destino de España como „Reina Go­ b ernadora“ ? Dejemos que nos lo cuente su nieta, la Infanta Eulalia, hija de Isabel, que lo oyó de su propia abuela años después como si aquel hecho historico y dram áticam ente transcendental fuera un cuento fan­ tástico y encantador creado para rego­ cijo de niños. „La infanta Luisa C arlota — madre de mi padre — y esposa de don Francis­ co de Borbon (los subrayados son mios, de MGB), había jurado reiterada mente a don Carlos que no sería rey de España, a pesar de que el hijo se­ gundo de Carlos IV era ya para todos el heredero natural de su hermano Fernando, que no tenía hijo varón. Fer­ nando VII había tratado en veces re­ petidas de abo lir la Ley Sálica para burlar a su hermano y dejar el trono a mi madre, pero Calomarde, su prim er m inistro, era opuesto a esto por pre­ ver sus graves consecuencias y había disuadido al Rey de ese empeño. Tenaz en sus rencores, la bella y capri­ chosa Luisa, ya moribundo mi abuelo, se las ingenió para convencerlo de que firm ara el Real Decreto de abo li­ ción. Aprovechó para esto un momento en que el Rey, preagónico y casi sin voluntad, estaba solo acom pañado de mi abuela, presentándole el docu­ mento que apenas podía firm ar y ayudándolo con su propia mano a es­ tam par la autoritaria firm a tem blorosa. Ya Luisa C arlota se retiraba, triunfante y nerviosa, en busca del sello real, cuando llegó junto al lecho Calomarde, advertido acaso por alguien adicto a don Carlos. „El m inistro - continúa relatándonos la infanta Eulalia — increpó acremente a mi abuela tratando de arrebatarle de las manos el decreto, pero ella res­ pondió con una recia bofetada („S eño­ ra, manos blancas no ofenden“ ) que turbó lo suficiente a Calomarde para que huyera quien llevaba en su mano casi infantil, la mecha de la guerra carlista.. La „reina gobernadora" He aquí expuestas, con una claridad que hace innecesario nuestro com en­ tario, el origen — extraño a la voluntad del pueblo español que solo ha sido y sigue siendo víctim a propiciatoria de „s u s “ reyes y caudillos de un siglo y medio de frustración nacional. Guerras civiles, la de 1936—1939 está aun tan reciente que sigue quemando el alma a los españoles con sus rescoldos, pronunciam ientos m ilitares, desde los 30 de los generales hasta los de los ca­ bos, asesinatos políticos y sangrientas represiones colectivas, crisis políticas provocadas por las veleidades de los reyes y las am biciones insensatas de sus cortesanos, intrigas palaciegas en las que, utilizando a sus lacayos, los hijos conspiraban contra los padres, los hermanos contra los hermanos, los tios contra los sobrinos, los p ri­ mos contra los prim os y todos contra todos. Estos fenóm enos son los que caracterizaron el reinado de Maria C ristina y, posteriorm ente, los de Isa­ bel II, Alfonso XII y Alfonso XIII. Por lo que se refiere al aspecto moral de la reina M aria Cristina, en tanto que Regente durante los años de m inoría de edad de su hija Isabel, dejem os tam bién que sea su nieta quien nos haga, con el natural pudor filia l que nosotros debemos respetar, el retrato hablado, o escrito, correspondiente. „ . . . Cuando llegó a la Granja la real com itiva, S. M. hizo llam ar a su habita­ ción (los subrayados y apartes siguen siendo mios, de MGB) al capitán de Guardias de corps que tan osadam en­ te había faltado al respeto a su sobe­ rana (El „gu ardia de c o rp s “ en cues­ tión — esta „g u a rd ia “ , según parece, era la cuadra garañones que preferían m ontar nuestras ¡lustres reinas — ha­ bía prestado a M aria C ristina un pa­ ñuelo para que contuviera una hemo­ rragia nasal y al serle devuelto por tan bella y soberana dama manchado de su sangre el capitán lo besó am oro­ samente), y cuantos conocían la seve­ ridad de mi abuela, su rectitud sus costum bres, tem blaron por la suerte de Muñoz. Pero no fue así. La reina contaba menos de treinta años, era una linda y sentimental italiana y no había amado nunca. El capitán tenía prestancia y figura. La historia term i­ nó como esas historias ingénuas que se dan mucho en los libros y pocas veces en la vida (no en la vida de nuestras reinas, creo yo), y poco tiem ­ po después („co lorín, colorado, este cuento se ha a cabado“ ) la reina de España se casó con el oscuro capi­ tá n .“ Mas no dejem os que tan ingénua his­ to ria acabe ahí. Lleguemos hasta su final mas com pleto siguiendo leyendo a la nieta de tan rom ántico personaje. Pero el m atrim onio de la Reina G obernadora con un oficial de su es­ colta hubiera traido en la Corte y en la política española graves com plica­ ciones y se efectuó en secreto la ce­ rem onia y en secreto quedó la unión durante mucho tiempo, a pesar de que la feliz pareja tuvo nueve hijos. La ocultación de esa prole nutrida (com o vemos, la reina Maria C ristina fue una reina „p ro le ta ria “ ) y de su ma­ trim onio, impuso a m i linda abuela sa crificios increíbles. Elevado a la ca­ tegoría de Duque de Rianzares, Muñoz y sus hijos vivian elejados y casi o cul­ tos de la Corte . . . Maria Cristina, du­ rante su regencia, no podía alejarse de las actividades políticas ni del cere­ monial cortesano, de manera que cuando nació su último hijo se vió obligada a vestirse y acudir a leer el discurso de apertura de las Cortes a las cinco horas de haber dado a luz. A consecuencia de esto sufrió un des­ mayo que se explicó como un pasajero malestar, pero que encendigó las habladurías de los cortesanos y dió pábulo a infinitas leyendas que no ca­ recían de cierta veracidad . . . ” Isabel II De las cualidades m orales de esta pin­ toresca y controvertida reina se ha hablado y escrito mucho en un sen­ tido que deja m altrecha su personali­ dad al respecto. Pero, puesto que no tenemos a la vista testim onios autori­ zados, sin los cuales no queremos, ni podemos, ni debemos adm itir juicios que podrían pecar de inconsistentes o imprudentes, vamos a adm itir la bu­ ena opinión que de las virtudes de su augusta madre nos transm ite su leal y devota hija, cuyas ,,M em orias” nos están sirviendo de guía en nuestro cu­ rioso paseo a través de la historia o la historieta de la rama española del frondoso e internacional árbol de ia borbónica fam ilia. Además, es hora ya de que dejem os descansar a los fa ti­ gados y valerosos „guardias de co rp s” que tanto trabajo tuvieron durante los reinados ante riores. El de Isabel II fue accidentalísim o, hasta el punto de que, heredera al fin y al cabo de los problem as que con la corona heredó de sus antepasados, puede decirse que no disfrutó de un solo año de paz ni de un solo dia sin sobresaltos. Los levantiscos generales, los intrigantes políticos, muchas veces azuzados y m anipulados por la misma reina y su cam arilla, así como sus des­ leales parientes, le hicieron a Isabel difícil la vida y a España — la de los tristes destinos — le abrieron brecha tras brecha en sus ya resquebrajadas estructuras vitales. Sigamos leyendo lo que su hija, la infanta Eulalia, nos cuenta. „ . . . Los tres prim eros años de mi exis­ tencia se deslizaron ignorantes de cu­ anta intriga política habia en mi torno. Días aquellos de conspiraciones, de cuarteladas, de cam arillas que se haEXPRES ESPAÑ O L/M AYO 72