INVERSIÓN EXTRANJERA: RETO PARA LA SOBERANÍA ECONÓMICA NACIONAL Edgar Ortiz* Síntesis El Tratado de Libre Comercio se ha convertido en el motor para la modernización y desarrollo económico de México. Sin embargo, muchos ven en este Tratado un mecanismo que profundiza la dependencia económica y reproducirá nuevos mecanismos de subdesarrollo. Gran parte de estos argumentos se centran en la pérdida de soberanía económica. Con el Tratado, aparentemente, la política económica nacional perderá su efectividad para promover un desarrollo autónomo. La falta de una clara definición sobre soberanía en una economía crecientemente globalizada e interdependiente a obscurecido el debate. Este estudio avanza una definición operativa de soberanía económica e identifica problemas que pueden afectarla por la puesta en marcha de este acuerdo regional, así como por la creciente inversión extranjera directa que se espera será inducida por el mismo. Se rescata a la planeación industrial y del comercio exterior, y una mayor concertación financiera, como elementos para que México pueda aprovechar plenamente los beneficios que pueden derivarse de su asociación con sus vecinos desarrollados del norte. Se da igualmente énfasis a la necesidad de un desarrollo científico y tecnológico propio, en el que las instituciones de educación superior deben jugar un papel fundamental. El debate sobre soberanía versus interdependencia La necesidad de modernizar la economía nacional ha sido reconocida ampliamente por todos los sectores nacionales. El modelo de desarrollo, basado en la sustitución de importaciones, las excesivas regulaciones e intervención económica del Estado, el proteccionismo, el clientelismo político, y el cambiante populismo, no sólo agotó sus posibilidades en las décadas de los años sesenta y setenta, a tal punto que no pudo ser rescatado por el paréntesis del auge petrolero, sino que sobre todo heredó al país instituciones disfuncionales y condiciones desventajosas para confrontar los retos del emergente orden mundial de fines del milenio. La ruptura de la bipolaridad Este-Oeste, manifiesta con la caída del Muro de Berlín y el colapso del socialismo de estado en la ex-Unión Soviética y demás países de la Europea Oriental, los rápidos avances en ciencia y tecnología, y el ascenso del mercado como motor de la actividad económica, han dado lugar a una nueva economía mundial caracterizada por la globalización económica, acentuada competencia e incertidumbre, la conformación de fuertes bloques económicos. * División de Estudios de Posgrado, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Ante la situación, el gobierno mexicano ha respondido con importantes políticas de disciplina fiscal y monetarias y de liberación económica. Aunque estos cambios se iniciaron durante el sexenio del presidente De la Madrid, su clímax ha tenido lugar con los profundos y rápidos cambios promovidos por el presidente Salinas de Gortari, en cuanto a la apertura de la economía al comercio internacional e inversiones extranjeras, privatización de las empresas públicas y la banca comercial, desregularización y liberalización de los mercados, un continuo control de la inflación y del gasto público, un hábil programa de “solidaridad” económica, y los esfuerzos de integración económica con otros países, en particular con Estados Unidos y Canadá mediante el Tratado de Libre Comercio (TLC). Estas nuevas políticas han creado un clima muy favorable para la inversión y la actividad económica. Los empresarios nacionales han dejado atrás la desconfianza en el gobierno, y la inversión extranjera se ha incrementado significativamente.1 Como resultado, después de haber sufrido durante la década de los ochenta una severa crisis causada por excesivos y mal planeados endeudamientos externos, México ha experimentado durante los últimos cinco años claros síntomas de recuperación económica y las perspectivas son igualmente positivas.2 Aún ,más los cambios han sido tan radicales y los éxitos económicos tan marcados, que se ha identificado al caso mexicano como una revolución silenciosa [Parcero López, 1992] y un modelo a seguir, tanto por los países en vías de desarrollo, como por aquéllos ahora en transición a economías de marcado. Recientemente, por ejemplo, Michael Candessus, presidente del Fondo Monetario Internacional, señaló que las políticas de modernización de México y su crecimiento económico son motivo de celebración, pues ellas han abierto perspectivas muy positivas para la población mexicana.3 No obstante existen voces disidentes que critican el nuevo modelo de desarrollo. Se afirma que aunque la “modernización” llevada a cabo tiene ciertos aspectos progresivos, muestra también signos retardatorios que conllevarán a una profundización de la dependencia y nuevas manifestaciones de subdesarrollo, así como a una profundización de la inequitativa distribución del ingreso. Se manifiesta gran descrédito en los nuevos patrones de crecimiento económico por su alto contenido “neoliberal” que intrínsecamente es socialmente injusto y por ser fomentado exógenamente. [Valenzuela Feijoo, 1991]. No se le considera por tanto como una respuesta soberana a los problemas nacionales del desarrollo. De hecho, se afirma que el liberalismo económico conduce a una desnacionalización de la política económica [Saxe Fernández, 1992] y que su instrumentación en México significa la pérdida de la Revolución Mexicana. [Bolívar et al., 1992]. El debate queda sin embargo obscurecido por la falta de una clara definición de lo que se entiende por soberanía y como queda ésta mermada. En respuesta a estas críticas, los defensores de las nuevas políticas de desarrollo indican que el liberalismo mexicano tiene una larga tradición, siempre preocupada por aspectos sociales, y que las políticas que actualmente se