EL IMPACTO DE LOS MONGOLES EN ORIENTE Y OCCIDENTE Y

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EL IMPACTO DE LOS MONGOLES
EN ORIENTE Y OCCIDENTE
Y sus secuelas en el mundo islámico
La tierra natal de los mongoles, situada en la parte oriental de la estepa asiática, lindaba con
las montañas Xingán al este, con las montañas Altai y Tien Shan al oeste, con el río Shilka y
las cadenas montañosas junto al lago Baikal al norte y con la Gran Muralla de China al sur.
Hoy en día esta región comprende aproximadamente la región autónoma china de Mongolia
Interior, la república de Mongolia y las franjas meridionales de Siberia. Formada en su mayor
parte por fértiles praderas y boscosas montañas en el norte, con el desierto de Gobi en la
zona central y extensos prados al sur, toda la región se sitúa a unos 1.000 metros sobre el
nivel del mar. Es un territorio muy árido, salvo en las zonas más septentrionales.
En este entorno las tribus de habla mongol desarrollaron una economía pastoril basada en el
ganado lanar y en los caballos, que eran sustituidos por camellos en las zonas mas áridas.
Algunos productos como los cereales, los tejidos, el té y los metales se obtenían mediante el
comercio con la civilización agrícola adyacente de China. El pastoreo y la caza eran su
principal ocupación. Su modo de vida era nómada y su organización social tribal. La guerra
tribal era endémica y los individuos valerosos alcanzaban fácilmente posiciones de liderazgo.
La jerarquía político-militar de la tribu estaba basada en lazos personales de mutua protección
y lealtad que debían respetar desde el jefe supremo a los jefes subordinados y los guerreros.
Gengis Jan y la fundación del imperio
El primer desarrollo del Imperio mongol tuvo lugar en el siglo XIII. Durante una reunión de
tribus en 1206, el poderoso conquistador Timuÿín, entonces señor de casi toda Mongolia, fue
proclamado dirigente universal con el título de Gengis Jan La ciudad de Karakoram
(Karakorum) fue designada como capital. El ejército de Gengis, a pesar de no ser
especialmente numeroso para su época, se distinguía por su magnífica caballería y sus
expertos arqueros, la disciplina y el control de sus aristocráticos líderes y las peculiares
tácticas y estrategias militares del jan. El vecino Imperio de China del norte y los estados de
Asia central, militarmente débiles y fragmentados, se rindieron inevitablemente, como lo hizo
la sociedad islámica turco-árabe de Oriente Próximo a las hordas mongoles que recorrían
Asia. Todo lo cual constituyó una de las causas por las que el Imperio de Gengis pudo lograr
un grado de centralización y un poder sin precedentes entre los primeros dominios de tribus
de habla mongol. Gengis presidía en virtud de un derecho divino que él mismo se había
adjudicado, reconociéndolo como única autoridad superior a la suya, el Gran Yasa, un código
imperial que él mismo redactó y que se convirtió en base permanente del gobierno mongol.
El vasto Imperio de Gengis se extendía desde el mar de la China hasta el río Dniéper y desde
el golfo Périsco hasta el océano Artico.
Gengis Jan, es el apodo por el que es conocido Timuÿín (1167-1227), conquistador mongol.
Nació cerca del lago Baikal (en la actual Rusia), hijo de Yesugei, jefe y dirigente mongol de
una extensa región entre el río Amur y la Gran Muralla china. A la edad de trece años,
Timuÿín sucedió a su padre como jefe tribal. Su temprano reinado se vio marcado por las
sucesivas revueltas de sus tribus y por una intensa lucha por mantener su liderazgo, pero el
dirigente mongol mostró muy pronto su capacidad militar y no sólo conquistó a sus
indisciplinados súbditos sino también a sus hostiles vecinos, asesinando despiadadamente a
todos los que se le oponían. En 1206 Timuÿín ya era el dueño de casi toda Mongolia. Ese
mismo año, la asamblea de las tribus dominadas le proclamaron Gengis Jan (chêng-sze, en
chino ‘guerrero valeroso’ en turco jan, ‘señor’), líder de las tribus mongoles y tártaras unidas, y
la ciudad de Karakorum (Karakoram) fue designada como su capital.
Fue entonces cuando el jan inició la conquista de China, con el pretexto de buscar un lugar
de pasto para sus caballos en los fértiles campos chinos. En 1208 ya había establecido un
punto de apoyo dentro de la Gran Muralla, y en 1213 dirigió a sus ejércitos hacia el Sur y el
Oeste y se adentró en el territorio dominado por la dinastía Chin (1122-1234), sin detenerse
hasta alcanzar la península de Shandong. En 1215 sus ejércitos tomaron la ciudad de Yenking
o Zhong-du (actual Beijing), la última fortaleza china al norte del país, y en 1218 la península
coreana cayó en manos de los mongoles.
En 1219, en venganza por el asesinato de algunos comerciantes mongoles, Gengis Jan envió
a sus ejércitos hacia el oeste, invadiendo el Juarizm, un extenso Imperio turco formado por
los actuales países de Irak, Irán y parte del Turquestán occidental. Los mongoles arrasaron el
Turquestán y saquearon las ciudades de Bujará y Samarcanda, adquiriendo con sus asesinatos
fama de espantosa ferocidad. En lo que hoy en día es el norte de la India y Pakistán, los
invasores conquistaron las ciudades de Peshawar y de Lahore así como sus territorios
próximos. Al parecer, en aquellos años consejeros musulmanes habían enseñado a Gengis a
apreciar el valor de las ciudades como fuentes de riqueza. En 1222 los mongoles entraron en
lo que es en la actualidad Rusia y saquearon la región que se extendía entre los ríos Volga y
Dniéper y desde el golfo Pérsico hasta casi el océano Ártico.
