trabajo - Academia Colombiana de Jurisprudencia

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LA DERIVACIÓN DE DERECHOS FUNDAMENTALES
AUTÓNOMOS DESDE LOS PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES
HUMANÍSTICOS, EN EL ORDENAMIENTO COLOMBIANO
Sobre cómo los principios se tornan en un derecho fundamental1
INTRODUCCIÓN
Me permito exponer ante ustedes -Académicos y jurisconsultos-, desde mi
modesta experiencia judicial, el siguiente análisis jurídico, para develar cómo se
pueden derivar o descubrir “nuevos” derechos de carácter fundamental en nuestro
sistema jurídico, partiendo de los principios constitucionales personalistas, lo cual
equivale a buscar la respuesta al interrogante de cuál es la forma de “convertir”
estos principios en derechos fundamentales autónomos en Colombia, es decir, no
por conexidad2 sino como desarrollo o devenir de ellos, según una muestra de
nuestra jurisprudencia y alguna doctrina especializada.
A ese respecto, presentaré un grupo de argumentos independientes pero
complementarios entre sí, acogiendo una postura pro homine -nunca textualista ni
legalista- para llegar a una conclusión afirmativa, en el sentido que en Colombia es
jurídicamente viable que un principio constitucional pueda devenir o ser
“convertido” y posteriormente exigido como un derecho fundamental autónomo.
Parto de la premisa del artículo 94 superior que admite la incorporación a
nuestro ordenamiento jurídico otros derechos y garantías que no hayan sido
enunciados en la Constitución ni en los convenios internacionales vigentes, pero
que sean inherentes a la persona humana, es decir, consustanciales a su
naturaleza, como lo son los derechos fundamentales derivados, según las
necesidades sociales y las exigencias de la justicia, en determinado momento
1
Discurso de posesión como Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de
Jurisprudencia, pronunciado el 18 de febrero de 2013, en la sede de la Academia.
2
Es decir, no por conexidad.
histórico, dado que la jurisprudencia constitucional ha indicado que la definición de
lo “iusfundamental” es variable, circunstancial e histórica, así:
“La entidad de
fundamental de un derecho se encuentra ligada al estado de la representación
colectiva sobre el tema. Vale decir, la visión que la sociedad tiene de dichos
derechos3” (subraya original, negrilla fuera de texto).
Empero, son los primeros cánones constitucionales los que fijan los
principios fundamentales del Estado social y democrático de derecho que nos
pertenece, correspondiéndole a las autoridades estatales garantizar su efectividad,
tanto como la de los derechos y deberes constitucionales.
Esa respuesta se desprende del análisis de: (i) las condiciones para que un
derecho se considere fundamental en Colombia; (ii) las diferencias entre los
principios y los derechos fundamentales; y (iii) a partir de lo anterior, qué debe
pasar para que un principio, entonces, derive y pueda ser exigible como un
derecho fundamental.
En ese mismo orden procederé a argumentar la proposición.
1.
CONDICIONES
NECESARIAS
PARA
QUE
UN
DERECHO
SEA
CONSIDERADO “FUNDAMENTAL” Y “AUTÓNOMO” EN LA CONSTITUCIÓN
DE 1991.
En primer lugar, se debe precisar que nuestro sistema constitucional es
esencialmente personalista, solidarista, justiciero y socialmente progresista hacia
el bien común, dentro de un orden justo, en cuanto funda el Estado social de
derecho llamado República de Colombia, en principios tales como “el respeto de la
dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y
en la prevalencia del interés general”; así mismo, se propone, esencialmente,
“servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad
3
Cfr. H Corte Constitucional, sentencia T-406 de 1992.