formulan obedecen a un nuevo paradigma –liberalismo socialque trasciende el neoliberalismo ofertista que surgió en la década pasada, como respuesta a las limitaciones del neokeynesianismo y su estado de bienestar. [Villarreal, 1993]. Se afirma que el concepto de soberanía debe ser redefinido para hacerlo congruente con la creciente interdependencia entre las naciones. Esta redefinición debe incorporar los aspectos de reciprocidad económica de cuidado al medio ambiente, y de reconocimiento de las asimetrías entre las naciones. [Rubio et al., 1991; Villareal, 1993] Empero nunca se ha especificado su alcance e implicaciones. Igualmente se ha resaltado la interdependencia para subrayar los limites de la soberanía, pero tampoco se la ha definido.4 De hecho, se ha caído en círculos viciosos de conceptualización y tautologías. Se afirma, por ejemplo, que la interdependencia como rasgo del capitalismo posmoderno significa que las economías nacionales, ante la apertura y la globalización en la producción y las finanzas, han pasado a ser economías interdependientes de los mercados internacionales. [Villareal, 1993]. (Subrayados míos). Con el Tratado de Libre Comercio las gobiernos de Canadá, México y Estados Unidos económico, mediante la expansión del comercio y las oportunidades de inversión. Se espera, igualmente, que las complementariedades existentes entre los tres países en cuanto a dotación de recursos, tecnología, capacitación laboral y habilidades administrativas, induzcan incrementos en la productividad y competitividad de la empresas de los tres países, y pro ende en los aportes que éstas pueden hacer a sus respectivas economías.5 Se espera que además de una ampliación de las exportaciones de México a los mercados de Estados Unidos y Canadá, el TLC propicie un importante crecimiento en las inversiones extranjeras, y dote al país de la tecnología necesaria para que sus empresas incrementen su productividad y sean competitivas a nivel mundial. 6 De hecho muchos ven en el TLC la clave para que México alcance un alto desarrollo en el futuro inmediato, de tal modo que pronto formaría parte del privilegiado grupo de los países desarrollados, lo que se sustenta con la eventual participación de México en la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE.7 Aún más, en el fortalecimiento de la economía se ve una acentuación de la soberanía nacional, por lo que se propugna al TLC como un camino para fortalecer la soberanía; se afirma además que el TLC es una respuesta soberana, tanto a los retos de la globalización e interdependencia económicas mundiales, como para la solución concertada de los múltiples problemas e interdependencia bilateral entre Estados Unidos y México, que anteriormente se caracterizaban por procesos indeseables y que desperdician las mutuas oportunidades de desarrollo. [Rubio et al., 1991]. Estos procesos se identificaron anteriormente como integración “silenciosa” y “caótica”, por lo que se debía dar paso a la integración negociada.8 Asimismo, se reconoce la importancia de la inversión extranjera directa (IED) para el desarrollo nacional y por ende fortalecer la soberanía nacional. Se destacan los aportes que puede hacer para fomentar el empleo, la innovación tecnológica y la competitividad, pero se desconoce la posibilidad de conflictos con la sociedad local. Aunque se han hecho algunos esfuerzos para redefinir a la soberanía y resaltar los impactos positivos del TLC sobre la misma, en realidad quedan cortos porque más bien se concretan a describir la cambiante situación internacional y las formas de cooperación entre las naciones. De ahí que se propone que la soberanía entendida tradicionalmente como un Estado con poder legal y coercible dentro de un territorio, solamente limitado por la soberanía de los demás estados que convivían anárquicamente, sea reemplazada por un concepto que reconozca la interdependencia y mayor cooperación económica entre las naciones; y que incluso se reconozca la posibilidad de que el Estado renuncie a la inmunidad soberana, de tal manera de que una jurisdicción extranjera dirima las controversias. [Rubio et al., 1991]. Este enfoque en sí es valioso por su pragmatismo, pero deja de lado de dónde emana la soberanía y sus implicaciones en el desarrollo económico. En oposición a dichos puntos de vista, se ha manifestado que los bienes del TLC se acumularán en Estados Unidos debido a las asimetrías existentes. Se afirma igualmente que las empresas transnacionales distorsionan a la economía, proceso que se profundizaría con el incremento de la s inversiones extranjeras derivadas del TLC. Por ello, se señala que el TLC y sus inversiones extranjeras profundizarán la dependencia económica de México.9 Más enfáticamente, se indica que el TLC es un arreglo institucional de Estados Unidos para subordinar a Canadá y México a sus políticas de comercio internacional y permitir la entrada irrestricta de sus empresas transnacionales a dichos países. Se indicia igualmente que el TLC es el as de Estados Unidos para negociar más efectivamente con Japón y la Comunidad Europea el reparto de los mercados mundiales.10 El debate, sin embargo, sigue abierto, porque los opositores al TLC y a la inversión extranjera directa no han presentado alternativas teóricas que esclarezcan el significado de la soberanía en el contexto de la cambiante realidad mundial y las complejas relaciones que México mantiene con su vecino del norte. Tampoco han presentado alternativas prácticas a las propuestas gubernamentales sobre el TLC y la IED. Soberanía nacional y autodeterminación Una de las razones para que el debate sobre la soberanía y su relación con el TLC y la IED permanezcan sin resolverse se debe a que frecuentemente se asocia la soberanía con una expresión altamente emocional de nacionalismo, así como