La grandeza del jan como líder militar no sólo se debió a sus conquistas sino también a la
excelente organización, disciplina y maniobrabilidad de sus ejércitos. Además, el dirigente
mongol fue un admirable hombre de Estado; su Imperio estaba tan bien organizado que,
según se decía, los viajeros podían ir desde un extremo a otro de sus dominios sin ningún
tipo de temor o peligro. Sin embargo, mostró un salvajismo sin límites hacia sus rivales y
enemigos, y utilizó el asesinato como arma habitual en sus conquistas. A su muerte, ocurrida
el 18 de agosto de 1227, el Imperio mongol quedó dividido entre sus tres hijos. Cuatro de sus
nietos (especialmente Batu Jan y Kublai Jan) se convirtieron en grandes líderes mongoles por
propio derecho. Las invasiones de Gengis Kan siguieron gozando de una gran importancia
histórica mucho después de su muerte.
Tras la muerte de Gengis, su Imperio, de acuerdo con la costumbre tribal, fue dividido entre
los hijos de su primera mujer y sus herederos. El janato de Asia oriental era regido
directamente por su tercer hijo, Ogoday (1185-1241), quien sucedió a Gengis como gran kan.
El janato estaba formado por lo que en la actualidad es Mongolia Exterior, Manchuria, Corea,
gran parte de China, el Tíbet y franjas septentrionales de Indochina.
Aunque a Ogoday le sucedieron su hijo y su nieto, el gran líder que heredó el janato fue su
sobrino, Mangú Jan (1208-1259). Junto a su hermano Kublai, Mangu Jan logró conquistar
casi toda China.
Kublai Jan en China
En 1279 Kublai Jan (1215-1294), nieto de Gengis, derrotó a la dinastía Song del sur, logrando
dominar lo que quedaba de China. Kublai trasladó la capital a Pekín, dándole el nombre de
Janbalik (‘Ciudad del jan’, o Cambaluc). Allí gobernó como emperador de la dinastía Yuan y
como gran jan de los mongoles. En lugar de tratar de amalgamar la sedentaria sociedad
agrícola en unidades tribales, siguió con éxito el sistema burocrático utilizado por las dinastías
chinas desde los Tang. Sin embargo, los mongoles preservaron cuidadosamente su identidad
cultural y las prerrogativas de la clase dirigente; el talento chino era sistemáticamente excluido
de los cargos de autoridad y se seguían códigos sociales y legales discriminatorios. Sus
esfuerzos por extender el dominio mongol a Japón y Java fracasaron.
Los emperadores mongoles posteriores a Kublai sucumbieron ante la decadente vida de la
corte china y comenzaron a sentirse intrigados por las supersticiones del lamaísmo. Cuando
llegó el desastre con la inundación provocada por el río Huang He y la gran hambruna en
China del norte a mediados del siglo XIV, el líder mongol no supo encontrar una respuesta.
En 1368, mientras que el Imperio asiático de los mongoles se desgarraba por las luchas
internas, los grandes kanes de China eran sustituidos por los Ming, una dinastía nativa.
Yagatai y el janato de Turquestán
Tras la división del Imperio mongol a la muerte de Gengis (1227), el janato de Turquestán
fue gobernado por Yagatai (m. 1241), su segundo hijo, y posteriormente por su sucesor. Este
janato se extendía desde lo que hoy en día es la región autónoma china de Xinjiang hacia el
oeste, al sur del lago Baljash, hasta la zona suroriental del mar de Aral, y lindaba al sur con el
Tíbet y la región de Cachemira. Los territorios occidentales estaban habitados
mayoritariamente por musulmanes sedentarios, pero el resto de los pobladores eran
mongoles nómadas. Al ser una zona de comunicaciones estratégica dentro del Imperio
asiático mongol, se convirtió en foco de rivalidades políticas entre los descendientes de
Gengis, y mantenerla bajo control requirió la constante atención del gran jan Kublai.
En el siglo XIV la autoridad de los janes de Turquestán sobre sus súbditos musulmanes
disminuyó bruscamente. Después de 1370 la parte occidental del janato pasó a formar parte
del Imperio de Tamerlán, un líder mongol que al parecer no era descendiente de Gengis
aunque se empeñara en proclamarlo. El dominio del jan quedó así limitado a la región
oriental del janato original.