de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución”, entre los
más elevados fines de este Estado; el cual “reconoce , sin discriminación alguna,
la primacía de los derechos inalienables de la persona humana”, a quien –ya
desde el Preámbulo- quiere asegurarle que viva y conviva pacíficamente, tanto en
familia como en sociedad, disfrutando de los beneficios del “trabajo, la justicia, la
igualdad, el conocimiento y la libertad”, pero dentro de “un orden político,
económico y social justo”.4
Desde esa cumbre de valores y principios, el constituyente primario instituye a las
autoridades públicas para proteger a las personas, en primer lugar, en sus
derechos fundamentales, pero también en sus atributos, sus bienes y los demás
derechos, con lo cual pone el poder público al servicio de los habitantes de la
República y de la comunidad. Por esta razón, la Corte Constitucional, desde su
jurisprudencia inicial ha reiterado que “El sujeto, razón y fin de la Constitución de
1991 es la persona humana”5, lo que implica que el Estado no solo está fundado
sobre el principio de la dignidad humana sino que ésta, por ser la máxima
cualificación de su existencia, también es un derecho fundamental, de aquellos a
los que le concede primacía respecto de los demás derechos que le garantiza, en
razón a que los considera inherentes e inalienables para la persona, dada la
naturaleza racional, volitiva, igualitaria y libertaria del hombre y, para algunos, su
dimensión espiritual, por lo cual se constituye un fin en sí mismo, necesitado de
medios para su plena realización, siendo uno de ellos el Estado.
Recordemos que, para la Corte, “(…) existe un escenario de realización humana
dentro del cual las interferencias estatales son inadmisibles o exigen una mayor
carga de justificación”. 6 , lo que vale tanto como sostener que el Estado no se
agota en el ejercicio de su supremo poder, ni en el establecimiento y
funcionamiento perfectos de su organización, sino en la puesta de estos principios
e instrumentos jurídicos al servicio de la realización personal de sus habitantes, es
4
Arts. 1°, 2° y 5° de la Constitución Política (En adelante citada como CP).
Así, por ejemplo, en Sentencias T - 002 de 1992, C – 058 de 1994, T – 125 de 1995 y C – 251 de 2002.
6
Cfr. Corte Constitucional, Sentencia C – 728 de 2009
5
decir, de la efectividad de sus derechos y, en primer lugar, de los fundamentales
que -como se sabe- pueden estar explícitos o implícitos en los principios
constitucionales pro homine.
Es, pues, el concepto de dignidad humana, el sustento moral de los derechos
humanos, en especial, de los fundamentales, lo que equivale a decir que la
dignidad es el atributo esencial o la valoración suprema de todo ser de la especie
humana. Este es, pues, uno de los principios de una ética humanística
universal, en cuyos orígenes están las concepciones antropocéntricas más
optimistas del hombre como “rey” de la creación o de la naturaleza y hermano de
todos los demás hombres. El ser humano a quien se le reconoce que, por estar
dotado de razón, libre albedrío y capacidad de amar, puede regir sobre las cosas
y, en determinadas condiciones de legitimidad, puede gobernar sobre sus
semejantes, considerándolos hermanos o prójimos objeto de su afecto, dado que
tienen un origen común o –para los creacionistas- porque son hijos de un mismo
“Padre” (llamado “Dios”, en algunas culturas) o de una misma “Madre”, sea cual
fuere la que se tenga por tal: la Madre Naturaleza o la Madre Patria, por poner dos
ejemplos.
A la dignidad humana están, pues, íntimamente ligadas las manifestaciones de la
libertad y el reconocimiento de la igualdad, como expresión de respeto a los
demás atributos esenciales de la humanidad, tales como su voluntad individual, su
capacidad de decisión y la hermandad entre las personas, concretadas en la
conocida expresión revolucionaria francesa de “libertad, igualdad y fraternidad”. En
consecuencia, todo hombre será reconocido como sustancialmente igual a los
demás y todos necesitan de un espacio garantizado por el Estado para su
realización personal, para el disfrute de sus libertades, el ejercicio de sus
derechos, respetando los ajenos, sin excluir el cumplimiento de sus deberes, y sin
discriminaciones odiosas por motivo de su credo, opinión, raza, sexo, estatus o
clase social. El principio de la dignidad humana, como “máxima directiva de
moralidad social”, prescribe que todas las personas sean tratadas, mediando
alguna regla de igualdad o de desigualdad positiva, para hacer valer sus
“decisiones, intenciones o manifestaciones de consentimiento”, es decir, los
productos de su libertad personal. “Este principio prohíbe tratar a un ser humano
como mero instrumento, someterlo o transformarlo en blanco de pulsiones
violentas. En su dimensión positiva incluye además la obligación de solidaridad
con el destino de los demás seres humanos, hermanados por fines e ideales
comunes”.7
A pesar de los vaivenes que se han presentado en más de veinte años de
jurisprudencia de la H. Corte Constitucional, ella ha resaltado los siguientes
elementos de un derecho fundamental: “Esta Corte considera que para que un
derecho tenga la calidad de fundamental debe reunir unos requisitos esenciales.
