Garantías Constitucionales del Proceso Penal Autores: Antoniucci, Miguel Adelmo Malaver, Alberto Exequiel Martinez Siles, Juan Pablo Estudiantes UBA I. INTRODUCCIÓN El poder penal es el medio más poderoso que se encuentra en manos del Estado para efectuar el control social y regular la conducta de los ciudadanos, basado en un conjunto de normas que buscan la protección de bienes jurídicos que, en caso de que sean vulnerados, quien lo haya hecho recibirá una pena por ello. Este medio o mecanismo de control es utilizado en búsqueda de lograr la paz social y puede servir para ser aplicado sobre aquel ciudadano que, en contra de lo establecido por el plexo legal vigente, realice actos que repercuten en la sociedad generando perjuicios de distinta índole afectando la propiedad, la vida, la libertad y todos aquellos bienes jurídicos tutelados por el Derecho. De este modo se observa como el conjunto de la sociedad delega en el Estado la protección de sus derechos y así ser protegidos por éste. Este poder que detenta el Estado es objeto de limitaciones “ya que toda regla jurídica acerca de una potestad, por elemental que ella sea, cumple la función básica de ceñirla; por ejemplo, entregar la competencia a alguien significa vedarla a los demás, y, en materia penal, limitar la venganza a la intensidad de la ofensa expresa la voluntad de mostrar como antijurídica aquella reacción que sobrepasa ese limite”1. Para que el poder penal no se convierta en un instrumento de sometimiento político es necesario establecer ciertas limitaciones racionales para evitar su ejercicio abusivo por parte del Estado. Con la creación del “Estado de Derecho”, surgen una serie de derechos y garantías que buscan proteger a los individuos (miembros de una comunidad determinada) contra la utilización arbitraria del poder penal del Estado; ellos persiguen la regulación del derecho penal de un Estado, el marco político dentro del cual son validas las decisiones que expresa acerca de su 1 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, t. I, Pág. 473-477. 1 poder penal, sean ellas generales o referidas a un caso concreto. “De allí que, desde el punto de vista de la porción del orden jurídico que abarca el derecho penal, tanto material como formal, se conozca a estas orientaciones bajo el nombre “principios constitucionales”, en cuanto ellas emanan de la Ley Suprema que otorga fundamento de validez al orden jurídico”2. Las garantías tienen como razón de ser asegurar el goce efectivo de los derechos y que estos no se vean vulnerados por el ejercicio del poder penal que ostenta el estado, esta es una forma de limitación de ese poder o de remedio especifico para repelerlo. No obstante lo cual, los principios y garantías constitucionales no deben considerarse inmutables ni fijos para siempre en el tiempo. Ni siquiera lo cree así nuestra propia Constitución cuando estipula en su artículo 33 que “las declaraciones, derechos y garantías que enumera la Constitución, no serán entendidos como negación de otros derechos y garantías no enumerados; pero que nacen del principio de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno”. Al contrario, es posible perfeccionar las garantías establecidas y su formulación, más aun teniendo en cuenta las sucesivas violaciones que han cometido, a lo largo de la historia, gobiernos autoritarios que han aplicado el poder penal en aras de someter a los ciudadanos en vez de buscar a través de este mecanismo la protección de los mismos. Por lo dicho podemos entender que también es posible crear otros derechos y garantías. “Esos principios se traducen en valores que alcanzan la cúspide de nuestro orden jurídico cuyo centro es el individuo que se coloca bajo la vigencia del orden jurídico nacional, valores que, por tanto, aparecen como superiores en rango a la misma potestad penal del Estado”3. Dentro del conjunto de estos principios, típicos del derecho procesal penal, deben ser ubicadas también las reglas de orientación fundamentales relativas a la organización judicial. Maier desarrolla a las reglas de organización judicial consideradas por él como las mas destacadas de la siguiente manera: “a) Imparcialidad de quienes cumplen la tarea de juzgar frente al caso y, para logar este atributo, independencia de sus juicios (decisiones) de los órganos de administracion de justicia frente a todos los poderes del Estado, 2 Ídem 3 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, t. I, pag. 473-477. 