Los catequistas de la Diócesis de Avellaneda-Lanús hemos

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Los catequistas de la Diócesis de Avellaneda-Lanús hemos
reconocido que es necesario encarnar ciertas actitudes a la hora
de desarrollar evangélicamente nuestra misión y señalamos con
insistencia que:
El Amor ha de orientar la vida y misión de todo catequista.
Hemos de acompañar kerigmáticamente a quienes nos son
confiados por la Iglesia y a sus familias, favoreciendo la escucha,
contagiando la alegría de ser discípulos de Jesús, viviendo
nuestra tarea como un verdadero servicio.
Cada encuentro debería estar precedido por un Encuentro
con Jesús en la oración y la meditación de su Palabra y así nos
prepare para salir al encuentro del otro, de cada niño, joven o
adulto que acompañamos. Estamos llamados a ser misioneros de
cada uno de ellos y sus familias.
Hemos de procurar que todos y cada uno de quienes nos
son confiados se sientan invitados a formar parte de la
comunidad y se integren según sus posibilidades. Familia,
colegio, capilla, parroquia, diócesis, expresiones de una
comunidad que estamos llamaos a integrar.
Procurar una formación adecuada para desarrollar bien
nuestra misión es una responsabilidad de todos: de la Junta
Diocesana facilitando espacios y recursos, de cada catequista
asumiendo el desafío y perseverando.
Reconocemos que la implementación del Proyecto
Diocesano de Iniciación Cristiana ha puesto de manifiesto en
nuestras comunidades fortalezas y debilidades que podríamos
describir de esta manera:
En cuanto a las fortalezas que deberíamos profundizar
señalamos que:
La implementación del PDIC ha permitido trabajar con un
mismo criterio, coordinar mejor los tiempos y los contenidos,
favorecer la unidad diocesana…; ha favorecido el
acompañamiento familiar (sobre todo en los trayectos con
niños); ha incentivado la participación e integración en y con
otros grupos parroquiales.
Se ha difundido y aceptado su implementación
paulatinamente; esto ha exigido un mayor compromiso y
entrega por parte de los catequistas; motiva a los catequistas a
renovarse y reclama en ellos una mejor preparación.
Ha generado un replanteo de la catequesis sacramental de
la Iniciación cristiana, ha renovado el dinamismo misionero en
las comunidades y ha posibilitado un vínculo más prolongado
con las familias (especialmente en los trayectos con niños)
Entre las debilidades que deberíamos atender y superar
destacamos que:
Se ha constatado cierta desinformación acerca del PDIC: lo
que ha llevado a una desigual implementación, en algunos casos
resistencia o no aplicación (por parte de los párrocos).
Se ha trabajado poco en la generación de espacios para la
perseverancia; y en otros ha falta actividades de integración,
que la favorezcan.
La falta de materiales adecuados (o el desconocimiento de
los existentes) para los distintos trayectos (escolares, de
acompañamiento familiar, de jóvenes, de adultos, de personas
con capacidades diferentes…); la escasez de catequistas en
nuestras comunidades; la formación de nuestros catequistas que
no resulta apropiada y cierta indiferencia comunitaria, han
dificultado la implementación del PDIC.
Se ha constatado cierta resistencia por parte de algunos
padres (se entiende en los trayectos con niños). Y se reclama
mejor acompañamiento por parte de los sacerdotes.
Entre los aportes con los que podríamos enriquecer y
mejorar el desarrollo del PDIC y facilitar su adecuada
implementación, consideramos que:
Es necesario favorecer la formación y renovación por parte
de los catequistas. Esto es, formar catequistas que integren a los
catecúmenos a la comunidad; urge una renovación del
catequista, como instrumento de unidad y construcción
comunitaria. Un matiz que tiñe estos aportes es el de la
“accesibilidad” sea por cercanía (parroquial-decanatal) sea por
los costos.
Es sumamente importante generar espacios de
perseverancia y participación en las comunidades, para niños,
adolescentes, jóvenes y adultos (incluidas las familias)…
Se propuso también: asumir el proyecto con docilidad y
confianza; mejorar la comunicación, de tal manera que la
información llegue a todas las comunidades; elaborar material
que responda a distintas edades y realidades.
Adjuntamos a estas conclusiones las propuestas votadas
por los catequistas reunidos en el Congreso. He aquí la
integración que hemos hecho de ellas destacando tres
insistencias advertidas (la formación; vida y misión de la
comunidad parroquial y rol de la Junta Catequística):
•
Que se facilite la formación de los catequistas, en
cada parroquia (o al menos que sea por decanatos…)
atendiendo la realidad de los barrios empobrecidos;
proveyendo material para los distintos trayectos… Que se
procure una formación especializada: para el
acompañamiento de adultos, de personas con capacidades
diferentes, de situaciones “escolares”, de jóvenes. Que se
promueva y cultive la espiritualidad de y entre
catequistas…
•
Que cada comunidad prevea espacios para la
integración de quienes participaron de la IC. Que se
favorezca (donde las hubiere) la integración de la
comunidad escolar a la parroquial. Que se incentive la
participación de todos los grupos parroquiales, con especial
atención a las personas con capacidades diferentes…
•
Que la Junta Diocesana de Catequesis difunda y
explique el Proyecto Diocesano de IC, generando espacios
para la reflexión, mejora y evaluación de su
implementación, incentivando la participación de las
familias (metodologías familiares), que se vincule con la
Pastoral Educativa para la coordinación y formación
específica de los catequistas “escolares”.
Junta Catequística Diocesana,
29 de junio de 2011.-
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