de retóricas partidistas. De ahí que muchos lo critican como confusa y como una idea poco valiosa para el análisis político y económico. Sin embargo, la idea de soberanía es una característica fundamental en la evolución de los estados nacionales. Soberanía, en primer término debe identificarse con los estados nacionales como depositarios de una voluntad común. Aunque aún impregnadas con la tradición medieval absolutista, esto ya es evidente en la concepctualización de Bodino como poder “absoluto y perpetuo” que Rousseau finalmente reconoce como la voluntad “general del pueblo”.11 Carpizo [1983] cree que el aspecto más crítico se refiere a quién tiene el poder de la soberanía nacional, y mantiene que la mayoría de las teorías despersonalizan el concepto de soberanía con el fin de velar el dominio que se ejerce sobre la mayoría de la población. Resalta también que el derecho internacional se basa en el concepto de una pluralidad de estados soberanos. Así, para Carpizo, la soberanía es un concepto sinónimo de libertad, independencia, poder constitucional, autodeterminación y el principio de no intervención en los asuntos internos de un Estado nacional. Esta conceptualización es importante porque resalta la dimensión de autodeterminación, entendida como un ejercicio de la democracia. Es también importante porque identifica cánones para la convivencia y concertación internacionales. Esto es, derecho, respeto y decisiones soberanas de cooperación. A este respecto, cabe destacar que la Carta de las Naciones Unidas define a la autodeterminación como el derecho del pueblo y una nación a la propiedad territorial y la obtención de beneficios por la explotación de sus recursos económicos y naturales. Esto, naturalmente incluye los beneficios del crecimiento económico, una distribución equitativa del ingreso, y la fortaleza del Estado. Para los países en vías de desarrollo, cuyo pasado tiene sus raíces en el colonialismo, la soberanía nacional comprende el derecho a la autodeterminación política y el derecho a la autodeterminación económica. Esto es, el derecho a desarrollar sus propios proyectos nacionales, lo que naturalmente no excluye la cooperación soberana con otras naciones. De hecho, soberanía y supranacionalidad no son inconsistentes menos que esta última sea impuesta por algún país, que en el desarrollo del intercambio económico no haya reciprocidad, o que las políticas económicas de una nación se subordinen o estén sobredeterminadas por las políticas de otra nación. Así, en términos operativos, para el análisis económico debe entenderse por soberanía a la libre determinación de las políticas económicas internas y de cooperación con otras naciones, en un proceso determinado democráticamente, que no inhiba el potencial de crecimiento nacional, ni deteriore la fortaleza del Estado, y que distribuya equitativamente los beneficios del crecimiento económico y la colaboración internacional. Multinacionales y la soberanía nacional Los modelos económicos convencionales usan análisis de costo-beneficio con el fin de identificar el impacto de la inversión extranjera directa en los países en vías de desarrollo. Generalmente, se mantiene que los beneficios de una mayor inversión extranjera son mucho mayores que los peligros que pueden representar para la soberanía económica una mayor penetración por parte de las empresas transnacionales (ETN). [Robock y Simmons, 1989]. Al contrario, Jenkins [1987] se concentra en los aspectos cuantitativos y cualitativos de la ETN como una institución de la “economía mundial”. Él considera a las empresas transnacionales como la forma más avanzada de desarrollo capitalista y utiliza para sus análisis “un enfoque de internacionalización del capital”. Este enfoque que conceptualiza la autoexpansión del capital como la internacionalización de tres circuitos: el crecimiento del comercio internacional; el crecimiento de los movimientos de capital; y el crecimiento de las operaciones de la ETN mediante una creciente circulación del comercio intracorporativo. Así, las ETN son parte de un proceso más amplio de una economía capitalista mundial más integrada. El enfoque de Jenkins también da énfasis a la naturaleza del desarrollo desigual entre los países, fomentado por la expansión de las empresas transnacionales. Esta desigualdad en los procesos productivos puede observarse en la economía mexicana. Cypher [1990] la denomina “producción desarticulada” que se caracteriza por tener sectores económicos semivinculados que operan con formas de producción intensivas, mientras que en el campo mexicano existen amplios sectores de producción precapitalista. Este problema no se limita al caso de sectores de producción intensiva versus el campo. En los propios sectores avanzados pueden existir grandes desarticulaciones, como es el caso en México de la industria maquiladora. Su articulación con el resto de la economía es escasa; menos de dos por ciento de sus insumos, aparte de la mano de obra, son de origen nacional.12 Finalmente pueden formarse verdaderos enclaves exportadores. En este caso, los beneficios para la economía nacional de la IED son mínimos, porque la falta de vínculos con el resto de la economía inhibe la transferencia de tecnología y la presencia de efectos multiplicadores en el resto de la economía. Chase-dunn [1989] utiliza en análisis del “sistema mundial” y da énfasis a los patrones sistémicos y profunda lógica estructural del sistema económico mundial moderno, como la base para el surgimiento y permanencia de las jerarquías de centro-periferia, el cual está conformado como un sistema estratificado. Por esta razón Chase-dunn ve oportunidades limitadas para que haya una verdadera movilidad ascendente para las naciones periféricas, porque el desarrollo de actividades típicas del centro requiere de recursos que las naciones en desarrollo no tienen. La explicación para el desarrollo desigual, y la expansión y profundización de la actividad capitalista a nivel mundial se encuentra en la movilidad del capital y su habilidad para escapar de las esfuerza políticas que tratan de regularla y ponerle impuestos. Aún más, depende de los estados como entidades políticas en la arena de la competencia económica. [Chase-Dunn, 1989]. Bornschier y Chase-Dunn [1985] mantienen que la dependencia en las corporaciones transnacionales del centro causa subdesarrollo en tres formas: 1. Los países más dependientes se desarrollan más lentamente que los países menos dependientes. 