52 AKOBE Conservación / Restauración Las obras que están en el limbo Isabel Ortíz de Errazti Ven, muerte, tan escondida, que no te sienta venir, porque el placer del morir no me vuelva a dar la vida. Calderón de la Barca Ciertas cuestiones referentes a la perdurabilidad provisional que ofrecemos a las obras de arte son la cara oculta de nuestra cotidianidad laboral. D esde los albores de la humanidad, se ha contemplado la posibilidad de vivir una muerte corta y sin grandes sufrimientos. Para referirnos tanto al acortamiento voluntario de la vida como al fin del sufrimiento de la persona enferma que solicita dejar de recibir atención en el respeto a su dignidad y su calidad de vida, empleamos la palabra eutanasia que etimológicamente significa buena muerte. Sin embargo, el uso de este termino ambiguo provoca posturas antagónicas dependiendo de factores culturales, religiosos y científicos. Para algunos es una ayuda asistida al suicidio ya sea a petición propia, de los familiares o los médicos; para otros es un homicidio. Desde la Edad Media se castiga al suicida tanto frustrado como consumado pues representa un desafío a la omnipotencia divina. El cristianismo, como otros monoteísmos, critica la autonomía moral de la persona y obvia su derecho a decidir sobre su propio cuerpo. El clero decidía sobre la absolución. El Código Penal español no hace mención ni regula la eutanasia en ninguno de sus artículos y considera homicidio a la muerte que se comete por “compasión” o para evitar el dolor. La última reforma legal sobre la asistencia al suicidio data de 1848. En su artículo 409 la legislación establece penas mínimas de seis años y máximas de veinte: «El que prestare auxilio o induzca a otro para que se suicide será castigado con la pena de prisión mayor; si se lo prestare hasta el punto de ejecutar él mismo la muerte será castigado con la pena de reclusión menor». Nuestras leyes tampoco admiten el derecho a suicidarse. Sin embargo, el suicidio no se considera delito porque si quien desea quitarse la vida lo consigue, ya no hay a quien castigar; y si no lo logra, la amenaza de la cárcel sólo serviría para agravar estos deseos. Por lo tanto, actualmente la eutanasia solamente se contempla si se medicaliza el asunto y la persona está facultativamente desahuciada. Pero los avances médicos posibilitan la prolongación artificial e indefinida de la vida, con lo que el acontecimiento de la muerte ha dejado de ser un asunto de la naturaleza, del azar o de Dios y ha quedado supeditado a nuevas condiciones. Ahora suele ser personal clínico quien decide sobre el paciente condenado ante la imposibilidad de curación ya sea por limitaciones técnicas o por la inexistencia o desconocimiento de un remedio efectivo. Hay otros campos en los que de facto, ya se aplican estas formas de eutanasia. Así en el mundo de la restauración, la buena muerte, también tiene su pequeña proyección. Como en medicina, disciplina con la que nos gusta compararnos, el principal objetivo de cualquiera de nuestras intervenciones es detener los daños, aplicar y prolongar el efecto de la terapéutica y evitar la recidiva, aún aceptando la limitación de los tratamientos suministrados. De hecho nuestra profesión se fundamenta en ejercicios que tienden a alejar lo más posible la destrucción del arte, prolongando por medios ordinarios o extraordinarios la vida de una obra incluso sin esperanza de recuperación. Esta práctica se llama distanasia. Existen otros tres tipos de eutanasia. La ortonasia que suprime los medios artificiales que mantienen con vida a la persona en coma; la eutanasia activa que consiste en acabar directa y artificialmente con la vida de una persona enferma y la eutanasia pasiva que radica en no actuar para alargar la vida. El encarnizamiento terapéutico que ya no proporciona beneficio, sólo sirve para prolongar la agonía y se obstina en la continuación del tratamiento con medios a menudo desproporcionados, debería cuestionarse. Pero ¿quién decide que obra merece ser salvada y a qué precio? La gran diferencia a favor de nuestras conciencias para seguir con tratamientos próximos a la distanasia es que la obra de arte literalmente no siente dolor físico ni espiritual. Con frecuencia nuestras intervenciones son sólo tratamientos paliativos para prolongar la vida de la obra un poco más, tratando, cuidando y preservando los objetos y obras de