Claves para entender una época: Europa y el mundo entre 1870 y 1914 1.- La expansión del capitalismo Entre 1845 y 1870 se extendió por el mundo el capitalismo y se creó un mercado integrado internacional. La euforia económica de este capitalismo sin fronteras se expresaba en las Exposiciones Internacionales: el comercio mundial se multiplicó por cinco entre 1830 y 1870. Las nuevas necesidades del mercado eran apoyadas por nuevos inventos para producir más barato y en mayor cantidad y para trasladar a gran velocidad las manufacturas o materias primas de un lado a otro del planeta. En 1869 se inauguraba el canal de Suez que hacia posible la travesía Marsella-Bombay en un mes (hasta entonces el viaje desde Londres a la India circunnavegando África requería al menos tres meses). Desde 1844 el telégrafo conectó el mundo por cables submarinos. El capital europeo invertía en todo el mundo y ponía en explotación minas, plantaciones, ferrocarriles, barcos y telégrafos; los descubrimientos de oro en California y Australia multiplicaron los medios de pago. El mundo entero se preparaba para entrar en una época marcada por una nueva revolución industrial, el capitalismo financiero y el imperialismo. Entre 1870 y 1914 el capitalismo se convirtió en su sistema mundial y los países industrializados se repartieron el mundo. Pero la economía tuvo que afrontar antes una de las crisis cíclicas: la de 1873. La crisis de 1873 empezó con una caída de los precios de las materias primas y productos agrícolas debido al exceso de oferta (sobreproducción).La caída de precios de transmitió a la industria en una espiral que produjo el hundimiento económico. La crisis condujo a la competencia y rivalidad y al proteccionismo. Las soluciones que los países más industrializados dieron a esta crisis fueron las siguientes: un nuevo impulso a la renovación tecnológica (con nuevos inventos, industrias, formas de energía y sistemas de transporte) la concentración empresarial y la exportación mundial de capitales que acompaña al imperialismo colonial. 2.- Las soluciones a la crisis: cambios tecnológicos, concentración económica e imperialismo El nuevo impulso a la renovación tecnológica permitió producir más y más barato, reducir los costes de producción, aumentar los beneficios y la demanda, diversificar la producción para vender de todo a todo el mundo. Científicos y laboratorios se incorporaron a las empresas y la gestión científica de las empresas se manifiesta en la producción en serie, en el taylorismo o fordismo. Fueron años de grandes cambios e innovaciones en la ciencia y la tecnología. El hierro combinado con una medida dosis de carbono adquiría más dureza y elasticidad convertido en acero. Se consolidaron nuevas fuentes de energía (electricidad, pozos petrolíferos) al tiempo que sus respectivas tecnologías y todo tipo de nuevas industrias (la siderurgia del acero y el aluminio, las eléctricas, industrias químicas y farmacéuticas, metalúrgicas, del automóvil…). Aparecieron infinidad de innovaciones: los plásticos de celulosa, la bombilla de filamentos, el motor Diesel, los automóviles, los aviones con motor, el teléfono, el fonógrafo, la tecnología sin hilos, los rayos X, la radio, el cine, los productos químicos (abonos, colorantes, explosivos, producción industrial de hielo, latas de conserva, cosmética, medicamentos-la aspirina-). Parecía abrirse una época de un progreso sin límites, asequible a todos los consumidores. Aparecía un mercado de consumo que se introducía en todos los hogares, desde los más acomodados a los más modestos. Con la electricidad, las ciudades se iluminan y desde 1900 entran en los hogares planchas y hornos eléctricos, lavadoras, aspiradoras, neveras… Los periódicos y máquinas de escribir se sumaban a las máquinas de coser (máquinas Singer desde 1875). Este consumo reclama la publicidad como inversión necesaria de los empresarios para convertir a los ciudadanos en consumidores. Al mismo tiempo se construyen buques acorazados y las industrias de guerra disparan su producción con fusiles de repetición, ametralladoras, cañones, tanques… en una carrera de armamentos que llevará a la Gran Guerra. Aparecen grandes corporaciones y gigantescas empresas y los bancos controlan las industrias. Se forman monopoluios