Para la identificación de un derecho de tal naturaleza existen unos criterios
que ponen en evidencia los requisitos señalados y, de contera, el derecho
fundamental mismo: 1) Conexión directa con los principios constitucionales;
2) Eficacia directa y 3) Contenido esencial. […] El carácter de fundamental no
coincide con el de aplicación inmediata. Siendo así, es necesario distinguir entre
derechos fundamentales de aplicación inmediata y derechos fundamentales
que no son de aplicación inmediata. Ante esta dificultad, corresponde a la
jurisprudencia, y en especial a la Corte Constitucional, la definición de la
naturaleza y alcance de los derechos fundamentales que no son de aplicación
inmediata.8”
Se sigue de lo anterior que, conforme a la jurisprudencia constitucional
colombiana, un derecho es fundamental cuando9:
7

Tiene como base y es una emanación directa de un principio;

No necesita que una ley u otra norma lo desarrolle, para que sea exigible10;
Se resalta esta cita tomada de la cartilla “Qué son los derechos humanos”, publicada por la
Defensoría del Pueblo, 2ª. Edición, Bogotá, 2005, p.p. 93-94.
8
Cfr. Corte Constitucional, sentencias T-406 de 1992, T-778 de 1992, entre otras.
9
Ibídem

Existe un núcleo básico o contenido esencial, como mínimo irreductible de
protección para su titular (bien sea una persona natural 11 o incluso una
persona jurídica como el Estado mismo12);

Tienen una doble dimensión: la subjetiva (que permite y garantiza su
exigibilidad por el titular13) y la dimensión objetiva (que, al ser un elemento
estructural en el sistema jurídico, implica la proyección del derecho en toda
la sociedad14);

La
ubicación
y
titulación
de
los
derechos
como
fundamentales
(interpretación sede materiae y a rubrica) nunca es concluyente ni limitativa
de los derechos que se pueden considerar como fundamentales; dependerá
del contenido material que componga cada derecho –particularmente
descubierto por el juez constitucional-15.

El entendimiento de lo que es o no es fundamental es variable, depende de
la visón colectiva que en cada momento se imponga16 e incluso está abierto
a que existan “mutaciones constitucionales”17;

De acuerdo a lo anterior, podrían existir -al menos en teoría- tantos
derechos fundamentales como condiciones inherentes a la dignidad
10
Quedando a salvo los principios como mandatos de optimización o como normas que deben
optimizarse y los derechos fundamentales como principios o como reglas, en el lenguaje de Alexy,
“[…] en normas que poseen una ‘textura abierta’, como por ejemplo las que establecen meros
valores constitucionales, a partir de la cual el legislador entra a fijar el sentido del texto, no podría
presentarse la garantía de la tutela. Está claro que no puede ser fundamental un derecho cuya
eficacia depende de decisiones políticas eventuales.” Cfr. Corte Constitucional, sentencia T-406
de 1992
11
“Los derechos humanos fundamentales que consagra la Constitución Política de 1991 son los
que pertenecen a toda persona en razón a su dignidad humana. De allí que se pueda afirmar que
tales derechos son inherentes al ser humano: es decir, los posee desde el mismo momento de su
existencia -aún de su concepción - y son anteriores a la misma existencia del Estado, por lo que
están por encima de él.” Cfr. Corte Constitucional sentencia T-571 de 1992
12
Cfr. Corte Constitucional, Sentencias T-572 de 1994 y T-1179 de 2000
13
Cfr. Corte Constitucional ,Sentencia C-568 de 2010
14
Cfr. Corte Constitucional ,Sentencias T-612 de 2009 y C-568 de 2010
15
“Es decir la propia Constituyente tenía claro que una cosa era hacer normas (con fuerza
vinculante) y otra la organización y titulación de dichas normas (fuerza indicativa).
