Cauca: autonomía y soberanía - Corporación Viva la Ciudadanía

Anuncio
Este artículo es una publicación de la Corporación Viva la Ciudadanía
Opiniones sobre este artículo escribanos a:
semanariovirtual@viva.org.co
www.viva.org.co
Cauca: autonomía y soberanía (I)
Fernando Dorado
Activista social
Con ocasión de la aprobación de los “decretos autonómicos”…
“La lucha de los pueblos originarios por autonomía es justa y válida, pero…”
En el departamento del Cauca existe hoy un fuerte debate al interior de la
sociedad y de los movimientos sociales en torno a la inminente expedición de
los denominados “decretos autonómicos” que establecen los “Sistemas Propios
de los Pueblos Indígenas”. La aprobación de esas normas que otorgarían
autonomía política y administrativa a las comunidades indígenas en sus
territorios ancestrales será la concreción del llamado “acuerdo del chirrincho 1”
firmado por el gobierno en agosto del año pasado (2013) dentro del marco del
Paro Agrario en el Resguardo Indígena de La María-Piendamó
(http://bit.ly/1pMxc7I).
¿Cuál es la razón de ese fuerte debate? ¿Tienen razón aquellos que plantean
que la aprobación de esos decretos en vez de resolver los conflictos interétnicos y culturales en el departamento del Cauca los va a acrecentar?
Además, ¿es cierto que esa normatividad pone en grave peligro el desarrollo y
la inversión en el departamento del Cauca y que atenta contra la propiedad
privada de empresarios, campesinos medios y pobres? Otros, plantean que los
indígenas, apoyándose en el contenido de esos decretos, tendrían abierto el
camino para apoderarse de extensos territorios que ellos consideran
“ancestrales”.
Por otro lado, diversos sectores del movimiento indígena como el Cabildo del
Pueblo Misak (guambiano), las Autoridades Tradicionales Indígenas de
Colombia-Gobierno Mayor y la Organización Regional Indígena del Valle del
Cauca ORIVAC, se han pronunciado en forma crítica y en franca oposición a
los “decretos autonómicos” con el argumento central que el contenido de esas
normas no ha sido consultado con el conjunto del movimiento indígena y que lo
que en verdad se establece es un concepto de autonomía subordinada que no
se corresponde con los verdaderos intereses de los pueblos indígenas.
Algunas definiciones
1
Chirrincho o chirrinchi: licor alcohólico fabricado en alambiques clandestinos de tipo artesanal
con base en “guarapo” de caña de azúcar.
¿Qué son los “decretos autonómicos” que regulan los Sistemas Propios de los
Pueblos Indígenas?
Son una serie de decretos en preparación que – según el ministro del Interior
Juan Fernando Cristo – están casi listos para la aprobación presidencial.
Conceden autonomía política y administrativa a los pueblos indígenas en
Colombia en territorios ancestrales, algunos ya legalizados y otros en proceso
de legalización, y les conceden facultades para implementar sistemas “propios”
en salud y educación.
¿Qué figura jurídica ha utilizado el gobierno para aprobar esa normatividad?
Las autonomías territoriales son categorías jurídicas que deben ser
contempladas por una Ley Estatutaria de Ordenamiento Territorial. El Estado
colombiano está facultado desde la Constitución de 1991 (artículo 329 2) para
legislar en esa materia que por su importancia debe ser decidida por una
norma que tiene a la vez carácter constitucional y legal. Dada la trascendencia
del tema, las clases dominantes colombianas no han aprobado esa norma
porque saben que podría convertirse en una traba para sus planes de
intervención territorial que realizan de hecho (sin normas), usando la fuerza de
la violencia y el impacto de los grandes mega-proyectos e inversiones
capitalistas en exploración minero-energética, agrocombustibles, biodiversidad,
turismo, etc. También utilizan con ese objetivo otras normas legales menores
sobre tierras y territorio, así como toda clase de trapisondas y engaños para
garantizar condiciones óptimas de inversión al gran capital transnacional como
lo que se observa con los procesos de adjudicación de baldíos en la Orinoquía
colombiana.