Hulagú y los iljanes de Irán
Antes de 1231 los ejércitos mongoles ya habían invadido Irán, Mesopotamia, Armenia y
Georgia. En 1258 fue tomada Bagdad, sede del califato Abasí. El janato iraní fue establecido
por Hulagú (1217-1265), nieto de Gengis y hermano de Mangú y Kublai. Hulagú gobernó los
territorios que hoy forman Irán, el este de Irak, el oeste de Afganistán y Turkmenistán. Los
iljanes de Irán aceptaron la fe islámica. Durante el reinado de Gazán Mahmud (g. 1295-1306),
que comenzó en 1295, la casa gobernante se independizó del gran jan. Se aprobaron nuevos
sistemas impositivos; las fuerzas armadas fueron reformadas y se reorganizaron las
comunicaciones. Se estimuló la cultura iraní, aunque introduciendo nuevos elementos
mongoles en los campos del arte y de la arquitectura. Junto con el idioma mongol se
utilizaban el turco, el persa (farsí) y el árabe. Sin embargo, la administración de los últimos
janes fue pobre y cuando murió el ilján Abu Sa'id sin un heredero varón en 1395, el janato se
dividió en pequeños estados regidos en su mayor parte por iraníes.
La Horda de Oro
Mientras que Ogodai y sus sucesores completaban la conquista de Asia oriental, los mongoles
a las órdenes de Batú Jan (m. 1255), nieto de Gengis Jan, se dirigían al oeste hacia Europa.
Batu Jan creó la Horda de Oro (en turco altun ordu, 'ejército de oro') Con este nombre se hace
referencia a un gran cuerpo de mongoles y turcos que durante el reinado de Batú Jan, invadió
Europa oriental, y al imperio que la Horda estableció a orillas del río Volga. El ejército
dirigido por Batú fue uno de los tres enviados a Rusia en 1235 por Ogodai, el sucesor de
Gengis.
En 1237 la Horda cruzó el río Ural saqueando la mayoría de las ciudades de la región de
Vladímir-Suzdal y tres años después hicieron lo propio con Kiev, y sus habitantes fueron
brutalmente asesinados.
Desde Rusia, la Horda pasó a Polonia, Silesia y Hungría. Lublin y Cracovia fueron devastadas
en 1240, y Breslau (hoy en día Woclaw) fue incendiada al año siguiente. En Liegnitz (actual
Legnica), en el campo conocido con el nombre de Wahlstatt, Batú derrotó a un ejército de
silesios, polacos y guerreros de la Orden Teutónica en abril de 1241.
Así, los ejércitos de Batú Jan habían alcanzado la costa del mar Adriático, preparados para la
invasión de Europa occidental. Desunida y mal preparada para resistir a la Horda de Oro. Sin
embargo, debido al fracaso en el cerco a la ciudad de Neustadt y a la noticia de la muerte del
gran jan Ogaday, en 1241 la Horda se dirigió al este. Europa se había salvado
milagrosamente.
Después Batu Jan se retiró con sus fuerzas a Rusia del sur con el fin de participar en la
elección de un sucesor. Entonces armó su tienda de seda espléndidamente bordada (a la que
debe su apelativo de Horda de Oro) a orillas del río Volga. Desde allí, convocó a los principes
rusos para que le rindieran homenaje. El asentamiento de Batu fue llamado Sir
Orda ("Campamento de Oro"). La influencia turca e islámica dentro del janato fue
aumentando, y la Horda floreció hasta que se produjo una gran mortandad causada por la
Peste Negra (1346-1347).
Los mongoles impusieron un sistema burocrático y formas de recaudación de impuestos que
mostraban la influencia de los métodos chinos. A finales del siglo XIV, los rusos parecían
estar preparados para derrotar a la Horda de Oro. La victoria del gran príncipe de Moscú
Dmitri Donskói (1350-1389) sobre los mongoles en 1380 marcó el fin del poder mongol, a
pesar de que durante un tiempo la balanza se inclinó a favor de los mongoles por la
intervención del conquistador Tamerlán. Sin embargo en 1395 éste inició la conquista de la
Horda de Oro, que a su muerte quedó dividida en cuatro janatos independientes: Astracán,
Kazán, Crimea y Siberia, eliminando así un gran obstáculo para el ascenso del principado
moscovita. En 1480, al negarse a seguir pagando tributos a la Horda, Iván III el Grande
(1462-1505), gran príncipe de Moscú, terminó con la dominación mongol de Rusia del sur en
1502.
Sociología del fenómeno mongol
El eminente historiador británico Arnold Joseph Toynbee (1889-1975) nos detalla con
justeza el efímero poder de los mongoles: «Los imperios establecidos por los conquistadores nómadas
han sufrido una decadencia rápida y una extinción prematura. El gran historiador magrebí Abendaldún
pensaba en los imperios nómadas cuando afirmaba que la duración media de los imperios no es más que de
tres generaciones o ciento veinte años. Una vez que se ha realizado la conquista, degenera el conquistador
nómada, porque se ha salido de su propio elemento y se ha hecho económicamente superfluo... El dominio de
los ávaros sobre los eslavos duró probablemente menos de cincuenta años y demostró la consistencia de los
eslavos y la debilidad de los ávaros. El imperio de los hunos occidentales no duró más que la vida de un solo
individuo, Atila. El imperio de los Il-Janes mongoles en Irán e Irak duró menos de ochenta años, y el imperio
de los Grandes Janes en China Meridional no duró más que ello» (A.J. Toynbee: Estudio de la
Historia. Compendio de los volúmenes I-IV, Emecé, Buenos Aires, 1967, págs. 185-186).