Fue pues voluntad del Constituyente de 1991 conferir un efecto indicativo a la ubicación y titulación
de las normas constitucionales y en consecuencia, ello es una información subsidiaria dirigida al
intérprete.” Cfr. Corte Constitucional, sentencia T-002 de 1992
16
Cfr. Corte Constitucional, sentencia T-406 de 1992
17
Esto es, que a partir de la situación fáctica, el contenido material de la Constitución sea variado
sin que exista una modificación de su texto. Cfr. LOPEZ CADENA, Carlos Alberto. Mutación de los
derechos fundamentales por la interpretación de la corte constitucional colombiana. Concepto,
justificación y límites. Universidad Carlos III. Madrid. España
humana puedan encontrarse18. Consciente de lo anterior, el Constituyente
Primario consagró una cláusula de ampliación con tratados internacionales
(i.e. bloque de constitucionalidad, artículo 93 superior) y una cláusula de
expansión de los derechos humanos (artículo 94 superior).

Los derechos fundamentales pueden tener estructura de regla o estructura
de principios19.
Por regla general, en la Constitución Política de 1991, particularmente en el
capítulo 1 del título II, que consagra derechos fundamentales, las normas no están
estructuradas de forma “precepto-sanción” (a modo de regla), “[…] sino que son
mandatos de optimización que deben cumplirse en mayor medida posible, de lo
que se sigue que no ofrecen respuestas particulares prima facie a casos
específicos”20; luego es dable afirmar que en nuestro sistema constitucional los
derechos fundamentales tienen estructura de principio, lo cual facilita la derivación
de otros de igual naturaleza desde los principios constitucionales, si bien ellos
tienen dos dimensiones: la subjetiva o personal (en cuanto aseguran a su titular
una posición jurídica o una zona de libertad particular) y la objetiva o institucional
(como “principios básicos del ordenamiento jurídico y de la comunidad política” y
“marco de la convivencia humana justa y pacífica” en el Estado social y
democrático de Derecho)21
En definitiva, hay una categoría amplia y no-restrictiva, que servirá para definir
como fundamental a todo derecho que cumpla con esos criterios.
18
Cfr. Corte Constitucional, Sentencias T-406 de 1992 y T-465 de 1996.
“Los principios son normas que ordenan que algo sea realizado en la mayor medida posible,
dentro de las posibilidades jurídicas existentes. Por lo tanto los principios son mandatos de
optimización. En cambio, las reglas son normas que sólo pueden ser cumplidas o no. Si una regla
es válida, entonces hay que hacer exactamente lo que ella exige. Por tanto, las reglas contienen
determinaciones en el ámbito de lo posible, tanto en lo fáctico como en lo jurídico. La diferencia
entre regla y principios no es de grado, sino cualitativa.” Cfr. ALEXY, Robert. Teoría de los
derechos fundamentales. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1993.
20
Cfr., Corte Constitucional SentenciaC-634 de 2011
21
Cfr. MARTÍNEZ PUJALTE, Antonio Luis y DE DOMINGO, Tomás. Los derechos fundamentales en el sistema
constitucional. Teoría general e implicaciones prácticas. Palestra Editores, Lima, 2010, p. 86-87.
19
2.
