ENTREVISTAS INOLVIDABLES_________________ Emil Zatopek y su esposa Dana Zatopkova, campeones olímpicos ambos, brindaron con vino de Moldavia con este reportero en su casa de Praga. EMIL ZATOPEK, LA LOCOMOTORA HUMANA * "Quise ser siempre el mejor" Vive en una gran casa, en la parte alta de Praga, con su jardín inmenso, garaje y barrera infranqueable, con un timbre que no suena. Por eso tuve que estar tirando piedrecillas a la ventana hasta que apareció primero Dana y luego Emil, el gran Emil Zatopek, enfunfado en unos leotardos y las manos cubiertas de barro. El campeonísimo estaba construyendo una sauna casera. Un viejo proyecto de cuando participó en la Olimpiada de Helsinki y que sólo ahora, veintiocho años después, se ha convertido en realidad. Me dio el codo a modo de bienvenida y, tras disculparse, fue a cambiarse de ropa, mientras Dana me hacía pasar al salón-comedor de la planta baja. El matrimonio de campeones olímpicos vive en un "duplex" idéntico al que posee el embajador de los Estados Unidos, que es su vecino inmediato, jardín con jardín. Y ésta fue mi primera gran sorpresa en el encuentro con la realidad de un hombre que es historia en el atletismo mundial y que hasta no hace mucho estuvo considerado como un hombre "maldito" en su país, degradado como militar (era coronel) y castigado a ganarse la vida como barrendero. Cayó en desgracia cuando la "Primavera de Praga", en 1968, al ser uno de los dos mil firmantes de una carta de apoyo a Alexander Dubcek, que perseguía una mayor liberalización del régimen establecido por los soviéticos en Checoslovaquia. Los tanques mandados por el Kremlin agostarían la ilusión, y vinieron las represalias. Emil Zatopek no quiere hablar de este pasaje de su vida. Mientras descorcha una botella de vino blanco de su "patria chica", Moldavia, se limita a decir: --Fui militar, pero ya no lo soy. Ahora defiendo la sociedad comunista desde otra parcela. Trabajo en el Centro de Documentación del Comité Deportivo checo. Soy una especie de censor. Busco en los periódicos todo lo relacionado con el mundo del deporte susceptible de ser subrayado. Hacemos el primer brindis. Emil Zatopek, siempre con la sonrisa en los labios, parece feliz. Mucho han cambiado las cosas en su entorno, pero de lo que no cabe ninguna duda es de que ha sido rehabilitado por el Partido Comunista Checo. En caso contrario no viviría en un edificio tan suntuoso, como de millonario. Alguien debió pensar que es más práctico tener al mito olímpico en un escaparate que tenerle de barrendero. Al fin y al cabo es el checo más famoso dentro y fuera de las fronteras de su país. La "Primavera de Praga" ya es tan sólo un amargo recuerdo. --Dana y yo hace treinta y nueve años que nos conocemos, y treinta y dos que estamos casados. Los dos somos de Moravia, yo concretamente de Koprivnice, y lo más curioso es que los dos nacimos el mismo día, el 19 de septiembre de 1922, aunque yo soy cuatro horas más viejo. Eso me da derecho a beber cuatro vasos más de vino que ella cuando celebramos nuestros cumpleaños. Emil escancia de nuevo los vasos, quizá para festejar tanta coincidencia, lo que aprovecha Dana para decir: --Nos llevamos muy bien, pero la pena es que no hayamos tenido hijos. Por eso nuestras alegrías están en recordar el pasado, revisar los éxitos de Emil o de nuestras participaciones olímpicas, los viajes, los amigos... El padre de Emil era carpintero y su juventud transcurrió con un apasionado amor por los libros, hasta el punto de que en el pueblo le llamaban "el estudioso". A Emil Zatopek no le interesaba otra cosa que leer e instruirse, y así hasta que cumplió diecinueve años, en que se empleó de aprendiz en una fábrica de zapatos, y el capataz un día, sin previo aviso, le inscribió en una carrera. Emil sonríe cuando lo recuerda: --Yo no quería correr y alegué incluso problemas físicos, pero el capataz era muy tozudo y me hizo revisar por el médico, y como no tenía nada, tuve que participar en la competición. Después, corriendo, le tomé gusto y acabé segundo, pero gané el conocer a Dana, que estaba allí, practicando lanzamiento de jabalina. De esta forma tan circunstancial nacía el más grande corredor de fondo de todos los tiempos. Le picó el gusanillo del éxito y no cambia de tono de voz cuando, con toda naturalidad, reconoce: --Quise ser siempre el mejor, ser conocido en el mundo entero como representante del deporte checo. Y lo conseguí. En 1945, cuando se retiraron las tropas alemanas de mi país, ingresé en el Ejército, donde me dieron siempre toda clase de facilidades para entrenarme. Entrenaba desde la mañana hasta la noche. Era incansable. Por las mañanas corría diez kilómetros con botas de soldado, para