentos a cualquier imprevisto surgido en estos días. • Gracias, de modo especial, a todos los que nos habéis acompañado alguno de estos días o los tres. Interpretamos vuestra presencia como una demanda a proseguir estos Encuentros. Por ello, tenemos gran ilusión en acertar en la elección de cada uno de los aspectos del tema, así como de los correspondientes conferenciantes. CLAUSURA DEL XI ENCUENTRO DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN 105 Os adelanto que el XII Encuentro de Filosofía y Educación, el próximo año, se celebrará, Dios mediante, durante los días 13, 14 y 15 de marzo de 2007 y tendrá como tema: “Educar en la virtud de la templanza: hacia el dominio de sí”. Gracias a todos. Quedáis invitados al XII Encuentro de Filosofía y Educación. Buenas noches. ISIDRO REVILLA BARRIUSO Prof. de Psicología y Director del Instituto Superior de Filosofía “San Juan Bosco” de Burgos ANEXO ¿Es propio del hombre feliz hacer el bien en lugar del mal? Primer premio del “Concurso de Filosofía “ATRÉVETE A PENSAR”, 2005 – 2006. Instituto Superior de Filosofía “San Juan Bosco”. Burgos Afiliado a la Universidad Pontificia de Salamanca. MAYO 2006 Autora: ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ (1º Bach) Colegio: La Visitación de Nuestra Señora “Saldaña”. Burgos ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? PRIMER PREMIO DEL “CONCURSO DE FILOSOFÍA”, “ATRÉVETE A PENSAR”, 2005 – 2006. ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ (1º BACH) Colegio: La Visitación de Nuestra Señora “Saldaña”. Burgos MOTIVACIÓN: ¿Por qué hemos elegido esta pregunta: Es propio del hombre feliz hacer el bien en lugar del mal? En un principio, la respuesta parece obvia para todo el mundo; la mayoría de la gente te dirá que el hombre feliz hace el bien. Pero no es tan sencillo llegar a comprender por qué es así. Las cosas que nos parecen más sencillas no tienen por qué tener una explicación o un razonamiento simple. El hecho de que nos parezcan sencillas es debido, quizás, a que no nos hemos preocupado de comprender el trasfondo de su significado. La mayoría de las ideas o conceptos “aceptados socialmente” son igual de complejos que los que no son “políticamente correctos”, sólo que estos últimos deben ser explicados por sus defensores; mientras que los primeros sólo son puestos en tela de juicio por los 110 ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ pensadores o intelectuales, son asimilados con naturalidad por el resto de la sociedad. Un símil sería el de los niños de hoy en día que conocen la televisión desde que nacen y la asimilan como algo natural en su entorno; ellos dan a la tecla de encendido y como respuesta aparecen las imágenes en la pantalla, no hay cuestionamiento. Sin embargo, los niños que vivieron el nacimiento de la televisión, siendo ya suficientemente maduros, encontraron en ella un milagro más que un invento, y tenían la necesidad de conocer cómo era posible que aparecieran todas esas historias dentro de una “caja negra”. En otras palabras, para nosotros supone un reto el cuestionarnos lo que para los demás es incuestionable, y aunque lleguemos a la misma conclusión, ésta estará avalada por un razonamiento profundo. ANEXO: ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? 111 TESIS INICIAL n ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL Cuando decimos que es propio, queremos decir que es la tendencia natural, que obramos de determinada manera debido a una especie de instinto y no específicamente por un razonamiento, porque el ser humano se rige por una inclinación natural, aunque asumida en el nivel superior de la psique humana. No se trata sólo de una elección siempre consciente. Cuando hablamos de propiedad nos referimos a las peculiaridades y características del hombre feliz, que le hacen obrar de una forma determinada por el hecho de ser como es, feliz. Si no fuera feliz sus peculiaridades serían otras, y por eso sería propio de él que obrara de otra manera. El hombre feliz, es, para mí, aquél que vive en la armonía de su razón con sus sentimientos. No podemos elegir nuestros sentimientos, son algo que nacen de nuestro interior; lo que sí podemos hacer, en lo posible, es influir en ellos, o más bien, intentar disfrazarlos para que cambien a nuestro antojo. En el fondo sólo estaremos disfrazándolos. La raíz del sentimiento, su ser, es algo intocable para cualquiera. Está fuera de nuestro alcance poder cambiarlo. De ahí que muchas veces estemos confusos por todo lo que sentimos y por todo lo que nos pasa por la cabeza sin explicación aparente. Volviendo a lo dicho anteriormente, sólo podremos considerar que una persona es feliz cuando consiga armonizar sus sentimientos con su entera psique, su ética personal y sus obras, y acepte lo que puede y lo que no puede cambiar en sus sentimientos; sólo de esta forma alcanzará la felicidad plena, la felicidad permanente, que no depende de los vaivenes de la vida, sino sólo y únicamente del desarrollo de su “ser”. Hacer el bien es buscar el beneficio ajeno, evitando causar cualquier tipo de mal, ya sea a mí mismo o a los demás. Desde ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ 112 muy pequeños se nos ha enseñado lo que está bien y lo que