Poema La Buseca (Fonda - Café y billares) Autor: Enrique Cadícamo Obra: “Viento que lleva y trae” Mil novecientos ocho, Montes de Oca y Saavedra*, fondeadero famoso del bravo sabalaje; ochava de provincia con un cruce de piedra y estampa de varones cultores del coraje. Fonda, Café y Billares. La Buseca era el nombre y fue de los, troveros su centro de reunión; Ambrosio Ríos, Vieytes y otros de gran renombre como Gabino Ezeiza, Betinotti y Cazón. Actuaba Eduardo Arolas con Thompson, de guitarra y Rafael Tuegols, violinista y resero. Era un trío que al tango lo tocaba con garra, siendo, como se dice, "de sacarle el sombrero". Este muchacho excéntrico, buen mozo y compadrito que usaba saco negro cortón y trencillado, el pantalón bombilla con franjas y a cuadritos, corbata voladora y a dos ondas peinado. Tenía la manía de las largas boquillas, de usar guantes mitones y encima los anillos, zapatos de prunela bordada y de espumilla de seda, sus hermosas camisas con bolsillos. Llegaba a La Buseca entrando por las noches con su gallarda estampa de músico y apache; vivía por Barracas, siempre llegaba en coche este galán del fueye de melena azabache. En un café nació Una noche de garufa, primer tango de Arolas, bebedor de ginebras; no se compone un tango con jarabe de chufa; es con bebida fuerte que se tejen sus hebras. En aquel mostrador saturado de cañas y cuando los revólveres cargaban cinco balas hubo una escena roja, de las muchas hazañas, entre dos tauras bravos de tenebrosas galas: El Chino Santos Pérez y Emilio Paz -rivalesse hallaron frente a frente y a duelo se retaron y sacando sus armas, en circunstancias tales, con una mano, al largo mostrador, se afirmaron. Y empezaron los tiros, cinco de cada lado, se llenaron de plomos y se seguían tirando hasta que los heridos con sus cuerpos baleados al pie del mostrador se fueron desangrando Solía caer a veces solo y de recorrida un comisario guapo balconeador de escenas, al que todos llamaban por su boina encendida "El gorra colorada cortador de melenas" . . . Ahí paraba un rengo que se llamaba Roca, rival de otro famoso cuchillero de agallas que le decían El Tano Barone+ y en la Boca a taitas y a malevos los mantenía a raya. Cómo sería de malo Roca, que cuando había un hecho de sangre, una riña o un desorden, nada tenía que hacer allí la policía: se le llamaba a él para imponer el orden. Cuando el de La Ensenada se enteró que el tal Roca era un hombre temido, famoso y prepotente, quiso probarlo a fondo y salió de la Boca camino a La Buseca a buscar al valiente Y con unos planazos por no matar a un cojo, que eran como relámpagos que mandaba la muerte le echó el cartel abajo por sacarse el antojo. El Tano era de aquellos que hacían pitar del fuerte... Frititi (Milonguita) infaltable caía: chiquito, pintoresco, compadrito y guarango, su figurita cómica de arrabal, parecía escapada de una carátula de tango. Tus lívidos espectros se entretienen jugando un par de carambolas en el billar desierto, aún se siente el olor a pólvora, de cuando al resero Cañita se lo llevaron muerto. Ochava de arrabal, Montes de Oca y Saavedra, mientras hila la noche el recuerdo, en su rueca, van pasando las sornbras por tu cruce de piedra de los guapos de ayer, camino a La Buseca.