El Imperio mongol hizo mucho por unir Asia oriental y Asia occidental. Se creó un sistema
de correo a caballo que recorría las praderas y los desiertos de Asia central, comunicando la
capital del gran jan en China con los remotos rincones del Imperio. Las rutas comerciales de
Asia central se hicieron más seguras que nunca, por lo que aumentó notablemente el tráfico
de comerciantes y misioneros, y China empezó a ser conocida en Occidente a través de los
relatos de uno de estos viajeros, el comerciante veneciano Marco Polo. Aunque las
comunicaciones ayudaron a los mongoles a mantener su extenso y variado Imperio, el linaje
común también desempeñó un papel importante. El gran jan siempre era elegido por una
junta de nobles de todo el Imperio y, en general, los cuatro janatos compartían los botines de
cada uno.
No obstante, las buenas comunicaciones y los lazos de parentesco fueron insuficientes a la
hora de contrarrestar las fuerzas centrífugas que sacudían al Imperio. Pronto aparecieron
diferencias religiosas; los dirigentes mongoles de Asia occidental tendían a aceptar el Islam, al
tiempo que los de China se convirtieron al budismo o al lamaísmo. En la vida política, los
mongoles de China siguieron las enseñanzas sociopolíticas del confucionismo, insistiendo en
la universalidad de la autoridad de los gobernantes; los de Asia occidental se vieron
absorbidos por las convulsiones políticas y las guerras en Europa oriental y en Oriente
Próximo. China, Rusia e Irán disponían de su propio idioma, su propia cultura y su propio
sistema de gobierno y cada una trataba de influir sobre sus jefes supremos mongoles. Tal vez
lo más significativo fue que cada una de estas regiones era sede de una civilización agrícola
sedentaria. En cada una de ellas la imposición del dominio mongol parece haber llevado a un
restablecimiento de los regímenes burocráticos locales, más preocupados por los problemas
internos y, por ello, menos vulnerables a la dominación mongol.
VIAJEROS EUROPEOS EN EL IMPERIO MONGOL
La aventura, la curiosidad, la búsqueda del conocimiento, la redención y la piedad fueron
motores de numerosos europeos medievales para incursionar en el Oriente, cercano, medio y
lejano.
El viaje de Jacobo de Ancona
El hasta ahora desconocido Jacobo Ben Salomón de Ancona (1221-1281?), fue un mercader
judío italiano que realizó entre 1270 y 1273 un gigantesco itinerario desde su nativa Ancona
(Italia), pasando por Ragusa (Dubrovnik), Creta, Rodas, Damasco, Bagdad, Basora, Cormosa
(Ormuz, hoy Bandar Abbás, Irán), Cambay (Gujarat, India), Ceilán (Sri Lanka), Singapur,
hasta la impensable Zaitún (hoy Chuan-chow o Quangzhou, más conocida como Cantón), el
puerto más importante del Lejano Oriente en poder del mongol Kublai Jan, un soberano
budista muy tolerante con todas las creencias y mecenas de la literatura y las artes. Jacobo
hizo su trayecto de regreso volviendo sobre sus pasos hasta el Océano Indico pero
desviándose luego hacia el suroeste, cruzando por Adén, el Mar Rojo, El Cairo, Alejandría
hasta su Italia natal. Su epopeya es anterior a los viajes de Marco Polo (1271-1295), Oderico
da Pordenone (1314-1330) y de Ibn Battuta (1325-1349), quienes también llegaron hasta la
lejana Quanzhu (Chuan-chu) o Zaitún (en árabe significa olivo), llamada «La ciudad de la
luz»: «La rada de Zaitún es una de las mayores del mundo o —mejor dicho— la mayor. Allá vi cien
enormes juncos, aparte de incontables embarcaciones menores. Es una inmensa bahía que penetra en tierra
hasta confundirse con el gran río (Sikiang, "río del oeste", 2.100 km). En este lugar, como en toda
China, cada habitante dispone de un huerto en cuya mitad tiene la casa, lo mismo que, entre nosotros, sucede
en Siÿilmasa. Por eso sus ciudades son tan extensas. Los musulmanes habitan en una ciudad separada» (Ibn
Battuta: A través del Islam, Alianza, Madrid, 1988, págs. 725-726). La historia de Jacobo de
Ancona fue descubierta e investigada por el erudito judío británico David Selbourne y nos
permite acceder a detalles poco conocidos del mundo islámico y mongol del siglo XIII (cfr.
David Selbourne: The City of Light. Jacob d'Ancona, Little, Brown and Company,
Londres, 1997).
El viaje de Oderico da Pordenone
Un caso excepcional es el misionero franciscano Oderico da Pordenone (1265-1331), nativo
del Friul. Sus travesías por países musulmanes y el Oriente son tan fabulosos como reales.
Viajero incansable durante casi dieciséis años (1314-1330) y contemporáneo de Ibn Battuta,
con quien estuvo muy cerca de encontrarse, recorrió en su itinerario de ida desde Italia,
Turquía, Irán (Sultaniyya, Kashán, Yazd, Shiraz y Ormuz), India (Malabar), Sumatra, Java,
Borneo y China; volviendo a través del Tibet, el Jorasán y Armenia. Sus libro de viajes fue
plagiado en gran parte por un aventurero de dudoso origen llamado Sir John Mandeville o
Jean de Bourgogne (Saint Albans, 1300-Lieja, 1372) que escribió una crónica, aunque parece
que fue un impostor y nunca viajó al Oriente (cfr. Oderico da Pordenone: Relación de
Viaje, Introducción y notas de Nilda Guglielmi, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1987; The
Travels of Sir John Mandeville, Penguin, Londres, 1983).