DIFERENCIAS CONCEPTUALES ENTRE LOS PRINCIPIOS Y LOS
DERECHOS FUNDAMENTALES
Ahora bien, la jurisprudencia nacional ha determinado que los principios
“[…] tienen valor de fuente del derecho, forman parte del ordenamiento jurídico y
su violación puede ser sancionada […] los principios funcionalmente son soporte
estructural del sistema […] a la vez que inspiran las reglas de conducta, también
se proyectan en el ordenamiento jurídico para irradiar e impregnar esos axiomas,
patrones, modelos o arquetipos de comportamiento ético, cultural o social a las
situaciones generales e individuales […] constituyen fuente formal para resolver
situaciones o problemas concretos ante la falta o insuficiencia de reglas jurídicas
[…] los principios expresan normas jurídica para el presente; son el inicio del
nuevo orden.22”
Entonces, un principio constitucional humanístico establece un deber-ser,
con eficacia jurídica directa sin necesidad de otras normas que lo desarrollen; se
proyecta en la sociedad (dimensión objetiva) y sirve para resolver situaciones
concretas, expresando “normas jurídicas para el presente”, cuando no las haya
prescrito el legislador, caso en el cual corresponderá hacerlo al juez al decidir un
proceso donde, por ejemplo, se demande protección estatal a una situación
subjetiva que comprometa la existencia o la dignidad humanas. Por esta vía
judicial, pues, bien puede llegarse a la derivación de derechos fundamentales23,
con la facilidad que ofrece la dimensión objetiva que comparten los principios y los
derechos fundamentales. Esta es una de las razones para que existan principios
que son derechos de forma simultánea y concomitante (v.gr. la igualdad24).
22
Cfr. Corte Constitucional sentencias SU-337 de 1999, T-692 de 1999, C-647 de 2001, T-823 de
2002, T-1025 de 2002, T-1021 de 2003, C-1186 de 2003, C-131 de 2004, T-739 de 2004, C-818 de
2005, entre otras.
23
Cfr. ESTRADA VÉLEZ, Sergio. La noción de principios y valores en la jurisprudencia de la Corte
Constitucional. Revista Facultad de derecho y ciencias políticas. Vol. 41 No. 114. Medellín. 2011
24
Cfr. Corte Constitucional, sentencias C-221 de 2011 y C-250 de 2012
En línea con lo anterior, debe resaltarse qué es lo que diferencia a un
principio constitucional de un derecho fundamental, tal que, al final de esta
disertación, pueda determinarse qué hace falta para que un principio pueda
“convertirse” en un derecho de tan especial naturaleza.
Se resalta, particularmente, una condición que, en mi concepto, es
indispensable: El derecho fundamental cuenta con una “doble dimensión”; por el
contrario, el principio sólo tiene una “dimensión objetiva” (que se proyecta en toda
la sociedad y el ordenamiento), pero carece de una “dimensión subjetiva”
(tendiente a la reparación del daño provocado al titular)25.
Puesto en otras palabras, un principio y un derecho fundamental comparten
la mayoría de sus características (v.gr. la estructura, la eficacia jurídica), y por
definición conceptual –reitero, circunstancial e histórica- virtualmente todos los
que hoy son denominados principios podrían ser en un futuro abordados como
derechos fundamentales.
Lo anterior, dado que son fundamentales de manera autónoma los
siguientes conceptos jurídicos: “(i) aquellos derechos respecto de los cuales existe
consenso sobre su naturaleza fundamental y (ii) todo derecho constitucional que
funcionalmente esté dirigido a lograr la dignidad humana y sea traducible en un
derecho subjetivo”26. (negrilla fuera de texto).
Entonces, en la medida que se pueda entender la forma como varios o un
principio se radicarían en cabeza de una persona (i.e. “el titular”), quien podrá
hacerlo exigible frente al estado, se habrá develado un derecho autónomo en
nuestro ordenamiento.
25
26
Cfr. Corte Constitucional sentencia, C-576 de 2008
Cfr. Corte Constitucional, sentencias T-859 de 2003 y T-760 de 2008
¿Resulta poco ortodoxo deducir nuevos derechos por vía jurisprudencial?
No: Esta actividad de los jueces es en sí misma un mecanismo de protección de
las garantías de los asociados, tal como la H. Corte Constitucional lo ha
expresado: “[…] una interpretación contemporánea de la separación de los
poderes, a partir de la cual el juez pueda convertirse en un instrumento de presión
frente al legislador, de tal manera que este, si no desea ver su espacio de decisión
invadido por otros órganos, adopte las responsabilidades de desarrollo legal que le
corresponden y expida las normas del caso. Este contrapeso de poderes, que
emergen de la dinámica institucional, es la mejor garantía de la protección efectiva
de los derechos de los asociados”27.