arte cuya producción ha sido, es y será abundante. Muchas de estas creaciones, y sobre todo determinadas piezas de procedencia arqueológica, desaparecen más o menos completamente por la acción continuada del tiempo y la combinación de diversos factores del medio que no voy a enumerar en este artículo por conocidos. Se trata de algo parecido a la darwiniana selección natural de las especies. Pero ¿qué pasa con el resto de obras? La imposibilidad de abarcar la conservación de la totalidad del patrimonio y el desinterés coyuntural por ciertas creaciones nos obliga a aplicar un “laisser passer” AKOBE Conservación / Restauración a muchas obras. Se trataría en este caso de una eutanasia por omisión, es decir pasiva. 53 obras perecederas, sobre todo obras contemporáneas donde la trascendencia que presuponemos acompaña a la creación de toda obra puede ser rechazada inicialmente por el artista. La preservación no es siempre algo deseado. Se ha discutido largo y tendido sobre la mortalidad e inmortalidad del arte, sobre conceptos como creación, iconoclasia. De hecho, cuando a una obra de arte es prácticamente imposible resucitarla o mantener sus constantes vitales, podemos considerar que reúne las características para ser declarada sentenciada. ¡Está desahuciada! Pero, ¿Dónde está escondido el resto de esas obras uestra relegadas? ¿Qué fue de ellas? ¿Cómo y profesión cuándo se decide que sean apartadas? Los principios de la conservación son antagónicos a una sociedad consumista que rechaza lo duradero, pero ¿cómo tildar la obcecación de conservar lo imposible, el mantenimiento a toda costa de la vida sentenciada? Estas teorías son habitualmente censuradas desde nuestra óptica porque, si la norma general fuese la de limitarnos únicamente a asistir a la decadencia del patrimonio, a la romántica contemplación de la ruina del arte, nuestra profesión sería un sinsentido. Y sobre todo ¿qué quedaría del legado antiguo? ¿Qué cultura mermada transmitiríamos? se fundamenta en ejercicios La escultura “caja metafísica” de Jorge La obra nace, crece y muere como que tienden a alejar lo más Oteiza, perteneciente al museo Artium cualquier vida y no podemos sino posible la destrucción del de Vitoria-Gasteiz, es un buen ejemplo. limitarnos a aceptar esta realidad. La La obra actualmente expuesta es una preservación a perpetuidad es una arte, prolongando por medios replica en acero corten y con las mismas quimera. Algunos críticos rechazaban ordinarios o extraordinarios la dimensiones del proyecto original del por eso las restauraciones que vida de una obra incluso artista. Este es un acto que podemos pretenden paliar la degradación calificar de eutanasia activa. ¿Se trata sin esperanza de recuperación. inevitable del patrimonio. Destacan de una restauración conceptual? ¿De Esta práctica se llama las teorías de John Ruskin dentro de la recuperación de la esencia? ¿De la esta línea que opinaba que la asunción conservación de la idea? Algo parecido del inclemente paso del tiempo como sucederá con la reproducción la escultura historia vital de cualquier creación humana de la virgen Blanca. La réplica sustituirá a la es a veces necesaria. Como el ser humano obra original pero la escultura primigenia será anciano, la ruina en sí tiene su propia dignidad, restaurada y expuesta al abrigo de la intemperie. un gran contenido informativo y un innegable ¡Habrá que conservar dos obras! La “unicidad”, las valor estético. series limitadas o la producción/reproducción ilimitada condicionan la actual toma de decisiones a la hora La producción de arte no tiene límite y cada vez se de decidir qué se conserva y que no. Las prioridades innova con materiales y técnicas pero el patrimonio evolucionan y cambian por eso no podemos prever cuál antiguo está acotado y es finito; muchas son las obras será nuestra percepción sobre el arte y su conservación que perecen. Otras son transformadas, readaptadas, en el futuro. Por eso, a veces, parafraseando a Cicerón, reutilizadas. Algunas pasan de moda, caen en el olvido y una muerte honrosa, una despedida a tiempo, es el desaparecen. Los motivos por lo tanto pueden ser muy legado benévolo que puede glorificar aún la vida innoble dispares y, aunque el estado de conservación suele ir de ciertas obras. relacionado con el demérito de la obra, hay muchas otras razones a tener en cuenta. Así ocurre por ejemplo con N distanasia