El viaje de Marco Polo
Marco Polo nació en Venecia hacia 1254 y murió en la misma ciudad en 1324. Su padre y su
tío eran mercaderes venecianos y socios. En uno de los viajes que hicieron como mercaderes
(1260) fueron, por tierra, desde Bujará, en Uzbekistán, a China. Allí permanecieron durante
algunos años en Kaifeng, la capital oriental del emperador mongol Kublai Jan, y regresaron a
Venecia en 1269. Dos años después, llevando con ellos a Marco Polo, emprendieron su
segundo viaje a China. La ruta que siguieron los llevó en un viaje por tierra desde Acre
(Palestina) a Ormuz, en la entrada del golfo Pérsico. Desde allí, hacia el norte, a través de
Irán hasta el río Oxus (en la actualidad denominado Amu-Dariá), en Asia central. Después
ascendieron por el Oxus, cruzaron Pamir y llegaron a la región de Lob Nor, en la provincia
de Sinkiang (en la actualidad la región autónoma de Xinjiang Uigur), en China, y por último
cruzaron el desierto de Gobi y llegaron a la corte de Kublai Jan, por aquel entonces en la
ciudad de Shangdu (Shan-tung), China, en 1275. De esta forma, se convirtieron en los
primeros europeos que visitaron Pamir y el desierto de Gobi.
Marco Polo entró a formar parte del cuerpo diplomático de Kublai Jan, para quien llevó a
cabo misiones por todas partes del imperio, y además fue durante tres años gobernador de la
ciudad china de Yangzhou (Yangchow). Por su parte, su padre y su tío estuvieron al servicio
del emperador como consejeros militares. Permanecieron en China hasta el año 1292, cuando
partieron como escoltas de una princesa china en un viaje por mar hasta Irán. A este país
llegaron a través de Sumatra, el sur de la India, el océano Índico, y el golfo Pérsico (Ormuz).
Continuaron después por tierra pasando por Kermán, Yazd, Qom, Qazvín hasta Tabriz, en el
noroeste de Irán, y luego por la costa este del mar Negro hasta Constantinopla. Llegaron
finalmente a su ciudad, Venecia, en 1295.
En 1298 Marco Polo era capitán de una galera veneciana en la batalla que enfrentaba a las
flotas de Venecia y Génova, y fue apresado por los genoveses. Durante su encarcelamiento
en Génova dictó a un compañero, el amanuense Rustichello de Pisa, el relato de sus viajes.
En 1299 fue puesto en libertad y regresó a Venecia.
Su obra Los viajes de Marco Polo (publicada por primera vez en francés), es probablemente el
libro de viaje más famoso e influyente de toda la historia occidental. La riqueza de sus
intensas descripciones supuso para la Europa medieval la primera toma de contacto con la
realidad de China, además de las primeras noticias sobre otros países como Siam (Tailandia),
Japón, Java, Cochinchina (en la actualidad una parte de Vietnam), Ceilán (en la actualidad Sri
Lanka), Tibet, India y Birmania. Durante mucho tiempo, esta obra fue la única fuente de
información de Europa sobre la geografía y el modo de vida en el Lejano Oriente. Además,
sirvió de modelo para elaborar los primeros mapas fiables de Asia que se hicieron en Europa,
y despertó en Cristóbal Colón el interés por el Oriente, que culminó con el descubrimiento
de América en 1492, cuando pretendía llegar al Lejano Oriente que Marco Polo había
descrito, navegando rumbo oeste desde Europa. También sugirió la posibilidad de abrir una
ruta marítima completa al Lejano Oriente bordeando África, hecho que finalmente llevaría a
cabo entre 1497-1498 el navegante portugués Vasco da Gama.
RASHID AL-DIN, EL HISTORIADOR
DE LOS MONGOLES
Rashíd al-Din (1247-1318) nació en el seno de una familia de médicos judíos de Hamadán
(Irán) y se convirtió muy joven al Islam sunní. Fue ministro de los iljanes mongoles que
reinaron en Irán durante la segunda mitad del siglo XIII y médico personal de uno de ellos,
Ulÿaitú Jodabandah, que se convirtió al Islam shií al visitar el santuario de Alí Ibn ABi Talib
(P) en Naÿaf, y gobernó entre 1304 y 1316. También promovió la construcción de hospitales
e importantes edificios en Tabriz y Sultaniyya. Pero Rashíd al-Din sobresalió sobre todo por
su labor de historiador. Siguiendo las instrucciones de Mahmud Gazán (g. 1295-1304), el
primer jan mongol que adoptó el Islam, escribió una monumental «Historia universal» (Ÿami
at-tawarij) que sería traducida por K. Jahn comoHistoire universelle (E.J. Brill, Leiden,
1951). Su crónica parte desde Adán, aborda la historia de los profetas monoteístas —
Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad (BPD)—, de los reyes persas y de las dinastías
musulmanas —con sus correspondientes genealogías—, hasta la destrucción de Bagdad por
los mongoles en 1258.