endurecer las piernas, y por la tarde, otros tantos con zapatillas. Llegó un momento en que no notaba la diferencia. Otro brindis. Emil bebe despacio, restregando la lengua por los labios, y habla acompañando la palabra con ampulosos gestos, mientras no para de reír por cualquier cosa. En plena cascada de recuerdos, y enlazando con lo anterior, dice: --No me gusta ser orgulloso, pero yo nací para ser campeón, y lo fui. Además no sólo corrí más que los otros, sino que pensaba con la cabeza. Un deportista no sólo tiene que sentirse satisfecho con lo que hace, sino que tiene que ser inteligente. Yo programaba las carreras. Siempre el mismo ritmo. Por eso me bautizaron como "La Locomotora Humana". También me llamaban "Mr. Chop, Chop", por la regularidad de mis zancadas. --Debuta en los Juegos Olímpicos de Londres, en 1948... -Sí. Tenía veinticinco años y recuerdo que fue maravilloso ver cómo el movimiento olímpico renacía después de una increíble y cruel guerra. También recuerdo la emoción de ganar la carrera de diez mil metros, y el disgusto al quedar segundo en la de cinco mil, cuando ya tenía el triunfo en la mano: en los últimos metros me superó el belga Gaston Reiff. --Después, la hazaña sin precedentes, casi increíble, de la Olimpiada de Helsinki... --Del 20 al 27 de julio de 1952 son los días más maravillosos en mi vida de deportista, ya que logré algo que parece muy difícil que se repita: ganar en siete días, y además estableciendo nuevos récords olímpicos, los cinco mil metros, diez mil metros y el maratón. No sé decirle si me esperaba un éxito así o no. Lo único que sé es que me había estado preparando sin desmayo durante cuatro años. --Eso merece un nuevo brindis, Emil... --Encantado. Brindemos, pues. Para que el deporte siga uniendo los pueblos del mundo, ¿le parece?. --Me parece. Y si le parece a usted, hábleme de la Olimpiada de Melbourne... --Melbourne ya fue mi cuesta abajo. Por edad, treinta y cuatro años, y porque no tenía ya las mismas condiciones físicas. Participé en el maratón y hacia la mitad del recorrido tuve un ligero desfallecimiento. Acabé sexto. --Ganó Alain Mimoun, del que usted había sido siempre su "bestia negra"... --Mimoun y yo éramos y seguimos siendo dos grandes amigos. Pero el deporte tiene estas cosas: sólo uno puede ganar. --¿Cuándo se retiró?. --En 1958. Mi última carrera fue en España, el Cross de San Sebastián. Mi última carrera y mi último triunfo. Diez años estuvo en la cumbre "La Locomotora Humana". Diez años de gloria, dominando ampliamente las pruebas de fondo, estableciendo récords olímpicos y del mundo. En este fructifero período, un año, 1952, está especialmente grabado en oro en el libro de los recuerdos de Emil Zatopek, no sólo por sus medallas de oro en cinco mil, diez mil y maratón, sino porque también Dana, su mujer, sería campeona olímpica en jabalina, con un lanzamiento de 50,47 metros. Después de la retirada, ya queda dicho: continuidad en el ejército, con el cargo de coronel, y ese pasaje oscuro (Emil, tan dicharachero, sólo concede "que tuvo problemas y que ya no es militar") de la "Primavera de Praga". Una fotografía suya increpando a los soldados rusos dio la vuelta al mundo. Pero de lo que no cabe duda es de que está rehabilitado. Y a pesar de ser vecino del embajador de Estado Unidos, es demoledor cuando habla de este país y su intento de boicotear los Juegos de Moscú: -Estoy por los Juegos. No es bueno para nadie parar algo que ya está en marcha y que ha costado tanto. En todo caso, ¿quién es Estados Unidos para condenar algo?. ¿Acaso se cree libre para agredir?. En 1964, cuando los juegos de Tokio, nadie le pidió cuentas por su invasión de Vietnam. Hay que evitar sus influencias o acabamos con el movimiento olímpico. Estados Unidos es el país más desarrollado técnicamente, pero éticamente ya es otra cosa. Dana interviene: --El intento de boicot es una lástima para los deportistas, que se preparan duramente para los Juegos. Pero es que, además, en cada Olimpiada siempre hay algún problema grave en el mundo. Emil y Dana, un matrimonio de campeones. Felices, a pesar de no haber tenido hijos. Él, todavía trabajando. Ella, jubilada ya. Y entre ambos, montones de recuerdos, siempre renovados, de una intensa vida deportiva. Se conocieron a los diecinueve años, se casaron a los veintiseís, y ahora, a los cincuenta y ocho, se construyen una sauna. Algo muy finlandés, por supuesto, pero lógico: Helsinki 1952 representa mucho en sus vidas. Especialmente para el estudioso, aprendiz de zapatero, coronel, barrendero y después censor, Emil Zatopek, "Mr. Chop, Chop", "La Locomotora Humana". El más grande corredor de fondo de todos los tiempos. ------------------------------