RESENAS 675 JosE OLIVIO JIMENEZ: El simbolismo. Madrid: Taurus, 1979. El poder sugerente del simbolo, eslab6n entre el mundo exterior y el interior, ha sido aprovechado en todos los tiempos, aunque en proporci6n inversa a la confianza del hombre en los mecanismos del razonamiento y en la eficacia del lenguaje. Al fallar esta confianza, se produce con frecuencia un acercamiento de ritmo pendular a la sabiduria del Oriente y sus doctrinas ocultistas y esotericas. En la Peninsula Iberica la mistica medieval hispanoArabe ya establecia inefables correspondencias entre espiritu y materia, no muy diversas del arrebato lirico de San Juan de la Cruz. Varias veces Juan Ram6n Jimenez ha sefialado la importancia de la poesia de al-Andalus en la genesis del simbolismo franc6s. Quiza sea mera coincidencia que otro de los precursores inmediatos del simbolismo hispinico sea un poeta andaluz, Gustavo Adolfo Becquer. No debe sorprender, por tanto, que Jos6 Olivio Jimenez comience con una pagina <<precursora y modernisima de San Juan de la Cruz. El profesor Jimenez no se limita a presentar multiples enfoques sobre el tema, como es usual en la ttil serie escritor y la critica , sino que hace un gran esfuerzo por integrar los trabajos de modo que ofrezcan, en lo posible, un sentido evolutivo del simbolismo en el mundo hispanico como estetica y t6cnica literaria. Ademts, se ocupa de las relaciones con el simbolismo franc6s y con la prosa modernista. Dos trabajos de orden general intentan subsanar varias de las lagunas inevitables: Ricardo Gull6n comenta acertadamente sobre los simbolos caracteristicos del modernismo, y el propio autor, en un aclarador ensayo, subraya la conciencia del simbolismo en los modernistas citando a los poetas mismos. Mas de la mitad de los estudios seleccionados pertenecen a la iltima decada y algunos fueron editados, ampliados o escritos para este volumen. Entre los mis antiguos se destaca especialmente el de Pedro Henriquez Urefia acerca de Enrique GonzBlez Martinez, de 1915. Todos son de calidad, aunque 6sta sea a veces desigual aun dentro del mismo ensayo, y todos iluminan algin punto de interes. Me atreveria a asegurar que tambien fueron escogidos con vistas a su poder estimulante, lo que parece corroborar una bibliografia bien organizada y copiosa y otras sugerencias al <<lector interesado>>. El autor no oculta la carencia de una critica de rigor metodol6gico de algunos aspectos del simbolismo y de ciertos poetas, que por esta raz6n no han podido ocupar el lugar que les corresponde. <El Simbolismo y modernismo son dos caras de una misma moneda para Jose Olivio Jimenez. Dentro de la imagen sincr6tica y mas cabal del modernismo con que hoy contamos, redimido al fin del provincialismo que consider6 esteticista y frivolo, Jimenez ve el simbolismo hispanico «mas 'comunicado', abierto y sensorial; menos abstracto y con menos proclividad a la experimentaci6n pros6dica o t6cnica que ciertas zonas del frances (p. 6). Como precursores de la est6tica simbolista coloca a San Juan de la Cruz, que comprueba Carlos Bousofio, y a Gustavo Adolfo B6cquer, maravillosamente iluminado por Jorge Guill6n; y entre los modernistas, a Jose Marti, analizado con brillantez por Ivan A. Schulman. Bousofio, atento a la necesidad de definir los parametros criticos, dedica una buena parte de su estudio sobre San Juan a este prop6sito, demostrando luego su contemporaneidad poetica. No cuenta Bousoilo, como Becquer, con la imaginaci6n de sus lectores y lo lo tiende a explicitar quiza mas de lo necesario. El lenguaje directo y racional reafirma la individualidad mediante la separaci6n RESENAS 676 de objeto y sujeto, mientras que el lenguaje simbolista propone la identidad entre sujeto y objeto y, mas ain, las correspondencias entre palabra y palabra, segun el contexto. A pesar de las corrientes positivistas vigentes cuando el simbolismo frances ilega a nuestras tierras, producto de un exotismo romantico que ha lievado a un contacto con las doctrinas esot ricas del Oriente, ya encuentra el terreno predispuesto. Resulta interesante explorar las distintas vertientes de nuestro simbolismo. De los ensayos aqui escogidos se desprenden varias tendencias. Del simbolismo decadente, con su interes por lo anormal, Luis Antonio de Villena estudia por sensibilidad, estitica y visi6n con claridad la obra de Julian del Casal, del mundo fue siempre un simbolista>> (p. 125). Un aspecto mas ir6nico, casi cinico, es explorado por Allen W. Phillips en la obra de L6pez Velarde y de Lugones. Lejos ya de la belleza plastica y musical del primer modernismo, entra por esta vertiente el habla de la calle hasta llegar a la antipoesia. Por otra parte, se desarroIla una espiritualidad sutil e indefinida que esconde los detalles cotidianos y desemboca en la poesia pura. Aqui, Emmy Nedermann y Bernardo Gicovate examinan el simbolismo en Juan Ram6n Jim6nez. Agnes Gull6n comenta acerca del lenguaje simbolista de Antonio Machado. Desde luego, existe ademis un simbolismo t6cnico, cuyo virtuosismo <<sorprende pero no conmueve>, como apunta Phillips (p. 218). En busca de nuevos medios de expresi6n, el poeta trata de liberarse del control de la raz6n y bucea en el recinto mis intimo para rescatar imagenes sugerentes que por su definici6n personal llegan al hermetismo o al silencio, como en la obra de Herrera y Reissig, segin otro estudio de Gicovate. Por otra via, en un mayor distanciamiento ir6nico