¿Es extraño que lo anterior –creación de derechos autónomos- ocurra en
Colombia? En absoluto: Por ejemplo, el “derecho fundamental a la salud” nunca
existió como derecho fundamental de manera autónoma, hasta que el juez
constitucional dispuso que merecía tal categoría en nuestro sistema, radicándolo
en varios titulares individualmente (dimensión subjetiva) y derivándolo del principio
de la dignidad humana28.
Bajo esos mismos parámetros, el juez constitucional consagró como
derecho fundamental autónomo (i.e. no por conexidad) el “derecho fundamental al
habeas data”29.
Lo anterior ya ha ocurrido en algunos casos, en donde la H. Corte
Constitucional ha radicado principios constitucionales en un titular que haga
exigible una prestación a su favor y, por ende, se configure como un derecho
subjetivo: Particularmente, el “principio de solidaridad” consagrado en el artículo 1
superior ha sido utilizado como fundamento para proteger a personas por vía de la
27
Cfr. H Corte Constitucional sentencia T-406 de 1992
Cfr. H Corte Constitucional sentencias T- 227 de 1992, T-760 de 2008 y T-548 de 2011, entre
otras.
29
Cfr. H Corte Constitucional sentencia T- 729 de 2002
28
acción de tutela30, considerando que ese principio comporta a su vez un derecho
fundamental –en consonancia con otros derechos como la igualdad-.
3. EJEMPLO DE DEDUCCIÓN DE UN DERECHO FUNDAMENTAL DESDE LOS
PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES.
El Tribunal Administrativo de Cundinamarca, en Sección Segunda –Subsección
“D”-, por sentencia de 15 de marzo de 2011 (Rad. 2001- 00419), dedujo el
derecho fundamental a una administración pública al servicio de la efectividad de
los derechos fundamentales, brevemente: “a una administración pública servicial” ,
con razonamientos como los siguientes:
“1.1. Derecho fundamental a una administración pública al servicio del usuario.
En efecto, una interpretación sistemática de la Carta Política desde su artículo
inicial, que define a Colombia como un “Estado Social de Derecho”, ha llevado a la
Corte Constitucional, habilitada por el artículo 94 de la Carta Política, a reconocer
otros derechos como fundamentales. Cabe derivar de los fines esenciales del
Estado y de la misión deontológica de las autoridades de la República, prescritos,
entre otros, en artículos como el 2º, 209 y 365, en relación con funcionarios que
ejercen funciones administrativas y prestan servicios públicos, un derecho
fundamental innominado que ahora podría llamarse el derecho a que la
administración pública actúe de manera eficaz no sólo al servicio de la comunidad
y del interés general, sino también como servidora de soluciones inaplazables,
garante de los derechos fundamentales del administrado o, brevemente, derecho
fundamental a una administración pública servicial, puesto que, tal y como lo
afirmó la Corte en la precursora sentencia T-462/92 , “(E)l Estado Social de
derecho exige esforzarse en la construcción de las condiciones indispensables
para asegurar a todos los habitantes del país una vida digna dentro de las
posibilidades económicas que estén a su alcance” .
30
Cfr. H Corte Constitucional sentencia T-533 de 1992
Así las cosas, la Sala acude en esta oportunidad a una concepción holística de la
Constitución patrocinada por la misma Corte Constitucional, e inspirada en el bien
común y la justicia social dentro del Estado Social de Derecho, como la que dio
pie, por ejemplo, a la aparición del derecho fundamental al mínimo vital, para
deducir la existencia del derecho de igual naturaleza enunciado atrás […].