está mal y a lo largo de nuestra vida lo hemos asimilado como si fuera incuestionable, sin cuestionarnos nosotros el por qué haciendo una determinada cosa estamos en lo correcto y no en lo contrario. La filosofía nos enseña que nunca nada puede darse como válido sin que haya sido previamente observado, experimentado y criticado, es decir, pasado por la criba de la razón, cuestionando todos aquellos puntos en los que no estemos de acuerdo; porque de lo contrario, nos encontraríamos ante una falacia ad verecundiam, sin razones que lo justifiquen. Hacer el mal es la expresión contraria a todo lo referido anteriormente; es decir, es buscar el perjuicio ajeno o propio. Cuando haces el mal estás yendo a contracorriente, en contra de los principios que se nos inculcan desde pequeños. Cabe aclarar que todo esto lo decimos teniendo en cuenta que la educación recibida de pequeños es la correcta, la que está aceptada socialmente y que la razón aprueba. Sin embargo, los pilares de la buena educación han ido variando a lo largo de la historia y con ellos la definición de lo que está bien y lo que está mal. DESARROLLO DE LA TESIS Es propio del hombre feliz hacer el bien en lugar del mal. Si como hemos dicho anteriormente la felicidad es un estado permanente, podemos hablar de la existencia del hombre feliz. Éste, para haber alcanzado esa felicidad, antes ha tenido que aceptar su propio ser y su propia vida, integrando sus sentimientos sin luchar contra ellos y actuando consecuentemente con sus valores éticos y su conciencia. Si obramos de esta manera podemos decir que hacemos el bien —al menos desde nuestro punto de vista, pues hemos partido de nuestro propio código moral, es decir, desde nuestra conciencia—, aunque las consecuencias de nuestras obras no provoquen siempre el beneficio ajeno o propio. Pero debemos puntualizar que para hacer el bien necesitamos una predisposición a conseguir el bien, no de hecho haberlo ya con- ANEXO: ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? 113 seguido. Por ejemplo, podemos decir que hacemos el bien si aconsejamos desinteresadamente a un amigo que haga algo que, según nuestra opinión, puede beneficiarle; aunque en la práctica la consecución de este consejo no haya producido el beneficio esperado. Si obramos de la manera contraria, es decir, actuando en contra de lo que internamente creemos que está bien — para así conseguir algún fin determinado como puede ser la venganza, el poder…, o alcanzar un placer que pueda beneficiarnos o dañarnos a nosotros mismos o a los demás—, inevitablemente en nuestro fuero interno se iniciará una lucha entre el deseo por la consecución de ese fin o placer y el “estado de gracia” en el que nos encontramos al actuar a favor de nuestra conciencia. En el momento que contrariamos al “guía íntimo” que es nuestra conciencia, desaparece la armonía interna y por tanto también la felicidad. De ahí, que nos manifestemos contra la máxima de Maquiavelo de “el fin justifica los medios”, pues aún en el caso de que obráramos mal para obtener el bien, el precio que habríamos de pagar sería demasiado alto: nuestra propia felicidad. Hemos llegado a la conclusión de que para llegar a ser feliz y mantener esa felicidad tenemos que hacer el bien. Pero, ¿es propio del hombre feliz hacer el bien? ¿Está el hombre feliz inclinado a hacer el bien? La respuesta es que sí. Toda naturaleza apetece el bien como desarrollo de su ser. El hombre, como animal, tiene unos instintos heredados de sus antepasados a través de nuestro código genético. Por esos instintos busca el bien del individuo y de la especie. Y, como racional, se guía por la razón que funcionando correctamente indica al hombre qué está bien y qué está mal. Estos instintos, junto con el aprendizaje en el que interviene la razón, nos ayudan a sobrevivir. Así podemos considerar como conducta instintiva la búsqueda de alimento, la permanencia de la especie y también la búsqueda de la felicidad. Pero el modo de alcanzar el bien y la felicidad depende del aprendizaje realizado. Aquí la razón indica al hombre el camino de ser feliz. Los hombres prehistóricos nos dejaron legados de su vida espiritual en obras funerarias y artísticas de tipo religioso, lo que nos demuestra que incluso el hombre más primitivo tenía una inclina- ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ 114 ción natural a la búsqueda del bien propio de la espiritualidad, de la psique. Si estos hombres que se guiaban básicamente por los instintos —pues aún no habían evolucionado suficientemente en conocimientos científicos y filosóficos—, poseían estas inquietudes espirituales, podemos deducir que el instinto humano no sólo persigue la consecución de metas físicas, como la supervivencia y la procreación, sino también objetivos espirituales como buscar la felicidad, pues no dudamos que la felicidad es un estado del espíritu. En definitiva, el hombre está inclinado a hacer el bien. Es propio del hombre buscar la felicidad. Haciendo el bien el hombre es feliz. El hombre que ya ha alcanzado la felicidad (el hombre feliz) lucha para mantenerse en dicho estado. n ¿QUÉ ES LA FELICIDAD? La felicidad es un estado psicológico que trasciende la noción del estado anímico. Dota, a quien lo