contrarios a las leyes del mercado: por ejemplo, la Standard Oil controla el 90% del petróleo estadounidense o la Corporación Renana el 90% del carbón alemán. Junto al poder económico de los bancos aparecen concentraciones horizontales y verticales de empresas en forma de trusts, carteles y holdings. Por ejemplo, grandes empresas siderúrgicas compraron minas de carbón y hierro, y además de producir acero, fabricaban equipamiento ferroviario, barcos y armas. La exportación de capitales y el imperialismo, invertir fuera de las fronteras nacionales fue otra solución a la crisis. Gran Bretaña y Francia fueron los principales exportadores de capital, y empezaron a acompañar estas actividades con el control comercial y también territorial de los países de influencia; concluida la época del libre mercado había que asegurarse la supremacía con el control y conquista militar inaugurándose la época del imperialismo y el reparto del mundo entre las grandes potencias. Era el nuevo imperialismo, un proyecto calculado por las grandes potencias para impulsar el crecimiento económico de las metrópolis a costa de la explotación de los recursos de las colonias para proporcionar materias primas a las manufacturas metropolitanas, consumidores y lugares donde realizar inversiones. El impacto de este proceso histórico va a generar enormes desigualdades y conflictos 3.- La vida política y los movimientos sociales En Europa occidental se consolida el modelo estado-nación. Asistimos a un proceso de democratización dentro del estado liberal. En Europa Oriental, sobreviven formas imperiales autoritarias y caducas (el Imperio austro-húngaro, el ruso, el turco). El Estado que nació de las revoluciones liberales excluyó a la inmensa mayoría de la población y fue controlado por una oligarquía burguesa y aristocrática que se conformó con el proyecto de un marco constitucional que posibilitase la participación de las clases burguesas y los derechos de los ciudadanos, bien mediante el sufragio censitario o universal, pero siempre masculino y limitado. En este contexto de desigualdades socioeconómicas y explotación creció el movimiento obrero revolucionario (en sus diferentes formas marxistas y anarquistas) anticapitalista y antiliberal. Los liberales partidarios de la igualdad formal y del orden social burgués y jerárquico formarán partidos conservadores. Burgueses y antiguas oligarquías para seguir manteniendo el poder recurrieron a cámaras altas, disminución del poder de las asambleas legislativas elegidas y clientelismo, caciquismo y manipulación en los distritos electorales rurales. A su izquierda, partidos demócratas o radicales pretenden una mayor democratización del estado, con reformas sociales y la articulación de una sociedad civil, un estado laico, y un cierto intervencionismo estatal sin menoscabar la defensa de la propiedad privada. Desde 1860 a 1900 se adoptarán progresivas reformas para ampliar el sufragio: en 1870 existía un sufragio universal masculino, al menos en teoría, en Francia, Alemania, Suiza y Dinamarca. En España en 1890, en Austria en 1907, en Italia en 1913. Fuera de Europa, se aprobará en Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. El voto femenino que exigen las sufragistas tuvo lugar antes en Nueva Zelanda, Wyoming y sur de Australia. En Europa a principios de siglo en Finlandia, Noruega y Gran Bretaña entre 1905 y 1917. En España en 1931, en Francia en 1946. Cada vez más, los partidos de notables –élites- dan paso a partidos de masas basados en el apoyo popular una organización estable y el aumento de afiliados. Se persigue identificar a las masas con el estado y los gobernantes recurren si es necesario a la adhesión emocional, a ritos y símbolos para ganar la batalla de la opinión pública mediante el patriotismo nacionalista. Los gobiernos intentan integrar a las masas y evitar la rebelión social que propugnan marxistas y anarquistas. Desde 1889, en la II Internacional se enfrentan en el marxismo los socialistas revolucionarios (no creen que el proletariado se pueda liberar a través de reformas y compromisos con la burguesía) y los socialistas reformistas (revisionistas como Berstein y Jaurés, que creen en la posibilidad de lograr el socialismo por la vía gradual reformista y