En este último sentido el gobierno usa una forma temporal de legislación
diciendo que “se crea un régimen especial entre tanto se expide la ley de que
trata el artículo 329 de la Constitución Política” 3. Este esguince a la ley que se
hace con el fin de poner en funcionamiento los Territorios Indígenas respecto
de la administración de los sistemas propios de los pueblos indígenas”
seguramente va a ser cuestionado jurídicamente por expertos y especialistas
en la materia. Esta forma de aprobar los decretos genera ya una enorme
sospecha y muy seguramente ese acto administrativo será demandado ante el
Consejo de Estado por diversos actores sociales y políticos.
Algunos referentes conceptuales para tener en cuenta
El concepto de autonomía es la facultad o poder de un pueblo, sociedad o
comunidad de constituir una entidad territorial (integrada a otra superior) para
gobernarse de acuerdo con sus propias leyes y organismos. El territorio
autónomo es un territorio con capacidades especiales de autogobierno con un
2
Artículo 329º.- La conformación de las entidades territoriales indígenas se hará con sujeción a
lo dispuesto en la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, y su delimitación se hará por el
Gobierno Nacional, con participación de los representantes de las comunidades indígenas,
previo concepto de la Comisión de Ordenamiento Territorial.
3
Borrador de Decreto “Por el cual se crea un régimen especial entre tanto se expide la ley de
que trata el artículo 329 de la Constitución Política, con el fin de poner en funcionamiento los
Territorios Indígenas respecto de la administración de los sistemas propios de los pueblos
indígenas.”
relativo margen de independencia frente al gobierno central y con
competencias específicas propias.
La verdadera autonomía territorial, económica, política, administrativa y cultural
es imposible de conseguir o construir en el marco del capitalismo del siglo XXI.
Ni siquiera las naciones desarrolladas tienen autonomía frente a los poderes
fácticos del capital que hoy dominan el mundo en donde la gran burguesía
financiera ha logrado poner a su disposición y servicio todas las instancias de
los Estados “nacionales” y de los supra-Estados que viene creando (ONU,
OTAN, OMC, BM, FMI, BRICS, etc.).
El imperio global se opone a la autonomía de los pueblos y a la
autodeterminación de las naciones cuando al frente de esos procesos políticos
se colocan expresiones políticas de clases sociales que ponen en peligro sus
intereses estratégicos. Así mismo, en esos casos – para enfrentar fuerzas
nacionalistas y rebeldes que se resisten a su control y dominación – , impulsan
y utilizan falsas autonomías en cabeza de elites tribales o sectores burgueses
reaccionarios, para desarrollar estrategias separatistas y poner a su servicio
procesos autonómicos manipulados para romper y debilitar las luchas antiimperialistas.
Lo sucedido en África, lo ocurrido en Kosovo (parte de antigua Yugoeslavia), lo
que han usado en Irak y Afganistán, los hechos recientes de Libia y Siria, y los
intentos que hacen en América Latina, estimulando el espíritu segregacionista
en la población de Estados y Provincias como Táchira y Zulia en Venezuela,
Guayaquil en Ecuador y Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, son ejemplos de
cómo el imperio utiliza sentimientos nacionalistas estrechos en favor de sus
intereses.
En el caso de los pueblos indígenas de América Latina existen evidencias de
cómo el gobierno de los EE.UU. ha venido alimentando – teórica, política y
organizativamente – la constitución de naciones indias (aymará-quechua y
otras en proyección) y otros procesos “autonómicos”, para estimular la división
al interior de naciones como Ecuador y Bolivia, en donde precisamente, la
alianza entre pueblos indígenas, mestizos, afros, entre sectores populares
campesinos rurales y urbanos citadinos, logró colocar en los gobiernos a
fuerzas políticas que han enfrentado de diversas formas el poder imperial.