disfruta, de la sensación de autorrealización y plenitud para con uno mismo y los elementos del entorno circundante, ya sea éste físico o imaginado. Cabe decir que, tal sensación de autorrealización y plenitud, confiere a las personas felices una mayor serenidad y estabilidad en sus pensamientos, emociones y actos. Algunos estados anímicos asociados a la felicidad son la alegría y la euforia. La felicidad puede estar provocada por realizar una buena acción, por estar en compañía de los amigos1. Muchas veces confundimos la felicidad con la alegría. La alegría es un estado no permanente de exaltación y bienestar, por el cual nos sentimos dichosos debido a causas externas como haber conseguido alguna meta o que las situaciones y personas que nos rodean nos sean favorables. Aunque es cierto que las personalidades proclives a la alegría consiguen ser feli- 1 Enciclopedia libre Wikipedia en www.wikipedia.org. ANEXO: ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? 115 ces con más facilidad que otras, pues éstas aceptan su ser y las circunstancias de la vida con menos traumas. También es frecuente confundir la felicidad con el placer y, sin embargo, son muy diferentes. La felicidad tiene vocación de permanencia; el placer, no. El placer es puntual y pasajero en su misma esencia. El placer nos condena a la pasividad, a dejarnos arrastrar por las circunstancias, que acaban decidiendo por nosotros. Las adversidades, en cambio, nos hacen dudar, y preguntarnos, sin encontrar muchas veces respuesta: "¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? ¿Por qué ha de sucederme esto ahora?" Mientras que en el placer no nos preguntamos: "Oye, ¿por qué tengo unos amigos tan divertidos?" No, eso nadie lo dice. En cambio, si nos ocurre algo malo, enseguida decimos: "Hombre, qué mala suerte. ¿Por qué precisamente a mí ha de ocurrirme esto ahora?" Es decir, no tenemos la misma capacidad de asimilar una experiencia placentera que una dolorosa o desagradable. La felicidad no es un concepto absoluto, puede ser observado desde diferentes vertientes, aportando cada una de ellas diferentes matices que complementan su definición. Los más importantes son: 1) DESDE EL PUNTO DE VISTA RELIGIOSO Desde un punto de vista religioso la felicidad es el encuentro con Dios. Todas las religiones buscan la unión con Dios. Para los cristianos, la Gloria es la visión eterna de Dios; y el Infierno, la privación eterna del Señor. Los hindúes y budistas aspiran a alcanzar a través de sucesivas reencarnaciones la unión con el Ser Supremo, formando una sola entidad con él. Podemos decir que la finalidad de la religión es la búsqueda de la felicidad por medio de la fe y del cumplimiento de sus preceptos. La naturaleza humana está constitutivamente finalizada hacia Dios. El conocimiento y amor de Dios constituye el fin natural del hombre; además, éste es llamado a una ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ 116 comunión sobrenatural y más íntima con Dios, a la filiación divina. El deseo de felicidad es el impulso radical hacia Dios que mueve toda la vida del espíritu y el fundamento de la dinámica de la fe. La presión de este deseo sobre el entendimiento —iluminado por la gracia— cuaja en el deseo de la fe2. 2) DESDE EL PUNTO DE VISTA SOCIAL Desde el punto de vista social, la felicidad es la consecución de determinados factores que en su conjunto provocan un estado de bienestar permanente. Estos factores son: tener cubiertas las necesidades físicas, como la alimentación, higiene personal, la posesión de un hogar y de unos bienes de consumo mínimos, etc.; tener asegurados unos derechos y libertades fundamentales, como libertad de expresión, religión, pensamiento, etc.; y tener satisfechas las necesidades sociales como son la educación y una vida social sana (amigos y familia, etc.). Socialmente ser feliz es disfrutar de la vida. Aunque en muchas ocasiones no conseguimos ser felices a pesar de vivir un estado de bienestar. Las personas son infelices cuando viven en condiciones miserables… Las personas disfrutan de su vida cuando sus condiciones son tolerables3. 3) DESDE EL PUNTO DE VISTA POLÍTICO Desde el punto de vista político la felicidad es “el bien común”. Es un logro alcanzado por el grupo social que forma el Estado, no una consecución individual. Un Estado justo debe 2 C. Izquierdo; J. M. Odero (Profesores de Teología Fundamental), Facultad de Teología, Universidad de Navarra, en www.encuentra.com. 3 R. Veenhoven, en www.fun-humanismo-ciencia.es. ANEXO: ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? 