2. La dependencia causa un rezago del desarrollo en relación al potencial de crecimiento de cada país. 3. La dependencia puede ser asociada con niveles más altos de distribución desigual del ingreso de lo que sería en caso de menores niveles de dependencia. Estas proposiciones y los resultados de investigación que los autores han llevado al respecto, validan el enfoque del sistema mundial, en relación a sus aseveraciones sobre el hecho de que la penetración de las empresas transnacionales en las economías periféricas distorsionan su crecimiento y sacan importantes recursos que podrían ser dedicados al desarrollo nacional. Así, la perspectiva del “sistema mundial” argumenta que la alta dependencia en capital proveniente del centro, i.e. endeudamiento externo, y la desmedida penetración de empresas extranjeras del centro es una de las principales causas del subdesarrollo, así como uno de los principales mecanismos para reproducir la injusta división del trabajo centro periferia. Este enfoque, por tanto, apoya aquellos puntos de vista que mantienen que el TLC es un mecanismo que acentuará la dependencia de México con Estados Unidos, inhibiendo su desarrollo y soberanía económica. La inversión extranjera en México En relación al Tratado de Libre Comercio y las inversiones extranjeras directas, la disyuntiva de México puede, por tanto, resumirse en dos preguntas: ¿Cuáles aspectos y futuros desenvolvimientos del TLC afectan la soberanía económica nacional?, y ¿Cuáles políticas o prácticas de las empresas transnacionales entran en conflicto con dicha soberanía económica? Debe por tanto identificarse si el TLC y la IED contribuirán al desarrollo nacional, o si más bien inhibirán su potencial en un juego de una clase política desesperada por aferrase al poder con la anuencia de Estados Unidos, como lo mantienen algunos investigadores. [Aguilar Zinser, 1989]. La respuesta no es fácil y amerita profunda investigación. Algunos problemas y fuentes de posibles conflictos deben ser primeramente identificados. En las relaciones entre las ETN y los países en vías de desarrollo han existido un conflicto de intereses profundos. Para una empresa transnacional, la planeación estratégica global no tiene otra lógica que la obtención de utilidades. Sus subsidiarias no son agentes del desarrollo de ningún país (ciertamente no es su papel) y se deben poner los intereses corporativos por encima de los intereses de la nación huésped. Es este objetivo y lealtad corporativa los que precisamente causan que la contribución de las EMN hacía el país huésped sea mínima. [Kimmel, 1976]. Este punto es muy relevante para el caso de México. Existe un consenso general sobre el hecho de que uno de los principales fracasos de las políticas de desarrollo que se instrumentaron en el pasado, fue la falta de fomento de una tecnología nacional. La falta de tecnología fue una de las principales causas por las que entonces se promovió la industrialización, fundándose fuertemente en la inversión extranjera directa. [Ortiz, 1987]. Este proceso aparentemente se está repitiendo en el presente. Por ejemplo, declaraciones de altos ejecutivos de empresas transnacionales de la rama electrónica, indican que sus políticas de expansión y crecimiento están determinadas por la estrategia global de la empresa, antes que por las políticas económicas mexicanas. [Pérez Núñez, 1990]. Consiguientemente, esta industria continuará creciendo en México, en tanto que este crecimiento sea consistente con las estrategias globales corporativas de penetración a los mercados y de control de la tecnología. De hecho, Pérez Núñez concluye que es muy improbable que dicha tecnología llegue a ser controlada por los mexicanos. Otras prácticas de las empresas transnacionales, tales como la relocación de sus plantas cuando las demandas de los trabajadores se incrementan, disminuyen e inhiben la organización sindical. Pero más allá de los derechos de los trabajadores, estas prácticas inhiben el desarrollo de un sector obrero bien capacitado, así como el desarrollo de un sector industrial estable. Cabe también resaltar que las empresas multinacionales escogen localizar sus empresas en los países en vías de desarrollo, para aprovechar los bajos costos de la mano de obra para los procesos de producción intensivos en el trabajo, que a menudo usan tecnologías obsoletas. La tecnología de punta queda en los propios países desarrollados. Ésta es una práctica común en la industria maquiladora mexicana. Las plantas “gemelas” a uno y otro lado de la frontera norte del país operan bajo esta división del trabajo. La transferencia de precios es otra práctica que afecta a los países en vías de desarrollo. La sobrefacturación de las importaciones hechas de la matriz u otras filiales, o la subfacturación de las exportaciones hechas a las mismas, disminuyen los impuestos que reciben los gobierno de los países huéspedes. La transferencia de los activos líquidos fuera del país y los cambios de preciso de sus productos, impactan negativamente la balanza de pagos. Puesto que el capital generado no es nacional, las utilidades son remitidas a la matriz en el país central. Todas