En esa labor cuentan con agencias políticas y económicas como USAID
(United States Agency for International Development), que mediante diversas
formas y presentaciones institucionales, acuerdos, convenios y proyectos,
exploran todos los campos de la actividad social de los pueblos para diseñar
planes y acciones subversivas contra los gobiernos democráticos que
actualmente se les han salido de su redil, como Cuba, Nicaragua, Venezuela,
Ecuador y Bolivia.
Intereses territoriales y económicos en el Cauca
A lo que más le teme la burguesía transnacionalizada del Norte del Cauca y
Valle del Cauca encabezada por Luis Carlos Sarmiento Angulo, Carlos Ardila
Lulle y ASOCAÑA, es a la unión de indios, campesinos mestizos y afros, y los
trabajadores “corteros” de la caña de azúcar. Este temor profundo y paralizante
se observó en octubre de 2008 cuando confluyó la Minga de Resistencia Social
y Comunitaria y el paro de los corteros de caña que se había iniciado el 15 de
septiembre de ese año.
Lo que está en juego es, por un lado, el monopolio sobre la propiedad de las
mejores tierras del país ubicadas en el Valle Geográfico del Río Cauca hoy en
manos de unas cuantas familias poderosas de ese departamento herederas de
terratenientes esclavistas, y por el otro, la continuidad de un proyecto
capitalista que se inició en los años 40s del siglo XX sobre la base de
expropiación violenta y mediante engaños de las comunidades negras que se
habían apropiado del territorio antes y después de haberse declarado la
libertad de los esclavos en el siglo XIX, y construyeron a lo largo de décadas
una fuerte, rica y sorprendente economía campesina libre (una de las pocas
que ha existido en América Latina).
Pero también está en juego la ofensiva del gran capital transnacional en toda la
región caucana que está detrás del oro que quedó de la explotación española.
Éste oro por su condición de dispersión – se encuentra diseminado – requiere
la aplicación de técnicas de minería a cielo abierto, lo que obliga al desalojo,
desplazamiento y despojo de las tierras que están en manos de campesinos
pobres y el control sobre las fuentes de agua de la región. Pero también están
los intereses capitalistas detrás del carbón, la exploración de petróleo en el
Valle del Patía, la construcción de una represa e hidroeléctrica en esa misma
región y el desarrollo de una economía de enclave alrededor de los
agrocombustibles.
Es evidente que la oligarquía colombiana y vallecaucana está interesada en
una guerra inter-étnica y cultural en el Cauca. Es claro que detrás de los
decretos autonómicos – así hayan sido luchados y concertados en justa gesta
por el movimiento indígena – existe una estrategia que va más allá de los
compromisos adquiridos por el gobierno con la dirigencia indígena. Es
indudable que la expedición de los “decretos autonómicos” está generando un
clima de intemperancia entre la población campesina y mestiza, alentados por
sectores racistas herederos de la aristocracia terrateniente caucana (que odian
a los indios), por políticos de la cuerda de Uribe como Paloma Valencia y de
algunos dirigentes campesinos que cuestionan – con razón – el
comportamiento de la dirigencia indígena en cabeza del CRIC, que ha
estimulado en muchas zonas del departamento del Cauca a comunidades
indígenas para que se apropien de fincas y predios que están en manos de
campesinos y medianos empresarios del campo.
Es importante anotar que en el departamento del Cauca no existen territorios
indígenas “puros”, en todas partes hay un entrelazamiento complejo de
comunidades originarias de diferentes etnias, mestizas, afros y blancas, en
permanente transformación-tensión. Las guerras de colonización (que no han
terminado) han generado múltiples y complejas situaciones que requieren
tratamiento local y concreto.