117 proporcionar a sus ciudadanos los componentes necesarios para alcanzar la felicidad a través de leyes y políticas sociales que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos y éstos a cambio procurarán la paz social y un progreso económico y científico. La palabra “política” deriva del término polis, que significa ciudad, estado. A pesar del sentido peyorativo que damos generalmente a la palabra política, su sentido originario es la búsqueda del bien público. De ahí que desentenderse de los asuntos políticos sería completamente irresponsable, pues de su buen funcionamiento dependemos todos. La felicidad –el vivir bien– es el objetivo supremo al que la política aspira y el bien es un fin ético; así, la política tiene fines éticos: debe dotar a los ciudadanos de cierto carácter, hacerlos capaces de acciones buenas. Puesto que desde la perspectiva aristotélica el fin es el que conduce al perfeccionamiento de la naturaleza, y la ética es la que conduce a la política hacia lo mejor, es la que marca el objetivo fundamental: el bien común. De esta manera, Aristóteles establece un vínculo fundamental entre ética y política, entre el bien y lo común: la política implica a la ética, realiza sus contenidos, y se dirige hacia ella; y la ética sólo puede desarrollarse en el marco de la polis, porque la naturaleza del hombre ya es política4. 4) DESDE EL PUNTO DE VISTA ÉTICO La palabra ética proviene del griego êthos que originalmente significaba “estancia”, pero Aristóteles le dio a la palabra êthos el significado de carácter. Este carácter nos lleva a realizar unos determinados actos. Ir contra este carácter o manera de ser nos hace infelices. 4 “Ética y política: la virtud y lo común, un cruce entre Aristóteles y Calígula”, en www.monografias.com. ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ 118 Desde el punto de vista ético, la felicidad es vivir de acuerdo a los valores fundamentales propios de la persona, de acuerdo con su conciencia, con su êthos: no contradecir la naturaleza personal que se manifiesta en la propia conciencia y que nos hace pensar y sentir de una forma determinada. Es feliz la persona que ha encontrado sentido pleno a su vida, que es fiel a su vocación, que sigue los indicativos de sus carismas, cualidades, aptitudes y capacidades y que no pierde el sentido de la vida a pesar de las incomodidades, dificultades, y aun el sufrimiento. Es feliz la persona capaz de ser constructora de vida nueva, que es creativa, que conserva la suficiente lucidez mental para el buen discernimiento aun en momentos turbulentos de la vida, que jamás se siente abatida, que ve el lado positivo de las personas y las cosas, y que se levanta cada vez que cae5. n ¿QUÉ ES EL BIEN? El objeto que se considera como última perfección de todas las cosas y que, por lo mismo, se ofrece como fin propio… Lo bueno, útil, deseable6. El bien es un concepto abstracto derivado de su constatación cotidiana en situaciones particulares muy diversas: el amor, la amistad, el altruismo, la solidaridad, el compañerismo, las misiones de paz, etc. Por el hecho de que existen cosas y personas que consideramos buenas, deducimos que existe el bien, como si el bien fuera un ente independiente que provoca hechos y situaciones buenas. Quizá el bien no exista como tal, sino a través de los individuos que producen acciones buenas, es decir, que emana del ser bueno y sin éste no tiene existencia propia. 5 J. L. Ysern de Arce (Dr. en Psicología), en www.ubiobio.cl. 6 Diccionario Enciclopédico Larousse. Editorial Planeta Agostini. Tomo II, p. 391. ANEXO: ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? 119 Al igual que la felicidad, la definición de bien puede ser contemplada desde diferentes puntos de vista que la complementan y, en ocasiones, la contraponen. 1) DESDE EL PUNTO DE VISTA RELIGIOSO Si la felicidad desde el punto de vista de la religión es el encuentro con Dios, el bien o lo bueno será todo aquello que nos dirige a ese camino, que nos acerca a ese Dios que queremos alcanzar o con quien deseamos fundirnos en uno solo. El cristianismo no pretende fundirse con Dios sino participar de su vida divina a la que Dios nos llama y nos eleva con su gracia. Para conseguir la unión con Dios, cada religión ha marcado unos caminos que sus fieles han de seguir para lograr la salvación que solo podemos encontrar junto al Altísimo. Estos caminos o sendas tienen sus calzadas y señalizaciones que son los distintos dogmas de fe y preceptos. Los dogmas de fe serían las calzadas sobre las que debemos caminar para llegar al fin deseado y los preceptos las señales que nos indican lo que podemos o no podemos hacer, o los consejos para hacer nuestro viaje más rápido y seguro. Es justo y bueno, siempre y para todos, servir a Dios, darle el culto debido y honrar como es debido a los padres. Estos preceptos positivos, que prescriben cumplir algunas acciones y cultivar ciertas actitudes, obligan universalmente; son inmutables7. 2) DESDE EL PUNTO DE VISTA SOCIAL Para definir el bien debemos primero definir sus consecuencias, es decir, lo que es bueno. Vamos a centrarnos en lo que se considera bueno en nuestra sociedad, la de la época actual y del mundo “civilizado”. 7 Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Const. pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, 10, en www.monografias.com. ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ 120 Nuestra sociedad utiliza los medios audiovisuales para dirigir o alentar a los individuos en dirección a lo que es bueno para el conjunto o sociedad. Así el cine, la publicidad, el arte y la realidad virtual nos muestran una sociedad supuestamente idílica y nos marca unos valores a seguir, no necesariamente profundos o espirituales, pues nos dirige a la consecución de la belleza, la salud y el dinero como valores primordiales. El culto al cuerpo se está convirtiendo en la máxima de una sociedad parca en ideales. La ciencia y tecnología, que ha experimentado avances insospechados en el último siglo, trabajan arduamente para lograr la prolongación de la vida humana y mejorar su calidad de vida, chocando en ocasiones con reparos éticos, como ocurre en el campo de la manipulación genética. Pero en nuestra sociedad lo que es bueno para el cuerpo es bueno para el hombre. 