estas prácticas limitan el ejercicio y mantenimiento de la soberanía económica en los países en vías de desarrollo. [Kimmel, 1976]. A nivel interno, las operaciones de las empresas transnacionales promueven la estratificación mundial con base en la “nacionalidad del capital”. El autor plantea que mientras más alta es la expansión de la inversión extranjera directa en otros mercados, y mientras más grande es la descentralización de la producción a través de los países (internacionalización de la producción), entonces mayor será la concentración de poder económico en la matriz y el país central. Una negociación de la soberanía nacional tiene lugar porque las ETN insertan a los países en desarrollo a la economía mundial en una posición de dependencia. Otro efecto indirecto y fuertemente enraizado en la penetración de las empresas multinacionales es el desmantelamiento de los patrones culturales locales. La ETN facilita el establecimiento de una “élite empresarial” local vinculada, no a las políticas nacionales de desarrollo, sino al capital extranjero.” [Kimmel, 1976]. Esto es, estas élites niegan las fronteras nacionales y adoptan valores y patrones de consumo afines a los intereses de los administradores de las empresas extranjeras, antes que a los intereses de los empresarios, trabajadores y gobiernos locales. Este problema también se extiende a la población en general. Las transacionales “homogeneizan” los patrones de consumo a nivel internacional, por lo que, aunado a los efectos de los medios masivos de comunicación, grandes sectores de la población pierden sus valores y prefieren productos transnacionalizados. Esta crítica no mantiene que el ideal es mantener los valores y patrones de consumo tradicionales, los cuales seguramente tienen serios problemas. Se refiere, simplemente, a que aquellos aspectos propios que son dignos de desarrollarse y universalizarse no son reconocidos y se pierden en la varágine de “globalización” inducida desde afuera y con intereses muy particulares. Sin embargo, Fernando Fajnzylber [1983] da énfasis a la necesidad de realizar un análisis más amplio sobre el significado de la autodeterminación, y critica los análisis que dan un excesivo énfasis a los factores externos. Propone que se ponga más atención a los factores internos. Afirma que los impactos de la intervención externa están condicionados por una “resera de autodeterminación”. En consecuencia, Fajnzylber asocia el problema de subdesarrollo industrial a una debilidad del sector empresarial para desarrollar una política de desarrollo industrial, por lo que han permitido un ingreso indiscriminado de la inversión extranjera directa, así como su dominio en sectores clave de la economía. La debilidad de las élites empresariales locales es también vista por Cypher [1990] como una de las principales restricciones para el desarrollo de México. Él ve en el profundo olvido de las capacidades creativas de los trabajadores, y en la falta de desarrollo tecnológico por parte de los propietarios y administradores de las empresas nacionales, una de las características que definen el subdesarrollo de la economía mexicana. Esto ha resultado una inhabilidad para crear una masa significativa de trabajadores y administradores bien capacitados e innovadores, así como en la falta de cambio tecnológico en varios sectores de la economía, de tal modo que en algunos sectores, formas precapitalistas y mercantilistas están muy imbuidas en la economía. Las principales críticas que se ha hecho al sector empresarial mexicano pueden por tanto resumirse como falta de vocación empresarial y nacional. Es primer aspecto aparentemente se está sobreponiendo. Los grandes empresarios nacionales ya no buscan el proteccionismo, el cuál se había convertido en medio fácil para asegurar una posición neomonopólica en los mercados locales y asegurar igualmente altas ganancias. La apertura de México y la integración de México al bloque norteamericano de libre comercio han sido fuertemente impulsadas por los empresarios mexicanos. En muchas empresas mexicanas puede observarse un crecimiento y penetración en los mercados internacionales admirables. Por ejemplo, CEMEX es la tercera empresa cementera a nivel mundial y ha penetrado exitosamente importantes mercados internacionales, y mantiene operaciones en varios países.13 Sin embargo, aún subsiste el rezago en la iniciativa tecnológica. Pocos recursos se dedican a la investigación y la modernización tecnológica depende de la importación de bienes de capital, que por cierto pone en jaque a la balanza de pagos nacional. En cuanto al segundo aspecto, la falta de una vocación nacional, el asunto es debatible. Ciertamente existen empresarios que se identifican fuertemente con las raíces y potencial histórico de México; pero también es evidente que muchos empresarios tienen como brújula al desarrollo del capital internacional.14 De todos modos, eso sólo es parte del problema. Actualmente, la aparente falta de vocación nacional por parte del empresariado nacional, debe más bien identificarse a su tenue vinculación con la planeación nacional. Existe un acercamiento entre el gobierno y el sector empresarial, pero este acercamiento permanece en los límites del mercado. El gobierno no cuenta con planes nacionales de industrialización y comercio exterior. Las autoridades sólo propician el desarrollo de los mercados y esta situación ha sido implícita y explícitamente aceptada y promovida por la iniciativa privada. No se ha desarrollado un esquema de cooperación, e.g. planeación nacional, en el que los dos sectores participen y planeen los esfuerzos que conjuntamente deben realizar para promover el desarrollo nacional. Tácitamente se ha cedido en la soberanía económica nacional, al desconocer los límites del mercado y el papel potencial del