En diversos capítulos examinó la historia de los árabes, los persas, los turcos, los indios, los
chinos e incluso los francos, sobre los cuales estaba muy bien informado. Igualmente,
investigó el judaísmo, el hinduismo y se encargó de redactar la primera historia de los
mongoles, conocida como la «Historia secreta de los mongoles» (Mongyol-un 'uca Tobca'an), que
hasta entonces se había transmitido en forma oral (cfr. Shagdaryn Bira: La Historia Secreta
de los Mongoles, en la revista "El Correo de la UNESCO", París, Septiembre 1989, págs.
36-39).
Su discípulo, el historiador y geógrafo Hamdullah Mustawfí al-Qazviní (1281-1350) escribió
la obra épica Safar Nameh ("Libro de viajes" en 1335, que continúa el Shah Nameh de
Firdusí.
EL SINDROME DE LA PESTE NEGRA
Se conoce como «Peste o muerte negra» a la epidemia de peste bubónica que devastó Europa
y amplias regiones del Asia y Africa del Norte a mediados del siglo XIV cobrándose las vidas
de cien millones de personas entre 1346 y 1350, considerada la mayor catástrofe que registra
la historia de la humanidad.
El eminente historiador norteamericano William H. McNeill, catedrático de la Universidad de
Chicago ha realizado exhaustivas investigaciones sobre el particular y señala que fueron los
invasores mongoles los encargados de transportar la terrible plaga desde el Lejano Oriente a
través del Asia central hasta el continente europeo: «En la segunda mitad del siglo XIII, jinetes
mongoles penetraron en Yunnan y Birmania (a partir de 1252-1253) y entraron así en las regiones donde los
roedores salvajes desempeñan hoy el papel de huéspedes crónicos del bacilo de la peste y donde una infección
similar existía probablemente desde muchos siglos antes de la llegada de los mongoles... Una hipótesis es, por
tanto, que poco después de 1253, cuando los ejércitos mongoles volvieron de sus incursiones por Yunnan y
Birmania, la pasteurella pestis invadió las comunidades de roedores salvajes de Mongolia y se hizo endémica
allí... Sólo en 1353-1354... la epidemia causó estragos en ocho lugares diferentes y distantes entre sí de
China, y los cronistas dicen que murieron " dos tercios de la población"...debe suponerse, creo, que la peste que
estalló de forma letal en Europa en 1346 se había manifestado en China no antes de 1331...Un escritor
musulmán, Abu Hafs Umar Ibn al-Wardi, que sobrevivió al ataque inicial de la peste en Alepo (pero
luego murió víctima de la misma en 1349), señaló que la enfermedad procedía del "País de la
Oscuridad" y se difundió por el norte de Asia antes de invadir el mundo civilizado, comenzando por China y
siguiendo por la India y el reino del Islam"...Lo que probablemente pasó entre 1331 y 1346 fue, pues, que la
peste pasó de un caravasar a otro, a través de Asia y Europa oriental...La enfermedad estalló en 1346 entre
los ejércitos de un príncipe mongol que asediaba la ciudad comercial de Caffa, en Crimea (la antigua
Theodosia o Feodosiya, por entonces colonia genovesa que sería capturada por los otomanos
1475 y cedida a los rusos en 1774). Esto le obligó a retirarse, pero no antes de que la infección penetrara
en la misma Caffa, de donde pasó por barco al Mediterráneo y de allí a Europa occidental y
septentrional» (W. McNeill: Plagas y Pueblos, Siglo XXI, Madrid, 1984, págs. 157-165
Los médicos hispanomusulmanes
El síndrome de la peste negra dio la oportunidad a los médicos hispanomusulmanes para
emanciparse del prejuicio de ciertos teólogos y jurisperitos con escasos conocimientos
científicos, que consideraban la peste como un castigo divino, y para determinar que se
trataba de una plaga que se desarrollaba rápidamente por el contagio.
El profesor Angel Blanco Rebollo del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad
de Barcelona explica los pormenores del síndrome que conmocionó al mundo
bajomedieval: «La ciencia médica medieval, sorprendida ante una enfermedad que no se parecía en nada a
cuanto conocía hasta entonces, buscó explicaciones de toda índole. Entre éstas, halló gran eco la que achacaba
el mal a una alteración del aire, que se debía a una conjunción de los planetas. Así, el médico Guy de
Chauliac (1300-1368) llegó a afirmar que la coincidencia de Saturno, Marte y Júpiter el 24 de marzo de
1345 había sido el factor principal para desencadenar la gran epidemia... Como cabe suponer, la época fue
tetsigo de una notoria proliferación de tratados y remedios para combatir la peste. Entre ellos, debido a su
carácter riguroso, merecen destacarse las obras de tres médicos hispanomusulmanes que describieron con todo
lujo de detalles la epidemia de 1348 y los posibles remedios a seguir: "Descripción de la peste y medios para
evitarla en lo sucesivo", de Ibn Játima, que por las respuestas que ofrece sobre la génesis, desarrollo y
tratamiento de la enfermedad quizá puede considerarse como la obra más completa y acertada de su tiempo;
"Información exacta acerca de la epidemia", de Al Saquri, de la cual se conserva un excelente resumen en El
Escorial que lleva por título "El buen consejo"; y por último "El libro que satisface al que pregunta sobre la
terrible enfermedad", de Ibn al-Jatib, tratado que versa acerca de la idea del contagio» (A. Blanco: La peste
negra, Anaya, Madrid, 1990, pág. 36).