2 comprendidos aquí los principios tradicionales del juez natural y la integración del tribunal penal con jurados, como modos genéricos de evitar la influencia del poder estatal en la administracion de su propio poder penal, esto es, de evitar la influencia y la sospecha de parcialidad sobre los jueces y sus juicios; b) Organización judicial que admita la falibilidad de esos juicios, determine e integre el tribunal ante el cual el condenado puede ejercitar su derecho de provocar la prueba de la “doble conforme” (instancia recursiva para el condenado) y, en su caso, lograr un nuevo juicio ; y c) Federalización de la administracion de justicia y, por ende, de la organización judicial nacional observada como un todo, conforme a nuestra forma característica de organización política como estado nacional”4. Es importante agregar que estos principios de organización judicial están estrechamente ligados a las garantías individuales ; en base a lo expresado, el autor citado desarrolla el siguiente ejemplo: “la exigencia del juez natural carecería de todo sentido sin referencia a la independencia de decisión de los órganos de administracion de justicia, y ella, a su vez, seria inocua sin referencia a la necesidad de un tribunal imparcial, como garantía de seguridad jurídica para el acusado; de que, además, la existencia de un tribunal revisor de la sentencia solo posibilita la garantía del recurso para el condenado conecta, por otra parte, con la prohibición, para el acusador, de perseguir múltiplemente o someter nuevamente a riesgo de condena al imputado”5. Para dar referencia a lo que nuestra Ley Fundamental establece como garantías, incorporamos a la presente introducción el artículo 18 de la misma en el cual se encuentran plasmados los derechos inviolable que deben respetarse y ampararse al imputado en el proceso penal: “Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa. Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escrita de autoridad competente. Es inviolable la defensa en juicio de la persona y de los derechos. El domicilio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley 4 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, t. I, pag. 473-477. 5 Idem 3 determinará en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación…”6. II. GARANTÍAS CONSTITUCIONALES EN PARTICULAR A continuación, realizaremos una enumeración y el consecuente desarrollo de cada una de las garantías que surgen del análisis del artículo 18 de la Constitución Nacional con el objetivo de que el lector pueda ubicarlas a medida que realiza una lectura del citado artículo como también aquellas garantías que derivan de la misma. III. JUICIO PREVIO (nulla poena sine iuditio) Para poder aplicar una pena a un individuo es conditio sine qua non que exista una sentencia de carácter firme derivada de un juicio previo. “Juicio y sentencia [pueden considerarse] sinónimos, en tanto la sentencia de condena es el juicio del tribunal que, al declarar la culpabilidad del imputado, determina la aplicación de la pena”7. Ello emerge del propio texto de la Constitución, cuando artículo 18 establece que ese juicio esté “fundado en ley anterior al hecho del proceso”. Es evidente entonces que un juicio y su consecuente sentencia deben estar fundada en una norma que exista con anterioridad al hecho. Esta premisa es de toda lógica ya que no podría hablarse de un hecho ilícito sin que haya una ley que así lo determine. Del mismo modo, por aplicación del principio in dubio pro reo, si se acusa a un individuo en base a lo prescripto por una norma, la sanción que establezca ésta no será la que se aplique si ínterin surge otra norma que pena el mismo hecho pero de un modo más leve; será esta ultima la pena que se le aplicará al imputado en el caso que resulte condenado. Existe, en nuestra doctrina jurídica y en nuestra jurisprudencia, la tendencia a afirmar que la sentencia penal debe ser fundada para ser valida, y más aun, que ello deriva de la interpretación de la Constitución. En ese sentido, se entiende por fundar la sentencia no solo la expresión de las premisas del juicio, las circunstancias de hecho verificadas y las 6 Constitución Nacional, articulo 18. 7 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, t. I, pag. 478. 4 reglas jurídicas aplicables, sino fundamentalmente la exposición de las razones de hecho y de derecho que justifican la decisión tomada por el tribunal. Una pena y su aplicación solo pueden ser válida si surge de la sentencia de un órgano judicial competente para juzgar los hechos de un caso particular. No podemos dejar de observar la necesidad de la existencia de un proceso legal previo (nulla poena sine processu). En este sentido, nuestra Carta Magna supone un procedimiento previo a la sentencia que procure los elementos para la decisión del tribunal respecto de lo que se le imputa al acusado. IV. DEFENSA EN JUICIO El artículo 18 de la Constitución Nacional dispone que "...Es inviolable la defensa en juicio de