pacífica participando en los sistemas parlamentarios). Una parte del socialismo marxista se estaba integrando en el sistema político y económico capitalista y conseguía más cosas que con la vía revolucionaria, al menos hasta 1917 cuando triunfa la revolución soviética. Los anarquistas optaron por el sindicalismo revolucionario apolítico Desde comienzos del siglo XX en muchos países, el miedo a la revolución y la necesidad de afrontar “la cuestión social” favoreció la generalizaron las reformas sociales (jubilaciones, pensiones, descanso semanal, seguros de enfermedad y desempleo, reformas fiscales…) con políticas que potenciaban el estado intervencionista. La presión de los partidos y organizaciones de izquierda lograba la conquista de derechos laborales y sociales aunque las resistencias de las antiguas oligarquías llevarán a los enfrentamientos del período de entreguerras. 4.- Los nacionalismos del XIX al XX Los nacionalismos persisten con fuerza a finales del XIX y comienzos del siglo XX. Algunos hablan de estos nacionalismos como si fueran dioses de la modernidad o religiones laicas. Existen nacionalismos contra un Estado considerado opresor: galeses e irlandeses en Gran Bretaña, vascos y catalanes en España o los pueblos de Europa central u oriental (polacos) y las múltiples nacionalidades sometidas o enfrentadas en los Balcanes. También existe un nacionalismo de los Estados ya consolidados o tradicionales (Gran Bretaña, Francia, España…), impulsado desde los cuarteles por los militares o desde las aulas por las instituciones; y un nacionalismo de los estados más recientes, muchas veces expansionista como en el caso del Imperio alemán, Italia, Bélgica, Grecia, Serbia y Rumania. Importante fue el caso del sionismo que reivindicaba una patria judía en Palestina frente al antisemitismo creciente en toda Europa que se refleja en el caso Dreyfuss, el capitán de artillería acusado de espionaje y condenado con pruebas falsas en Francia en 1894. Veremos que todo esto tendrá importantes repercusiones posteriores. Los nacionalismos (basados en criterios étnico-lingüísticos) se multiplicaron a finales del siglo XIX. La exaltación nacionalista llevó al imperialismo racista, a la expansión militar y a rivalidades territoriales y económicas. Este patriotismo nacionalista exacerbado será un de las causas de la Gran Guerra 5.- Relaciones internacionales entre 1870 y 1914: de la Europa de Bismarck a la Paz Armada 5.1.- La Europa de los sistemas bismarckianos (1871-1890) A partir de 1871, tras la derrota francesa en la guerra con Prusia y la proclamación del Imperio alemán, Bismarck se convierte en el árbitro de Europa y las relaciones internacionales siguen sus directrices. Hasta 1890 se resolvieron los conflictos mediante habilísimas maniobras diplomáticas concebidas en Berlín. En cambio, en los primeros años del s. XX, las tensiones estallan y se suceden los hitos que conducen a la guerra de 1914. Se mantiene el predominio de las grandes potencias: Gran Bretaña, potencia hegemónica en el mar, retiene el control de las vías oceánicas; Rusia procura ampliar su salida hacia el mar Negro y los estrechos (objetivo que explica su comparecencia en la cuestión balcánica); Austria-Hungría (convertida en imperio dual desde 1867) que, debido a la unidad alemana, entiende que su única dirección de engrandecimiento es hacia el sur, o sea, hacia la península balcánica; Francia, humillada en la guerra contra Prusia, se afana en no perder su estatuto de gran potencia y se orientará hacia la expansión colonial; y Alemania, que goza del prestigio de su victoria ante los franceses (1871) y aparece como gran potencia económica y territorial, que controla los ejes del continente. Después de las unificaciones de Alemania e Italia, el mapa político de Europa se ha simplificado. Predomina el deseo de equilibrio y de mantenimiento de la situación territorial del continente europeo que se refleja en los sistemas de alianzas bismarckianos. Una vez conseguida la unidad de Alemania (II Reich) ésta se convierte en mantenedora del orden político y territorial del continente, y sus esfuerzos se orientan a evitar cualquier cambio en Europa que pudiera afectar a la posición ventajosa del joven imperio. El primer objetivo de Bismarck será el