foto: carlos pazos Tessa García aparece con sus rulos desordenados y su muy bien llevada panza de siete meses (en breve nacerá Teresa, su tercera hija mujer) por el jardín de su casa. El montón de pecas desparramadas por su cara le dan una cuota de ternura a esa desfachatez que no se preocupa por ocultar mientras habla. Poco le importa eso de guardar las apariencias; aparece con dos tazas de cerámica distintas, un frasco lleno de azúcar, dos sobrecitos de té, la caldera con agua hirviendo y un paquete de merenguitos comprado en un supermercado. A golpe de vista pareciera que Tessa tiene muy poco que ver con ese grupo de personas que desde hace décadas se autodenomina “gente bien”. Sin embargo, hay cierto modo de hablar, cierta naturalidad, ciertos gestos que demuestran que el vínculo es mucho más estrecho del que cualquiera que la conozca poco pueda imaginar. Tessa se crió en Carrasco, fue al colegio Los Pilares y después al British; la “gente bien” no le es ajena, a sus integrantes los conoce de “toda la vida” (como dicen habitualmente). De la “gente bien” hay muy poco escrito. Se puede encontrar algo en “Amor y transgresión en Montevideo, 1919-1931”, de José Pedro Barrán, o en la novela “Pepe Corvina” de Enrique Estrázulas, pero no un libro dedicado exclusivamente a aquellos que descienden del viejo patriciado uruguayo y que más que al dinero, tienen a sus apellidos como el más preciado tesoro. A Tessa siempre le gustó escribir sobre asuntos vinculados con la vida privada y con esos temas de los cuales acá poco se habla. Así lo hace desde 2010 en su blog “La Oriental”, donde ha publicado posts como “Apuntes sobre cómo limpiar”, “Instrucción ineludible para mantener viva la pareja” o “La empleada de la casa”. Quienes la siguen saben que también le interesa reflexionar sobre determinados aspectos de la sociedad uruguaya y, por lo tanto, que haya decidido escribir su primer libro sobre la “gente bien” no resulta raro. Luego de años de observación, de leer la escasa bibliografía al respecto y de charlar con varios integrantes de este grupo selecto, Tessa dio vida a su “Manual ilustrado de la gente bien”. En formato de diccionario, de la A a la Z, la periodista y licenciada en Letras descubre esos códigos de “Manual ilustrado de la gente bien”, el primer libro de la periodista y Licenciada en Letras Tessa García, llega a las librerías el viernes 20. De manera ágil y con una mirada fresca, la autora analiza las costumbres, los gustos, los vínculos y los códigos de un grupo social considerado en extinción “La gente bien no fallece, muere” 76 19 de abril 2012 pertenencia que, para muchos, pueden ser muy secretos y para otros tan normales que ni siquiera reparan en ellos. Derramada sobre el sillón del living, entre merenguitos y sorbos de té, Tessa dialogó con galería sobre el libro que a partir del viernes 20 estará en las librerías. ¿Por qué hacer un manual? ¿Por qué ilustrado? ¿Y por qué sobre la “gente bien”? El hecho de que sea un manual genera la ilusión de que el que lo lea se puede acercar a ese grupo un poco imaginario y un poco real que conforma la gente bien. Ilustrado porque siempre es agradable que lo sea, además de que a mí me gustaba que alguien interpretara lo que escribí y acompañara. Por otro lado, en los manuales viejos de costumbres siempre hay ilustraciones muy sencillas que acompañan algunas explicaciones del auto y a mí me resultaba interesante emular esos libros. Finalmente, mis ganas de escribir sobre la gente bien tiene que ver justamente con que hay poco escrito sobre el tema. En Uruguay tradicionalmente siempre se escribió mucho sobre lo público, hay muy poco sobre lo privado y menos sobre lo privado de los sectores más pudientes. ¿Cuál es el significado detrás de la expresión “gente bien”? La gente bien tiene varias características. Una de las más importantes es el apellido. Ese apellido habla de las que fueron las familias más tradicionales de Uruguay. Después hay una conciencia de quiénes son los miembros de ese grupo. Tal vez allí esté el esnobismo o no de esta cuestión. Pero lo cierto es que los integrantes de la gente bien saben que lo son. Estas personas viven en Carrasco, por supuesto. También se los puede ver en Pocitos, Punta Carretas, en algunos casos en el Prado. Hay todavía integrantes de este grupo en la ciudad de Salto. Aunque probablemente las fiestas de casamiento que se celebran en la iglesia Stella Maris estén repletas de gente bien o se encuentre mucho “bienudo” en la fiesta de Lacoste en La Huella, estas personas se han mezclado mucho. La línea entre esa gente bien y la gente no tan bien es cada vez más difusa. Hoy los podés encontrar en todos lados, la clave es saber reconocerlos. “Manual ilustrado de la gente bien” es su primer libro. ¿Se puso a pensar a quién le podía llegar a interesar un trabajo así? Me parece que es totalmente impredecible, si lo