la persona y de los derechos...". La Corte, a lo largo de sus pronunciamientos, ha encontrado mérito suficiente para anular resoluciones que han afectado la garantía de la inviolabilidad de la defensa en juicio; son casos en los que el Alto Tribunal ha entendido que una determinada sanción ha sido impuesta ya sea sin dar a la parte interesada adecuada oportunidad de defenderse, o bien en condiciones en que ésta ha visto notoriamente dificultado el ejercicio de su derecho de defensa. “Puede verse vulnerada la garantía de la defensa en juicio en materias tales como: la relación que debe existir entre los hechos de una investigación, la acusación y la defensa (el llamado principio de congruencia); los casos de privación de justicia; los recaudos que debe cumplir una identificación en rueda de presos y el empleo por parte del gobierno de agentes encubiertos”8. Un ejemplo claro de la defensa que ha hecho la Corte con respecto al derecho de defensa en juicio puede encontrase en el fallo "Nación Argentina c. Aluvión S.A.", FallosCSJN, 239:489; en el cual una sociedad anónima fue condenada al pago de una multa por infracción a ciertas normas previsionales. Ante la falta de pago de la misma, el órgano judicial encargado de efectivizar la sanción ordenó, sin más trámite, la transformación de la multa en arresto, el que hizo caer sobre el presidente de la firma. Agotados los recursos judiciales ordinarios el caso fue llevado a la Corte por la vía del Recurso Extraordinario. El Alto Tribunal aceptó dicho recurso y afirmó que: “...cualquiera que fuese la naturaleza jurídica de la multa aplicada, su conversión en arresto a cumplirse por el presidente de la 8 CARRIO, Alejandro D., Garantías Constitucionales en el Proceso Penal, tercera edición, Pág. 65-66. 5 firma no debió llevarse a cabo sin la audiencia de este último que parece afectado personalmente por la medida”. Es menester destacar que la garantía de defensa en juicio no solo se refiere al proceso penal, sino que también comprende por ejemplo al proceso civil o laboral como también al procedimiento administrativo, pues “protege todo atributo de la persona o los derechos que pudieran corresponderle, susceptibles de ser menoscabados por una decisión estatal”9. De todos modos, la exigencia del respeto del derecho de defensa en el proceso penal es mayor dada la supremacía de los bienes o valores jurídicos que él pone en juego. V. JUEZ NATURAL Para asegurar la independencia e imparcialidad del tribunal la mejor manera es evitar que éste sea creado o elegido, una vez que el caso sucede en la realidad, por parte de alguna autoridad competente para ello. Es decir, que se coloque al imputado frente a tribunales ad hoc, creados para el caso o para la persona a juzgar. Es por ello que nuestra Constitución Nacional establece en su artículo 18 la prohibición de que alguien sea juzgado por comisiones especiales, es decir, sacados de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa (juez natural). “Conforme a ello, es claro que nuestra constitución a intentado asegurar, como garantía para el justiciable, la imposibilidad de manipular el tribunal competente para el enjuiciamiento, de tres maneras especificas: al declarar la inadmisibilidad de las comisiones especiales (CN, 18); al impedir que juzguen tribunales creados con posterioridad al hecho objeto del proceso (CN, 18); y al indicar que, en todo caso, es competente para juzgar el tribunal –federal o provincial– con asiento en la provincia en la que se cometió ese hecho (y los jurados que integran el tribunal deben tener su domicilio en esa provincia = jurado de vecindad: CN, 118)”10. Podemos afirmar entonces, por lo dicho, que la creación de comisiones especiales es una violación clara de aquello que nuestra Constitución considera un tribunal de justicia penal, ya que se tornaría dependiente de un poder del Estado. Son comisiones especiales los tribunales que administran justicia penal creados en la órbita del poder ejecutivo o aquellos 9 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, t. I, Pág. 541. 10 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, t. I, Pág. 763-766. 