Las manos de un cirujano - Revista Argentina de Educación Médica

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Revista Argentina de Educación Médica
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IMAGEN DE TAPA
Vol 6 - Nº 3 - Mayo 2015: III
HOMENAJE
RICARDO FINOCHIETTO (1888-1962)
Las manos de un cirujano
La tradición médica, como un axioma inmutable, lo sostuvo durante décadas:
un cirujano nace como tal. Pero Ricardo Finochietto, nacido en Buenos Aires un
28 de abril de 1888, aseguraba en sus años de estudiante que, pese a todo, un día
sería capaz de formar cirujanos, y que lo podía demostrar nombrando a numerosos
especialistas “no dotados” que habían sido instruidos por sus maestros, a pesar
de que sus naturalezas físicas y anímicas los habían desprovisto de aquello que
invocaba el folklore de la cirugía inglesa desde mediados del siglo XIX: “Corazón
de león, ojos de águila y manos de mujer”. Y acaso sin tener aún noción de la revolución que en la enseñanza de la técnica quirúrgica provocaría años más tarde
en La Argentina y en el mundo, Ricardo Finochietto, un metro setenta y ocho,
delgado, tez morena, nariz aguileña, manos huesudas y mirada perforante, llegaría
un día, incluso, a coquetear con el poder político de turno.
Ricardo Finochietto se graduó de médico en 1911. Cuatro años después lo
recibía en el Hospital Rawson Enrique, su hermano mayor. Como si los ecos
del Centenario de la Independencia en el país lo hubiesen empujado hacia una
cima inestable, Ricardo comienza a concebir en su mente la idea de crear una
escuela de cirugía. Sin embargo, y a pesar de haber tenido grandes maestros en
su carrera, Europa y Estados Unidos eran uno de los estandartes a seguir: en el
Viejo Continente al igual que en América del Norte se hallaba la vanguardia de
la cirugía mundial. A su regreso, trajo consigo la perfección de la cirugía austroalemana y el borrador de los primeros programas de estudios con los apellidos de
quienes serían sus primeros discípulos. Pero debieron pasar casi diez años (hizo
antes una prueba piloto en el Hospital Alvear) hasta que la Escuela Quirúrgica
Municipal para Graduados tomó rumbo definitivo en el Rawson. “Su técnica de
enseñanza era precisa, aguda y sistemática”, dirán años después sus incontables
discípulos. Porque su instrucción fue estrictamente pragmática, pues Ricardo
trataba de impartir el conocimiento desde el mismo hacer quirúrgico. El objetivo
de las sesiones en la Escuela fue “exponer sucintamente algunas cosas, enseñar
su terapéutica y demostrar resultados obtenidos en enfermos similares”. No obstante, Finochietto utilizaba en sus deliberaciones y según la ocasión, un discurso
condimentado con metáforas que servían para afianzar sus explicaciones. Eso lo
elevaba a una soberanía atípica teniendo en cuenta la supremacía de la rigidez
de la clase magistral que existía en aquellos años. “Movía las manos de aquí para
allá”, dirá mucho tiempo después Eduardo Zancolli, su discípulo, “él era energía
intelectual y física”. Una anécdota cuenta que, tratando de explicar el concepto
de la retracción isquémica de los músculos interóscos (descripta por Ricardo en
1920 y conocida en el mundo como
Contractura isquémica intrínseca Finochietto), el doctor extrajo de sus bolsillos
una cantidad abundante de retazos de papel en los que delineó la fisiopatología
de la afección. Cada uno de sus alumnos, al llegar a sus casas, se encontró con la
sorpresa de que tenía puesto en el bolsillo de su delantal aquel apunte escrito de
puño y letra de su maestro.
IV
Revista Argentina de Educación Médica Vol 6 - Nº 3 - Mayo 2015
Los escritos médicos tanto de Enrique como de Ricardo Finochietto conocidos como Técnica quirúrgica y
que formaron a miles de estudiantes en la Argentina y en el mundo, se editaron en papel bajo la forma de
once tomos consecutivos. Las obras, indican algunas crónicas, fueron muy bien recibidas por George Pack, por
entonces jefe de cirugía cancerológica del Memorial Hospital de New York, quien por sugerencia del doctor
Jorge Albertelli fue traído a la argentina para que en el mayor de los silencios operase a Eva Duarte de Perón
de un cáncer de matriz.
Sus escritos sobre anatomía patológica, su sitial número 11 en la Academia Nacional de Medicina, sus lazos
médico-políticos con el entonces Presidente Perón (quien le encomendó la organización de los servicios de
cirugía de los hospitales a construirse por la Fundación Eva Perón), la fundación de escuelas de enfermería
e instrumentación quirúrgica, sus incontables cursos de cirugía básica reunidos en un tomo llamado Repertorio quirúrgico y la creación de diversas herramientas médicas quizás lo encumbran entre los galenos más
prestigiosos de habla hispana.
Los últimos años de vida lo hallan solo, censurado y silenciado por la Revolución Libertadora de 1955: lo
habían echado a “empellones” de la Fundación de la que fue jefe de servicios médicos. Ricardo Finochietto
murió de una hemorragia cerebral el 1 de abril de 1962. Sus alumnos y discípulos jamás olvidarán sus enseñanzas, su puntualidad, trabajo y dedicación. Y acaso sus manos, aquéllos tentáculos que entraban y salían de
las entrañas de algún cuerpo enfermo, de esas garras que guardaron una vez en los delantales de sus alumnos
la libertad del conocimiento.
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