El comportamiento de la dirigencia indígena del Cauca
Decíamos en anterior artículo (http://bit.ly/1pMxc7I) que la mayoría de los
actuales dirigentes de los pueblos indígenas del Cauca se han constituido en
una fuerte burocracia que representa en lo fundamental – no los intereses de
los pueblos indígenas en general ni mucho menos los intereses de las
mayorías dentro de esas comunidades que son campesinos indígenas pobres
– sino los intereses de una clase de indígenas acomodados, que se
apoderaron de la dirección de sus organizaciones sociales y políticas a partir
de la década de los años 90s del siglo pasado (XX).
Esta situación es la que determina que al interior del movimiento indígena del
Cauca se presenten hechos que muchos solidarios y analistas no perciben, y
es que el grueso de esa dirigencia utilice conscientemente la lucha por cambios
estructurales en Colombia – programa diseñado por algunos dirigentes y
sectores de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca ACIN
denominado “Agenda de los 5 puntos” – como cobertura para negociar con el
Estado aspectos claves para la supervivencia de ese proyecto burocrático,
dentro de los cuales los “decretos autonómicos” son parte fundamental de sus
aspiraciones.
Para hacerlo se han valido de una serie de conceptos y categorías políticas
como el “derecho mayor”, “gobierno y economía propia”, “jurisdicción indígena
ancestral u originaria”, que fueron elaborados por el movimiento indígena con la
colaboración de solidarios y antropólogos en los años 80s, y que ahora son
alimentados por una serie de teorías autonómicas relacionadas con la crítica a
la “colonialidad del Poder”, que parten de suponer que existe una única
cosmovisión indígena originaria que coincide con muchos de los postulados de
una teoría anti y post-capitalista que colocaría a los pueblos indígenas a la
cabeza de la lucha anti-sistémica.
Hoy al interior de esas cúpulas de la dirigencia indígena y de diversos centros
universitarios hacen carrera ideas muy sofisticadas sobre la posibilidad de
derrotar al sistema capitalista desde escenarios autonómicos, donde se rompa
con la lógica del gran capital con base en una economía agro-ecológica, que
rechace la técnica y los avances científicos modernos, y se propulsa por una
especie de economía del “buen salvaje” que sería la salvación para la
humanidad y una forma de resolver la crisis climática creada por el desaforado
crecimiento de las fuerzas productivas y el modelo de la química del petróleo.
Desnudando algunos mitos
Es indudable que en América Latina sobreviven y están en pleno desarrollo una
serie de pueblos indígenas originarios de las comunidades ancestrales que
existían antes de la llegada de los españoles. Dichas comunidades no sólo
defienden su identidad sino que la están desarrollando y para ello luchan por
autonomía territorial y política para lo cual deben combinar tres elementos
básicos: Reconocimiento constitucional del derecho a la autodeterminación, las
luchas y movimientos de resistencia, y los procesos de reconstitución integral
de los pueblos.
Sin embargo, a pesar de esa realidad y de la fuerza organizativa que
demuestran dichos pueblos, se vienen presentando una serie de
transformaciones al interior de esos mismas comunidades, serias
diferenciaciones de clase se acumulan por efecto del impacto del capitalismo
que penetra por todos los poros de esas sociedades, y cúpulas de dirigentes
que representan intereses de familias y castas acomodadas, utilizan una serie
de mitos para justificar una serie de prácticas que no corresponden al interés
general de esos pueblos y mucho menos a los de las mayorías pobres de esas
comunidades.
El mito del “derecho mayor” fue creado con base en la creencia de que existen
unos pueblos originarios que siempre han poblado determinados territorios y
merecen un derecho especial por ser los poseedores milenarios de esas
tierras. Dicha teoría olvida que incluso antes de la llegada de los españoles se
presentaron innumerables, fuertes y agudos choques y desplazamientos de la
población aborigen, fruto de confrontaciones entre imperios pre-colombinos y
pueblos autónomos e independientes, o entre estos entre sí.