6 que dependen de él conforme prescribe nuestra Ley Suprema en su artículo 109, ya sea que es creado de modo permanente o para un caso particular. VI. PRINCIPIO DE INOCENCIA Como otra derivación de la garantía de la defensa en juicio, la Constitución Nacional impide que se que se considere culpable a quien esté acusado de haber cometido un hecho punible, mas allá del grado de verosimilitud de la imputación, hasta que el Estado, por intermedio del órgano judicial competente, no pronuncie la sentencia penal firme que declare la culpabilidad del individuo y lo someta a una pena. Conforme al principio en cuestión “toda persona debe ser tratada como si fuera inocente desde el punto de vista del orden jurídico, mientras no exista una sentencia penal de condena; por ende, que la situación jurídica de un individuo frente a cualquier imputación es la de un inocente, mientras no se declare formalmente su imputación y, por ello, ninguna consecuencia penal le es aplicable, permaneciendo su situación frente la derecho regida por las reglas aplicables a todos, con prescindencia de la imputación deducida. Desde este punto de vista, es lícito afirmar que el imputado goza de la misma situación jurídica de un inocente”11. VII. PROHIBICIÓN DE OBLIGAR A DECLARAR CONTRA SI MISMO El art. 18 de la Constitución Nacional dice que "...Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo...” (nemo tenetur se ipsum accusare). Si observamos lo que prescribe la Carta Magna de Estados Unidos podemos ver que hay gran similitud con lo establecido por la nuestra ya que, en su Enmienda V, dice que “nadie será obligado a ser un testigo contra sí mismo”. Es claro el sentido de dicha frase, nadie estará obligado a dar testimonio de algo que sea perjudicial para sí mismo. Podemos afirmar que el fin de éste precepto es proteger el derecho de defensa del imputado. Consideramos que el hecho de que el acusado oculte la verdad o hasta mienta, es un medio a través del cual se “defiende” y no debe ser sancionado por ello. En nuestro país, la Corte se ha pronunciado al respecto en el caso "Mendoza", Fallos-CSJN, 1:350, cuando dice que “...el juramento entraña, en verdad, una coacción 11 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, t. I, pag. 492. 7 moral que invalida los dichos expuestos en esa forma, pues no hay duda que exigir juramento al imputado a quien se va a interrogar, constituye una manera de obligarle a declarar en su contra”. De dicho principio podemos afirmar que “no es posible obligar al imputado a brindar información sobre lo que conoce; depende de su voluntad, expresada libremente y sin coacción”12. VIII. INVIOLABILIDAD DEL DOMICILIO, CORRESPONDENCIA Y PAPELES PRIVADOS Para poder llegar a la verdad, se presenta otro obstáculo que debe ser soportado por quien esté a cargo de la investigación: el precepto que garantiza la inviolabilidad del domicilio, correspondencia y papeles privados, en virtud de limitaciones expresas de la Constitución. Este principio deriva del derecho a la intimidad. Ante este derecho “retrocede”, para decirlo de alguna manera, la investigación en búsqueda de la verdad, que es la meta del procedimiento penal. Nuestra Constitución, en su artículo 18 establece que “...El domicilio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley determinará en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación...”. A pesar de lo establecido en principio, esta garantía que parece inmutable deberá ceder en los caso de extrema necesidad. Maier así lo afirma cuando establece en su obra que “éste interés jurídico –la intimidad hogareña, la comunicación con otras persona y los papeles propios– no resulta protegido contra la inquisición propia del procedimiento penal, en la misma medida que los intereses tutelados por las máximas anteriores. Aunque constituye un axioma constitucional no reconocer derechos y garantías absolutos (CN, 28), para compatibilizarlos con aquellos que pertenecen a los demás miembros de la comunidad jurídica, individualmente o en su conjunto, fuerza es reconocer que aquí se trata de uno de los derechos o de una de las garantías que el mismo texto constitucional concedente concibe con limitaciones –“conforme a las leyes que reglamentan su ejercicio” (CN, 14)–, pues prevé de antemano que una ley determinará en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación”13. 12 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, t. I, pag. 664. 13 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, t. I, pag. 680-681. 8 IX. INADMISIBILIDAD DE LA PERSECUCIÓN MÚLTIPLE Nuestra Constitución Nacional no previó originariamente en forma expresa esta garantía. Sin embargo, conforme a lo establecido en el artículo 33 (según el cual la enunciación de garantías no es taxativa), se la ha reconocido como una garantías más de las no enumeradas, que surgen del sistema republicano y del Estado de Derecho. No está permitido que una persona sea perseguida penalmente de manera múltiple, es decir, más de una vez, ya sea simultánea o sucesivamente, por un mismo hecho. Ello no quita la posibilidad de interponer el recurso de revisión por condena injusta, a favor del reo. Las garantías son aplicadas a favor, no en contra de quien se ve afectado por el poder penal del Estado; revisar la condena para que el reo sea absuelto o