¡Tenga Orgullo de su Nombre!1 El nacimiento de la congregación de las hermanas de San Carlos Borromeo el 25 de octubre, hace 108 años, fue un acontecimiento de especial significado humano. En el contexto de Itália-mundo al final del siglo XIX, caracterizado por cambios profundos en el campo económico, político y social, algunas figuras ilustres, mujeres y hombres, encararon con rara sensibilidad y de modo creativo las nuevas realidades, supieron conmoverse y encontraron respuestas consonante con los cuadros dolorosos producidos por las transformaciones de la época. Cerca de tres siglos antes en otro 25 de octubre, año de 1582, Carlos Borromeo llegaba a Roma para su última visita aquella ciudad. Durante el viaje, en diferentes locales recorridos, le llamo la atención el lujo de ciertos ambientes y constató ausencias que no calló. El íntegro Pastor, que amaba a la Iglesia y que hizo mucho para renovarla, pobre y celosa, no aprobó la ostentación excesiva y consideró un desperdicio los viveros y los establos que abrigaban aves, peces y animales raros mientras que ninguna iniciativa había sido tomada para acoger los hermanos de fe, de otras nacionalidades, expulsados de sus casas por las persecuciones religiosas de entonces. El siglo XVI, como los otros, tubo sus migrantes. En todos los tiempos, las migraciones son parte de la historia humana. Todavía, es fuerte la tendencia de limitar extranjeros y denigrar valores de su identidad. El extranjero es un tema muy presente en la literatura mundial, también en obras clásicas como la Biblia y la Odisea, en narraciones folklóricas, en fábulas y diversos mitos. En verdad, afirma Remo Ceserani, antes de se tornar un tema literario, es una condición existencial aquella del ser humano en movilidad que debe confrontarse con instituciones, estructuras y costumbres diferentes de las suyas. Por las consecuencias positivas y negativas que el hecho comprende, estar fuera de la comunidad de origen requiere del inmigrante y de la comunidad que lo acoge una relación de apertura al diferente. Es necesario considerar que el diferente es el resultado de la gran variedad de dones concedidos por Dios a la humanidad y que la alteridad, la diferencia de los pueblos y de las culturas de toda la sociedad humana, todo constituye un patrimonio que a todos enriquece. Desde esta óptica, la manifestación de celo apostólico de Carlos Borromeo cuando de su último viaje a Roma, lejos de ser un detalle, revela un significativo sentimiento que aproxima al bienaventurado Juan Bautista Scalabrini, apóstol de los migrantes, del gran Pastor universal. El elevado espíritu humanitario de ambos resulta en estrecha identificación de personalidades. El mismo espíritu que los animaba, testimoniados por fieles seguidores como padre José Marchetti, madre Asunta y compañeras en 1895, continua presente en aquellos que se hacen migrantes con los migrantes para juntos colaborar en la realización del designio del Padre de reunir en Cristo a través del Espíritu Santo todos los hombres y todos los seres. Al atribuir a sus misioneros el nombre de San Carlos, Scalabrini indicó un modelo de notable sensibilidad humana, expresada a través de una vida dedicada a los pobres, a los enfermos, a los desprotegidos, revelando el verdadero rostro del cristianismo y privilegió la construcción de una sociedad renovada mediante iniciativas vueltas para la promoción de la dignidad humana. Scalabrini veía en San Carlos “un verdadero apóstol de Jesucristo, como lo son aquellos que no vacilan, nunca retroceden; que ponen en cada uno de sus actos la fuerza de la propia convicción, toda la energía de su voluntad, integralmente su carácter, la totalidad del propio ser y triunfan”. Para escoger al santo Patrono fue necesario mucha oración y reflexión que dieron a Juan Bautista Scalabrini la certeza de que era la indicación mejor. La carta del fundador a sus misioneros, con fecha de 15 de marzo de 1892, en que Scalabrini les propone San Carlos como “Patrono, apoyo y modelo”, contiene la perenne exhortación: “de ahora en adelante siéntanse honrados de llamarse misioneros de San Carlos”. Para la hermana misionera de San Carlos, Scalabriniana, que en los momentos difíciles de su historia necesitó hacer de esta denominación una conquista, celebrar la fiesta del patrono el 4 de noviembre, nueve días después del 25 de octubre, es como escuchar de nuevo la afectuosa recomendación: ¡tenga orgullo de su nombre! Orgullarse de su nombre es, sobre todo, reavivar el compromiso de facilitar, en el contexto donde actúa, el redescubierto valor de la unidad y abrir espacios que permitan entrever en el horizonte de la humanidad el plano divino de la restauración universal en Jesucristo. Centro Scalabriniano de Estudios Migratorios (CSEM) Fundación de la Congregación – 25 de octubre Dia de San Carlos – 04 de noviembre Brasilia/DF – 2003 El presente artículo es producción de la Hermana Lice Maria Signor, mscs, en un plano de acción integrada entre el CSEM y Hermanas colaboradoras, de acuerdo al Proyecto “Contenidos para reflexión”, del plano del CSEM 2003/2004.