Así mismo, la teoría de ese “derecho mayor”, olvida que la gran mayoría del
pueblo nasa (también conocido como “paeces”) habitaban en la vertiente
oriental de la cordillera central, en el Valle del Río Páez en el departamento del
Huila, y que por efecto de la guerra de conquista española se vieron obligados
a remontar las montañas y ubicarse paulatinamente en los territorios que hoy
ocupan en el departamento del Cauca. Sólo dos siglos después, en 1700,
dichos pueblos encabezados por los Caciques Juan Tama de la Estrella y
Manuel de Quilos y Ciclos, consiguieron el título colonial de los 5 pueblos que
de alguna manera legitimó este proceso de desplazamiento y ocupación
territorial.
El mito del “derecho mayor” puede ser utilizado entonces contra otras
poblaciones que en el proceso de poblamiento fueron “traídos” por los
españoles o los criollos, como es el caso de las comunidades yanaconas,
desplazadas desde territorios peruanos y ecuatorianos, o los esclavos negros
secuestrados desde África. Igualmente pueden desconocerse derechos de
campesinos colonos u otras poblaciones que han ocupado y “poseído” durante
mucho tiempo terrenos “baldíos” que hacían parte de territorios “ancestrales”.
El otro mito está relacionado con la jurisdicción indígena, la “justicia propia”,
que se dice tiene su origen en “los usos y costumbres”. Pues bien, tanto los
cabildos indígenas como los procedimientos judiciales y sanciones o
“remedios” que se afirman son “propios” de los pueblos indígenas, realmente
son herencias – bastante distorsionadas – de instituciones europeas de
carácter feudal como el cepo, el fuete y el exilio, que fueron traídas por los
españoles. La “justicia comunitaria” ancestral es una construcción teórica que
no tiene asiento real en los pueblos originarios y que podría haber existido –
caso de los pueblos iroqueses en los EE.UU. – pero que no es una generalidad
entre los pueblos indios de América.
En cuanto a la utilización de “lo propio” para asegurar que existe una
“economía propia”, o una “salud propia”, o una “educación propia”, es bastante
discutible. Es indudable que existen vestigios vivos de las herencias culturales
de los pueblos originarios ancestrales que existían antes de la conquista e
invasión española, pero no se puede hablar de sistemas de salud propios
cuando los mismos médicos tradicionales indígenas son conscientes de sus
limitaciones frente a la incidencia de enfermedades traídas de Europa. Mucho
menos se puede hablar de “salud propia” cuando hoy las mismas empresas
ARS indígenas (AIC y otras) aplican todos los criterios impuestos por la Ley
100, el régimen neoliberal y la medicina alopática occidental dentro de sus
resguardos. Igual en la educación, el uso de la lengua nativa no es un indicador
que sirva para determinar si existe un sistema de educación propia indígena,
cuando vemos que la gran mayoría de educadores indígenas han sido
formados en las Universidades oficiales y privadas con concepciones
occidentales, y se observa que el camino de la universidad indígena está
dando sus primeros pasos.
“Lo propio” en realidad, es el resultado del mestizaje cultural que se ha
producido a lo largo de 522 años de conquista, invasión y dominación europea
y después, criolla, sobre los pueblos indígenas. Ni siquiera la “minga” es una
institución indígena “propia” ya que entre las poblaciones españolas también
existía “El Común”, como una forma de propiedad y de trabajo colectivo, y lo
que se ha dado es un desarrollo desigual y complejo que está por ser
consolidado y mejorado.
Pero lo más importante es que lo “propio” podría entenderse como una
negativa a aprender de lo mejor de otros adelantos e inventos de diversos
pueblos del mundo, confundiendo lo esencial de la identidad de cada pueblo
con aspectos técnicos que son secundarios. Lo que se quiere decir es que la
cultura que legitima “lo propio” está en permanente construcción, tiene unas
raíces originarias que es importante preservar y reivindicar pero sin caer en la
idealización interesada que tiende a convertirse en otro tipo de racismo étnico.