3) DESDE EL PUNTO DE VISTA POLÍTICO Así como todas las religiones poseen unas normas que indican a sus seguidores el camino recto, los distintos estados dictan numerosas leyes y reglamentos que dirigen a sus ciudadanos a la meta de un estado perfecto, basado en la justicia y la igualdad, o al menos esa es la finalidad teórica de la Política. Para un ciudadano, el bien o lo bueno es aquello que contribuye a la paz y justicia social, lo que no altera o perturba el equilibrio del Estado: Ama a la nación y desearás que la gobiernen hombres que tengan estos sentimientos, pero si ello no ocurre, no será la violencia la que imponga la razón, sino la comprensión y la tolerancia que es el amor. La violencia no es el camino, sólo genera más violencia8. 8 Mahatma Gandhi, en www.sev.org.ar. ANEXO: ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? 121 4) DESDE EL PUNTO DE VISTA ÉTICO Cada ser humano está íntimamente conformado por una serie de peculiaridades que le hacen diferente a los demás. Algunas características propias provienen de la carga genética heredada de nuestros antepasados y otras son consecuencia de la auto-creación de nuestro êthos o ética personal. Esta ética, que es única para cada individuo, conforma lo que serían “las leyes del Estado de nuestro ser”. La conciencia actúa como precursora de la justicia, reprobando los actos o pensamientos que se separan de las pautas marcadas por nuestra ética. Así, el bien es todo aquello que se rige por el êthos que nosotros mismos hemos elegido de acuerdo con nuestra conciencia recta, porque el bien es una emanación del ser. “La ética, por definición, busca el bien. Y el bien se logra cuando se conoce y se respeta la verdad. Por consiguiente, obrar bien es obrar conforme a la verdad, conforme a lo que son las cosas. Pero ese conocimiento no tiene nada de fácil. De hecho, aunque todos aspiramos a vivir bien, la palabra "bien" no significa lo mismo para todos. Por eso debemos volver a preguntarnos qué es lo que hace que las cosas, las acciones y la vida sean buenas. Las respuestas son múltiples. Desde los tiempos de la Grecia clásica se ha dicho que el bien es el placer, y el placer la ausencia de dolor físico y de perturbación anímica. Pero también los griegos reconocieron que las cosas no son tan sencillas: muchas acciones y conductas profundamente buenas no están libres de dolores ni de sorpresas y desasosiegos”9. n ¿QUÉ ES EL MAL? “Contrario al bien, conjunto de cosas que dañan o se oponen a la moral”. “Desgracia, calamidad, infortunio”10. 9 10 J. R. Ayllón, La buena vida. En http://www.jrayllon.com; www.ecojoven.com. Diccionario Enciclopédico Larousse. Editorial Planeta Agostini. Tomo VII, p. 1960. 122 ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ Hemos dicho que el bien era una emanación del ser que produce consecuencias beneficiosas o agradables. Pues bien, el mal procede del ser humano que produce consecuencias perjudiciales o desagradables. El bien y el mal moral tienen el mismo origen: la libertad del hombre. No podemos entender el mal sin la existencia del bien: ambos formaran un todo en el hombre. Podríamos compararlo a una larga carretera cuyo centro es el hombre: cuanto más nos alejáramos del centro en dirección norte, más nos acercaríamos al bien; y cuanto más nos alejáramos del centro dirección sur, más nos acercaríamos al mal; pero partiendo ambos extremos norte y sur del mismo punto central. Para comprender mejor el concepto del mal, volvamos a contemplarlo desde las vertientes religiosa, social, política y ética. 1) DESDE EL PUNTO DE VISTA RELIGIOSO El mal es la causa u origen del alejamiento de Dios. ¿Cómo los creyentes de las diferentes religiones pueden alejarse de Dios, a pesar de que su sentido de la vida sea alcanzar la unión con Él? La respuesta es incumpliendo los mandamientos y directrices marcados por su religión. Por tanto, podemos decir que hacer el mal desde el punto de vista de la religión es romper con los preceptos emanados de los distintos credos religiosos. El cristianismo condensa todos los preceptos en el Amor de Dios y al prójimo. Alejarse del amor es alejarse de Dios. El “pecado” es casi un concepto universal en las diferentes religiones, salvo algunas excepciones. Y el mal es contravenir el mandato de Dios. Llega tan a fondo el mal en el hombre, que incluso se acude a un mal radical (pecado original) en el que se funda el impulso del hombre a pecar. Pero el hombre no está arrastrado últimamente al pecado: Incluso en las situaciones más difíciles, el hombre debe observar la norma moral para ser obediente al sacro mandamiento de Dios y coherente con la propia dignidad ANEXO: ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? 123 personal. Ciertamente, la armonía entre libertad y verdad postula, a veces, sacrificios no comunes y se conquista con un alto precio: puede conllevar incluso el martirio11. 