supiera hubiese escrito una de las novelas de Dan Brown. No sé a quién le va a interesar, pero puedo intuir que le puede interesar a esa gente bien, a la que está vinculada con la gente bien y le da cierta curiosidad sus usos y costumbres. La expresión “gente bien” a muchos les puede resultar un tanto provocadora, porque hace pensar que el resto de los integrantes de la sociedad no lo son. ¿Por qué eligió ponerle así al libro? Lo que pasa es que es difícil designar a ese grupo de gente, no puedo decir que es la alta clase social porque yo no soy socióloga y no era mi intención hacer un tratado de sociología. Entonces hablo de la gente bien porque es una expresión que usa este grupo para autodenominarse y para referirse a gente que pertenece a ese grupo. Por supuesto que es arbitrario, no es que ellos sean bien y que la señora que sale todos los días a barrer la vereda no lo sea. En vez de decirle gente bien, se le puede decir gente paqueta, gente bienuda o de otras tantas maneras. Tal vez sea provocativo y tal vez haya una intención de que el título lo fuera, pero para algo uno escribe. Si no, escribiría un diario íntimo que no leería nadie. Pero es verdad que acá en Uruguay somos muy sensibles con el tema de las clases sociales. En “Manual ilustrado de la gente bien” se citan varios libros uruguayos e internacionales, además hay declaraciones de varias personas que forman parte de ese grupo, pero también una cuota interesante de observación en cada una de las definiciones que da el trabajo. Esas observaciones denotan un vínculo bastante estrecho con la gente bien, se nota que usted sabe perfectamente de lo que está hablando. ¿Cómo se lleva con este círculo de personas? Yo me críe dentro de ese grupo. Cuando era chica fui a Los Pilares y después al British. Siempre viví en Carrasco. Salí de ese círculo cuando terminé el colegio y me puse a estudiar Licenciatura en Letras en la Facultad de Humanidades. Ahí aprendí que hay muchos tipos de gente. Pero también eso lo aprendí en mi casa, porque mamá es colombiana. Lo que pasa es que cuando uno se cría en un lugar, en determinado círculo de gente, se cree que ese es el mundo que existe, es lo natural. Cuando me separo un poco de ese mundo es que empiezo a ver a esa gente, a la cual describo en el libro con otro lente, y traté de convertirme en una extranjera. A mí durante mucho tiempo no me llamó la atención que las personas le dijeran maid a la señora que trabajaba en sus casas. Hasta que empecé a darme cuenta de que casi nadie les dice así. Ni te digo llamarlas la bonne, eso es casi del siglo pasado. El uso de las palabras juega un papel muy importante en estas personas. Sí, no dicen “fallecer”, dicen “morir”. Porque decir “fallecer” es guiso o cachudo. La gente bien no fallece, muere. Para mí fue muy interesante ver cómo las palabras son tornasoladas, tienen muchos sentidos diferentes de acuerdo al contexto donde se dicen. No tiene que ver con la diferencia de los significados, porque en un diccionario fallecer y morir quieren decir lo mismo. También pasa con palabras como rouge o colorado. Estas mujeres no dicen “lápiz de labios” o “labial”, dicen “rouge”. En el libro hay algunas declaraciones que pueden sonar un tanto fuertes, como la de Ángel Ayestarán cuando dice que los integrantes de la gente bien son flacos. ¿No es un poco duro? (Se ríe) Es que la alimentación es muy importante. Es mucho más barato comer arroz, pasta, harina, manteca. Consumir frutas y verduras acá es carísimo. Comer pescado es imposible. Comer sano es muy caro. ¿Usted también cree, como buena parte de las fuentes consultadas, que este grupo de personas está en vías de extinción? Totalmente. Me da la sensación de que todo va cambiando y de que es muy difícil mantener esas costumbres y tradiciones. No tiene mucho sentido ya seguir con determinadas prácticas. Una de mis entrevistadas, que es muy analítica, me decía que ve a sus nietas y se da cuenta de que son un desastre. Ellas son hijas de su hijo, al cual ella se mató por educar bien, pero la que transmite los valores culturales es la mujer, entonces ella no puede hacer nada, pero sufre como loca. Hay un punto en común entre este, su primer libro, y sus posts en su blog “La Oriental” y es que se mete en la intimidad del hogar. ¿Qué es lo que le interesa de escribir sobre la vida privada, algo no demasiado frecuente en Uruguay? Me encanta escribir sobre cosas que existen, que se saben, pero que nadie jamás las puso en palabra escrita. Me parece fascinante escribir sobre temas domésticos, la maternidad, la gente bien. Es una cuestión de gustos y a mí me parece divino poder hacerlo. Y cuando escucho que hay gente que se ríe de lo que escribo más me gusta. Porque el peor cuco de tener un blog es que quede perdido en la red y no entre ni la madre de uno. Lo mejor que te puede pasar es que lo comenten en la radio. pía supervielle 77