Estado para promover la actividad económica. Debe recordarse que el gran éxito de Japón y los nuevos países industrializados del suroeste de Asia se debe precisamente a esa concertación entre el sector gubernamental y el sector empresarial, en particular en lo que se refiere al desarrollo tecnológico financiamiento, e impulso del comercio exterior. Es preciso por tanto rescatar la rica experiencia que sobre planeación nacional desarrolló México a lo largo de las últimas décadas. Esto de ninguna manera implica que se deba regresar al intervensionismo de antaño que tanto perjudicó al país. Ese error es también una lección histórica que no se debe olvidare. Se trata simplemente de planear y autodeterminar el crecimiento de México en función de las tendencias nacionales y regionales del mercado. Las empresas planean estratégicamente sus operaciones. Pero la suma de estos esfuerzos no necesariamente redunda en óptimos resultados. Las autoridades y los empresarios deben conjuntar sus esfuerzos para integrar y promover adecuadamente la actividad económica. Respecto A la IED la planeación industrial y del comercio exterior evitará que se arraigue en la política pública un enfoque cuantitativista y simplista, más inversión extranjera es siempre mejor. Durante los últimos años la inversión extranjera en México ha crecido extraordinariamente. A fines de 21988 la inversión extranjera directa ascendía a 24,087 millones de dólares. En 1992 la inversión extranjera directa acumulada fue de 50,211.3 millones de dólares. A septiembre de 1993, la inversión extrajera directa se acercaba a los 57 mil millones de dólares. En los últimos años se ha observado por tanto un crecimiento en la IED que rebasa lo acumulado en las cinco décadas anteriores. No puede negarse que ese importante crecimiento ha redundado en creación de empleos, mayor crecimiento económico e incrementos en las reservas internacionales, aliviando así la deficitaria cuenta corriente. Empero, un examen más cercano de la IED directa indica que más del cuarenta por ciento se está acumulando en el sector servicios y solamente alrededor del veinte por ciento en el sector industrial.15 Aunque aparentemente se están desarrollando importantes nichos en este sector y sus exportaciones se han incrementado significativamente durante los últimos años, la tendencia es preocupante, porque en su mayoría los servicios se están dirigiendo al mercado interno, por lo que posteriormente podrían darse importantes salidas de capital en forma de repatriación de utilidades y regalías, sin un contrapeso de ingresos del exterior. De ahí que sea importante rescatar el uso de la planeación industrial y del comercio exterior en un esfuerzo concertado entre la iniciativa privada y el gobierno. Esto permitiría, en relación a la inversión extranjera directa, identificar adecuadamente su papel y por consiguiente promoverla e integrarla a aquellos sectores que tengan prioridad en el desarrollo nacional. Las fuerzas del mercado no pueden hacerlo por sí solas. Un balance similar puede hacerse en cuanto al TLC. Es indudable que puede contribuir enormemente al desarrollo nacional. La expansión de las exportaciones y de las inversiones incrementaría el empleo y la actividad económica en general, lo que coadyuvaría a que se sobreponga el desarrollo. No obstante, existen severas limitaciones. Rubio et al. [1991] indican que el TLC es un esfuerzo de dos voluntades soberanas que se comprometen a eliminar los obstáculos al comercio y la inversión. Recalcan igualmente que México ha promovido y negociado este Tratado autónomamente. Opositores del TLC asumen una posición contraria. Se argumento, aunque frecuentemente muy ideologizado, plantea que por parte de México el acuerdo es voluntad de un partido y concretamente de un gobierno ilegítimo, i.e. no es una decisión soberana. 16 La lenta y apretada forma a que en México está dando lugar la apertura política da fuerza a dicha posición. Pero independientemente del debate político y sobre derecho que pueda darse al respecto, sí es evidente que el TLC disminuye los espacios de soberanía nacional que deberían haberse conservado y concertado. El Tratado reconoce mínimamente las asimetrías de México con sus vecinos del norte, especialmente Estados Unidos. Hay un gradualismo en su instrumentación para suavizar sus efectos en ciertos sectores y promover una transición a la liberación total. Sin embargo, las estipulaciones del TLC no incluyen medidas de cooperación y financiamiento del desarrollo de México en sectores que son de interés común para los tres países. El éxito de la Comunidad Europea, comúnmente citada como ejemplo de los beneficios que se pueden alcanzar de la integración económica, y como ésta puede profundizarse sin ejemplo de la concertación de un desarrollo compartido en ciertos sectores o de ciertos recursos. Igualmente, el ingreso de España y Grecia, frecuentemente usados como ejemplo de los beneficios que México puede alcanzar de su integración con sus vecinos desarrollados del norte, también alternativas para el desarrollo de algunos de sus sectores y sobre todo de financiamiento. Los países de la Comunidad Europea tampoco han dejado de lado a su planeación económica. De hecho, el enfoque y técnicas desarrollados en algunos países en su planeación a largo plazo, como es en el caso de Francia, han sido siempre señalados como ejemplos a seguir por los países en vías de desarrollo. Tampoco se ha tomado en cuenta la asimetría monetaria. El dólar, a pesar de su debilitamiento, es el medio de cambio y numerario internacional. La recientemente establecida autonomía del Banco de México contribuirá a fortalecerlo y promover una política financiera independiente del ejecutivo federal. Sin embargo, en el TLC no se concertaron medidas que promuevan la cooperación monetaria