Para ello existen los “servidores públicos”, principalmente autoridades, con la
misión de garantizarle a los colombianos el ejercicio de sus derechos y libertades
y alcanzar los demás “fines esenciales del Estado”. En dicha tarea descolla la
administración pública, cuyos principios de actuación y funcionamiento están en el
núcleo del derecho fundamental a que la función administrativa de las potestades,
de los recursos y de los servicios públicos del Estado se haga en grados
progresivos de cada vez mayor igualdad, moralidad, eficacia, economía, celeridad,
imparcialidad y publicidad, siendo el Presidente de la República, como suprema
autoridad administrativa, el primer obligado “a garantizar los derechos y libertades
de todos los colombianos”, en la medida de las reales posibilidades de los
recursos bajo la administración de los servidores estatales (artículos 1, 2, 6, 13,
86, 90, 123, 188, 238, 365, 366 de la Carta Política).
En situaciones como la descrita, la H. Corte Constitucional ha decidido brindar la
protección necesaria, en relación con los administrados, del principio de eficacia
de la administración pública y de los correlativos derechos de los ciudadanos,
como se plasma, por ejemplo, en la jurisprudencia consignada en la sentencia T733/09, con ponencia del H. Magistrado Dr. HUMBERTO ANTONIO SIERRA
PORTO, en la cual se dijo:
En atención a esto, se encuentra que el caso objeto de revisión describe prima
facie la vulneración del derecho fundamental del ciudadano demandante a
acceder a soluciones eficaces de la administración, derivado del postulado del
artículo 2º Superior, según el cual dentro de los fines esenciales del Estado está
“servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad
de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución…”. De lo
cual se desprende igualmente, la vulneración del derecho al debido proceso (art
29 C.N), por vía de no desplegar las actuaciones necesarias, o adelantar el
procedimiento pertinente, para permitirle solucionar la situación según la cual ha
incumplido el requisito de ostentar una licencia cuyo código esté registrado en el
Ministerio de Transporte. Por esto, la discusión para Sala tampoco consiste en si
la licencia cumple o no con los requisitos que para su expedición se exige, pues
ello sólo puede determinarse cuando la administración adelante las actuaciones
pertinentes para determinar que es o no de esa manera, lo que justamente no se
ha hecho.
[…].
6.- Con fundamento en esto, la jurisprudencia de esta Corte ha protegido el
denominado “principio de eficacia de la administración pública”, según el cual las
autoridades administrativas ostentan cargas relativas al desempeño de sus
funciones, en orden a implementar y brindar soluciones a problemas de los
ciudadanos. Dichos problemas constituyen deficiencias atribuibles a deberes
específicos de la administración, y así las mencionadas soluciones han de ser
ciertas, eficaces y proporcionales a éstos.
(…)
7.- Como se ve, el principio de eficacia de la administración pública, impide a las
autoridades administrativas permanecer impávidas o inactivas frente a situaciones
que afecten a los ciudadanos; además de configurarse como un fin hacia el cual
deben tender dichas autoridades. En este orden, la implementación práctica de
ello supone la obligación de actuación de la administración, y de la real y efectiva
ejecución de medidas, y no sólo la aceptación o reflexión sobre aquello que
requiere su intervención. De ahí, que la jurisprudencia constitucional haya
puntualizado también la necesidad de considerar los procedimientos de las
autoridades bajo la noción de debido proceso administrativo.
[…].
Resulta, pues, de lo expuesto, que la función administrativa, ejecutante y
potencializadora de la realización de los fines estatales, requiere que sus agentes
implementen acciones necesarias para superar las situaciones desventajosas en
las que quedan las personas que no logran obtener solución eficaz de la
administración. El caso contrario conllevaría la violación de tal derecho -de acceso
a soluciones eficaces de la administración-, de donde también deriva la
vulneración del derecho fundamental al debido proceso administrativo. Si no se
han desplegado acciones positivas para superar las barreras y la omisión
ocurridas en la actuación marginante que se censura en el caso presente, la
acción de tutela resulta procedente y de inmediata eficacia para proteger el
derecho nominado por la misma Corte como el “derecho fundamental del
ciudadano … a acceder a soluciones eficaces de la administración, derivado del
postulado del artículo 2º Superior”, el principio de “eficacia de la administración
pública” y, asegurar el acatamiento cabal del principio de legalidad. Así, por
mandato del artículo 86 superior y, a través de la orden judicial de tutela, se podrá
conjurar la situación vulnerativa acaecida.
