Actividad práctica 5: Núcleo Teórico

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Trabajo
Actividad práctica 5: Núcleo Teórico
Antes o después todas las personas hemos de trabajar. Es un hecho, al menos para la mayoría de nosotros/as.
Tanto es así que casi siempre consideramos el trabajo tan sólo como una desagradable obligación, sin tener en
cuenta su posible valor social o individual, las condiciones en que puede desarrollarse o las características del
mismo.
Por ello quizás un buen modo de empezar sea contestar a la pregunta ¿Por qué hemos de trabajar los seres
humanos? Los seres humanos, igual que los animales, tenemos una serie de necesidades que hemos de
satisfacer: comida, refugio, descanso, etc. Pero a diferencia de ellos, no estamos determinados por la naturaleza
para satisfacerlas de una única manera. Por ello, inventamos formas nuevas, al tiempo que creamos, también,
necesidades nuevas. Todo ello da lugar a una forma de actividad específica del ser humano que denominamos
trabajo, el cual podría ser definido como el camino humano que va de la necesidad a la satisfacción de esa
necesidad, fundamentalmente transformando la naturaleza.
Como ya podrás suponer, las formas de trabajar y sus condiciones han cambiado a lo largo del tiempo. Sin
embargo el que nos interesa es el trabajo asalariado, el mayoritario en la actualidad. Este trabajo es el propio de
un sistema económico y político en el que algunos miembros de la sociedad tienen el capital, es decir, el dinero
y los medios de producción, es decir, las tierras o las fábricas, mientras que otros, la mayoría, tienen la fuerza y/o
los conocimientos para elaborar productos con esas tierras y fábricas, es decir, la fuerza de trabajo. Tal como lo
acabamos de exponer, podría ocurrir que los beneficios resultantes de la actividad productiva se repartiesen por
igual entre los dueños del capital y los dueños de la fuerza de trabajo, de modo que el trabajo sería una de las
formas del reparto de la riqueza. Sin embargo esto no es así, ya que “en la misma medida en que se desarrolla la
burguesía, es decir, el capital, se desarrolla el proletariado, la clase de los obreros modernos, quienes sólo viven
mientras hallan trabajo y sólo lo hallan mientras su trabajo incremente el capital. Estos obreros, quienes deben
venderse por pieza, son una mercancía como cualquier otro artículo del comercio y, en consecuencia, se hallan
igualmente expuestos a todos los avatares de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado” (Marx,
Manifiesto Comunista, 1848).
En efecto, vivimos en el sistema capitalista, lo cual significa que los beneficios de la producción recaen sobre
el capital, mientras que la fuerza de trabajo, y por tanto, los trabajadores, se vende por horas a cambio de un
salario, de ahí lo de trabajo asalariado. El trabajo se convierte en una mercancía y, tal y como ya señaló Marx en
el siglo XIX, se halla expuesto a los avatares de la competencia y el mercado. Uno de los modos de incrementar
los beneficios del capital es disminuir, entonces, el coste del trabajo, fundamentalmente a través de los salarios.
Esto dio lugar a condiciones de trabajo inhumanas en el mundo industrializado en el siglo XIX, con 12 ó 14 horas
de trabajo al día, sin descanso y en condiciones insalubres, los hombres, pero también las mujeres, embarazadas
o no, y los niños/as, ya que incluso eran más baratos/as que los hombres adultos. Sin embargo, y gracias a la
lucha de los trabajadores, hombres y mujeres, la primera mitad del siglo XX se caracterizó por la mejora de las
condiciones instalan las empresas extranjeras para realizar aquella parte de su producción que necesita mucha
mano de obra y escasa tecnología. Este proceso recibe el nombre de deslocalización, ya que se lleva una parte
de la producción de la empresa, del país de origen de la misma, a otro país. Concretamente aquella parte que, si
se realiza con las condiciones laborales del Norte, resulta más cara que en el nuevo país. De este modo, aumenta
el paro en el Norte, al tiempo que aumenta la explotación en el Sur, pues la formación de lo sindicatos está
duramente perseguida por los empresarios, y a veces prohibida por la ley. De esta manera los derechos laborales
son pisoteados de forma habitual en estos países empobrecidos del Sur.
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Así pues, la mano de obra barata (explotación infantil y condiciones de esclavitud incluidas) se convierte en un
factor determinante para decidir el lugar de producción de las grandes empresas como pueden ser Microsoft,
Nike, Adidas, Coca-cola, Nestle, Repsol, Toyota, etc., por nombrar sólo las más conocidas. Al mismo tiempo su
control se vuelve problemático y la responsabilidad empresarial para con los trabajadores es más difícil de
garantizar, puesto que estas empresas, trasnacionales, han cortado los lazos de identificación con sus naciones
de origen y no los establecen con las naciones a las que trasladan la producción. Así no hay un Estado que les
aplique normas para conservar el medio ambiente o los derechos laborales. Todo lo cual redunda en el aumento
del paro y de la precarización en el Norte y la explotación en el Sur. Ante todo esto ¿Qué podemos hacer?
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