de la realidad, se Ilega a la deformaci6n expresionista del esperpento, que, pudiera ajiadirse, al abandonar la 16gica se convierte en el teatro del absurdo. Ya en la obra de G6mez Carrillo, uno de los personajes declara: «Sofiaba en hacer comedias incoherentes en las cuales la vida apareciera cortada y nerviosa, como lo es en efecto (p. 314). Aunque las corrientes literarias se percierto ciban indirectamente o se acomoden a nuestro temperamento y tradici6n, es que a los modernistas hispinicos, como apunta Jos6 Olivio Jimenez, <les acompaii6 una meridiana conciencia critica del simbolismo, de cuya corriente se sentian parte viva, activa y coetanea a la integrada por figuras extranjeras (p. 64). En general, nuestro simbolismo se acerca con mas frecuencia a un orfismo lirico que a un decadentismo cinico o a los devaneos ingeniosos de una vena parnasiana, mal 1lamada rubendariana. La obra de Rub6n recorre casi todas las etapas y vertientes, como bien demuestra Jaime Giordano en su ensayo sobre Dario a la luz del simbolismo. En nuestro modernista mayor, el encuentro entre el Ser y la Forma se convierte en vinculo casi mistico: ve al poeta <<entre el misterio del alma y el del cosmos, interioridad y exterioridad, polos extremos de la experiencia 6rfica>> (p. 153). El simbolo, alianza de lo fenomenol6gico y lo numinoso, se hunde en el misterio y solo queda el enigma del ritmo universal. En esta direcci6n metafisica se halla tambien la obra de Jos6 Maria Eguren. El simbolo supone en su escisi6n que separa la realidad en media esfera base, .seijala Americo Ferrari, visible, donde operan directamente los sentidos, y media esfera invisible, donde ha de residir el Sentido, intuido como uno y cabal> (p. 286). Gicovate tambien recuerda que Juan Ram6n desarrolla una visi6n profunda y moral del arte, cuya funci6n es salvarnos del desorden (p. 194). Pudiera decirse que estamos con B6cquer de nuevo: <Yo soy el invisible / Anillo que sujeta / El mundo de la forma / Al mundo de la idea>. Completa el volumen una secci6n que explora las relaciones entre el simbolismo y la prosa modernista de Valle-Inclan, Amado Nervo, Carlos Reyles y Manuel lo <<quien lo <<una 677 RESENAS Diaz Rodriguez en trabajos interesantes de William Risley, Roland Grass y Hernan Vidal. Nos damos cuenta de que falta mucho por hacer y creemos que esta utilisima colecci6n que presenta Jos6 Olivio Jimenez facilitara el camino. S61o queda desear que los trabajos que inspire logren la calidad de los aqui reunidos. DOLORES M. KOCH Herbert H. Lehman College, CUNY. OCTAVIo PAZ: In/Mediaciones. Barcelona: Seix Barral, 1979. Octavio Paz naci6 en 1914, el mismo afio en que nacieron Julio Cortizar, Nicanor Parra y Adolfo Bioy Casares. Este cuarteto constituye el nicleo de una segunda generaci6n posmodernista hispanoamericana, una generaci6n que ya tiene modelos hispanoamericanos que proveen un lenguaje literario adecuado al siglo xx. Podemos pensar en los contemporaneos mexicanos, en Neruda, Vallejo, Huidobro, Borges, y en los varios grupos de vanguardia como una primera generaci6n posmodernista cuya tarea literaria fue absorber y superar el idioma modernista. Al nivel tematico, Paz, Parra, Cortizar y Bioy son completamente heterogdneos, pero en su actitud hacia el mundo literario tienen en comin el deseo de experimentar constantemente con nuevas ticnicas literarias, acomodando lo nuevo a una obra que ellos entienden como una expresi6n personal basada en tradiciones regionales. Es decir, los cuatro no han querido ser modernos sencillamente porque ii faut dtre absolument moderne, pero tampoco han querido estancarse dentro de una misma linea. Y esta actitud abierta les ha causado problemas. Uno de los refranes de la critica hispanoamericana, que se define como protectora de la cultura <legitima> hispanoamericana, es que estos cuatro autores, como los modernistas y los escritores de vanguardia, han dado la espalda a su cultura y que se han entregado a ominosas influencias extranjeras. Naturalmente, esta pseudocritica, que insiste en su derecho de fijar preceptos para los autores, ignora absolutamente la naturaleza hibrida de la cultura hispanoamericana. La obligaci6n del escritor hispanoamericano, repitiendo ahora a Huidobro, es crear. La literatura hispanoamericana en 1980 tiene su terreno conquistado en la imaginaci6n literaria del mundo: su problema es de mantener esta posici6n a pesar de desastres politicos, econ6micos y sociales. In/Mediaciones, una colecci6n de ensayos sobre las artes plAsticas, la poesia (una ex6gesis brillante de «Mas alla>, de Jorge Guillen, entre otros estudios) y la cultura hispanoamericana actual, es una respuesta definitiva y persuasiva a esta critica limitadora. Paz se muestra abierto a nuevas tendencias, pero no como cualquier reci6n Ilegado a la cultura: Octavio Paz es uno de los intelectuales mds informados de nuestra 6poca, y el hecho de que es un hispanoamericano refuerza la noci6n de que Latinoamerica ya no tiene que importar ideas. Las puede producir y exportar. Paz es uno de los hombres de letras mis destacados de este momento hist6rico, de los que definen el espiritu moderno tal como se ha expresado en nuestro siglo. Por eso es interesante contrastar su sentido de la modernidad con el de otro escritor latinoamericano contemporaneo, el brasilefio Decio Pignatari, poeta concreto, interesado, como Paz, en las artes plasticas y la ciencia del lenguaje. El con-