Es así como hoy – en pleno siglo XXI – acudiendo a las particularidades de la
jurisdicción especial indígena se niegan derechos laborales a trabajadores
contratados por los Cabildos Indígenas, se crea el “delito del desamor” para
reprimir y castigar a las mujeres Misak que se atreven a liberar del dominio
machista del marido guambiano, o se defienden prácticas aberrantes que
violan la dignidad de niños y mujeres indígenas relacionadas con la represión
de la sexualidad.
Pero lo que se empieza a observar con alarma es que esa justicia indígena
empieza a ser utilizada por la cúpula burocrática de la dirigencia nativa para
reprimir las expresiones de rebeldía que desde hace varias décadas se
manifiestan entre los campesinos indios pobres, algunos sin tierra o con
mínimas parcelas, o los jóvenes que empiezan a cuestionar ciertas conductas
anti-democráticas que han hecho carrera en las sociedades indias del Cauca.
En la práctica, una cúpula burocrática que representa los intereses de las
familias más acomodadas de los pueblos indios utiliza una justicia –
supuestamente originada en los usos y costumbres – para detentar un poder
parcial (realmente subordinado y al servicio del neoliberalismo) para tratar de
resolver a favor de esas élites indígenas las contradicciones que se han ido
acumulando dentro de esas sociedades.
Conclusión de la primera parte
La dirigencia del movimiento indígena del Cauca ha demostrado que está
interesada en luchar por una autonomía parcial y funcional al modelo neoliberal
imperante pero no está dispuesta a luchar – seria y consecuentemente – por
soberanía política al lado del pueblo colombiano. La lucha sectorial se ha
impuesto sobre la lucha estructural; los intereses de las familias acomodadas
indígenas les imponen forzar a los indios pobres a migrar hacia nuevos
territorios sin que ello signifique enfrentar el poder territorial de los grandes
terratenientes vallecaucanos y colombianos.
El Gobierno lo ha entendido así y no tiene problema en aprobar y expedir esos
decretos que no cuestionan en lo esencial el monopolio de la tierra en manos
de grandes terratenientes y mucho menos cuestionan el régimen neoliberal
imperante. Resuelve de esa manera, mediante normas que el gran capital se
encarga de violar cooptando con dinero o a la fuerza a los dirigentes nativos
(como sucedió en El Cerrejón con los caciques wayuu), atemperar un conflicto
con los indígenas caucanos y salir de las afujías de una posible movilización
social que se estaba preparando para este mes de octubre (mes ya
programado para movilizaciones indígenas).
Lo que se cuestiona desde diversos sectores sociales a la dirigencia indígena
es que en vez de diseñar una estrategia para unificar a todos los sectores
sociales caucanos (campesinos mestizos y afros, indígenas y trabajadores
corteros de caña) interesados en recuperar para la producción agrícola
alimentaria las tierras del Norte del Cauca que actualmente están destinadas a
cultivos agroindustriales de caña de azúcar, materia prima de la producción de
azúcar y etanol, ellos han preferido, por un lado, tramitar normas para continuar
su avance sobre territorios campesinos mestizos, y por el otro, asegurar el
control administrativo de los sistemas de salud y educación sin cuestionar en lo
más mínimo su esencia neoliberal, colocándole el mote de “propio”, adornando
esos sistemas con algunas prácticas marginales de medicina tradicional y el
uso de su lengua ancestral, pero sin enfrentar su matriz patriarcal, colonial,
capitalista y mercantilista.
Nota: En la segunda parte de este escrito se abordará la realidad del
movimiento campesino del Cauca y la posición que desde mi perspectiva se
debería asumir frente a este problema.
Edición N° 00419 – Semana del 3 al 9 de Octubre – 2014
Descargar