aislamiento de Francia, impedir su alianza con otras potencias y vigilar su recuperación militar para obstaculizar cualquier actitud revanchista. Con esta idea empezó su primera combinación de alianzas llamada la “Liga de los Tres Emperadores” (1873-1887) entre Alemania, Austria y Rusia: establecía que cada uno acudiría con 200.000 soldados a ayudar a cualquiera de los otros dos en caso de ser atacados. La alianza entre Austria y Alemania no era fácil puesto que la unificación alemana se había conseguido a expensas de una guerra con Austria). Sin embargo, los austríacos, comprendiendo que debía aceptar la existencia de Alemania, aceptan la alianza en parte para mantener la armonía con Rusia y, sobre todo, por el convencimiento de que la República de Francia era un peligro europeo. Tampoco la alianza entre Austria-Hungría y Rusia: las apetencias expansivas de Austria-Hungría chocaban en los Balcanes con Rusia y con los movimientos nacionalistas de los pueblos eslavos Rusia buscaba tener una salida al Mediterráneo, y Austria construir una línea férrea hasta Bagdad que permitiría su expansión hacia el Oriente. Bismarck temía más a Rusia y favoreció en cada conflicto de los Balcanes los intereses de Austria, hasta el punto de que, en 1885, Rusia se retiró de la combinación de alianzas, disolviéndose entonces la Liga de los Tres Emperadores. Pero todavía Bismarck logró mantener una sombra de cooperación entre Alemania y Rusia hasta 1890. Ya no se trataba ahora de ayuda militar, sino de permanecer neutral (neutralidad rusa en caso de que Francia ataque a Alemania, neutralidad alemana si Austria ataca a Rusia). Pero Rusia acabó aproximándose a Francia. Otra cadena de alianzas que preparó Bismarck fue con Italia, Serbia y Rumania. 5.2.- La Paz Armada (1890-1914) Para mantener su estatuto territorial, o para conquistar posiciones coloniales fuera de Europa, las grandes potencias incrementan su fuerza militar: con la carrera de armamentos y el espionaje militar El aislamiento estratégico de Francia y Rusia colocaba a ambos países en situación favorable para la concertación de una alianza frente a Alemania. Aunque la diferencia de régimen político era un obstáculo para un acercamiento, el flujo financiero entre ambos constituía un argumento a favor. Entre 1891 y 1893 en consolidó una verdadera alianza entre Rusia y Francia, prometiéndose mutua ayuda en caso de agresión alemana o de apoyo alemán a un agresor contra uno u otro de los firmantes Así quedó cimentada la alianza franco-rusa. Inglaterra permanecía a la expectativa, manteniéndose en lo que llamaba su “espléndido aislamiento”. El gobierno británico se atenía a su norma habitual de no comprometerse al criterio de que sus intereses a nivel mundial no debían ser sacrificados a favor de los asuntos continentales. Sin embargo, la nueva política colonial iniciada por Alemania a partir de 1890, tras la caída de Bismarck, la “Weltpolitik”, con fuerte expansión de sus intereses económicos mundiales, creó un fuerte antagonismo con Gran Bretaña. Francia se acercó a Gran Bretaña: la “Entente cordial”, redactada en 1904, no hacía más que liquidar antiguas disputas coloniales y reconoce a los ingleses libertad total de acción en Egipto y a los franceses en Marruecos. Inglaterra también solucionó sus problemas coloniales con Rusia en Asia: (Tibet, Afganistán y Persia) y ésta se incorporó a a la alianza formándose la Triple Entente (1907) como bloque antagónico de la Triple Alianza. Ambos se enfrentarían en la Primera guerra mundial, disminuida la Triple Alianza desde 1902, al firmar Italia un acuerdo con Francia que reconocía implícitamente a su carácter de gran potencia mediterránea. Este acuerdo tuvo su prolongación en Europa: el capital francés participó en la estabilización y la conversión de la deuda pública italiana y se firmó una convención secreta que garantizaba la neutralidad italiana en un conflicto en el que Francia fuera atacada por uno o varios estados, e incluso si Francia atacaba a Alemania en respuesta a una provocación. Este éxito diplomático francés debilitó la cohesión del sistema estratégico alemán. Las rivalidades territoriales, económicas, coloniales, político-estratégicas y las crisis balcánicas conducirán al desastre de la gran Guerra del 14.