2) DESDE EL PUNTO DE VISTA SOCIAL Para la sociedad el mal es todo aquello que provoca perjuicio o disgregación al conjunto social. Son muchos los males que aquejan a las sociedades, pero los más dañinos son: la violencia, especialmente la que se produce dentro del grupo familiar, que es en definitiva la célula social por excelencia; la ignorancia, pues si una sociedad quiere evolucionar para alcanzar logros de cualquier tipo, debe fijarse como meta primordial la educación de los individuos que la componen; la falta de libertad que inhibe el desarrollo personal y en consecuencia el social; y, principalmente, el hambre, que mata a miles de personas cada año: una condena a la que les sometemos los componentes del llamado Primer y Segundo Mundo, al no hacer nada para evitar la muerte de nuestros propios hermanos. Una expresión concreta del mal social es la violencia: Hay muchas clases de violencia, aunque todas desembocan en la violencia física o psicológica: segregación racial, adicción al alcohol y a los enervantes, delincuencia menor, vandalismo, delincuencia organizada, etc. Este terrible mal da pauta para que el hombre se destruya a sí mismo, irremediable y tristemente12. 3) DESDE EL PUNTO DE VISTA POLÍTICO La política es la ciencia o arte de dirigir a un grupo de ciudadanos que conforman un Estado. Esta dirección no necesariamente debe emanar de una sola persona o un grupo reducido de ellas, sino que también puede depender de todo el grupo. La 11 J. M. De Torre, Filosofía cristiana, Ediciones Palabra, 4ª edición, Ávila 1990. En www.monografias.com. 12 E. Velazco Gamboa (Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad del Desarrollo del Estado de Puebla), UNIDES. En www.monografias.com ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ 124 dirección que sigue la política siempre debe tener como finalidad el bienestar del Estado. El origen de la autoridad reside en el pueblo. Es, por tanto, mala toda acción que atente contra este bienestar o la integridad del mismo pueblo. El terrorismo y el totalitarismo, entre otros, son claros ejemplos de males políticos, pues desintegran el Estado atacando sus pilares de paz, libertad y soberanía del pueblo. Los actos convulsionados, si bien tienen su poder de fuerza sobre los que gobiernan, llevan en sí fuerzas destructoras de la violencia de masas. Las masas, según Ortega y Gasset, son fuerzas que por incontroladas, ocasionan daños irreversibles, anulan la capacidad de discernir que sí tiene el hombre individualmente y producen su acción como fuerzas de descontrol13. 4) DESDE EL PUNTO DE VISTA ÉTICO Si el bien, desde el punto de vista ético, es todo aquello que concuerda con el êthos humano, el mal es, en contraposición, todo lo que lo contradice. La ética supone un referente en nuestra existencia: no se rige por los caprichos de las pasiones ni por las imposiciones de los sentimientos, es imperturbable a ellos y está ahí para dirigir nuestros pasos y dar sentido a la vida. Si obramos en contra de las directrices de nuestra propia conciencia, hacemos que nuestra existencia pierda el sentido; lo cual es malo por definición, pues obra en contra de nuestra misma esencia. ANTÍTESIS No es propio del hombre feliz hacer el bien. En primer lugar, para decir que un hombre es feliz, tenemos que dar por sentado que la felicidad es un estado permanente, que no varía. Sin embargo, cuando nos sentimos felices y pensamos que esa 13 En http://www.sev.org.ar./tbusqu.htm, Tema de la semana (10.05.2006). ANEXO: ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? 125 felicidad puede acabar, en ese mismo instante, nuestra felicidad se ensombrece y deja de ser un sentimiento pleno. Por lo que ya no deberíamos hablar de lo que es propio del hombre feliz, sino más bien de lo que es propio del hombre que se siente feliz en un momento determinado. Éste no estará inclinado necesariamente a hacer el bien, sino que para mantenerse en su estado de felicidad o complacencia, hará todo aquello que considere oportuno, sea esto bueno o malo. Pues la naturaleza humana está impulsada a buscar la felicidad. Buscar la felicidad aunque es algo absurdo, es necesario para llegar a ella, porque así es como nos damos cuenta de que es absurda. Buscar la felicidad por desear la felicidad es algo absurdo, porque aquí hay un deseo, porque: ¿Cómo se puede desear la felicidad si ya la tienes? Esto es lo único que impide que se experimente porque se está transformando felicidad, como ausencia de deseo, en deseo; y buscando la felicidad deseándola, hace que no la encuentres. En cambio, si se dejara de desear la felicidad, ésta se hallaría al instante porque no habría deseo. Buscas la felicidad para ser feliz y sólo obtienes sufrimiento porque al buscarla, estás suponiendo que no la tienes ya que si la buscas, es porque crees que no la tienes y cada uno es lo que cree ser o cree tener. Y la buscas debido a la dualidad que produce la necesidad o deseo que te hace creer que no la tienes. ¿Por qué deseas? Porque hay algo que crees no tener14. Por ejemplo, los psicópatas asesinos que sólo conocen el placer asesinando personas, que sólo se sienten realmente vivos cuando descubren el sufrimiento en los ojos de sus víctimas, cometen los asesinatos con el fin de alcanzar su propia felicidad. Lo mismo podríamos decir de los sádicos y de las personas que gozan gracias al sufrimiento de los otros. Todos ellos, no tienen, probablemente, sentimiento de culpa, pues su ética personal está distorsionada. Por tanto, si en estos hechos malvados algunas personas encuentran el placer y no existe culpa que ensombrezca su ánimo, se puede decir que el hacer el mal les hace felices. 