Efectivamente, el célebre estadista, historiador y médico Lisanuddín Ibn al-Jatib de Granada
(1313-1375) describe en su famoso tratado de higiene algunas de las causas del contagio: «La
existencia del contagio está determinada por la experiencia, el estudio y la evidencia de los
sentidos, por la prueba fidedigna de propagación por medio de los vestidos, vasos,
pendientes; se transmite por las personas de una casa determinada, por la contaminación
producida en las aguas de un puerto a la llegada de personas procedentes de países
infectados... por la inmunidad en que se hallan los individuos aislados y... las tribus nomadas
beduínas de Africa.Debe sentarse el principio de que cualquier prueba originada por la
tradición debe ser modificada cuando está en contradicción manifiesta con la evidencia
percibida por los sentidos» (Ibn al-Jatib: Kitab al-Wusul li-hifz al-sihha fi-l-fusul "Libro del
cuidado de la salud durante las estaciones del año", trad. Castellan de María Concepción
Vázquez de Benito, edic. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1984). Esta aguda
observación de Ibn al-Jatib constituía una afirmación sensata y clarividente del Islam
revolucionario en tiempos de intransigencia ortodoxa.
El médico andalusí Abu Ÿafar Muhammad Alí Ibn Játima (1323-1369?), amigo y
corresponsal de Ibn al-Jatib, escribió un libro sobre la epidemia de peste bubónica que asoló
la provincia de Almería entre los años 1348-1349. Este tratado es infinitamente superior a las
numerosas obras sobre epidemias publicadas en Europa entre los siglos XIV y XVI. Dice Ibn
Játima: «El resultado de mi larga experiencia es que si una persona se pone en contacto con un paciente
inmediatamente se ve atacada por la epidemia y experimenta los mismos síntomas. Si el primer paciente
expectora sangre, el segundo le sucede igual... Si al primero se le presentan bubas, el segundo aparece con ellas
en los mismos sitios. Si el primero tiene una úlcera, al segundo se le presenta también; y este segundo paciente
a su vez transmite la enfermedad». Dice el profesor Blanco que Ibn Játima «recomendaba asimismo no
tocar la ropa ni los objetos cotidianos del paciente, ya que podrían estar apestados, recomendación que se veía
fuertemente acreditada por su experiencia en el zoco almeriense, y en especial el barrio de compraventa de ropa
usada, donde la mortalidad fue muy superior a la que soportaron otros lugares de la ciudad. Con esta
observación, el médico musulmán se adelantaba en muchos años a las modernas teorías sobre el contagio de las
enfermedades infecciosas» (A. Blanco: La peste negra, O.cit., págs. 30-31).
Para preciar la capacidad de estos facultativos musulmanes hay que tener presente que la
doctrina de las enfermedades infecciosas no fue tratada por los antiguos médicos griegos y
romanos y pasó casi desapercibida para la mayoría de los escritores de medicina medieval.
El investigador Blanco coincide con William McNeill y nos confirma los orígenes de la plaga
y otros detalles significativos: «Hoy sabemos que la peste, enfermedad infecciosa que afecta al hombre y a
los roedores, se transmite de roedor en roedor y de éstos al hombre por medio de la pulga. La rata negra,
portadora de la enfermedad, llegó a Europa en el siglo XIV y desplazó a la rata común europea, que no la
padecía. Así comenzó la tragedia... Hoy está comúnmente aceptado que la epidemia siguió el curso de las
caravanas que recorrían el Asia central en dirección al Mar Negro. El origen podríamos localizarlo en el
sureste de China, en la región de Yunnan, de donde los mongoles la importaron en 1253. Aproximadamente
entre 1338-39 hizo su aparición en las proximidades del lago Issik-kul, en Rusia. A partir de aquí, y
acompañando probablemente el desplazamiento de los ejércitos, la peste comenzó a moverse con gran rapidez.
Entre 1346 y 47 estaba ya en Crimea, entrando en contacto con los circuitos económicos controlados por los
genoveses e irrumpiendo bruscamente en la región mediterránea» (A. Blanco: La peste negra. O. Cit.,
págs. 87 y 81).
El flagelo de las vicisitudes que produjo la Peste Negra caló hondo en la cultura europea. El
humanista italiano Giovanni Boccaccio (1313-1375) —vivió exactamente el mismo espacio
de tiempo que Ibn al-Jatib— describe los efectos de la peste en Florencia en el principio de
su obra máxima, el «Decamerón» (1353) y afirma que solamente en Florencia la epidemia
causó cien mil muertos. Asimismo, los pintores flamencos Hieronymus Bosch «El Bosco»
(1450-1516), Pieter Brueghel «El Viejo» (1528-1569) y su hijo, Pieter Brueghel «El Joven»
(1564-1638), plasmaron con incomparable maestría una patética serie de pinturas que
describen con gran realismo y objetividad las convulsiones sociales de la Baja Edad Media
durante la época de la peste: como la relajación de costumbres, la hipocresía del clero, la
superstición y la ignorancia de los laicos, los crímenes y los excesos de los poderosos, etc.
Sería recién a fines del siglo XIX cuando el misterio de lo que causa la peste bubónica (del
griego bubón: bulto, tumor, que se produce en las zonas ganglionares del cuerpo) sería
desvelado: simultáneamente, el microbiólogo suizo Alexandre-Emile Yersin (1863-1943) y el
bacteriólogo japonés Shibasaburu Kitisato (1852-1931) descubrirían el bacilo que la produce,
—llamadoPasteurella pestis— durante un brote epidémico en Hong Kong en 1894.