para aplicarle una sanción más benigna no significa perseguirlo penalmente, sino que es concederle otra oportunidad para fundar su inocencia o rever si ha habido una aplicación errónea del poder penal sobre él. “La idea fundamental... es que no se debe permitir que el Estado, con todos sus recursos y poder, haga repetidos intentos para condenar a un individuo por un supuesto delito, sometiéndolo así a molestias, gastos y sufrimientos y obligándolo a vivir en un continuo estado de ansiedad e inseguridad”14. Hay tres identidades que los juristas han desarrollado para poder establecer en qué casos existe persecución penal múltiple. Ellas son: a) eadem persona (la identidad de la persona perseguida), a) eadem res (la identidad del objeto de la persecución, y c) edem causa petendi (la identidad de la causa de la persecución). Pero “A pesar de que exista identidad personal y de objeto en dos o más procesos distintos, es decir, que se persiga a una misma persona más de una vez por el mismo hecho, puede ocurrir que el principio estudiado rechace su propia aplicación. La doctrina examina los casos que provocan este resultado excepcional como otra identidad, de causa o de la pretensión punitiva (eadem causa petendi); nuclea así, bajo un nombre equívoco, quizás aplicable sólo a uno de los supuestos, diversas situaciones en las que la múltiple persecución penal es tolerada por el orden jurídico”15. 14 Corte Suprema de EE.UU., “Quirin”, 1942, US vol. 317, Pág. 43. 15 MANZINI, Tratado, t. IV, Nº 464, 1, Pág. 525. 9 X. PROHIBICIONES PROBATORIAS La decisión judicial que resulta contraria al imputado, entendido éste como el “portador” de la garantía, no puede estar fundada en elementos de prueba obtenidos mediante la inobservancia de las formas previstas para hacerlo o violando éstas. “La cuestión no se reduce a la custodia de las garantías individuales, sino que abarca también el resguardo de las formas probatorias en general previstas por la ley”16. En el proceso penal puede utilizarse cualquier medio de prueba para intentar llegar a la verdad, “las excepciones al principio están constituidas por las limitaciones o prohibiciones absolutas, referidas al objeto de la prueba o tema sobre el que versa la prueba, y por las limitaciones o prohibiciones relativas, que impiden la verificación de un objeto de prueba por ciertos medios de prueba, o restringen la posibilidad de probarlo a determinados medios de prueba”17. El tema de la prueba y la obtención de la misma es muy estudiado por los juristas alrededor del mundo. Surge así la “doctrina del fruto del árbol venenoso” que sabe graficar muy acertadamente la cuestión ya que es claro que, lo obtenido de una mala fuente está envenenado como la fuente misma y debe ser desechado; por ejemplo, si se obtiene una confesión por medio de apremios ilegales, ese testimonio que se ha obtenido no podrá ser tenido en cuenta como prueba testimonial en el proceso, la prueba cae. “A partir de algunos fallos dictados en tiempos recientes por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, es posible afirmar –al menos en ciertos casos– que para nuestro sistema jurídico los medios de prueba obtenidos en violación a garantías constitucionales no son admisibles como prueba de cargo”18. “Se ha mencionado también que admitir tales pruebas importaría desconocer la función ejemplar que tienen para la comunidad los actos estatales, y que la exclusión de la prueba obtenida ilegalmente tiene una incidencia disuasoria de futuros procedimientos arbitrario”19. 16 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, t. I, pag. 695-697. 17 FLORIÁN, De las pruebas penales, t. I, Pág. 146. 18 CARRIO, Alejandro D., Garantías Constitucionales en el Proceso Penal, tercera edición, Pág. 151-154. 19 Ídem. 10 XI. POSIBILIDAD DE IMPUGNAR LA SENTENCIA DE CONDENA Otra garantía, pero ahora del condenado, es el recurso que puede interponerse contra la sentencia de los tribunales del juicio que lo ha declarado culpable del hecho por el cual se lo acusaba; “tiene derecho a que su sentencia sea revisada por un tribunal superior, y, al mismo tiempo, perder por completo su carácter de medio de control estatal de los órganos judiciales superiores del Estado sobre sus inferiores”20. El recurso contra la sentencia ya no puede ser considerado como una facultad de quienes intervienen en el procedimiento, se pierde ya el carácter de bilateralidad de los recursos y se transforma este en un recurso que solo el condenado puede interponer, pasa a ser una facultad exclusiva de éste. La condena penal dictada por un tribunal de justicia es recurrible y sólo puede serlo por parte del condenado. 20 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, t. I, pag. 708-709. 11