entre los países, y que atenúen los choques que la política (dominante) de Estados Unidos pueda tener en sus socios comerciales. La gran inestabilidad monetaria que ha tenido lugar en la Comunidad Europea, como resultado de las políticas monetarias (dominantes) de Alemania, dan cuenta de la necesidad de desarrollar mecanismos de colaboración monetaria. Un primer paso que debería darse es la concertación de tipos de cambio controlados. Ghosh [1993] apunta que esto permitiría que los tres países persigan políticas de precios, i.e. control de la inflación, independientes. Estos tres casos: falta de concertación en el desarrollo de sectores clave regional, en particular para el caso de México, falta de mecanismos de financiamiento, y falta de concertación monetaria, dan cuenta del claro significado de la soberanía económica. Como se ha propuesto en el presente estudio también implica la colaboración con otros países para fortalecer las políticas económicas internas. Implica recuperar espacios para que las políticas internas no estén sobredeterminadas por las políticas de otro país por la carencia de esquemas de cooperación. Cuatro importantes lecciones pueden rescatarse de esta situación. Primero, el TLC no es un instrumento acabado. Es perfectible y debe aprovecharse toda oportunidad para mejorarlo.17 Futuras revisiones del mismo serán necesarias, no solamente para cubrir ciertas deficiencias que en él se encuentran, como las aquí señaladas, sino también porque la dinámica de la integración creará nuevas necesidades de cooperación. Segundo, el TLC debe ser correctamente posicionado como una de las alternativas con que México cuenta para fortalecer sus procesos de desarrollo y apertura económica. Su asociación con Estados Unidos y Canadá es asimetría y debe ser contrabalanceada con otras opciones. Además de fortalecer los lazos con otras economías o bloques económicos de países desarrollados, México debe profundizar sus lazos económicos con los países de América Latina y el Caribe, con los cuales guarda afinidad de intereses. Tercero, se debe crear un Banco Norteamericano de Desarrollo, que promueva la canalización de recursos a ciertos proyectos prioritarios regionales. Cuarto, reiterando lo anteriormente enunciado, México debe retomar y fortalecer su planeación industrial y del comercio exterior. Ésta debe asumir las características de una planeación estratégica de mercado. En términos de las estipulaciones del TLC, esto implica una estricta adhesión a los indicadores del mercado. Esto es, la no intervención mediante subsidios y esquemas parecidos, pues además de su artificialidad las empresas mexicanas se verían afectadas por denuncias contra prácticas comerciales desleales por sus contrapartes de Canadá y Estados Unidos. El otro lado de la moneda concierne a la aplicación irrestricta de las leyes mexicanas contra prácticas desleales de otros países, y ejercer las alternativas institucionales del TLC para resolver las disputas que se originen de los intercambios con Canadá y Estados Unidos. Conclusión El TLC y la inversión extranjera directa pueden contribuir significativamente al desarrollo de México. Sin embargo, esta posible contribución se ve disminuida por el hecho de que el Tratado carece de estipulaciones para fomentar el desarrollo regional y la cooperación monetaria, y de mecanismos para fomentar el desarrollo de México, el socio menos desarrollado. La inversión extranjera directa puede ser igualmente fuente de conflictos con las metas del desarrollo nacional pues su expansión obedece a una lógica empresarial que no necesariamente esta en armonía con las necesidades de desarrollo de un país. Las simples fuerzas del mercado son insuficientes para corregir tales problemas. De hecho, pueden profundizar ciertas distorsiones y menguar el impacto de las políticas económicas nacionales, perdiéndose así la capacidad para autodeterminar el rumbo de la economía nacional; perdiendo la soberanía económica a las fuerzas del mercado y la sobredeterminación de las políticas económicas de Estados Unidos, el país dominante en el área. Así, para que México pueda aprovechar plenamente los beneficios que pueden derivarse de su asociación con Canadá y Estados Unidos, debe rescatar su rica experiencia en la planeación industrial y del comercio exterior. Evitando errores del pasado, ésta debe basarse en una concertación entre el sector empresarial y el gobierno, tomando como indicadores al mercado y la integración económica, i.e. una planeación nacional con base en la cooperación de empresarios y gobierno para la búsqueda de mejores oportunidades en todos los mercados. Un importante aspecto de esta planeación estratégica comprende el desarrollo de una ciencia y tecnología propias, que permita que el país cuente con empresas viables que puedan penetrar a los mercados de Estados Unidos y Canadá. A su vez esto implica un mayor fomento de la educación superior en México, así como una mayor responsabilidad para que esta instituciones vinculen más sus programas de docencia e investigación al sector productivo. Los programas de posgrado merecen especial atención, por ser los semilleros de la investigación y la formación de académicos y profesionales de alto nivel. Los avances que ya se están dando al respecto, deben profundizarse sin menos de las humanidades y ciencias sociales, pues de éstas depende mucho que problemas como los aquí planteados se investiguen y esclarezcan, de tal manera que la ciencia y la política pública definan su vocación sin sesgos ideologizantes. NOTAS 1 De hecho, el proceso modernizador ha gestado una nueva relación Estado-empresarios, diferente a la que se tuvo lugar desde el régimen del presidente Miguel Alemán y que tuvo su vigencia durante el periodo de “desarrollo estabilizador, para luego fracturarse durante los gobiernos de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo. Esta nueva relación se caracteriza además por la emergencia de una nueva fracción empresarial modernizadora y financiera. Véase Cristina Puga (1992). 