TAMERLAN TIMUR
Tamerlán (1336-1405) fue un conquistador mongol turcomano, que creó un imperio que se
extendía desde la India hasta el mar Mediterráneo. Se le llamaba Tamerlán, versión europea
de Timur Lang o Lenk (Timur el Cojo), porque padecía una discapacidad en el lado izquierdo
de su cuerpo. Tamerlán nació el 10 de abril de 1336, en el seno de una tribu mongola
establecida en Kesh (Transoxiana), actualmente Shakhrisyabz (Uzbekistán), y se hizo famoso
al servicio del jan Cagatai Tughuq. Entre 1364 y 1370 logró el control de Transoxiana,
aplastando a antiguos superiores y aliados, y en el último año declaró la restauración del
imperio de Gengis Jan, de quien decía ser descendiente. Sometió a los janatos vecinos y antes
de 1394 ya había conquistado Irán, Mesopotamia, Armenia y Georgia, e invadió repetidas
veces Rusia y Lituania. Desde 1389 hasta 1395, combatió y debilitó al janato de la Horda de
Oro; a su regreso exterminó a los elementos rebeldes de Irán. En 1398, Tamerlán invadió la
India, donde tomó la ciudad de Delhi y asesinó a sus habitantes. En 1401 arrebató Siria a los
mamelucos, arrasando Damasco, y mató brutalmente a los habitantes de Bagdad como lo
había hecho Hulagú 243 años antes. Al año siguiente derrotó al sultán otomano Bayaceto I.
Tamerlán murió el 18 de febrero de 1405, cerca de Shymkent (hoy en día en Kazajstán),
cuando encabezaba una expedición contra China, y fue enterrado en Samarcanda, su capital.
Su mausoleo, el Gur-i Mir, es uno de los grandes monumentos arquitectónicos de
Samarcanda.
Aunque fue muy célebre por su crueldad en combate y por las numerosas atrocidades
cometidas por sus ejércitos, Tamerlán también fue un gran amante de las letras y las artes. El
famosos historiador y sociólogo musulmán Ibn Jaldún (1332-1406), residente en Damasco
(1399-1341), durante el asedio de esta ciudad por los invasores mongoles (enero y febrero de
1401), salvó la vida en parte gracias a la admiración que Tamerlán tenía por los sabios, y en
parte por un ardid con el cual engañó al implacable conquistador (cfr. David Nicolle: The
Age of Tamerlane, Osprey, Londres, 1990). Su dinastía, la Timurí, que gobernó Transoxiana
e Irán hasta principios del siglo XVI, fue famosa por su mecenazgo de la literatura islámica
turca y persa. Uno de sus descendientes, Zahiruddn Babur, fundó la dinastía musulmana
Mogol (mughal en persa) de la India en 1526.
Un carácter despiadado
Arnold J. Toynbee nos da una sobrecogedora síntesis de la personalidad criminal de
Tamerlán como nadie lo ha hecho nunca: «El autoembotamiento de Tamerlán es un ejemplo supremo
de la tendencia suicida del militarismo... Puede reflexionarse con curiosidad en que si Tamerlán no hubiera
vuelto sus espaldas a Eurasia y sus armas contra Irán en 1381, las relaciones entre Trasoxiana y Rusia
podrían haber sido lo opuesto de lo que son actualmente. En tales circunstancias hipotéticas, la Rusia de hoy
se podría haber encontrado incluída en un imperio de la misma extensión que el área de la actual Unión
Soviética, pero con un centro de gravedad muy diferente: un Imperio Iránico en el que Samarcanda gobernaría
a Moscú en lugar de que Moscú gobernara a Samarcanda... Para la gran mayoría de aquellos para quienes
significa algo el nombre de Tamerlán o Timur Lenk, éste conmemora a un militarista que perpetró tantos
horrores en el lapso de veinticuatro años como lo hicieron los últimos cinco reyes asirios en ciento veinte.
Pensamos en el monstruo que destruyó totalmente a Isfaraín en 1381; convirtió a 2.000 prisioneros en un
túmulo humano y después los muró y cubrió con ladrillos en Sabzevar (Jorasán, Irán) en 1383; transformó
5.000 cabezas humanas en minaretes en Zirih el mismo año, arrojó al precipicio a sus prisioneros Luríes en
1386; aniquiló a 70.000 personas y amontonó sus cabezas en forma de minaretes en Isfahán en 1387;
aniquiló a 100.000 prisioneros en Delhi en 1398; enterró vivos a 4.000 soldados cristianos de la guarnición
de Sivas después de su capitulación en 1400; y construyó veinte torres de cráneos en Siria, en 1400 y
1401» (A: Toynbee: Estudio de la Historia. O. Cit., págs. 353-354).
Sin embargo, a pesar de todo, una nueva civilización islámica, la Timúrida, estaba naciendo.
Esta sería dirigida por polígrafos, místicos y científicos como Ulug Beg (1394-1449), nieto de
Tamerlán, que desde Samarcanda irradiarían el saber y la cultura del Islam hacia los cuatro
puntos cardinales.
R.H. Shamsuddín Elía
Profesor del Instituto Argentino
de Cultura Islámica
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