En otras palabras, una Administración Pública servicial implica que los servidores
que la conforman, además de servir al Estado, a la comunidad y al interés general,
están obligados a proteger y garantizar la efectividad de los derechos
fundamentales de quienes requieran sus servicios, dando aplicación inmediata a
los principios de la función administrativa consagrados por el artículo 209 de la
Constitución Política, lo que se traduce, correlativamente, en que toda persona
que intente acceder a la Administración Pública tiene el derecho fundamental a ser
atendido de manera diligente, eficaz, célere e imparcial, en procura de la
materialización efectiva de los derechos fundamentales que componen este
complejo instituto iusfundamental, dando cumplimiento, en determinada actuación
o prestación de servicios, a los fines estatales consagrados -entre otros- en el
artículo 2º de la Carta Política, en concordancia con los artículos 5º, 123 y la parte
final del artículo 188 de la misma, dado que el Presidente de la República, como
suprema autoridad administrativa, es el primer obligado a garantizar la protección
de los derechos y libertades de todas las personas
4.
CONCLUSIÓN: ARGUMENTOS A FAVOR DE LA DERIVACIÓN O
CONCRECIÓN DE DERECHOS FUNDAMENTALES DESDE UNO O VARIOS
PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES.
Desde la doctrina actual, RICCARDO GUASTINI explica que algunos tribunales
constitucionales han construido derechos subjetivos implícitos, algunas veces,
infiriéndolo de otro derecho que si tiene reconocimiento expreso; y, otras veces, lo
derivan de un principio expreso, para “concretizar” este principio en “reglas”, sin
las cuales los jueces no lo podrían aplicar a casos particulares. Empero, -advierteeste procedimiento tiene michas variantes y no obedece a un solo tipo de
razonamiento jurídico “Generalizando, sin embargo, se puede decir que la
concretización de principios precisa siempre la asunción de premisas que no son
normas expresas y que, como tales, son altamente controvertibles31.
A modo de conclusión de esta breve ponencia, basándome exclusivamente
en sentencias del máximo tribunal constitucional de nuestro país, rescato que lo
único que tomaría para “convertir” un principio en derecho fundamental autónomo
es lo siguiente:
31
GUASTINI, Riccardo. “Derechos implícitos” [on line]. Universidad de Génova – Italia. Traducción de Alí
Lozada Prado (Universidad de Alicante). [Consultado 18 de febrero de 2013]. Disponible en internet:
http://www.miguelcarbonell.com/artman/uploads/1/derechos_impl_citos.pdf

Debe existir un consenso sobre la condición de “fundamental” del nuevo
derecho, puesto que se considera indispensable que haya una visión
colectiva sobre esa condición esencial.

Debe estar basado en la dignidad humana, o poder explicarse a través de
ésta, o presentarse en función de ésta.

Tendrá eficacia jurídica directa (tanto los derechos como los principios la
tienen).

Además de su “dimensión objetiva”, debe ser traducible en un derecho
subjetivo, identificando a su titular que pueda hacerlo exigible frente al
estado y frente a terceros particulares.

No importa el nomen jurídico que se le dé al “nuevo derecho”, dado que
nuestro ordenamiento acepta la existencia de derechos fundamentales son
innominados (por oposición a la rígida lectura a rúbrica y sede materiae).
De todo lo expuesto hasta este punto, es claro que cada concepto puede
cumplir más de una “fase” en el ordenamiento colombiano 32 , puesto que el
contenido que se le otorga y la forma que adopta (v.gr. como principio o derecho
fundamental) es variable, circunstancial e histórico33.
En cualquier caso, si el foro democrático por excelencia (i.e. el Congreso de
la República) no reconoce el carácter fundamental de nuevos derechos, es el juez
constitucional quien –según los mencionados parámetros- tiene la labor de
reconocerlos y aplicarlos en beneficio de los asociados.
32
33
Cfr. H. Corte Constitucional sentencia C-221 de 2011
Cfr. H Corte Constitucional sentencia T-406 de 1992
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