14 A. Blay (Psicólogo), Camino. En www.arrakis.es. 126 ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ Sin llegar al extremo de contemplar personalidades antisociales como las anteriores, podemos plantearnos el caso de la persona que es feliz y que para mantener esa felicidad hará todo lo que esté en sus manos. Por ejemplo, la película cinematográfica de John Q. nos muestra la historia de un hombre que para conseguir un trasplante para su hijo moribundo comete actos reprobables. Lo que nos hace replantearnos si “el fin justifica los medios”. REFUTACIÓN DE LA ANTÍTESIS Lo primero que debemos aclarar es que la felicidad no se basa exclusivamente en la consecución de placeres, como en el caso de psicópatas y sádicos, ni en la consecución de algún fin, sino que es un estado de perfección que emana del ser que ha logrado descubrir el sentido de su vida y tiene una dirección clara, una conciencia recta, que guía sus pasos. Nuestra felicidad no depende de nuestro entorno, es parte de nosotros mismos, de nuestra “alma”, de nuestro yo íntimo. Es un estado de la persona que irradia desde el interior provocando en el exterior un sentimiento de felicidad. El pensamiento de que podemos perder nuestra felicidad, si ésta fuera auténtica, no la haría cambiar. Porque entonces no sería estado permanente de felicidad sino simplemente sentimiento pasajero de alegría o placer. Solamente perderíamos la felicidad si, ejercitando la libertad escogemos el mal. Porque nuestra libertad también nos posibilita escoger tanto el mal como el bien. Una persona puede ser feliz a pesar de perder a su hijo, como le ocurría a John Q. No cabe duda que perder a un ser querido es seguramente la experiencia más triste de la existencia humana. A pesar de lo duras que sean las adversidades que nos depara la vida, éstas no determinan nuestra felicidad. En efecto, como ya hemos dicho, la felicidad emana de nuestro interior, no está determinada por las circunstancias que nos rodean, aunque no se puede negar que unas circunstancias favorecedoras condicionan la felicidad y nos ayudarán a alcanzarla. Todos conocemos casos de personas cuya vida les ha favorecido económica y estéticamente, pues poseen un físico agraciado, una ANEXO: ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? 127 buena familia…etc. Sin embargo, han acabado suicidándose porque sus vidas estaban huecas, vacías de significado. De ahí que la felicidad no la podamos encontrar en los bienes materiales, el dinero, el lujo, la fama, etc. Esto es solamente un envoltorio: la auténtica felicidad está en lo profundo de nosotros mismo. La persona que dedica su vida a alcanzar fines superficiales, que sólo provocan una felicidad engañosa y pasajera —y que además, para conseguirlos, ha tenido que pasar por encima de otras personas, arruinándoles incluso la vida o evitando que alcancen su felicidad propia—, nunca podrá, por mucho que lo intente, alcanzar la auténtica felicidad, porque su libertad está atrapada en los bienes efímeros que no pueden hacer feliz. Por consiguiente, esta persona en cuestión, estará condenada irremediablemente a ser infeliz, porque, —además de haber hecho el mal para conseguir en el transcurso de su vida algunas metas, pretendiendo ser “falsamente feliz”— , quedará atrapada en una espiral de dinero, poder y fama. Es posible que provoque envidia en ojos ajenos por esa apariencia tan verosímil que se ha encargado de crear; pero aunque los demás no la vean así, es muy posible que se trate de una persona verdaderamente infeliz. Por el contrario, la persona que escoge el bien y que evita hacer el mal, permanece feliz, a pesar de las complicaciones que se le presenten y a pesar de los golpes que le dé la vida. Si un hombre que no hace el bien no puede ser feliz y es propio del hombre buscar la felicidad, podemos decir que es propio del hombre feliz hacer el bien. CONCLUSIÓN En conclusión, no busques tu felicidad por caminos erróneos, no vayas nunca por el atajo fácil, ya que suele ser el más dañino. Déjate guiar por tu corazón o por tu conciencia, procura el bien propio y ajeno, evita hacerte el mal a ti y a los demás y así podrás ser feliz. No te dejes engañar por esa hipócrita felicidad que rodea al millonario o a la famosilla de turno: sé tú mismo. Porque es propio del hombre feliz hacer el bien en lugar del mal, es propio también de los que procuran la consecución del bien 128 ROXANA GARCÍA MARTÍNEZ el ser felices. No sucede así a los que sólo buscan el mal o simplemente sienten indiferencia ante él. Ya que es tan culpable el que ejecuta el mal como el que no hace nada para evitarlo, pues se convierte de esta manera en su cómplice. Busquemos la felicidad auténtica, la que resulta de hacer el bien y evitar el mal y, a su vez, es