2 Pedro Aspe Armella ((1993), uno de los principales participantes en la reciente vida política de México presenta, en El camino mexicano de la transformación económica, una amplia e interesante exposición y análisis sobre las políticas económicas y logros alcanzados durante los últimos diez años. 3 Véase: “El crecimiento de México es motivo de celebración, afirmó Camdessus”, La Jornada, Viernes 30 de abril de 1993. este punto de vista ha prevalecido entre muchos funcionarios de la Casa Blanca y de instituciones financiera internacionales. Con anterioridad, por ejemplo, el exsecretario de Estado James Baker indicó que la audaz reforma económica del presidente Salinas es un modelo para los países de este hemisferio como de otras partes del mundo. Véase. “Baker Praises Mexico as an Economic Model”, New York Times, septiembre 10, 1991: A6. 4 Sobre las controversias y retórica acerca de la interdependencia véase: Rico [1983]. 5 Véase “Preámbulo”, Tratado de Libre Comercio de América del Norte, México, Secretaría de Comercio y Fomento Industrial, 1993. 6 La literatura sobre el TLC es abundante. Excelentes análisis de autores nacionales y extranjeros se incluyen en las referencias bibliográficas de Ortiz [1993]. 7 México seguramente ingrese a la OCDE en la próxima primavera. Las negociaciones respectivas ya se han iniciado. Véase: “El ingreso a la OCDE, en la próxima primavera”, La Jornada, viernes 1 de octubre de 1993: 43. 8 Véase: Ortiz [1990]; Castañeda y Pastor [1989]. 9 Puntos de vista críticos sobre el TLC pueden encontrarse en los ensayos compilados por Rey Romay [1992]. Véase también: Cárdenas Solórzano [1992] y Conchelo [1992] quienes señalan oposición al TLC desde una perspectiva de centro-izquierda y conservadora. 10 estos puntos de vista han sido bien articulados por autores de Canadá, Grispun [1991; 1992] y Deblock y Rioux [1991]. Sus trabajos han sido bien difundidos en México a través de redes de oposición del TLC de ciudadanos de los tres países de Norteamérica. 11 Véase: Carpizo [1983]. 12 Véase: Beaumier [1990]. 13 Su éxito incluso ha afectado a empresas de Estados Unidos, por lo que éstas han recurrido a las leyes sobre comercio injusto de dicho país, para presionar a la empresa mexicana. Es posible que Cemex esté incurriendo en ciertas prácticas de comercio desleales, lo que debe investigarse, pero evidencia preliminar indica que es una medida arbitraria, tomada por los demandantes con el fin de que su precio sea más competitivo, gracias al impuesto compensatorio que obliga a que el precio del producto mexicano suba en el mercado de Estados Unidos. 14 Véase: Puga [1992] 15 Un exhaustivo análisis sobre el TLC y la inversión extranjera y sus impactos sectoriales, así como el papel del sector financiero véase en: Ortiz [1993]. 16 En la segunda muerte de la Revolución Mexicana, Lorenzo Meyer (1993) hace una exhaustivo análisis y critica fuertemente al autoritarismo y presidencialismo mexicanos. Su discusión trata puntos importantes sobre las relaciones México-Estados Unidos, incluyendo el TLC. 17 La falta de apoyo al TLC en la cámara baja de Estados Unidos y la continua insistencia de algunos políticos de dicho país para que se revise el acuerdo, debería aprovecharse para mejorar su contenido. El TLC debe ser apropiadamente dimensionado como una de las opciones que México tiene en su proceso de apertura económica. El gobierno ha presentado una posición diferente. Aparentemente, en la cámara baja no se cuenta con los votos necesarios para contar con su aprobación. El presidente Clinton ha lanzado una agresiva campaña para convencer a los legisladores indecisos. En México, el gobierno ha presentado gran preocupación. De hecho, ha “endurecido” su posición indicando que el TLC no debe ser ni reabierto ni postergado. Ha indicado que si no entra en vigor el 1 de enero de 1994, podría quedar cancelado, “quizás por generaciones”. En una entrevista al Washington Post señala además que el consenso de la sociedad mexicana a favor del TLC está basado en la percepción de que se trata de un acuerdo equilibrado, y para entender su significado, no sólo hay que recordad la complejidad y la a veces traumática historia de las relaciones entre México y Estados Unidos. (Véase: Inaplazable el TLC: Salinas”, El Financiero, viernes 8 de octubre de 1993: 1; 16-17). Detrás de esa posición aparentemente se encuentra el tira y afloje para el destape del candidato oficial a la presidencia de la república. Algunos analistas incluso ven un forcejeo de Estados Unidos para influenciar la nominación de dicho candidato. El asunto incluso adquirió matices continentales. En la reciente reunión del Grupo de los Tres con la Comunidad del Caribe y Surinam, y del Grupo de Río, los presidentes de América Latina y el Caribe expresaron su preocupación por la incertidumbre de la aprobación del TLC en Estados Unidos y se manifestaron por su aprobación, pues de otra manera se afectarían las relaciones de Estados Unidos con el resto del continente. (Véase: “Dañaría a AL no notificar el TLC”, La Jornada, jueves 14 de octubre de 1993: 1; 46; “Fin al proteccionismo, exige el Grupo de Río”, El Financiero, domingo 17 de octubre de 1993: 1; 45). Referencias Aguilar Zinser, Adolfo, 1989, “México y Estados Unidos hacia el año 2000. integración silenciosa o alianza concertada”, en P. González Casanova, coord.., México hacia el año 2000. Desafíos y opciones, Caracas, Nueva Sociedad. Aspe Armella, Pedro, 1993, El camino mexicano de transformación económica, México, Fondo de Cultura Económica. 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