generadora del bien hacia sí mismo y hacia los demás; esa felicidad como estado de perfección de la persona, que nace según unos de Dios y según otros del mismo hombre, es decir, del hombre bueno por naturaleza, según postulaba Rousseau o, con otras palabras, del hombre que se guía por su conciencia recta. Porque cuando un hombre hace el bien es feliz, y cuando es feliz y hace el bien, aquellos que reciben ese bien también dan un paso más en la búsqueda de su propia felicidad15. En su libro titulado Del sufrimiento a la paz, el Padre Ignacio Larrañaga nos da un sabio consejo: Es tiempo perdido y pura utopía el preocuparse por hacer felices a los demás si nosotros mismos no lo somos; si nuestra trastienda está llena de escombros, llamas y agonía. Hay que comenzar, pues, por uno mismo. Sólo haremos felices a los demás en la medida en que nosotros lo seamos. La única manera de amar realmente al prójimo es reconciliándonos con nosotros mismos, aceptándonos y amándonos serenamente16. 15 Nota del Coordinador: El êthos personal y la propia conciencia moral han de tener en cuenta los valores morales y, en definitiva, su apoyo último en la condición o naturaleza humana, que se expresa no sólo en el orden de las tendencias sino también en la razón. La recta razón dictamina objetivamente el bien y el mal en las circunstancias concretas del individuo. La responsabilidad moral de la persona madura atiende directamente a las necesidades de desarrollo personal, pero también se proyecta hacia los demás (familia, sociedad), conociendo y asumiendo las consecuencias de los propios actos. 16 I. Larrañaga, Del sufrimiento a la paz. En www.vidahumana.org. BIBLIOGRAFIA 129 BIBLIOGRAFÍA 1) LARRAÑAGA, I., Del sufrimiento a la paz. Hacia una liberación interior, Lumen, Barcelona 1996. 2) Torre, J. M. de, Filosofía cristiana, Ediciones Palabra, 4ª edición, Ávila 1990. 3) VV. AA., Diccionario Enciclopédico Larousse, Planeta Agostini. 4) VV. AA., Filosofía,1, Bachillerato, Edebé, Barcelona 2005. 5) Internet: • www.encuentra.com • www.monografias.com • www.xtec.es • www.filosofia.org • www.wikipedia.org • www.muertedigna.org • www.ubiobio.cl • www.sev.org.ar • www.fun-humanismo-ciencia.es • www.luventicus.org • www.e-torredebabel.com • www.filosofia.net • www.lacavernadeplaton.com • www.geocities.com • http://perso.wanadoo.es • www.arrakis.es • www.vidahumana.org • www.ecojoven.com ÍNDICE GENERAL n 131 ÍNDICE GENERAL Contenido . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 A modo de prólogo: Jesús Sáez Cruz . . . . . . . . . . . . . . . 7 Presentación del XI Encuentro: Isidro Revilla Barriuso . . . . . . . . . . . . 13 PRESENTACIÓN DE LEONARDO R. DUPLÁ José Luis Guzón . . . . . . . . . . . . . . 15 LA FORTALEZA DE ESPÍRITU Y EL VALOR DEL SUFRIMIENTO Leonardo R. Duplá . . . . . . . . . . . . . 19 COLOQUIO CON LEONARDO R. DUPLÁ . . . 33 PRESENTACIÓN DE JUAN G. CASTILLA RILO Manuel Plaza, S.I . . . . . . . . . . . . . . 39 LA CONQUISTA DE LA LIBERTAD Y LA VIRTUD DE LA FORTALEZA Juan G. Castilla Rilo . . . . . . . . . . . . 41 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . 41 ÍNDICE GENERAL 132 La conquista de la libertad y la virtud de la fortaleza . . . . . . . . . . . 42 Bibliografía recomendada . . . . . . . . . . . 55 COLOQUIO CON JUAN G. CASTILLA RILO . . 57 PRESENTACIÓN DE ANTONIO JIMÉNEZ José Luis Cabria . . . . . . . . . . . . . . 61 LA FORTALEZA COMO VIRTUD ESTRATÉGICA EN TIEMPOS DE FRAGILIDAD Antonio Jiménez . . . . . . . . . . . . . . 69 1. ¿En la sociedad de la fortaleza o el desfallecimiento? . . . . . . . . . . . . 71 1.1. La perspectiva de Tomás de Aquino . . . . 71 1.2. La virtud de la fortaleza bajo un eclipse cultural . . . . . . . . . . . . 74 1.3. ¿Adiós al “esforzado aguante”? . . . . . . 81 2. La virtud de la fortaleza en la espiritualidad cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . 82 2.1. Tras las huellas de Jesús . . . . . . . . . 82 2.2. La fortaleza en la vida espiritual. . . . . . 85 ÍNDICE GENERAL 133 3. La fortaleza como virtud estratégica en la pastoral juvenil: desde la jungla de los deseos a la experiencia personal de Dios . . . . . . 89 4. Conclusión: la clave de la fortaleza está en descubrir una razón . . . . . . . . . . . . 94 COLOQUIO CON ANTONIO JIMÉNEZ . . . . 97 CLAUSURA DEL XI ENCUENTRO DE FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN Isidro Revilla Barriuso . . . . . . . . . . . 103 ANEXO: ¿ES PROPIO DEL HOMBRE FELIZ HACER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL? (Primer Premio del Concurso de Filosofía “Atrévete a pensar”, 2005-2006) Roxana García Martínez . . . . . . . . . . . 109 Motivación: . . . . . . . . . . . . . . . 109 TESIS INICIAL: “Es propio del hombre feliz hacer el bien en lugar del mal” . . . . . . . . . . 111 DESARROLLO DE LA TESIS . . . . . . . 112 • ¿Qué es la felicidad? . . . . . . . . . . . 114 134 ÍNDICE GENERAL • ¿Qué es el bien? . . . . . . . . . . . . . 118 • ¿Qué es el mal? . . . . . . . . . . . . . 121 ANTÍTESIS: “No es propio del hombre feliz hacer el bien” . . . 124 REFUTACIÓN DE LA ANTÍTESIS . . . . . 126 CONCLUSIÓN . . . . . . . . . . . . . . 127 Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . 129 ÍNDICE GENERAL . . . . . . . . . . . . 131